Disclaimer:
Los personajes de yyh no me pertenecen, son propiedad de Yoshishiro Togashi, quien, supongo que se ríe de las cosas que nosotras escribimos o dibujamos con sus creaciones, o quizás se siente alagado, quien sabe.
Notas:
Este es el último capítulo, es deificil decir adiós, y es dificil saber que ya no habrá historia que contar acá, pero fue bonita mientras duró y de paso, me robó más de una sonrisa, y me quitó más de una lágrima. Espero, les guste el final, y ya saben, nos veremos en otro minuto.
Dedico a todas las personas que leyeron este fick, en especial nejito, mi beta que le leyó primero y que me sugirió muchas cosas y a mis dos niñas fieles que se mantuvieron hasta este episodio.
Ahora les dejo con:
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Sonata en Mi menor
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-Epílogo-
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"La música es la armonía del cielo y de la tierra"
Yuel-Ji
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-Conservatorio de música, Austria-
La sala olía a canela, recién había abierto la ventana de la habitación para que el aire entrase, y lo primero que me imaginé fue esa especia, porque recordé el aroma de un té inglés cuando se es recién servido en una taza blanca de porcelana.
¿Por qué canela?, me dije, también puede ser porque junto a la sala se encuentra una habitación repleta de adornos florales y siempre cuando termino de hablar conmigo mismo me imagino el sabor de ese té en mi lengua, de lo dulce del líquido cuando roza la piel de mi boca. El olor de la canela siempre me ha gustado, porque provoca que mi corazón lata lentamente, y de paso, me ayuda a relajarme cuando estoy sumamente nervioso.
Como hoy.
Me encontraba frente a un espejo tamaño real vislumbrando mi mano izquierda que se hallaba sobre las cuerdas de un violín que acababa de cumplir más de cien años. Nunca dije de dónde lo había obtenido, ni mucho menos conté a alguien la historia que quizás, acabas de terminar de leer. Esta historia la he escrito en mi diario y quizás después de esta noche esté preparado para compartirla con otras personas. Quizás comience con Yusuke, un chico que se ha mudado a vivir conmigo o quizás sólo le regale mi diario, ¿quién sabe?, lo importante es poder decir lo que he guardado por tantos años dentro de mi corazón.
Aunque sea por una hora.
Sin embargo, las palabras, las emociones, todo aquello cuanto viví hace diez años los he traído siempre conmigo y sé que fueron reales.
¿Qué cómo lo sé?
-Porque aún conservo aquel viejo papel en el que Yukina escribió que tocase su violín por ella-
Me miré en el espejo, he crecido mucho y el traje de concierto que traigo ahora no es de color negro sino que es color azul.
Azul…he escogido ese color para vestirme porque recuerdo la sensación de haber estado en un concierto en el cual, lo primero que imaginé fue un pajarillo de ese tono. Recuerdo la noche y su sonido, el vibrato que surgió desde mis dedos y el latir de mi corazón al momento de interpretar una partitura junto a Kurama.
Kurama…
-Koedma, ha llegado mucha gente a tu debut, ¡espero te salga de maravilla!-me giro enseguida al oír esa voz, la sala en la que estoy es el cuarto donde se afinan los instrumentos. No hay nada vistoso más que aquel espejo en el que me estoy mirando. Me llevo una mano a la boca, me muerdo un dedo, enseguida llevo una mano sobre el cristal del espejo que está adornado por una madera color oro y tiene una insignia de clave de sol.
Hace años que no había podido mirarme en un espejo sin pensar en aquello que ocurrió ese día, y tuvo que pasar meses antes de que pudiese volver a tocar mi violín.
¿Qué por qué no podía mirarme en un espejo?
Porque hubo una época en la que me fasciné con tener espejos en mi cuarto, una época en que esperaba ver sus ojos verdes reflejarse en la estructura, una época en que habría dado lo que fuera por volver a verle, incluso si por hacer eso era arrastrado por la locura. Sin embargo, luego de muchos años entendí que no importaba realmente cuánto tiempo lo hiciera, entendí que no importaba cuántos espejos consiguiese para mirar, no, realmente eso no serviría.
Porque Kurama jamás aparecía y yo no podía decirle adiós.
Kurama jamás volvía, y siempre me encontraba luego de estar todo un día admirando el espejo que fuese solo, y siempre me sentía horrible, siempre me ganaba la pena y me temblaba incluso el corazón.
-El director está esperando que estés listo Koedma, te quedan cinco minutos para entrar, y ¡el teatro está lleno!- Escuché la voz de Botan, una compañera de clase con la cual llevo saliendo casi un año.
El hecho de que el teatro esté lleno me tiene sin cuidado, siento mi corazón latiendo tranquilo y espero a que Botan salga de la habitación para retirar aquel papelillo que he guardado siempre conmigo, aquel en el que Yukina me pidió hace años una noche que tocase su violín para ella.
Recuerdo esa noche, el frío que sentí y el dolor de mi cuerpo cuando me dejé caer en el suelo al salir de aquel teatro, recuerdo la rabia, la ira.
Pero especialmente recuerdo esa desolación.
Botan vuelve a insistir en que el teatro está lleno, yo la miro tranquilo. Si soy sincero, la verdad es que me encantaría que entre la gente que viene a verme esta noche estuviese Kurama escuchándome. La verdad, es que me gustaría volver a escuchar su risa sólo una noche, o volver a sentir sus manos cuando me ayudaba a pintar una pared de mi casa.
La última vez que viví eso, fue cuando me preguntó si creía en fantasmas, y la verdad, estuve tan ciego que no vi lo peligroso del camino que estaba escogiendo, y no supe ayudarlo.
Porque esperaba que se diera cuenta por sí mismo.
Y a pesar de todo eso, aún conservo todas sus cartas, aún recuerdo su voz al hablar de Hiei.
Cuando Kurama desapareció, al comienzo pensé que si sólo me encargaba de administrar los conciertos, si olvidaba mi amor por la música, por el violín y el piano estaría bien; y que de esa manera alejándome lo más que pudiese de este mundo podría sanar la herida que quedó cuando él se fue. Pero aquello fue demasiado iluso y había ese algo, que no lograba llenar aún cuando tuviese todo lo que un joven de mi posición quería.
Ahora, esa herida ya no está.
Porque un día creo que Kurama vino a visitarme de noche y me dijo que lo retomara…
Y simplemente pasó, al despertar estuve seguro que vino a verme, y escuché el sonido del violín de Yukina sonando en mi mente. Cuando decidí volver al conservatorio para terminar de estudiar violín tuve que aislarme de muchas cosas y lo primero que hice fue mudarme a Viena.
Recuerdo el rostro de Shiori cuando le conté que iba a estudiar violín definitivamente en vez de encargarme de la administración, ella se rió pero por más que se esforzó no pudo aplacar el brillo de sus ojos cuando escuchó oírme decir aquello.
Y tampoco pudo evitar que su corazón latiese unísono con el mío.
-¿Volverás algún día joven Koedma?- me había preguntado en aquel entonces con su rostro un tanto envejecido, mientras le caían las hebras del cabello ahora sin color, y me acariciaba una mejilla con sus manos temblorosas con las que muchas veces me estuvo cuidando cuando caí en una profunda depresión.
Hay cosas que jamás podrán salir desde mi boca, y otras que espero jamás olvidar.
Regresé al recuerdo de Shiori cuando sentí que mi violín comenzaba a provocarme un dolor agudo en el hombro.
-Volveré…cuando llegue a lo más alto- había dicho esa tarde y ahora que estoy a minutos de mi debut como solista, siento que las piernas me tiemblan demasiado. Siento que las manos se van a equivocar, que me saltaré estrofas, pienso en tantas cosas que podrían ocurrir en un instante que tengo miedo a cometer un error.
¿Me estarás mirando dónde sea que estés Kurama?
He colocado una vela al lado de mi cama cada noche desde que te fuiste, y jamás he apagado ninguna, sé que es tonto, pero Shiori me contó que antes de que Myka muriera ella le había revelado que si prendía una vela cada noche Kurama llegaría con bien a donde sea que tuviese que irse.
Y quizás por eso, Shiori y yo, siempre prendemos una a la misma hora.
Suspiro, comienzo a pasar pecastilla por el arco del violín para que suene limpio y el sonido no salga cortado, experimento como mi cuerpo pesa un poco y como lentamente siento mi corazón latir con fuerza.
Cuando se estudia música como la estudio yo, la vida simplemente pasa muy lenta. Había veces en que me preguntaba qué ocurría si dejaba el conservatorio, había otras veces en las cuales me daba miedo regresar a Austria, pero siempre supe que alguna vez volvería.
Porque siempre tuve presente lo último que Yukina me dijo antes de irse ese día…"llega hasta lo más alto que puedas"
Hoy es ese día…
-¡Koedma, sólo quedan dos minutos!-escuché la voz del director al venir a buscarme, tengo veinte y nueve años ahora, pero mi rostro sigue teniendo ese toque característico del niño que vivió en Austria junto a Kurama. Aún mis ojos resplandecen con su brillo azul, mis cabellos siguen con su tono tierra claro y la piel de mi rostro, aunque ya un tanto cansada, todavía conserva su palidez, junto al rubor que cubría mis mejillas.
Suspiro, levanto la mirada del suelo, escucho el sonido de la puerta al abrirse, he visualizado la forma del conservatorio, del piano de cola color blanco en el que hoy su partitura tiene que ser interpretada por mi novia en lugar de Hiei.
Esta noche solo espero llegar tan alto como me sea posible para alcanzarte y si resulta que los dioses quieren que esté horas tocando para que por unos minutos mis dedos rocen el cielo, entonces lo haré Kurama.
Esta noche, quiero tocar para ti.
Salgo al escenario, las luces doradas me cubren, visualizo el fondo del anfiteatro y algo me invade, el teatro en verdad está lleno y por un minuto me sentí atrapado dentro de un túnel sin salida. Pero enseguida me mordí los labios y realicé la mejor reverencia que pude para saludar a la gente que ha venido a verme.
Porque han venido a verme a mí, porque han venido a escucharme a mí.
Diez minutos después mi visual está sobre la butaca en la que Shiori se encuentra sentada, apenas escuché el sonido del piano al comenzar su interpretación sentí un nudo en la garganta.
En silencio leo las partituras que tengo que interpretar. Son dos movimientos, el concierto para Violín de Tchaikovski y la Sonata en mi menor por Hiei.
Trago con fuerza aire, percibo como me duele el corazón al haber leído el nombre de esa partitura y sé que cuando he comenzado a tocar la gente que se haya viéndome también ha experimentado un nudo en el pecho, también ha percibido el latir de mi corazón, porque sé que estoy gritando a través de las cuerdas de este Cremona; porque sé que todas las palabras que me he guardado cobran vida cuando comienzo a tocar violín.
Mi novia me lo dijo un día –Me gustaría saber cómo haces para expresar esa nostalgia en tus presentaciones Joven Koedma-
Mucha gente me ha dicho que cuando me oyen tocar violín, creen ser trasportados a otro tiempo; pero cuando Botan me dijo que imaginaba otra cosa, creí desfallecer, porque jamás esperé que ella sintiese aquello que llegué a sentir un día, hace diez años.
-Sabes, siempre que tocas, me imagino un pajarillo azul-
Levanto la mirada un poco, mis ojos se encuentran con los orbes de Shiori, se sonríe y escucha al igual que yo el sonido de la melodía que fluye desde los altos, y como nos transporta a ambos a una época en la que vivimos algo que nadie jamás podrá experimentar. Sé que ambos recordamos aquel pajarillo azul, y el color de unos ojos carmines mirándonos a través de un espejo que aún permanece en el departamento de Kurama.
Mi corazón ha comenzado a palpitar con más fuerza y no he podido evitar sentir que necesito interpretar con más velocidad la partitura de Hiei.
Y es algo que no controlo.
No puedo explicar por qué quiero aumentar la velocidad, el director me mira y trata de obligarme a que le siga la batuta, pero cuando se da cuenta de que quiero ir con más violencia se sonríe, y comienza a aumentar la frecuencia de notas, comienza a sonar y sonar en mi cabeza la misma melodía que interpreté hace ya diez años con Kurama.
Y sin pedirlo, estando en este escenario percibí que alguien trató de hablarme; me estremecí. Sentí el roce de algo helado sobre mi rostro, y no puedo explicarte por qué mi corazón palpitó de esa manera, ni siquiera podría describirte cómo sentí que mis manos querían soltar el arco.
Sólo supe ese minuto que quería correr a abrazar a alguien que no podía ver.
-Koedma-
Esa voz…se adueñó de mi concentración…entonces creí, por un minuto que realmente estaba mirándome, iluso, me dije "Búscalo". Abrí los ojos con sorpresa, miré a la gente que yace escuchándome pero no encontré nadie casi transparente como aquel entonces.
Me mordí un labio al notar lo ridículo de mi deseo.
Suspiré, el director ha cambiado a un tono más suave, le sigo con el violín apenas Botan comienza la última estrofa, sin quererlo dejé que mi mirada se detuviese en una butaca del centro del escenario, y allí, simplemente el mundo realmente se detuvo para mí.
Y si los dioses me quisieran un poco, abrían detenido el tiempo esta noche.
No supe el instante en que ocurrió, ni mucho menos recuerdo si detuve mi violín al mirar aquello. Sólo recuerdo que mi corazón saltó de tal manera que no pude controlar mis labios siendo mordidos por mis dientes.
No pude controlar el brillo de mis ojos, ni el movimiento de mis labios al ser mordidos, ni mucho menos pude controlar mi mirada quebrándose ante alguien que nadie más que yo veía.
-Viniste-dije, estaba mirándome, ¡Estaba mirando mi debut con su sonata! ¡Estaba señalando el violín que portaba, y modulaba frases con su boca que sólo yo podía escuchar!
Y entendí…que quizás los dioses me querían un poco.
En mi mente oí la voz de Kurama hablarme, escuché su risa, y no pude evitar que mis labios fuesen mordidos con desesperación; no pude evitar sentir que el pecho me dolía porque sabía que era la única persona capaz de verlo sentado en frente de mi.
Pero principalmente escuché el sonido de nuestros corazones fundirse en una sola melodía.
El director me miró sin entender, el piano de Botan resonó en mi cabeza, la gente susurró algo; respiro, aspiro el aroma de jazmines que ha parecido adueñarse del teatro y siento que en cualquier minuto voy a paralizarme, siento que me quedaré sin fuerza y que terminaré irremediablemente en el suelo.
-No te detengas ahora Koedma, esta noche llegarás tan alto que hasta Yukina podrá escucharte-leo sus labios al pronunciar aquello y experimento un dejavu, experimento la nostalgia del momento en que ella dejó a mi cuidado su violín y recuerdo los segundos de una noche en que creí que moriría por la pena por no saber qué fue de él.
Y con cada día que transcurrió mi miedo fue aumentando hasta adueñarse por completo de mi corazón, y una noche simplemente dejé de sonreír.
Dejé de amar la música.
-Joven Koedma, no debe de seguir pensando en aquello-la voz de Shiori, la manera en que ella siempre iba a visitarme cada dos días, las tardes en que me cuidaba y yo llegaba pidiéndole disculpas por no haberle escuchado. Recuerdo las noches que pasé en vela, las veces que me odiaba y quería morir por haber alimentado un sueño que jamás esperé que me arrebataría a mi mejor amigo.
-Fue mi culpa… ¡Lo he perdido por no hacerle caso!, ¡No quiero más música, no quiero volver a ver ese violín!-
-No te alejes de la música mi niño, la música era la única que aceptaba esa relación-
-No puedo escuchar su sonata sin pensar en lo que pudo haber sido entonces, no puedo señora. ¡Ya no puedo oír música en mi casa sin sentir que mi corazón se partirá en diminutos fragmentos!-
-La música cariño, era la manera en que ellos se fundían; con la música se sentían cerca el uno del otro. Cuando creaban música no necesitaban decirse nada ni necesitaban que alguien viniera a decirles que no podrían estar juntos, ¡pasaron años para que yo entendiera eso joven Koedma!- rememoré la manera en que ella me abrazaba, la manera en que yo me dejaba caer por su casa para volver cada tarde a hacerle compañía. Hubo meses en que odiaba la música para piano, años en que quería quemar este mismo violín, en esos días pensé que podría con mi compañía devolverle la vida a ella, pero en verdad ahora entiendo que fue ella quien me la regresó a mí.
Y de paso, provocó que una noche volviese a añorar tocar música.
-Kurama yo sólo quería decirte adiós-dije a la nada, Botan me ha escuchado y me ha mirado sin entender. Me sonrío, desde la butaca Kurama se mantiene mirándome con sus ojos verdes, mientras cada uno siente algo distinto cuando escuchamos el sonido de aquella partitura que alguna vez interpretamos juntos en un teatro hace ya diez años. Kurama se agita en el asiento, se levanta; sube por las escaleras y se inclina hasta mi oído para pronunciar algo que logra sin buscarlo que mis manos tiemblen por primera vez.
Lo bueno, es que nadie ha notado el temblor y creen que ha sido un vibrato que he agregado para la presentación.
-Siempre vine a ver como estabas, ¿lo prometí verdad?- al escuchar eso tragué mucho aire, y otra vez tuve que agregar un vibrato para que no se notase el temblor en mis dedos.
-Me ha gustado mucho el detalle de la vela-
-Fue idea de Shiori-pensé, sé que Kurama pudo leer mi pensamiento porque se ha sonreído y ha elevado los hombros con gracia.
-Ya no es necesario que sigan haciéndolo, tengo todo lo que necesito en Viena-dice, me giro. Imagino que seguro está viviendo con Hiei en esa ciudad.
No sé si será en un cielo color turquesa como éste, ni mucho menos si será con aroma a hojas secas.
Pero sé que Kurama está con Hiei en el mismo cielo.
Botan ha tocado un acorde violentamente para que me concentre y deje de mirar el pasillo que según ella no tiene nada interesante para ver.
Oh, pero si ella supiese…
Kurama se sonríe, y sólo toca mi cabellera con una mano para decirme que debe de regresar a su Viena con Hiei y Yukina.
-Nunca te alejes de la música Koedma, alguna vez sentirás lo que yo sentí cuando Hiei le terminó, alguna vez sentirás cómo tu corazón late unísono con el de otra persona y espero poder estar el día en que tu corazón lo perciba. ¿Recuerdas lo que sentiste cuando tocamos juntos aquella noche?, yo lo recuerdo cada día que pasa cuando Hiei toca su partitura en Viena-
Sentí que añoraba volver a tocar con él, sentí que volvía a amar la música…sentí tanto con tan sólo unas palabras que entendí que todo lo que yo había estado deseando desde hace años había sido escuchar su voz diciendo que pensaba en mi en dónde sea que estaba.
Kurama había sido mi mejor amigo y supe que seguiría siéndolo.
Cuando finaliza la sonata escucho el aplauso colectivo de la gente, la voz del director al decir mi nombre, el aire marcado por el sonido de sus voces y el latir de mi corazón que ha comenzado a saltar con tanta vida que sé; si me pidiesen interpretarla otra vez no me importaría tocarla hasta que amaneciera.
Porque por dos horas pude tocar el cielo con las yemas de mis dedos.
Botan se sonríe, y me mira como extrañada.
Yo me giro hasta ella, me inclino y le robo un beso en medio del escenario.
-¿Estás bien?-me quedo callado mirándola.
La primera vez que la vi me enamoré del color de sus ojos.
Al comienzo no podía mantenerme mirándolos, porque ese color se había vuelto un recordatorio de la herida que quedó aquel mes de marzo, pero Botan logró luego de mucho tiempo que terminara gustándome.
Sus ojos de tono violeta son iguales al color de aquel cielo cuando Kurama se fue con Hiei, tienen el mismo brillo de esa noche y cambian de acuerdo a la hora del día.
Ahora, me encanta el color púrpura.
-Si-dije, ella se sonríe, y espera a que el director la llame para presentar a los músicos que han interpretado la sonata de Hiei y el concierto para violín. En cambio yo he cruzado mi mirada con la de Shiori y escribo en una nota algo que sólo ella podrá entender.
Me acerco con velocidad, Shiori me abraza, le entrego la nota. El director me ha llamado y comienza a presentarme a muchos compositores que quieren que interprete sus melodías en Alemania la semana que viene.
Le he guiñado un ojo a Shiori antes de que tenga que despedirme de Austria para viajar a Alemania.
-Léeme- decía la nota, quedé mirando a la mujer antes de irme y experimenté un escalofrío cuando escuché como se tapaba la boca para evitar dejar salir un sollozo desde sus labios.
-No podía irme sin decírtelo-dije, los ojos cafés de la mujer me miraron, pestañeó, se mordió un labio. Todo en cuestión de segundos, entonces después de que me sonrió. Shiori leyó en voz alta aquello que escribí para ella.
Antes de irme quería que supieses tres cosas:
Primero: Esta noche volví a amar la música
Segundo: Mi mejor amigo vive con Hiei Jaganshi en el mismo cielo y me ha escuchado tocar su sonata en el violín que Yukina me ha dejado.
Y tercero: Luego de diez años he podido decirle adiós.
-Fin-
Escrito por Oscurita Xuxu
Comenzado el 06 de diciembre del 2011
Finalizado el 15 de julio del 2012
Dedicado con amor a:
Nejito, Kitty_wolf, Kaedhe Hime, YASNyouko1, Twinippu, Rescue-Coluptor y Kanon, Roronoa Minamino.
No tengo muchas cosas que agregar, solo dire que me encantó usar al joven Koedma, es un personaje muy fácil de usar, interpretar e imaginar, asi que tiene todo para un fick, es mi segundo personajes favorito después de Hiei, y espero, con este epílogo hayan podido sentir algo de lo que él sintió.
Sería increíble.
Bueno, les dejo, nos veremos en otro momento, si Dios y la Vida lo permite.
Besitos dulces.
...Nunca vas a estar sola desde este momento...
...Si siempre sientes que te están dejando ir...
...No voy a dejarte caer, nunca te dejaré sola...
...Te abrazaré hasta que todas tus heridas se hayan ido...
-Never gonna be alone-
Nickelback
