Disclaimer: Nada de esto me pertenece, todo es propiedad de J.K. Rowling.


Capítulo II

De preguntas sin respuesta.


In a haze, a stormy haze, I'll be round I'll be loving you always. Always… —Canta Teddy con voz desafinada y ritmo desacompasado. No sabe donde ha escuchado esa canción, ni el nombre, ni el grupo, ni el cantante. Nada, pero lo cierto es que no se la puede sacar de la cabeza.

Escucha las escandalosas risas de Lily y Rose en la habitación contigua a la suya, y la voz de tía Hermione regañándolas. No son horas para que andéis despiertas, señoritas, así que iros ya mismo a dormir. Cada cumpleaños en la Madriguera es lo mismo, risas, gritos, comida hasta más no poder y quedarse despierto hasta las tantas.

—¿Pero qué se supone que…? —Llega la voz amortiguada de tía Ginny—. ¡James Potter y Fred Weasley, cuando os encuentre no os librareis de una buena regañina!

Inconscientemente esboza una sonrisa. James es su primo —por llamarlo de alguna forma— preferido. El que siempre gasta bromas, el que siempre sonríe, el que siempre se ofrece a compartir su cuarto con él. Con James, Teddy se siente un poco más —si es que es posible— en familia.

—Teddy —Susurra alguien a su espalda. De pronto no hay risas de Rose y Lily, ni gritos de tía Ginny, ni regañinas de Hermione, ni si quiera una broma mal planeada de Fred y James. Tan sólo un inquietante y sepulcral silencio.

Con brusquedad gira la cabeza —tanto que hasta puede jurar que más de una vértebra de su cuello ha crujido en el proceso— No ha escuchado a nadie abrir la puerta, y eso que él siempre se ha jactado de tener un oído excepcional.

—Vic —Contesta exhalando todo el aire de sus pulmones, en un gesto de alivio.

Sabe que no hay motivo para estar alarmado, que la guerra pasó hace años, y que ya prácticamente no hay ningún mortífago suelo por ahí. Pero lo cierto es que escuchar ruidos en la noche nunca le ha gustado demasiado.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta el chico esbozando una media sonrisa.

Ella tan sólo atina a desviar la vista mientras juega con un mechón de su largo cabello rubio, para finalmente colocárselo tras la oreja. No sabe qué demonios está haciendo allí, tan sólo es consciente de que sus pies, de una forma casi automática, le han llevado hasta el cuarto que ocupa en esos momentos Teddy, sin ella poder oponer ninguna resistencia.

—Yo, bueno, ya sabes —Balbucea la chica dirigiendo por un segundo su vista hacia la ventana, donde los relámpagos refulgen en la oscuridad de la noche.

—¿Te siguen dando miedo? —Inquiere Ted mirando la ventana también—. Las tormentas, digo.

Victoire sólo es capaz de asentir. Tiene diecisiete años y le dan tanto miedo las tormentas como cuando tenía ocho.

Con paso excepcionalmente lento camina por la habitación, observando con detenimiento todos y cada uno de los premios que el tío Percy ha ganado. Con cada paso que da, el viejo e infantil camisón que tía Ginny le ha prestado —de un color rosa chillón, con el dibujo de lo que parece ser un oso de ojos saltones— se levanta más de la cuenta, mostrando una porción de pierna que, sin lugar a dudas, Bill Weasley jamás permitiría que nadie viese.

De una forma casi inconsciente, Teddy fija su mirada en las piernas de la chica.

Joder. Tiene diecinueve años y Victoire le parece la chica más atractiva que ha conocido jamás.

—Sí —Contesta ella pasando el dedo con aire distraído sobre el viejo mueble de madera, levantando un poco de polvo a su paso—. Sabes que siempre lo han hecho.

—Lo sé —Dice Teddy esbozando una sonrisa, a pesar de que ella no puede verle.

Victoire suspira pesadamente y se gira, recargando todo su peso sobre el viejo escritorio de madera. Siente como Teddy la observa, y eso la pone tremendamente nerviosa. Todo él le pone tremendamente nerviosa.

—¿Cómo te ha ido por Hogwarts este último año? —Pregunta el chico, intentando entablar conversación.

—Bien, supongo —Responde Victoire mirándole fijamente—. Pero te he echado de menos.

—Ya, bueno —Dice el chico a media voz llevándose una mano a la nuca—. Yo también a ti.

Ella esboza una media sonrisa. Un Sé que no es cierto, pero aún así agradezco que lo digas sin palabras que Teddy no llega a ver, ni si quiera a imaginar.

Porque lo cierto es que lleva enamorada —si es que llega a comprender el enorme significado de esa palabra siquiera— del chico desde que puede recordar. De las galletas de chocolate que le daba a escondidas, cuando maman no miraba; de su ayuda con los deberes de Encantamientos —porque ella siempre ha sido un desastre en Encantamientos— junto al fuego de la Sala Común; de sus sonrisas amplias y sinceras, de su pelo de colores, de sus ojos atrayentes. De él.

—Bueno —Comenta ella. Durante unos segundos ha estado tan sumida en sus pensamientos que no ha sido consciente del silencio que ahora reina en la habitación, creando una atmósfera casi incómoda—. ¿Qué tal por la academia de aurores? ¿Tío Harry es muy duro contigo?

—Me va muy bien —Sonríe él, y Victoire siente como miles de Duendecillos de Cornualles se apostan en la boca de su estómago al ver esa sonrisa tenuemente iluminada por la luz de la luna—. Harry se porta de forma excelente, y Ron también; todos me tratan genial.

—Siempre supiste que serías auror —Dice ella, o más bien susurra. No tiene ninguna intención de que él lo escuche, pero en el silencio de la noche, poco puede hacer por evitarlo.

Teddy sonríe. Se acuerda de esa conversación.

—Y tú que serías una princesa —Contesta él enarcando las cejas.

De pronto Victoire siente como el calor empieza a acumularse en sus mejillas —y en sus orejas, para no variar— mientras comienza a jugar con el borde de su camisón de forma nerviosa, sin fijar su vista en los dorados ojos de Teddy. Jamás se habría imaginado que él recordase eso.

—Porque lo dijiste, ¿a que sí? —Susurra él.

Ni si quiera sabe qué es lo que le ha impulsado a hacerlo, pero en apenas dos pasos está frente a ella. Sabe que si extendiese el brazo, un poco —tan sólo un poco— sería capaz de tocarla. Tocar esa piel que en esos momentos pide ser besada, cada centímetro, cada milímetro hasta memorizar su sabor. Joder.

—Teddy —Murmura ella. No es capaz de formular una oración completa, está demasiado nerviosa, su cercanía es abrumadora.

Pero ni si quiera le da tiempo a pensar algo coherente, Teddy la está besando.

No sabe por qué lo hace, ni si quiera se plantea si está bien o mal, no puede, no quiere hacerlo. Es Victoire, su prima postiza Victoire, la misma a la que está besando en esos momentos y que —oh, Merlín— desea besar durante tiempo infinito.

Mientras una mano se afianza con seguridad en su cintura —haciendo que el infantil camisón se suba más de la cuenta— la otra va directamente a su cuello. Puede notar el pulso acelerado en su yugular mientras con su pulgar —casi parsimonioso— empieza a acariciarle la mejilla.

Es un beso avasallador, que la deja sin respiración, casi sin sentido. Durante unos segundos no es consciente de lo que está sucediendo, todo es demasiado irreal. Pero de pronto un click se activa en su cabeza.

Teddy la está besando.

A ella, que lleva enamorada de él desde tiempos inmemoriales, a ella, que se limitaba con observarlo, adorarlo en silencio, con ser su amiga. Teddy la está besando a ella.

De una forma casi inconsciente pega su pequeño cuerpo aún más al del chico, es un roce ardiente, abrasador, incendiario, que les hace caer en el más profundo de los caos. Se necesitan.

Victoire se separa bruscamente, tomando una gran bocanada de aire. Durante un momento se le ha olvidado respirar. Tan sólo quiere seguir sintiendo esas manos a su alrededor y esa boca sobre la suya. Es lo único que necesita.

—¿Qué…? —Pregunta en un susurro. Su cabeza exige miles de respuestas que no sabe si está preparada para escuchar.

Puede ver los ojos de Teddy brillar, a la luz de la luna —y eso que no es llena, sabe que a él no le gusta la luna llena— en la habitación, mientras la miran, escudriñándola en la oscuridad. Y no puede evitar sentirse nerviosa.

Por su beso.

Aún nota el ardor de sus labios, el sabor de su legua, los desgarros de sus dientes. Aún siente como sus manos —que se niegan a moverse de su cintura y su cuello— le abrasan la piel a través del camisón. Le siente a él.

—No lo sé —Contesta él con voz ronca.

O sí lo sabe.

Porque es Victoire, su prima postiza, con la que ha pasado toda su vida y compartido cosas que nadie llegará a comprender. Porque es Victoire, la que ha estado junto a él siempre, sin plantearse el cuándo, el dónde ni el por qué. Porque es Victoire, la que le parece tan atractiva que más de una noche le ha hecho perder el sueño, pensando qué esconderá bajo esa ropa hecha para su tortura personal. Porque es Victoire, la misma que, con tan sólo un beso, le ha hecho sentir cosas que jamás creyó poder sentir.

—No lo sé, princesa, no lo sé —Murmura él justo antes de volver a besarla.

Y a ella le da igual. Porque no importa que no lo sepa, que no tenga respuestas a sus preguntas, o que estas se queden en el aire por el resto de sus vidas.

Él está allí, con ella.

Y eso es lo único que importa.


Fin


Como prometí, aquí está el segundo capítulo y último de este two-shot.

La verdad, espero que os haya gustado, porque yo disfruté lo inimaginable escribiéndolo, de veras adoro la pareja de Teddy&Victoire, son tan adorables :3

Por último deciros lo de siempre, que espero vuestros reviews y esas cosillas. ¡Un beso!

—Virginia.