Capítulo I
Escuchaba el crujido de la hierba bajo mis pies a medida que me acercaba al árbol más alto que había podido vislumbrar desde el interior del bosque. Esperaba encontrarlo ahí, subido en una de las ramas y con su hermoso cabello plateado ondulando al viento. El corazón se me aceleró cuando pude ver su rostro pacífico apoyado en el tronco, ocultando de mí sus ojos dorados bajo los párpados cerrados. Lucía tan perfectamente apacible que cualquiera que le observase pensaría que InuYasha había muerto y se encontraba en el cielo. De no ser por qué había aprendido a conocerle muy bien a través del último año, habría opinado igual. Pero estaba segura de que su fachada de tranquilidad no era más que un modo de engañar a posibles enemigos, de hacerles creer que se encontraba con la guardia baja. De hecho, me sorprendía que aún no hubiese pronunciado palabra alguna a pesar de que me encontraba a menos de dos o tres metros de distancia del tronco de aquél árbol. Entonces dejé escapar un leve suspiro y decidí sentarme entre las raíces del mismo. Preferí no enturbiar sus pensamientos y esperar a que interpretara mi presencia como signo de que ya debíamos ponernos en marcha.
Su actitud no había cambiado desde hacía varios días. Su rostro mantenía un estado de seriedad constante, y permanecía callado y pensativo. Cuánto hubiese estado dispuesta a dar por tener aunque sea una idea de lo que cruzaba su cabeza en esos momentos… Se me revolvía el estómago de inquietud al imaginar las posibilidades. A menudo le sorprendía observándome de reojo, como asustado de que yo tuviese la capacidad de descubrirle y leerle los pensamientos. Debía admitir que me incomodaba y me molestaba. ¿Qué debería estar pensando para temer mi posible enfado? Nada bueno seguramente.
Un gemido de frustración se escapó de mis labios mientras cerraba los ojos con fuerza. Debía relajarme y no darle mayor importancia. ¡Tonterías! ¿A quien intentaba engañar yo? Si lo único que me importaba últimamente era él. Abrí los ojos con tristeza para encontrarme con su fija mirada a un par de metros de distancia. Permanecía de pie estudiándome con su espalda apoyada despreocupadamente en otro árbol de menor estatura. Me observaba imperturbable desde la seguridad que le otorgaba la distancia que había establecido. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y los conocidos nervios se instalaron en mi estómago cuando escuché su indiferente voz hablarme.
-Ya vámonos – fue todo lo que dijo. Me pregunté si había sido por causa de mi leve demostración de frustración que había decidido bajar al suelo e iniciar el camino de regreso tan pronto. Seguramente habría pensado que estaba cansada de esperarle, pero no pensaba explicarme para hacerle cambiar de opinión. Sencillamente me obligué a mi misma a levantarme y caminar detrás de él con toda la entereza que me fue posible.
Nos tomó unos pocos minutos llegar hasta donde Sango y Miroku, quienes ya habían organizado y guardado todas las cosas que componían nuestro pequeño campamento entre los árboles. Me dirigí inmediatamente hacia Sango esperando poder resguardarme en su compañía. Ella me interrogó con su mirada y me limité a negar con la cabeza. No, InuYasha no había cambiado de actitud.
Iniciamos el camino de regreso a la aldea en completo silencio. Pocas veces levantaba la mirada entristecida hacia InuYasha, quien caminaba a pocos pasos frente a mí, al lado de Miroku. Shippo iba sobre mi hombro, y parecía haber notado el ambiente tan cargado porqué tampoco había emitido palabra. Me molestó un poco el saber que el repentino encuentro entre InuYasha y Kikyo afectaba a todos cuando solo debía entristecerme a mí. Bien sabía que había aceptado continuar junto a él en la búsqueda de los fragmentos porqué me resultaba imposible no estar a su lado. Aunque su corazón aún perteneciera a Kikyo, yo estaba dispuesta a soportarlo por tan solo saberle feliz y a salvo cada día.
Solté un largo suspiro al notar que ya habíamos llegado a la aldea luego de una corta hora y media de camino. Al poner el primer pie en el territorio de la aldea, luego de salir del puente que cruzaba el cristalino río, noté que InuYasha ya no se encontraba con nosotros. Otra vez se había escabullido, probablemente a las ramas de algún otro árbol.
-No lo soporto – mascullé molesta. – No entiendo por qué no tolera nuestra compañía cada vez que ocurre esto–
- Señorita Kagome comprendo perfectamente su desilusión, pero debemos darle espacio a InuYasha para que aclare sus ideas y sane sus heridas – contestó Miroku con tranquilidad.
Lo observé con molestia, pero luego comprendí que al igual que yo, él solo deseaba que InuYasha reencontrase su paz interna nuevamente. Sin embargo, no pude evitar sentir la tristeza corroer mi corazón al pensar que InuYasha prefiriese a Kikyo en vez de a mí y ni siquiera fuese feliz con ello… Me destrozaba. Decidí que dado que aún no teníamos pistas de Náraku, y no esperábamos tenerlas hasta dentro de un buen tiempo debido a la precaria condición de vida en la que lo habíamos dejado, regresaría a mi época con la esperanza de poder apaciguar un poco mis emociones.
-Sango – la llamé, buscando su atención. – Regresaré a mi época durante unos días, necesito visitar a mi familia y aclarar un poco mi mente. – le dije en voz baja una vez que la tuve cerca.
-No te preocupes, tómate el tiempo que necesites – me respondió profundizando en mi mirada.- Si algo importante surgiese, le daré a Shippo uno de los fragmentos y él te buscará.
-Muchísimas gracias Sango – la miré sintiendo que el sonido de mi voz no sería suficiente para compensarla.- Gracias – repetí al mismo tiempo que la abrazaba. – Te traeré algo delicioso, serán pocos días lo prometo.- y le sonreí nostálgica mientras me separaba de ella y tiraba mi mochila sobre mi espalda.
-¿No te despedirás de los otros?-
-No… si tuviese que hacerlo no tendría el valor de irme… Estoy segura que los demás entenderán. – Ella asintió y me señaló un sendero entre los árboles. – Por ese camino llegarás más rápido.-
Le dediqué una sonrisa de agradecimiento, y le eché una mirada fugaz a Miroku a Shippo, quienes ya habían marcado una buena distancia entre nosotros. Entonces eché a correr por el sendero que me había indicado Sango, dándole una última mirada sobre mi hombro mientras me internaba en el bosque.
A medida que avanza con rapidez, podía sentir el frío aire recorrer mis pulmones, el sonido del viento cortarse a mi paso, el cantar de los pájaros y el leve sonido de mis pisadas sobre la hierba. Todo se agudizaba en mi mente a medida que dejaba en blanco mis pensamientos. No quería sentir, ni recordar, ni pensar en InuYasha. Sólo quería curarme de esta especie de enfermedad a la que yo misma me había expuesto. Esperaba poder hacerle feliz, ¿pero cómo pretendía hacerlo si él mismo no deseaba permanecer a mi lado? Había sido una tonta.
Demoré el paso cuando pude divisar el pozo. Ya se comenzaban a gestar en mi mente todas las imágenes de bienvenida que recibiría por parte de mi familia y amigos en mi mundo, pero me dolía saber que esto no me haría feliz. Apoyé mis manos en la húmeda madera del viejo portal del tiempo que me había permitido conocer a InuYasha en este mundo y dejé una lágrima recorrer mi rostro al pensar que no había hecho más que estorbar y perjudicar a quienes vivían en él. Si no hubiese sido tan idiota como para romper la perla en un principio, quizás ni siquiera Kikyo hubiese revivido… Negué con la cabeza arrepentida de mis pensamientos, no le desearía la muerte a nadie y tampoco era mi culpa que la perla se encontrase en mi interior. Estaba atrapada en esta situación y no tenía opción más que aprender a lidiar con ella. Puse una pierna en el interior del pozo y salté dentro de él, pero un segundo antes de sumergirme en su negrura, me pareció vislumbrar un retazo rojo entre los árboles que rodeaban el claro. Sin embargo, me obligué a pensar que tan solo había sido producto de mi imaginación.
Continuará...
Por favor dejen sus reviews :) Gracias.
Eli.