Se me había olvidado antes poner el Disclaimer así que ahí va

Disclaimer: Los personajes de Death Note no me pertenecen, son de Tsugumi Ōba y Takeshi Obata.

Ahora dicho, espero que disfruten de mi primer fic n.n

Nadie reparó en la muchacha que cruzaba los campos en dirección al orfanato, ya que la gente que pasaba por su lado iba bastante apresurada para volver a sus casas.

Su cabeza se mantenía alta, y sus hombros iban rectos a pesar de cargar con una pesada bolsa a sus espaldas. Tenía un cabello castaño y liso que ondeaba con el viento que hacia esa noche de otoño. Su ropa era típica de la estación del año que estaba viviendo y bastante juvenil.

El camino restante estaba desierto, ya no había nadie y los arboles solo añadían un toque más de ''película de terror'' a el trayecto que tenía que seguir.

[…]

La joven llego al extremó del camino y se detuvo delante de una enorme verja que rodeaba el edificio que de ahora en adelante sería su hogar y a la vez su zona de trabajo.

Sonrió y rebuscó en el bolsillo de su pantalón vaquero la llave que el amable y anciano director de ese lugar le había dado esa tarde, introdujo la herramienta en la cerradura con un poco de dificultad, ya que su extenso cabello, con la ayuda del viento se cruzaba con sus ojos, y la forzó hacia la derecha, abriendo así el enorme portón de aspecto gótico, sacó la llave, entró y cerró de nuevo la entrada.

El jardín, a pesar de ser de noche, le agradaba y no podía esperar a que amaneciera para ver el esplendor que tendría con la alegre luz del día.

Prosiguió su camino, estaba inquieta, Era su primer trabajo, el primer trabajo en toda su vida, con un buen sueldo y lo mejor de todo, rodeada de niños, Pero no niños normales, según el director, Roger, esos niños de los que se tendría que encargar eran superdotados. Niños con unas mentes prodigiosas, superiores a las de cualquier adulto, aun cuando esos menores tenían entre ocho y quince años, Amy no conocía más detalles sobre los que vivían en la Wammy's House, pero por ahora, era solo eso lo que necesitaba saber.

Se paró ante la puerta del enorme edificio. Era de varias plantas, tenía una torre en uno de los laterales, alzándose hacia arriba y con un campanario en la cima, que seguramente, Amy iría a ver la mañana siguiente cuando tuviera un poco de tiempo libre, pues seguramente el paisaje desde allí seria hermoso.

Elevó su brazo y petó con un ritmo equitativo en la puerta, dejando que los golpes resonaran por el lugar, extendiéndose por los confines para desaparecer en el horizonte.

Esperó de pie un rato, hasta que al fin le abrieron la puerta.

No era otro que su nuevo jefe, Roger, quien estaba delante de ella, era un agradable anciano, de cabello blanco y una extensa calva en la parte superior del cráneo, las arrugas reinaban su rostro, y apoyada en su nariz había unas gafas redondas que cubrían sus ojos, pero tras el cristal podían verse unos ancianos ojos castaños que conservaban todavía el brillo de un curioso niño, iba vestido con un traje muy elegante y de colores claros.

Amy lanzó una sonrisa e hizo una leve inclinación.

–Buenas noches, sr Ruvie–Dijo ella mientras se volvía a levantar con lentitud, El anciano le devolvió la sonrisa.

–Buenas noches, Amy–Dijo el anciano–Venga entra, te vas a helar ahí fuera

Amy entro apresuradamente y resopló en sus manos heladas a pesar de llevar guantes para que el calor se expandiera y dejaran de dolerle, después se los sacó, ya que no estaba acostumbrada a usarlos y le hacían… ¿cosquillas?

Amy, guardó la prenda que se acababa de sacar en un bolsillo de su chaqueta y levantó la cabeza, descubriéndole a sus ojos un pasillo extenso que a cualquier niña le recordaría a los pasadizos de los hermosos castillos de los más bellos y ricos príncipes de los cuentos de hadas.

– ¿Sabes dónde está tu habitacion?–Pregunto el anciano.

La chica se giró bruscamente, imitando un paso de baile y colocó la bolsa delante de sus rodillas, dejando caer los brazos, quedando con una típica postura de las "moe" en los manga. Ella negó con la cabeza algo tímida.

–Pues sígueme

Roger empezó a caminar hasta el fondo del pasillo, y Amy le seguía desde atrás, mirando hacia todos los lados que podía, tratando de memorizar todo lo que sus ojos veían.

Las cortinas estaban cerradas, y la luz artificial de las lámparas eran las únicas que alumbraban el camino hacia unas escaleras en el fondo de todo que subían hasta el primer piso.

La pared de la derecha tenía varios retratos y algunas fotos, también cuadros de agradables paisajes que inspiraban tranquilidad y seguridad.

Subieron las escaleras, al lado de estas, en el piso de abajo, Amy alcanzó a ver una puerta roja con un cartel encima, en el cual se podía haber leído: ''comedor''

En la planta de arriba, había un extenso corredor de puertas de caoba, con nombres grabados en los lados derecho de la entrada a dichas habitaciones. A Amy le extraño la cantidad de nombres raros de los niños de aquel lugar, aun así, le parecían muy originales y divertidos.

La voz de Roger la despertó de sus pensamientos.

– tu horario está en el escritorio de tu habitación. –Dijo él. Ella asintió con la cabeza desde atrás. – Tus alumnos son de 10 a 12 años. No creo que tengas problemas con ellos, excepto…puede que con uno.

– ¿Con cuál?–Pregunto inmediatamente Amy curiosa por saber a qué niño tendría que enfrentarse durante los próximos años que iba a vivir en ese orfanato.

–Mello, es muy brusco y suele crear problemas, pero no te dejes engañar, es muy buen chico. En el fondo

Amy sonrió. ''Brusco y suele crear problemas'' pensó hacia sus adentros mientras que en su cabeza se reflejaba la imagen de su hermano mayor, Taylor, el cual había fallecido en un incendio hace escasas semanas, al igual que su padre y su madre.

Taylor siempre había sido muy brusco y bastante conflictivo cuando estaba en vida, sin embargo, en el fondo, era bastante agradable, siempre estaba jugando en el bosque a las afueras de Winchester y normalmente los cazadores se venían a quejar a la madre de Amy de que su pequeño "monstruito" les quitaba las balas de las armas para que no pudieran disparar a los animales, o les llenaba las escopetas de agua, y normalmente siempre estaba envuelto en peleas, tanto en el colegio como en la calle, pero no era mal tipo en absoluto, Se preocupaba por Amy, su adorable hermanita pequeña y siempre trataba de hacer reír a su madre, pero ahora…ya no estaba con ella, Ni su madre…ni su padre. La habían abandonado.

–No te preocupes Roger–Dijo Amy ocultando el dolor en su voz. –Tengo práctica en niños así. –Y haciendo muestra de la alegría que aún le quedaba, sonrió para el anciano, Amy no es de las que lloran, ella sabe que si su hermano la ve desde donde este ahora, prefiere que sea con una sonrisa, así que lo cumplirá.

Roger se detuvo en una de las puertas más alejadas de todo el pasillo, casi al final de todo, y con cuidado y sin hacer ruido, la abrió, dejando ver a la nueva profesora un cuarto, pequeño, pero acogedor.

La habitación tenía una cama pegada en un lateral de la pared derecha. Un escritorio simple en frente, una cómoda con varios cajones a su lado y una ventana en frente de la puerta.

Amy había tenido siempre habitaciones grandes, pero siempre compartidas con Taylor, aun así, al ser esta su primera habitación para ella sola, sentía algo vacío dentro de aquel cuarto.

–Que duermas bien, Amy–Dijo Roger despertando a la chica de sus pensamientos.

–Igualmente Roger–Contestó ella

Después de eso Roger se marchó cerrando la puerta tras de sí.

Amy se quedó allí de pie un rato, hasta que al fin decidió tirar la maleta y lanzarse contra la cama.

Una vez espatarrada en el colchón, cogió aire y miro un rato al techo, cerró los ojos y soltó el aire acumulado mientras que su mente viajaba hasta las semanas pasadas, aunque ella solo quisiera olvidar aquello.

Amy acababa de llegar desde Japón para ver a sus padres, ya que era el cumpleaños de Taylor y quería pasarlo con su querido hermano mayor.

En el aeropuerto, su hermano era el que le esperaba de pie con un enorme cartel que con letras enormes había escrito: ¡BIENBENIDA PEQUEÑAJA!

Amy sonrió al verlo y corrió hacia sus brazos, tirando las maletas que llevaba consigo, y obligado a Taylor a soltar el cartel al suelo para rodear a su hermana.

Tanjoubi omedeto onii-chan (feliz cumpleaños, hermano) –Susurro Amy en los oídos de Taylor. El movió sus brazos hasta los hombros delgados de su pequeña hermana y le aparto con delicadeza sonriendo con orgullo.

¡Mi hermana pequeña sabe Japonés!–Exclamó Taylor con mucha alegría. – ¿y que me has dicho? ¿No me habrás insultado verdad?

¡No!–Dijo Amy soltándose del y mirándole con bastante frustración–Te dije felicidades hermano

Después de eso Taylor le dio otro abrazo, le ayudó a dejar las cosas en el coche de su familia y fueron hacia el hogar donde ambos crecieron.

Cuando llegaron a su destino Amy reconoció a la primera su casa, no había cambiado nada, una casita de campo de fachada blanca, con varias ventanas, bastante limpia y con un patio trasero que seguramente aun conservaría las porterías de futbol de cuando ella y Taylor apenas tendrían diez y trece años.

Su madre, una mujer de cabello rubio, bastante claro y sujetado con un moño que dejaba libre tan solo dos mechones rizos, les recibió con los brazos abiertos y un delicioso pastel de chocolate con dos velas, una con el numero uno y otra con el nueve.

Se pasaron la tarde hablando sobre cómo había sido la vida de Amy en Japón, hasta que por fin llego su padre, contento a más no poder mientras tenía bajo su brazo un enorme paquete envuelto con un papel de alegres colores. Taylor, como el niño pequeño que lleva dentro saltó de la mesa y se acercó a su padre, un hombre alto y fuerte, de cabello rizo y oscuro con unos ojos muy brillantes, Y arrancó el paquete de los brazos del forzudo hombre para sacudirlo y tratar de averiguar lo que contenía en su interior, Amy y su madre lanzaron pequeñas carcajadas mientras cortaban la deliciosa tarta en varios trozos para comer todos juntos.

Cuando acabaron, accedieron a la petición de Taylor y le dejaron abrir los regalos, que él muy gustoso abrió. El primero, el del padre, había sido todos los materiales de pintura que cualquiera se pudiera imaginar, y por si fuera poco, profesional. Pinceles, temperas, carboncillos, difuminadores…todo lo que te pudieras imaginar, pues tanto a Amy como a Taylor les encantaba dibujar, crear vida en un papel en blanco les apasionaba a ambos, y no es que se le diera mal precisamente…

El segundo regalo era el de la madre. Un Mp4 con todas las canciones del grupo favorito del cumpleañero, que rapidamente este se puso a cantar a todo pulmón ganándose otra buena ronda de carcajadas por parte de sus familiares.

El último fue el de Amy, un dibujo que ella misma había hecho, era Taylor quién estaba en el dibujo, con una amplia sonrisa y la típica tirita que había llevado siempre en la mejilla derecha. Taylor al ver lo bien que le había dibujado le dio un abrazo y después, para no parecer blando delante de sus padres la empujó contra el sofá y se dio la vuelta. Todos se volvieron a reír ante eso.

Después, la noche se les echo encima y decidieron irse a dormir…

Pero cuando estaban en medio de la noche, empezó a oler a quemado del piso de abajo. Amy, extrañada por el olor se levantó de la cama y bajo a ver qué era lo sucedido, y quedó bañada en un profundo miedo que le apretaba en la garganta, impidiendo gritar o emitir cualquier sonido.

Rojo. El rojo carmesí y el naranja se entrelazaban en una mortífera danza mientras arrebataban la vida de aquellos a los que ella más quería. ¡Un incendio! Y en medio de ese mar de llamas estaban sus padres y su hermano, gritando de agonía mientras las llamas los rodeaban.

Amy se quedó petrificada, y no fue capaz de hacer nada, solo se quedó quieta, mirando con un aterrado rostro como las vidas que tenía delante se iban desvaneciendo.

Sin embargo, ocurrió algo extraño, algo que no debería ocurrir en ninguna catástrofe como esa.

Taylor se dio cuenta de la presencia de su hermana menor, y trató de ahogar los gritos. Le sonrió y le lanzo una pequeña bola de papel algo chamuscada por los extremos. Amy no reaccionó.

¡Cógela y vete! ¡Vete de aquí!–Empezó a gritar su hermano– ¡Corre muy lejos y no vuelvas hasta que esto pase!

Amy al fin volvió a la realidad y entre lágrimas recogió la bola de papel que su hermano le había lanzado, volvió a subir al piso de arriba perseguida por las llamas, que no se conformaban con estar acabando con su familia, si no que ahora quería matarla a ella, subió a su cuarto y saltó por la ventana, ya que no era muy alta la distancia hasta el suelo. Aun así, debido al miedo acumulado y los nervios cayó mal y se hizo daño en el tobillo, se levantó ignorando el dolor y corrió a buscar ayuda a lo lejos.

Cuando al fin recibió ayuda por parte de los vecinos, la casa no era más que cenizas, y el único cuerpo que aún seguía con vida era el de su hermano que había logrado escabullirse, pero estaba bastante quemado.

Lo internaron en un hospital, pero no lograron salvarlo y murió a los pocos días, mientras que su hermana le tomaba la mano.

Después de eso recibió la visita de Roger, que había tenido noticias sobre lo ocurrido, y le ofreció el puesto de profesora de dibujo en la Wammy's House, que ella, al no tener ni dinero, ya que todo había sido quemado en el incendio, ni un lugar al cual volver, accedió a quedarse en ese orfanato.

Abrió los ojos de nuevo volviendo a la realidad y se dio cuenta de que tenía el rostro algo húmedo, se secó las lágrimas que habían caído por su cara mientras estuvo recordando lo sucedido y se levantó, caminando hacia la bolsa que tenía la poca ropa que había conseguido salvar de los restos del incendio.

La abrió y rebuscó en su interior aquella bola de papel que Taylor le había dado en medio de la catástrofe, la abrió con cuidado, para no romperlo y ante sus ojos vio aquel dibujo que ella le había dado a su hermano, sonrió, Ahora era el único recuerdo que le quedaba de él, ya que todas las fotos de familia y demás se habían quemado en el incendio.

Amy cogió un trozo de celo que había en una esquina del escritorio y pego aquel dibujo en la pared con cuidado, estaría allí durante unos días, y cuando cobrara iría rapidamente a buscar un marco y colocarlo ahí. Luego, sus ojos vacilaron y se encontraron con el horario que Roger le había dicho que mirara.

Tenía que dar clase los lunes desde las once hasta la una menos cinco, Los jueves a la misma hora y los viernes a las nueve y veinte.

Mañana era Viernes…Se giró para ver la hora que había en un reloj encima de la mesilla de noche al lado de la cama. Eran las nueve y cuarto de la noche.

Para ella aún era muy temprano para dormirse, pero la verdad, es que no le apetecía hacer mucho más en ese día, podía darse por acabado, así que se quitó toda la ropa menos la camisa y se metió dentro de la cama, haciéndose un ovillo para retener el máximo calor posible y cerró los ojos.