Dislciamer: Ninguno de los personajes de Fullmetal Alchemist me pertenece.

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¡Hola a todos! ¿Cómo están? Espero que bien. Bueno, como prometido, he aquí el Epílogo y final, por ende, de esta historia; que espero disfruten. Para no perder la costumbre a estas alturas, quisiera agradecerles a todos. Tanto a aquellas personas que siguieron mi historia anónimamente como aquellas que se molestaron en hacerme saber lo que pensaban a lo largo de toda el fic, animándome a seguir escribiendo y mejorando. Muchísimas gracias, por todo y a todos. Y lo digo de corazó la oportunidad y la paciencia y el tiempo y los reviews a lo largo de toda esta historia Y, si no es mucha molestia, me encantaría saber qué les pareció. Ahora si, agradecimientos especiales al final. ¡Nos vemos y besitos!

Pd (!): Ya lo confirmé en el capítulo anterior (para quienes preguntaron y por si a alguien le interesa...) pero, por si alguien no lo leyó, dado que lo introduje entre toda la masa de palabras que llamo nota de autor, habrá un nuevo fic. También Royai. Aunque no se cuando pueda estar subiéndolo. Dicho eso, los dejo en paz. =) ¡Nos vemos y besitos!


Cosas que dejamos atrás


XXVI

Epílogo


¿Cree que alguna vez seamos esos, teniente? ¿Quizá en cincuenta años?

Alzó la mirada, sonriendo arrogantemente de lado.

¿Quiere decir que aún tendré que cuidar de usted entonces, coronel?

Delante suyo, de pie, erguida y firme, tal y como la recordaba, se encontraba ella. Con su corto cabello rubio desmechado en la nuca y la misma expresión severa.

Cincuenta años parecen mucho, teniente. Además, quizá no viva tanto.

Sin embargo, al verlo, esbozó una calma sonrisa sutil –su expresión suavizándose a duras penas-. Y sus dedos se curvaron más firmemente alrededor de la pequeña manito que sostenían.

Por favor no diga esas cosas, coronel.

Bajando la mirada, su sonrisa se amplió, satisfecho.

El niño, idéntico a él, de alborotado cabello azabache y ojos color carbón, alzó la mirada a su madre, pidiéndole que le soltara la mano. Su expresión, a pesar de ser la de un niño, planamente orgullosa. Idéntica a la de él. Suspirando, ella cedió.

—Me temo que cada día se parece más a ti —expresó, resignada, observando al niño correr hacia él. Ya había declarado, en una ocasión, que quería alcanzar la posición más alta de Amestris para poder protegerlos a todos. Por supuesto, la declaración había sido tomada meramente como eso, la declaración de un niño imitando a alguien más.

Sonriendo, observó a la criatura colapsar contra sus rodillas —¿Y es acaso eso tan terrible?

—Si mal no recuerda, coronel —una voz, detrás de él, se hizo oír, calma y segura—. Su personalidad nos metió en más de un problema.

Volteándose, y pasándose una mano por el ahora blanquecino cabello, sonrió. Observando a la que una vez había sido su teniente primera, ingresando a la habitación con dos humeantes tazas de té en las manos. Su expresión, como siempre, y a pesar de las numerosas líneas extras que el tiempo le había ido delineando en el rostro, a pesar de las grietas de su piel, permanecía calma, estoica y familiar. Su cabello, corto y desmechado como lo había llevado en su juventud, totalmente cubierto de canas color ceniza. Y aún así, aún entonces, con todos los años transcurrido, Hawkeye seguía robándole el aliento. Incluso con sus ojos aún expresivos y severos e inundados de experiencia de vida y sabiduría. Incluso entonces, aún lograba lo que ninguna mujer había logrado a lo largo de toda su vida. Inclusive entonces, y aún tras todo ese tiempo, comprendió, todavía la amaba. No, quizá nunca lo había dejado de hacer. Y posiblemente nunca lo haría.

—Si mal no recuerdo, teniente —replicó, usando deliberadamente el rango que había portado casi cincuenta y dos años atrás. Era más una costumbre que otra cosa, realmente. De referirse a sí mismos con los rangos que habían tenido cuando todo había empezado para ellos, para ella y para él. Una especie de mutuo entretenimiento irónico. Nada más—. No objetabas demasiado entonces, sino que me seguías a donde fuera.

Depositó calmamente las tazas sobre la mesa —Alguien tenía que asegurarse de que no se metiera en problemas, coronel.

El niño, apoyado en las rodillas de él, alzó la mirada —¿Te metías en muchos problemas, abuelo?

Riza suspiró, tomando asiento junto a él y asintiendo calmamente —Me daba demasiado trabajo.

Roy sonrió arrogantemente —De hecho, era un gran superior, a pesar de las objeciones de mi subordinada —observando de lado a Hawkeye. No obstante, no pasó desapercibido para la mujer de pie el afecto subyacente en dicha mirada de complicidad. La relación de su madre y su padre era algo que ciertamente nunca había terminado de descifrar. No completamente. De hecho, siempre había sentido que había demasiado al respecto que no sabía o ignoraba. Pero muchos, incluidos los antiguos compañeros militares de su padre, Jean Havoc (y su respectiva esposa Rebecca), Heymans Breda y Kain Fuery le habían asegurado que no era la única que siempre se había sentido de esa forma respecto a ambos. De todas formas, había dejado de pensar respecto a ello demasiado tiempo atrás. Había algunas cosas que no habían sido hechas para ser comprendidas.

—Difícilmente hacía su trabajo, coronel. Si mal no recuerda.

Se aclaró la garganta —Como dije, era un gran superior, a pesar de lo que mi teniente primera, tu abuela, aquí presente, pensara.

—Me temo que no era la única que lo consideraba negligente —objetó, frunciendo el entrecejo.

El niño observó el intercambio de ambos con curiosidad. Entonces, sonrió —Abuelo, cuéntame otra vez la historia de cuando tú y la abuela vencieron a los monstruos inmortales.

Roy sonrió de lado —De hecho, fue tu abuela quien hizo la mayor parte del trabajo. Yo me había convertido en un inútil, por aquel entonces, y mi teniente primera se convirtió en mis ojos.

Pero Riza negó con la cabeza —En realidad, coronel, yo tampoco fui de mucha ayuda, si mal no recuerda. Estaba herida.

—Por mi culpa —replicó, torciendo el gesto.

—No, por decisión propia —afirmó, tercamente.

—¡Cielos, eres terca!

Sonrió, con calma —Me alegra ver que aún después de todo este tiempo lo reconoce, coronel.

Roy asintió, sonriendo —Llevamos demasiado tiempo juntos.

—Lo hacemos.

—¿Su excelencia...? ¿Su excelencia Mustang...?

Parpadeó, desorientado. Enderezándose, observó los alrededores. Se encontraba en una oficina, claramente una del cuartel general de Central, a juzgar por la arquitectura. Sentado en una silla detrás de su escritorio, el cual, de hecho, se encontraba atestado de distintos documentos que seguramente debería revisar para el final del día. Alzando la vista, aún con somnolencia, observó a la mujer de pie delante suyo. Erguida y firme, tal y como la de su sueño, con su corto cabello rubio desmechado en la nuca y la misma expresión severa. No obstante, había una ligera diferencia. La mujer que había vislumbrado mientras dormía, su supuesta hija, había tenido ojos profundamente negros, como los de él. La mujer delante suyo, en cambio, tenía los mismos ojos marrones con un ligero tinte rojizo que recordaba desde siempre. Desde que había tenido dieciséis años.

—¿Teniente?

Hawkeye suspiró, resignada —Es general de brigada, su excelencia, si mal no recuerda.

Roy se frotó los párpados cerrados con los dedos índice y pulgar, bostezando seguidamente y posicionando ambas manos sobre su escritorio —Cierto, lo lamento. Supongo que estoy algo cansado.

La expresión de ella se suavizó, papeles aún en mano —¿Por qué no va a descansar, su excelencia, si se encuentra cansado? Yo puedo encargarme de la oficina en su ausencia.

Pero él sólo negó con la cabeza —No, está bien, general. Preferiría terminar esto por mi cuenta, lo antes posible.

Riza se llevó una mano a la frente —Si, señor. Aquí tengo los documentos que solicitó del coronel Havoc. El coronel Breda también le envía éstos —depositando dichos documentos sobre el escritorio de su superior—. Y ya envié al capitán Fuery a que solucione los problemas de las líneas militares. También, el mayor general Miles y Scar se encuentran aquí para reportar los avances diplomáticos de Ishbal con la frontera de Xing.

Roy tomó el primero y lo examinó —¿Alguna noticia de la general Armstrong en Briggs y la situación con Drachma?

Asintió —Así es, su excelencia. Drachma continúa poco dispuesto a una solución pacífica y un tratado diplomático, aún cuando Aerugo accedió a uno recientemente.

Soltó un bufido —Ya veo. ¿Y todo esto es para hoy, general?

Riza sonrió tenuemente —Eso me temo, su excelencia.

—Cielos, nadie me dijo que ser Fuhrer requería tanto trabajo. Bradley y ese viejo zorro de Grumman se lo pasaban deambulando por los corredores del cuartel. ¿Cuándo demonios hacían el papeleo?

Negó calmamente con la cabeza, cruzándose de brazos —¿Acaso no era lo que tanto deseaba, su excelencia, convertirse en un pilar y protegerlos a todos?

—Exactamente, general. ¿Qué tiene que ver eso con —tomó un papel y leyó el título— leer este informe sobre distribución de subordinados?

—Es parte de sus obligaciones, su excelencia, como Fuhrer de Amestris —señaló, estrictamente.

—No puedo esperar a devolverle el poder al parlamento y convertir Amestris en una democracia, entonces se terminaría el papeleo.

—Por favor absténgase de realizar ese tipo de declaraciones, su excelencia. Después de todo, aún no obtuvimos la aprobación de los altos mandos y aún hay muchos que se oponen a la democratización de Amestris.

—Si —masculló, apoyando ambos codos sobre el escritorio y entrelazando las manos bajo su mentón—, prometo ser cuidadoso. Lo que me recuerda, ¿qué piensa de ir a cenar conmigo esta noche, general?

Todo lo que recibió fue una mirada de amonestación —No en el cuartel, su excelencia. Y me temo que eso no será posible. Después de todo, seguramente estará aquí hasta tarde haciendo su papeleo, como todas las noches.

—¿Y entonces qué piensa de comprar comida en ese restauran de Xing y acompañarme y asistirme con mi papeleo esta noche, general?

Hawkeye sonrió con calma —Suena como un plan, su excelencia. Pero me temo que no podré encargarme de ello personalmente, dado que tengo unos informes propios que revisar. Enviaré a la teniente primera Patton.

—Usted haga eso, general —Riza asintió, llevándose la mano a la frente y dando media vuelta para abandonar una vez más la oficina. No obstante, la voz de él la detuvo—. Ah, y... ¿General de brigada Hawkeye?

Riza se volteó, viéndolo abrir el cajón, expresión inquisitiva —¿Si, su excelencia?

Roy observó el interior del cajón, no obstante, no dijo nada. Sus ojos clavándose en la pequeña alianza guardada cuidadosamente en el fondo de éste. La misma que tenía intenciones de entregarle a ella esa misma noche. Con simpleza, sin demasiada pomposidad, dado que sabía perfectamente que eran ese tipo de cosas las que Hawkeye valoraba. De hecho, la misma alianza era simple, una mera argolla de oro; pero la idea de verla rodeando su dedo anular le provocaba orgullo y satisfacción. Lo admitía, no era modesto respecto al asunto, pero no podía importarle menos. Después de todo, Hawkeye y él se lo merecían. Una breve idea de normalidad. De domesticidad. Tras todo lo que habían pasado y debido pasar para encontrarse donde se encontraban. Y habían llegado, finalmente. Y aún tenían demasiado trabajo por delante también. Sin embargo, encontraba la idea satisfactoria. Y ellos, más que nadie quizá, la merecían. Si, sonaba agradable...

—Espero, general, que no haya olvidado su promesa de vigilar mi espalda hasta que seamos ancianos.

Riza frunció el entrecejo y negó con la cabeza —No, su excelencia. Como afirmé, cuidaré de usted hasta que sea un decrépito anciano senil que no pueda mantenerse apartado de los problemas a pesar de estar largamente retirado.

—Suena bien, general de brigada, ¿no cree?

Sonrió con calma —Así es, su excelencia. Lo hace. Ahora regrese a trabajar, por favor —dando media vuelta y dirigiéndose hacia la puerta.

Roy cerró el cajón con calma. Eso podía esperar hasta la noche —¿Y qué cree de tener una hija, general?

Riza se detuvo, mano en el picaporte —Aún creo que debe hacerse ver la cabeza, su excelencia. Eso creo. Ahora regrese a trabajar.

—Si, general —asintió, abriendo el cajón una vez más y tomando una pluma, viéndola abandonar la oficina. No sin antes volver a clavar sus ojos en el objeto celosamente guardado en el interior de su cajón. Sonrió, cerrándolo una vez más y volviendo la vista a la fotografía de él y Hughes recién egresados de la academia. La misma que había decidido poner allí cuando se había convertido en Fuhrer, para que su amigo pudiera ver con sus propios ojos lo que había logrado. Lo que ambos habían logrado. Sin ti, jamás habría logrado alcanzar la cima con mi propia fuera. Aquello de lo que tanto habían hablado en la academia. La cima.

Asegúrate de conseguir, al menos, una persona más que te comprenda y apoye. Así que apúrate y consíguete una esposa.

Sonrió.

—Hughes, finalmente decidí seguir tu consejo. Si, finalmente decidí hacerlo, aún cuando parezca tarde.


Agradecimientos especiales a: Rukia Kurosaki-chan, Sangito, Inma, HoneyHawkeye, Andyhaikufma, laura-eli89, fandita-eromena, mariana garcia, Lucia991, inowe, Akamaruwolf323, Arrimitiluki, Darkrukia4, pilar, Desahogada, Alexandra-Ayanami, Haru D'Elric, Beli, Kisame Hoshikagi, KB16 y fma. Gracias, a todos. Por sus amables reviews y por haber agregado mi historia a Alerts y Favorites, respectivamente. ¡Gracias!