Sentimientos confusos y, ¿pecaminosos?
Zatsune tenía realmente el caso casi resuelto. Sólo había dos sospechosos: Gumiya Megpoid y Lily. Gumiya Megpoid era conocido por ser un chico universitario brillante y con un interés bastante grande por la ciencia. Lily era una profesora de ciencias, justamente enseñaba en el mismo plantel donde Megpoid estaba estudiando. Se cometió un asesinato en uno de los salones de esa escuela y sólo había tres personas ahí: Lily, Gumiya e Iroha Nekomura. Iroha fue asesinada.
La pelinegra sospechaba más de Lily. Hace poco había recibido la grabación de sus interrogatorios respectivos. Mientras Megpoid parecía algo nervioso, casi desesperado por mostrar que era inocente, la rubia mostraba bastante serenidad. Uno pensaría al contrario, que el que está más nervioso es el culpable. Oh, pero no conoces a los psicópatas.
Ellos son vanidosos por naturaleza. Tan seguros están de su perfección que no temen a la justicia, porque saben que sus planes, tan perfectos como ellos lo son, no serán destruidos por los estúpidos humanos normales. Tsk, los subestiman. Lily mostró casi inexpresividad al declarar. Porque lo sabía, sabía que simplemente ella no podría ser atrapada.
Esa vanidad tarde o temprano los destruye, eso es bastante cierto. Pero, ¿eso es después o antes de la muerte? ¿Eso es después de que ya es demasiado tarde? La justicia, a lo largo de la historia, ha sido burlada por estos "humanos" —claro, parecen y de alguna manera lo son, pero su ego les impide reconocer que no son más que eso—.
Es el trabajo de los humanos "normales" no dejar que éstos les jodan la existencia, por decirlo de manera resumida y que no me dé demasiada flojera de relatar. Dime perezoso, pero con lo que mostraré más adelante, no lo pareceré a comparación.
Aunque, también podía sospechar de Gumiya, no sólo los psicópatas son homicidas. Quizás por eso estaba tan nervioso, ¿no? Las probabilidades eran del cincuenta por ciento.
Dejaremos a Zatsune por un momento, pero sus deducciones no se irán a ningún lado. Te lo aseguro.
— . — . —
Rin tenía una mirada temerosa, no podía levantar la cabeza. Esto había empeorado.
Pensaba, "ellos seguramente lo olvidarán muy pronto. No creo que sólo por mi voz me rechacen. Eso sería estúpido". Ah, qué ilusa había sido. Ellos no sólo la rechazaban por tener una voz horrible.
Era simplemente porque era un blanco fácil. Oh, vamos. ¿Si fueras un león, qué tipo de cebra escogerías? No creo que escogerías a la que es rápida y fuerte, ¿acaso, no irías por la que es débil y casi no corre?
La respuesta sería bastante obvia, y en este caso, se aplica la misma regla: Escoge al más débil y vencerás.
Rin no era alguien que pareciera amenazante, todo lo contrario. Hasta parecía una niñita de carácter un poco débil y sumiso. No mostraba confianza en sí misma.
Sólo había seis personas que creían que Rin era alguien, que veían lo positivo que había en ella. La graciosa y algo alcohólica Meiko-nee, que siempre que no estaba borracha —o a veces, incluso estándolo—, resultaba casi como su hermana mayor; o el inútil, estúpido y cobarde Bakaito, de alguna manera, siempre lograba hacerle reír, ¡hasta a veces caía en una de las bromas que Len y ella le jugaban a propósito sólo por animarla!; ¿Y qué había de Miku? Ah, la Hatsune era definitivamente su mejor amiga. Se podía decir que pasaba con ella la mayor parte del día, cuando no dedicaba esas horas de la tarde con su mellizo, estaba con la de cabellos cian; Luka, cuando la Sakine estaba demasiado ebria o regañando a Bakaito, era casi la "otra hermana mayor".
Ah, ¿no te había contado antes? Torpe, que torpe soy. Discúlpame por mi torpeza, olvidé mencionarte a alguien muy importante en la vida de Rin, completamente ajena a su familia.
¿Te digo su nombre? No, no respondas. Ya sé la respuesta.
Su nombre era Piko Utatane. Sí, ese chico con monocromía, albino y facciones un poco suaves. Era un poco irritable a veces, pero era una de las pocas personas que se le acercaba. Ella, esa chica que siempre anda cabizbaja, esa chica que se arregla poco, esa chica que es solitaria... él se encargaba de que no estuviera sola. Todavía recordaba cómo se habían conocido, en el salón de clases. Piko había olvidado su guitarra ahí por haberse distraído hablando con Miki, una chica que iba en el mismo salón de Rin, cuando fue a recogerla, se encontró con la rubia. La Kagamine se había quedado terminando un dibujo aun cuando sus clases vespertinas habían terminado, bajo la promesa de cerrar el salón después de ello.
Piko era buen amigo, y uno de los pocos que pudo ver uno de sus dibujos. Era cierto, ella no tenía mucha habilidad con el canto, pero sus dibujos eran impresionantes.
Y, por último y para terminar de una vez con esta aburridísima lista de personas que si quieren a Rin, estaba Len.
¿Qué se podía decir del rubio? Era definitivamente la persona a la que más amaba en el mundo, amaba mucho a su hermano. Claro, las cosas no eran incestuosas entre ellos, aunque varias veces Meiko bromeaba sobre el tema.
Aunque, los últimos meses, Rin estaba sintiendo algo extraño.
¿Por qué cada que la castaña hacía alguna de sus acostumbradas bromas de incesto, sentía algo raro? ¿Por qué su gemelo últimamente ocupaba gran parte de sus pensamientos?
Quizás era normal, ¿no? ¿O quizás no lo era?
No sabía realmente con quién comentar esto, quizás Luka o Miku... quizás Meiko si no la encontraba ebria. Pero, ¿qué les iba a decir? ¿Qué sentía cosas demasiado raras cada que Len le tomaba de la mano, le daba un inocente beso en la mejilla o le sonreía? No, no, no.
Nadie podía saber de esto. Quizás se le pasaría, ¿no? Digo, esto no era lo que llamaríamos como amor probablemente era una etapa de la vida. Como el complejo de Edipo, ¿no? Te enamoras de tu propia madre o padre, pero lo superas después. ¿Esto sería algo parecido? Debería pasar tarde o temprano.
Digo, esto no podía ser algo real.
No era real, de eso intentaba convencerse. En caso de que fuera real, sería algo aberrante, sería prohibido... sería un pecado.
Eso estaba penado por todo el mundo. La sociedad, la iglesia, sus propios valores... el amor no estaba prohibido, pero tenía restricciones. Su hermano Len estaba fuera de su alcance.
¡¿Por qué, de todos los hombres en la tierra, tenía que ser él?
¿Por qué no fue Piko? ¿Por qué no fue Kaito? ¡Hasta Rinto, su primo, hubiera sido algo más aceptable!
Pero no, tenía que ser Len. Tenía que ser él. ¿Acaso era esto una broma? ¡¿Acaso alguien allá arriba le torturaba para su insana diversión?
Un momento, ¿por qué pensaba todo esto como si de verdad se hubiera enamorado de su hermano? ¿Acaso no intentó convencerse antes de que esto fuera temporal?
Ya ni ella misma se estaba entendiendo, su confusión aumentaba más y más.
Felicidades, Rin Kagamine, felicidades por tu pecado. Me saludas al mismo demonio cuando mueras.