Un poco antes de lo previsto... pero, debo decir con vergüenza que no pude evitar no escribirla... Ahora que, a diferencia de otras ocasiones, esta sí está, como decimos en Perú cuando algo se encuentra en sus inicios, "muy verde", de modo que tendrán que esperar quizás semanas para una actualización...

Aclaro una vez más que Isaka Ryuuichirou y Asahina Kaoru no son míos (bueno, en sueños sí, pero no los creé), sino que son creaturas de la gran, única y fantabulosa Nakamura Shungiku...

Espero que les guste... Y que los fans de los Mystake no deseen matarme en algunas partes (yo ya me he autocastigado...).

Disfrútenlo!


Mudanza

- Bien, nos vemos más tarde…

- ¿Eh, cómo que más tarde? – lo miró asustado, con una caja que a todas luces debía contener objetos realmente pesados, cargada por sus adoloridos y cada vez más cansados brazos – Ryuuichirou-sama, dijiste que me ayudarías…

- Y lo he hecho… He desocupado la mesa de noche de la izquierda para que coloques tus cosas, también el lado izquierdo de mi ropero y de mi cómoda… Ah, y ya ordené el baño. Tu color favorito es el morado, ¿cierto? Porque era el único cepillo de dientes extra que tenía…

- Ryuui

- Kaoru, sabes bien que mi cuerpo no está hecho para soportar trabajos pesados… Además, alguien debe ir a pagar a tu casero. Vendré a la una para almorzar juntos – aprovechando que no había peligro ya que el otro tenía las manos ocupadas, se puso de puntitas y le robó un beso.

- En qué maldita hora fui a enamorarme de este hombre… De entre todas las personas del mundo – se quedó mirando la puerta principal, que Isaka acababa de cerrar con fuerza para ocultarle su sonrojo – fijarme en alguien tan opuesto a mí – se acercó a la mesa de centro, lanzando un suspiro, y colocó con cuidado la caja. Y la abrió, poniéndose de rodillas frente a ella – Al menos no te dañaste… Temí que el viaje te estresara…

No.

Asahina Kaoru no se había vuelto loco por culpa de su relación amorosa con el irresponsable Isaka-san.

No, tampoco tenía la costumbre de hablar con las cajas de mudanza que contenían artículos frágiles y pesados, ni era adicto a ciertas sustancias alucinógenas (en realidad, ni siquiera se podía decir que tomaba…).

Lo que sí tenía… era una suerte de lazo indestructible con aquello que empezó a desembalar, con cuidado, con la delicadeza con que sus manos acariciaban el rostro que tanto amaba al estar solos y demostrarse mutuamente su amor.

- ¿Dónde te pondré? Desde que te devolvió te tuve en el patio, pero este departamento no tiene mucha luz natural disponible… Hum… ahora que recuerdo, la habitación tiene un mini balcón… Ahí te verás aún más hermosa, pequeña…

Llevaban muchos años juntos, se habían obsequiado mutuamente muchos presentes… Pero para Kaoru, esa ya no tan pequeña maceta y esa plantita de flores acampanadas era el obsequio más valioso de todos.

Ya no era un niño lleno de vendajes, banditas, ni rasguños, pero cuando se sentía incómodo, triste, desesperado, o simplemente deseaba con toda su alma ver a Isaka, observar esas hojitas… oler esas flores… alimentarla con agua y fertilizantes, admirar el pequeño ecosistema que la maceta representaba, lo animaba y alegraba tanto como amar a su adorado tormento.

- Ah, si fueras un ser humano… creo que me quedaría contigo en lugar de ese… chiquillo majadero… Ufff… Si no fuera porque me pediste mudarme contigo, Ryuuichirou, con todo tu corazón, como regalo de nuestro aniversario número diez, y porque lo estuve anhelando en secreto… me llevaría mis cosas nuevamente… ¿Por qué demonios no puedes ser ordenado? – el caos de la habitación le ocasionó un terrible dolor de cabeza. Se reprochó el haber estado a punto de soltar la maceta para robarle, muy a su manera, otro beso, al escucharlo decir "la manera en que lo había ayudado" – Ah, envejeceré y moriré antes que tú… ¿es mucho pedir que me des calidad de vida en lugar de restarme años con tus irresponsabilidades…?

Caminó, hacia el balconcito y dejó con cuidado la plantita. La regó, limpió sus hojas y, luego de besar los coquetos botones que de seguro se abrirían entre esa tarde y el día siguiente, se dio la vuelta, dispuesto a enfrentar el suplicio de arreglar el desastre de ropa interior, ternos y camisas desperdigados por el piso.

Lanzó unos cuarenta suspiros, recordando que lo mismo le tocaría el día lunes, en la oficina, luego de que un ataque de berrinche adulto ocasionado por la negativa de Usami-sensei de viajar a provincia para una firma de libros, sin Misaki-kun, se tradujo en el vuelo de miles de papeles que le había costado ordenar alfabéticamente durante la mañana de ese mismo día... El viernes que había precedido a este sábado de mudanza.

Ya no tenía veintitantos… No era, sin duda, contemporáneo con Danna-sama, pero sentía que de vez en cuando era saludable, incluso para un simple Secretario, que su Jefe lo tratara con respeto y consideración, más si los unía una relación amorosa. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver todo lo que tendría que ordenar, y al saberse abandonado por el dueño del departamento y de su corazón. Pero haciendo acopio de ese sentimiento que lo embargaba al tenerlo cerca en su fase romántica, se inclinó a recoger una por una las prendas y a doblarlas, con una de esas miradas dulces que parecían ser perennes en su rostro, como si no supiera otra manera de emplear sus hermosos ojos cafés.

En menos de treinta minutos, todo estuvo doblado, los ternos colgados apropiadamente en unos colgadores que el otro había dejado tirados sobre la cama, y entonces, decidió traer su ropa para colocarla en el lado indicado por Isaka. Su amado poseía muchos trajes, a veces repetidos en color o estilo de corte, pero se sorprendió, al abrir la puerta del armario, al ver que había dejado únicamente aquellos trajes que Asahina siempre le recomendaba usar para las reuniones…

"Ryuuichirou-sama, esos otros lo hacen ver poco formal, quizás deberíamos obsequiarlos a algún albergue en los que puedan utilizarlos personas que en verdad los necesiten…"

Y entonces, se le vino una idea a la cabeza…

Quizás no había sido una descortesía el dejar todo tirado en el piso, sino que el hombre pensaba lavarlos para luego poner en práctica su sugerencia.

- Si no fuera porque estoy seguro de que seré yo quien lo haga, me habría disculpado por pensar mal de ti…

Colgó sus propios ternos, y los desechados por Isaka los llevó al perchero, junto con una bolsita en la que colocó el resto de ropa para lavar. Como él también tenía camisas, polos y ropa interior que debía acomodar en la cómoda, decidió echar un vistazo para asegurarse de que hubiese espacio suficiente.

Abrió el primero de los cajones. Sí, en efecto, el mismo lado, el izquierdo, había sido dejado libre por Isaka, de modo que colocó su ropa interior en orden. Para su sorpresa, comprobó que había organizado las suyas según la manera en que Asahina solía ordenarlas en la época en que incluso lo bañaba, como si se tratara de un niño pequeño, pese a estar a punto de dejar sus veinte. Sonriendo dulcemente, luego de acariciar las prendas que conocía tan bien (e intentando no tener pensamientos demasiado… ejem… imprudentes, considerando que el susodicho no estaba), cerró el cajón y abrió el segundo. En este, Isaka guardaba sus pantalones y polos informales, por lo que hizo lo propio. Y en el último, colocó sus camisas y cinturones. En verdad, se dijo, Ryuuichirou-sama se había superado a sí mismo al transformarse en un hombre tan ordenado.

La cómoda, tenía tres cajones largos, y en la parte de abajo estaba seccionada en dos. En ambos, Isaka había pegado un sticker. En el de la derecha, el de un libro abierto. Curioso, Asahina lo abrió, con una punzadita de culpabilidad al pensar que quizás el otro se molestaría por haber revisado sus cosas sin permiso. Pero, lo que encontró fueron los ejemplares de los libros que él e Isaka habían editado, como senpai y kohai, en la época en que Ryuuichirou había trabajado como editor de Marukawa, antes de convertirse en el amo y señor de la editorial. Estaban separados por fecha de publicación con pequeñas maderitas. Tomó el que recordaba era el primero y, al abrirlo, se asombró. Había olvidado que en ese, Danna-sama había dejado una dedicatoria para ambos…

"Para mis hijos Ryuuichirou y Kaoru: Espero que este pequeño gran paso los una aún más, y que sean ambos sus propios maestros. Los quiero mucho"

Recordaba que el joven Isaka, cuando leyó la dedicatoria, se quedó mudo un instante, y luego pidió permiso para ir al baño. Conociéndolo como lo conocía, entendió que había ido a llorar de felicidad. Y así fue. Cuando después de unos treinta minutos decidió ir por él, lo encontró apoyado contra el lavadero. En cuanto sintió sus pasos, corrió a abrazarlo. Y así se quedaron hasta que se calmó. Al separarse, el joven Isaka-san le regaló la más hermosa de sus sonrisas, seguida por un simple y sincero "Gracias, Kaoru"… que casi derritió al joven Asahina-kun.

- En ese momento deseé con toda mi alma poder besarte… confesarte mis sentimientos… Si lo hubiera hecho… no estaríamos celebrando sólo diez años, ¿verdad, Ryuuichirou…? Tonto, ponerte a llorar y ocultarme a mí tu reacción, a mí que soy la persona que te conoce mejor que nadie… El deseo de Danna-sama se cumplió… Incluso el alumno venció al maestro…

En efecto… Asahina había sido, antes del ingreso del otro, el mejor editor de literatura de Marukawa. Pero cuando Isaka-kun ingresó, su reinado fue vertiginosamente en picada. El talento del joven Isaka era admirable, y sólo comparable con el talento de sus autores a cargo. No, no era que Asahina hubiese bajado su ritmo a propósito. Era que en verdad la persona que amaba había nacido para ser editor, y él sólo podía sentirse orgulloso e infinitamente feliz por ello. Y se prometió el apoyarlo en todo, incluso en sus locas ideas para mejorar su desempeño.

El segundo cajón, el de la izquierda, tenía un sticker que estaba tan manoseado, que lo hacía indistinguible. Era obvio que el dueño lo usaba con regularidad, por lo que imaginó que debía contener su agenda personal, materiales de escritorio, toallas, u otros implementos. Se puso de rodillas, las mismas que se quejaron dolorosamente debido a todo el esfuerzo realizado desde la mañana, y acercó sus cansados ojos hacia el cajón. Lo que en un inicio había tomado por un borrador, o una cajita musical, era en realidad la representación de un cofre lleno de oro. Traduciendo… se trataba de la imagen de un tesoro. Con el corazón latiéndole como loco, abrió lentamente el cajoncito…

- ¡AH!

Se imaginaba algo como eso, pero de todas maneras fue gratificante ver que no había errado. Dentro había una pequeña pelota de hule, un patito de goma, un osito de peluche, unos cuadernos, y una fotografía enmarcada con un precioso labrado dorado.

Recordaba muy bien esos cuadernos. Eran los que Ryuuichirou-chibi usaba para anotar el número de veces que vencía a Kaoru-chibi cuando jugaban a lanzarse la pelota el uno al otro, en el patio de casa. También los usaba para pedirle un dibujo de sus personajes de anime favoritos, porque Asahina tenía talento para dibujar. Y, aunque nunca se lo había dicho, sospechaba que en ellos debía existir también algún pequeño cuento de su autoría. Pero, por lo mismo que lo amaba, decidió no abrirlos. Si algún día debía enterarse, dejaría que fuese por él mismo.

El patito de goma… le generó una sonrisa. En una ocasión, Usami-chichi se lo había obsequiado a Asahina como una manera de lograr que el señorito se dignara a bañarse solo, y dejara de atosigarlo con súplicas para que lo hicieran juntos. Recordaba que la primera vez que se expuso a esa situación ocurrió al día siguiente de que le regalara la plantita, de modo que sus sentimientos ya estaban presentes…

Hacer que el otro madurara, que el otro se sintiera a gusto, que el otro fuera feliz, se convirtió en su MAYOR Y ÚNICA obsesión.

El osito de peluche… había sido el primer regalo de Navidad que Kaoru le dio con su primer sueldo. Recordaba que se pasó un mes entero pensando qué podía obsequiarle, nervioso ante la idea de errar, considerando que los Isaka eran adinerados, y el joven por ende lo tenía todo. Pero se decidió por el osito luego de visitar a escondidas el armario donde la señora de la casa guardaba los juguetes del pequeño Ryuuichi-kun, comprobando que el niño nunca había tenido uno... Isaka abrió los ojos completamente esa noche de Navidad, se sonrojó, lo abrazó con fuerza y luego lanzó una sentencia, sonriéndole ampliamente:

"Kaoru, te prometo que cuando empiece a trabajar te regalaré lo que más desees…"

- Supongo que fue muy inteligente de mi parte no decirte que lo que más… deseaba… con todo lo que esa palabra implica, eras tú… Bueno, los chocolates de licor estuvieron deliciosos dos años después… Me divertí mucho al verte borracho por primera vez…

Volvió a meter el osito de peluche, pero al hacerlo, debido a la fuerza que le imprimió al muñeco, hizo rebotar la pelota, que salió precipitadamente del cajón y se refundió por algún lugar. Prometiéndose que su prioridad, luego de mirar la fotografía, sería encontrarla para evitar una muerte segura si perdía irremediablemente uno de los tesoros de su amado, la tomó, y sonrió dulcemente.

La recordaba muy bien. La había tomado Danna-sama el día que llegó a la mansión Isaka con sus padres, llenos todos de heridas, vendajes, y con el alma y el corazón en el piso. En ella, un Kaoru mucho más pequeño que el actual sonreía con timidez, levemente ruborizado y con la vista gacha, al lado de un niño de cabellos marrones oscuros que tenía una sonrisa de lado medio arrogante, pero cuyos ojos lo escudriñaban brillando con ese destello que indicaba preocupación. El pequeño señorito de la casa evidentemente se hallaba inmerso en una lucha interna bastante fuerte… Porque se notaba a leguas que su mano derecha, la más cercana a la izquierda del otro… deseaba tomarlo para darle fuerzas…

- Pensé que eras muy arrogante cuando te vi por primera vez… porque me miraste como si yo fuera un mendigo… Pero, cuando recibí tu regalo… fui tan inmensamente feliz… Ryuuichirou… ¿qué sería de mí si no hubieras aparecido en mi vida…?

Cualquiera que hubiera escuchado esa pregunta, lo habría mirado con extrañeza. Porque, era obvio que Kaoru era el soporte del otro, y no al revés. Pero, hay algo más profundo, se dijo, mientras acariciaba por encima del vidrio ese rostro infantil que tanto había amado, y al que casi idolatraba en silencio y con actos de pureza.

Ciertamente, Isaka había aprendido todo de él, pero Asahina le debía a él su vida… Y ese es un regalo… que es incomparablemente más valioso e importante que bañar, secar, instruir y servir a otra persona.

- ¿Eh? – sus hermosos ojos cafés se abrieron con asombro al comprobar que bajo la fotografía había dobladas dos prendas, aparentemente sucias y viejas – Esto… esto es – iba a desdoblarlas, cuando el timbre empezó a sonar, interrumpiéndolo y asustándolo – Oh, quién podr – su celular empezó a vibrar, de modo que contestó – Aló…

- Kaoru, estoy fuera, con peso, ¿puedes abrir en este instante? Olvidé las llaves…

- ¿Eh… quién habla…? – por un segundo no procesó de quién se trataba.

- ¡Yo, idiota! ¿Esperabas a alguien más acaso…?

- ¿Qué tonterías dices…? Me tomaste por sorpresa, sólo eso – regresó las prendas y la fotografía al cajón. Pero al recordar la pelotita, empezó a sudar – Eh… ¿qué dijo el casero? – se inclinó debajo de la cama para buscarla, hablándole mientras intentaba ganar tiempo.

- Dijo que si no me abres en dos segundos te quedarás sin postre… ¡Apú – calló un segundo – Ah, olvídalo, ya las encontré. Se cayeron en el macetero. Ya entro – el pobre Asahina sintió que su corazón se detenía de golpe. Tenía que evitar a toda costa que el joven entrara a esa habitación.

Y por eso corrió con todas sus fuerzas…

- ¡No, Ryuuichirou-sa

- ¡KAORU!

Isaka-san reaccionó en menos de una milésima de segundo, tirando todo al piso y casi teletransportándose, pero fue inútil.

El ruido sordo del contacto entre el cuerpo de su novio y el piso duro de madera hizo eco a sus palabras.

Y los ojos cafés… se cerraron lentamente…