El comienzo del comienzo, esta historia es de HuskyWalker que amablemente me permitio traducirla, esta completa y tiene una secuela esta historia es slash así que si no es de su tipo de historia no la lean, ademas la pareja es Harry/Voldemort, están advertidos. Muchas gracias a LatexoHPo por betear esta historia
Capítulo I.
Él era muchas cosas.
Un chico.
Un fenómeno.
Una celebridad.
Un héroe.
Un extraño.
Un mentiroso.
Y algo nuevo: Un asesino.
Lo que más quería era ser Harry, sólo Harry. Se preguntaba qué se sentiría salir a la calle sin que nadie lo reconociera.
Podría ser sólo Harry James Potter, el hijo único de James y Lilly Potter (antes Evans).
Ese pensamiento hizo que el chico de quince años sonriera. Nunca sería sólo Harry. Incluso su familia, dónde se suponía debía pasar sus vacaciones, no lo veía como Harry.
Para ellos era un fenómeno.
Un anormal.
Alguien que ocupaba espacio en su casa y al que preferían tratar como un elfo doméstico, aunque ellos no sabían lo que era, en lugar de verlo como parte de la familia.
Hasta que comenzó la escuela él no sabía cómo se llamaba. Cuando la profesora había llamado a Harry Potter nadie había reaccionado. Después de que todos los demás niños habían sido llamados, él siguió esperando que alguien dijera su nombre y le mostrara a dónde ir.
La maestra se había arrodillado frente a él y le había preguntado su nombre. Harry recordaba haberla mirado con sus extraños ojos verdes y haberle dicho "Niño".
Esa noche había recibido su primera gran paliza. Pero no había sido la última.
Ahora, con quince años, estaba sentado a solas en el castillo llamado Hogwarts, y miraba por la ventana desde su dormitorio en la torre de Gryffindor, una de las cuatro casas del colegio.
Hogwarts era una escuela donde magos y brujas podían asistir desde que cumplían once años. Aquí, escondidos de la vista de los muggles, aprendían del mundo mágico.
Miró cómo los demás estudiantes se dirigían a los carruajes que los llevarían al tren. Desde allí irían hasta la estación en Londres, donde sus familias estarían esperando su llegada.
A él le habían ordenado quedarse porque el director, Albus-maldito-Dumbledore, quería tener otra conversación con él.
Harry bufó al pensar en ello. No estaba seguro de querer soportar otra conversación. Desde que su padrino, Sirius Black, había muerto, los profesores lo habían tratado como una bomba a punto de estallar si se movían o decían algo equivocado…. Después de lo sucedido en la oficina del director no podía culparlos.
Suspirando profundamente, Harry se puso de pie. Sin importar lo mucho que quisiera evitar esa conversación sabía que no podía dejar de ir. Después de lo que el director tenía planeado para él, alguien lo escoltaría para que pudiera pasar otro verano en el mismo infierno, también conocido como Número 4 de Privet Drive, donde vivían sus parientes.
Lentamente, Harry salió por el retrato que escondía la entrada a la torre Gryffindor y caminó por los pasillos vacíos. Sólo vio a un fantasma. Aparte de eso se sintió como si fuera la única personas viva allí.
Arrastró su baúl tras él. Hedwig, su lechuza, se quedarían en la escuela y Hagrid se encargaría de ella. De esa manera su tío Vernon no podría hacerle nada este año.
—Señor Potter, ¿no debería estar en el tren con sus amigos en camino a su casa para ser mimado por su familia? Estoy seguro de que su club de fans llorará si se entera de que perdió el tren.
El tono burlón le dijo quién era sin necesidad de darse la vuelta para mirar.
—El director me ordenó que fuera a su oficina para otra de sus charlas. Así que si me disculpa…, no quiero llegar tarde— respondió e intentó caminar alrededor del profesor de Pociones, pero el hombre siguió sus movimientos, así que se detuvo.
—Veinte puntos menos a Gryffindor por su falta de respeto a un profesor.
Harry se limitó a levantar una ceja en forma similiar a cómo Severus Snape, profesor de Pociones, hacía normalmente en sus clases. No permitiría que el gran murciélago de las mazmorras lo tratara de esa manera.
—Desafortunadamente, profesor, el año escolar ha terminado. Usted no puede quitar puntos.
Su sonrisa desapareció cuando el maestro de Pociones se acercó a él, mirándolo hacía abajo. Harry frunció el ceño dentro de su cabeza. Debido a la malnutrición que sufrió de niño, ahora era más pequeño y más delgado que los demás chicos de su curso. Por los mil demonios, incluso Hermione Granger, una de sus mejores amigas, era más alta que él.
El grasiento Jefe de Slytherin lo fulminó con la mirada, y Harry tragó en seco. ¿Por qué no había escuchado a esa pequeña vocecita en su cabeza que le dijo que mantuviera la boca cerrada? Era la misma voz que normalmente ignoraba cuando iba a hacer algo que lo metería en problemas.
—Detención conmigo, Potter, apenas comience el nuevo año escolar. Irá a mi oficina a las siete en punto. No querrá saber lo que le sucederá si llega tarde, créame. Apúrese, antes de que decida que no es suficiente castigo para usted.
—Si… señor.
La última palabra fue añadida después de que el profesor lo fulminara una vez más con la mirada.
Harry se apresuró por el pasillo. No podía arriesgarse a pasar más tiempo con el murciélago de lo necesario. Además ya estaba a punto de llegar tarde a su cita con el director.
Maldiciendo, Harry comenzó a correr apenas supuso que Snape no estaba a la vista. Por pasillos y escaleras. La cacería de Harry que su primo, Dudley, gustaba de jugar le habían servido de práctica y llegó al frente de la gárgola que escondía la oficina del director con sólo cinco minutos de retraso.
—Caramelos sangrientos— dijo y avanzó cuando la estatua se hizo a un lado. Por primera vez el director no había hecho que adivinara la contraseña. Por alguna extraña razón aquello no lo tranquilizó como había supuesto.
—Adelante.
Harry entró a la oficina sólo para encontrar al director sentado tras su escritorio. El hombre lucía demasiado viejo para guiar una escuela. La barba le llegaba al estómago. Aquello le hacía preguntarse si acaso el director escondía alguna cosa allí. ¿A cuántos se les ocurriría que podría sacar su varita de ese lugar? Tuvo que mirar hacía otro lado para evitar reír ante ese pensamiento.
—Hola, mi querido muchacho. Toma asiento. ¿Quieres algo? ¿Té, caramelos de limón?
—No gracias, profesor— murmuró Harry. Deseaba no estar a solas con el director. La manera en que lo miraba hacía que le dieran ganas de esconderse en un agujero y no sabía el por qué—. Uh… ¿quería verme?
Mirando alrededor de la oficina se dio cuenta de que todas las cosas estaban en su sitio original y reparadas después de su pequeño arrebato. Sin embargo, notó que el director tenía algunas cosas extrañas en su escritorio, cosas que no estaban antes. Quizá no había podido reparar todo.
Cuando el silencio se prolongó, Harry comenzó a removerse en la silla en la que estaba sentado. Normalmente el director y él no tenían problema para conversar. Realmente veía al director como el abuelo que nunca había tenido. Pero ahora las cosas se veían diferentes, aunque él no podría decir por qué.
El director estaba vestido con su usual túnica colorida. Esta vez era naranja con puntos rosas. Harry se preguntó qué habría inspirado al director a vestirse de esa manera. O si acaso siempre habría sido así. Trato de pensar en cómo un joven Dumbledore luciría en esas ropas, pero encontró imposible imaginárselo diferente de cómo se veía ahora.
—Sí, quería hablar contigo sobre algo.
Ahora Harry notaba que el normal brillo en los ojos del director estaba ausente. Un hombre con un aura que daba miedo, como la de Voldemort, estaba sentado frente a él.
Tragó en seco y se obligó a desviar la mirada de la del director. De las lecciones con Snape sabía cómo funcionaba la Legeremancia. Mientras no le mirara a los ojos, el director no podría entrar en su mente.
Como si el director supiera lo que estaba haciendo, frunció el ceño.
—Harry, ¿pasa algo malo? ¿Algo que no me has dicho? Sabes que puedes contarme cualquier cosa que te moleste.
El Niño Que Vivió mantuvo la cabeza agachada. No estaba seguro de qué pensar sobre el director. Después de todo, el hombre había mantenido escondida información sobre él. Trozos de información que podrían haber salvado la vida de su padrino. Si le hubiera dicho aquellas cosas Sirius estaría con vida.
Harry alejó las lágrimas antes de que pudieran caer. No iba a permitir que el director lo viera llorar. No necesitaba la lástima del hombre. ¡Maldición! No necesitaba la lástima de nadie.
—Tomaré tu silencio como un no. ¿Sabes por qué te pedí que vinieras aquí hoy?—. Harry negó con la cabeza. Su interés despertó antes las palabras del director. Parecía que al fin tendrían la conversación que tanto había temido—. Una vez conocí a un hombre. Era un hombre brillante con grandes ideas y grandes ambiciones. Él no quería nada más que lo dejaran solo, pero aún así causó rebelión a su alrededor. Era un hombre peligroso que casi destruyó los planes que tenía para éste mundo.
Dumbledore se interrumpió, como tratando de decidir cuánto contarle. Harry se adelantó en su silla, ansioso por escuchar más sobre el hombre del que Dumbledore le estaba hablando.
"Le dí muchas oportunidades para que viera la luz. Desafortunadamente seguía arrastrando a otros hacía él. Así que tuve que… encargarme del problema en que se había convertido.
Harry no reaccionó cuando el director se levantó lentamente de su silla y avanzó hasta quedar frente a él. El chico intentó pensar qué tenía que ver esto con él. Nadie le había contado nunca nada sobre ese hombre.
—Esperaba no tener que hacer esto.
Harry parpaderó y miró asombrado la varita que apuntaba a su rostro.
—¿Profesor…?— preguntó inseguro de cómo continuar. Claro, esto era una broma. En cualquier momento el director comenzaría a reír y todo volvería a ser como era. Cuando nada sucedió, Harry dejó de mirar la varita y, por primera vez desde que entró a la oficina, miró al director directamente a los ojos azules— ¿Qué está haciendo?—. Su voz tembló un poco.
El hombre frente a él le recordaba más a Voldermort que al Albus Dumbledore que había conocido durante cinco años.
—Tú estás comenzando a parecerte a él. No puedo dejar que eligas ese camino. Estoy seguro de que lo entiendes, Harry. Todo esto es por el bien mayor. Sé que podrás perdonarme.
Harry parpadeó de nuevo, intentando entender lo que decía el director. Sus ojos miraron alrededor. Debía haber alguna forma de salir de la oficina. La ventana no serviría porque no quería morir todavía. La puerta estaba cerrada y probablemente asegurada; imposible salir por ahí.
Todos los cuadros estaban vacíos. Tal vez alguno había ido a buscar ayuda. Si podía ganar tiempo tal vez alguien llegara. ¡Diablos! Incluso Snape sería más que bienvenido en ese momento. ¿Dónde estaba el gran murciélago grasiento cuando lo necesitaba con urgencia?
—Va a lamentar esto, Dumbledore.
—No, sólo lo hago por el bien mayor. El mundo me perdonará. No puedo dejarte ser como él. Fue él quien destruyó todos mis planes y creó al monstruo que todos conocemos como Voldemort.
Harry se aferró a su baúl y se puso tenso. No le gustaba cómo se estaban desarrollando las cosas.
Dumbledore sonrió gentilmente, parecía un abuelo confuso.
—Recuerda, mi muchacho: la muerte es sólo otra gran aventura.
El Niño-Que-Vivió abrió la boca para gritar esperando que alguien viniera y lo salvara.
—¡Avada Kedavra!
Y entonces no supo nada más.