Epílogo: Un dólar por tus pensamientos.

Cada mañana, al despertar, me sentía agradecida por todo lo que había logrado en mi corta existencia. Para comenzar, hice de tripas, corazón, para lograr estudiar y recibirme. Me gusta tanto mi trabajo, que me pasaría el día entero dentro del hospital, sin ver la luz del sol por semanas. Incluso, hubo una época en la que así fue, puesto que se trataban de mis primeras prácticas. Pero ahora, no me alcanza el corazón para tanta dicha. Mi mayor logro profesional fue recibirme, y mi mayor logro personal, enamorarme. Al principio fue un poco difícil para mí admitirlo. Sólo basta con ver ese par de ojos negros, siempre brillosos, y no tengo ninguna duda de que Sasuke Uchiha ha sembrado y cosechado la semilla del amor aquí, en mi pecho.

El lado de la cama donde siempre encuentro consuelo, está ahora vacío. Se siente extraño tocar las sábanas frías, cuando deberían estar tibias. El reloj indica que es demasiado temprano para levantarse. ¿Qué habrá sucedido? Él no acostumbra madrugar tanto, ni siquiera yo lo hago. Los restos del sueño nocturno se disipan lentamente, así que decido que es tiempo de dame una ducha y desayunar. En cuanto lo hice, descubrí un pequeño trozo de papel en la puerta de la heladera. Debía estar ciega para no haberlo visto antes. La letra era conocida, no era la primera vez que me dejaban una nota así. Se trataba de la letra de Sasuke, sin duda, que requería mi presencia en la cafetería cerca del hospital a la hora del almuerzo. ¿A qué se debe todo esto?

La mañana en el nosocomio de Konoha transcurrió sin incidentes, e incluso un par de pacientes se ausentaron de la consulta. "Más tiempo libre para mí", pensé, mientras elegía una mesa con vistas a la calle. Invertí mi tiempo en recorrer el diseño geométrico del mantel, especialmente el de color azul, mientras esperaba un vaso con agua. La garganta me quemaba, estaba sedienta y un poco ansiosa también. ¿Por qué tenía que esperarle aquí?

La silla emitió un chillido al ser arrastrada contra el suelo, sobresaltándome de inmediato. Mis ojos se enfocaron rápidamente en un par de pantalones cortos, que se confundirían fácilmente con el musgo que crece en los árboles. Se trataba nada más y nada menos que de Lee, Rock Lee. Saludó alegremente con la mano, visiblemente incómodo y luego se quedó callado. Al parecer, estaba debatiéndose consigo mismo, pero se limitó a preguntar acerca de trivialidades. Luego, silenciosamente, se escabulló al fondo del local. Al parecer, estos meses le habían servido para madurar, y ahora se encontraba en una nueva faceta. Su entusiasmo seguía intacto, pero sus intentos de conquistarme desaparecieron.

Varios minutos transcurrieron lentamente. La botella con agua se llenó de pequeñas gotas que jugaban carreras, unas contra otras, estrellándose en la superficie de la mesa. Finalmente, mi acompañante apareció en la puerta y se tardó sólo unos segundos en reconocerme. Lo saludé tímidamente con la mano.

- Había demasiado tráfico – se excusó, sentándose frente a mí -. ¿Ya ordenaste?

- En realidad, no – contesté negando con la cabeza -. Estaba esperándote.

Tomó el menú entre sus largos dedos y lo repasó fríamente. "¿De qué me he perdido?", quise preguntarle, pero no me animé. Su mirada se encontraba ausente, sus ojos, fríos como las noches de invierno. Si te faltará coraje, pequeña…

El almuerzo marchó sin incidentes ni especiales menciones. En realidad, simplemente sucedió. La atmósfera podía cortarse con un tenedor, dada su densidad actual y aun así, no serviría de nada. Nos encontrábamos encerrados dentro de una pequeña burbuja, donde el oxígeno escaseaba y yo no hacía más que ahogarme en mi propia respiración. La sensación de quemazón latía en mi pecho, quemándome, irritándome cada vez más. ¿Por qué no hablamos, Sasuke? ¿Por qué estamos aquí?

Me resigné a obtener las respuestas a mis preguntas no formuladas más tarde. En la esquina, la luz roja del semáforo nos detiene y vuelve a invitarnos a seguir nuestro recorrido. Sin embargo, el muy distraído hombre que me ha invitado a almorzar, no se ha enterado de nada. Sigue allí de pie, inmóvil, totalmente ajeno a la situación. La irritación, que amenazaba con evolucionar a enojo en primer grado, recorrió cada célula de mi ser. Con las manos en mis caderas, me giré lentamente, quedando frente a él. Sólo alcancé a entreabrir los labios, porque en realidad, no tenía ni la más remota idea sobre qué decirle. Aunque, pensándolo bien, se me ocurrían varios ejemplos. Pero empecemos con lo primero…

- Aquí Sakura Haruno, llamando a Tierra a Sasuke Uchiha, cambio – dije, con voz de radio -. Te daré un dólar por tus pensamientos.

- No alcanzaría con un dólar.

- Insisto.

Por supuesto que no alcanzaría, si llevaba toda el rato dándole vueltas a sus asuntos. Él es el sol, y yo el bichito de luz. Su majestuosidad me abruma, pero no me siento inferior, sólo un poco confundida. Me gustaban tanto las estrellas, que terminé completamente deslumbrada por la estrella mayor, sin posibilidad de cambio. Por más que intentara enojarme, las palabras hirientes se secaban apenas subir por mi garganta. Soy un bichito de luz, diminuto y cobarde. Si en alguna oportunidad, se me ocurriera transformarme en abeja, colocándome un aguijón en la cola, no podría atacar a nadie. Si él tuviera la más mínima intención de herirme, yo no podría defenderme. Mi aguijón sería de utilería.

Así que… sigamos caminando, Sasuke. No tengo fuerzas para desentrañar tu silencio. He de aceptar, desde lo más recóndito de mi ser, que sea cual sea la razón de tu misteriosa actitud, seguiré amándote como lo hago: sin reservas.

Mi cuerpo se paraliza ante su toque. Sus dedos se entrelazan suavemente con los míos, y sé que está observándome. Sé que ha descubierto mi inseguridad. Cuando dos personas se conocen lo suficiente, no es necesario una determinada cantidad de tiempo en especial para que se descubran sus sentimientos. En este momento, la inseguridad abunda de tal manera mis entrañas, que me delata. Pero otra sensación ocupa un lugar en mi pecho: la certeza de que lo querría incondicionalmente.

- Aquí fue donde te conocí.

¿Aquí? ¿En el semáforo? No le veía nada de particular a esta esquina. Él se quedó mirando el cruce de los peatones pensativamente, mientras comenzaba a contestar mis preguntas no formuladas.

- Estaba esperando para cruzar la calle – explicó, haciendo ademanes con la mano – y de repente, te vi. La primavera recién empezaba, el sol no era fuerte… pero tu cabello brillaba tanto… Estabas caminando, tan decidida, tan…

Y se calló. Cerró su boca súbitamente para luego reír por lo bajo, disfrutando de un chiste interno. ¿Es que tenía el cabello sucio? ¿O me tropecé con el tacón del zapato? Porque pensándolo bien, usé tacones todo el año. Y eso significa que he estado tropezándome desde hace siglos. Yo me adelanto a los hechos, me caigo antes de comprármelos siquiera.

Se acercó, apoyando su mentón en mi cabeza, inspirando el aroma de mi cabello. Luego, bajó lentamente hasta llegar al cuello, y repitió el proceso.

- Tu perfume quedó en el aire, por toda la cuadra…

Perfecto. Increíble. No le pagaré un dólar si pensaba eso. Y además de sucia, ¡me está tratando de apestosa!

- No pude seguirte. Quise hacerlo, lo intenté, pero que me quedé como un estúpido, mientras las luces del semáforo cambiaban.

- ¿Por qué pensabas seguirme? – le pregunté, inquieta - ¿Tienes tendencia al acoso?

- No – negó, riéndose –. En lo absoluto. No estuve implicado en ninguna relación antes, porque no me interesaban. No soy ése tipo de hombre.

- Mmm… seas lo que seas, eres simplemente mi tipo, Sasuke Uchiha.

Un momento, ¡¿lo dije en voz alta?! Puedo sentir cómo mis pulmones se han cerrado. Están a punto de colapsar. Mis mejillas arden en señal de vergüenza, de exorbitante vergüenza.

- No fue necesario ofrecerte un dólar a cambio de tus pensamientos, Dra. Haruno. Es un gran avance. Desde aquel momento tuve la certeza de que no descansaría hasta que me dieras una oportunidad.

- Y aquí estoy… Te debo un dólar, por el momento de sinceridad.

Busqué el billete de un dólar en mi bolso con la mano libre. El dólar no era la moneda oficial de Konoha, pero siempre tenía uno dentro del bolso. Un dólar de amuleto para llamar a otros dólares, quizás. Cuando lo encontré, se lo extendí, contenta de tener conocimiento acerca de sus sentimientos. Él lo tomo entre sus manos, soltándome. La ausencia de su toque se sentía extraña.

Giré para cruzar la calle, satisfecha de los frutos de nuestra conversación, pero intuí que otra vez alguien se había quedado atrás. Si seguíamos salteándonos las luces del semáforo, llegaría tarde a mi consulta. Lo miré simulando enfado. Alcancé a vislumbrar cómo guardaba algo en su bolsillo. Pensé que se trataba del dólar, pero me equivoqué en mi suposición. Dobló el papel entre el dedo índice y el dedo corazón, para ofrecérmelo más tarde. Su sonrisa a medias me quitó la respiración, logrando que mis pulmones se saltearan la huelga, y renunciaran en el acto.

- Éste dólar a cambio de tus pensamientos – dijo, a modo de provocación – Puedes quedártelo si contestas a mi pregunta.

- ¿Estás ofreciéndome dinero a cambio de una respuesta? ¡Adelante, Sasuke Uchiha! Me comeré un cupcake de chocolate y frutilla con ése dinero. Y no te convidaré.

Le arrebaté el dólar de sus manos en un solo tirón, abriéndolo enseguida. Expectante, busqué una pista que me indicara por dónde iba el asunto, y lo encontré escrito en un borde. La misma letra que hoy por la mañana me proponía salir almorzar, estaba proponiéndome…

- ¿Te casarías conmigo, Sakura Haruno? No contestes, sólo hazlo. Cásate conmigo.

No comeré ningún cupcake de chocolate y frutilla con ése dinero. Le daré un mejor uso: será la invitación para mi boda, porque por supuesto, claro que sí, no hay dudas… de que me casaré con Sasuke Uchiha. Y no encuentro otra forma de confirmárselo, que llenándolo de besos y mojándolo con mis lágrimas…

- Creo que me duele el corazón – soltó y sonrió.

El corazón está del lado izquierdo, ¡y cómo late cuando está plenamente feliz!