Título original: "A Second Chance"

Autor: EngelMegane

Traductor: Alia Inverse


Nota del traductor: Bienvenido a la traducción de 'A second chance'. Podría ponerme a enumerar las razones por la que deberías seguir leyendo, pero es más rápido que simplemente muevas el cursor. Tan sólo quiero aclarar unas cosas. Todas las situaciones, OCés, diálogos y en resumen toda esta historia pertenece a EngelMegane. Voy a tratar de hacer una traducción lo más fiel posible, pero algunas de las situaciones y juegos de palabras perderán parte de su sentido; si podéis, yo recomiendo leer la versión original. En fin, ya me he enrollado demasiado; ¡os dejo con la historia!


Nota del autor: Hey, mi primera historia para la comunidad de KHR, y es sobre las generaciones Primera y Décima. He leído un montón de cosas sobre Tsuna y Cía. viajando atrás en el tiempo y tal, pero esto es un poco distinto. Algo de Universo Alternativo, porque ocurrió hace 400 años, durante la época de Primo y todo eso. Siempre les he visto como a una familia, los Primeros siendo papis de la Decima generación (¡sin mujeres añadidas! ¡Si es posible!). Básicamente, esto va de todos ellos siendo una gran familia disfuncional, con Tsuna y sus guardianes como niños.

Disclaimer: Akira Amano posee KHR. Cariño familiar, algo de angustia, OOC y algún fallo léxico.


(Publicado por primera vez el 6 de enero de 2011)


No pudieron evitarlo.

La primera generación de los Vongola contempló la aldea reducida a ruinas, la culpa mezclada con lamentos y desesperación. Había sido una de las aldeas más pacíficas bajo la protección de los Vongola, y una Famiglia rival, de algún modo, lo descubrió y lanzó un ataque a gran escala.

Y esa aldea feliz y tranquila que confiaba plenamente en sus defensores no tuvo la más mínima oportunidad. Todo fue arrasado, las casas cayeron y los cadáveres cubrían el suelo mientras su sangre manchaba la tierra seca y muerta.

Pero nadie lo lamentaba más que el mismo Giotto, el líder de los Vongola, que ahora se encontraba entre la masacre y la violencia, pena, dolor y agonía marcados en su joven cara de veintiún años, sus ojos del color del atardecer inspeccionando el daño que su descuido había causado.

Era la única persona responsable por esto. ¿Por qué no llegó antes? Podría haber evitado esto si hubiese llegado a la aldea lo bastante rápido. Si hubiese sido más veloz, ¡si se hubiese fiado más de su instinto!

"Giotto." Una mano se posó en su hombro y se giró, mirando la expresión arrepentida de su Guardián de la Tormenta y mejor amigo, que sentía tantos remordimientos como él. "No te culpes. No podíamos saberlo. Había…" Su voz se quebró, y el hombre de pelo magenta paró, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para ese momento.

"G…" El rubio entendía como se sentía ahora mismo, pero aun así no podía evitar culparse. "Juramos proteger la aldea y fallamos. ¿Puedes echármelo en cara?"

"Bueno, en lugar de estar aquí sin hacer nada, ¿por qué no inspeccionamos la zona para ver si queda algún superviviente?" Una voz paciente y tranquila interrumpió su conversación, y ambos hombres se volvieron hacia su interlocutor. Asari Ugetsu era la viva personificación de su elemento, la Lluvia, y su calma no se rompió por la inmensa pena que sentía. "Todavía puede haber esperanza, Giotto."

"Es cierto. Dios nunca nos abandonará." Knuckle estaba avasallado, su viva personalidad apagada por los sucesos que habían ocurrido, pero todavía capaz de consolar a su líder, como el Sol siempre asociado a él. "Iré con Asari y buscaremos por el norte de la aldea."

"Knuckle, Asari…" El rubio les sonrió cálidamente y con gratitud, tratando de recuperarse. "Gracias. G y yo iremos al sur. Daemon, ¿podéis ir al oeste Lampo y tú?"

"Ehh? ¿Por qué tengo que ir con Daemon?" El más joven, el Guardián del Trueno, medio escondido detrás de Asari se quejó al rubio. "¿Por qué tengo que ir allí, de todas formas?"

"Nfufufu…" Daemon Spade rió entre dientes, observando al joven, quién gritó y trató de ocultarse de la línea de visión del Guardián de la Niebla escondiéndose tras las ropas del Guardián de la Lluvia. "Yo tampoco quiero hacer de niñera para un niñato, Giotto. ¿Por qué no le haces acompañar a Alaude en vez de mí?" Sugirió con una sonrisa perversa.

La mirada que le dirigió el Guardián de la Nube podría derretir el hielo. "… Giotto, me voy." Y sin más, la alondra desapareció, probablemente para buscar supervivientes hacia el este, la única dirección que el rubio no había mencionado.

"Ha… Ha huido…" Giotto rió nerviosamente, viendo aparecer una vena en la frente de Daemon por el hecho de tener que cuidar de Lampo. Sin mediar palabra convocó su tridente, las puntas señalando al peliverde, que chilló de miedo.

"Entonces, Lampo…" El Guardián de la Niebla parecía realmente peligroso en ese momento, con un brillo asesino en la mirada mientras analizaba a la figura temblorosa con algo parecido al sadismo. "Veamos lo rápido que puedes correr… Nfufufufufu…"

-KHR-

El resto les observó algo exasperado mientras el dúo se marchaba, Lampo corriendo tan rápido como podía, huyendo del hombre que caminaba con un paso tranquilo, casi indolente, mientras la punta de su tridente brillaba de forma amenazadora.

Con un resoplido, Giotto apartó las grandes vigas de madera y los restos de roca que rodeaban lo que quedaba de una casa. Llevaban trabajando casi una hora y, de momento, no había vuelto a saber nada de sus Guardianes. Siguió trabajando, ignorando los cuerpos que poblaban las calles y tratando de contener la bilis en la garganta, mientras las llamas de la última voluntad le ayudaban a mover restos imposibles de desplazar para una persona normal. Sería más fácil si pudiese destruir los escombros directamente, pero no se atrevía a poner en peligro la vida de quién pudiese estar atrapado debajo.

La forma en que estas personas habían sido asesinada era horrible. Podía ver algunos disparados hasta la muerte, mientras otros sufrían tales quemaduras que casi no parecían humanos. Hombres, mujeres, niños, no importaba si eran jóvenes o ancianos, todos ellos habían sido brutalmente asesinados. Podía sentir la cólera blanca y ardiente consumiéndole. La repentina ira, creciendo y retorciéndose en su interior le hizo golpear uno de los muros aún en pie, haciendo que tambalease y cayese, mientras las rocas casi se desintegraban cuando las llamas las alcanzaban.

¿Acaso no tenían corazón? ¿Cómo podían hacerle esto a gente inocente? No tenían nada que ver con los Vongola, tan sólo intentaban vivir sus vidas en paz, como buenamente podían. Ser asesinados como cerdos en el matadero… ¡Era demasiado!

Gruñó, dejando que la furia le devorase por completo. No le importaba que sus enemigos le persiguieran, pero involucrar a gente que vivía en armonía… No iban a salirse con la suya. Él no se lo permitiría.

De repente, un débil gimoteo alcanzó sus oídos y su intuición saltó, diciendo que había alguien atrapado bajo los escombros. Enseguida reaccionó, escarbando entre los desechos, siempre llamando a la persona que estaba debajo, cuyas palabras podía por fin distinguir.

"Alguien… Mamá… Papá… Ayudadme… D…Duele…"

"¡No te preocupes, puedo oírte! ¡Casi estoy ahí!" Sabía que el tiempo jugaba en su contra. Apartando las piedras y restos de la construcción a sus espaldas, al fin pudo ver un brazo que se movía débilmente, pero con vida.

Alguien había sobrevivido a la tragedia. Un rayo de esperanza. La situación no era tan horrible como parecía.

"¡Estoy aquí! ¡Te salvaré!" Con un último resuello levantó una piedra enorme y por fin Giotto pudo echar un vistazo, sin aliento, mientras su cerebro registraba la visión del herido frente a él.

Era un niño. Un niño de no más de cinco años, cubierto de roña y polvo, con lagrimas de dolor y terror surcando su rostro mientras un par de cuerpos que Giotto reconoció con horror como sus padres le cubrían de forma protectora, dando sus vidas por la de su hijo.

Al momento apagó sus llamas de última voluntad, no queriendo asustar al niño más de lo que ya estaba. Con cuidado apartó los cuerpos, jurando darles un funeral digno antes de volverse al pequeño, cuyo pelo castaño oscuro le oscurecía la cara mientras sollozaba quedamente.

"¿Te encuentras bien?" Giotto le habló con suavidad, arrodillándose frente al niño, sus ojos moviéndose con rapidez mientras buscaba heridas de gravedad. No vió nada, pero eso no descartaba posibles heridas internas. "¿Te duele algo?"

El niño no le contestó y siguió sollozando, haciéndose un ovillo mientras sus grandes ojos color caramelo le mostraban miedo y desconfianza. "Ve-Vete de aquí… Qu-Quieres hacerme da-daño…"

Eso no era bueno. El niño estaba completamente traumatizado. Echando a un lado su ira inicial contra los que habían hecho que un niño inocente temiese por su vida, Giotto retrocedió con las palmas de las manos hacia arriba, desesperado por hacerle comprender que no iba a hacerle daño.

"Mira, no llevo nada. Te prometo que no voy a hacerte nada. Estoy aquí para ayudarte." Le dijo con seriedad, intentando transmitir confianza. Es cierto que podía simplemente coger al niño para tratar sus heridas, pero así estaría dañando la frágil estabilidad mental del chaval, y quién sabe qué efectos podría tener a largo plazo.

"¿De-De verdad? ¿No me harás nada?" El niño dudaba; quería confiar en alguien y llorar hasta no poder más. El rubio sonrió tan amable y dulcemente como pudo, ofreciéndole la mano. Pero antes de que el niño pudiese hacerlo se desmayó, asustando a Giotto que inmediatamente le sujetó, apretándolo contra su pecho.

"Gracias a Dios…" Murmuró mientras comprobaba el débil, pero existente pulso del niño. Tenía cortes y moratones por todo el cuerpo, pero nada roto que él supiese.

El niño era afortunado, pensó mientras transportaba su pequeña carga fuera de los escombros. Le mantuvo cerca de sí, escuchando su respiración entrecortada, y sólo pudo rezar para que el niño viviese una buena vida a pesar de lo que había sufrido ese día.

"¡G!" Llamó, buscando a su compañero. Tenía que encontrar a Knuckle o salvar al niño no habría servido para nada. Giotto no tenía intención de perder otra vida ante la tragedia. "¡G! ¿Dónde estás!"

"¡Giotto! ¡He encontrado a alguien!" Oyó responder a su Guardián de la Tormenta, y se apresuró en dirección a la voz tratando de no zarandear al niño que llevaba en brazos. "¡Es un niño!"

¿Otro? Giotto no tuvo tiempo para pensar en ello pues encontró a G aparecer con un niño con el pelo de color de plata en brazos. "Le encontré detrás de una trampilla. Parece que su hermana le protegió cubriéndola con una alfombra. Es el único que quedaba, no está herido, sólo inconsciente." Aseguró el peso del niño en sus brazos, fijándose ahora por primera vez en el castaño colgado del pecho de Giotto. "¿Y él? ¿Está herido?"

"No tuvo tanta suerte." Giotto respondió forzadamente. "Le encontré debajo de sus padres, que actuaron de escudos humanos contra el tiroteo. No está herido de gravedad, pero sí en estado de shock. Traumatizado."

"Mierda." Juró G, clavando sus pupilas magenta en el niño. Sus ojos se escurecieron de rabia al ver que el niño aún temblaba de miedo. "Cuando encontremos a esos tipos, voy a matarles." Gruñó. "No voy a perdonarles después de lo que han hecho."

"Vamos, tenemos que encontrar a Knuckle." Viendo que Giotto tenía ambas manos ocupadas, G se las arregló para levantar el brazo y dispara sus propias llamas escarlata hacia el cielo, indicando al resto que habían encontrado supervivientes. "Ese niño necesita tratamiento." Señaló con la cabeza al pequeño de pelo castaño.

"Comprueba si ese otro también está en shock." El rubio señaló al del pelo plateado. "Veamos si Asari y los demás han encontrado a más gente."

-KHR-

"Ocho niños." Giotto suspiró y se masajeó la frente, apoyando los codos en la mesa mientras los Guardianes se acomodaban en el despacho. "Sólo ocho niños han sobrevivido al ataque." Se reclinó en la silla, sintiendo como el cansancio mental y físico le alcanzaba tras regresar a la mansión, entrada la tarde. "No puedo creerlo."

"Al parecer, todos se salvaron bien porque un miembro de su familia les protegió o bien porque fueron escondidos durante la matanza." Asari estaba sentado en una silla enfrente de la mesa de Giotto, y la tristeza dominaba su expresión. "El chico que encontré trató de proteger a su padre de mí."

"Siete niños y una niña." Alaude anunció con voz monótona, ocultando sus sentimientos mientras se apoyaba en el muro más alejado del resto. "Edades que van de uno a ocho años. Los mellizos has sido disparados en el ojo derecho, y la niño sufrió heridas graves en el estómago. Es posible que pierdan la vista. Y el bebé casi no respiraba cuando le encontramos."

"¿Qué vamos a hacer, Giotto?" Inquirió G desde su puesto al lado de la ventana, analizando la expresión pensativa del rubio. "Esos niños no tienen ningún sitio a donde ir después de lo que ha pasado. Todo aquél que conocían ha muerto. No podemos echarles ahora. La Famiglia que les atacó podría ir tras ellos de nuevo si se dan cuenta de que aún están vivos."

"Ya lo sé, G." Giotto entrecruzó los dedos, tratando de encontrar una solución. "Quizá hayan visto a los que les atacaron. Me gustaría mantenerles a salvo y que olviden el día de hoy tanto como les sea posible. Pero…" Frunció el ceño y el silencio se apoderó de la sala hasta que fue roto por unos golpes rápidos al otro lado de la puerta.

"Adelante." Giotto levantó la vista para encontrarse con Knuckle, que había estado atendiendo a los niños. "¿Cómo están, Knuckle?"

"Las heridas ya están curadas. Pero…" El sacerdote parecía exhausto tras curar a todos los pequeños. Estaba inseguro y un poco confuso, lo que disparó de nuevo la hiper-intuición del rubio.

"¿Qué ha pasado, Knuckle? Se levantó, tratando de mantener la calma. Su intuición le decía que los niños estaban bien, pero estaba claro que algo molestaba al Guardián del Sol.

El moreno todavía dudó un momento más, antes de levantar la vista para clavarla en azul zafiro.

"Giotto… Hay algo que deberías saber… sobre los niños que hemos rescatado."

-KHR-

Los guardianes Vongola estaban observando incrédulos al castaño que dormía profundamente, incapaces de creer lo que sus ojos les contaban.

"Gi-Giotto…" Dudó G, antes de confrontar a su mejor amigo.

"Has… ¡has tenido un hijo ilegítimo!" Siseó, tratando de que el chico no despertase. Lanzó una mirada oscura al rubio, que estaba tan confundido como él. "¿Por qué diantres no me lo dijiste! ¡Me podías haber presentado a tu chica, sabes!" Se quejó enojado, avanzando un paso hacia el rubio que levantó las manos en señal de rendición.

"Yo-Yo…" ¿Qué más podía decir? ¡Desde que fundó a Vongola nunca había mantenido una relación romántica con nadie! ¡Ni siquiera podía recordar una vez en que tuviese un rollo de una noche! ¡Así que era completa, totalmente imposible que el niño que yacía en la cama fuese suyo!

Pero sentía que si protestaba en voz alta sólo conseguiría que la situación empeorase.

"El parecido es indudable." Añadió Daemon, observando más de cerca al niño inconsciente. "Salvo por el color del pelo, es clavado a ti cuando eras joven, incluso en el corte de pelo." Lanzó al hombre una sonrisa mitad divertida y mitad perversa. "Nfufufufu… ¿Castaño como la madre, Giotto?"

"¡Da-Daemon…!" No podia negar que el niño era una copia perfecta de sí mismo, incluso compartían el mismo pelo puntiagudo e indomable. No se había dado cuenta antes porque el niño estaba sucio y desgarbado pero una vez limpio, incluso con las vendas, el parecido era evidente. El hombre le estaba tomando el pelo abiertamente, pero podía sentir el aura de G oscureciéndose. Sobresaltado, sacó al furioso Guardián del Trueno del cuarto antes de que explotase.

"¿DAEMON SABíA LO DE TU HIJO Y YO NO! ¡MALDITA SEA, GIOTTO!"

Los muros temblaron y los oídos de Giotto pitaron por el arrebato, aunque suspiró de alivio al comprobar que los muros de la habitación eran lo bastante gruesos como para aislar los gritos de G.

"¡G, contrólate un poco! ¡Te estás confundiendo!" Rogó. "¡Vas a despertar a los niños!"

"¡ME IMPORTA UN BLEDO! ¿CÓMO HAS PODIDO HACERME ESTO, GIOTTO? ¡SE SUPONE QUE SOY TU MEJOR AMIGO! NO ME DIGAS QUE… DEJASTE A UNA FULANA EMBARAZADA, ¿O NO?"

"¡No dejé a nadie embarazado!" Vongola Primo trató de justificarse. "¡Lo juro!"

"¿Era amor correspondido entonces?" Asari intervino, sus ojos mostrando el dolor de la traición mientras apoyaba una mano en el hombro de G para calmarle. "Giotto, ¿no confiabas en nosotros lo bastante para hablarnos de ella? Sabes que siempre te apoyaremos, no importa a quién escojas."

"No, Asari, yo-" Giotto trató hacerse entender, desesperado, hacerles ver que todos están equivocados. ¡Por amor de Dios, nunca había tenido mujer, ni hijos! ¿Por qué nadie quería escucharle!

"No sabía que Giotto tuviese lo que hay que tener para ser amante y padre." Lampo bostezó, aburrido por la conversación. En realidad estaba riéndose internamente de los intentos del rubio de calmar a su violento Guardián de la Tormenta y su entristecido Guardián de la Lluvia. Daemon se había quedado atrás, divertido con todo lo que estaba ocurriendo.

"Giotto Vongola." Ladró Alaude, sacando unas esposas de quién sabe donde mientras arrinconaba a Primo. "Has tenido un hijo bastardo y mantenido relaciones con una mujer fuera del matrimonio." Las esposas sonaron amenazadoras, y Giotto tragó. "Imperdonable."

"¡Esperad un momento!" En su desesperación, el rubio por fin encontró la oportunidad de explicarse. "¡Ese niño tiene por lo menos cinco años! ¡Y yo sólo tengo veintiuno! ¡No pude tener un hijo con dieciséis! ¡Entonces todavía estaba tratando crear una reputación para Vongola!" Insistió, tratando de que entendiesen. "Tú lo sabrías G, ¡estuviste conmigo todo el tiempo!"

"En realidad," Knuckle habló por primera vez. "No es sólo el niño que encontró Giotto. La verdad es que," Carraspeó mientras todos le miraban con los ojos como platos. "¡Todos los niños presentan un parecido extremo con todos nosotros! ¡Incluso yo!" Dijo alegremente.

Silencio. Y después…

"¿Por qué no nos dijiste eso primero, estúpido cura!" G saltó, notando como le hervía la sangre. "¿Y qué quieres decir con que los niños se nos parecen? Eso es imposible, ¿no?"

"Digo lo que digo. ¡Podéis comprobarlo por vosotros mismos si queréis!" Knuckle señaló a las habitaciones de los niños. "¡Pero tened en cuenta que podéis sorprenderos HASTA EL EXTREMO!" Rió divertido.

"Tch." G apartó la mano de Asari y avanzó a grandes zancadas al resto de las habitaciones, con los demás siguiéndole de cerca. Giotto agradeció no ser el recipiente del temperamento de G, pero estaba aun más confuso e intrigado en cómo esos niños, niños que nunca antes había visto, habían conseguido parecerse a él y a sus Guardianes.

-KHR-

"Es cierto…" Lampo observaba de lejos al niño más pequeño, superada la sorpresa inicial. "Este renacuajo se parece a mí."

El Guardián de la Tormenta se agitó, mientras empalidecía ante la visión de un niño que era una copia exacta de su pasado yo salvo por el color del pelo y el tatuaje.

"Ahora quién ha tenido un hijo bastardo." Tosió Giotto y G le atravesó con la mirada, algo rojo de vergüenza.

"Es alucinante, de verdad…" Asari miraba a su propio doble con algo parecido al sobrecogimiento. "Nunca pensé que vería a un niño tan parecido a mí sin ser parientes consanguíneos…"

Alaude calló, toda su atención fija en el morenito que tenía su misma cara, mientras Daemon canturreaba a los gemelos que estaban compartiendo una cama, abrazándose con fuerza. Knuckle revolvía el pelo de un peliblanco que se aferraba a su ropa, murmurando cosas sin sentido en su sueño.

"Separé al castaño del resto porque tenía el mayor número de heridas." Explicó Knuckle, moviendo la cabeza en dirección a los gemelos. "Pero las de esos dos eran más graves. Me temo que la chica no podrá ver por el ojo derecho. El daño es demasiado importante. Durante todo el tiempo que la estuve curando, no soltó la mano de su hermano."

"Ya veo…" Giotto dijo lentamente, lamentándolo por la niñita que se agarraba de su hermano como si su vida dependiese de ello. "¿Y su salud mental?"

"Es demasiado pronto para concluir nada." El Guardián del Sol negó con la cabeza. "Hasta que no despierten, no podré saberlo con certeza."

Todos permanecieron en silencio, observando a los niños, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. Sólo cuando Giotto decidió volver con el castaño, uno de los Guardianes habló por fin.

"¿Giotto?" El Guardián de la Lluvia se levantó, mirándole con decisión. Primo le lanzó una mirada dubitativa.

"Esto puede sonar egoísta pero…" El japonés hizo una profunda reverencia.

"Por favor… por favor, deja que los niños se queden con nosotros."

"A-Asari…" Tan sorprendido como los otros, Giotto miró al músico. "¿Por qué?"

"Es sólo… es solo que no puede soportar el pensamiento de abandonarles después de lo que ha pasado. Y…" Asari contempló a los niños, sobre todo a su joven parecido. "Siento un lazo muy fuerte con este pequeño." Acarició el pelo negro con cariño. "Debe haber una razón para que hayan sobrevivido, y se parezcan tanto a nosotros. No creo que sea una simple coincidencia."

"Me niego." G inmediatamente se puso en contra. "Estos mocosos serían sólo una distracción para nosotros. Mantener Vongola ya es bastante duro, no necesitamos tener que cuidar un montón de críos."

"Estoy de acuerdo." Coincidió Lampo.

"Oh vamos, ¿echaríais a estos niños al mundo de ahí fuera?" Al momento, Knuckle apoyó a Asari. "Apenas han sobrevivido a una matanza. ¡Estos niños necesitan amor y cariño extremos!"

"Nfufu… aunque es cierto que los niños serían entretenidos a la larga, tengo que ponerme de parte de G esta vez, por mucho que me pese." Daemon se acercó despreocupadamente al Guardián de la Tormenta, que le frunció el ceño amenazadoramente. "¿Qué dices, Alaude?"

La alondra siguió callada, rumiando lo que iba a decir, espiando las cabezas de los jóvenes hasta que sus ojos claros se encontraron con su pequeño clon, que estaba en lo más profundo del cuarto.

"Los chicos se quedan." Su tono rezumaba finalidad, y sorprendió al resto de los adultos. ¿Quién iba a pensar que Alaude, el frío e introvertido Guardián de la Nube, votaría por que los niños se quedasen en la casa?

Giotto suspiró. De alguna forma sabía que los Guardianes iban a defender las dos posturas y que, como siempre, él tendría la última palabra. Contempló a los niños que dormían inocentemente en las camas, sin preocuparse o temer por el futuro. Sentía compasión por esos niños, sabía lo que era ser huérfano a tan tierna edad. ¿Qué iban a hacer? Ya no tenían a nadie. Había una razón por lo que se parecían a ellos, y por la que habían sobrevivido a los asesinatos de su aldea. Su conciencia no podía aceptar el abandonarles. No habían podido salvar a sus personas queridas, esto era lo mínimo que los Vongola podían hacer para arreglar las cosas. Sus pensamientos volaron a su propia copia, veía su cara asustada y herida, y algo oprimió su corazón.

No podía dejar de preocuparse por ellos. Asari tenía razón. En el momento en que había visto al castaño había sentido la unión, que le compelía a proteger al pequeño de cualquier cosa que tratase de hacerle daño. Además, los chicos se parecían a ellos, existía la posibilidad de que una familia rival llegase a la misma conclusión y pusiese sus vidas en peligro. Giotto Vongola no iba, no si podía evitarlo, a dejar que alguien sufriera por su culpa; sobre todo si era un niño puro e inocente que nunca había errado para empezar.

Y, si quería ser honesto consigo mismo, era cierto que quería criar a su propio hijo. Aunque las posibilidades de que encontrase esposa eran pocas debido a la naturaleza de su puesto (nunca dejaría que una mujer entrase en esta vida, no importa cuánto la amase), de alguna forma supo que ésta era la forma que tenía Dios para concederle su deseo.

De alguna forma, no importa cómo… sabía que todo iba a salir bien. El camina iba a ser duro, sí, y quizá sólo estaba poniendo en peligro las vidas de los pequeños al introducirles en este mundo, pero no podía dejarles marchar; sobre todo su pequeñín, que ahora descansaba sin preocupaciones en la otra habitación.

Tomo su decisión. Sólo tenía que convencer a los Guardianes de que viesen las cosas a su manera.

"No." Dijo con finalidad. "Los niños se quedarán aquí con nosotros. Asari tiene razón; no podemos dejarles así como así. No les queda familia. Y necesitan a alguien que les críe. Nosotros seremos su familia." Continuó sonriendo dulcemente. "No pudimos salvar a sus padres y sus seres queridos. Es lo menos que podemos hacer para saldar nuestra deuda."

Asari y Knuckle se alegraron al oír sus palabras, agradeciéndoselo con fervor, mientras G y Lampo miraban a su jefe como si hubiese perdido la cabeza.

"Giotto, dime que estás bromeando, por favor." Se lamentó G, ocultando la cara entre las manos. "¡No podemos arriesgar sus vidas, no podemos ponerlas en peligro! ¡Somos un grupo de vigilantes, por el amor de Dios! ¡Es como dictarle a nuestros enemigos nuestras debilidades!"

"Por eso precisamente deben permanecer cerca de los Vongola." Replicó Giotto con calma. "Estarán más seguros a nuestro lado. Sólo piénsalo, G. ¿Y si alguien ve a tu parecido y asume que estáis emparentados? Le capturarían para atraerte a ti, y terminaríamos por arriesgar sus vidas todavía más. De esta manera, podemos protegerles de todo."

"Pero la gente empezará a murmurar si un puñado de críos aparecen con nosotros de repente, ¿no crees?" Señaló Lampo. "Además, ¡ni siquiera sabemos como criar a un niño!"

"Siempre podemos contar lo mismo que pensamos al principio. Que son nuestros hijos, o al menos parientes cercanos." Asari revoloteaba alrededor del niño a su cuidado. "Nadie sabe nada de nuestras vidas privadas, y nadie podría refutarlo dado que se parecen a nosotros. Podemos decir que no deseábamos involucrar a nuestros seres queridos en éste mundo, pero que las circunstancias nos han forzado a ello."

"¡Eso me gusta hasta el extremo!" Rió Knuckle, palmeando el hombro del peliblanco que aún dormía. "¡Este chico será mi sobrino entonces!"

"Nufufufu… no hay más remedio." Daemon acarició a los hermanos en la cabeza, riéndose por lo bajo. "Les enseñaré todo lo que sé."

Giotto sonrió internamente conforme los adultos aceptaron sus responsabilidades poco a poco. Sabía que todavía tenía que convencer a G y a Lampo, pero confiaba en que tarde o temprano lo aceptarían. Se sobresaltó cuando alguien le rozó al pasar, pero era sólo su Guardián de la Nube, saliendo del cuarto y enfilando hacia el pasillo.

"Alaude," Llamó el rubio, algo aturdido. "¿Adónde vas?"

La alondra paró, mirándolo por encima del hombro pero sin volverse. "… Papeles de adopción. No aceptaré una relación familiar ilícita." Y con eso siguió andando, probablemente al despacho y dejando a Giotto riendo ante su partida. Abandonando la habitación a su vez y cerrando la puerta tras él, fue al cuarto donde el castaño descansaba, se sentó sobre la cama y apartó algunos de los mechones del color del chocolate de su carita de ángel, antes de apretar sus labios contra la frente del chico.

"Bienvenido a mi familia, pequeño." Susurró suavemente, sonriendo.

Sí, todo iba a salir bien.


N.A.: Amor familiar entre la Primera y la Décima Famiglia. Eso es todo. Ah, también, me gustaría saber si os gustaría que hubiese parejas en esta historia. Personalmente adoro el G27, pero no quiero que Giotto sea un pedófilo (aunque técnicamente lo sería si alguna vez… *tos*). Decidmelo, y la pareja favorita aparecerá.

Próximo capítulo: Un año después de la tragedia, y cómo es la vida en la mansión Vongola con ocho niños correteando por ahí.

¡Por favor leed y comentad! ¡Gracias por leer!


N.T.: Buf, aquí está el primer capítulo. Seguiré tan pronto como pueda. Voy a traducir los comentarios del autor también, pero por favor tened presente que hace un año desde que la historia comenzó y es posible que algunas votaciones ya no estén abiertas, aunque la historia todavía no ha acabado (de hecho está en un punto muy interesante… de momento, a 8 de enero de 2012, tiene quince capítulos). De todas formas, nos vemos en el siguiente capítulo de "A second chance", "Una segunda oportunidad".