- Harry – dije y él me miró de frente.

INICIO DEL CAPÍTULO

Al mirar directamente sus ojos me sorprendí al ver las llamas de enojo que surcaban su, normalmente, tierna mirada, me detuve un momento para comprender el grado de problema que el idiota de Alex me había provocado, Harry que normalmente era tranquilo y cariñoso conmigo me observaba como si de repente hubiera cambiado de persona y estuviera contemplándome por primera vez.

- Amor- me acerqué para tocarle la mejilla aunque él retrocedió instintivamente a mi tacto, lo cual me provocó más dolor que haberle escuchado insultarme.

- Por favor profesora McGonagall, déjeme solo- escuché a un decepcionado Harry, con lo cual empecé a caminar directo a la habitación tratando de omitir las lágrimas que mis ojos rogaban por derramar.

La noche fue arrolladoramente larga, no podía dormir y Harry no había entrado a la habitación, con lo cual asumí que había pasado su noche en el sofá de la sala, al amanecer tenía miedo de lo que podía encontrar al salir del cuarto, tuve que recordar que era la Jefe de la Casa de Gryffindor para infundirme un poco de valor y enfrentar las posibles consecuencias de la noche anterior. Al salir al pasillo escuché el sonido de lo que podía ser la preparación del desayuno aunque al observar el reloj me di cuenta que tenía que comerlo camino a la clase, en prisa por lo tarde que era.

- Buenos días- escuché una voz detrás de mí y me asusté.

- Buenos días Potter – la noche anterior había entrado en cólera al observar como Harry no me había dejado explicarme, asumiendo cosas sin dejarme hablar, me sentía decepcionada pero sobre todo muy triste.

Guardé el desayuno mediante un hechizo para mantenerlo caliente mientras encontraba el momento justo para poderlo comer, pero justamente la primera clase de ese día era con los alumnos de sétimo año, con lo cual mi orgullo no me permitía mostrar ninguna muestra de otro sentimiento que no fuera la indignación y con lo cual tuve que mantenerme apática para que no se pudiese observar nada.

Al dar el medio día salí hacia mi habitación para arreglarme un poco para la cita que tendría con Fudge, pensé que esa estúpida ley era bastante machista, por razones más que obvias no querría yo salir con el exministro de Magia, lo cual me hacía recordar la época en la cual el Ministerio había estado en contra de Albus y de Potter cuando habían afirmado el regreso de Voldemort lo cual hizo que entristeciera todavía más de ser posible por rememorar la conversación anterior con Harry.

- Buenas tardes Minerva – vi cómo me saludaba y trataba de tomar mi mano Fudge, gesto que intenté discretamente evitar.

- Buenas tardes Cornelius – respondí – vamos-

La cita con el exministro fue una de las reuniones más aburridas que había tenido en toda la vida, él intentaba impresionarme con supuestas hazañas realizadas en su mando las cuáles obviamente habían sido realizadas por otras personas. Al pasar las dos horas en un pequeño restaurante cerca de Londres Muggle el mago empezó a hablarme de la época en la cual Voldemort había ascendido al poder, explicando como él mantuvo el control dentro del Ministerio para que este no cayera en manos del mago oscuro.

- Pero Fudge – por primera vez interrumpí su eterno relato – lo que acabas de mencionar es completamente falso, tú mismo sabes que esas obras que mencionan fueron realizadas por Dumbledore completamente, sabes todo lo que él tuvo que pasar para lograr que la sociedad se pudiera levantar después de la Segunda Guerra – le dije indignada.

- Pero Minnie – odiaba ese apelativo en personas no cercanas a mí – sabes que el papel de Dumbledore es mínimo, simplemente ayudó a que Potter no muriera antes de lo debido.

- ¿Antes de lo debido? – grité – eso significa que solamente es un peón más en este juego – enfurecí y me levanté de la mesa.

- Espera Minnie – fue lo último que escuché antes de desaparecerme hacia el castillo.

Llegué a los terrenos de Hogwarts indignada por lo que había escuchado anteriormente, el idiota de Fudge me había hecho enfurecer lo suficiente como para querer no volverlo a ver en lo que restaba de vida, subí a mis habitaciones sin mostrar ninguna emoción a los alumnos que me saludaban al cruzarse en mi camino. Llegué y me senté histriónicamente en el sofá más cercano a la chimenea, con un hechizo no verbal encendí el fuego mientras intentaba recuperar el control de mis emociones, mismo descontrol que se observaba en los objetos que furiosamente levitaban alrededor mío.

- Minerva, ¿qué pasa aquí? – escuché a Potter salir de la habitación medio adormilado y observar con extrañeza como un cuadro volaba sin control sobre su cabeza.

- Lo único que me faltaba – expresé furiosa al verlo – primero Fudge y ahora usted señor Potter, le exijo formalidad cuando habla conmigo.

- ¿Qué le pasa conmigo señora? – él me miró desafiante – su cita no quiso darle un beso al llegar acá.

- Suficiente – me levanté y grité, varios adornos estallaron en el aire haciéndonos cortaduras en las manos expuestas – sabe señor Potter, creí que usted era distinto a los demás hombres que había conocido, no es más que un simple niño sobrecrecido.

- ¿Perdón? – reaccionó furioso – no fui yo quien no respetó el estar en una relación y tampoco soy yo quien se besa con otros hombres en frente del que dice amar – las paredes de la sala empezaron a retumbar.

- Yo no lo besé, nunca quise ese beso – logré decir en medio del nudo que se me empezaba a formar en la garganta – él me besó cuando le dije que serías tú a quien yo iba a elegir – logré gritar finalmente.

- Y por eso reaccionaste tan enojadamente – me respondió el grito sarcástico.

- ¿Se le olvida por un segundo Potter que soy la Jefe de la Casa Gryffindor? – respondí con un tono que paradójicamente sonaba más Slytherin – no puedo simplemente perder el control de mis emociones, muchas caras observan mi reacción y obviamente me juzgan.

- ¿Pero por qué haría eso? ¿Por qué alguien la besaría en contra de su voluntad? – vi como el enojo cedía un poco ante mi respuesta.

- Debido a que vio como nos observaba, señor Potter – me senté y puse mis manos sobre la cara, empezaba a sentir el enojo pasar y las lágrimas se acumulaban en mis párpados haciéndome imposible ver nada – él vio sus celos y lo hizo para ver como reaccionaba usted ante eso.

- Minerva – empezó a acercarse a mí - ¿ese idiota te lastimó?

- ¿No cree que es un poco tarde para esa pregunta señor Potter? – lo miré mientras trataba de limpiar en vano las lágrimas que caían – no me gustó en absoluto lo que él hizo, pero me dolió muchísimo más y me lastimó profundamente la desconfianza que usted me mostró – mis lágrimas caían ahora sí libremente – no sé qué le hice yo para que desconfíe hasta ese punto de mí.

- Preciosa perdóname – trató de tocarme él pero se lo impedí poniendo más distancia entre los dos – no sé qué pasó en mi cabeza para pensar eso, fui un idiota al siquiera pensar en desconfiar en ti. ¿Puedo hacer algo para que me perdones?

- No lo sé – traté de serenarme pero el cansancio, el enojo y la frustración hicieron mella en mí, sentí como Potter pasaba sus brazos en mi espalda con lo cual me tensé ante el contacto.

- ¿Qué pasó hoy con Fudge? – me preguntó después de unos minutos de silencio por parte de los dos.

- Ese sujeto – logré contestar en medio de la renovación del enojo – menospreció el trabajo que realizaron entre Albus y usted en la guerra, trató de impresionarme con sus supuestos logros y también menospreció en toda la conversación mi papel como cabeza de Gryffindor al no detenerlos a ustedes al ir por la misión y al no detener a Weasley cuando salió del castillo.

- Era obvio que iba a intentar menospreciarnos – me respondió – podría volver a lanzar un crucio solo por defender tu honor de nuevo – sonreí un poco al recordar ese evento en la Segunda Guerra, eso hizo que me relajara.

- Mientras yo no tenga que volver a pelear en contra de Severus… - dejé la frase en el aire.

El resto de la tarde pasó un poco más tranquila, hablamos poco pero lo suficiente para que Harry me prometiera no volver a desconfiar de mí, no dejar que las impresiones hablen por los hechos, con lo cual pudiera tener confianza en mí.

- ¿Mañana con quién es tu cita? – me preguntó mientras bajábamos al Gran Comedor para la cena.

- Recuerde señor Potter que fuera de mis habitaciones soy su profesora – le recordé – y mi cita de mañana es con Albus.

Caminamos un poco más hasta encontrarnos con Severus y la señorita Granger, los saludamos y nos dirigimos a cenar.

- Severus – le llamé en medio de la cena, el aludido me miró - ¿podrías acompañarme hoy en las rondas del castillo? – realmente no tenía cabeza para realizarlas, estaba agotada en todos los aspectos y era peligroso que hiciera mis rondas de esa forma.

- Si así lo quieres… - fue la respuesta que obtuve.

Al llegar el toque de queda Harry se quedó en mis habitaciones finalizando unos ensayos para herbología que debía entregar a la mañana siguiente, con unos libros que tenía en mis estantes se podía guiar para realizarlos, me encontré con Severus en las escaleras cercanas a las aulas del segundo piso.

Empezamos las rondas encontrando a algunos alumnos en situaciones completamente inapropiadas para los estudiantes, Severus fue el responsable de imponer las sanciones debido a que mi ética personal me gritaba lo poco ético que era castigar a un estudiante por acciones que yo misma había realizado anteriormente y con mayores consecuencias. Subimos tranquilamente cada uno de los pisos hasta que el silencio fue arrullador en el castillo.

- Realmente estoy harta de la situación – le mencioné a Severus.

- ¿Problemas en el paraíso?

- Podría decirse – me sinceré, me estaba ahogando y necesitaba hablar con alguien – tengo que salir con idiotas que por razones lógicas son incapaces de conseguir a alguien en una situación normal.

- Y Potter está furioso – brutalmente directo, pensé – Minerva no puedo decirte más que lo obvio, esta situación es irritante para nosotros – me estaba confesando lo que él sentía pero de manera más discreta.

- ¿Pero por qué debería estar así…? – me puso una mano en la boca para que guardara silencio, nos acercamos sigilosamente a un aula vacía del quinto piso.

Al entrar encontramos a la señorita Chang realizando algo que parecía una poción, Severus al observarla determinó que era un filtro de amor peligrosamente mal hecho, con lo cual ella ganó una larga temporada de asistente del conserje en el castillo. Al finalizar las rondas caminamos hasta mis habitaciones para ir a descansar, nos despedimos y entré.

- Harry, ¿qué estás haciendo? – pregunté.

FIN DEL CAPÍTULO

Emmmm… Alguien sigue aquí? Sinceramente no sé cómo disculparme por no actualizar en más de un año, en mi defensa no he tenido vacaciones hasta este momento.

Actualizaré más seguido y terminaré esta historia muy pronto, ya lo verán (lo prometo)

Besos.

Mnica Snape.