Fandom: Sherlock BBC | Pairing: John/Sherlock
Disclaimer: nada me pertenece
Words: 567 | Rating: T
Spoilers: none
Cuarenta y siete días y se había acostumbrado al desorden. Los libros amontonados en todos los rincones del piso servían a John como distracción en esos momentos en que el aburrimiento quería hacerse un hueco en sus vidas, cuando Sherlock desaparecía en su cuarto, bajo una sábana o simplemente había caído ausente sobre el sofá y hacía horas que se le habían acabado las palabras con las que entretener a sus lectores. Tenía que reconocer que algunas de esas odas a la pedantería sobre las que su compañero de piso dejaba acumularse el polvo le estaban enseñando cosas útiles y el doctor Watson no era la clase de hombre que despreciaría una nueva oportunidad de aprender por llegarle de fuentes tan extravagantes.
Setenta y dos días y el cráneo humano comenzaba a resultarle un adorno indispensable.
Ciento doce días y había olvidado lo que era la rutina. Cada nuevo caso lo absorbía de la misma forma que a Sherlock, aunque no le afectase de la misma tortuosa manera no sacar conclusiones con el primer vistazo. Desde que el genio aceptaba el caso sus vidas se convertían en una carrera sin descanso por resolver la encrucijada; cuanto más difícil, más interesante y más gratificante.
Ciento sesenta y ocho días y las incursiones al cuarto de la señora Hudson en busca de la calavera robada empezaban a ser demasiado sencillas. Porque había días en que Sherlock no se concentraba sin ella.
Ciento ochenta y nueve días y las noches en vela resultaban agradables en compañía de las constantes preguntas retóricas que Sherlock lanzaba en voz alta, siempre acompañadas de impertinentes indirectas acerca de la común estupidez humana y en ocasiones de lo común que John era.
Doscientos cinco días y la imposibilidad de mantener cualquier relación sentimental había dejado de ser un problema mientras Sherlock siguiese apareciendo con una taza de ese asqueroso café como disculpa a cada ofensa que cruzaba la línea de lo aceptable que habían tenido que dibujar por el bien de su convivencia. Dibujar metafóricamente hablando. Sherlock se había encargado de aclararlo.
Doscientos cincuenta y ocho días y el café comenzaba a saber mejor acompañado de una retahíla de palabras que no tenían ningún sentido para John pero que conformaban lo más parecido a un halago desde el punto de vista de Sherlock. Al menos eso había llegado a comprender el doctor.
Trescientos once días y el saludo de buenos días se había convertido en un torpe intento por evitarse. El café siempre estaba demasiado cerca de esa otra mano, la piel siempre demasiado cálida y la desconcertante electricidad que conducían sus cuerpos con un simple roce chocaba sin saber cómo ni querer entender por qué.
Trescientos diecinueve días y John no sabía si preferiría haber tardado dos minutos más en llegar a casa.
Trescientos treinta y dos días y buscar su ropa entre el caos de la habitación de Sherlock no le avergonzaba tanto como sentir que él le seguía fijamente con la mirada.
Trescientos cuarenta y siete días y había descubierto que la única forma de silenciar el río de datos que le sacaba del sueño cada mañana estaba en sus labios; en los suyos tan cerca de los de Sherlock que su lengua apenas tenía que moverse para rozar la suya y sentir que ya era capaz de sonreír en cualquier momento.
Trescientos sesenta y cinco días y había perdido la cuenta.