30 días
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Disclaimer: Naruto no me pertenece.
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— Sabes… en realidad todo sobre ti me jode —Ella dijo.
— Entonces arreglemoslo — Contestó Kiba.
Una opuesta, un departamento y un ganador.
— Condenada todo un mes a ser "la esposa perfecta" de Kiba Inuzuka.
Kiba sonrió con malicia.
— ¿Te apatece jugar poker, Hanabi?
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La apuesta
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Una joven de dieciocho años dejo su última caja de equipaje en el suelo, acomodandola en una pila con las otras. Sonrió satisfecha consigo misma. Aunque todo aún estaba en sus cajas, las paredes desnudas, el piso ligeramente empolvado y el aire estaba algo estancado, ya podía sentir aquella ansiada sensación recorrerla. Era, al fin, independiente.
Completamente independiente, al fin libre.
Hanabi abrió puertas y ventanas, echo a andar el ventilador de todas las habitaciones y agarró una escoba. Para nada peresoza, empezo a limpiar el suelo a paso rápido, ansiosa. Por fin podría gozar de una exquisita privacidad, donde ninguna tecnica familiar podría espiarla y no estuviese siempre bajo la constante mirada vigilante de los integrantes de su clan.
Al alcanzar la edad adecuada de los dieciocho años, la Hyuuga por fin pudo respirar libremente sin tener que estar siempre en guardia. Al fin podía abandonar los territorios de su clan. Un par de años atrás, se recordo, pensaba que su clan era lo más perfecto que había, y aún lo era para ella, solo que mucho menos confortable.
Cuando cumplió los dieciséis ya era consiente que todos esperaban perfección por su parte, una postura perfecta, unos modales perfectos, y para variar, un aspecto perfecto. Casi sintió ganas de bufar, todo eso, más las obligaciones, los entrenamientos, las tradiciones, las reuniones y misiones ocupaban todo su tiempo, era asfixiante. Por eso mismo, comenzo a entender las locas ansias de su hermana por abandonar la mansión en donde antes ella misma se había sentido comoda.
Allí, el ese departamento de dos habitaciones, un baño, una cocina y una sala de estar que cumplia el rol de comedor se sentía mucho mejor que en su masión, llena de antiguedades valiosas y largos e inagotables pasillos. Más pequeño, cierto, pero inmensamente más suyo.
En ese lugarcito, pensó, ella se sentía parte del lugar, porque era suyo.
Muy a pesar de la oposición de su padre y la obvia molestia que le causaba que su segunda hija también dejase sus dominios, se mudo. Pero, por supuesto, cuando ella cumplio la mayoria de edad, siendo responsable de si misma, solo necesito enseñarle un plan perfecto, con meses de preparación previa, hacer sus maletas y largarse. Se sintió un poco abrumada cuando noto que todo lo que quería llevarse que la mansión donde creció cabía en tres cajas.
A lo largo de su adolescencia había ahorrado basicamente la mitad del dinero de cada misión realizada, porque no tenía grandes gastos y realizaba misiones con curiosa frecuencia. Con aquel dinero compro el departamento, los muebles basicos y algunos lujos que pudo darse. Descontando que Hinata, con su timidez usual, le regalo un juego de muebles para su sala-comedor. Sonrió ligeramente mientras trapeaba los suelos, su hermana siempre había sido sigilosamente considerada.
Cuando termino de secar los pisos, una actividad un tanto nueva para ella, la niña mimada del clan Hyuuga, se dispuso a acomodar los muebles aun embueltos en plastico. Trato de encontrar el punto de union del plastico que embalaba los dos sillones color miel en vano.
— ¿Necesitas ayuda, Hanabi-chan? — Escuchó el tonó socarrón desde el marco de la puerta de entrada.
Kiba estaba en el umbral, descalzo, con unos pantalones deportivos a juego con su remera blanca. Él la miraba desde su lugar, basicamente riendose de ella y cada movimiento que realizaba. Hanabi maldijo el momento en que compro el departamento sin tener en cuenta sus vecinos.
Ni siquiera se giro para contestar.
— Pierdete, Inuzuka.
— Deberías tratar mejor a tus vecinos — Se burlo de nuevo, esta vez en un falso tono reprobatorio.
Eres una Hyuuga, se recordo ella, no te rebajaras por tan poca cosa.
— ¿Qué quieres, Inuzuka? — Exclamo, en tono insensible la muchacha, luchando aún con el plastico.
— Hazte a un lado, chica.
Sin esperar respuesta o, en toda caso, una protesta por parte de la joven, se adelanto hasta el sillón envuelto en plastico transparente con el cual Hanabi peleaba antes. Kiba hizó sus uñas crecer, afilarse y alargarse hasta formar curvadas y filosas garras con las cuales, en un agil ademán, trazo una línea sobre el plastico. Luego tomó una de las partes del mismo y dio un ligero jalón, logrando que el plastico cayera al suelo sin otro esfuerzo.
Hanabi bufó.
— Iba a usar un kunai. Pero tenías que venir tú a hacerte el heroe.— Hanabí dijo, ocultando la molestía.
— Como digas, Hanabi-chan.
La joven lanzo un sonoro ruido de disconformidad que hizo al joven presente sonreir, mientras repetía en procedimiento anterior en otro sillón. Fastidiar a la hermanita menor de Hinata era, quizá, una de sus actividades favoritas. Y ahora que la tendría como vecina, a una pared y pocos metros de distancia, podría gozar de sus multiples y evidentes gestos de enojo y molestia.
— La mayoria de la gente diría "gracias" — La picó, sabíendo su respuesta.
— Antes de eso, la misma gente pediría algo "por favor".
— De nada, Hanabi.
— ¡Que yo no te he agradecido ni pedido nada!— Exclamo ella, hastiada.
— Entonces tomalo como caridad — Kiba bromeo, levantandose de su posicion acuclillada — Para ser chica, traes poco equipaje.
Hanabi lo ignoro y, tomando un kunai que siempre la acompañaba, se dedico a romper los otros embalajes. Para su pesar Kiba no se giro para irse luego de que lo ignorase, no, claro que no. Como la mala hierba que era ese tipo, nunca desaparecia por las buenas. Kiba rompio, rápidamente, otros emboltorios. Hanabi recogió los plasticos que Kiba había olvidado desparramados en el suelo. Pretendía ayudarla y solo ensuciaba más.
El joven se sentó en uno de los sillones de la sala, acolchonados y nuevos, mirando como Hanabi recogia, con los dientes apretados, los plasticos que había desparramado a conciencia.
— ¿Vas a quedarte ahí como un idiota o vas a sacar tu trasero de mi apartamento?
— Estoy bastante comodo, gracias por preguntar.
— Haz lo que quieras.
— Es bueno tener tu aprobación — Se burlo, acomodandose mejor en el mueble.
Ignoralo, Hanabi, se recordaba ella mentalmente. Hanabi fue hasta la cocina, donde se aseguro de que las mesas y las alacenas estuvieran perfectamente limpias. Luego tomó las bolsas de compras que había hecho esa mañana y procedio a acomodarlas con parsimoniosa lentitud. Para que apresurarse, no es que tuviera algo mejor que hacer. Por su lado Kiba se levanto, diciendose que bien, ya se había divertido suficiente por un rato.
— ¿Necesitas ayuda?
No podía comportarse como un cachorro todo el rato, por más que le encantase verla fruncir el cejo. Ella lo miro de reojo por un segundo antes de volver a su trabajo. Bueno, él al menos tenía una actitud madura, pero tampoco podía culparla. Fue hasta su departamento y trajo consigo un par de bolsas plasticas, recogiendo la basura que Hanabi había arrinconado.
— ¿No tienes alguien más a quien fastidiar?
— Deja de ser tan agresiva, joder, solo trato de ayudarte.
— No necesito ayuda — Contradijo, estirandose para guardar el cereal en la estanteria más alta.
Kiba se rió para sus adentros, quitandole la caja de cereal de entre sus manos y poniendola en dicho estante sin mayor esfuerzo. A veces, pensó, ser alto tenía sus ventajas. Hanabi no le agradecio, la muy educada, bufo. Si claro, Hanabi no tenía ni la sombra de los modales de su hermana, o al menos no con él.
— Si vas a quedarte, entonces se util — Hanabi se resigno, dandole sin verlo una caja que contenía, entre otras cosas, libros. — Hay una estanteria en el cuarto de allá.
Kiba se encogió de hombros, notando que esa era, tal vez, la caja más pesada de las tres. El cuarto indicado era de un tamaño decente, tenía una ventana amplia y a su lado, un silloncito, un escritorio con su correspondiente silla, una lámpara de pie y una estanteria. Algo vacio, pero a eso el color blanco de las paredes no ayudaba mucho. Abrio la caja y admiro por un segundo, la cantidad de libros que se alineaban dentro.
Los tomo sin saber como ordenarlos, por lo que lo hizo al azar, completando solo tres estantes de los ocho que tenían disponibles. Leyo, curioso, algunos titulos hasta que una voz lo llamo.
— ¿Conoces uno al menos?
— Eh, que no soy idiota, tampoco — Gruño.
— Es lo que aparentas — Explico ella con tranquilidad, entrando al cuarto — ¿Qué tienes contra los zapatos?
Kiba miro por un segundo sus pies desnudos sobre el suelo de madera.
— Me gusta andar descalzo.
— Eso es de animales — Hanabi aprobo el orden de los libros.
— No, es natural. Naces sin zapatos y la sociedad te los impone.
— Claro, porque andar descalzos en invierno es una idea maravillosa, Inuzuka.
— Eres odiosa cuando te lo propones — Kiba espeto, cruzandose de brazos.
— Y tu un irrespetuoso e insufrible, pero quien se queja.
— Al menos tengo buen humor.
— ¿Buen humor? Oh, te refieres a ese tono estupido que usas cuando crees que dices algo ingenioso.
Kiba la miro de la mala manera, olvidando sus animos de paz y tener una buena relacion con su nueva vecina. Le había prometido a Hinata que la ayudaría a instalarse, pero no iba a soportar a una mocosa prepotente. Los cinco años que le sacaba le obligaban a hablarle con respeto. Bueno, algo.
— Toda tu actitud de niña mimada, ese carácter odioso y con ese tono prepotente, joder, siquiera eres femenina.
— Sabes… en realidad todo sobre ti me jode —Ella dijo.
— Entonces arreglemoslo — Contestó Kiba.
Kiba saco de su bolsillo una caja de naipes que acababan de regalarle, lo abrio y sintio el gusto de la timba pasar por su garganta. Hanabi lo miro espectante, desde su lugar en el marco de la puerta. Kiba le enseño las cartas.
— Asi de simple, hagamos una apuesta — Hanabi alzó una ceja.
— ¿Y como puede una apuesta solucionar el problema de que no hay forma de llevarnos bien?
— Simple, el que pierda, cumple la prenda del otro por un mes entero.
Hanabi tomó un almohadón y lo coloco en el suelo antes de sentarse sobre el, analizando lo que Kiba le decia. La idea de mantenerlo a raya por un mes, más la humillación que sería para él tener que someterse a su deseos y el perder contra una chica en su propio juego constituía una golpiza monumental para el orgullo del Inuzuka que tanto la jodia.
Una opuesta, un departamento y un ganador.
— Si gano yo, que ganare…— Hanabi comenzo, pensandolo un momento — Harás todos mis quehaceres domesticos y no me hablaras.
Kiba asintió.
— Pero si pierdes, que perderas…— La imitó — Tendrás que ser mi "esposa perfecta" por un mes.
— ¿Cómo que la esposa perfecta?— Interrogo ella, mientras Kiba mezclaba las cartas.
— Haras mis quehaceres, cocinaras para mi y, por supuesto, serás sumisa y amable.
— ¿Cómo Hinata?— Se burlo y Kiba nego con la cabeza. — ¿Más sumisa que Hinata?
— Deberas ser femenina, dulce, pero sin llegar a ser extremadamente timida.
— Si es asi, agrego algo a mi apuesta: tendras que hacer y pagar mi compra mensual.
Ambos se miraron por un segundo antes de que Kiba repartiera las cartas con una habilidad envidiable. Hanabi, confiada, siempre había tenido buena suerte en el azar y Kiba gozaba de la tranquilidad de la experiencia.
— Juguemos al poker ¿Aceptas todas las condiciones?
Hanabi sonrió.
— No te quieras echar para atrás ahora — Le advirtió ella, altiva, tomando sus cartas.
Luego de unos minutos ambos se miraban a los ojos, sin dejar ver ninguna clase de sentimiento, ni emocion ni desesperación. Hanabi y Kiba eran concientes de que, quien perdiera, perdería mucho y quien ganara, ganaría mucho. Un segundo luego, cuando se creyo lista y no pensó en seguir arriezgandose Hanabi bajo su mano con una sonrisa de suficiencia:
— Poker. — Exclamo, enseñando cuatro cartas que correspondian al número nueve y otra, dispar, de numero seis.
Kiba se rió, a grandes carcajadas y dejo caer su cartas ante una estupefacta Hyuuga.
— Escalera de color.
Hanabi miro las cartas en el suelo, todas de corazones, sin creerselo y quiso gritar de frustración, pero solo pudo levantar la mirada para fulminarlo con odio.
Kiba sonrió, ignorandola.
— Condenada todo un mes a ser "la esposa perfecta" de Kiba Inuzuka. — Hanabi susurrró, aún sin creerselo.
Kiba sonrió con malicia.
— ¿Te apatece jugar poker, Hanabi?
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Nueva historia que tiene un plazo de treinta capitulos más o menos. Esto es una clase de prologo, y no se muy bien cuando subire de nuevo, porque no sé cuando regreso a Argentina... ¡Como extraño mi país, dios santo! En fin, espero que les haya gustado y les prometo que no será tan simple como deja verse la idea. Besos! :D