Disclaimer: Hetalia axis powers no me pertenece queridas mías. No hago esto con fines de burla ni lucro. Pido perdón por anticipado si esto ofende a alguien.
Personajes: Alfred (Estados Unidos), Arthur (Inglaterra)
Summary: En esta vida hay secretos, algunos más oscuros y difíciles de afrontar que otros. Pero en una relación lo mejor es no guardarlos ¿Cierto Arthur? Mentiras, engaños, traiciones, dudas, miedos... AU UsxHermafrodita!Uk Crack fic. No lemon.
Nota: Mucha información que encontré de esto no me sirvió, así que hay varias cosas que me inventé.
Este fic fue creado básicamente en sociedad, por lo que TheFannishaUsui tiene el honor de presentar a su co-autora… -redoble de tambores- Hana Masuku –sonido de aplausos-
Love has no gender
Capítulo 1: "Inicio desconfiado"
Muy bien queridos míos, nos encontramos en… ¿En dónde nos encontramos? Oh, claro, en el hermoso Estados Unidos de Norteamérica. Lugar donde conoceremos una singular historia de amor ¿Quieren escucharla? Okay. Empecemos con nuestro amado principal.
Su nombre es Arthur Kirkland, nacido y criado en Inglaterra, con un orgullo de esos de antaño y con toda un alma británica. Además era muy sexy, de ojos verdes, piel blanca, cabello rubio y unas cejotas que de hecho le añadían cierto aire que derretía a todas… Pero tenía un muy grande defecto. Ese defecto se encontraba de su cintura para abajo…
¡No se alarmen niñas! ¡No es impotente! Es solo que… él… es… ¿Cómo decirlo? Bien, para que todas entiendan… Tiene vaginita y penecito a la vez… Sí, como han leído. Pero no se asusten, es el sueño de todo bisexual degenerado, ambos en uno.
Y es que justo entre sus piernas había una abertura con labios superiores y todo, pero encima de eso había un delgado y pequeño pene que le llegaba un poco pasado la abertura cuando estaba flácido. La verdad es que la tenía "grande" para su condición, pero realmente se le hacía incómodo ser así…
Arthur hace un par de meses se había instalado en Estados Unidos, yendo a la "World academy", que era una academia especial para perfeccionarse en idiomas. Seguía a sus diecisiete años con su problema de hermafroditismo, o de "Intersexualidad" como también lo habían diagnosticado. Al parecer les habían dado la opción a sus padres de extirpar uno de sus genitales cuando nació, pero por algún motivo, que todavía no querían decirle, se negaron rotundamente. Y ahí estaba, a sus diecisiete, virgen, avergonzado y algo temeroso del mundo que lo habían "aceptado" y que pronto podría despreciarlo.
Lo peor de todo, era lo que recientemente había acontecido… Un temor. Y este temor se encontraba delante de sus ojos en una práctica de fútbol americano, ¿nombre? Alfred F. Jones, el chico más jodidamente sexy de todo el equipo, además de la estrella de este, of course. De ojos azules, cabello rubio y unos músculos que hacían babear a más de una, pero realmente, lo que más le gustaba al británico de aquel chico era su sonrisa, infantil y a la vez tan pura. Solo con ver esa mueca ya lo tenía a sus pies.
Era una mierda, ¿cómo un chico con dos sexos, cejotas y un humor del demonio podría llamar la atención de tal estrella tan codiciada? Su corazón dolía, y mucho, día tras día tenía que verlo en el pasillo con esas huecas animadoras, vestidas siempre con el mismo uniforme como si nunca se ensuciara, coqueteándole desvergonzadamente.
Esos momentos eran los que agradecía no tener ningún amigo en particular, porque podía encerrarse en el baño con su dolor, recordando esa pura y linda sonrisa como si hubiera estado destinada a él. Repetía todo lo ocurrido en su mente como si fuera una grabación, era un jodido masoquista, no lo podía negar, pero sabía que era lo más cerca de Alfred que estaría jamás.
¿Qué significaba él para aquel norteamericano? Una molestia, es claro, si se pasaban todo el maldito día peleando. El estadounidense constantemente le hacían bromas que lo lastimaban o lo ponían incómodo, especialmente la frase más comúnmente usada para molestarlo: "¿Por qué tan irritado, anciano? ¿Acaso te llegó tu período?". Al parecer, todos notaron la turbación que aquel conjunto de palabras dichas en el orden correcto provocaban en el británico, las burlas con eso eran constantes, y día a día le recordaban esa cruel realidad: "Tienes vagina", sí, era cierto que menstruaba –aunque solo sangraba un poco- y era justamente aquel símbolo de la feminidad que representaba el rompimiento de los óvulos lo que le hacía recordar, lo hacía reaccionar: "Nunca será tuyo, porque eres un fenómeno y le repugnas".
La cabeza le dolía, aquel perverso recordatorio lo atormentaba día y noche sin descanso en su mente, últimamente había dejado de dormir y sus calificaciones bajaban, parecía un muerto viviente. Y sin embargo…. -Escuchó la voz del entrenador acabando la práctica.-…Sin embargo se seguía torturando, yendo a verlo entrenar, como si él notara su presencia.
Se sobresaltó cuando notó los ojos del americano escrutando los propios, un ligero estremecimiento lo recorrió. ¿Por qué no se metió en las duchas como siempre?
— ¡Hey, Kirkland! —lo llamó, el británico bajó de las gradas y caminó hasta él, idiotizado, atontado por la situación. Caminaba lentamente al otro lado de la cancha que era donde estaba el americano, pero paró en seco al ver un par de mastodontes al lado suyo; Ludwig Beilschmidt e Iván Braginski, sus guardaespaldas asignados por el entrenador, eso significaba problemas.
— ¡Espera! ¡Alto! —escuchó desde la voz gruesa del alemán cuando comenzó a correr como nunca, con cualquier rumbo, realmente le importaba un rábano. Solo sabía que los tres mejores del equipo de fútbol americano lo estaban persiguiendo.
El temor lo invadió ¿y si se habían enterado de su condición? No podía ser, él había sido muy cuidadoso con aquello, sí, se bañaba en las duchas de la escuela ¡Pero con traje de baño! ¡Y con una jodida toalla a su lado todo el tiempo en caso que se los bajaran! No podía ser eso. Pero no encontraba ningún otro motivo para que de un momento a otro lo persiguieran.
— ¡Kirkland! —sonó Alfred en sus oídos. Arthur quería llorar, pero era muy masculino para algo así, no se lo permitiría. Porque él no era ninguna nenaza, por más irónico que sonara. — ¡Kirkland! —sintió que una pesada mano lo tomaba por el hombro, estampándolo contra un casillero cercano.
Al levantar la mirada se encontró frente a frente con los ojos azules que lo idiotizaban. Y se sorprendió al no notar odio ni repugnancia en ellos, se acabó por convencer que aun en la academia nadie sabía de su doble sexo.
—Tengo que decirte algo importante…—el inglés jadeaba por la larga carrera, pero Jones no demostraba signo alguno de cansancio.
—Lo bueno de practicar un deporte así…—pensó notando su resistencia, y de pronto cayendo en cuenta de que ahora se encontraban solos, ellos dos, ahí, en el pasillo. Alfred con las manos a los costados de su cabeza, impidiendo su huida y poniéndole nervioso.
El americano se pegó más a su cuerpo y le dijo: "¿qué tengo que hacer para tenerte en mi cama esta noche?". Ok, no. Solamente lo miró mientras se mordía el labio y se daba el valor para hablar.
—No sé cuáles sean tus gustos o tu orientación sexual…—el europeo se puso todavía más nervioso y se sonrojó al tiempo que se removía inquieto—y pienso que debería haberme preocupado más de descubrirlo, pero… Demonios, ya no puedo callármelo más—apoyó la frente en el casillero detrás de Arthur, quedando peligrosamente cerca de su cuello para la sanidad mental del mayor, que sentía tan de cerca ese aroma particular del americano y se sentía desmayar—Me gustas, mucho, desde hace tiempo, no sabía cómo llamar tu atención—llamen a una ambulancia, oficialmente había dejado de respirar— ¿sabes? Te dedicaba cada partido ganado, pero tú nunca te enterabas, no me hacías caso. Te miraba en cada entrenamiento—soltó una risita—no sabes cuántas veces me regañó el entrenador por estar distraído, por poco te niega el acceso a la práctica, pero entonces... Entonces empecé a molestarte, no quería lastimarte con mis bromas e insultos, pero es que entonces toda tu atención se enfocaba en mí. No sé si sientas lo mismo, pero yo-
Unos labios suaves lo callaron, Alfred sintió su corazón en la garganta ¡A-Arthur lo estaba besando! Sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral, le sudaban las manos y básicamente no sabía qué mierda hacer. Solamente atinó a abrir la boca para que la lengua del mayor se colara en su cavidad bucal. Pareció reaccionar solo cuando sintió los brazos contrarios en su cuello, atrapando la cintura del más bajo y acercando peligrosamente sus cuerpos. Empezó a participar más activamente de ese condenadamente caliente beso, si pudiera se lo violaría ahí mismo en medio del pasillo… Esperen, ¿quién dijo que no podía? Lo presionó nuevamente contra el casillero, acabó el beso jadeando por la falta de aire y luego comenzó a lamer su cuello, sonsacándole gemidos. Sacó las manos de su cintura para abrirle el uniforme y así bajar más, lamiendo y chupando los botones sonrosados que tenía por pezones, humedeciendo la tela de la camisa.
El inglés jadeaba sofocado, el cuerpo musculoso del menor sobre el propio y su boca exploradora se sentían tan bien… Se estaba mojando, y mucho, además de que comenzaba a tener una erección… Mierda. Empujó como pudo a Alfred, solo logró apartarlo unos centímetros, pero era suficiente.
—A-Alfred—el nombrado estaba duro como nunca, en especial luego de ese erótico llamado—c-creo que vamos muy rápido—acabó mirándolo a los ojos con severidad, dando a entender que no le serviría de nada rogar.
—Está bien…—suspiró el estadounidense, no quería obligarlo a nada, por más que su "amiguito de abajo" necesitara atención urgente de ese sexy británico que le entregaba esa imagen tan suculenta; estaba todavía contra el casillero, con las piernas temblando, los ojos vidriosos, mejillas sonrojadas, respiración irregular y sus pezones erectos que se veían a través de la tela mojada. Además se notaba que el mayor también estaba necesitado, porque se podía vislumbrar una ligera "tienda de campaña" en sus pantalones, tuvo ganas de llevar la mano ahí, pero la mirada de advertencia de Arthur lo alertó de que podía perder sus regiones vitales si lo intentaba.
Tomados de la mano volvieron al patio, ahí se encontraban los guardaespaldas de Jones, que éste había apartado apenas Arthur emprendió la carrera. Les dio una mirada de advertencia para que no osaran tocar ni un solo vello de su amado, seguidamente le volvió a besar y con un "ya vuelvo" se fue a las duchas.
De ahí en adelante para ellos todo fue felicidad. Claro que muchos rumores se esparcieron luego de eso, más que nada debido a que Alfred era el más popular de la academia, y Arthur un don nadie… Muchos decían que Kirkland solo buscaba provocar envidia, follar y conseguir popularidad porque era una puta. En cambio, otros se empeñaban en que él era la víctima, y que Jones lo quería por capricho, que luego de un tiempo se aburriría y lo dejaría con el corazón destrozado. Aquellas posibilidades no provocaron más que enojo en el menor, e indiferencia de parte del británico, que tenía problemas más grandes en ese momento…
—Vamos Artie…—gimoteaba el americano. Llevaban cerca de dos meses siendo novios –y todavía los rumores seguían-. En estos momentos se encontraban en la cama de dos plazas de Alfred, este se encontraba encima del británico, mirándolo de pies a cabeza, pero sufriendo por no poder tocar debajo de la cintura— ¡Las piernas! ¡Solo las piernas! Lo prometo—rogó, se estaba volviendo loco.
—Ya te dije que no, Alfred—respondió enojado el mayor ante la insistencia. Cierto podía ser que él también tenía un calentón terrible y que deseaba que ese americano le hiciera de todo… -Negó repetidamente con la cabeza ante eso, fue demasiado niña, seguro eran sus hormonas femeninas- pero realmente temía mucho que "palpando" se enterara de lo que le pasaba. No, de todas las personas, no resistiría que Alfred lo mirara con asco.
De pronto sus primeros años de vida en Inglaterra volvieron. Cuando en la primaria mojó una vez los pantalones, la cara de repulsión de las maestras… Cuando se cambió de escuela, pero recibió su primera menstruación. Esa cara de sus compañeros de clase. Esa cara que todos ponían al mirarlo ¡incluso cuando iba al urinario! – Que ahora ya no usaba, se metía en las cabinas-. Esa jodida cara de odio, asco y repulsión. No le importaba una mierda que todos la pusieran… Pero… Pero no lo resistiría si Alfred lo miraba de esa forma. No podría continuar. No podría seguir adelante como todas esas veces…
—Artie… Arthur…—la voz del estadounidense lo sacó de sus cavilaciones— ¿estás bien? Oye, creo que si no quieres es mejor no forzarte…—realmente Alfred quería que ahora le dijera: "No, estoy bien… Q-quiero que me hagas el amor", al estilo película norteamericana y/o japonesa, pero claro, eso solo pasaba en su mente…
—Gracias…—suspiró—algún día estaré preparado—le sonrió de forma algo forzada, imaginando con terror ese día—serás el primero en saberlo.
Luego de unos cuantos "te amo", besos y abrazos varios, Arthur se fue, alegando que tenía la obligación de ir a cenar con su familia, de ese mismo modo negando la invitación de Alfred a quedarse a comer con él.
En casa los pensamientos no lo dejaban tranquilo, eran tan contradictorios que le daban ganas de golpearse contra una pared. La confianza en la pareja era clave, sin embargo, tenía demasiado miedo de la reacción que podría provocar en el americano, ¿y si le repudiaba? ¿Si lo odiaba? ¿Si lo miraba con asco? ¿Si lo dejaba? O peor aún ¿Y si lo vendía como fenómeno de circo para que se lo violaran eternamente un montón de bisexuales moralmente desviados a un dólar la penetrada? Ok no, eso ya sería muy poco probable, pero bueno ¡Hay que ponerse en el peor de los escenarios! ¿No?
—Arthur, cariño, ¿pasa algo? Te notas un poco distraído—su madre le sacó de sus cavilaciones. ¿Cuándo se había sentado a la mesa? Bueno, eso no importaba, ya estaba sentado y con el plato de carne con patatas frente a sus ojos. De pronto un pensamiento fugaz cruzó el cielo de sus pensamientos, pero a pesar de lo fugaz que llegó, no se fue, sino que se sembró como una semilla en su cerebro, creciendo a medida que la cena transcurría en incómodo silencio y miradas nerviosas.
Sus padres de reojo "conversaban", era como si pudieran anticipar el deseo que crecía con esperanza dentro de su hijo menor. Los tres hermanos de Arthur simplemente comían, sin importarles en lo más mínimo la tensión en el ambiente, solo procuraban comer rápido para poder irse.
—Mamá… Quiero operarme—después de mucho tiempo sin responder la pregunta de su progenitora, logró decirlo, ahora solo quedaba esperar.
¿Reacción? Digamos solamente que la Sra. Kirkland tuvo que hacerle la maniobra Heimlich a su esposo que comenzó a ahogarse con un diminuto pedazo de carne. Sus hermanos no dijeron nada, solo lo miraron, se rieron y corrieron a difundir el rumor por todo Reino Unido en sus respectivos cuartos a través de imágenes de él de bebé, por teléfonos celulares, Facebook, correo electrónico y demases.
— ¡¿Q-qué quieres qué? —el hombre empezó a toser con fuerza, aun sin recuperarse por completo.
— ¡Quiero operarme, papá! ¡Quiero ser un hombre por completo! —se levantó de la mesa, de pronto volviéndose rebelde y agarrando sin pudor alguno su entrepierna donde ambos aparatos reproductores residían— ¡Tú no sabes el miedo que siento todos los días en la escuela de que lo descubran! ¡Lo mal que me siento cuando tengo que ducharme después de la clase de Ed. Física! ¡Ni tienes idea de cómo se siente ocultarle algo tan importante a tu novio!
—Arthur, cielo…—se acercó a calmarlo su madre, anticipando la pelea—si lo amas, deberías confiar en él como para revelarlo… Si también te ama, como dice hacerlo, te aceptará tal como naciste—le consoló con una sonrisa sincera y pura. Poco a poco Arthur comenzó a recuperar la confianza, su madre lo apoyaba, seguramente podría…
—Y si no, pues te volvemos a cambiar de escuela—el comentario de su padre lo mandó todo a la mierda, el miedo volvió, reemplazando con creces la esperanza.
La madre de la familia miró de forma asesina a su marido, ¿cómo se le ocurría decirle algo así a su hijo cuando intentaba subirle el ánimo? Si es que los hombres eran increíbles. Le acarició el cabello al chico y miró disimuladamente su entrepierna, con algo de vergüenza. Sinceramente a ella también le había dado algo de asco cambiar a Arthur cuando era bebé, pero el paso de los años le había cambiado ese concepto, de alguna forma ahora su hijo –con todo y sexualidad doble-, se le hacía sumamente adorable, hermoso y fuerte. Lo que más deseaba ella, era que los demás pudieran ver a su hijo como lo hacía ella, que se dieran cuenta el tipo de chico que era, que necesitaba cariño y confianza.
—Mamá… papá…—Arthur rompió el silencio tenso que se había formado entre los tres, consciente de que sus hermanos escuchaban todo y luego lo molestarían el resto de su condenada vida— ¿Por qué me dejaron así cuando nací?
—Es que… Ehm…—la señora Kirkland miraba a todas direcciones algo nerviosa. Realmente lo habían dejado así porque la operación era cara y su padre –el tacaño- no quiso pagarla…
—Verás Arthur—empezó el hombre mirándolo con seriedad—es que tu madre y yo no nos decidíamos, yo quería otro niño, ella quería una niña. Y cuando naciste ¡Nos diste un gusto! —la señora Kirkland estuvo a punto de darle una épica paliza a su marido—de hecho, no sé si lo recordarás, pero cuando eras pequeño te vestíamos como niña y te llamabas Artura.
El menor estaba en shock mientras escuchaba todo lo que decía su padre, la señora Kirkland cada vez tenía un instinto más asesino, y los hermanos de Arthur mandaban por Twitter a todos sus conocidos cada parte de aquella extraña, traumática y a la vez vergonzosa conversación.
—…pero entonces cumpliste quince y todo se fue a la mierda, porque un chico de tu clase te palmeó el trasero y tuviste una erección… Lo raro fue que luego el resto de los chicos a tu alrededor también, pero ese no es el punto—continuó sin pudor alguno el hombre mayor, que de pronto sintió un feroz pisotón por debajo de la mesa. Al levantar la mirada vio a su esposa con cara de: "Espero te haya gustado procrear a cuatro chicos, ¡porque ya no habrán más!"
—Tu padre bromea, cariño—lo miró con amor su madre, aun con pensamientos asesinos rondando su cabeza. —De hecho, no te operamos porque…—una mentirita blanca no le hacía daño a nadie—era una operación muy arriesgada en la que podías perder tu vida. Y como nosotros te queríamos, y queremos, mucho, no quisimos tomar ese riesgo—le sonrió de forma reconfortante, para volver a calmar a su hijo menor. Esta vez no funcionó.
—Bueno, ¿qué más quieres Arthur? —Siguió metiendo la pata el señor Kirkland, después de todo, ya era seguro que dormiría en el sillón—tenías, y tienes, cara de niña y actitud femenina, ¡te gustan los hombres! ¿Qué más quieres? ¿Qué te dejemos operarte para ponerte pechos?
— ¡Papá! ¡Quiero ser completamente hombre! ¡No quiero tener que avergonzarme de mi cuerpo estando con Alfred! —estaba algo sonrojado, no le gustaba hablar esos temas con sus padres.
— ¡Pero solo mírate! ¡Si llegas a parecer una chica travesti de esas que se cortan el cabello y se ocultan el busto! —la señora Kirkland estuvo a punto de tomar el teléfono para llamar una funeraria, pronto necesitarían una lápida que dijera: "Aquí yace Raymond Kirkland, un bocazas que no se supo callar"—. Y no hables sobre lo de Alfred—se paró de la mesa, fue a la habitación de su hijo menor y comenzó a guardar todas sus cosas en una maleta, tampoco es como si tuviera muchas, más que nada eran recuerdos de Inglaterra.
— ¡¿Qué haces? —Se alteró Arthur, tratando de quitarle sus cosas de las manos.
—Tomo una decisión…
El timbre del apartamento sonó, Alfred estaba terminando su porción de pizza fría, pero no le importó, dejó el trozo a medio comer sobre la bandeja de cartón y caminó hasta la puerta, encontrando del otro lado a su amado británico, que traía arrastrando una maleta y por su rostro, se notaba que se hallaba en shock.
— ¿Arthur? —Le sonrió, no esperó que volviera—No es que no te quiera aquí, pero ¿qué haces aquí?
—Papá me sacó de casa…—miraba hacia la nada, perdido, desorientado—tuvimos una discusión.
— ¡¿Te sacó? —eso le pareció aún más extraño, Arthur nunca había discutido con sus padres, y era un buen hijo ¿Por qué lo sacarían ante la primera discusión? —Eh… Bueno… —miró al inglés, y de pronto se dio cuenta qué hacía frente a su puerta.
— ¿Podría…? ¿Podría quedarme unos días? —miró otra dirección, no le agradaba depender de la generosidad de los demás.
— ¡Claro! —lo abrazó sonriendo como nunca e invitándolo a pasar. Él tenía solamente un cuarto… Y una cama—"Esta noche follo…"—pensó, llevando los ojos al trasero de Arthur que temblaba ligeramente. Estaba encerrado en un departamento con su novio de hormonas alborotadas, ¿cómo rayos se iba a salvar de esta?
Mientras tanto, en la casa Kirkland, la madre lloraba desconsolada, cada vez odiando más a su marido.
— ¡¿Por qué hiciste eso? —gritaba furiosa. Estaban solos en la sala, sus otros hijos habían anticipado la pelea y vieron que era mejor no intervenir. O sea, siguieron difamando a su hermano por redes sociales mientras escuchaban a sus padres gritarse.
—Es por su bien, Rose—a pesar de que sabía que estaba a punto de ser golpeado, violado y/o asesinado, no pudo evitar rodear a su esposa con su brazo para reconfortarla—tiene que decirle a Alfred, si no confía en él ¿En quién lo hará? —sí, había sido cruel mandar a Arthur a cada de su novio en ese estado, pero él se había decidido, y por mucho que doliera, no dejaría entrar a su hijo menor a aquella casa hasta que no le hubiera dicho a ese americano.
-Fin del capítulo 1-
Bueno, me tardé mucho escribiendo esto e_e y ni siquiera sé si alguien lo va a leer, pero estoy feliz igual xD, es una mezcla de Drama-Romance-Comedia, habrá más drama más tarde.
Al principio era un one-shot pero me la tenía para largo, así que mejor lo dividí, aunque no tengo intenciones de que el fic sea más largo que cinco capítulos. Y sin decir más, me despido a continuar escribiendo esto =) espero les haya gustado. Bye n.n