Capitulo 10 - Los colores exteriores

―Tan solo imagínense, niñas mías, lo que debe ser caer por una distancia infinita y atravesar la barrera que divide dos mundos. ―meditaba el anciano y demente unicornio parado frente al gigantesco aro de metal que se hallaba abierto sobre el barranco sin fondo ―Me pregunto, ¿que se quebrara primero? La simplísima mente de un poni ante la complejidad de los misterios insondables de los Colores Exteriores o su frágil cuerpo presionado mas allá de su límite por los desconocidos elementos del entorno de un mundo más allá.

―Ya basta ―gritó Fluttershy ―¡No le haga daño a Burning, usted no se atrevería!

―Claro que lo haré ―resopló enloquecido Scriptlore ―Burning Spades no es más que un miserable, traidor y cobarde. Pero la principal razón por la que merece que lo arroje fuera del mundo es que es un pobre ciego, incapaz de comprender lo maravilloso que será este mundo cuando yo traiga desde el más allá a los Colores Exteriores. Como he dicho, le perdonaré la vida solo si me entregan sus collares.

En ese momento de tensión, Twilight no sabía qué hacer. ¿Cómo elegir? ¿Valía arriesgar la seguridad de todo el mundo por la vida de un solo poni? La unicornio se dio la vuelta y vio que sus amigas estaban igualmente abrumadas por la situación.

―Se acabo el tiempo, mis niñas, hora de decidir ―las apuró Scriptlore.

Ninguna se movió. Solamente Rainbow Dash, caminando lentamente, se quitó el collar y lo dejó en la base del montículo de tierra desde el que el Gran Bibliotecario observaba.

―Jamás se abandona a un amigo ―susurró Rainbow cuando sus cinco amigas la miraron atónitas. Pronto, Applejack se adelantó también dejando su collar y Fluttsershy, Pinkie y Rarity la siguieron. La ultima en entregar su diadema fue Twilight y la cara de Scriptlore se iluminó cuando, movidos por la magia de su cuerno, los seis Elementos de la Armonía flotaban a su alrededor. Dijo:

―Ya puedes liberar a Spades, Leadhawk. Dejaremos que lo último que vea en este mundo sea la maravilla de los Colores Exteriores. Se lo debemos después de haber escrito ese libro tan interesante.

El enorme pegaso dejó caer al poni en el suelo cerca de las seis amigas. Mientras tanto, Scriptlore había colocado los seis artefactos sobre el aro de mental, y haciendo uso de su magia de unicornio había puesto en marcha el dispositivo. Un relámpago purpura atravesó cada una de las joyas encendiendo cada elemento con un resplandor mágico formando un hexágono de luz que creció hasta llenar el aro metálico completamente.

―Que… han hecho… ―tosió Spades, cuando el brillo del portal finalmente lo despertó.

La luz del círculo se hizo cada vez más intensa, hasta que se convirtió en un resplandor enceguecedor. Todo poni dentro de la cueva se cubrió los ojos para ocultarlos de aquel fulgor. Scriptlore era el único que no apartaba su mirada del deslumbrante espectáculo. En el último momento, la luz cesó, pero con un estallido ensordecedor, una densa penumbra se hizo presente dentro del aro que servía de portal, y parecía que brillantes estrellas desconocidas y galaxias ajenas brillaban en aquel agujero que se había abierto a un espació infinitamente lejano en mitad de aquella cueva sobre el inmenso barranco.

La ventana a otro mundo permaneció imperturbable por un instante, cuando de pronto, una especie de llama saltó rápidamente desde su interior hacia la cueva como un veloz cometa que viaja por el espacio. Tenía la apariencia de fuego, pero era negro como el humo de un incendio. La llama voladora revoloteo un instante mientras del portal emergía otra y otra más. En instantes la caverna estaba llena de las ascuas voladoras de aquel fuego negro y desconocido que volaban incontrolables sin tocar las paredes y evadiendo las estalactitas que colgaban del techo.

Cuando la primera llama aterrizó sobre el suelo de la cueva, entre el enorme montículo, desde donde Scriptlore miraba el espectáculo emocionado, y la entrada, donde las seis amigas ponis y Burning Spades permanecían inmóviles de miedo, la energía oscura que la conformaba se condensó hasta tomar una forma física. Otras llamas comenzaron a condensarse también junto a la primera, cuando esta, ya completamente compacta tenía ya la apariencia de una criatura que dijo:

―Contemplen, ponis… ¡la maravilla de los señores del mundo más allá de este!

Pero nadie parecía realmente impresionado. En el rostro de unicornios, ponis de tierra y pegasos más bien había un gesto de incredulidad. La creatura de mas allá del mundo miro a su alrededor, y cuando finalmente se miró a sí mismo, fue él quien se sobresaltó de miedo.

Tenía la forma de un poni.

Una por una, las extrañas llamas de energía cósmica que habían surgido del portal se iban condensando para tomar la forma de ponis de tierra. Había yeguas y corceles, con melenas largas y cortas, risadas, lacias y esponjadas, pero todos lucían colores apagados y grisáceos. No eran un espectáculo imponente, sino que solo transmitían tristeza y desconfianza. Ninguno tenía marca.

―¡¿Qué rayos es esto? ―gritó la primera llama, que se había condensado en un poni de color gris neutro con una melena negra.

―Chicas, los Elementos… ¡tenemos que cerrar el portal! ―urgió Burning Spades a sus amigas tratando de levantarse.

―Mi señor, ―se acercó Scriptlore al poni gris que se había formado de la primera llama, sin notar siquiera que Twilight y sus amigas se acercaban al aro metálico para desmontar los Elementos de la Armonía ―soy yo quien los ha traído al mundo, tal como lo he prometido.

―¡Tu! ¡Miserable poni! ¡Tú nos has transformado en esto! ―el furioso poni gris lanzó una bofetada al anciano unicornio que cayó al piso aturdido.

Entonces le pareció que volvía a la realidad. Tirado en el suelo, Scriptlore vio la escena que había creado. Decenas de ponis descoloridos gritaban asustados, corrían de un lado a otro histéricos o se sacudían como si quisieran despertar de una pesadilla, mientras otros se formaban apenas cuando se condesaban las ultimas llamas oscuras que surgían del portal al más allá. Pero no fueron muchas más las que surgieron del agujero, pues en ese momento, las seis amigas ponis, ostentando de nuevo los Elementos de la Armonía hacían su mayor esfuerzo por cerrar el hueco.

Seis rayos de luz, cada uno de un color diferente, disparados contra el aro metálico se esforzaban por reducir el tamaño del portal. Cada una de las chicas se concentraba con todas sus fuerzas para remediar aquella abertura que se había hecho en el delicado tramado del espacio, cuando, al juntarse las seis esquinas del hexágono movidas por los rayos, con un estallido de luz blanca el portal quedo cerrado y el aro metálico volvió a quedar vacio sobre el profundo barranco en la caverna.

Al ver su ruta de entrada sellada, los ponis grisáceos entraron en pánico y salieron disparados corriendo por la entrada de la cueva cuando su líder dio la orden:

―¡RETIRADA!

Sin perder un segundo más, la multitud de lívidos ponis enfilo por el sendero espiral. Recorrieron la cueva entera hasta la superficie en una larga y fatigante carrera pero ninguno se detuvo, ninguno miro atrás hasta que todos hubieron desaparecido tras el horizonte.

―¿Y a esos les pasa? ―preguntó Rainbow desconcertada.

―Ha sido demasiado para ellos. Están aterrados por la visión más enloquecedora y absurda que pudieran imaginar: Ellos, siendo antibronis, que lo más que detestan es a los ponis, se ven rodeados de otros ponis y aun a ellos mismos transformados en ponis. ―respondió Spades recuperando ya sus fuerzas.

―¿Entonces ellos son los terribles invasores? ¿Debemos ir tras ellos? ―preguntó Applejack cuando el último de los descoloridos ponis atravesó el umbral de la cueva hacia afuera.

―No creo que haga falta. Me parece que ahora son inofensivos y que han recibido ya bastante castigo. Esperemos que el vivir entre nosotros un tiempo les enseñe algo de amistad y tolerancia. ―sonrió Twilight contenta mientras la gema de la Magia brillaba en su diadema.

Para cuando el sol comenzaba a despuntar a un día nuevo, gritos de fiesta, alegría y triunfo resonaban por las calles de Ponyville. Todos aquellos que habían sido hechizados por el conjuro de sueño fueron despertando al cabo de varias horas. Spike fue el primero en abrir los ojos y lo primero que vio fue a sus amigas subir del profundo foso, agotadas pero sonrientes. También alcanzó a reconocer a Burning Spades que caminaba ayudado por Applejack y Pinkie Pie que le sostenían sobre sus hombros las piernas delanteras.

La noticia fue recibida con inmenso gozo y alegría: el peligro había pasado, los invasores no eran más una amenaza y las obras de excavación podían cesar finalmente.

Tan pronto despertaron, varios soldados lizerinos tomaron sobre sus hombros a las valerosas ponis y las llevaron hasta la plaza principal de la villa. Spades también fue llevado en hombros por mas que se reusó. Que no le gustara recibir tanta atención, que creyera que no se merecía ser vitoreado junto con las seis valientes amigas y que siguiera aun muy adolorido como para ser transportado de manera tan brusca no fueron razones suficientes para los enormes lagartos que cargaron con él llevándolo en hombros.

Al llegar al ayuntamiento, ponis y lagartos, chicos y grandes vitorearon y celebraron animadamente. Serpentinas, globos, confeti y panques, muchos muchos panques aparecieron de pronto por las calles: al parecer Pinkie Pie había dejado bien organizados a los ponis a su cargo antes de irse para cuando las obras quedaran terminadas finalmente.

En el pódium del ayuntamiento, la Alcaldesa recibió a las heroínas contenta. Junto a ella estaba también el príncipe lizerino. Con su porte pequeño y despistado, Gummy vestía una capa de color rojo intenso y una diminuta corona dorada.

―Ahora que las obras han terminado ―hablaba la Alcaldesa dirigiéndose a todo poni y lagarto presente ―y nos reunimos para celebrar el valor de estas seis valientes ponis…

―Siete valientes ponis ―corrigió Applejack, tirando de Burning Spades para hacerlo pasar al frente contra su voluntad.

―De estos siete valientes ponis. ―continuo la Alcaldesa. ―Queremos además agradecer la ayuda y apoyo de los emisarios lizerinos quienes han declinado nuestra invitación de quedarse como invitados de honor en nuestra villa, prefiriendo partir cuanto antes de regreso a su tierra.

El pequeño Gummy, asintió con la cabeza, justo antes de que una llorosa Pinkie Pie le cayera encima abrazándolo y mojándolo con sus lágrimas:

―¡No te marches! Mamá te extrañara mucho… ¡Eres solo un bebe! No puedes irte aun de casa…

―Pero como muestra de cordialidad y para que la amistad entre ponis y lizerinos perdure indefinidamente, ―continuó la Alcaldesa sin prestar demasiada atención a lo que acontecía apenas a un par de centímetros del pódium. ―el príncipe del reino de lagartos me ha externado su deseo de permanecer como embajador de su pueblo en esta villa.

Gummy volvió a asentir, y Pinkie lo abrazó todavía más fuerte haciendo que su capa callera al piso y que su corona rodara de su cabeza. En brazos de Pinkie, sin su lujoso atuendo de príncipe y con la mirada extraviada a causa de la asfixia que el apretón de la poni le causaba, Gummy se veía exactamente como las demás ponis lo recordaban.

De pronto, un pergamino tomó forma de entre las llamas que salieron de la boca de Spike. El pequeño dragón lo tomo en sus garritas y dijo:

―Es la princesa. ¡La princesa Celestia está por llegar a Ponyville!

Todo poni giró el rostro hacia el cielo para ver como en un hermoso carro dorado tirado por dos pegasos blancos descendió su Majestad, la regente de toda Equestria.

No había saludado aun a los presentes la Princesa, cuando el anciano unicornio de color castaño se tendió a las piernas de Celestia en actitud suplicante.

―Perdóneme por favor, su Alteza, no fue mi intención. Le juro que no sabía lo que hacía, no tenía idea…

―Comprendo, Scriptlore, pero temo que has obrado muy mal y puesto en peligro al reino entero, y aun al mundo. De no haber sido por Twilight y sus amigas quien sabe que habría pasado ―sentenció la Princesa con su voz paciente y agradable ―tendré que relevarte de tu puesto de Gran Bibliotecario y tenerte en observación en una clínica en Canterlot para que recibas la ayuda que requieres…

El anciano solo suspiró, y los pegasos que acompañaban a la Princesa lo alzaron por los hombros para quitarlo del camino.

―Una vez más les debemos nuestra seguridad y la paz del reino ―se acercó la Princesa al pódium para ver de cerca a las seis amigas ―Pinkie Pie, Applejack, Fluttershy, Rainbow Dash, Rarity y claro, mi fiel estudiante Twilight Sparkle. Una vez más muchas gracias.

―Pero el merito no es solo nuestro esta vez, Princesa. También le debemos mucho al valor de Burning Spades ―respondió Twilight.

―¿Y donde esta él?

―Está justo… ―detuvo Twilight su respuesta para la Princesa mirando a su alrededor. El poni rojizo había desaparecido sin dejar rastro alguno.

La fiesta continúo animadamente hasta el atardecer. Hubo música, dulces y mucha alegría en la que participaron ponis y lizerinos por igual. Solamente una figura delgada y solitaria cubierta por una capa que lo hacía invisible, recorrió las calles de Ponyville en silencio con intención de abandonar la villa.

―¿Se puede saber a dónde vas?

Burning Spades salto del susto. Twilight se había teletransportado al lado suyo justo cuando el poni se había quitado la capucha de su abrigo translucido de la cabeza para contemplar desde una colina al brillante arcoíris que surcaba el cielo de Ponyville a la velocidad de un rayo.

―No lo sé. En realidad jamás lo he sabido. Solo voy de aquí allá, aprendiendo cosas. Creo que es hora de continuar ―respondió Spades.

―¿Y has aprendido algo aquí en Ponyville? ―inquirió Twilight.

―Eso creo. ―respondió el poni con la mirada fija en el horizonte.

―Sabes, mis amigas y yo tenemos una costumbre. Cada vez que aprendemos algo nuevo sobre la amistad, enviamos una carta a la Princesa Celestia al respecto. Podrías intentarlo alguna vez, si quieres.

―Suena interesante. Lo consideraré ―respondió Spades distraído.

―Antes de que te marches, ¿podrías responderme unas preguntas? ―continuó Twilight.

―Por supuesto. ¿Qué quieres saber?

―¿Cómo es que sabes tanto acerca de los habitantes del mundo mas allá?

―Mi libro, ¿recuerdas? Ahí escribí todo lo que he investigado. He viajado por el mundo y he visto y aprendido muchas cosas.

―Has viajado por el mundo, pero ellos viven más allá del mundo. Nadie además de ti sabía nada sobre los Colores Exteriores. No hay más libros al respecto pues ni un erudito como Scriptlore los había escuchado nombrar en su vida antes de ti. Ni aun los chamanes lizerinos tenían idea siquiera de la forma de quienes viven más allá de la Cascara del Mundo y tú los conoces tan bien que sabias quienes y porque venían.

Spades se encogió de hombros en un peculiar ademan que Twilight entendió como una solicitud de no darle importancia.

―Qué curioso que los antibronis tomaran forma de poni al entrar a nuestro mundo ¿no crees? ―preguntó entonces la unicornio purpura.

―Eso fue una sorpresa aun para mí. Tengo algunas teorías que lo explican, pero todas son absurdas. ―respondió Spades.

―Yo también tengo una.

―¿De verdad? Quiero oírla.

―Es simple, ¿Ellos entraron en nuestro mundo usando un portal cuya fuente de poder eran los Elementos de la Armonía, no?

―Sí.

―Los Elementos de la Armonía son artefactos mágicos que toman su poder de las principales cualidades positivas del corazón de quienes los portan ―explicó Twilight ―han sido usadas desde siempre para combatir adversidades o remediar males, jamás para lastimar. ¿No es lógico pensar entonces que la forma que tomaran los antibronis al pasar por el portal sería una forma inofensiva susceptible a ser amistosa, como la de un poni?

―Tiene sentido. Tiene mucho sentido. Me impresionas Twilight. ―dijo Burning Spades y al volver a mirar al horizonte sonrió. El raudo arcoíris seguía haciendo piruetas sobre Ponyville, moviéndose entre las nubes. ―Nunca había visto nada igual. Es algo hermoso…

―Todos los atardeceres en Ponyville son hermosos ―respondió Twilight.

―¿Qué? Ah, si… el atardecer, muy bonito… ―corrigió Burning agradecido de que su pelaje fuera rojo y no dejara notar cuando se sonrojaba. Twilight lo notó y se rió en silencio.

El arcoíris dibujó en el cielo un trazo en forma de rayo, y la unicornio comprendió por la señal que ya estaba todo listo.

―Acompáñame, Burning. Te tengo una sorpresa.

―¿Una sorpresa? No querrás que vuelva a Ponyville no soy bueno para las despedidas.

―Burning, tendrás que hacerlo por las buenas ―comenzó Twilight acercándose a Spades y tocó el hombro del poni con su casco. En ese momento, ambos ponis desaparecieron de la colina con un destello y aparecieron de vuelta en Ponyville con otro ―o por las malas.

Burning estaba mareado por la teletrasnportación, y aun así alcanzó a distinguir a todos los ponis de Ponyville formando un circulo a su alrededor aplaudiendo con sus cascos sobre el piso.

―Queríamos agradecerte lo que hiciste por nosotras y por todo el pueblo ―se acercó Rarity.

―Recordamos que dijiste que ibas solo de un lado a otro porque no tenias a donde ir ―comentó entonces Fluttershy.

―Y un pajarito nos contó que tu papá era herrero en tu pueblo natal y te enseñó el oficio ―terció Pinkie, para después susurrar guiñándole un ojo ―y con un pajarito me refiero a la Princesa Celestia.

―Los lizerinos dejaron el horno que trajeron de su tierra pues querían viajar ligeros de regreso ―continuó Applejack.

―Y como aun tienes que arreglar todos los desperfectos de la casa de Fluttershy te adecuamos un espacio donde pudieras trabajar ―concluyó Rainbow Dash señalando a una casita tras la valla de ponis, que apartándose, dejaron ver que había sido modificada con una chimenea y le habían colgado sobre la puerta un letrero de herrería.

Burning Spades se quedó mirando la casa y después a Rainbow. Rainbow y después la casa. Y bajó el rostro para limpiar sus anteojos. Esperaba que nadie notara que una lagrimita le rodaba por la mejilla. Sintió el casco de Twilight que se apoyaba en su hombro mientras ella le decía:

―Es tuya, si quieres quedarte.

Spades le lanzó una mirada severa, pero luego su gesto se suavizó en una gran sonrisa y respondió:

―¿Y qué esperamos? Vamos a verla por dentro.

La noche calló sobre Ponyville una vez más, pero esta vez no había lluvia, ni miedo, ni preocupaciones, ni culpa flotando en el aire. Los tranquilos ruiditos de una pequeña villa que se dispone para descansar le parecieron a Burning tan interesantes que se quedó en silencio escuchando en el balcón de su herrería hasta que todo quedo en un silencio total y absoluto. En ese momento tomó un pergamino y una pluma con el hocico y escribió:

"Querida Princesa Celestia:

¡Cuán equivocado estaba! Hacía apenas dos noches, estaba convencido que solo se podía aprender de los experimentos, de la naturaleza y de la lectura de gruesos libros. Esta noche te escribo porque ahora sé que las más valiosas lecciones se aprenden en compañía de los ponis que quieres, en momentos de gran alegría o de mucha tristeza, en tiempos de convivencia pacífica o cuando aparecen los peores conflictos.

Esta noche te escribo, porque aprendí que nada puede uno hacer si se mantiene siempre solo. Te escribo porque ahora sé que uno no debe permitir que las tristezas y penas del pasado oscurezcan nuestras posibilidades de ser felices en el futuro. Hoy te escribo, porque comprendí finalmente que abrir el corazón a los demás no es una muestra de debilidad sino la fuente del más grande poder y motivación que un poni puede tener.

Hoy te escribo desde el primer lugar al que puedo llamar hogar desde hace mucho tiempo y, lo digo sinceramente, no tengo deseos de irme de aquí. ¿A dónde podría ir si aquí tengo amigos valiosos y puedo seguir aprendiendo en su compañía maravillosas lecciones como estas? Espero no te moleste, Princesa, recibir a partir de ahora y de manera constante mis cartas, pues se que serán bastantes.

Hoy aprendí, Princesa, que la belleza de la lluvia radica en que después del miedo y la oscuridad que trae consigo, llega siempre la belleza y la paz de un arcoíris.

¡Y hoy yo he visto el más hermoso de todos ellos!"

Te prometo princesa, que no volveré a desperdiciar mi tiempo buscando los misterios de más allá del mundo, cuando los más bellos colores viven aquí, en Equestria.

Tu humilde vasallo, un insípido poni sin importancia:

Burning Spades