No tengas miedo a vivir.

Acto uno

La niña de los jazmines.


Finalmente Enishi, el chico que le gustaba, parecía haber reparado en ella. Kaoru sintió sus mejillas teñirse de carmín al recordar el modo en que él le dijo que era "bonita", poco antes de salir de la escuela.

Soñando, soñando, al doblar la esquina, Kaoru se encontró con un camión de mudanzas aparcado frente a su casa. O para ser más exactos, ante un edificio de dos pisos, que albergaba cuatro departamentos. Kaoru vivía en el piso de arriba y el departamento del lado llevaba meses sin ocupantes.

El camión se marchó cuando la joven le dio alcance, y desde la calle pudo notar algunas cajas apiladas en el pasillo por el que tendría que pasar. Con curiosidad, cargando su maletín de estudiante, subió la escalera y disimuladamente trató de descubrir a las personas que vivirían junto a ella. Rogó para que no fuera otra anciana como la señora Sato.

El pasillo estaba cerrado por las cajas y muebles menores. La joven, de ojos dulces e inmensos, se detuvo junto a un gomero y cuatro sillas de madera. Se volvió y repentinamente se encontró con un pelirrojo de mirada violeta.

¿Realmente sus colores eran naturales?

Fascinada, no se dio cuenta que incomodaba a su vecino con su escrutinio. Él sonrió.

-¿Vive usted al lado, verdad? Lamento que esté tapada la pasada. La despejaré para usted.-

El pelirrojo tomó la maceta con el gomero y las sillas. Kaoru pudo seguir sin problemas al otro lado.

Podría haberse metido en su casa y hacer sus tareas, pero Kaoru era entusiasta y amistosa y decidió presentarse.

-Mi nombre es Kamiya Kaoru, vivo aquí junto a usted, con mi padre, Kamiya Kojiro. ¿Le puedo ayudar a acomodarse?- agregó tras hacer una reverencia.

El pelirrojo también se presentó.

-Mi nombre es Himura Kenshin y seré su nuevo vecino, junto a mi esposa Himura Tomoe.-

Por alguna razón, Kaoru se sintió decepcionada de que fuera casado. Lo borró mentalmente de su lista de hombres atractivos que conocía.

-Me alegro mucho que estén aquí. Espero con todo el corazón que encuentren un hogar en este lugar y que les guste el vecindario.- respondió.

Del departamento salió una mujer que hizo pensar a Kaoru que era posiblemente la más bella que había visto. Alta, un poco más que su marido, delgada, de penetrantes ojos negros y cabello lacio hasta la cintura, Tomoe bien podría estar trabajando para una agencia de modelos de alta costura. O como actriz de doramas.

Kenshin presentó a Kaoru a su esposa, y le habló sobre el ofrecimiento de ayudarles. La mujer miró a la muchacha.

-Estamos encantados de conocerte, pero no queremos incomodarte si tienes algo más que hacer.

-No es ninguna molestia.- dijo Kaoru feliz de tener compañía.

-Pero no podemos aprovecharnos.- dijo Tomoe.

-No es molestia, de verdad me sentiría bien ayudándolos en algo.

Kaoru quedó a cargo de trasladar las cajitas que decían "cocina" y tras terminar, recibió las gracias de la pareja y se retiró a hacer su tarea.


Durante algunos días, nada especial sucedió. El padre de Kaoru regresaba del trabajo a media tarde y ella lo atendía como buena y única hija. A veces Kaoru deseaba haber tenido más hermanos, o que su mamá aún viviera para tener con quien hablar durante esas horas solitarias entre la escuela y la llegada de Kojiro. En el pasado, muchas veces ella deseó fervientemente compañía, pero la anciana vecina del lado vivía encerrada y ni las buenas intenciones de la muchacha por sacarla de allí para conversar rindieron sus frutos. Finalmente la señora murió sola, fue Kaoru quien dio aviso y la única, junto a su padre, en acompañar el cuerpo en los funerales. Pasó cerca de un año antes que alguien decidiera arrendar el departamento cinco de ese pequeño edificio (por superstición, si bien eran cuatro departamentos, el número cuatro se considera de mala suerte, asi que se lo saltaron) y aunque Kaoru no lo demostró de inmediato, se sintió muy contenta y llena de esperanza cuando vio a la joven señora del hombre de cabello rojo. Automáticamente la etiquetó como futura amiga.

La oportunidad de acercarse a la mujer se dio un día que Kaoru la encontró acomodando unas macetas con flores en la terracita del pasillo y otras las colgaba de la baranda. La joven de diecisiete años le preguntó por el nombre de unas flores que quedaron a la sombra.

-Se llaman Azaleas. – Dijo Tomoe escuetamente.

-Son muy bonitas.- repuso Kaoru. – A mí no se me da lo de cultivar flores. Pero a mi madre sí. Ella puso el jazmín que está ahí, colgando de la terraza. Yo lo riego todos los días y mi padre lo poda, pero a veces he querido plantar otras cosas y se me secan.

Tomoe miró unos momentos a Kaoru.

-Si te esfuerzas, y aprendes, tus flores nunca se secarán.

-Mi padre me dice que hay gente que tiene un don para que la naturaleza se dé en sus manos, como los agricultores, y otros no, como yo.-

-Tal vez simplemente te falte práctica.- dijo Tomoe con suavidad, y apartó un macetero que sólo tenía tierra.- Conozco a personas que no tienen el don, como dice tu padre, y te aseguro que si fueras como ellas, el jazmín de tu madre hubiera muerto en tus manos. Vamos a comprobar si puedes cuidar de una planta.- dijo pasándole la maceta.

-¿Hum?. ¿Y esto?-

-Bajo la tierra está la semilla de una Camelia Japónica. Te la obsequio para que la cuides. Es la flor favorita de Kenshin y él me la trajo.

Kaoru abrió los ojos sumamente asombrada y devolvió el regalo.

-No puedo aceptarlo, es de su esposo… él se molestará con usted. Sobre todo si se me muere.-

-A mí se me han muerto todos los que me obsequió durante nuestro noviazgo. Tal vez tu mano sea mejor que la mía.

-Pero… - Kaoru realmente estaba muy aproblemada con eso.- Yo no puedo aceptar, no es correcto.

La puerta se abrió y Kenshin, que al parecer leía algo, pues traía gafas y un libro en la mano, miró a Kaoru.

-Señorita Kamiya, por favor, acepte el regalo de mi esposa. Desde el momento que le obsequié la semilla, es de ella y ella decide. Si considera que usted puede cuidar mejor de una camelia, no soy quien para dudar de su buen juicio.

Kaoru reparó por primera vez en el rostro del señor Himura y notó el maravilloso tono violeta de sus ojos. Pero para no distraerse demasiado en ello, miró a Tomoe.

-Le agradezco la confianza que ha depositado en mí. Trataré de no defraudarla.

Según lo que Kaoru pudo encontrar en internet, su camelia requería poco agua ahora que había empezado el invierno. Tenía marcados en el calendario los días que debía regarla para que no se le olvidara o la sobrealiementara regándola más de la cuenta.

Se llevaba bien con Tomoe, ella era muy reservada, pero sumamente agradable. A Kenshin casi no lo veía y en realidad prefería que fuera así, porque se sentía incómoda frente a él. Visitaba a Tomoe al llegar de la escuela y comían juntas. Kaoru ya le había contado toda su infancia unas cuantas veces, y Tomoe algunas cosas sobre ella en sus días de escuela.

-Yo tengo treinta y un años, y Kenshin veintiocho.- le dijo un día.

A Kojiro no le molestaba la amistad de su hija con la vecina, pues consideraba a Tomoe agradable y buena esposa. Incluso, Tomoe preparaba galletas o golosinas que compartía con sus vecinos. Era decididamente un ángel de persona.

-Ojalá yo pudiera ser como ella.- se dijo Kaoru mientras distraída, regaba su jazmín.

-¿Cómo quién?-

Kenshin se encontraba tras Kaoru y ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. La regadera se le soltó de la mano, pero por suerte cayó sobre el jazmín y no hacia el primer piso.

-Lo siento.- dijo Kenshin sin poder disimular su diversión en el rostro.- No la quería asustar.-

-No lo escuché venir.- dijo Kaoru recuperando su regadera.

-Entonces me dirá como quién quiere ser.- insistió Kenshin.

Era muy difícil resistirse a la sonrisa de Kenshin. La joven encontró normal en Tomoe haberse enamorado de Kenshin no más conocerlo.

-Como Tomoe. Parece ser una muy buena esposa. Y una excelente mujer. Pero a mí me cuestan esas cosas. –

-¿Segura?-

-Claro. Mi madre murió repentinamente, y no alcanzó a enseñarme cosas de casa. Casi todo lo he aprendido en las clases de la escuela, pero hay cosas que simplemente no puedo, como hornear galletas. A Tomoe le salen muy bien, siempre doraditas.-

-Es cierto que esas cosas son importantes en una mujer, la cocina, el aseo de la casa y otros quehaceres. Pero a veces, más importante que lo anterior, es el corazón amable y cariñoso de la esposa. Yo me sentiría más feliz con una sonrisa de bienvenida a mi casa, que con la mejor de las cenas.-

Kenshin se movió hacia la maceta donde Kaoru había escrito con un plumón "Camelia Japónica" para no olvidar el nombre y consultar por internet al respecto.

-Veo que no es tan mala con las plantas. La semilla finalmente largó un brote.-

Kaoru soltó su regadera y se encontró con una maravillosa hojita verde abriéndose paso desde la tierra.

-No lo puedo creer.- dijo con los ojos repentinamente arrasados en lágrimas. ¡Su primera camelia acababa de nacer!

Kenshin notó la emoción de la muchacha.

-Usted no debería creer que es mala en algo sin antes hacer la prueba con cuidado. A todos nos salen mal las cosas cuando no nos dedicamos ni seguimos los pasos para que resulte correctamente. Estoy seguro que si pusiera más atención a lo que cocina y lo que hornea, sería tan buena cocinera como Tomoe. Por lo demás, estoy muy agradecido por ver que ha hecho brotar mi camelia.-

-¿A usted le gustan las flores?-

-No.- dijo Kenshin mirando hacia la calle con las manos en los bolsillos.- Pero como le pasó a usted, mi madre también falleció siendo yo pequeño. Ella amaba la naturaleza y plantó en el jardín de la casa una camelia de flores blancas. Tras su muerte, mi padre y yo nos mudamos lejos de aquí, y regresamos hace unos cuantos años. Al visitar la casa donde pasé mi infancia, me di cuenta que el árbol permanece. Hablé con los dueños y los convencí de que me permitieran recoger la semilla que da el árbol. Da sólo una, una vez al año.-

Kaoru miró a Kenshin con cierto espanto, al tomar conciencia de la misión que él y Tomoe le habían encomendado.

-La primera no me resultó, asi que al año siguiente le di una a Tomoe para que la hiciera brotar, porque a ella se le da eso de las flores, pero tampoco resultó. Es primera vez que veo un brote de camelia. Debo darle las gracias por su dedicación.

-He visto fotos de camelias. Son muy bonitas.- dijo Kaoru.- Y se pueden tener en un macetero grande si no se posee jardín.

-Puede llegar a ser un árbol maravilloso. Con gusto la llevaré un día a conocer la que plantó y cuidó mi madre.

Kaoru sonrió al mirar su jazmín y tomar conciencia de que ella también cuidaba algo de su mamá. Quiso decírselo a Kenshin, pero algo en su mirada le indicó que él ya sabía de eso.

Sonriendo, la joven acarició con la punta de los dedos la hojita enroscada, y pidió guía para hacer crecer el árbol de su nuevo amigo.

La vida de Kaoru siguió apaciblemente entre su casa, su escuela y sus amistades. La amistad con Tomoe seguía favorablemente y Kaoru pronto tuvo la confianza de pedirle que le enseñara a cocinar. Fue en una de esas clases que ella notó que Tomoe estaba triste. Y tres clases después decidió confesarse.

-Odio mi vida.- dijo. Kaoru no podía creerlo.

-Pero tienes un esposo, un departamento lindo y eres hermosa… ¡eres perfecta!.- dijo la joven estudiante.

-No. No lo soy, porque odio ser una esposa, odio tener una casa y sobre todo, odio tener que estar todo el día en aquí sin nada que hacer más que ordenar y limpiar.

Kaoru no siguió presionando. Tomoe tenía razón. No podía ser la aspiración de una mujer dedicarse sólo a los quehaceres. A veces ella pensaba en eso.

-Tal vez, si pudieras ser mamá… -

-Un hijo sale muy costoso y Kenshin no quiere saber nada de ellos. Lo hemos hablado, pero él no da su brazo a torcer.

-El señor Himura es un hombre amable y sensible. Posiblemente si le hablas con calma él pueda comprender.-

-No, él no comprende. Hemos tenido esa conversación muchas veces y no quiere un hijo de ninguna manera. –

Kaoru revolvió con los dedos un montón de harina que quedó sobre la mesa.

-Mi madre tenía un empleo de medio tiempo. Quizá te resulte algo así.-

Tomoe suspiró y se apoyó pesadamente en la pared.

-No sé si Kenshin… -

-El señor Himura trabaja por turnos y no siempre requiere que tú le cocines. Si es tan amable como me ha parecido, no creo que te ponga problemas para trabajar y entretenerte en algo. Tus flores son hermosas, crecen y crecen… los arreglos de tu casa son inigualables y yo creo que en una florería te iría muy bien.

Los ojos negros de Tomoe se iluminaron.

-¿Una florería? Podría ser. Un negocio propio.-

-Podrías administrar tus tiempos tranquilamente.-

Acabaron las galletas y unos días después, Kaoru subió corriendo la escalera con tal prisa que casi se llevó por delante a Kenshin que ese día se había quedado en casa y leía algo sentado en el último peldaño.

Kaoru no se detuvo a pensar en lo lindo que se veía con sweater y pantalón de color beige, arremangado y relajado. Llegó hasta la puerta de la casa de Tomoe y se metió. La encontró preparando la mesa.

-Los dueños de la florería de la esquina han decidido irse y poner su negocio en arriendo. Creo que sería maravilloso… -

Tomoe miró a Kaoru significativamente, se quitó el delantal y salió con prisa, mientras se arreglaba el cabello. Kenshin y Kaoru se quedaron mirándola desde lo alto de la escalera. Entonces Kaoru miró al pelirrojo.

-¿No la va a seguir? ¡Ella quiere tener una florería! Usted es su esposo, debe apoyarla.-

-Señorita Kamiya… no tengo idea de lo que me está diciendo.-

Kaoru en pocas y apresuradas palabras, puso a Kenshin al tanto de los sentimientos de Tomoe. Él entonces le pidió que lo guiara a la florería que quería su esposa y allá la encontró.


Tomoe estaba feliz. Finalmente, era la dueña de un sinfín de ramos de flores, macetas y semillas por germinar. Todo eso le encantaba y se sentía realizada cada vez que debía ir a hacer la compra semanal de flores frescas para mantener su stock. Incluso, puso en marcha unas cuantas ideas para atraer más clientes y lo consiguió. Y la mejor parte es que habló con un par de empresas para convencerlos de obsequiar con flores a sus empleadas cuando estuvieran de cumpleaños y esas cosas.

Sin duda era una emprendedora. Aunque pretendía trabajar medio día, acabó, a los dos meses, atendiendo diez horas continuas. Pronto contrató a otra chica para que le ayudara, cuando llegó Marzo, porque el ritmo era mucho.

El único problema que había con eso y que Tomoe desconocía, era que Kaoru la extrañaba. Después de terminar sus tareas, salía al pasillo para apoyarse en el barandal y mirar sus jazmines y su camelia. Dejaba que la brisa le acariciara las mejillas y deseaba ser libre para recorrer todos los caminos de su tierra y hacer amigos. Acaso así no se sentiría tan sola cuando tenía que quedarse en casa, porque otras veces iba a visitar a sus amigas y salían por ahí y se distraía, pasándola genuinamente bien. Pero cuando estaba sola en casa, parecía que todo se le venía encima.

Un día Kenshin llegó un poco más temprano de su trabajo y la encontró completamente absorta.

-¿Señorita Kamiya?-

La joven se sobresaltó. Pero lo saludó en cuanto se repuso. Reparó en que Kenshin traía una caja de bombones. Tomoe era una mujer muy afortunada por tenerlo.

-¿Y eso? ¿Se los dará a su esposa?-

Kenshin sonrió y se apoyó en el barandal junto a Kaoru. Dejó los bombones entre ambos. Se veía cansado.

-Me ascendieron. Me sentí muy contento y quise compartirlo con ella. Le hubiera comprado unas flores, pero ya sabe… ella tiene miles de esas. Y le traje bombones. Dos años de matrimonio y cuatro de noviazgo y me acabo de enterar que no soporta las avellanas.

Kaoru lo miró unos segundos. Tenía la impresión que en ese segundo piso, él estaba tan solo como ella.

-¿Y en qué trabaja usted?... digo… para entender a qué puesto lo ascendieron.

Esta vez Kenshin la miró ligeramente.

-Soy… bombero. Desde hoy tengo una cuadrilla a mi cargo.-

-¿Bombero? ¡Usted salva vidas!- dijo ella admirada. Ahora entendía los horarios de trabajo de él y el que fuera siempre informal.

Kenshin rió.

-Y también rescato gatitos de los árboles. Esta noche me van a condecorar en una ceremonia. Tomoe dice que está muy cansada por trabajar todo el día y pienso que me gustaría que ella me acompañara y sintiera orgullo, pero no irá.

-Ella trabaja mucho en su negocio. Debe comprenderla. Está feliz de conseguir una nueva empresa para…

-La comprendo…- dijo Kenshin pasándose una mano por la frente y alisando su cabello hacia atrás.- pero… yo sé que la verdad es que ella no quiere estar conmigo.-

Kaoru no entendió lo que Kenshin le decía.

-No diga eso… señor Himura. Tomoe lo quiere mucho. Ella dice que desearía tener hijos suyos, con su cabello y color de ojos… y hasta donde comprendo, eso lo dice una mujer que ama.

Kenshin distraídamente abrió la caja de bombones y tomó uno. La movió para indicarle a Kaoru que ella también tomara. La joven lo hizo, sin comentar que amaba las avellanas con el chocolate.

-Tomoe sabe que eso no puede ser posible conmigo. Yo no puedo ser papá.-

-¿Qué?- Kaoru no entendía por qué él le decía eso. Era un tabú. Pero trató de aparentar madurez y no hizo comentario al respecto. Kenshin se comió unos cuantos bombones en absoluto silencio con ella, porque quería contarle algo a la muchacha y no sabía cómo empezar.

-¿Sabe, señorita Kamiya? Para lo del terremoto, estuve cerca de la central de Fukushima, visitando unos familiares con Tomoe. Me acuartelé de inmediato para brindar apoyo y para recibir instrucciones y nos explicaron que la planta nuclear tenía problemas y nos necesitaban para enfriarla. Pidieron voluntarios y me ofrecí. Pero no pensé… por Kami que no pensé… -

Kenshin se tomó la cabeza con las dos manos. Algo en su gesto hizo que el corazón de Kaoru se encogiera y sintiera la necesidad de abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Pero ella sabía, dolorosamente, que si él había servido a su comunidad intentando apagar ese reactor, aún desde fuera, podría haber una terrible secuela por la radiación que escapó.

-Yo amo ser bombero. Amo proteger y servir… realmente así lo siento.- dijo Kenshin mirando a la joven de frente.- Pero entonces no pensé en las consecuencias. Había que evitar un desastre mayor. No pensamos en la radiación en ese momento… pero después supimos… que todos nos habíamos condenado. No puedo pensar ser padre si mi cuerpo está alterado hasta no sé qué nivel. Y Tomoe no puede aceptar eso. Le he dicho que adoptemos niños… yo he investigado. No soportaría que un hijo mío muriera de leucemia a los cinco años. Tampoco sé cuánto tiempo tengo yo.

No era justo que un hombre tan valiente y amable como él tuviera que pasar por eso. Era un héroe. Kaoru estaba estupefacta.

Miró sus jazmines.

-Señor Himura, gracias por contarme. Me encantaría, sinceramente, decirle algo que lo alegrara, pero… no se me ocurre nada ahora.-

Kenshin no dijo nada, pero le acarició la cabeza como si Kaoru fuera una hija suya. Ni él comprendía por qué le había contado cosas tan personales a la joven. Debía ser que en el fondo, su corazón estaba demasiado cansado y él estaba demasiado solo en casa. Kaoru le quería alegrar de alguna forma.

-Si no le molesta… me gustaría ir a su condecoración. Me gustaría ver que lo llenan de honores. De verdad, usted es un héroe.

Kenshin miró a Kaoru significativamente. Tomoe jamás lo trató de héroe por su "hazaña" tras enterarse. Lo trató de egoísta, de tonto. Y él la entendía… de verdad. Debieron tener hijos en cuanto se casaron, y ahora se arrepentía tanto de no haber cedido antes a esa petición.

-Mi padre viene en camino para acompañarme. Me sentiría muy honrado de que usted asistiera.

Kaoru estaba contenta con la idea, pero algo le molestaba. Kenshin le acabó obsequiando la caja de bombones, antes de irse a tomar una siesta.

La joven caminó hasta la florería, para hablar con Tomoe. La encontró acomodando unos girasoles.

-El señor Himura me ha hablado de la condecoración y de que no quieres ir. ¿Hay algo que yo pueda hacer para que cambies de opinión? ¿Te cuido el negocio?-

Tomoe acabó con los girasoles y siguió con unas rosas, a las que le cortaba las espinas.

-Gracias por tu ofrecimiento, pequeña, pero no deseo ir a ver que a mi esposo lo condecoran por arriesgar su vida y nuestro futuro en cada una de sus hazañas. Prefiero quedarme entre mis flores.

Kaoru insistió un poco más y Tomoe decididamente insistió con su "no".

-En ese caso… ¿Te molestaría que lo acompañara yo?

Tomoe encontró graciosa la pregunta.

-No tienes por qué preguntarme a mí esas cosas.

-Claro que si. Kenshin es tu marido. No quiero pasarte a llevar yendo sin que lo sepas, a un lugar donde te esperan a ti.

-Bueno, pues ve con él. Me quedo más tranquila si está acompañado. Y Kaoru… gracias por preocuparte de nosotros.


No tengas miedo a vivir.

Fin acto uno.

Enero 08, 2012

Notas de autora.

Ajajaja… no me pude resistir con este nuevo fic. Un poco distinto de los demás porque Kenshin es un hombre casado. Vamos a ver qué tal queda. Un beso a todas, muy feliz año.