Disclaymer: No. Tú, yo y el mundo sabemos que los personajes son completamente de S. Meyer y que si no fuese así, yo ya estaría gastando los millones en las Bahamas. Eso sí… el plot de la historia es mío. Así que evita robártelo, si no quieres problemas con la mitad del internet. ;)

Summary: Días antes de la boda Edward comete la más grande de las traiciones hacia Bella. Si pudieses regresar el tiempo y evitarlo, ¿Lo harías? Final Alternativo. Post-Eclipse. OOC.

1.- Capítulo.

"No recuerdo el daño que hice con mis mentiras,

si no lo feliz que me sentí con ellas" Proverbio Popular.

Secretos & Engaños

By Mommy's Bad Girl

El aire frío me azotaba la cara mientras aceleraba el paso. Las ansias que sentía por dentro eran casi insoportables. Me estaba volviendo completamente loco y lo único que quería en ese instante era saciar el maldito deseo que sentí por dentro.

Otra vez, como cada noche, me encontraba corriendo hacia ella; hacia la persona con la que podía ser yo mismo sin lastimar, hacia esa persona que me hacia suspirar de tan solo recordar su nombre. La luna era nuestra única testigo, la única que veía el crimen que cometíamos a diario y que los dos pagaríamos gustosos una vez que estuviésemos en el infierno… claro, si eso llegaba a pasar con nosotros, los inmortales.

Nuestras escusas no eran del todo brillantes, pero nos daban aunque fuera una simple esperanza de que al final todo serie perdonado. Ella porque me amaba – o eso se decía a si misma- y yo… no sabía específicamente el porqué lo hacía; al inicio todo era un juego, pura y mera satisfacción sexual, pero, al paso de semanas, todo se fue transformando. ¿Podía un corazón muerto separase en dos y entregárselo a dos mujeres diferentes? ¿Todo esto era un mero malentendido?, esta situación era tan frustrante. Me encontraba cayendo en una espiral interminable, y cada vez me adentraba más y más en el hoyo en donde, si no ponía fin a esto, jamás saldría.

Aunque, siendo completamente sincero, algo muy dentro de mi me decía que yo ya estaba muy lejos de poderme salir de esto, y no porque no pudiera, sino porque no lo deseaba.

Sabia que esto estaba mal, me lo repetía mentalmente una y otra vez, intentando causar algún tipo de indecisión por mi parte, pero esa advertencia quedaba reducida a polvo en cuanto llegaba el crepúsculo. Me volvía más y mas impaciente a cada hora que pasaba esperando fervientemente a que ángel se durmiera, para yo poder salir por su ventana e ir corriendo hacia mí perdición. Sí, lo sabía, era un total y completo idiota.

Mi coherencia me gritaba día a día que esto era un error, que lo que mas había protegido de todos se vería lastimado por mí mismo. Pero, entre mas me acercaba a nuestro punto de reunión la voz que me gritaba se iba haciendo cada vez mas lejana, hasta quedar en un murmullo suave que fácil podría callar en mi mente. Claro… teniendo en cuenta las consecuencias que mis actos acarrearían. Aunque, de nuevo ayudándome de la poca honestidad que quedaba en mi cuerpo, intentaba no pensar en eso en cada oportunidad que tenía.

Sentía rabia hacia mi mismo por traicionar a la persona que, quizás y por mucho, era la que mas me había amado en toda mi existencia, pero esto era algo mucho más fuerte que yo. Me sorprendía a mí mismo a lo largo del día anhelando sus labios, extrañando sus caricias y necesitando indudablemente la fricción de su cuerpo con el mío, pero miraba a mi alrededor y con lo único con lo que me encontraba era con mi dulce ángel que me miraba expectante y preocupada. Ella lo presentía, presentía que algo no andaba bien conmigo, pero, como siempre, yo lo negaba hasta el punto del enojo. Lo último que quería era que mí ángel se enterase de la clase tan baja de persona que yo era. Porque bien sabia que esto no se podía perdonar ni con mil años de mi existencia.

Sabía que ella no merecía este tipo de traición. Ella, que no hacia mas que amarme. La misma que dentro de dos semanas exactamente me entregaría su alma para poder estar junto a mi toda la eternidad. En dos semanas se daría la tan esperada boda entre mí ángel y yo, y una parte muy pequeña de lo que quedaba de mi corazón me gritaba que mi decisión estaba mal, que no era lo correcto unir mi vida con esa personita que tanto me amaba, sino con otra, con mi pecado personal. ¿Cómo se supone que tendría que vivir casado felizmente pero con la sombra de mi adicción tras de mí?

¡Qué criatura tan egoísta era!, lo sabia, lo aceptaba, pero no hacia ni el mas mínimo esfuerzo para no sucumbir ante la tentación. Prefería ahogarme en ella antes que dejarla.

Era como un adicto y ella era mi droga.

Aceleré un poco más el paso, quería llegar lo antes posible a la fuente de mi adicción. Me reproche mentalmente al referirme a ella de esa manera, la verdadera adicción tendría que ser mí ángel, que ahora se encontraba a kilómetros de aquí, ¿Cierto?, esa pregunta vagaba por mi mente constantemente sin respuesta alguna. La sabia, pero me negaba a aceptarla.

Poco a poco iba descubriendo que la pasión y el deseo eran más fuertes que cualquier otra cosa en la que yo pudiera pensar en este momento y le agradecía a mi mente por eso. Aún no estaba del todo preparado para lidiar con las consecuencias del error gigante que estaba cometiendo.

Giré mi dirección hacia la izquierda. Sabía que no faltaba mucho para llegar al claro donde mi perdición se encontraba y eso me tenia inquieto y ansioso. Quería tenerla de nuevo en mis brazos y hacerla mía como cada noche que la había hecho desde hace semanas. Su cuerpo me pertenecía, tanto como el mío a ella. Era un absurdo trueque donde a la larga, yo saldría perdiendo. Pero no me importaba, su sensualidad, las curvas de su cuerpo perfecto, sus labios entre abiertos invitándome a besarlos, la calidez de su lengua danzando con la mía en una coreografía sin fin, todo eso, era mucho más grande que cualquier clase de remordimiento que me pudiese carcomer por dentro.

Y así fue como el león, enamorado de la oveja, sucumbió ante el deseo carnal de uno de los de su misma raza. Poniéndole así fin a todo su mundo y al cuento de hadas de su amada.

—Pensé que no vendrías— Ronroneó conforme me acercaba a ella y la besaba con fiereza.

—Sabes que nunca faltaría a nuestras citas, Tanya— murmuré con voz ronca contra sus labios.

Y una vez más, volví a caer en la tentación bajo las estrellas, en aquel claro donde por primera vez probé lo que realmente era mi droga.