Hola de nuevo mis queridísimos lectores!

Les traigo mi nuevo fanfic que se titula Sentimiento Desconocido, es una nueva historia que tenia ganas de desarrollar, ya que surgió de un sueño jejeje bueno, como dice una de mis protagonistas, "la inspiración es caprichosa" y esta vez espero que dure mucho tiempo.

No los entretengo mas, los dejo con la lectura deseando que este fanfic tenga el mismo toque que se que le gusta a mis queridos lectores y aun mejor. Me retiro no sin pedirles que me den sus comentarios, son mi inspiración y la razón por la que sigo escribiendo.

Muchas gracias por seguirme.

Disfruten la lectura!

Sentimiento Desconocido.

El joven del espejo:

El odiar, el amar, los sentimientos en sí, encierran cada uno su misterio, el amor puede describirse como el sentimiento más puro, más deseable, más abundante y escaso para algunos, el amor es un sentimiento que se puede expresar con una rosa, con el sonido de un violín, con el candor de una vela, con una mirada, con la fuerza de la pasión, el amor puede ser tal vez la enfermedad más dolorosa, incurable y aun así muchos desean estar enfermos de amor.

Leyendo esto del prologo de una novela pensó: Personalmente, puedo decir que nunca me he enamorado de nadie, no está ni estará en mis planes. El concepto del amor, es tan complejo como la muerte, yo no quiero sentir que se me parte el corazón, no quiero sentirme dependiente y esclava. Ahora mismo puedo entregarme a mi soledad, a mi misma acompañada de mi familia, a mi silencio. Sí, yo soy Michiru Kaioh una simplona violinista que sabe expresar lo que siente con un pincel y algunas pinturas o tal vez una tiza de carbón y un papel, pero que cuyos labios nunca han pronunciado un "te amo" ni mucho menos sentido la humedad de otros labios…no…

"Creo que eso nunca pasara" Murmuró Michiru.

"Dijiste algo hija?" Preguntó la señora Kaioh.

"No…disculpa, solo pensaba en voz alta" Michiru suspiró mientras veía como pasaba el camino de asfalto en rumbo hacia su nueva casa.

Un nuevo día depara mi destino, y si puedo de hablar de amor podré decir con seguridad que solo tengo el propio, soy amada y admirada por terceras personas e irónicamente no puedo sentir lo mismo por uno solo de todos mis admiradores y fanáticos, solo puedo decir que si he de describir al amor lo expresaría como mi pasión en el escenario, esa sensación de nerviosismo que invade mi corazón al momento de entrar a una galería donde se exhiben mis pinturas, será que soy egoísta? Es decir, como puedo saber que es el amor si nunca lo he sentido? Y más aún…porque me agobio con eso hasta ahora? No… yo no tengo la necesidad de amar.

Michiru cerró el libro que apenas comenzaba a leer y simplemente se dedico a mirar por la ventana del auto, el paisaje rural hacia que suspirara y echara un poco de menos la ciudad, aunque por otro lado, sentirse fuera de las multitudes y la frivolidad hacia que de cierta manera sintiera paz.

"Por fin llegamos, esta será nuestra casa de descanso durante un par de meses" El señor Kaioh bajó del auto mientras el chofer abría la puerta de los pasajeros.

"Bueno, no es lo que yo esperaba pero por lo menos es más tranquilo que la ciudad, es lo que necesitabas hija, un poco de tranquilidad después de tu concierto en Roma y la exposición en Ámsterdam" La señora Kaioh era ayudada a bajar del auto por el chofer.

"Si, estoy un poco cansada, necesito recuperar la inspiración" Michiru miró hacia la casa.

"La casa se ve un poco…vieja" Dijo Michiru con cierto desanimo.

"Mejorará con el tiempo hija" El señor Kaioh rodeó a su hija con su brazo.

"Me gusta la casa, seguramente será un buen lugar de reposo para ti Michiru" La señora Kaioh le dio su abrigo.

"Me agrada la apariencia de la casa es un tanto clásica, con unos cuantos arreglos se verá estupenda" La señora Kaioh sonrió mientras caminaba hacia el portón

"La servidumbre llegará mañana por la mañana, por ahora comenzaremos a desempacar y después nos iremos al pueblo a cenar" El señor Kaioh le pidió al chofer que llevara las maletas a la casa mientras que su esposa y su hija entraban en ella.

A pesar de la apariencia de abandono de la antigua casa, ubicada casi en medio de la nada de alguna provincia de Japón en un lugar rodeado de bellos arboles y un lago a unos cuantos metros por detrás de la casa, hacían de esa propiedad aunque abandonada, hermosa y rodeada de tranquilidad.

Por dentro podían notar que el lujo de los muebles antiguos le daba un entorno un tanto clásico, como si pudieran transportarse a otra época con solo entrar a ese lugar. Era una casa elegante, que tristemente había sido golpeada por los años, el clima y algunas inclemencias de la naturaleza. Pero que dentro de todo estaba bien conservada, suficiente para ser habitable, cómoda y eso era valorado por Michiru, un sitio cómodo e inspirador pensó la bella chica. Subiendo por los escalones pudo darse cuenta que la casa tenía pocas habitaciones en comparación con su mansión en Tokio, pero con tal de tener el silencio que necesitaba, podía sentirse satisfecha al haber llegado a ese lugar.

Abriendo la puerta de la que sería su habitación no pudo sorprenderse, ni siquiera por lo austero de su espacio, ya nada podía impresionarla, había perdido todo sentido de la sensibilidad en ese aspecto y podría decirse que hasta cierto punto todo lo bueno de la vida ya lo había gozado a excepción evidente del amor. Pasó sin hacer ningún gesto mirando todo alrededor suyo, había una cama individual, con un diseño tallado en madera y pintado recientemente con una fina pintura marrón, las cajoneras y tocador, adornaban aquella habitación sutil y lo suficientemente cómoda para no sentir saturado el espacio. Justo en la puerta del armario, había un espejo enorme que podía hacer que se viera de cuerpo entero y el suelo de aquella habitación era de tejas de madera, algunas de ellas rechinaban pero no producían ninguna especie de molestia para Michiru. Poniendo sus maletas sobre la cama Michiru abrió el armario y se dio cuenta de que era en definitiva minúsculo en comparación con su armario de su hogar en Tokio. Mientras esperaba a que el chofer le subiera el resto de sus cosas miró el tocador que ahora le haría compañía en su soledad e imaginaba como distribuiría sus cosméticos y cremas en el, tomando en sus manos un florero antiguo que se encontraba en el tocador, mirando a detalle cada uno de los rasgos con el que fue pintado imagino las manos que le dieron esa imagen acompañadas de un viejo pincel.

Por alguna extraña razón, se sentía en completa tranquilidad en esa habitación, era algo que no había sentido antes, pero que ahora gozaba, no se dedicaba a pensar en otra cosa más que en todo el tiempo que tuvo que esperar para llegar a un momento de paz.

Poco después llegó el chofer para colocar el resto de sus maletas en la habitación donde dormiría la hermosa artista.

"Por fin puedo estar a solas, quisiera recuperar esas ganas de pintar, de tocar mi violín o quizás de pintar" Michiru pensaba que había perdido su toque en todos los sentidos, deseaba recuperar su antiguo yo.

Mientras se dedicaba a desempacar, pensaba en su vacio emocional, imaginaba que si alguna persona llegara a su vida, tal vez esta le ayudaría a recuperar esa inspiración que tanto echaba de menos, pero en ese lugar tan aislado del pueblo más cercano era difícil pensar que pudiera encontrar a alguien que se ajustase a sus necesidades.

Después de desempacar y explorar la casa sin encontrar nada en particular más que muebles viejos, la familia Kaioh se fue a cenar al pueblo. Dentro de la posada donde les sirvieron de comer, la encargada de la cocina estuvo platicando con ellos.

"De manera que ustedes son los que ocuparán la mansión abandonada, me presento con ustedes, mi nombre es Lita Kino vivo aquí con mis amigas, espero que después tengan la oportunidad de conocerlas, son buenas personas" La chica que los atendió era amable y se interesaba mucho en toda la gente nueva que llegaba al pueblo, era demasiado interesante saber de las personas que llegaban de fuera, ya que en ese sitio, casi todos se conocían entre sí.

"Es un placer conocerte Lita, nos encantaría conocer a tus amigas después mi hija Michiru es también de su edad, aunque siempre ha sido demasiado solitaria, espero que puedan conocerse y tratarse más, hace unos meses compre la mansión pero no habíamos tenido la oportunidad de venir a conocerla, el que mi hija necesitara un poco de aire fresco me hizo tener la idea de venir acá" El señor Kaioh también era muy amable.

"Entonces supongo que no saben a quien perteneció esa mansión, cierto?" Preguntó.

"No, lo único que sé es que siempre ha estado abandonada, aunque a juzgar por el estado de los muebles juraría que alguien limpia seguido" El señor Kaioh comenzaba a interesarse por los antiguos habitantes de la mansión.

"Es que acaso hay fantasmas?" Preguntó un poco asustada la distinguida señora.

"No seas absurda, esas son tonterías que inventa la gente ignorante" El señor volteo a ver a su esposa.

"No pretendo juzgar sus creencias señor, pero hay demasiados rumores que circulan en torno a esa Mansión, es decir, las personas que limpiaban esa mansión juraban que escuchaban ruidos extraños" Lita sirvió un poco de café en la tasa de Michiru.

"La casa es demasiado vieja, seguramente escucharon los ruidos de las duelas apolilladas" Michiru bebió un poco de café.

"Yo no lo creo, pero no quiero que se asusten, mejor disfruten el lugar, en verdad es muy tranquilo y el lago que se encuentra cerca de la mansión hace que tenga una vista hermosa" Lita sonrió.

Siguiendo la charla sin ningún tema interesante en particular, la cena concluyó sin ningún contratiempo, personalmente a Michiru nunca le llamó la atención el tema de los fantasmas y las almas errantes que deambulaban por la tierra, ella tenía el concepto de que el infierno y el cielo eran meras supersticiones que obligaban a que las personas siguieran un determinado patrón de comportamiento y dado que sus ideas no eran aceptadas por casi toda la sociedad, ella prefería mantenerse al margen del tema. Llegando a su casa se recostó en su cama y pensaba en todo lo que les habían dicho en la cena, tal vez aquella casa no era tan aburrida después de todo.

Sintiendo la inspiración arrollarla como si se tratase de un madero azotado por las olas del mar, Michiru se levantó de su cama casi en un brinco su corazón latía fuertemente, como si estuviera enamorada, imaginaba a sus manos como dos gaviotas libres de órdenes y partituras, imaginaba que sus manos podían volar si ella se los ordenaba, la bella artista cerraba los ojos y se encontraba en un mundo completamente diferente al que ahora la rodeaba, era definitivo, esa era la inspiración que necesitaba para volver a ser lo que era. Tomó un pedazo de carboncillo fino, y acomodándolo en su atril de pintura comenzó a trazar líneas sin sentido, acto seguido, preparó las pinturas haciendo combinaciones, logrando colores inimaginables, comenzó a seguir aquellos trazos tan extraños como hermosos, llorando, riendo, sintiendo frio y calor al mismo tiempo, era tan sublime como enfermizo, tan dulce como amargo, el hielo y el fuego se combinaron para lograr formar la nueva creación de una diosa del arte, tantos trazos que al final y después de 3 o quizás 5 horas de ardua labor conformaron un hermoso paisaje, aquel paisaje que se lograba observar desde el balcón de su habitación, combinado con el lago y en tonos sepia aderezando aquella obra de arte como si fuera una antigüedad. La bella artista no perdía detalle y era fantástica la forma en que logró captar cada árbol y cada pieza de aquel paisaje prácticamente muerto, pero que pese a eso, conservaba esa belleza natural. Un suspiro cerró con broche de oro aquella maravillosa muestra de pasión.

"Vaya….creo que esta vez, pinte sin ningún compromiso, sin prejuicios, solo yo y nada más" Michiru murmuro para sí misma esas últimas palabras para después quedarse dormida profundamente.

La madrugada se hacía presente y el frio la hizo buscar una frazada y cubriéndose volvió a quedarse ensimismada mirando el cuadro para volverse a quedar dormida.

Disfrutando de su descanso, comenzó a escuchar ruidos que provocaron que se despertara a medias…

"Son las duelas viejas…" Volvió a cobijarse con la frazada.

"Sin duda un hermoso trabajo…" Murmuró una extraña voz casi en secreto.

"Gracias…padre" La artista permanecía con los ojos cerrados.

Luego de dormir profundamente, el sol destellaba lo que sería un nuevo y hermoso día, Michiru despertó y se dispuso a meterse a bañar. No sin antes recordar aquel elogio a su pintura, imaginaba que su padre entró a cobijarla y aunque no lo hizo se sentía bien de saber que le agradara su pintura. Por otro lado era demasiado tarde para que su padre hubiera deambulado por su habitación y más aun sabiendo de antemano que su padre tenía el sueño profundo, tanto que una vez que su cabeza tocaba la almohada no se movía sino hasta la mañana, por lo que se sintió un tanto sorprendida.

Después de disfrutar de un baño, se arregló y bajó al comedor para desayunar con sus padres…

"Buenos días madre…padre?" Michiru tomó asiento y las sirvientas procedieron a servir el desayuno.

"Buenos días hija" Contestó el padre mientras revisaba el periódico que le había llevado el chofer.

"Buenos días hija, ellas serán las nuevas sirvientas de la casa, solo serán tres, Madeline, Akiko y Hiromi, nos ayudarán en las labores de la mansión y tú te dedicarás a descansar, de acuerdo?" La señora le sirvió un poco de té a la bella artista.

"Me parece bien madre, gracias por la consideración, por cierto padre, en verdad piensas que mi pintura quedo bien?" Preguntó Michiru con naturalidad mientras endulzaba con miel su té.

"De que pintura hablas princesa?" El señor bajó el periódico para dar un sorbo a su café y mirar con ternura a su hija.

"Anoche entraste a mi habitación y dijiste que mi pintura era hermosa" Dijo Michiru con cierto asombro.

"No hija, yo no entré a tu habitación y menos por la madrugada, sabes que no suelo despertarme por las noches, pintaste algo?" Dijo el señor volviendo a desenvolver su periódico.

"Porque no me dijiste que Michiru había pintado algo?" Le pregunto la señora a su esposo.

"Te digo que no entré a la habitación de mi hija anoche, acaso viste que me levantara durante la madrugada?" El señor Kaioh dobló su periódico y bebió otro poco de café.

"Es cierto hija, tu padre no se levantó para nada anoche" Contestó la madre de Michiru.

"Seguramente lo soñaste hija, pintar siempre te ha dejado muy agotada, no lo olvides Michiru, ahora…queremos ver tu pintura" Dijo el señor Kaioh.

La mirada de Michiru se quedó perdida, será que en verdad estuvo soñando, si es así no tenía nada de qué preocuparse pero, sino estuvo soñando, quien fue la persona que elogió su trabajo? La voz era tan baja que difícilmente podía identificar de quien era, aun así extrañamente se sentía tranquila.

Esa tarde se dedicó a caminar a la orilla del lago, se sentó sobre una manta y se dedico a arrojar pequeñas rocas al agua para mirar las ondas que formaban en contacto con el agua, intentaba atar cabos para saber quién era la persona que había admirado su trabajo, esos pensamientos la tenían consternada, si fuese un sueño hubiera soñado a la persona que se lo dijo o por lo menos hubiera asociado la voz con alguno de sus fanáticos o amigos pero no, este era un murmullo que la tenía con la incógnita de saber de quién provenía. Miraba sus manos y aun sentía esa alegría de saberse libre, así que decidió volver a la mansión ya que la tarde comenzaba a despuntar y el sol comenzaba a ocultarse. En realidad no había gran cosa que hacer ahí, solo salir al lago o a caminar por los pastizales, fuera de ahí, solo silencio. Sin nada más que hacer Michiru fue a encontrarse con sus padres…

"Tu pintura es hermosa hija, tu padre y yo subimos a verla después de que saliste, creemos que tiene el potencial de superar a todas tus obras pasadas, aunque solo es un paisaje tiene pasión, alma, todo eso que adoran ver los críticos" La madre de Michiru estaba emocionada.

"Es una obra de arte princesa, muy bello y el toque antiguo es interesante" Remarcó el padre.

"Gracias, espero que podamos exhibirlo cuando regresemos a Tokio" Michiru sonrió.

"Ve a descansar hija, en un rato estará lista la cena, mandaré a Akiko a avisarte cuando ya esté listo" La señora encaminó a su hija hacia las escaleras.

"Si, estaré en mi habitación" Michiru comenzó a subir las escaleras hacia su habitación.

Llegó y cerró la puerta, se paró frente a su pintura y no pudo evitar voltear a mirarse al espejo, sonriéndose a sí misma volteó a ver su pintura.

"Quisiera tener más inspiración para lograr más cosas como esta" Michiru atribuía todo a ese silencio que le permitía escuchar sus pensamientos.

"La inspiración es caprichosa, a veces llega, a veces no, depende de las circunstancias" Michiru se paralizó con esa voz, seguramente era la voz de la persona que había elogiado su trabajo la noche anterior.

"Q…quien es usted?" Pregunto Michiru sin moverse de ahí, incluso no se atrevía a voltear.

"Digamos que yo también me sorprendí cuando la vi ayer por la tarde mientras pintaba, no dije nada porque no quise asustarle" La voz misteriosa se escuchaba gentil y amable.

Michiru se dio la vuelta poco a poco, encontrándose con la imagen de una joven de cabello corto y ojos verde olivo, se congeló el tiempo, ese momento en que las miradas se conectaron fue mágico, era como si una especie de atracción instantánea se diera entre ellas al contacto con sus miradas y la luz que emanaba de las velas, el hecho de que la joven estuviera dentro del espejo, salía sobrando…

"Que…que hace en mi habitación?" Preguntó Michiru.

"Me temo señorita que usted es la que está dentro de mi habitación" Respondió la joven.

"Esta mansión la compró mi padre hace unos años" Respondió la bella artista.

"Vaya, nunca imagine que esto llegara a considerársele mansión, comencé a construirla hace un par de años" La joven sonrió mientras platicaba con Michiru.

"Esto es muy extraño no lo cree? Me refiero a que usted está en mi espejo y no sé cómo llego ahí" Michiru tocó el espejo con la yema de sus dedos.

"Creo que de nuevo se equivoco bella dama, usted es quien está dentro de mi espejo" Ambas rieron y se quedaron mirando una a la otra, hasta que Michiru interrumpió el silencio.

"Nunca terminaremos de discutir el punto, creo que por alguna extraña razón el pasado y el presente se han combinado, dime, que año es?" Michiru comenzaba a intentar encontrarle sentido a lo que estaba viendo.

"Jaja, que pregunta, estamos en el año 1918, sabe? sinceramente nunca me he detenido a pensar las cosas que suceden en la vida y creo que usted tampoco debería hacerlo, las cosas suceden y ya, no lo cree?" Preguntó la chica rubia a la chica que veía reflejada.

"Cielos…1918…no puedo creerlo" Murmuró la artista para sí misma.

"Sucede algo? En qué año usted vive?" Pregunto la joven.

"No…no sucede nada, estamos en el año 2011" Contestó Michiru aun sorprendida.

"Vaya, es usted una aparición del futuro…tenemos mucho de qué hablar, aquí está por estallar la guerra y hay muchas cosas que le puedo platicar, claro, si usted quiere" La joven le sonrió.

"Me encantaría, pero como sabré si nos encontraremos mañana?" Pregunto Michiru.

"Se lo diré en cuanto sepa su nombre…" La chica rubia se acercó un poco más.

"Cuanto lo siento, mi nombre es Michiru Kaioh, encantada de conocerla, y su nombre es…"

"Mi nombre lo sabrá el día de mañana que nos encontremos aquí, espero que tenga usted una linda noche y nuevamente le diré, que su cuadro es sin duda un hermoso trabajo" La joven le hizo un guiño.

Cuando Michiru intentó decirle algo la joven había desaparecido de aquel espejo y solo encontraba su bello reflejo.

"Espero volverlo a encontrar…joven del espejo" Michiru sonrió después de murmurar lo último.

Esa noche Michiru durmió muy emocionada, algo extraño pasaba con su corazón cuando platico con aquella "ilusión" del pasado pero esperaba con ansia que llegara el día siguiente, el nombre del "joven del espejo" se había convertido en un enigma para ella, un enigma que ahora moría de ganas por resolver. Al día siguiente despertó apenas salía el sol se paró frente al espejo esperando obtener respuesta…

"Esta usted ahí?" Preguntó ansiosa y emocionada.