Lollipop Wand
Uno podría llegar a asegurar que lo que menos gracia le hace a Hermione es tener que ir a ver un partido de quidditch, sobre todos aquellos conocedores de su pasado, que fuera la única de su grupo de amigos a la que no se le caía la ropa interior ante el anuncio de una nueva escoba o por unas entradas imposibles de conseguir y que se encontrasen en sus manos lo decía todo, pero te habrías equivocado. Ni siquiera el que su relación con Ron se fuera a pique por culpa de este deporte o, concretando, porque hiciera una íntima amistad con algunas animadoras. Mejor no pensar en las animadoras del equipo en donde Ginny jugó de manera profesional que, usando esta palabra, se comportaron como verdaderas profesionales con un tercio del Trío Dorado que no puso muchos impedimentos para evitarlo al disfrutar, y no va con doble sentido, de los beneficios de la fama.
No, lo que más la molesta y menos ganas tiene de ir es a las fiestas, porque estas siempre resultan ser bailes, en donde no le queda más remedio que presentarse para no quedar fuera de los círculos de poder dado que siempre acuden como abejas a la miel, o a la mierda más bien, pensaba Hermione. Para no ser ignorada, ni que ignorasen sus peticiones varias, tenía que acudir a este tipo de eventos y relacionarse con una obligada sonrisa en sus labios.
Una vez más se preguntaba por qué no dejaba su trabajo en el Ministerio y se dedica a otra cosa porque o sus propuestas son ignoradas o cuando son aceptadas, por algún tipo de milagro, quedan en suspenso por agregarlas en otros puntos, la manera de que pudieran pasar, o sus beneficiarios no se muestran entusiasmados con sus nuevos derechos que, para ellos, más les parecen castigos. Le fue mucho mejor con los derechos de los licántropos que con los de los elfos domésticos.
Quién lo iba a decir, ¿verdad?
Y ahora aquí estaba para hablar con el jefe de la Oficina contra el Uso Indebido de la Magia para poder hablarle sobre el permiso especial que iba a necesitar para poder abrir su propio negocio. Teóricamente no le sería necesario ningún permiso especial si no todos los que se indican en los formularios pero Hermione, conociéndose como lo hace, sabe que tarde o temprano atraerá la atención de varias oficinas, comités e, incluso, cuarteles del ministerio. Pero siempre sería por casos de fuerza mayor y no a consecuencia de acciones deliberadas por su parte.
Esta había sido su única intención para venir al baile pero ya llevaba aquí casi tres cuartos de hora y no solo le fue incapaz de hablar con la única persona con la que quería hablar si no que se ha pasado todo este tiempo bailando porque resultaría de lo más inapropiado el declinar las peticiones por culpa de que, la mayoría de estas personas, podrían hacer que le pusieran trabas a sus aspiraciones, aunque dudaba mucho de que alguno de ellos se atreviera. Su nombre, aunque nunca lo utilizó más allá que para presentarse, porque no le quedaba otra, tenía mucho peso en la comunidad mágica pero no por ello se encuentra por encima del resto de magos y brujas. Y eso mismo podrían argumentar en su contra. De ahí que en su rostro se encontraba una amable sonrisa y sus pies trataban de acercarla, entre giro y vueltas, a la zona en donde se encontraba su objetivo.
Además de que ya podía declinar la próxima petición para bailar porque sus pies le estaban gritando que tuviera misericordia de ellos.
Y fue en uno de sus giros que logró localizar a Jenson Cole, jefe de la Oficina contra el Uso Indebido de la Magia, junto a quien reconoció como su hija Adriana Cole, y alumna de tercer año en Hogwarts, que debía estar pasando las fiestas de Navidad en casa. De seguro que el que su hija se encontrase presente podía serle de mucha ayuda a Hermione porque, aunque ella no quiera utilizar su fama, sigue siendo famosa y conocida o, como muchos han dicho y dirán, un ejemplo para las futuras generaciones de brujas. Así, sin distinciones de sangre. Como debe ser, pensó Hermione.
Justo cuando se disponía a disculparse con su actual pareja de baile, cuyo valor se le agotó con solamente pedirle esta pieza y ahora parecía temer que pudiera cometer el sacrilegio de pisarle los pies a la heroína de guerra, alguien más se acercó junto a Jenson Cole y, mientras veía como se saludaban dándose la mano para luego besarle cortésmente el dorso de la mano de la pequeña, jovencísima, Adriana— aunque en realidad no existe contacto con los labios pero eso es otro tema—, no tuvo ningún tipo de dificultad para ponerle nombre a esa persona a pesar de estar viéndole de espaldas.
Un cabello como aquel, con ese color rubio platino, que amenazaba con acabar por blanquearse en cualquier momento, era imposible de olvidar. Como tampoco lo hacían sus gestos y expresión corporal aunque, viéndolo con detenimiento, se trataba de un cuerpo al que habría que prestarle más atención de la ofrecida hasta ahora. Hermione se mordió la lengua ante semejante atrevimiento por su parte.
¡Céntrate a lo que viniste aquí, Hermione! No has sufrido tantas canciones, en verdad los bailes puesto que la música y letras han sido más que aceptables, para que te desvíes de lo importante por ponerte a examinar con sumo detenimiento ese cuerpo que está unido a esa mentalidad y nombre con apellido. Aunque siempre ha sido un apellido pegado a un nombre que yo recuerde.
La pareja de baile apretó con fuerza los labios para poder reprimir un grito cuando Hermione estuvo a punto de quebrarle los dedos de la mano con la que estaban agarrándose.
¡Esa serpiente no tiene ningún tipo de vergüenza! Si es una niña, por Merlín. Con la cantidad de aurores que se encuentran en este baile por qué ninguno va ahí para detenerle por pedófilo. ¿Qué aurores? Si está su propio padre delante y no hace ni dice nada al respecto— Hermione puso mala cara—. Se me revuelve el estómago pero no pienso dejar que se aproveche de una muchacha inocente.
Y ahí estaba ese perfil que, de seguro, uno pensaría encontrar solamente en los trabajos de los escultores de la antigüedad. Eso o en una cara de los galeones. El tiempo no pasa en balde y Hermione podía ver que en el caso de esta sierpe en particular tampoco lo había hecho. Y no era solamente el cambio físico, para mejor como no parecía ser posible de otra manera, si no en la actitud perdiendo la frialdad al relacionarse con otras personas aunque…
Esa persona en concreto tiene una década menos a sus espaldas.
Pero parecía ser que la situación se había creado más por la mente de Hermione que por la realidad de los hechos que estaban aconteciendo porque la, niña, muchacha se encontraba actuando según su edad, aunque mostrando una buena educación, más que como una de esas niñas que tratan de actuar como si ya fueran adultas. Mantenía las distancias… aunque Hermione podía asegurar que, además de por educación, se la veía algo nerviosa.
Algo de lo más normal viendo con quien está tratando y como este parece haber hecho evolucionar su actitud manipuladora hacia un comportamiento adulto y contenido.
—Eh, yo, ¿puedo irme ya?
Aquella voz apartó a Hermione de su escrutinio del Slytherin para darse cuenta de que la canción ya había terminado, no quería ni pensar desde cuando, y su pareja de baile parecía querer poder recuperar su mano para salir corriendo y no parar hasta que hubiera llegado a casa en donde poder esconderse bajo las sábanas de su cama de donde jamás querrá salir.
—Oh, sí. Lo siento mucho. Ha sido un placer compartir este baile con usted.
—Sí, sí,… lo mismo digo, yo… tengo que irme— el muchacho era todo nervios y Hermione no se sorprendería si al salir del salón acabase vomitando—. Adiós.
Y allá se fue su última, ¡Gracias a Merlín por ello!, pareja de baile de esta noche. Sus pies se lo agradecerían eternamente. Esperaba que no hubiera queja porque se pusiera a caminar en estos momentos puesto que no le gustaba mucho el que aquella sierpe estuviera tan cerca de la persona por la que ella se encontraba en este baile.
Sin perder la compostura, algo que no esperaba que le ocurriera puesto que ahora todos eran adultos responsables, o lo más cercano a serlos, y el pasado se encontraba ahí mismo, en el pasado, en donde uno puede rememorar y saber el origen de ciertos hechos pero no para permanecer en un continuo estado de enfado porque eso sería una actitud infantil. Y ninguno de ellos era ya un infante.
Eso es algo que puede verse a simple vista, pensó Hermione recorriendo, sin vergüenza alguna pero con discreto encanto, la figura del Slytherin, pero no por ello se me tienen que caer las bragas por él, ¿verdad? No hubo respuesta a su pregunta.
El problema, porque como era ella no podía si no encontrar problemas en todas partes que necesitan ser resueltos, residía en que no la dejaría en muy buen lugar el llegar e interrumpir cualesquiera que fuera la conversación que estuvieran manteniendo.
Pues no interrumpas nada y, en su lugar, vete a coger una bebida a la mesa que, mira tú que casualidad, se encuentra cerca de donde se encuentran ellos. Incluso es posible que sean ellos quienes me introduzcan en la conversación de reconocerme. Claro que, espero, el haberme cortado el pelo, tan corto, no sea impedimento para ello puesto que había llegado a pensar que en lugar de que me reconociesen a mí era a mi pelo al que la gente reconocía. Esos dichosos rizos indómitos.
Y, tal como Hermione había esperado, fue reconocida… por Adriana cuya reacción, diferencias obvias aparte, le recordó la que tuvo Ron cuando vio a Krum bajar del barco que lo trajo a Hogwarts. Aunque, siguiendo con dicha comparación, querría decir que la tenía como su heroína, esperando que no al nivel que Ron tenía a Krum porque entonces habría sido mejor buscar otro momento para hablar con Jenson Cole, jefe de la Oficina contra el Uso Indebido de la Magia, pero no tenía tiempo que malgastar cuando su futuro laboral se encuentra en juego.
—¡Hermione Granger!— por lo menos supo que había exagerado la situación puesto que se tapó la boca con ambas manos y parecía rejuvenecer varios años—. Lo siento.
—No pasa nada, Adriana— esto casi logra desmayarla allí mismo.
—¿Sabes como me llamo?
—Cariño, contrólate un poco y no agobias a la pobre muchacha— intervino el padre de Adriana riéndose por lo bajo—. Es un placer verla aquí, señorita Granger— le saludó Jenson ofreciéndole la mano que Hermione aceptó con un sentido apretón—. Aunque es algo inesperado.
—El gusto es mío, señor Cole.
—Por favor, llámame Jenson— le pidió con una sonrisa que marcó las arrugas de su maduro rostro que, a pesar de ello, aún mostraba las reminiscencias de su juventud.
—Muy bien, pero yo también debería pedirle que me llame Hermione— Hermione sonrió su réplica—. Y es cierto que no acudo a este tipo de eventos sociales muy a menudo…
—¿Sola? A ninguno— intervino esa voz que, a pesar de los años, seguía sonando a oídos de Hermione como lo hizo la primera vez que la escuchó.
—¿Malfoy?
Este no pudo evitar una débil media sonrisa ante la actitud, precavida, por parte de Hermione. Tampoco es que la pudiera culpar de ello.
—¿Granger? Me siento agraviado por merecerme solamente un simple asentimiento por tu parte a pesar de que nos conocemos de hace tantos años— ese brillo calculador asomó en los orbes grises que eran los ojos de Malfoy. Algo que no le pasó desapercibido a Hermione y que le dejaba muy claro que estaba tramando algo pero no lo qué—. Aunque es posible que eso mismo sea el motivo para ello.
Tranquilízate, Hermione. No está tratando de alterarte, o enfadarte, si no que es un simple comentario y nada más. Eres una mujer adulta y sabes como tienes que comportarte. Y tampoco es que Malfoy haya hecho algo malo últimamente.
—Yo diría que el que nos conozcamos de antes me ayuda a poder verte con otros ojos, Malfoy— le dijo ofreciéndole la mano que fue aceptada por Malfoy.
—Menuda coincidencia, Granger. Esas mismas palabras estaba a punto de decírtelas en este momento— en un primer momento pareció que Malfoy iba a darle un simple apretón de manos pero, al momento en que entraron en contacto, la giró para llevársela a sus labios. Ni que decir que el gesto dejó a Hermione sin respiración y, si bien el gesto bien realizado no ofrecía contacto entre sus labios y el dorso de la mano de Hermione, sí pudo sentir la calidez que estos emitían y que se transmitió por todo el cuerpo de la joven Gryffindor—. Una carrera muy interesante te has estado labrando estos años.
Hermione le podía estar agradecida a Malfoy por haber traído a colocación el tema de su trabajo y así le pondría voz una vez hubiera recuperado el aliento. La espera, no obstante, fue aprovechada por otra persona para intervenir en este momento.
—Es cierto que vosotros os conocéis de Hogwarts— Hermione no pudo evitar pensar si esta exagerada reacción era la misma que ella tuvo en segundo curso con cierto profesor de DCAO. Tembló ante la sola posibilidad de que así fuera—. ¿Erais amigos… o algo más?— la insinuación casi le sacó una carcajada a Hermione por el rostro ilusionado de la muchacha.
Como si…
—Yo diría que… algo más— tanto Hermione como Adriana mostraban la misma mirada de sorpresa, aunque por motivos bien diferentes—. No es por ser curioso pero tengo la impresión de que tu presencia, en solitario, en este evento se debe a lo que todos suelen usarlos. Negocios. Y no me gustaría ser el causante de hacerte perder un tiempo valioso.
Algo por lo que Hermione estaba agradecida ya que no sabía muy bien como debía procesar aquel "algo más" de Malfoy. Adriana, en cambio, parecía hundirse a cada segundo puesto que ella sí quería que siguiera ese otro tema.
Mala suerte, chica. Pero el trabajo antes que el placer… ¿? No has dicho eso refiriéndote a… ¡Maldita sea!
—Tenía pensado ir esta semana, mañana posiblemente, al Ministerio para tener una conversación con usted, señor… digo, Jenson.
Hermione no pudo evitar echarle una mirada de reojo a Malfoy pero antes de que tuviera oportunidad de volver a decir algo más el Slytherin se le adelantó pidiéndole un baile a la joven señorita Cole que aceptó encantadísima de la posibilidad de bailar con Malfoy. Con el paso del tiempo tenía más y más historias para contar a la vuelta de vacaciones.
A pesar de que era algo que la beneficiaba el gesto contrariado que cruzó el rostro de Hermione dejaba clara su opinión acerca de que Malfoy decidiera bailar con Adriana como método de darle espacio para que pudiera hablar con Jenson Cole.
¿Y a ti qué te importa lo que haga o deje de hacer Malfoy? Pues que es una niña, por Merlín. ¿Es qué nadie piensa en los niños, en las niñas en este caso?— Hermione se quedó atónita ante sus propios pensamientos—. ¿Realmente has dicho eso aunque fuera para ti misma, Hermione?
Lo mejor era volver al por qué de su presencia aquí.
—¿Y qué es lo que puedo hacer por usted?
Aquí estamos. El momento en que pensarán que usa su fama para lograr sus propósitos aunque no fuera el caso puesto que la gente es más dada a derribar a la gente una vez la dejaron en lo más alto para poder ver cuan dura es su caída.
—Dentro de unos días daré por terminada mi etapa en el Ministerio para poder abrir un negocio propio pero para tener el que yo quiero necesitaré uno de los permisos que se otorgan para la manipulación y creación de pociones de gran peligrosidad. No porque pretenda crear ese tipo de pociones si no que me sirve para aumentar la seguridad y nunca se está de más cuando se trata de seguridad— le aclaró para que no pensara mal de ella.
—Está claro que ha hecho bien sus deberes— Hermione tuvo que luchar una sonrisa en sus labios— por lo que debes ser consciente que ese tipo de permisos de tan alto nivel son limitados.
—Sí, señor— no pudo evitarlo—. Pero también me informé que una de las compañías que poseían dicho permiso ha cerrado— una manera amable de que quebró por haber tratado de abarcar más allá de sus posibilidades reales— por lo que su permiso se encuentra libre para poder ser adjudicado a una nueva sociedad.
—Es cierto y aunque está claro que se encuentra al tanto de este tipo de hechos… me temo que, lamentablemente, alguien más lo estuvo mucho más porque…
El rostro tranquilo, y esperanzado, de Hermione fue mudando lentamente a un gesto de incomprensión e incredulidad para luego pasar a cierta molestia e irritación. Era una suerte que tuviera tanto autocontrol porque, de ser otra persona, acabaría por reventar este baile de la peor manera posible. Ofreciéndole una sincera sonrisa de agradecimiento por su tiempo, pero trabajada para poder mantenerla en su lugar, Hermione se despidió del señor Cole para dirigirse a donde no solamente sus pies la estaban instando a que se moviera.
Por un motivo u otro Adriana sabía que la persona con la que estaba bailando, el hombre, la serpiente, era una celebridad y poseía un nombre por derecho propio, tanto en el mundo como en Hogwarts, ahí por diferentes causas, y por eso se encontraba en el Cielo ya que podría presumir de haber conocido a Hermione Granger y también de haber bailado con…
—Discúlpame— Adriana se volvió ante el ligero toque en su hombro como por la súbita aparición de aquella voz—. ¿Me permites?— le pidió Hermione.
La mirada de Adriana pasó de Hermione a su pareja de baile y no pudo evitar si no recordar el "algo más" que le había dicho antes. Su rostro dio lugar a un gesto de emoción muy difícil de ocultar.
—Claro que sí— Adriana le pasó la mano de Malfoy que sujetaba para que fuera la propia Hermione quien lo hiciera a continuación—. Gracias por bailar conmigo, Draco.
¿Draco? Es que esta sierpe no tiene ningún tipo de vergüenza.
—El honor ha sido todo mío, Adriana— se despidió con el mismo gesto con el que la había saludo en primer lugar y que hizo que la, niña, chica se ruborizase. No dejó de verse el dorso de la mano mientras volvía con su padre.
Al instante los dos antiguos compañeros de Hogwarts, de Casas rivales como eran las de Gryffindor y Slytherin, se encontraron en medio de una pista de baile siguiendo el compás de la música. Fue la ligerísima, y ahogada, carcajada que casi resultó inaudible por parte de Malfoy lo que devolvió a la realidad a Hermione. El por qué se encontraba realmente en este lugar bailando con Malfoy.
—¡Eres una maldita serpiente!— fue lo primero que brotó de labios de Hermione. Malfoy no parecía nada sorprendido.
—Y yo que creía que eso ya era algo que habías dejado cubierto en el pasado— lo que más irritaba a Hermione era la calma con que estaba actuando Malfoy—. Me parece a mí que no estás del todo familiarizada con los protocolos que se esperan en este tipo de eventos, Granger.
El nervio que tiene.
—¡Le has pedido el permiso al señor Cole para la manipulación y creación de pociones peligrosas, Malfoy!— Hermione le siseó cual serpiente—. Es un permiso restringido y ya lo poseen las empresas de tu familia pero pediste un segundo… ¡y te lo ha dado!
—Es incorrecto, Granger— el gesto endurecido de Hermione no se mudó pero dejó entrever cierta confusión—. En eso de que lo pedí pero ni mucho menos. Yo seguí todos los cauces necesarios para presentar la petición de dicho permiso como uno debe hacer siguiendo todos los procedimientos legales. No me puse un elegante, ajustado y revelador vestido para venir a un baile al que no me apetece venir para tratar de lograr dicho permiso con mi perfecta sonrisa y la fama que siempre acompaña al nombre y apellidos de Hermione Jean Granger— le dijo todo de una vez aunque sin perder la compostura, ni su propia sonrisa perfecta, y solamente mirándola en la profundidad de los ojos avellana de Hermione—. Aunque, entre tú y yo, a ti te sienta mucho mejor lo de llevar vestido— añadió sin poder reprimir una sonrisa.
Pero Hermione no estaba para chistes porque todo lo que le había dicho Malfoy le había afectado. Y lo hizo porque era cierto. La dificultad, y la tardanza, que llevaría presentar una petición para ese permiso eran demasiado y cabía la posibilidad, como se ha podido comprobar, de que otro lograse el permiso antes que ella.
Se acabó su sueño de investigación y creación de pociones. Ahora mismo tendría que conformarse con la preparación de simples pociones que una niña de segundo curso podría llegar a realizar. Ahora su futuro caería en la realización de pociones de estética.
¿Pero por qué tenía que haber sido Malfoy de todos los posibles?
—¿Por qué pedir otro permiso cuando Empresas Malfoy ya lo poseen, Malfoy?— le preguntó casi dejándose arrastrar por la pista de baile—. ¿Podrías explicármelo?
—No.
La contundencia de la respuesta la paralizó al momento haciendo que ambos se detuvieran… justo al término de la música. La seriedad con que Malfoy se negó desapareció al ver la cara de sorpresa de Hermione para mudarse a un rostro afable que tan extraño se le hacía de ver a Hermione en el Slytherin.
—Era broma. Menuda cara has puesto, Granger. Y será mejor que nos quitemos de la pista si no quieres acabar teniendo que bailar una segunda pieza conmigo— Hermione se dejó llevar por Malfoy de manera que cuando se detuvieron se encontró en el exterior en uno de los muchos balcones que habían. La noche parecía burlarse de ella por mostrarse hermosa y perfecta cuando a ella le habían dado un revés a su futuro—. La explicación, como suele ocurrir, es mucho más sencilla de lo esperado y, podría decir, que casa muy bien con la que te llevó a buscar dicho permiso, Granger.
Hacer, crear, tener algo propio.
—Quieres tu propio negocio— ¿tan semejantes resultaban que eran sus líneas de pensamiento?—. ¿Qué tipo de negocio tienes en mente, Malfoy?
La sonrisa que le dedicó el rubio logró hacerla estremecer sin saber muy bien el motivo para ello. Le conocía y era consciente de que no resultaba peligroso aunque a esa persona hace años que la vio por última vez.
—Magia, Granger— le respondió sonriendo como si fuera un niño pequeño a punto de contar una nueva travesura. El brillo en su mirada era tan atrayente como cegador. Uno no debe acercarse mucho al Sol porque te quemarás las alas, Hermione.
—¿Y especificando un poco más?— preguntó condescendientemente Hermione.
—Simple y llana creación— Hermione se fijó que, si bien la mirada de Malfoy no se apartaba de sus propios ojos avellana, parecía encontrarse en otro lugar, en otro tiempo en realidad—. Es algo que se originó en sexto curso. Cuando estuve a punto de morir por un hechizo desconocido. Sectumsempra. Si hubiera muerto en aquel momento cuanto diferente habrían sido los hechos posteriores, ¿verdad, Granger? Sobre todo porque Potter se habría convertido en un asesino— una fría media sonrisa se formó en los labios de Malfoy—. Seguro que Dumbledore le habría dejado irse sin postre un par de fin de semanas por ello.
Esto no era la respuesta que había esperado Hermione y, sobre todo, no le gustaba el nuevo rumbo de la conversación. Un rumbo que no podía si no seguir a su pesar.
—Trataste de lanzarle una imperdonable, Malfoy. Además de haber estado conspirando para matar a Dumbledore— le dijo cruzándose de brazos dedicándole una dura mirada.
—Sí, y me habría ahorrado suficiente tormento por mi parte de haberme dicho que tenía pensado que Snape le matase desde un principio— no, este no era el camino a seguir puesto que el pasado debía quedarse en el pasado—. ¿Qué es la magia, Granger?
Había que admitir que sabía muy bien como cambiar completamente de tema.
—¿Volvemos a primer año de Hogwarts, Malfoy?
La condescendencia de Hermione se ganó un rodar de ojos por parte de Malfoy.
—La magia es vida y, por tanto, siempre se encuentra en constante cambio. Evolucionando con el paso del tiempo. Créeme cuando te digo que es algo más que apuntar con una varita y decir una palabra, comúnmente en latín, para que algo extraordinario suceda.
Ahora fue el turno de Hermione para rodar los ojos.
—Eso ya lo sé, Malfoy. Por eso mismo quiero… quería, aún quiero abrir mi propio negocio de investigación y desarrollo de pociones— no le diría que la idea también le vino acerca de ciertos sucesos de sexto curso, concretamente los referidos al dichoso libro de pociones del príncipe mestizo. Comprobar que alguien había sido capaz de mejorar todas aquellas pociones ¡qué se encontraban impresas en el libro dejando constancia su oficialidad!—. Lo que ahora no me será posible a no ser que otro no pueda mantener su permiso. Eso o irme al extranjero donde aún tengan algún permiso a concurso.
—O podrías trabajar conmigo, Granger— le ofreció Malfoy una tercera salida.
—¿Es qué no me has escuchado, Malfoy? Aunque no me extrañaría en absoluto el que no lo hubieras hecho. Quiero abrir mi propio negocio, mi empresa. Algo que, con el paso de los años, acabaría convirtiéndose en un negocio familiar apartado de las aglomeraciones de las grandes empresas pero, no por ello, inferior a ellas. Nada de elementos externos si no que la empresa siempre se encontraría en manos de quien la creó.
Nunca cambiaría. Se le da un tema de conversación y es capaz de perderse hablando y hablando sin parar incluso cuando la otra persona pudiera encontrarse totalmente distraída en lugar de estar prestándole atención.
—He dicho trabajar conmigo, Granger. No trabajar para mí— un punto muy importante—. Todo será a partes iguales, aunque tenga que rebajar mi participación para igualar tu aportación.
Hermione pareció quedar completamente ensimismada recapitulando las posibilidades de dicho acuerdo. Quería su negocio y quería empezar cuanto antes pero, por culpa de ciertas distracciones, léase Ron, que no la dejaron actuar como debiera hasta que se libró de ellas, había terminado por llegar tarde para conseguir lo más importante para su negocio. Y ahora Malfoy se lo estaba ofreciendo junto a sí mismo… bueno, hablando estrictamente de negocios, por supuesto
Ya conoces lo que se dice de hacer negocios con el diablo, Hermione.
Cierto, y ahora podía entender mejor lo de que algo pudiera resultar tan tentador, y no ayudaba nada el que Malfoy se le presentase diabólicamente perfecto y con su pico de oro. Oro… galeones… ¡negocio propio!
—Socios al cincuenta por ciento y ninguno tendrá la última palabra por encima del otro, ¿de acuerdo, Malfoy?
—De acuerdo; pero me temo que siempre tendré la palabra por encima tuya, Granger— aquellos orbes brillaban como el hielo siendo golpeado por los rayos del Sol—. Aunque la culpa es toda tuya por haber decidido quedarte ahí abajo— Malfoy colocó una mano a la altura de la cabeza de Hermione— y no crecer más mientras que yo he terminado aquí arriba— movió la mano dejando clara la diferencia de altura entre los dos, aunque solamente fueran unos 20 centímetros (1,65 Hermione y 1,85 Malfoy) pero suficiente para que surgiera aquella maliciosa media sonrisa—. ¿Lo ves? Mi palabra siempre estará por encima de la tuya.
Hermione negó con la cabeza aunque no pudo ocultar una sonrisa por aquel absurdo por parte del Slytherin. Draco Malfoy logrando hacerla sonreír, y reír, sin ser como consecuencia de algún momento, acción o situación embarazosa por parte del rubio. Ciertamente sí que parecía que hubiera la posibilidad de un futuro juntos… ¡profesionalmente hablando! Eso, profesionalmente hablando, por supuesto.
—Ten mucho cuidado de que no te haga sombra, Malfoy— le dijo Hermione con un tono indescifrable pero que no le permitió a Malfoy que le pudiera dar un pensamiento antes de alzar la mano para cerrar el trato—. ¿Socios?
Pero, como no podía esperarse de otra forma, Malfoy seguía siendo Draco Malfoy, Slytherin hasta la médula.
Sus manos se cerraron en un apretón para que, en el momento siguiente en que Hermione fue consciente, se encontrara siendo partícipe en un abrazo, unilateral, por parte de Malfoy con uno de sus brazos enroscado en su cintura y su sorpresa por dicha acción, y situación actual, oculta bajo los labios de la sonriente sierpe.
Debía ser consciente, Hermione era totalmente consciente, de lo que estaba haciendo y, sobre todo, con quién lo hacía pero no parecía encontrar ningún tipo de excusa para echarse para atrás, o a un lado, y dejar de besarse con Malfoy. No era porque hiciera tiempo que no tenía el más mínimo contacto carnal con alguien del sexo opuesto, o del propio aunque no fuera del gusto de Hermione no era ignorante de las miradas que algunas le dedicaban, ya que estaba en su mano, y esto no va con segundas, el poder remediarlo si no que no tenía ganas de satisfacerse con cualquiera. No es que tuviera que estar enamorada para poder tener relaciones sexuales, aunque a ella le parecía un buen complemento a las mismas pero, de ser así, ¿por qué estaba dejándose llevar en el disfrute de estos besos con Malfoy?
Cuando sus labios se separaron pudo sentir como le escocían y pedían más de aquellas deliciosas caricias, además de haber empezado a sentir otro tipo de picor en una parte en el sur de su anatomía y, ¿desgraciadamente?, no eran sus pies.
—¿Es así como cierras los tratos, Malfoy?— le preguntó Hermione tratando, y errando de pleno, poner un tono de voz que denotase molestia. Sobre todo por la manera tan fogosa que le salió.
—Y doy las gracias, Granger— le respondió sin perder ni un ápice de su maliciosa sonrisa.
Hermione empezaba a disfrutar de dicha sonrisa pues le devolvía a una Hermione del pasado que pensaba que ya no se encontraba en su interior.
—Puedo imaginarme la cara que debió poner el señor Cole cuando le diste las gracias por el permiso, Malfoy.
—Jenson, Granger— le corrigió con un rostro serio que le hizo demasiada gracia a Hermione—. Y no se podría comparar a la que puso Adriana. Estoy seguro de que la influí para que se tomase muy en serio sus estudios y poder sacar los TIMOS y ÉXTASIS necesarios para trabajar junto a su padre y ser ella a quien tuviera que dar las gracias en una próxima vez.
La diversión se fue esfumando del rostro de Hermione al salir a relucir Adriana. Esa extraña sensación en su estómago había vuelto con tan solo nombrarla y Hermione no comprendía como podía afectarle de esta manera tan extrema.
Hermione le dio un sopapo en el brazo de Malfoy.
—Es una niña, Malfoy. Y ahí estabas tú flirteando con ella con semejante descaro que no sé como no llamaron a los aurores para que te detuvieran por pervertidor de menores— Malfoy no podía ocultar, por mucho que lo intentase, la sonrisa de sus labios—. No tiene ninguna gracia. ¿Cuántos debe tener? ¿Doce?— esto no hizo si no que Malfoy riera con más ganas—. ¡Deja de reírte de mí, Malfoy!— le siseó Hermione mientras le palpitaba una vena en la sien.
Y Malfoy se quedó en silencio. Aquella orden, aquella amenaza… Mentiría si dijera que no lo había excitado allí mismo y, si Hermione bajara la mirada, podría comprobar sus efectos en la entrepierna del Slytherin.
—Muy bien. Entonces volvamos a los negocios, ¿no te parece, Granger? Podríamos quedar mañana para comer y discutir todos los puntos de nuestra relación— a Hermione se le borró la sonrisa que se le formó cuando logró que cambiara de tema, al no tener ningún tipo de excusa para su comportamiento con Adriana, cuando escuchó la manera en que, por lo menos a sus oídos, sonó la palabra "relación"—. Los fondos para el negocio, los pagos a realizar, posibles localizaciones para el local… lo típico en estos casos.
La realidad le golpeó de lleno acerca de que iba a asociarse con Draco Malfoy para abrir un negocio que… ¡No, no era la realidad! Una lechuza casi le arrancó la cabeza, o eso le pareció a Hermione que agachó la cabeza y se apartó de la trayectoria del ave, para acabar lanzándose en brazos de Malfoy que la agarró con firmeza… y la mantuvo en sus brazos más tiempo del necesario bajo cualquier perspectiva de unos buenos modales, y el respeto por el espacio privado y personal de Hermione que quedó completamente anulado al encontrarse en brazos de Malfoy.
—¿Estas un poco nerviosa esta noche, Granger? Me pregunto por qué puede ser— añadió con esa insufrible media sonrisa suya.
Hermione se apartó de Malfoy mientras trataba de que no toda la sangre se le subiera al rostro cuyas mejillas ya parecían brillar enrojecidas. Lo mejor era ignorar lo sucedido y atender a la lechuza que se encontraba sobre la barandilla. El mensaje parecía ir dirigido para ella.
—¿Quién puede mandarme una nota a estas horas?— se preguntó Hermione de manera retórica. A pesar de ello obtuvo una respuesta.
—Viendo que te parece algo absurdo puedo asegurar que será alguno de esos a los que llamas tus mejores amigos, Granger— le respondió Malfoy mientras sacó de su bolsillo algo para la lechuza. Cuando su madre le decía que en sus bolsillos podía encontrarse de todo, lo decía literalmente en serio—. No hay nadie menos oportuno.
Genial. Y resulta que tiene razón.
—Me invitan mañana a comer para celebrar el que me otorgasen el permiso para poder abrir mi negocio— no dijo de quien era la nota para mantener a raya el ego del Slytherin mientras escribía una réplica en el mismo mensaje—. Pero primero quieren que vayamos a tomar una copa ahora como preludio.
Hermione vio como la lechuza, luego de comer su recompensa y recibir la réplica, se fue volando dejando, una vez más, a la pareja a solas. Había sido una manera de lo más curiosa para interrumpir un momento de lo más confuso, por lo menos para la propia Hermione.
—Los tienes malacostumbrados, Granger. Piensan en ti como alguien completamente infalible— y Hermione no podía estar más de acuerdo—. ¿Qué tal si pasamos nuestra comida a una cena para que puedas cumplir con esta citación? Puedo pasar por tu casa a recogerte o, si así lo prefieres, nos encontramos en un lugar, digamos que, público en donde no te encuentres amenazada por mí.
—Pero no logré el permiso, Malfoy— le recordó Hermione—. Y no me siento amenazada por ti— otras cosas podían decirse pero una de ellas no era el sentirse amenazada—. ¿En las Tres Escobas?— ¿por los viejos tiempos o, realmente, por propia seguridad?
Malfoy soltó un suspiro negando con la cabeza. Ciertamente Hermione era alguien única tanto para lo bueno como para ser una testaruda.
—No, lograste algo mejor— Malfoy separó algo los brazos en un gesto revelador mostrándose en toda su magnificencia—. Me tienes a mí, Draco Malfoy.
Hermione no pudo evitar una carcajada mientras trataba de contener, sin mucho éxito, la sonrisa en sus labios.
—Esa soy yo. Una chica de lo más afortunada— solamente se refería a tenerle como socio, y lo que sentía por su conducta con Adriana era a causa de la diferencia de edad y que no estaba bien visto la manera en que la trataba. ¿Y que te dejase querer más con semejante beso?, le preguntó una incordiante vocecilla interior—. Mañana nos quitaremos todo esto de encima.
Malfoy estaba allí de pie ante Hermione con gesto serio, sin apartar su mirada del rostro de Hermione con tal intensidad que empezaba a ponerla algo nerviosa.
—Si va a tratarse de una reunión nudista lo mejor sería hacerla en mi casa, Granger.
Aquello la dejó sin aire por la indignación, y no el deseo como una parte de ella estaba tratando de insinuarle.
—Quitarnos de encima todo lo referido a todos los puntos de nuestro negocio en común, Malfoy. Y será mejor que empieces a olvidarte de tratar de llevar esto a un término más allá del ámbito de los negocios porque no pasará de ahí.
Eso es, chica. Repítelo muchas más veces hasta que empieces a creértelo incluso tú misma. ¡Oh, cállate! Tú que sabrás. Bueno, contando que soy tú pues ya me dirás.
Le reventaba el tener razón incluso sobre sí misma. Era casi igual de malo como cuando era Malfoy el que tuviera la razón. ¿Y eso no quiere decir que le consideras como tu igual, Hermione?
Sin saber cómo sucedió, Hermione se encontró atrapada contra la barandilla con Malfoy bloqueando ambos lados con sus brazos, sus manos rozando los costados de ella quitándole incluso el más mínimo espacio para moverse. El rostro de Malfoy descendió hasta quedar a un palmo del de Hermione, quien no pudo evitar tragar en seco mientras resultaba embargada por el aroma del rubio.
—Eres demasiado inteligente para llegar a empezar siquiera a creerte eso, Granger— sus labios se movieron sobre los de Hermione sin llegar a rozárselos para luego ofrecerle un sutil contacto que le hizo creer que lo había llegado a imaginar por el fuerte deseo que sentía porque la besase—. Pero si quieres jugar a eso puedes hacerlo que no seré yo quien te lo impida.
Bueno, si podía mantenerse un tiempo sin ningún tipo de contacto con Malfoy estaba segura de que podría controlar estas sensaciones y así poder evitar caer nuevamente en tan, sobrecogedoras, sensaciones.
Malfoy la besó y Hermione se dejó llevar hasta lo más profundo de aquel beso.
—Dijiste que me dejarías jugar a eso, Malfoy— le recordó casi sin aliento cuando sus labios se separaron.
—Es cierto— era una sonrisa lo que Malfoy le estaba ofreciendo a Hermione—. Que Slytherin por mi parte el no negarme lo que deseo, Granger. Y, al mismo tiempo, te ofrezco lo que pretendes negarte a pesar de desearlo con tantas ganas.
Le podría preguntar cómo podía decir eso pero, el que se encontrase agarrándose con ambas manos en la barandilla de manera que su cuerpo se arqueó en íntimo contacto con el de Malfoy mientras se lo cubría con el suyo, era una respuesta significativa en sí misma.
No podía esperar para la cena de mañana.
—¿Habrá postre, Malfoy?— se encontró Hermione escuchándose preguntar.
—El que tú prefieras tomar, Granger. Y podrás repetir todas las veces que te apetezca.
Se le había resecado boca y garganta y no había manera de que, por mucho que se relamiera los labios, pudiera ofrecerse un mínimo de humedad. De la misma manera que su sangre había subido antes toda hacia arriba a su rostro, la humedad parecía haber bajado toda hacia su entrepierna.
Con promesas semejantes podía aficionarse rápidamente a tomar postre hasta reventar.
Realmente no podía esperar para la cena de mañana.
—Yo me voy yendo— dijo Hermione casi temerosa de no poder controlarse de seguir más tiempo junto a Malfoy. ¿Por qué no podían seguir siendo los mismos que eran en Hogwarts? De seguro que no sentiría este tipo de atracción por él entonces—. Tengo un ajetreado día mañana y será mejor que lo prepare todo muy bien para que no haya ninguna sorpresa.
—Pero el que haya sorpresas es lo que lo hace todo más interesante, Granger.
Supo que era el momento de retirarse cuando empezó a pensar en lo bien oculto que estarían tras una de aquellas columnas en donde nadie podría verles mientras Malfoy la estuviera…
¡Wow, quieta ahí, chica! Realmente necesitas una copa… y una ducha para quitarte este ardor de encima, y de dentro, Hermione.
—Será mejor que me vaya ahora mismo o cuando llegue ya estarán con unas buenas copas de más
—No quiero ni imaginarme a esos con varias copas, ¿es qué no han aprendido a beber?
Realmente no eran de los que toleraban mucho el alcohol, lo que Ginny aprovechaba con Harry para cuando este se hacía el remolón.
—Digamos que más que volverse algo más desinhibidos tiran más por volverse algo más exhibicionistas— confesó Hermione con gesto de cansancio dejando bien claro que tuvo que encarar este tipo de situaciones más veces de las preferidas.
Malfoy alzó la mano pidiendo que parase allí mismo.
—Suficiente información para mi gusto, Granger— le pidió antes de dedicarle una ardiente, y lujuriosa, mirada que casi la hizo abrirse de piernas allí mismo a Hermione—. A no ser que tengas por ahí algún relato de ebria experimentación lésbica protagonizada por ti con alguna de tus amigas.
—¡Claro que no!— pero el que lo hubiera negado con tanta rapidez y que su rostro hubiera enrojecido sin ayuda de ningún tipo de bebida con graduación, gritaban con voz potente la mentira que brotó de sus labios—. No sé a qué viene eso, Malfoy. Yo tengo que irme.
Y eso fue lo que trató de hacer pero, con tantos nervios recorriéndole el cuerpo, no pensó en aparecerse de allí si no que intentó caminar hacia la puerta de salida.
Mal movimiento…
Malfoy la cogió por la cintura y la pegó contra su cuerpo amoldándola contra su pecho y dejando bien claro que, sin ella a su lado, tendría que hacer frente, en solitario, con una gran situación entre manos. Bueno, más bien entre piernas.
… o no.
—Piensa en mí, Granger— le susurró al oído para luego lamerle el lóbulo para atrapárselo entre sus labios. Sentir sus dientes mordisqueárselo fue demasiado para Hermione que no pudo evitar liberar un gemido de gusto—. Sueña conmigo.
¿Pensar en él? ¿Soñar con Malfoy? Hermione estaba completamente segura de que esta noche, sintiendo la humedad en su entrepierna, haría mucho más que pensar en él, despierta o dormida.
—…-nas noches, Malfoy— logró decir Hermione cuando Malfoy la liberó de su abrazo aunque tardó unos reveladores segundos en ponerse en marcha—. Hasta mañana entonces.
—Hasta mañana, Granger.
No podía entender como había gente que repetían una y otra vez que era un verdadero, y enorme, error el mezclar el trabajo y el placer.
Bueno, siempre hay una primera vez para todo. Y estamos hablando de Granger. Demostrémosles que cuan equivocados están.
Esa fue la última vez que vio a Hermione Granger… con vida.
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Continuará
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