Desclaimer: Los personajes de Saint Seiya Lost Canvas no me pertenecen, pertenecen a Masami Kurumada y Shiori Tenshirogi.
Aclaración: Lo mismo que antes Agasha un poco mayor de lo que es en el anime o manga, aquí tiene 15 años. Así que, prevengo, si no les gusta ese cambio, no sigan leyendo. Quedan advertidos.
Para entender de donde viene esta historia más larga, o sea como se desarrolló la relación entre Agasha y Albafika, hay cuatro oneshots que le preceden y en ese orden:
01) No Touching is The Rule
02) Bouquet
03) My Most Beautiful Flower
04) Nightmare
Parte 1: The Eye of the Storm
By Goddess Rhiannon 24/12/11
Las oscuras nubes de tormenta amenazaban con descargar su furia en cualquier momento, el clima se hacía más ominoso a cada minuto, lo que reflejaba a las claras el sentimiento de cierta chica florista que miraba con enfado a la distancia, en dirección del Santuario. Otra vez no había venido, Agasha estaba sola sentada en la colina de siempre, esperando que Albafika se dignara a agraciar el día con su presencia… cosa que no hacía desde la última vez que Agasha había estado algo enferma, que en parte había sido culpa del mismo Santo de Piscis que se sintiera mal y con pesadillas sobre su muerte a manos de una oscura presencia, ya que había vuelto a desaparecer por mucho tiempo, justo como ese día. El viento había empezado a arreciar, haciendo volar las doradas hojas de los árboles, que marcaban el inicio del otoño. Las fuertes ráfagas enredaban el castaño cabello de la muchacha, mientras gruesas gotas de lluvia pegaban contra su rostro, que tenía las cejas fruncidas y una expresión de ira en los bellos ojos pardo verdosos, a Agasha le importaba un comino estarse mojando con la fría lluvia, seguía parada, esperando, pero nada, ni atisbo de Albafika. Cuando sintió que el agua le había calado hasta los huesos, suspiró resignada, aunque aún enojada, y empezó la caminata a casa, ya que no quería preocupar a su padre.
En el templo de Piscis, un Albafika inquieto se paseaba de lado a lado de su templo. Estaba preocupado… y asustado. No se atrevía a ir a ver a Agasha, no sabría como actuar, ni que decirle. Todavía se preguntaba que era lo que lo había impulsado a besarla el otro día ¿Habría sido el hecho de que ella le dijera que lo amaba? ¿Qué estuviera tan débil e indefensa? No lo sabía, lo único que si tenía claro era que debía alejarse, una vez más, de ella. Agasha era adictiva como una droga para el santo, y eso era demasiado peligroso para todos.
"Debí estar loco para besarla, pero es que no pude resistirlo, deseaba hacerlo hace tanto tiempo… ¡No! Debo decirle que no puedo volver a verla…. Aunque la ame tanto que el sólo pensarlo me hace sentir horriblemente vacío" Pensaba Albafika, mientras sentía que su corazón se rompía en mil pedazos de sólo pensar en no verla más, en no ver su bella sonrisa, u oír su dulce voz. El santo miró hacia el cielo, oscuro y tormentoso, igual que su alma es ese momento. El viento enredó su lacio cabello aguamarina, mientras la lluvia caía poco a poco, mojando todo a su alrededor. Hermosos ojos azul cobalto se oscurecieron, reflejando su sufrimiento y desazón. En el fondo, sabía que ella lo estaría esperando en la colina, y que se enojaría con él por no ir. Era un cobarde, y lo sabía. Prefería mil veces la ira de Agasha y no sus lágrimas, rogaba que se enfureciera con él tanto que no deseara volver a verlo más… sería lo mejor para ella, olvidarse de él para siempre.
Agasha entró a su hogar, viendo que su padre ya había cerrado la florería, ya que el clima de seguro arruinaría las flores, se quitó la larga capa que usaba para resguardarse del aire fresco y de la lluvia, estaba empapada y furiosa, sus ojos relampagueaban al igual que la tormenta que azotaba el pueblo esa mañana. Decidió tomar un baño para calentar su cuerpo, agotada de estar enfadada, dejó que la tristeza que se ocultaba bajo su enojo aflorara; dos grandes lágrimas rodaron por su mejilla, en el fondo sabía que Albafika nunca sería para ella, aunque su corazón gritara que no era justo porque lo amaba más que a su vida, pero la vida no era justa, eso Agasha lo había aprendido hacía mucho, y parecía que el destino se había empecinado en quitarle, poco a poco, a todos sus seres queridos, primero su madre, y ahora el amor de su vida. Se quitó el vestido, que se deslizó de su cuerpo y cayó al suelo cual saco de patatas, pesado al estar empapado, luego su camisola, y sus sandalias. Se envolvió en una toalla y trajo de la cocina la pava con el agua hervida, volcándola en la bañera, luego templó su baño con agua fría hasta que quedó perfecto. Se sumergió en la bañera y suspiró, se enjuagó el rostro bañado en lágrimas y procedió a enjabonarse de punta a punta.
Gracias a los Dioses, la tormenta amainó hacia media tarde, por lo que todos los comerciantes aprovecharon a reabrir sus negocios. Agasha ayudó a su padre a abrir el propio. El buen hombre miraba preocupado el triste rostro de su hija. Se olía el porqué, pero consideraba que meterse entre su hija y el Sr. Albafika no estaba bien, por lo que dejó que su hija se tomara su tiempo para decirle lo que pasaba, no la presionaría. En momentos como esos, como deseaba que su esposa estuviera viva, ella sabría que hacer con Agasha, mucho mejor que él.
"Agasha ¿podrías ir a comprar algo de fruta?"
"Sí, papá" Contestó con desánimo. Tomando su canasta, le dio un beso a su padre y partió. El hombre meneó su cabeza, ojala algo la reanimara hoy.
Agasha caminó entre los puestos, mirando lo que tenían para vender, el puesto que mejor fruta tenía era el del padre de Greco, que para su desgracia la había visto y le sonreía de oreja a oreja.
"Hola, linda Agasha ¿qué se te ofrece? ¿Manzanas, uvas, una cita?" Dijo Greco, tratando como de costumbre de llamar la atención de la chica. Ella suspiró, el sujeto sí que era persistente.
Ninguno de los dos se percató que cerca de ellos, Albafika los observaba, estaba de civil y vestía una capa oscura, su cabello, estaba atado en una coleta baja, y oculto por la capucha. Nadie lo reconocía. Sabía que era una idiotez acercarse a ella, pero nadie dijo que el santo estaba en sus cabales, no podía engañarse a si mismo: quería verla. Miraba con atención la forma en que ese idiota de Greco trataba de rozarle la mano a Agasha, la idiótica sonrisa que ponía cuando lo lograba, y la mirada indiferente de Agasha, ella ya no se enojaba, ni le gritaba, nada. Eso lo alarmó, esa Agasha había perdido su espíritu de lucha, esa persistencia que había logrado llamar su atención y al final robarle el corazón. Albafika frunció el seño y desapareció de la vista.
Agasha logró comprar algo de fruta, a pesar de las estúpidas insinuaciones de Greco, y se encaminó a casa.
De repente, una mano la asió del brazo con fuerza, jalándola hacia el callejón, que estaba oscuro, al igual que su atacante. Agasha no alcanzó a reaccionar, cuando se vio apretada contra un pecho masculino y abrazada con fuerza, cuando intentó gritar, su boca fue silenciada por otra boca, que la besaba como si de eso dependiera su vida, le estaba haciendo daño, la chica se aterró y comenzó a pelear con todas sus fuerzas en contra de su atacante, que aflojó su abrazo un poco, bajándose la capucha rápidamente, antes de que Agasha empezara a gritar. La chica se quedó helada al ver el rostro de su atacante. Era Albafika.
"No grites, soy yo" Dijo el santo, mirándola a los ojos, sopesando la reacción de Agasha.
Ella estaba sorprendida, y aliviada de que fuera él, su corazón comenzó a latir con fuerza y se empezó a sonrojar. Enseguida se alejó del santo, que se sorprendió cuando lo primero que hizo ella fui sonreírle de una manera extraña, bajar su canasta, alzar su mano y darle una sonora cachetada.
"Auch" Dijo Albafika, aunque de verdad el golpe en sí no le doliera, sabía que se lo tenía bien merecido por no haber ido a verla y atacarla de esa forma.
"¡¿En que rayos estabas pensado? ¡Cómo te atreves a desaparecer y después atacarme y darme el susto de mi vida! Eres… eres…" Le gritó ella, furiosa, abriendo y cerrando los puños, estaba tan enojada que ya no sabía que más decirle, lo que realmente quería era partirle un enorme jarrón en la cabeza. Para colmo él no decía nada, simplemente la escuchaba.
"Tienes razón, y si quieres, golpéame cuantas veces quieras, me lo merezco" Es lo único que atinó a decir Albafika, Agasha cerró los ojos un momento, tragando con fuerza, pero no pudo evitar las lágrimas que comenzaron a caer, y se llevó las manos al rostro, para que él no las viera. Pero Albafika sabía que ella lloraba, y era por su maldita culpa. El muchacho bajó la mirada, conteniéndose para no cargársela al hombro y llevársela lejos de allí.
"¿Por qué? ¿Por qué haces así las cosas? ¿Qué quieras de mi?" Al fin preguntó Agasha, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.
"Quiero protegerte. Quiero verte feliz. Quiero ser la persona más importante para ti. Quiero poder amarte libremente sin pensar a cada momento que te puedo hacer daño. O te pueden atacar por mi culpa..." Decía él, con la cabeza gacha, no la miraba; Agasha escuchaba sorprendida, nunca se habría imaginado que Albafika pudiera expresar lo que sentía por una vez en su vida. Lo veía por primera vez vulnerable, y lo único que quería hacer era abrazarlo, olvidado ya su enojo.
"Entiendo que estés enojada, yo quería que te enfadaras tanto conmigo que no quisieras volver a verme… pero soy tan estúpido que no pude dejar de volver a verte, aunque sea por última vez."
A esto Agasha se alarmó, ¿que significaba eso de por última vez? No le gustaba como sonaba.
"Sí, eres idiota. Y no, nada me haría dejar de querer pasar cada momento de mi vida a tu lado, te amo, ya lo sabes, y creo que no tienes ni idea que hacer con eso. Tienes miedo, miedo a lastimarme físicamente, cuando la peor herida que puedes inflingirme es dejarme atrás, sola." Dijo por fin Agasha, entendía la situación por la que él estaba pasando. Albafika no sabía tratar con las personas, gracias al auto aislamiento al que se había sometido por casi toda su vida. Pues entonces, tendría que aprender. Albafika la miró por fin a los ojos, viendo a la niña, no, a la mujer que le hablaba con una madurez mayor a su edad, que comprendía, pero no justificaba, la manera de actuar del santo. Ella se arrimó con cuidado, como si de un animal asustado se tratara, acercó su mano al rostro del muchacho, que dio un respingo instintivo, pero no se alejó, ella acarició su mejilla, sonriéndole con calidez, luego le echó los brazos al cuello, acercando sus labios a los de él, y lo besó. Albafika suspiró contra los labios de Agasha y se rindió, esa muchacha era su perdición.
A lo lejos, se podía oír el retumbar de truenos, la tormenta aún no había decidido irse, de repente todo se nubló, y comenzó a llover de vuelta. Pero ambos jóvenes estaban tan ensimismados el uno con el otro, que no sintieron nada hasta que el agua comenzó a mojarlos de pies a cabeza. Albafika dejó de besar a Agasha y le sonrió, ella le sonrió también, levantando la capucha de la capa del santo, y bajándosela hasta la nariz, él la soltó para acomodársela, lo que ella aprovechó para reír y escapar de su abrazo. Albafika, enseguida comenzó a perseguirla bajo la fuerte lluvia, pero Agasha era ágil, además de que ella le dejó la canasta para que él la cargara, así que tenía que atrapar a su joven gacela y maniobrar con el inesperado peso. Ambos llegaron empapados a la casa de Agasha, el padre de ella los miró y sonrió, parecía que las cosas estaban mejorando… aunque con ellos dos nunca se sabía cuando vendría tormenta, aunque parecía que el sol siempre lograba salir a final de cuentas.
Fin Parte 1
¡Ja ja! Parece que todavía mis musas no me abandonaron XD, aquí va el quinto oneshot de mi pareja favorita! Es segura que tendré la segunda parte pronto, a ver si resuelvo un poco la situación de ambos (que deberían vivir felices y comer perdices u_u) ¡Feliz Navidad a todos!