Disclaimer: Nurarihyon no Mago no me pertenece, todos los derechos son de Hiroshi Shiibashi.
Prologo
— ¡Tsurara-chan! ¡Llegó el nuevo pedido! —gritó un mercader, a su lado un grupo de ancianos y hombres de apariencia peligrosa sonreían y abrían varias cajas.
— ¡Enseguida voy! —respondió, dejó de cocinar y tras quitarse el delantal corrió hacia el grupo. A la vista de los visitantes, la hermosa señorita parecía estar loca por juntarse con hombres tan peligrosos, pero para ella no pasaban de ser los miembros de su Clan y parte de su familia.
— ¡Se ven geniales! —exclamó uno alegre, mostrando diferentes implementos de cocina y herramientas que venían dentro de la encomienda. Tsurara sonrió al ver la felicidad de los Arawashi, y pasando entre ellos quedó frente a un youkai tanuki camuflado entre ropas.
— ¿Es usted Oikawa-san? —preguntó el tanuki. Ella asintió y este le entregó unos papeles– Firme aquí –pidió.
La mujer de mirada azulada sostuvo los documentos, y tras una leída rápida firmó. El tanuki mensajero los recibió y desapareció de la vista de todos.
— ¿Es lo que necesitamos? —preguntó a los Arawashi, que con una larga lista revisaban los objetos.
— Sí, parece que todo está en orden Tsurara-chan—respondió un hombre maduro, sosteniendo la lista–. Bien, ¡muchachos comencemos a repartir todo! —ordenó.
Tsurara tomó un paquete de documentos, y con ayuda de un pequeño niño castaño comenzó la repartición.
— ¡Igou-san! —le llamó, una pareja de ancianos abrió la puerta, ambos con una apariencia enferma y cansada— ¿Cómo se sienten? —preguntó sonriente.
— Ah… pero si es la pequeña hija de Setsura – dijo la señora.
— Estamos bien hija, ¿pero qué hacen aquí tan temprano? —preguntó su esposo.
— ¡Hemos venido a traer felicidad! —respondió el niño estirando los brazos en señal de victoria. Tsurara sonrió ante su reacción, entre el grupo de papeles señalo un grupo con separador rojo y el niño lo tomo– Tenga Igou-san –dijo. El mayor lo tomó con interés y al leer unas lágrimas se salieron de sus ojos.
— Esto… pero la deuda… —dijo llorando, su esposa los sostuvo y al leer de reojo los papeles miró con lagrimas a la Oikawa.
— ¡Oh! ¡Sei-san! —llamó a un rubio que pasaba con unas bolsas, este se acerco rápido– Sostenme esto por favor —y le entregó los papeles que tenia. Regreso la mirada a los ancianos que permanecían de rodillas entre sollozos en el umbral de la pequeña casa– Igou-san, tranquilo, no quiero que enferme más.
— ¿Es en serio? Mi deuda…
—Está cancelada, la casa es suya, y no habrá problemas de aquí en adelante – aclaró, la mujer mayor la aferro en un abrazo–. Señora…
— ¡Gracias! —dijo en alegría.
— Pero aun falta algo— aclaró Tsurara, apartándose de la pareja y regresando la vista a un grupo de tres hombres con cajas entre sus brazos. Los tres se detuvieron frente a la casa y uno de ellos dio un paso hacia la guardiana.
— Veamos —dijo mientras se levantaba del suelo, ayudando a la vez a los ancianos a ponerse de pie. Comenzó a buscar un paquete en el bonche de cajas que había, miró con cuidado y finalmente lo encontró. Era una caja mediana, la cual no pesaba demasiado. Tomó una llave de su llavero y abrió el paquete. La pareja de ancianos se sorprendió.
— El médico dijo que estaban enfermos, y como supuse que no tendrían con qué pagar las medicinas por la deuda de la hipoteca pedí que las trajeran –aclaró, extendió la caja a la anciana y señaló una hoja con varias indicaciones–. Estas son las recetas, vendrá una enfermera a cuidarlos por unas semanas, así que sólo deberán relajarse —pidió.
Los ojos de los ancianos brillaron y ambos abrazaron a la encargada del distrito; los hombres que tenían las cajas sonrieron también. Después el pequeño niño llamó la atención de Tsurara jalándola de su kimono.
— Bueno terminamos aquí, sigamos muchachos.
La luz de la tarde ya era poca y el grupo que repartía cosas por todo el distrito alcanzo a terminar su labor. Algo sudada, la joven regresó a su puesto asignado del día y continuó ayudando a los comerciantes que felices atendían a los visitantes. Al llegar la noche, muchos arreglos de luces y faroles se encendían dando el aspecto de un festival. Tsurara terminaba de acomodar algunos ingredientes con ayuda del Clan Tsurara, mientras un grupo de cinco hombres mayores la observaban.
— Tsurara-chan lo está haciendo genial —alagó uno de ellos.
— Es igual que su madre, aunque es más afectiva que Setsura-san.
— Hoy parece que todos han notado la gloria del Clan Nura, esta prosperidad supera con creces la del Segundo. Las herramientas, el dinero, los ayudantes, incluso las medicinas para los ancianos enfermos, todo por cuenta del Clan Nura –respondió uno de ellos, enumerando los múltiples beneficios que habían recibido en el semestre.
— Parece que esto se repite en todos los distritos y zonas del territorio Nura. Además, Tsurara-chan ha pedido todo lo que necesitamos y está al pendiente de cada uno de nosotros. Ha hecho un buen trabajo.
— Aunque, me preocupa… últimamente Tsurara-chan se cansa más rápido de lo usual —comentó uno de ellos.
— Yo también lo noté, creo que deberíamos reducirle un poco el trabajo, seguro tienes asuntos que hacer en la Casa Principal —aconsejó otro. El mayor de ellos, el anciano líder de los Arawashi, se mantuvo en silencio.
— ¡Gracias por tu buen trabajo Tsurara-chan! —agradeció el encargado, la joven de mirada azul asintió y se retiró.
— ¡Tsurara onee-sama! –llamó uno de los pequeños youkais de las Taishou Romantic Glass. La joven le miró curiosa– Te ves cansada, ¿no viene hoy el Comandante a verla?
— ¡Ah! ¡Lo había olvidado! —exclamó sorprendida, miró a ambos lado en busca de algún humano que la viera. No vio a nadie y se apresuró a regresar a su forma youkai, con su furisode puesto se apresuro a regresar a la casa del distrito de Nishikigoi que tenia.
El final de la guerra fue hace poco más de año y medio. Los resultados en un principio fueron alarmantes. La población de Tokio se alarmó en demasía por no saber qué fue lo que ocurrió durante esos 29 días en los que estuvieron dormidos; nadie recordaba quién los movió, mucho menos qué causó tanto destrozo.
El Clan Nura tuvo que recuperarse de la guerra, hubo más de quinientas bajas entre nuestros aliados; los Onmyouji también sufrieron desgracias y perdieron a seis de los suyos. Cuando las noticias sobre el ataque fantasmal en Tokio cesaron descubrimos algo más interesante.
Los humanos ya no podían vernos.
Aunque siempre procurábamos no hacernos notar frente a los humanos, el hecho de que ellos ahora no pudieran vernos era un ligero problema. Esto lo supimos gracias a un ligero accidente de Natto Kozo al caer de la embarcación directamente al centro de la ciudad. Cuando cayó entramos en pánico, pero grande fue nuestra sorpresa al ver que nadie lo notó, ningún humano se dio cuenta.
— ¡Tsurara onee-sama! —llamó una de las pequeñas sirvientes. Tsurara volteó y vio en la dirección que ella señalaba, de pie frente a la cabaña había dos youkais tanuki que esperaban pacientes.
— Tranquilos chicos —susurró. Los youkais se resguardaron tras ella, la guardiana avanzó tranquila en dirección a los desconocidos y estos al verla se acercaron rodeándola.
— ¿Eres tú la encargada de Nishikigoi? —preguntó uno con sombrero de paja.
— Lo soy.
— Entonces si eres la esposa de Nurarihyon, ¿verdad? —dijo el otro, acercándose sinuoso a ella— Tal y como decían, el gran señor se consiguió una mujer bellísima.
La Yuki Onna entrecerró los ojos al verlo acercarse a ella, los pequeños sirvientes se apegaron a su espalda y el líder de ellos apareció frente al tanuki. Este se asombró al ver al pequeño youkai.
— ¡No toques a Tsurara nee-san! —gritó valiente, golpeando la mano del tanuki que intentó tocar el rostro de la fémina.
— ¡Hey enano! ¿Quién te cre-…?
El tanuki intentó golpear al pequeño youkai pero su mano se detuvo antes de poder hacerlo. Alzó la mirada y vio los dorados ojos de la Yuki Onna mirarlo seria.
— No toques a mi subordinado —dijo ella. Un movimiento de su mano acabó congelando entero al tanuki. El segundo se lanzó sobre ella, más al estar unos centímetros cerca fue lanzado con fuerza contra el suelo, producto del aliento helado de la guardiana.
— No se suponía que una mujer… tuviera tanta fuerza —respondió adolorido. El youkai abrió los ojos al ver a la guardiana delante de él con su lanza en la mano, apuntándolo–. Es-Espera un minuto… nosotros… —tartamudeó nervioso.
— Sólo están buscando sus respuestas, Tsurara —susurró el peliblanco, acercándose por el sendero. La guardiana mantuvo su lanza en posición contra el tanuki restante y miro al Tercero confundida. Este sólo atinó a mirar al nervioso youkai que quedaba en el suelo–. Se los dije.
— ¡Pe-Perdón! —respondió el tanuki apresurado.
— ¿Qué está pasando Rikuo?— pregunto la Yuki Onna. El del de mirada rubí se acerco a ella y la abrazo por los hombros, separándola por un momento de sus subordinados.
— Estos tontos creyeron que te di el distrito por capricho y se rehusaron a estar bajo órdenes de una mujer — respondió el de mirada rubí, viendo con reproche al tanuki— ¿Y bien?
— ¡Estaremos a su cuidado! ¡Yuki Onna-sama! —exclamó nervioso. La mujer de mirada dorada deshizo su lanza y volteó hacia el joven con curiosidad.
— Ya váyanse —ordenó Rikuo. El tanuki se puso de pie rápido y corrió hacia su compañero; arranco el cuerpo congelado del suelo y desapareció–. Son tus nuevos subordinados, se quedaran aquí una temporada —explicó Rikuo ante la mirada de su acompañante.
— Pudiste decírmelo antes —reprochó la fémina tomando el rostro del comandante entre sus manos–. Seguro y los he asustado —dijo algo cabizbajo.
— No te preocupes, eso les enseñara a no meterse con mi esposa —dijo orgulloso, acercando su rostro a ella—. ¿Lista para nuestra celebración? —preguntó.
— Dame unos minutos y saldremos –respondió, dejando un suave beso sobre los labios de su marido.
El día de hoy Rikuo y yo cumplimos dos años de casados.
Se metió rápido a su habitación y tras dar unas indicaciones a sus subordinados corrió a darse una ducha. No quería hacer esperar a Rikuo. Se bañó rápido, y al salir vio con felicidad el atuendo que escogió para la ocasión. Un hermoso kimono purpura con degradados en blanco y detalles brillantes color plata.
El obi era de un violeta pálido, en la parte baja del kimono había unos bordados de pétalos y copos de nieve pequeños, que le daban un toque delicado. Se vistió con cuidado, se peino el cabello en suaves ondas que llegaron hasta su cintura. Se observó en el espejo, feliz por el rápido resultado. Dejó salir un suspiro de felicidad y procedió a encontrarse con su marido.
Al principio todo fue difícil, no había organizaciones y hubo algunas revueltas pequeñas. Sin embargo, al final hemos logrado establecer al Clan Nura y la prosperidad ha continuado.
Y mi vida al lado de Rikuo ha sido simplemente maravillosa.
— Te ves preciosa.
El susurro gentil de los labios de Rikuo género una gran sonrisa de felicidad en ella, dio una vuelta sobre sí misma y corrió a sus brazos, sujetándose del cuello del Tercero. La pelinegra rio sobre los labios de su esposo y le dio un suave beso lleno de cariño y dulzura. Rikuo la estrechó contra su pecho y profundizó el íntimo contacto, sujetando su cintura y entrelazando con delicadeza la mano derecha de la guardiana.
— Te extrañe mucho.
— Y yo a ti. Me hacía falta tenerte a mi lado para calmar mis nervios.
— ¿Tan estresantes eran los otros clanes, gran Supremo Comandante? –alagó con voz graciosa, delineando con sus dedos el rostro de Rikuo. El de cabellos blancos sonrió de manera burlona y se acerco más a su rostro, viendo el sonrojo ya usual en ella.
— Lo son, más si la mayoría quiere ofrecerme a sus hijas en matrimonio –respondió. El suave movimiento de las manos de Tsurara en su rostro cesó y la mueca de celos en ella lo hizo reír de nuevo.
— ¡No te rías! —dijo avergonzada, intentando separarse de los brazos de Rikuo— ¡Y yo que creí que andabas cansado y arto de ir a todas esas reuniones! —reclamó semi enfadada. El Nura se negó a soltarla y la abrazó con más fuerza.
— Tonta, claro que me aburre; mucho más si no puedo tener a mi adorable esposa junto a mí para que todo el mundo entienda que no necesito otra mujer –susurró contra su oído, dejando un suave beso en su mejilla.
El rostro de Tsurara se encendió al rojo vivo, conmovida por las románticas palabras de su marido. Rikuo tomó su mano y la acercó hacia la salida, donde un carruaje youkai les esperaba.
— Vamos, aún tenemos toda la noche.
Y todo lo que nos quede de vida junta.
La suave brisa que entra por la ventana regocija a ambos jóvenes que se ven llenos de gozo y alegría por el momento juntos. Tomados de la mano, recostados sin despegarse por un segundo, disfrutando solamente de la cercanía del otro.
— Ha pasado semana y media desde que te fuiste, comenzaba a preocuparme por ti —dijo algo nostálgica, apretando el suave agarre en la mano del de mirada rubí. Rikuo volteó a verla, recostó su cabeza sobre la de ella y cerró los ojos.
— Perdona, no quería tardar tanto –se disculpó, abrazando a su esposa por la cintura.
— No hay problema, Rikuo. No me molesta esperar, porque estoy segura de que volverás siempre a mi lado.
Una sonrisa sincera y cariñosa, una calma total en aquel rostro blanquecino, unos ojos dorados que lo miraban llenos de orgullo y lealtad. El de mirada rubí abrió un poco los ojos, sorprendido por su apacible actitud.
Quiso replicar sus palabras, decirle que estaba bien si le gritaba como cualquier esposa furiosa, pero ella… Tsurara era totalmente distinta. Ella no le molestaba que se tardara mas días, que no avisara si volvería antes a casa, o si, por alguna discordia de camino, termina herido.
Ella le sonrió y acarició su rostro, adivinando por su gesto de sorpresa, los pensamientos que transitaban en su mente.
— No estoy molesta, sé que debes ir a esas reuniones. Si necesitas más tiempo no hace falta que me lo digas, te esperaré todo el que sea necesario. No intentes pensar mucho en ello, para mí lo único importante es que vuelvas con bien a casa, conmigo y con toda nuestra familia.
La respuesta sincera de Tsurara causó una gran sonrisa en el de cabellos blancos. Era como si, las pocas veces que ambos tenían tiempo junto, se sintiera más enamorado de ella que antes.
— Tonta —susurró, ocultando su rostro en su cuello, para que ella no viera el sonrojo furioso en sus mejillas, y susurra dos palabras que causaron un ligero temblor en la Yuki Onna.
— Yo también –respondió.
Llegaron pronto a su destino. Rikuo bajó y le extendió la mano a su guardiana para ayudarla a bajar, como todo un caballero. El lugar de celebración era un festival youkai, repleto de muchos amigos de Clan Nura y algunos conocidos. Tsurara bajó del carruaje con ayuda de Rikuo, levantó la mirada y vio que todos los esperaban impacientes, con sonrisas y reverencias de respeto. Al principio se sorprendió, pero al sentir el suave apretón en su mano, giro a ver la sonrisa de confianza de su esposo y sonrió.
— Bienvenidos al festival, Gran Supremo Comandante, Yuki Onna-sama – alagó un extraño youkai de aspecto mayor–. Les estábamos esperando.
— Se lo agradezco Doranmyou-san –agradeció Rikuo, bajando levemente la cabeza.
Tsurara sintió un sonido a su espalda y vio que varios de la Casa Principal se encontraban en el festival. Kejourou y Ao estaban a su lado, con una sonrisa picara en sus rostros.
— ¡Yuki Onna! ¡Estas preciosa!— comento juguetona Kejourou, resistiendo las ganas de ir a abrazarla, pues muchos representantes de los Clanes estaban observando las acciones de la pareja del Gran Tercer Heredero Nura— ¡Ya veo porque Rikuo-sama no te presentó a otros clanes antes! ¡Seguro no quiere que te anden echando ojo otros chicos! ¿Verdad, Rikuo-sama?
— Kejourou cálmate, otros podrían escucharte —le reclamó Ao, viendo el sonrojo que se asomo en la Yuki Onna. Regreso a ver a su amo y sonrió–. Todo está listo Rikuo-sama, solo tendrá que hacer algunas presentaciones y la noche es toda suya.
— Buen trabajo, chicos –dijo, evitando responder el comentario de Kejourou–. Vamos, ya oíste a Ao, tenemos que presentarte.
— ¿Eh? ¿Rikuo? ¿Presentar? —musitó contrariada, Rikuo sólo sonrió y la apartó de sus amigos, dirigiéndose a un grupo de altos mandos que regularmente visitaba la Casa Principal.
— Tengo problemas con otros Clanes por que aún no saben de nuestro matrimonio, así que organicé este festival para presentarte y dejar las cosas claras, y pues también nos divertiremos juntos.
— Rikuo…
El simple detalle le arrancó una dulce sonrisa. Rikuo no era para nada despistado cuando se trataba de ella, aunque no pasaran mucho tiempo juntos… de alguna manera él siempre sabía cómo hacerla sentir mejor en cualquier aspecto. Podían decirle que quizás necesitaban pasar más tiempo como pareja, pero a verdad era que incluso con el poco tiempo que tenían ellos parecían jamás haberse separado del otro.
—Gracias, Rikuo —respondió, valorando el esfuerzo de su marido, no podía negar que sentía celos de sólo imaginar cuantos clanes desconocían de su matrimonio con su protegido, pero intentaba por todos los medios de no hacerlo notar para no preocupar a Rikuo. Y finalmente, no tendría que preocuparse, estaba segura que todos los clanes aliados estaban allí para conocer a la mujer del Gran Supremo Comandante.
El de mirada rubí le extendió su brazo para que lo tomara, y juntos fueron a encontrarse con las cabezas de los clanes, todos esperando impacientes conocer a la señora Nura. Ni bien llegaron a su lado, todos los youkais del grupo hicieron una reverencia, mirando fijamente de pies a cabeza a la Yuki Onna.
— Un placer conocerla por fin, Yuki Onna-sama —dijeron todos.
— Lo mismo digo —respondió ella, bajando la cabeza en señal de respeto.
— El Tercero realmente nos ha sorprendido, algunos de nosotros desconocíamos de su matrimonio, más aun, he escuchado que usted era su guardiana personal –comentó Asajikabara no Kijo, junto a la joven que siempre la acompaña.
La conversación continúa fluida, gracias al grupo mayoritario que aceptaba el matrimonio del heredero Nura con una youkai, pese a la maldición de Hagoromo Gitsune.
— Realmente los rumores no mentían, el Gran Supremo Comandante tiene gustos parecidos a los de su padre, Rihan-sama —comentó Ōmukade.
La pareja Nura se miró algo curiosa.
— ¿A qué te refieres Ōmukade? —preguntó Hitotsume.
— Rikuo-sama ha escogido a una mujer parecida a Yamabuki-san.
La sola mención del nombre de Yamabuki tensó el ambiente. ¿Yuki Onna era parecida a Yamabuki Otome? Tsurara apretó el agarre en el brazo de Rikuo sin querer, no era la primera vez, pero… en cada ocasión un profundo dolor le inquieta el corazón con fuerza.
Rikuo por su parte, temía que esto pasara. Yuki Onna si tenía cierto parecido con la primera esposa de su padre, pero no quería ni pensar en las semejanzas que Ōmukade mencionó, prefería no hacerlo… porque si no podría lastimar a su esposa como antes ya había pasado.
— Es hermosa, fuerte y decidida. Rihan-sama estaría orgulloso de su elección, Rikuo-sama –alagó, sorprendiendo por sus palabras a más de uno.
— Mu-Muchas gracias por sus palabras, Ōmukade-sama –respondió Tsurara aún nerviosa y algo confundida.
— Si nos disculpan, tenemos que saludar a muchos más representantes –se disculpó Rikuo, llevándose a Tsurara junto a él.
Más apartados, el Tercero miró a su prometida con cierta culpa. Ella se quedó pensativa hasta que notó la mirada rubí sobre ella, sonrió de manera falsa, tratando de disipar los pensamientos que comenzaron a florecer rápido por las palabras de Ōmukade.
— ¿Tsurara? —Rikuo-sama, observando meticulosamente cada gesto que hacía– Disculpa, no creí que Ōmukade tendría esa ocurrencia, perdón.
— ¿De qué hablas? Estoy bien, no tienes que preocuparte por eso. Además, Ōmukade-sama sólo ha dicho cosas buenas, no hay problema.
Las palabras de Tsurara no hicieron más que enfadar a Rikuo. Se quedó en silencio y la tomó de la mano, jalándola disimuladamente hacia un lado.
— Rikuo, espera, vas muy rápido.
El Tercero se la llevó hasta un extremo apartado del festival, utilizando su habilidad en él mismo y Yuki Onna para evitar ser visto por los curiosos ojos de los presentes. Algunos minutos después logro encontrar un lugar solitario, sin ningún youkai cerca que pudiera escuchar. Se detuvo bajo la sombra de un espeso árbol, con la ojidorada algo agitada a su lado.
— Rikuo, en serio estoy…
Tsurara se mantuvo callada, al ver en los ojos de Rikuo una sensación de decepción y enojo. Él apretó su mano y se acercó ella, quedando separados por apenas algunos centímetros.
— Si te preocupa sólo debes decirlo, no es la primera vez que dices que "está bien" cuando no es verdad. Estoy contigo, si tienes algo que te preocupe o te haga sentir mal sólo debes decírmelo. ¿Entendido?
— Rikuo.
— No me agrada que sigas diciendo que este bien cuando te sientes mal por ello, detesto que no me digas las cosas que realmente piensas o lo que te molesta, tienes que decírmelo. No importa el momento o el lugar, estoy aquí para apoyarte al igual que tu lo haces.
— Rikuo…
La expresión molesta del de cabellos blancos era de enojo, pasando poco a poco a la calma y terminando en un sonrojo leve por las palabras que dice. Sus ojos persisten en enfocarse en la mirada dorada de la guardiana, que sólo puede susurrar su nombre en un intento por detener sus palabras, mientras tenues lágrimas se forman en sus ojos.
— Escucha bien, Tsurara. Me casé contigo porque te amo, no para cumplir con el Clan. Se las dificultades que tendremos por la maldición pero las solucionare yo mismo. ¡Romperé esa maldición a como dé lugar! ¡Tú sólo debes permanecer a mi lado hasta entonces!
Tsurara suelta su mano rápido, limpiando las lágrimas que escapan de sus ojos y regresando la mirada a un avergonzado y sonrosado Nura que mira a un lado. Se acerca a él y le rodea suavemente entre sus brazos, recargando su cabeza contra su pecho.
— Gracias —responde, sintiendo cómo él también la abraza con fuerza. Rikuo ríe un poco y lentamente, se recuesta en el árbol, con ella acomodada contra su pecho.
— Tsurara — la llama, captando sus labios en un delicado beso–. Mira.
El Tercero señala en dirección al norte. Tsurara voltea y un suspiro de sorpresa escapa de sus labios. Quizás sin querer, Rikuo la trajo a un punto alto desde donde se aprecian las luces centellantes de todo el festival, una vista preciosa llena que se interrumpe por el sonido de los fuegos artificiales, dando paso a un espectáculo con gritos de algarabía y felicidad.
— ¡Tres hurras por el Gran Supremo Comandante y Yuki Onna! —gritó Kejourou, captando la atención de los alegres youkais de la Casa Principal.
Todos se miran entre sí, sonríen y juntos a una solo voz comienzan a vitorear.
— ¡Hurra!
Tsurara y Rikuo se miran entre sí, sonriendo mientras escuchan las felicidades lejanas que emiten todos sus amigos y compañeros. La Yuki Onna se queda absorta mirando hacia el festival y los fuegos artificiales, cuando siente un ligero cosquilleo en la oreja. Voltea y Rikuo ha tomado sus manos, entrelazándolas entre las suyas. Se acerca hasta sus labios y susurra.
— Feliz aniversario, Tsurara.
— Feliz aniversario, Rikuo— responde, recibiendo con gusto los labios de su amado en un profundo beso.
NBRSuki: Lo vuelvo a decir, esta niña sí que me quiere matar. Primero porque eran diez hojas. La otra era porque iba diciendo por todos lados que el Sábado iba a publicar, que ya nada más dependía de mí y era de que "Suki, te tienes que poner a trabajar". En fin, espero que les guste su secuela. ¡Nos vemos!
NA: A veces creo que sobre exijo a mi beta reader, pero Su-chan siempre lo logra hacer genial. Bueno queridos lectores, he aquí el prologo de la secuela. Esta historia es "La Condena del Destino" en donde tendremos el desenlace del trato de Tsurara y todos los nuevos personajes envueltos en esta trama. Quise comenzar con estos primeros dos años, y también con mucho RikuTsu, se que el final me quedo algo Occ pero no tuve más ideas ( ¡Juro que me exprimi el cerebro pensando!) Espero mucho que les haya gustado este prologo, tendremos más RikuTsu en los próximos capítulos y muchas cosas que los sorprenderán. Me despido y hasta la próxima entrega, aplausos para mi beta reader ¡Suki90!