Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenecen, sino a su autor Hidekaz Himaruya-samao, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Rusia, El General Winter, México, Belarus, Ucrania, España, Inglaterra, Francia entre otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, UA (Universo Alterno), humor, Lemon, mpreg, fantasía y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Originalmente este era un fic en conjunto con Hatake Saori del anime Naruto, pero ya que Saori no ha dado señales de vida, y no sé cómo continuarlo con Naruto he decidido adaptarlo a Hetalia.

A partir del capítulo 12, es 100% mi idea.

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El jardín de la noche

Hacer el amor implica una conexión con el amor que no se da todo el tiempo, ni siquiera entre dos personas que se aman.

Jorge Bucay

Capítulo 18.- Amor

Lo que menos quería Itzamma era lastimar a su príncipe, ¡moriría primero! Iván era el sol que iluminaba sus días y la luna que acompañaba sus noches, el aire y el alimento que su cuerpo necesitaba para seguir funcionando, no podía ya convivir la vida sin él.

—El sexo puede causar miedo, en especial si es tu primera vez…

—Pero no es la primera de Itzamma —dijo el príncipe en un tono que el alquimista no pudo identificar.

—Hay una gran diferencia entre tener sexo y hacer el amor. Contigo sería lo segundo.

—Iván no comprende —Itzamma se acercó a él y lo abrazó.

—Déjame enseñarte la diferencia.

¡Al diablo todo! Después se preocuparía por el mundo, ahora lo único que importaba era complacer a su querido príncipe.

Itzamma rozó los labios de Iván con la yema de los dedos, antes de atraparlos con los propios. El besó era delicado, tímido, pero lentamente se fue convirtiendo en uno demandante y necesitado.

El joven alquimista condujo a príncipe hasta el pequeño catre donde había pasado las noches de China.

La ropa fue rápidamente cediendo ante las ardientes caricias; los besos reclamando la piel virgen y los gemidos irrumpiendo la tranquilidad del laboratorio.

En la oscuridad, ambos amantes se entregaron él uno al otro, convirtiéndose en un solo ser.

Itzamma contemplaba Iván mientras dormía, después de hacer el amor, el príncipe había caído rendido a los brazos de Morfeo. El alquimista sonrió mientras apartaba un mechón húmedo de la frente de su amado. No podía más que maravillarse de los acontecimientos ocurridos; él, por sobre todos los otros de su clase, siempre estuvo seguro que jamás se enamoraría, ni por un momento le pasó por la cabeza llegar a sentir lo que sentía, pero ahora no podía concebir su existencia sin Iván.

El sonido de la puerta sacó a Itzamma de sus cavilaciones; suspiró pesadamente y con cuidado de no despertar a Iván, se levantó de la cama para atender, vistiendo únicamente sus pantalones.

—¿Sí? —dijo el alquimista abriendo ligeramente la puerta para evitar que la luz se colara al interior y pudiera dañar a Iván. Afuera se encontraba un hombre joven.

—Yao… —Itzamma estaba sorprendido de ver al príncipe heredero en la entrada, con cuidado, abrió un poco más el portal para poder salir y evitar despertar al príncipe. —Amigo mío, me alegro tanto de verte —hizo una reverencia, pero su visitante decidió romper los protocolos y abrazar al moreno.

—También me agrada verte, aru —ambos jóvenes se sonrieron.

Yao Wong era el hijo mayor del emperador, tenía el cabello largo y un cuerpo delicado, tenía la misma edad que Itzamma pero por obvias razones el alquimista se veía como un adolecente a su lado.

—¿Qué haces aquí tan temprano, Yao? —Itzamma no pudo evitar hacer esa pregunta pues le preocupaba que Iván pudiera sentirse incómodo con la presencia de su amigo de la infancia.

—Ayer no tuvimos tiempo de hablar, aru —respondió con simpleza —. Me resultó extraño que decidieras dormir en tu laboratorio y no en la habitación que se preparó para ti, ¿tiene que ver con el joven que vino contigo aru?

Itzamma se removió incomodo en su lugar; había pasado un año desde su última visita a ese país, pero Yao parecía aún conocerlo bien.

—Sí. Iván debe permanecer en la oscuridad… la luz del sol daña su piel, puede incluso hasta matarlo.

Itzamma le contó a grandes rasgos la vida de Iván, incluso el hecho de estar juntos; las relaciones entre personas del mismo sexo no eran muy bien aceptadas, pero el alquimista no tenía secretos para Yao, el futuro emperador parecía poseer un don para descubrir las mentiras.

—Así que tú y ese joven se aman, aru —Itzamma asintió con la cabeza —. Me alegro por ti, pero debemos evitar que padre se entere, aru.

Itzamma no pudo estar más de acuerdo; sabía que el emperador no aceptaba ese tipo de relaciones, incluso Antonio debía actuar como aprendiz de Cintéotl para evitar levantar sospechas.

—Ordenaré a la servidumbre que les traigan la comida aquí, aru.

—Gracias, Yao —el aludido se despidió, no sin antes prometerle a Itzamma que prepararía una habitación acorde a Iván, pues de ninguna manera un príncipe podría dormir en un laboratorio.

Cuando Itzamma se quedó solo, dio un pequeño suspiro y se sobó el cuello tratando de alejar el estrés que le causó la charla con su amigo; entró nuevamente. Iván ya estaba despierto, pero aún no salía de la cama.

—Lo siento, no quería salir de la cama antes que despertaras, pero llamaron a la puerta —dijo Itzamma acomodándose nuevamente en el lecho y abrazando a Iván en el proceso —. Era el príncipe Yao, es una gran persona y estoy seguro que se convertirá en un magnifico emperador.

Iván se removió entre los brazos de Itzamma; el escuchar al alquimista alabar a una persona, era desagradable para él, pero el moreno parecía no darse cuenta de la incomodidad de su pareja.

—¿Sabes? Fue aquí donde logré crear mi piedra filosofal, en ese mismo horno logré convertir el plomo en oro y desvelar muchos misterios.

—Itzamma ama mucho este país —dijo Iván, desviando la mirada —, tal vez debes quedarte aquí, da.

El alquimista frunció el ceño, tomó al menor por la barbilla, obligándolo a mirarlo a la cara. Itzamma sintió un nudo en el estomagó al ver tristeza reflejada en tan bellas joyas, besó la frente del menor y sonrió.

—Soy un alquimista… un hombre del desierto, de los bosques, montañas, praderas… no un hombre de ciudad… mi casa… mi hogar es mi familia —dijo Itzamma antes de darle un casto beso en los labios —. Tú eres mi mundo. Contigo, no necesito sol, porque tu sola presencia ilumina mi día, no necesito noche, ni estrellas porque tú eres incluso más hermoso. Estoy completa y totalmente enamorado de ti.

—Iván también ama a Itzamma —el aludido sonrió. El príncipe atrapó al alquimista por el cuello y lo beso con todo el cariño que sentía por él.

Pasaron el día haciendo uso del laboratorio; Itzamma le mostró cosas que nunca leyó en ningún libro (e Iván estaba seguro que no existía ninguno con tales conocimientos). Por la tarde, Inti les llevó a Dmitri y se quedó a molestar un poco a su primo, hasta que el perro terminó por espantarlo; caída la noche, fueron llamados a los jardines, donde Yao y el resto de los alquimistas y las hermanas de Iván los esperaban para cenar.

Iván se sentía un poco incómodo con las ropas que los sirvientes les habían llevado; las mangas eran demasiado largas y estorbosos, además, parecía un vestido, aunque la tela era muy suave y confortable.

La cena transcurrió con calma, aunque con ciertos problemas por parte de Iván, sus hermanas, Francis y Arthur pues no tenían idea de la etiqueta en China, ni comprendían el idioma, aunque los alquimistas y aún el mismo Yao trataban de ayudarlos a adaptarse.

—Espero que su estancia sea lo más cómoda posible, aru —dijo Yao que inmediatamente fue traducido por Ixchel.

—En el nombre de nuestros príncipes, agradecemos su hospitalidad, su alteza —dijo Arthur y Cintéotl fue quien tradujo.

—Majestad —dijo Ankuwillka, Yao lo miró aguardando a que continuara —. Usted ha sido muy amable con nosotros, pero… necesitamos llegar a Nueva España lo antes posible.

—¿Entonces no se quedaran? —Yao estaba un poco decepcionado, pues hubiese preferido pasar más tiempo con su amigo y esperaba que esta vez, si aceptara su propuesta de volverse su consejero cuando se convirtiera en emperador.

—Por desgracia no podemos, el maestro nos ha llamado, debemos estar en casa antes de siete lunas —el príncipe de China asintió con la cabeza, prometiéndoles preparar la nave más veloz para llevarlos a su destino.

Los alquimistas mayores agradecieron la amabilidad de Yao, aunque Itzamma estaba preocupado por la desesperación que su familia tenía de llegar a casa, ¿algo malo le pasaba a su abuelo? No lo sabía, lo peor es que el viento no respondía sus preguntas, era como si no quisiera que supiera la verdad; miró a Antonio, esperando poder descubrir el secreto en su progenitor, pero fue inútil… no vio nada.

Continuará…