Nota de la autora: Este es mi primer fanfic yaoi de todos, quiero decir, que nunca he escrito nada de este estilo, al menos no completamente. Me da hasta verguenza xD En fin, es como una especie de prueba, y no sé si lo continuaré durante demasiado tiempo. Pero bueno, South Park y todos sus personajes pertenecen a sus creadores respectivos.
Advertencia: Por cierto, esto es una cosa llamada Slash, que es relaciones, en fin, ya sabeis, entre chicos. Si no os gusta, no lo leais, por favor. Para seros sinceros, a mi tampoco me hace demasiada ilusión, pero supongo que estos dos personajes me parecen interesantes en ese aspecto. Ah, y perdonad si soy un poco tímida para escribir estas cosas, lo que quiero decir, es que no espereis nada demasiado explícito, para eso, buscaros otra autora. Bueno, y ya no me enrollo más, y voy a ello.
Capítulo I
Renovable
-No sé ni para qué me ofrecí a hacer este trabajo contigo en primer lugar, ni siquiera me caes bien! ¡Siempre estás jodiéndome¡ !Siempre me estás fastidiando las cosas¡ ¡No te soporto, Cartman!
-Ah, Kyle, por fin esta conversación da sus frutos...puestos a quejarnos, tú siempre te comportas como una mujer. Sí, Kyle, eres como una mujer menstruando. Como una mujer con la menopausia, Kyle. Como un judío menopaúsico, como tu madre. Sois iguales.
-¡Con mi madre no te metas, gordo de mierda! ¿Quieres que me meta yo con tu madre, eh Cartman? ¡Porque tengo mucho que decir, hijo de puta!
Así pasaban las horas, y teníamos que entregar el trabajo antes de que terminara la semana. No me lo podía creer. Podía haber ido con Jimmy, pero no, tenía que elegir al gordo porque vivía más cerca. Jimmy me caia bien, era buen chico. Hubiera merecido mucho más la pena hacer el trabajo con él que con el nazi.
El trabajo era de energía renovable, y nos había tocado la energía eólica. Bueno, más bien me había tocado, porque como era de suponer, Cartman no estaba haciendo una mierda. Tampoco esperaba nada diferente. Era Cartman, al fin y al cabo.
Mientras yo escribía él estaba buscando gilipolleces con su portátil. Estaba buscando información de un alemán llamado Mengele, y leyéndome todo lo que a ese puto enfermo le gustaba hacer con los judíos. Me revolvía las tripas. ¡Y Cartman también!
-¿Y sabes qué, Kyle? Mengele cogía judíos y hacía experimentos de presión con ellos. Luego les diseccionaba para ver los efectos que los cambios de presión habían tenido sobre su cerebro. ¿No te parece interesante, kyle? Yo creo que más que un mosntruo, ese hombre era un genio.
-¿Por qué en vez de buscar bestialidades asquerosas no me ayudas a hacer el trabajo, Cartman? ¿De verdad te estás molestando en hacer todo esto solo para ofenderme? Porque no tiene sentido, te lo digo en serio. No funciona, así que dejalo, y ayúdame. O si no, firmaré yo sólo el trabajo, y a ti te pondrán un cero más redondo que tú mismo.
-Eso no va a pasar Kyle -me respondió el gordo hijo de puta - porque les diré que me hiciste trabajar como un negro y luego firmaste tú el trabajo, y mi madre llamará, y sabes que pasa después, Kyle. No puedes ir contra mí, y lo sabes.
-Cállate de una vez, Cartman. Si no vas a hacer nada por lo menos cierra la boca -y parece que por una miserable vez en su vida, Cartman me hizo caso. Extraordinario. El caso es que pasó casi un cuarto de hora, y nada. Ya casi había terminado el trabajo con la información que había buscado en MI propia casa. Cuando me di la vuelta para comprobar lo que Cartman estaba haciendo, el gordo estaba completamente dormido. Que cabrón. Y encima le había prometido a mi madre que el trabajo estaría hecho para el día siguiente porque tenía que ir al dentista y no me iba a dar tiempo.
Se supone que esa noche me iba a quedar a dormir en casa del gordo. Su madre no había puesto ninguna pega, así que yo no tuve mucho que decir. Eran ya más de las once y media, y yo yontinuaba y continuaba haciendo el trabajo mientras el gordo dormía detrás. La vida es así de injusta. Siempre me tocaba a mi currar por los demás, para luego atribuírles los méritos. Supongo que es lo que tiene eso de ser judío.
Cuando hube terminado, me acerqué hacia donde Cartman se encontraba, y le zarandeé de golpe.
-Eh, culo gordo, despierta y saca la otra cama, que yo tmabién quiero dormir. Venga, Cartman.
-¿Cama? Aquí no hay más camas, Kyle. Si quieres, duerme en esta, que hay sitio para los dos, y si no, ahí está el suelo. Al fin y al cabo, es el lugar que te corresponde, judío.
Al ímbecil le debía de dar un extraño morbo decir todo aquello, porque su cara de satisfacción no se hubiera podido pagar con dinero. Así era Cartman, nada que no os haya dicho ya. Pero no le iba a dar ese gusto. Le aparté de un golpe y varios empujones y me metí en la cama, lo más alejado que pude de él. Si total, ese gordo ocupaba más espacio que dos como yo juntos.
Si creeis que Cartman había cambiado a lo largo de los años, vais listos. Seguía siendo el mismo gordo hijo de puta. Si eso había engordado algo más, pero no creais que tanto. Por suerte, lo que había engordado lo había crecido también, pero eso no le quitaba de ser un gordo de mierda, y así seguiría siempre, a no ser que se sometiera a un intenso plan de adelgazamiento de esos que siempre intentaba mi madre, pero que nunca le servían de nada. Y eso era prácticamente imposible para Cartman, ya que odiaba hacer ejercicio.
De no ser por los más de veinte kilos que me sacaba y las dos cabezas y media que tenía por encima de mí, le hubiera atizado más de una vez. Claro, que por supuesto, eso no iba a pasar. No. Definitivamente no.
Miré a la mesilla y pude ver su antiguo gorro de lana. Gorro que por cierto, ya no llevaba casi nunca. Cartman había adoptado nuevos hábitos. Tenía el pelo algo largo, castaño y liso. En eso tenía suerte, el muy cabrón. Bueno, en eso y en la mayoría de las cosas. Además, ahora yo también me había quitado mi Ushanka, y llevaba el pelo al aire. Fuera complejos, supongo. Odiaba ser pelirrojo, bueno, en general odiaba mi pelo, pero tampoco era peor que ser calvo.
Hacía mucho frío en la habitación de Cartman, pero ya sabeis, la gente gorda no suele pasar frío. Era tan tarde que la calefacción ya había dejado de calentar hace dos horas, y eso se notaba. Pero de todas formas, ¿qué podía hacer yo? Acercarme a Cartman me daba demasiada verguenza, porque me empezaría a llamar maricón y a reírse de mí en el colegio. En cambio, si me quedaba así, no dormiría en toda la noche. Acostumbrado al calor de mi casa me había traído el pijama mas frío que tenía, porque soy así de inteligente.
¿Y qué podía hacer? Quería acercarme a Cartman para no tener tanto frío. Estaba practicamente tiritando, y en situaciones desesperadas...bueno, medidas desesperadas, ¿no? Me acerqué poco a poco al lado de la cama de Cartman, intentando no despertarle. Dormía como un tronco mientras yo me helaba de frío a su lado. Típico también.
Me acerqué hasta el punto de tener la cabeza prácticamente pegada a su espalda, y los antebrazos también. Odiaba admitirlo, pero así se estaba mucho mejor. Podía oír su respiración suave a mi lado, y te mentiría si dijera que eso no me tranquilizaba. Me acerqué un poco más, hasta que prácticamente no podía estar más cerca.
Cartman emitía mucho calor corporal, y yo que era tan delgado, era su contraste. Sin darme cuenta aspiré el perfume a detergente caro de su camiseta del pijama.
Pasé unos momentos relajados hasta que de repente Cartman se dió la vuelta. Me asusté, pensaba que le había despertado, pero sus ojos aún seguían cerrados. Podía oler su aliento a clorofila y sentí como colisionaba con el mío. Si me movía le despertaría, y de todas maneras estaba muy agusto. Supongo que siempre me podía inventar la excusa de que había aparecido así por la mañana, y nadie me podría decir nada.
En fin, todos nos movemos sin querer mientras dormimos, ¿no?
Mis ojos se fueron cerrando lentamente, y en pocos minutos quedé dormido oyendo la respiración de Cartman a mi lado.
o*o*o*o*o*o
A la mañana siguiente, amanecí con mi frente pegada a la de Cartman, exactamente en la misma postura que había quedado la noche anterior. Supongo que no pude evitar sonreír al ver al gordo tan dormido, porque no solía ser una persona relajada. Cartman siempre tenía algo en la cabeza, en ese sentido, no podía estarse quieto. Sobre todo si eso tenía que ver con joderle la vida a alguien.
Pero ya no era un niño. Tenía quince años, igual que yo. Se había puesto un pendiente en la oreja izquierda, que brillaba con el sol que entraba de la ventana. Era raro verle así. Acerqué mi mano para tocar el pendiente, con cuidado de no despertarle. Cartman frunció el ceño, y yo no pude evitar sonreír de nuevo. Ahora mismo, al contarlo, no puedo evitar darme cuenta de lo gay que suena todo esto, ¿verdad?
La puerta de la habitación de Cartman sonó, y no tardé ni dos segundos en retirar la mano de su oreja, retirarme un poco y fingir estar dormido.
-¡Chicos, es hora de levantarse, tenéis que ir al instituto! -gritó la madre de Cartman desde la puerta. Hoy era el día de entrega del trabajo de la energía renovable.
-¿Hiciste el trabajo, judío? Si no, lo único que no va a ser renovable es tu cara -dijo Cartman con la voz ronca de dormir y desperezandose.
-¡Cállate!
Por lo visto, lo único que nunca sería renovable era la relación entre Cartman y yo.
El final del primer capítulo... ¿qué os ha parecido? Que raro es escribir esto xD En fin, dejar algún comentario de si quereis que continúe o no, porque tampoco sé muy bien como seguir de todos modos. Un saludo!