Capítulo 23

Finales felices

Cuatro meses después

Cambridge era una ciudad que le gustaba, le recordaba a la época que había pasado en Yale, pero también era nueva y diferente y le hacía sentirse una adulta, una periodista de verdad y no sólo una estudiante universitaria. Vivía en una pequeña buhardilla que tenía atestada de libros, tanto publicados como manuscritos que le enviaban desde la editorial con la que colaboraba Jess y que, al final, le había dado el trabajo.

Rory había aceptado el trabajo de la editorial porque, además de permitirle hacerlo a distancia, era un sueldo seguro, mientras la revista se asentaba. Llevaba ya tres meses trabajando codo con codo con Doyle y Carlton y, poco a poco, el proyecto tomaba forma; cada día tenían más lectores, más éxito, pero Rory prefería conservar el trabajo de la editorial.

En parte, se debía a que leer manuscritos resultaba emocionante. Sí, casi siempre se topaba con novelas mediocres, por no decir pura basura, pero ya había encontrado dos que merecían mucho la pena. Dos novelas que se iban a publicar porque ella así lo había considerado. Era una pasada.

Por otra parte...

No, no quería pensar en la otra parte que le hacía aferrarse a aquel trabajo, la razón tonta y sentimental, la razón que era mejor ignorar.

Llevaba ya tres meses y dos semanas viviendo en Cambridge. Había dejado Stars Hollow dos semanas después de la boda de su madre, una vez encontró apartamento y terminó de acordar todos los términos con la editorial; se marchó con la promesa de volver para el nacimiento de su hermano y con la sensación de estar huyendo.

Desde que se despidió definitivamente de Logan, Rory se había negado a pensar en Jess. No quería pensar en él, no quería aclarar sus sentimientos pues, tonta de ella, había elegido la opción más fácil, no la correcta y no quería ir corriendo a los brazos de Jess. No. Ni le iba a convertir a él en una segunda opción, ni se iba a convertir en esa clase de chicas que intercambia parejas como camisetas. Ni hablar. Había sido una idiota, así que debía pagar las consecuencias, bastante había estropeado ya las cosas creando falsas esperanzas a Logan.

Aquel día, acababa de dejar la redacción tras haber terminado, por fin, el nuevo número. En un par de días tendrían que volver a comenzar con el trabajo, lo que resultaba apasionante, todo un nuevo reto, pero por el momento iba a tener cinco días libres.

Por eso, estaba dando un paseo.

La mejor cafetería de la ciudad no estaba muy lejos, se encontraba junto a una de las librerías más bonitas que Rory había visto y donde los estudiantes de Harvard solían acudir a buscar sus libros y a conversar entre ellos. Al pasar por el escaparate, se dio cuenta de que lo habían cambiado, así que decidió acercarse para echar un vistazo; con un poco de suerte, descubriría algún libro nuevo que terminaría encantándole.

No obstante, el ejemplar que encontró entre las novedades ya se lo había leído: The subsect, escrito por Jess Mariano.

Era la primera novela de Jess.

Se preguntó qué haría ahí, mientras entraba en la librería. Desde que Jess le contó que le habían publicado, buscaba un ejemplar en cada librería nueva que encontraba y, si estaba, lo compraba. Tenía tantos que ya había perdido la cuenta, pero no le importaba, era una forma de estar unida a él.

Al hacer cola para pagar, recordó aquella noche en la casa de Lane, la noche en la que se besaron y ella salió huyendo como una idiota presa del pánico. Esa noche, además, Jess le había contado que guardaba una copia de todos sus artículos, que tenía álbumes llenos con su trabajo. Rory pensó que era trágico, hermoso, pero trágico, pues ambos pensaban en el otro, se tenían presentes hasta el punto de coleccionar todo lo que les recordaba al otro, pero... Nunca terminaban de encontrarse.

Como le llegó el turno de pagar, pudo dejar de pensar en todo aquello.

Menos mal.

Una joven, de pelo rubio con mechas rojas, le cogió el libro para pasarlo por el lector de códigos de barra y cobrarle. Rory, mientras buscaba el dinero en la cartera, le sonrió con educación para preguntarle:

- Disculpe, señorita, pero, ¿por qué han sacado este libro como novedad? Si no me falla la memoria, se empezó a publicar hace ya dos años.

- Es una re-edición - le explicó la chica, guardando el ejemplar en una bolsa.- Verá, la editorial va a publicar en unos meses una nueva novela del autor y, como creen que será todo un éxito, han decidido publicar su anterior novela. ¿Ve? Si se fija, es de una editorial distinta - la chica la miró con cierto interés.- Es la primera persona que me pregunta eso, ¿sabe? Me alegra saber que el señor Mariano ya tiene dos fans - le guiñó un ojo a Rory, antes de tenderle la bolsa.- Me pregunto cómo será.

Podía responderle a esa pregunta, aunque hubiera sido una respuesta muy larga. ¿Cómo hablarle de Jess y hacerle justicia? No, imposible, además estaba intentando dejar de pensar en Jess. No se merecía hacerlo tras haber estropeado tanto las cosas.

Por eso, se limitó a encogerse de hombros y salir de la tienda.

Cuando llegó a su casa, fue directa a una de las múltiples estanterías que tapizaban las paredes de su bohemia buhardilla. Sonrió para sí al pensar en eso. Bohemia buhardilla. Era uno de los sueños que había compartido con Jess en la cafetería, en las calles de Stars Hollow, en el asiento potroso de su coche: vivir los dos en una buhardilla en París, como dos bohemios, escribiendo, comiendo queso francés, croissants y, con los años se había añadido, haciendo el amor sin parar. No era lo mismo sin Jess.

Se agachó para depositar el libro junto a los demás. La edición era distinta, aunque Rory no se fijó en eso, sino en la cantidad de libros que tenía, de pedacitos de Jess. Entonces recordó lo que le había dicho a Logan:

"¡No desaparece! Cuando estás, no desaparece el mundo. No pierdo la cordura, ni pierdo el control, ni se apodera de mí la pasión, ni siquiera me entraron jamás ganas de estrangularte... No te veía en las esquinas, no me moría por verte, ni pensaba en ti cada vez que veía alguna tontería. Te quiero mucho, Logan, siempre te querré, pero... No te amo. Y, Logan, te mereces que alguien te ame."

Cada vez que veía uno de esos libros, pensaba en Jess.

Cada vez que escribía una mísera palabra, pensaba en Jess.

Soñaba con Jess. Se obligaba a olvidarse de Jess sin éxito. Siempre sentía unas ganas casi irrefrenables de coger el primer avión a Nueva York, presentarse en su casa y besarlo hasta quedarse sin aliento. Ya lo había hecho. El día de la graduación de su madre, sencillamente se volvió loca y fue a verle. Eso, ese nivel de locura, sólo lo había hecho por Jess.

Sólo por Jess.

No se lo pensó dos veces.

Agarró su abrigo y su bolso y salió disparada de su casa. Cogió el primer taxi que encontró en la calle, le pidió que la llevara al aeropuerto y empezó a juguetear con su teléfono móvil, ya que estaba muy nerviosa. Acababa de comprender que estaba loca e inevitablemente enamorada de Jess Mariano, ¿cómo no iba a estar nerviosa?

No pensó en otra cosa mientras se dirigía hacia el aeropuerto. ¿Qué le diría? ¿Qué haría? ¿Estaría bien que le besara nada más verlo? Al menos, era lo que más le apetecía, pero, claro... Llevaban cuatro meses sin ni siquiera hablar. Cuatro meses. ¿Y si era demasiado tiempo? ¿Y si ya le había perdido?

Le aterraba la mera idea.

No, se dijo, no tenía que pensar en aquello. Sólo debía mantener la calma suficiente como para coger un avión, después un taxi y recordar la dirección de Jess. Podría hacerlo, sí. Al fin y al cabo era Rory Gilmore, la habían escogido para las mejores universidades del país, podría recordar una dirección... ¿O no? Dios, no se acordaba de dónde vivía Jess, ¿cómo lo haría? ¿Cómo iría a verle?

Estaba a punto de sufrir un ataque de pánico, cuando el taxi se detuvo frente al aeropuerto. El ver el edificio, al menos, le tranquilizó por el momento. De hecho, mientras pagaba fue capaz de pensar que, una vez en Nueva York, podría llamar a Luke que la ayudaría con el tema de la dirección. Todo saldría bien.

Sí, todo saldría bien, lo sabía.

Cruzó la puerta de entrada en aeropuerto casi corriendo. Tenía que coger el primer vuelo, tenía que llegar cuanto antes. Iba a encaminarse hacia las pantallas con la información cuando, de repente, el corazón se le detuvo.

¡No era posible!

Imposible.

No, aquellas cosas no sucedían en la vida real, qué va.

Frente a ella, mirándole con la misma sorpresa y perplejidad que ella misma debía tener en sus ojos azules, se encontraba Jess. ¡Jess! ¿Cómo podía ser siquiera posible? ¿Cómo? ¿Cómo narices había aparecido Jess Mariano en el aeropuerto justo el mismo día que ella decidía perder la cabeza e ir a buscarle?

- ¿Rory? - articuló él, asombrado, casi incrédulo.

- ¿Jess?

Entonces él sonrió y Rory creyó derretirse ante aquel gesto, pero todo estaba siendo demasiado, así que se quedó ahí parada, mirándole como si estuviera contemplando un espejismo en medio del desierto. Mientras Jess dejaba caer la bolsa que llevaba cargando al hombro y se dirigía hacia ella, Rory no pudo dejar de hablar a toda velocidad:

- Pero... ¿Qué haces aquí? ¿Y cómo? Quiero decir, ¿cómo es posible que estés aquí justo en el mismo instante en el que yo estoy? Es... Imposible, es una casualidad tan grande que no es posible, no es racional...

- Rory - Jess, colocando una mano con suavidad entorno a su barbilla, la llamó con suavidad, incluso con dulzura.- Cállate.

Ella obedeció.

Él se inclino sobre Rory, depositando sus labios sobre los de la chica, besándola con pasión, con amor, con todo lo que no habían sentido durante todos los años que habían pasado separados. Fue como aquel beso que habían compartido en casa de Lane, pero, a diferencia de aquel, Rory se dejó llevar, lo disfrutó y, de hecho, se aferró a Jess para repetir.

Cuando, al cabo de un rato, se separaron, Jess regresó sobre sus pasos para recoger su macuto; después, pasó un brazo sobre los hombros de Rory y comenzaron a caminar hacia la salida, casi fundidos en uno.

- Aún así, no tiene sentido - insistió Rory, maravillada.- Es demasiada casualidad.

- Oh, Rory...

- No, Jess. Vamos, ha sido una escena digna de película romántica, pero esto es la vida real. Es... Imposible, las cosas no suceden así en la realidad - enlazó los dedos con los de Jess, apretándolos para cerciorarse de que todo aquello era de verdad.- Es que no le encuentro explicación razonable...

- Yo tengo una, aunque quizás no es razonable.

- ¿En serio? Ilumíname.

Jess se detuvo en medio de la calle, sonriéndole, el viento le agitaba el negro cabello, también el de Rory, que tuvo que alzar una mano para que su propia melena no le cubriera los ojos. El joven, entonces, ladeó la cabeza.

- Te lo dije una vez, listilla. Tú y yo estamos destinados. Ha sido el destino, ni más ni menos.

- Jess Mariano, ¿dónde tenías guardado a ese poeta romanticón y ñoño?

- Genial, ahora te reirás de mí de por vida.

- ¡Oh, sí!

- Estupendo - suspiró Jess.

Rory agarró la camiseta de Jess, atrayéndolo hacia ella para volver a besarlo con frenesí. Sólo se separó cuando necesitó aire y, entonces, guiñándole un ojo, apuntó:

- Que no se te escape el "de por vida".


Tres meses y dos semanas después

- Jess, Jess, despierta.

Ante el susurro de Rory, se incorporó como si le hubieran avisado de que iba a estallar una bomba. A medio camino entre el sueño y la confusión, Jess empezó a mirar hacia todos los lados, girando la cabeza de izquierda a derecha, mientras escuchaba la risita de Rory, lo que le llevó a ser consciente de lo que estaba ocurriendo. Enterró el rostro en la palma de la mano, ahogando un gemido.

- Rory, sé que esto te va a doler, pero tienes que dejar de ver Doctor Who. Sé que lo disfrutas, pero luego tienes pesadillas con los monstruos de Moffat y me despiertas y vale que no tenga un horario fijo, pero... Es que esto no puede ser sano, Rory.

- Eh, a mí no me da miedo Doctor Who.

- Hace dos semanas me despertaste a las cuatro de la mañana para decirme que, si El silencio existiera, no nos daríamos cuenta y eso te asustaba. ¡Y sólo es un ejemplo!

- Pero sería verdad.

Jess sabía que no la iba a convencer, así que se dejó caer sobre el colchón, apartándose el pelo de los ojos, mientras la miraba. Estaba en camisón, sentada a su lado, con la sábana arrebujada entorno a sus piernas desnudas. Era tan preciosa. Sonrió, enlazando las manos detrás de la cabeza:

- Vale, estoy dispuesto a escuchar tu nuevo terror nocturno y a defenderte de cualquier monstruo malo y feo que te asuste en sueños.

- Hoy no es por eso.

- ¿En serio?

- No - Rory negó con un gesto, por lo que la melena castaña se escurrió por sus hombros en ondas desiguales y desordenadas.- Tenemos que ir a Stars Hollow. Ya. Vamos, arriba, vístete.

- Rory, aún quedan unas cuatro semanas, es pronto.

- Mañana. Va a nacer mañana. Tenemos que irnos, vamos.

Jess miró a su chica un instante. Sabía que ni siquiera había hablado con Lorelai aquella noche, que su madre no la había avisado, pero también sabía que era una chica Gilmore, era especial. Y, por tanto, si decía que Lorelai iba a estar de parto al día siguiente, Jess la creía, por lo que se puso en pie y fue directo hacia la ducha.

Quince minutos después, estaban montados en su coche rumbo a Stars Hollow.


No recordaba lo incómodo que resultaba estar embarazada.

Las nauseas matutinas no eran especialmente molestas, llevaba bien el mear continuamente, incluso soportaba el que le apetecieran manzanas y el haber rebajado a tres su cafés matutinos. Pero, si había algo con lo que Lorelai no podía del embarazo, era con el no poder moverse ni para coger el mando de la televisión.

Su barriga estaba tan abultada que apenas podía maniobrar, por lo que Luke la ayudaba a bajar las escaleras y a sentarse en el sofá, pero de ahí ya no se movía hasta que su marido acudía a rescatarla a la hora de comer.

Y estaban echando un documental.

¡Un maldito documental!

A Lorelai Gilmore le gustaba prácticamente todo de la televisión, incluso los anuncios o la teletienda, pero detestaba los documentales históricos y de animales. Si al menos fuera uno de marujeo o sobre la princesa Diana o algún grupo de música o, incluso, de criminales y asesinatos, pero no, qué va, era de animales. Estaba harta de ver como las gacelas corrían y los leones las cazaban.

Durante un momento, se concentró en cambiar el canal con la mente. ¿Quién sabía? A lo mejor era como Prue Halliwell y poseía telekinesia sin saberlo.

Sorprendentemente, la telekinesia no funcionó.

Mierda.

Bueno, no le quedaba otra que hacer un esfuerzo titánico y estirarse para coger el mando que reposaba en la mesilla. Se agitó entre los cojines, incorporándose un poco, antes de doblarse, alargar el brazo y... ¡Sí! ¡Alcanzó el mando!

- Adiós, gacelas, adiós. Hola, teletienda - tras presionar el botón y ver como un señor contaba maravillas de los pelapatatas, sintió un retorcijón.- Oh, venga ya - protestó, dirigiéndose hacia su tripa.- ¿Querías ver el documental? Mira, sé que también eres hijo de Luke, pero el gusto en televisión tienes que heredarlo de mí, ¿de acuerdo? De hecho, más te vale, si no quieres que nos peleemos y te castigue...- un nuevo dolor recorrió su vientre.- Vale, vale, sólo era una bromita, todo se puede hablar... Oh, oh. No, no me hagas esto, no...

El dolor la rebasó.

Cuando, al fin, cesó, se quedó como estaba, respirando trabajosamente. Sin embargo, logró estirarse para coger el teléfono, pulsar el número de su marido y, en cuanto escuchó el tono mecánico que empleaba en la cafetería, exclamar:

- ¡Ya viene! Luke, ¡que viene ya! El bebé, digo el bebé...

- ¡¿Qué?! ¡Ay, Dios...! Vale, vale... Eh... No te muevas, Lorelai...

- ¡¿A dónde crees que me voy a ir?! ¿A perseguir a Bono por todo el país?

- También es verdad... Yo... ¡Voy! ¡Ya voy!

- ¡Trae drogas! ¡Luke, si me quieres, trae drogas!

Como si fuera a ayudarla a calmar al bebé, Lorelai volvió a poner el dichoso documental en la televisión. Las gacelas habían desaparecido, pero había otros animalitos, que esperaba que le gustaran al bebé. Se acarició el abultado vientre, cerrando los ojos, mientras intentaba calmarse, no quería ponerse de parto en la furgoneta de Luke, sino en un hospital.

Poco después, escuchó como algo derrapaba y supuso que sería Luke aparcando como buenamente podía. De hecho, el hombre no tardó en entrar en la casa. La gorra de cualquier manera, la camisa de franela arrugada, los ojos muy abiertos... El pobre Luke era la viva imagen de la emoción, del nerviosismo y también del pavor.

- ¿Puedes caminar o te cojo en brazos?

Lorelai podía andar, además se encontraba de buen humor pues las contracciones estaban sucediéndose bastante espaciadas, por lo que abrió los brazos en dirección a su esposo, divertida:

- Cógeme, marinero.

- ¿Dónde quedó eso de "estoy embarazada, no inválida"?

- Es un cliché de Hollywood.

- Te encantan los clichés de Hollywood, ¿o he de recordarte lo que haces cada vez que vamos al centro comercial nuevo y ves las baldosas amarillas? - justo en aquel momento, volvió a experimentar otra contracción, ya era la tercera. Al verla doblarse de dolor, Luke se asustó y Lorelai lo supo al ver su expresión.- ¿Pero por qué estamos hablando? Vamos al hospital, venga.

La ayudó a incorporarse, a caminar hasta la furgoneta y a acomodarse de nuevo en el asiento. Entonces, desapareció momentáneamente en el interior de la casa, pues tenía que coger la bolsa que habían preparado para cuando llegara el momento. En cuanto la tuvo entre las manos, abandonó la casa y se reunió con ella en la furgoneta, arrancándola para salir a toda velocidad rumbo al hospital.

- Esto no es justo...- musitó Lorelai.

- ¿El qué?

- Duele exactamente igual que con Rory. ¡Y no es justo! No sé, debería ser más fácil, ¿no crees? Debería serlo, sí, debería ser un premio por repetir semejante... ¡Tortura! ¡Ay, ay, ay! ¡Duele, duele, duele!

- ¿Qué quieres que haga? - le preguntó Luke, embargado por el pánico.

- ¡Llévame a las drogas, Luke! Y... ¡Llama a Rory!


Rory no dejaba de mirar nerviosamente el teléfono móvil. Jess le había dicho que llamara a casa para avisar, pero no había querido hacerlo hasta llegar a Stars Hollow pues, en su fuero interno, aguardaba la llamada por parte de su madre. Estaba a punto de ponerse de parto, lo sabía, aunque no fuera algo lógico, lo sentía en su interior.

Y, entonces, el teléfono sonó.

- ¡Hola, Luke!

- ¡Rory! Tu madre...

- Está de parto, lo sé, estamos llegando al hospital.

- Habla con ella, cálmala.

Y así lo hizo. Mientras ambas dos se dirigían hacia el hospital, no dejaron de hablar por teléfono, de intentar no pensar en lo que estaba pasando para que todo fluyera con mayor facilidad. Se encontraron en maternidad, pero apenas pudieron verse, pues las enfermeras se llevaron a Lorelai al paritorio.

Jess y ella aguardaron en la sala de espera, cogidos de la mano, mientras miraban al frente para poder ver si alguien salía a buscarlos. Al final, Luke apareció, pálido, sudoroso, pero con una radiante sonrisa en los labios. Ellos dos se pusieron en pie inmediatamente para reunirse con él.

- ¿Mi madre está bien?

- Perfectamente. Todo ha salido bien, estupendamente - asintió Luke, nervioso, sin poder estarse quieto.- ¡Ha sido un niño! ¡Un niño! - exclamó, emocionado, antes de abrazarlos a los dos. En cuanto se separó, se pasó ambas manos por el pelo.- ¡Ay, qué despiste el mío! Tu madre ya está instalada en la habitación, podéis ir a verla a la habitación. De hecho, mejor que vayáis a hacerle compañía, mientras llamo a April, me hizo prometer que la avisaría en cuanto el bebé naciera. ¡Ay, y he de avisar a Emily y Richard!

Luke les sonrió una vez más, antes de marcharse por un pasillo... y regresar de nuevo porque se había equivocado, seguramente debido a los nervios que estaba experimentando. Rory y Jess intercambiaron una sonrisa divertida, antes de cruzar varios corredores para, al fin, alcanzar la habitación donde su madre esperaba. Lorelai estaba acomodada en la cama, parecía desfallecida, pero al mismo tiempo muy feliz; entre sus brazos descansaba un bebé, que hizo sonreír a Rory.

- Mira, cielo - le dijo su madre al bebé.- Esta es tu hermana Rory. Cuando tengas dudas con los deberes, la avisas a ella, ¿entendido? - se volvió hacia ella.- Mira, es un chico Gilmore... No tengo ni idea de cómo voy a criarle, yo soy más de chicas.

- Lo harás bien, mamá. Como lo hiciste conmigo.

- ¿Quieres cogerlo?

Rory asintió, asiendo a su hermanito con delicadeza durante un buen rato. Después, se lo colocó a Jess entre los brazos, lo que fue verdaderamente cómico, antes de tumbarse en la cama con su madre y abrazarla.

- ¿Crees que podría llamarlo Lorelai y, así, usar después Rocky? - le preguntó su madre.

- ¿Qué lógica tiene eso?

- ¿Y qué lógica tiene Rory? - fue a responder, pero no encontró ninguna explicación que le satisficiera, por lo que Lorelai emitió un gritito.- ¡Ajá, te he pillado! Bien, en compensación me vas a traer un café de la máquina y toda chocolatina que encuentres en dos kilómetros a la redonda, vamos, vamos.

- ¿No será malo para el bebé? Mamá, le vas a dar el pecho.

- ¿Acaso saliste mal tú?

- Nunca cambiarás.

- ¡Jamás!

Las dos se miraron una vez más antes de echarse a reír, todavía abrazadas. Era verdad, ninguna de las dos cambiaría jamás, al fin y al cabo siempre habían sido chicas Gilmore... Y siempre lo serían. Justo en ese momento, llegó Luke diciendo que había avisado a todo el mundo o que eso creía, por lo que Lorelai le tendió una mano, sonriente. Rory, por su parte, se dedicó a mirar a su alrededor: su madre estaba felizmente casada con Luke, a quien estaba intentando tranquilizar en ese preciso momento, mientras Jess, su Jess, tenía el brazos a su hermano. Por fin eran una familia, por fin todo era como día ser.


Pues ya hemos llegado al final del fic, así que, como siempre, si os ha gustado, me dejáis un review.

Bueno, pues al final todo ha acabado bien, que una es una cursi y para eso escribió el fic, para que todo acabara bien y pasteloso, xD. Espero que os haya gustado y muchas gracias a todos los que me habéis acompañado hasta aquí con los comentarios o, simplemente, leyendo. No habría sido lo mismo sin vosotras, así que, en serio, muchas, muchas gracias ^0^

Espero que nos veamos por algún otro fic.