SORRY, SORRY, SORRY POR EL RETRASO.

De hecho, tenía casi todo el capítulo escrito pero no lo subí por falta de tiempo y rencor. me explicooooo, aunq no me mateis. esta historia tiene 20 seguidores y 16 favoritos, si esta con esos numeros, no entiendo xq subo un capitulo y solo 3 personas se molestan en dejarme un review.

siento q hago algo q ni fu ni fa, y no entiendo xq se siguen historias si no se comentan. no todos tienen xq comentar, pero es q 3... me parecio una mezquindad xq me cuesta mi esfuerzo (y amargo a mi hermana pa q me ayude a corregir faltas).

La sonrisa de Cheschire y su reciente review preguntame q xq no actualizaba me animó a ello y aquí traigo el capítulo 8. ¡Solo quedan dos!

Por favor, he puesto una encuesta en mi perfil y me gustaría que votaran -eso no cuesta, vale q el review lleva tiempo-. la opcion que gane, subiré la semana que viene capítulo


GRACIAS A MISILA (por leer el capítulo 1 aunque sea), KRISTY SR, YARAGINNYPOTTEREVANS Y LA SONRISA DE CHESCHIRE POR DEJAR REVIEWS.

Os dedico este capítulo con todo mi cariño


Harry abrió los ojos con parsimonia y sintió todos los músculos entumecidos. Al principio le costó enfocar, deslumbrado por una luz blanca e intensa que provenía de algún lugar. Después fue enfocando objetos: unas sábanas de un tono azulado, unos muebles de robusta madera, una melena roja como el fuego…

—¡Harry! —unos menudos brazos le rodearon el cuello y enseguida un aroma floral inundó su sentido olfativo. Olía muy bien.

—¿Gi… Ginny? ¿Eres tú? —preguntó Harry confuso por la recibida y por tener delante a la pelirroja.

Como toda respuesta Ginny le aprisionó los labios y le besó. Primero, suavemente y después profundizando el beso. Harry supo que era ella porque solo Ginny besaba de esa manera. Solo ella conseguía nublarle el juicio.

—Sabía que volverías —dijo finalmente Ginny acariciándole el rostro. Harry notó que tenía marcadas unas leves ojeras y que sus ojos denotaban preocupación, preocupación que se iba marchando poco a poco como las olas que lleva la marea ante la alegría de verlo despertar—. ¡Kreacher!

El viejo elfo se apareció e hizo una solemne reverencia.

—Diles a Ron y Hermione que ya ha despertado. ¡Que avisen inmediatamente a Shacklebolt!

—¿Despertar…?

—Harry, estábamos muy preocupados pero yo sabía que volverías —repitió Ginny antes de abrazarlo y sonreír como llevaba semanas sin poder hacer.

Harry se incorporó torpemente sobre la cama. ¿Por qué de repente estaba ahí? ¿Por qué tenían que avisar a su jefe en el departamento de aurores? Lo último que recordaba era haber abandonado la fiesta de navidad del club de Slughorn y ahora estaba de nuevo en su casa, en su época. La imagen del bosque prohibido era su último recuerdo.

—¿Dónde estoy?

Ginny lo miró con preocupación y se acercó a él, con movimientos lentos.

—Estás en casa, Harry. Nuestra casa.

—¿Qué día es? ¿Año?

—Es 15 de noviembre de 1999. Has estado quince días en esa cama —le dijo Ginny en tono comprensivo—. Te hemos tenido que alimentar, temía que no volvieras, ha sido un suplicio…

—¿Quince días? —preguntó Harry perplejo—. No te lo vas a creer, Ginny, pero… he estado en la época de mis padres en Hogwarts. Debo haber soñado. Pero he estado casi dos meses, no quince días… ¿Quince días? ¿Cómo es posible? Es una locura…

—No, no lo es —confesó Ginny—. Te indujeron a ello. Yo no lo sabía, no sabía lo que iban a hacerte. Me enteré a la siguiente mañana, cuando desperté y tú no lo hiciste. Mi hermano y Shacklebolt me explicaron… He pasado mucho miedo.

—¿Explicarte qué? —preguntó Harry, más confuso aún—. ¿Lo de mi sueño?

—No ha sido un sueño —dijo Ginny, mirándolo a los ojos fijamente—. En realidad, estuviste ahí.

Harry no tuvo tiempo de reaccionar. La puerta se abrió de repente y dos figuras entraron con precipitación. Antes de darse cuenta estaba aprisionado entre dos brazos y solo podía ver una gran mata de pelo castaño.

—¡Oh, Harry! Me alegro tanto de que estés aquí —la voz de Hermione sonaba dulce, como reprimiendo un llanto.

Hermione se separó para observarlo y enseguida sacó de su bolso un frasco con una poción.

—Bébetela, te hará sentir mejor.

—Me alegro de verte, amigo —le dijo Ron con una gran sonrisa.

—No entiendo nada —dijo Harry, tras tomar la poción e incorporarse. Notaba extraño hasta la sensación de caminar, con movimientos torpes.

Ginny cruzó una mirada con Ron y Hermione, quien se mordía el labio inferior.

—Será mejor que bajemos al salón —dijo finalmente Ginny—. Shacklebolt debe estar al llegar. Porque lo has avisado, ¿no, Ron?

—¡Por quién me tomas! —dijo Ron, ofendido—. Claro que le he avisado.

—Como el otro día se te olvidó…

—Déjalo ya, Ginny. Eres una pesada —refunfuñó Ron.

Harry, por primera vez, sonrió al ver el clásico pique entre Ron y Ginny. Los cuatro amigos bajaron los escalones. Harry sintió como su corazón se inflaba al volver a casa. Ver el tapizado de la pared, la luminosidad del hogar, el tono cálido del salón. Nada más entrar, vio al jefe del departamento de aurores. Kingsley Shacklebolt estaba delante de la chimenea, con el gesto serio y la mirada ávida.

—Bienvenido, Harry.

Harry asintió en modo de saludo.

—¿Puedes subirte las mangas? —solicitó el moreno.

Tanto Ginny como Hermione se miraron sorprendidas. Harry se quedó parado unos segundos. Después de todo lo que había pasado, esa petición era de lo más normal, aunque careciera de lógica.

No obstante, aturdido y nervioso, se subió las mangas de la túnica y quedaron al descubierto sus brazos pálidos. Una sonrisa de orgullo se dibujó en el rostro de Kingsley, quien inmediatamente dejó atrás su rostro serio, se acercó a Harry y le dio un gran apretón.

—Me alegro de que lo consiguieras. Después de tantos días… comencé a temer, pero sabía que lo lograrías —expresó Kingsley.

—¿Lograr qué? —dijo Harry.

—Superar tu prueba —dijo Ron, regalándole una sonrisa.

—Bien, bien. Ya es hora de que todos sepamos por qué habéis secuestrado a mi novio temporalmente tanto tiempo —intervino Ginny, posicionándose en el centro y poniendo los brazos en modo de jarra, un gesto típico de su madre.

—Será mejor que nos sentemos —dijo Kingsley, ocupando una acogedora butaca junto a la chimenea.

Harry se sentó junto a Ginny, enfrente de Hermione y Ron.

—Ya sabes en qué consiste el entrenamiento de auror —comenzó Kingsley—. No han sido pocas las sesiones que he tenido con vosotros —añadió mirando también a Ron—. En tu caso, Harry, nos exigían más.

—¿Más? —preguntó Harry, confuso—. No lo entiendo… creo que he demostrado durante estos meses mi compromiso y fortaleza.

—¡Por favor! —estalló Ginny—. ¿Por qué se le ha exigido a él más? ¿Ya han olvidado quién derrotó a Voldemort o qué?

—Yo jamás lo habría puesto en semejante situación y no quería que pasaras por eso —dijo Kingsley, manteniendo la serenidad—. Debo anunciaros que a principios de mes pasado me ofrecieron convertirme en el nuevo Ministro de Magia y acepté. Sin embargo, debía nombrar a un jefe para el departamento de aurores y propuse a Harry. Creo que no hay nadie más preparado que él. Algunos altos cargos del Ministerio pusieron en duda mi decisión, aludiendo a la juventud de Harry; y olvidando todos los méritos que ha hecho hasta ahora para merecer ese cargo.

—¡Es fantástico que seas el nuevo Ministro de Magia! —intervino Hermione—. Ya iba siendo hora de que alguien como usted ocupara ese cargo.

Shacklebolt sonrió con humildad y prosiguió su relato.

—Yo volví a insistir con la candidatura de Harry, pero el problema de su edad resultó ser un gran impedimento. Por eso, propusieron una prueba de gran riesgo, que mostrara su entereza y madurez; algo que lo pusiera entre la espalda y la pared y le hiciera merecer el puesto —se produjo un silencio de expectación. En la mente de Harry, todo iba tomando forma, pero las preguntas seguían siendo muchos—. Propusieron una colaboración con el Departamento de Misterios para llevarlo a la época de sus padres y comprobar que, pese a todo, era lo suficiente maduro, inteligente y responsable para no provocar cambios.

—¿Estuve realmente allí? ¿Cómo es posible? ¿Todo lo que vi es cierto?

—No sé lo que viste, pero todo pasó, hace 23 años, si las informaciones que he obtenido del Departamento de Misterios no me engañan. Yo no quería ponerte en esa tesitura, les expliqué que era de gran crueldad para un joven que ha pasado tanto y ha mostrado su entereza en tantas ocasiones. Pero no hubo elección.

—¿Por qué le has mirado los brazos nada más verlo? —intervino Hermione—. ¿Qué pasa si Harry hubiera cambiado algo? ¿Acaso su mera presencia allí no era ya algo anti-natural?

Ron pasó la mirada de su novia a Kingsley, mientras Ginny intentaba prestar atención a todos los detalles que desconocía; pues poca fue la información que tuvo durante esos angustiosos días.

—Todo estaba controlado por la sección de viajes en el tiempo del Departamento de Misterios —aseguró Kingsley—. Es poco lo que sé, ya conoces cómo son; pero por lo visto se aseguraron de que su presencia allí fuera invisible para todos (incluidos tus padres, si no me equivoco) y solo podrías mantener contacto con una persona.

Harry asintió ante las palabras de Kingsley. Todo era cierto.

—Como os dije, el Departamento de Misterios nos aseguró de que jamás se podría producir una brecha temporal —prosiguió Kignsley—. Por eso, nada más verlo, he querido cerciorarme de sus brazos. Si en lugar de tenerlos normal, le hubieran salido unas manchas rojas, eso significaría que habría intentado transmitir algo del futuro que cambiaría aquel pasado a la persona con la que tenía contacto.

—¿No habría podido hacerlo? —preguntó Harry, quien tantas veces había pensado sobre esa acción que nunca realizó.

—No, jamás hubieras podido decir nada —dijo Kingsley—. En el momento que lo hubieras intentado, te habrían devuelto a nuestra época y en tus brazos aparecerían esas marcas, lo que significaría que no habrías superado la prueba. Debo presuponer que hiciste lo correcto para volver, ¿no?

Harry se quedó pensando. Cada día que pasaba en aquella época era un martirio, una constante tentación, una lucha interna que lo desgarraba. Pero continuaba allí. Viendo a sus padres vivos y sanos, agarrándose a esa imagen. Viendo a Remus y Sirius sonrientes, ajenos al futuro. Permanecía en el castillo. Ese fue su error. En el momento en que lo dejó, en que tomó la decisión de que no estaba en el lugar correcto, volvió a su tiempo. No necesitaba de la ayuda de ningún manual de viaje en el tiempo ni de Alyssa, solo necesitaba ser lo suficiente maduro para saber que no le correspondía estar en esa época.

—¿Qué fue lo que hiciste que te devolvió a nuestro tiempo, Harry? —le preguntó Ginny, curiosa.

—Debiste salir de allí —intervino Hermione, que había estado enlazando ideas—. Debiste haber abandonado el castillo que te ataba a tus padres.

Harry asintió.

—Fuiste muy valiente —le susurró Ginny, al ver que los ojos de Harry se enturbiaban.

—Siento mucho que tuvieras que pasar por tan difícil prueba —dijo Kingsley—. No puedo imaginarme lo que debiste sentir. Seguro que tienes un millón de preguntas. Ahora eres el jefe del Departamento de Aurores, nadie cuestionará tu posición. Te veo mañana en el Ministerio a las nueve de la mañana. Seguro que tienes algunas preguntas que hacer a quién te puso en el pasado; desde luego, a mí no me ha querido decir nada aunque siempre me aseguró que todo estaba bajo control y que así debía ser. Esos inefables son realmente raros.

—¿Voy a conocer al inefable que me puso en esa época? —preguntó Harry un poco más aliviado.

—Sí, he organizado un breve encuentro para mañana con Jefferson, así se llama. Creo que tiene especial interés en conocerte.

—Pues el interés es mutuo —dijo Harry poniéndose en pie y estrechando la mano del que era su jefe, en señal de despedida—. Te deseo lo mejor como Ministro de Magia.

—Yo sé que lo harás genial como jefe de los aurores —le aseguró Kingsley antes de introducirse en la chimenea y desaparecer.

Durante unos minutos, la sala fue invadida por el silencio. Harry centró la mirada en el crepitar de las llamas, intentando asimilar toda la información. El nombre de Jefferson le sonaba, pero en ese mismo instante no era capaz de ubicarlo.

—Esto es de locos —dijo Ginny, moviéndose con agilidad por la sala. Luego se plantó en frente de Ron y lo señaló con el dedo—. ¡Tú, hermanito! ¿Sabías todo esto? No me digas que no porque estás metido ahí…

—Sí, sabía lo de la prueba, el viaje en el tiempo; pero poco más. Me prohibieron hablar sobre ello, no podía decir nada del viaje en el tiempo ni a vosotras.

—Esos inefables… son insoportables con sus secretismos —dijo Ginny—. Creo que merecía saber la verdad.

Ron simplemente se encogió de hombros.

—Lo dicho, hermanita, no podía. Tuvimos que hacer el Juramento Inquebrantable —aseguró Ron.

—Lo que decía, insoportables —concluyó Ginny.

—Creo que voy a descansar —intervino Harry, que tenía la mente entumecida—. Esta tarde quiero ir a un sitio.

Ron y Hermione asintieron y se despidieron de su amigo. Harry subió las escaleras, seguido de Ginny. Al entrar a su dormitorio, buscó entre el cajón de su cómoda y sacó la fotografía que conservaba como un gran tesoro de la boda de sus padres. En ella aparecían James, Lily y Sirius.

—Te acompañaré —dijo, de repente, Ginny.

—¿Cómo sabes a dónde quiero ir?

—Porque te conozco y quiero ir contigo.

UuUuUuU

Harry, unos pasos adelantado de Ginny, estaba en medio del cementerio de Godric's Hollow. En frente tenía las lápidas de James y Lily Potter. Ginny observaba la escena cerca, pero con una distancia prudencial que le permitiera a su novio ese momento de intimidad que tanto merecía.

La pelirroja pasó la mirada de las lápidas de los Potter a las que recientemente se habían puesto a su alrededor. En una descansaban Remus y Nymphadora Lupin. Sus cuerpos, jóvenes, estaban bajo aquella tierra húmeda. A otro lado, de modo honorífico, había otra lápida sin cuerpo que esconder. Era la de Sirius Black, que Harry había pedido poner en memoria de su fallecido padrino.

Harry dejó un clavel blanco por cada uno de ellos. Pasó sus ojos por los nombres, escritos en letras cursivas, de personas que un día vivieron y rieron; y dieron su vida por un mundo mejor. Un nudo se le hizo en la garganta y tensionó los labios e intentó que la lágrima que se había escapado volviera a su sitio, sin mucho éxito.

—Lo siento —susurró en un tono apenas inaudible.

Él podría haber cambiado muchas cosas, y no lo hizo. Era su forma de reconciliarse. De intentar seguir adelante. Pero en realidad, en las almas de todos aquellos que ya no estaban, solo había un único pensamiento: no hay nada que sentir. Porque ellos estaban orgullosos de él.

—Vámonos —dijo Harry, dándose la vuelta y mirando a Ginny, que le tendió la mano para juntos abandonar aquel inmutable cementerio.

uUuUuU

Cada vez que Harry pisaba aquella inmensa estancia, de suelo negro, techo alto y miles de chimeneas alrededor no podía evitar que miles de recuerdos le invadieran la mente. El Ministerio de Magia era un lugar que no le daba mucha simpatía, y le resultaba difícil, pese al tiempo, adaptarse a él, pese a los cambios. En el lugar donde antes había una gran estatua de un mago admirado por otras criaturas mágicas, solo había un gran vacío. Un pensamiento positivo le reconfortó: con Kingsley como Ministro de Magia todo cambiaría a mejor.

—Buenos días, Harry.

El mago moreno le estrechó la mano y le invitó a seguirlo. Tomaron uno de los ascensores que los condujeron a la última planta, la que Harry reconoció como el lugar donde se encontraba el Departamento de Misterios.

—¿Nervioso?

—Un poco —reconoció Potter.

—Supongo que tienes muchas preguntas. Espero que Jefferson no se ande con enigmáticas respuesta como hace conmigo. Tal como dijo Ginny, los inefables son un poco raros.

Harry sonrió tímidamente. Sí, siempre había escuchado eso; pero también los consideraba extremadamente inteligentes y tenía gran interés en conocer a la persona que había conseguido la proeza de ponerlo en una época que no era la suya con tanta seguridad. Tenía miles de preguntas rondándole la mente. Apenas fue consciente cuando el ascensor se detuvo y sus puertas se abrieron.

Ambos magos enfilaron un largo pasillo. El corazón de Harry dio un brinco al encontrarse con unos enormes ojos de un azul claro como el cielo.

—Harry, te presento a Jefferson —dijo Kingsley con una sonrisa.

uUuUuUuU

25 de diciembre de 1976

Alyssa se sonrojó al verse descubierta hablando sola ante la mirada escrutadora de Regulus. Apenas notó cuando Harry salió de la sala, porque centró todo su ser en coger la primera copa que pilló y cerciorarse de que la nota que le había dado Slughorn permanecía segura en su escote.

Se alejó unos pasos del grupo de Slytherin, un poco sonrojada e intentado mantener la calma. Tomó varios soplos de aire y los soltó lentamente. Realmente estaba actuando como una niña de catorce años, pero todo era por culpa de ese Black raro e innacesible.

—¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este, tan sola?

El tono jocoso la sacó de sus cavilaciones y puso los ojos en blanco. Era Sirius. Y estaba endemoniadamente guapo, con su túnica mal colocada, el pelo más largo de lo usual y la copa en su mano.

—Nunca te cansarás de hacer el payaso —resopló Alyssa, tomando un sorbo de su copa. Ya había tomado varias y notaba que el efecto el alcohol iba haciendo efecto.

—No, sin con eso puedo sacarte de tu autismo. ¿Por qué estás sola?

—Y tú, ¿por qué no estás con tus amigos?

—Me cansé de tocar el violín, ya sabes —dijo Sirius guiñándole un ojo y señalando a James y Lily, que reían y hablaban muy cerca el uno del otro.

—¿Y no has traído pareja?

—Déjame pensar —dijo Sirius como si reflexionara—. No, no me apetecía.

—Ya somos dos —respondió Alyssa, sintiéndose más cómoda en la presencia de Sirius. Ya no sentía todo su cuerpo temblar, ni se sonrojaba. Todo eso había pasado.

—¿Qué sabes de mi hermano? —prosiguió Sirius bajando la voz, y dirigiendo sus ojos grises hacia un rincón de la sala—. Aparte de que ahora mismo estoy seguro de que quiere lanzarme un Avada Kedavra por estar hablando contigo.

Alyssa se sonrojó sin poder evitarlo y, muy disimuladamente, miró de reojo a Regulus, quien no paraba de beber y había dejado de lado su habitual máscara de indiferencia.

—No hablamos —dijo Alyssa—. Fui, como me pediste, al baño del séptimo piso. No quiso mi ayuda ni hablar, pero estaba mal. Lo encontré llorando.

Los ojos de Sirius se oscurecieron, dándole un parecido a los de su hermano.

—No me gusta nada —dijo Sirius.

—¿Qué es lo que sospechas?

—Muchas cosas, y más conociendo a mi encantadora familia como la conozco.

—¡Oh, estás aquí, guapísima!

Alice, la amiga de Alyssa, apareció teniendo bien amarrado a un joven alto y rubio.

—Hola, Alice. Tú también te ves guapa.

—Oh, tú también estás aquí, Black —dijo Alice, intentando mantener un pose arrogante y despectivo, como si le fuera indiferente.

Pero Alyssa percibió que en ese momento agarraba con más fuerza a su pareja, Michael Smith, y sonreía de forma poco natural.

—Oh, sí, todos estamos aquí, qué maravilla. Brindemos por ello —dijo Sirius, conteniendo una sonrisa.

Alyssa sonrió y alzó la copa, dejándose llevar por la euforia que estaba sintiendo en su interior. Su expresión se alteró cuando vio que Alecto Carrow se acercó a Regulus y comenzó a hablarle, aunque este parecía prestarle poca atención.

—Os dejo —dijo Alyssa, que sentía como una gran subida de energía en su interior, que no sabía de dónde provenía.

Solo se había alejado unos pasos, cuando escuchó el jocoso comentario de Sirius:

—…hacéis una gran pareja.

No pudo evitar sonreír al pensar en la cara de Alice. Se sintió un poco malvada por ello, pero es que Alice era demasiado creída y no le venía mal, de vez en cuando, que la pusieran en su lugar.

Dio algunas vueltas por la sala, y se dio cuenta de cómo Regulus no apartaba los ojos de ella. Eso fue algo que la perturbó hasta límites insospechados porque Regulus no actuaba así. Olvidó a Harry, el problema de del viaje en el tiempo, la nota que guardaba en el escote con el nombre de Michael Jefferson. Absolutamente todo.

Al darse cuenta de que había apurado su quinta copa, se apresuró a obtener otra. Su sorpresa se incrementó cuando Regulus, con paso firme y elegante, se acercó a la misma mesa que estaba ella y la miró fijamente a los ojos. Alyssa notó un gesto extraño en su rostro y sospechó que él también había bebido un poco de más. Esa idea le divertió.

—Gracias por lo del otro día, en el baño —dijo Regulus.

—De nada.

Alyssa se lamentó por quedarse muda. No sabía que más decir. Todo su cuerpo estaba hecho un flan. Solo veía a un chico menudo, de cabello oscuro, impactantes ojos grises, y vestido con una túnica elegante que realzaba su porte aristocrático.

—¿Hablamos? —le propuso Regulus, ofreciéndole una copa, que cogió torpemente.

Alyssa solo pudo asentir, no fue consciente de sus pasos ni de que acababan de abandonar la sala de la fiesta. Fuera, en el pasillo, el frío glacial de una noche de invierno no consiguió apagar el fuego que se había encendido en su interior cuando Regulus la tomó de la mano y aligeró el paso hacia saber dónde. Alyssa, simplemente, se dejó guiar; como si flotara en una nube.


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Muchos besossss y gracias por leerme.

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