Partida
-¿Estás demente? –la pregunta iba cargada de ironía, pues alguna vez esa misma pregunta se la hizo a su hermano, al padre de Marcus, a quien siempre amó con todo su corazón como al hermano que fue, de quien se preocupó cuando partió al norte. –Perdí a tu padre en esas tierras malditas, no quiero perder también a mi único sobrino. –agregó, mostrando una reticencia que el menor no se hubiese imaginado, pero normal en alguien que se preocupa demasiado por sus seres queridos. Marcus miró por la ventana unos momentos y soltó un suspiro.
-Bastantes años he soportado la humillación de muchos hombres. –comenzó. –Todos me miran como si fuera indigno de llevar el uniforme de centurión o como si pensaran que los llevaré al fracaso, tal vez cambié esa idea cuando vine aquí, pero no es suficiente. –su rostro se puso un poco rojo del enfado. –Los políticos son los peores y quiero demostrarles que mi padre no deshonró a Roma, porque estoy seguro de que así es. –el anciano se irguió un poco y calmó sus ánimos.
-También lo sé, por eso es que no veo necesario demostrarles nada. –aseguró, aunque tragó saliva, pues él mismo tuvo la misma idea años atrás, cuando el desprestigio sobre su familia cayó de manera punzante. –Además, no estás en condiciones ni siquiera para llegar al muro. –su mente buscó la manera de detener las ideas alocadas de su sobrino.
-Por eso es que no iré solo. –esa afirmación provocó que Flavius arqueara una ceja, mucho más cuando el chico señaló a Esca. –Él será mi guía, mi protector y quien vigile mi salud. –tales palabras le valieron un risa sarcástica al anciano; ninguna de sus reacciones sorprendió al britano, pues comprende el porqué de ellas, al menos en parte.
-Creo que sobrevaloras a tu esclavo. –afirmó Aquila, sin siquiera preocuparse de que el britano lo escucha perfectamente. –No me sorprende que lo eligieras, bastante he notado como para afirmar que tal vez es el mejor acompañante que puedas llevar. –esas palabras causaron sorpresa en los otros, pero no dijeron nada. –A pesar de ello… ¿estás seguro de que no cortará tu garganta cuando estés dormido? ¿O que no te entregará a los suyos para vengarse de ti? Conocemos el odio que los britanos sienten hacia nuestro pueblo. –la razón de sus argumentos fue obvia.
-Le salvé la vida, él lo ha reconocido. –respondió el centurión, dispuesto a no dudar de su decisión. –Estoy seguro de que no me traicionará y aunque lo hiciera, no pierdo nada. –al decir aquello sintió un nudo en la garanta, claro que perdería mucho, sus sentimientos por Esca están claros ahora, que lo traicione sería una ruina total para su vida.
-Has decidido ir directo a la boca del lobo, con uno de sus siervos acompañándote. –el anciano se acercó a su muchacho y colocó sus manos en los hombros de éste. –Ya has demostrado ser un digno centurión hijo mío. –su sonrisa estuvo acompañada de verdadera admiración, pues ahora comprende el valor de su sobrino, ese que le hizo falta cuando intentó redimir a los Aquila.
El abrazo consecutivo fue de esperarse, la aprobación del hombre fue clara ahora, aunque por dentro podía resentir el miedo a perder a Marcus, no por el hecho de que es su sobrino, también porque dentro de la cultura romana es esencial un sucesor para la familia, alguien que conserve el estatus y la fortuna que se han acumulado a través de las generaciones, tal vez suene egoísta para algunos como Esca, pero no para ellos. Al separarse pudieron corroborar la seguridad en Marcus y el orgullo en su tío, no habría más dudas, la decisión ha sido tomado y aceptada.
-Debemos prepararnos. –Marcus fue el primero en cortar el momento y de dirigirse a sus aposentos. –Partiremos mañana a primera hora. –anunció antes de desaparecer por la puerta, Esca iba a seguirle con toda la normalidad del mundo, cuando el anciano carraspeó con al ánimo de detenerle, el britano, inteligente a ese tipo de cosas se detuvo y lo miró con interés, pero sin demostrar respeto alguno, cosa que ha notado diferente cuando se trata de Marcus.
-Llevas el destino de los Aquila en tus manos. –empezó a decir, siendo indiferente a la arrogancia del britano. –Es probable que no comprendas lo que significa para nosotros el honor, pero espero que tengas tus ideas claras y que no hagas daño a Marcus. –la sentencia fue clara. –Y no hablo físicamente. –ante esto último el otro se quedó helado. –No soy ciego y sí anciano. –se dio la vuelta y fue a sus propios quehaceres, dejando un poco descolocado al pobre de Esca.
Para el britano ha sido más difícil de lo que cualquiera podría pensar, pues dentro de su mente se debaten pensamientos contradictorios, por un lado está seguro de lo que ha ofrecido a Marcus, su lealtad y servicio son honorables a la vista de su cultura, por mucho que los romanos afirmaran tener un concepto más propio de tales virtudes; pero en algunas ocasiones siente rabia al atarse a sus convicciones, pues para él nada significa lo que muestran los romanos, ni su honor, ni su orgullo, nada de su cultura le parece importante. Es eso mismo lo que tal vez le cause muchos conflictos en el futuro, pues hay un tercer sentimiento en discordia: ha comenzado a enamorarse de Marcus y no puede evitarlo.
-Flashback-
La pregunta quedó en el aire por suficientes momentos como para que Marcus se sintiera decepcionado, pues de alguna manera, con todo lo que ha pasado, pensó que la respuesta sería inmediata y sin duda alguna; pero la mirada de Esca fue indescifrable, no la pudo comprender de inmediato y soltando un bufido decidió apartarse y quizá hasta ni volverle a preguntar, lo que fue obvio para el britano que se sintió culpable.
-¿En verdad me pides eso? –preguntó con el rostro circunspecto, cruzándose de brazos y observando al otro moverse por la habitación buscando qué hacer.
-Lo acabo de hacer. –respondió con desinterés.
-¿Te das cuenta? –preguntó luego de unos momentos. –Llevas a tus enemigos a una cruzada dentro de su propio territorio. –sus palabras fueron obvias y las soltó sin dilación alguna. –Yo no lo haría. –agregó al darse cuenta que Marcus no respondería a ello.
-Pues yo sí. –se apresuró a responder entonces. –Hay muchos hombres que me servirían, por supuesto, pero tú eres el indicado… a ti es a quien quiero. –las últimas palabras bien pudieron tener un doble sentido, algo que no pasó desapercibido para Esca quien se removió en su mismo lugar. –Además, contigo tendría muchas más ventajas, eres un mejor conocedor de estas tierras, eso sin contar el idioma, pues seguramente nos encontraremos con más britanos. –sus palabras trataron de darle un sentido lógico a lo que con descaro dijo previamente.
-Marcus… -cuando el centurión escuchó su nombre un ligero calor en su pecho le hizo detenerse y mirarle con sensibilidad. –No veo la necesidad del viaje, no creo que encuentres lo que buscas. –sus respuestas se basaron en pensamientos futuros, es decir, de alguna forma tiene el dilema de cómo se comportará cuando esté lejos del yugo romano y solo con él, con su acérrimo enemigo a quien sólo tendrá que asesinar para ser verdaderamente libre.
-Busco algo más que un águila de oro. –se acercó al britano y buscó su mirada a pesar de que el otro lo evitó por un momento. –Se trata de mí, de mi familia, de éste honor que tantos años ha sido menospreciado. –sus palabras salieron por sí solas, volviendo a mostrarse desnudo en sentimientos frente al britano, que de pronto se sintió aún más contrariado.
-¡Basta de eso! –el rubio sintió su pecho arder. –Los tuyos asesinaron a mi familia a sangre fría, violaron a mis hermanos, decapitaron a mis amigos, destruyeron mi casa, las cosechas, todo. –aunque no se movió un milímetro, sus ojos mostraron todo el rencor que pareció guardarse todo ese tiempo. –Ustedes no conocen el honor. –esta vez sería él quien demuestre su orgullo y deje claro de una vez el resentimiento que tiene hacia Roma. –Ahora estoy aquí, obligado por mis tradiciones a no asesinarte y cumplir cualquiera de tus caprichos. –eso demostró la lucha interna que tiene y que quizá sea diaria al estar al servicio de Marcus.
-No fui yo el que hizo esas barbaridades. –respondió dándose la vuelta y avergonzándose por las acciones del ejército romano hacia quienes creen débiles, bárbaros e ignorantes.
-No, fue tu padre y los suyos… seguro que en el norte encontró su suerte y pagó todo el daño que nos ha hecho. –esa insolencia provocó un nudo en la garganta del romano, tuvo ganas de voltearse y darle un fuerte golpe a su esclavo, pero se contuvo lo más que pudo hasta que su coraje fue superior a su voluntad y asestó un certero golpe al mueble que tenía enfrente. El britano se limitó a mirar, sabiendo que decir algo más le causaría una pelea de verdad, una que seguro perderá.
-Si eres tan cobarde como para no seguirme entonces vete, creí que tendrías el valor de hacerlo, pero veo que las apariencias engañan. –tal vez esas palabras no tuvieran mucho sentido en respuesta a lo que Esca dijo, pero no puede insultarlo como él lo ha hecho, ya se equivocó una vez y no volverá a hacerlo.
-Tengo muchas razones para no seguirte y no por ser cobarde. –respondió con lentitud, arrastrando un poco sus palabras. –Te seguiré al fin del mundo, porque algo he aprendido, te pertenezco y jamás lo negaré. –ante las últimas palabras el romano se giró y le miró con profunda devoción, esas palabras le llegaron en verdad, pudo sentirlo como suyo, como alguien leal, alguien que no le haría daño y que estaría dispuesto a morir por él. La tensión se disipó y sus miradas se acentuaron un poco más.
-Yo también te pertenezco Esca, como nunca le he pertenecido a nadie. –la reacción del centurión fue bastante excelsa según sus sentimientos; sin temer al rechazo rompió la distancia que sus palabras anteriores los mantuvo alejados y tomó al otro de los hombros, sonriendo ligeramente y sintiéndose orgulloso. –Tengo que decirlo… no soporto más ocultarlo a tus oídos, necesito que lo escuches, que sepas que… -tragó saliva.
-No. –el britano se alejó como espantado, temiendo escuchar lo que ya sabe. –No puedes, no podemos. –agregó, causando estupor en el otro. –Somos tan diferentes, no deberíamos involucrarnos de ninguna manera que no sea la adecuada. –se sonrojó un poco, pero no se detuvo, debía expresar un poco de sus sentires. – Serás mal visto. –sus ojos se humedecieron un poco, pues, aunque él corresponde esos sentimientos, está consciente de lo que podría suceder. –No me gustaría arriesgar tu vida, no cuando juré protegerla. –esa revelación enloqueció de felicidad al romano.
-Tu preocupación es infundada. –respondió con calma. –No tienes que preocuparte por eso, pues no permitiría que alguno se atreviera a cuestionar mis sentimientos… -de alguna forma deseaba convencerle. –Seremos tú y yo, si nadie que se interponga. –trató de acercarse, pero el rubio lo detuvo y puso distancia, decepcionando a Marcus por ello.
-He visto cómo nos mira tú tío, condena lo que aún no conoce y no quiero pensar cuando le confirmes semejante cosa. –sus hombres se pusieron rígidos, deseó que el centurión terminara de hablar, que no continuara con el tema, que al menos obviara lo que es palpable.
-Sé que te has enamorado también. –afirmó, con plena convicción. -¿Por qué eres renuente? –la pregunta no fue contestada. –Esca… -intentó acercarse otra vez, pero el menor se lo impidió.
-Te acompañaré, pero por favor, no sigas. –en su rostro se pudo ver infinito sufrimiento, eso consternó a Marcus sobremanera, pero no dijo nada, sencillamente decidió acatar; está seguro de que algo pasa con el britano para que se oponga de tal manera, pero no lo presionará, dejará que él mismo lo diga cuándo sienta que deba hacerlo.
-o-
A la mañana siguiente se levantaron muy temprano, la oscuridad aun dominaba los alrededores, aunque los nuevos viajeros ya tenían prácticamente todo listo, alimentos suficientes para ir al primer pueblo, ahí se abastecerían y así sucesivamente hasta llegar al Muro Adriano, la obra máxima de los romanos en toda la Britania conquistada. La travesía sería duda, pero ambos tienen la capacidad para soportar cualquier ataque de la naturaleza; lo complicado vienes después del muro, se encontrarán con algo nuevo, algo que no ha sido conquistado por legión alguna y que pondrá a prueba esos nuevos sentimientos que emergen desde lo más profundo de su corazón.
-Listo. –el centurión rompió el silencio educado que se formó en todo ese tiempo de preparación. –Supongo que esto es un hasta pronto. –eso lo dijo a su tío que le miraba con preocupación, el anciano no podía ocultarlo y nadie que quisiera tanto a una persona podría hacerlo.
-Que los dioses cuiden tu camino y nada devenga en muerte o perdición. –respondió Aquila, abrazándose a su sobrino y sonriendo con tranquilidad una vez que estuvo seguro de que nada le pasaría. –No dudes nunca de ti mismo, sé firme en tus convicciones y confía en tu intuición… tu padre estaría orgulloso. –agregó, aunque viniendo de él es como si viniera del mismo Flavius, por lo menos así lo entendió Marcus.
-Regresaré con el Águila de la Novena y restauraré el honor de nuestra familia. –afirmó, seguro de sí mismo y complaciéndose en su propio ego. Para Esca no fue nada que le sorprendiera, esas actitudes son propias de los romanos, mucho más de jóvenes como Marcus.
El centurión montó su caballo, uno de colores oscuros y fuerte a simple vista, el britano subió a uno blanco aunque en menor tamaño pero de la misma condición. El anciano Aquila le dedicó una mirada indescifrable a Esca, que sencillamente correspondió con un asentimiento; tal vez el político no confíe en el britano, pero no tiene opción. Lentamente empezaron a avanzar, el trote de los caballos fue lento y con parsimonia, jubilosos de emprender el viaje; todos se sintieron fuertes y vigorosos, dispuestos a ir al fin del mundo en ese momento.
Por un par de horas ninguno dijo nada, les tomaría al menos el resto del día llegar a su primera parada, en la que no descansarían pues seguramente no tendrían necesidad de hacerlo, ya que, según los cálculos de Marcus, en tres días llegarían a Lindum, su primer verdadera parada de completo descanso y en doce estarían en el muro, después, no podría saberlo. Miró a Esca, en ese momento quedó a su lado ya que el terreno se los permitió, pensó en hablarle, pero la seriedad con que este avanzaba se lo impidió.
-¿Puedo preguntarte algo? –la repentina voz de Esca lo sorprendió y cuando reaccionó los ojos de éste lo miraban fijamente, Marcus asintió tratando de disimular su vergüenza por haberle mirado por quien sabe cuánto tiempo. -¿Roma es tan magnifica como dicen? –no esperaba ese tipo de pregunta, pero se la atribuyó a la curiosidad que podría estar sintiendo el britano por conocerlo un poco más; ese pensamiento fue alentador.
-Lo es. –afirmó. –Hay construcciones magnificas, plazas extensas, caminos anchos y empedrados, palacios imponentes… -calló en la cuenta de que tal vez no debería hablar de ello. –Pero también hay cosas con las que no estoy de acuerdo. –agregó, pues su inconformidad también es la de unos otros. –Últimamente se ha hablado del derroche desproporcionado de recursos, algunos senadores empiezan a cuestionar el liderazgo del emperador, aunque lo cierto es que después de Adriano, todo se ha pacificado. –habló con pleno conocimiento de las tertulias en la capital del imperio.
Ese tipo de conversaciones no es algo que le interese a Marcus, menos estando cerca de él, pero de cualquier forma, es mejor que no poder escucharle, así que sencillamente decidió dedicarle el tiempo que necesite, tal vez ahora no esté seguro de lo que quiere, es posible que sólo necesite conocerlo un poco más, quizá, el tiempo le dará certeza y entonces no habrá duda de que es a él a quien quiere.
Continuará…
-o-
Listo. Aunque esta historia va lenta, creo que es porque se me complica un tanto idear una forma coherente de relacionar a los personajes, sobre todo si trato de hacerlo diferente al filme. Espero sigan ahí. Agradezco especialmente a: Cocoliso-Ull de gat, Ikiluk, Joe, Death Sounds Like a Lullaby, usuratonkashi, Pri-ThePuppeteer. Por sus amables comentarios.