N/A:
Opening primer arco:
Ending primer arco:
Sin más que decir ~OWARI!
Ranting: M
Disclaimer: Amano-sensei, tú y tus abogados me obligan a admitir que KHT te pertenece ¬¬
Advertencia: Gore, asesinatos, palabras altisonantes y violencia.
Juego de muñecas.
By: White Aconite
Capítulo 8:
El juego de la muerte.
Segunda parte: Ave enjaulada.
La terrible la opresión en su pecho impidiéndole respirar y llenar sus vías con tan vital oxígeno. Por más que abría la boca como la de un pez, no era capaz de llenar ese vacío interior; entendía perfectamente que de seguir así su cuerpo no lo soportaría y su corazón dejaría de bombear en cualquier momento.
Las cosas tristes que se van diluyendo,
las he ido contando.
Distinguió un cantar que sonaba como el tintineo de una campanilla de plata en medio de la oscuridad, aliviando milagrosamente la agonía de la lenta asfixia. Aunque el síntoma de sofoco permanecía, el trinar de aquella voz, que se le antojaba divina, brindaba de paz a sus oyentes.
Lleno de curiosidad, quiso hacer una averiguación del origen de esa pueril y cándida voz, incluso si aún persistía tal precaria situación.
Intentó levantarse en sus propios pies, mas no pudo lograr tal proeza. La incertidumbre rápidamente fue sustituida por pánico al percatarse que, lo que debía ser su cuerpo, no respondía ni al menor estímulo; era incapaz de percibir siquiera el tacto de la piel y realmente temió que su tiempo en la tierra hubiese expirado ya.
No lo entendía bien, y una parte de él no se esmeraba en comprenderlo, pero era como si hubiesen extraído su alma para arrojarla a un foso repleto de sombras donde sería absorbido y su existencia engullida en las tinieblas para nunca ser encontrado.
Aunque le costara admitirlo, el simple pensamiento le ponía la carne de gallina.
Como la manzana dorada,
que nuevamente caerá.
Pronto un chispazo pronto se volvió en un deslumbrante resplandor, desterrando la oscuridad al olvido y envolviéndolo como una madre hace con un hijo. Sus reflejos le habían hecho cerrar los párpados para que después, tras abrirlos, deseara no haberlo hecho.
A un paisaje que nunca antes había visto,
es el que he de regresar.
Quizá era la composición de la sonata el origen de aquel devastado paisaje, como una de esas canciones occidentales con mensajes subliminales dispuestos para lavarte el cerebro; o quizá ya estaba muerto y ante él se alzaba el infierno, después de todo sabía que no había sido exactamente un buen ciudadano a pesar de instaurar disciplina con mano de hierro en toda Namimori.
El resplandor se había reducido drásticamente hasta quedar en una enorme fogata, cambiando consigo su alrededor por parte de un bosque. A sus pies se alzaba un pequeño empedrado que parecía conducir hacia la hoguera, y a su espalda se extendía una larga escalinata sin saber hasta dónde descendía.
Moderando la cantidad de luz que entraba por sus ojos logró adaptarse a la ceguera provocada al ver una fuente de luz en la noche y pudo distinguir mejor algunas figuras que antes no había percibido. Pronto se dio cuenta que aquello que se quemaba no era madera apilada o algo parecido, sino una edificación tradicional… un templo para ser precisos, que se consumía furiosamente por las llamas.
Quiso avanzar, mas no contaba que no le respondiera su cuerpo como le debía, estrellándose en el piso. Recordó la mutilación de su parte inferior y pensó que correspondía a su falta de control. Se vio examinándose topándose con la gran sorpresa de no sólo ver sus piernas de vuelta, sino también de observar sangre gotear de ellas.
Sangre. El vital líquido que carecía su nuevo cuerpo de muñeca.
Fue cuando supo que algo no andaba bien.
El pensamiento encontró justificación cuando supo que aquel charco de carmín en el que había caído no pertenecía a él. Buscando el nacimiento fue cuando todo se tornó en una pesadilla.
Sin explicación o algo que le anticipara tal horrorosa visión, solo pudo enmudecer y ser testigo de los cadáveres regados en todas direcciones a sus pies. Lo más aterrador de ello no era la trágica situación, sino que podía reconocer a estas personas.
Distinguió la cabellera albina del bastardo de las bombas, a pesar de que ésta se encontraba enmarañada en carmín; más adelante, el cuerpo de Irie se tendía en el asfalto sin corresponder a la posición de su cabeza metros hacia la izquierda; la única mujer entre los master descansaba debajo de un árbol derrumbado mientras que el cuerpo del niño de rizos, quien al parecer había tratado de auxiliarla, había sido cruelmente clavado al mismo tronco por clavos de quince centímetros de longitud.
Esas parecían haber sido las muertes menos dolorosas si las comparaba con el resto. El cuerpo de Xanxus, desde los dedos de los pies hasta el cuello, se retorcía en espiral de forma grotesca como si se hubiera sido moldeado por enormes manos; los brazos y piernas del más joven de cabellos esmeraldas, apuntaban a direcciones completamente absurdas dejando entrever los huesos blancos de los músculos desgarrados; parecía un juguete roto.
Si se preguntan por el estado de la alondra, se podría resumir en que estaba demasiado aturdido por el escenario y sus actores como para sentir verdaderamente pánico. Sólo llegaba a su mente las siguientes preguntas: ¿Cómo? ¿Por qué?
Buscó con la mirada indicios de su master al recuperar la razón; ya después buscaría por respuestas, podían apostarlo.
Acordándose de la sangre ajena, su mirada se topó con un montículo metros más delante de él. Era deforme y no tenía ni el menor indicio de lo que era hasta que se acercó.
Las náuseas le atacaron por lo que se obligó a apartar la vista y dar algunos pasos atrás. Todas las alarmas de su cuerpo se habían activado al mismo tiempo, mucho antes que su mente tuviera oportunidad de cavilar lo que aquella masa de carne sanguinolenta y grotesca podía significar.
No era muy apegado a Tsunayoshi, ni siquiera le conocía o agradaba, empero, un gran sentimiento de pérdida se posó en su pecho. Quizá sentía algún tipo de deuda con el castaño por haberle salvado -no directamente- ya que su corazón clamaba por una terrible sed de venganza.
Escuchó pasos subir por la escalera detrás alertándole de la presencia de alguien más. Se puso en guardia indispuesto a jugar con el pobre diablo que aparecería; a la más mínima señal y el atacaría con todo el arsenal a su disposición.
Pensaba en muchas tácticas concentradas en vencer al posible oponente, cuando distinguió unos alborotados cabellos castaños emergiendo.
Sin explicación alguna, sintió un gran alivio al ver emerger a Tsuna del último escalón, vivo y aparentemente sin ninguna herida, sin embargo, apreció la mirada opaca que emitían sus ojos. A pesar de parecer que en cualquier momento el rostro del herbívoro se rompería a llorar, su expresión se recompuso al distinguirle. Sus ojos aún trasmitían una aplastante tristeza, pero el ceño fruncido indicaba furia y decepción.
Estaba por preguntar que le ocurría, cuando de su boca emergieron palabras que ni siquiera había pensado.
– ¿Te arrepientes de haberme dejado escapar? –preguntó como si alguien más estuviera poseyendo su cuerpo.
–En ese momento fui sincero, y si volviera en el tiempo haría lo mismo –hubo cierto grado de ternura en su voz, haciendo sonar sus palabras como una suave caricia–. Incluso ahora sigo amándote.
–No me hagas reír –contestó con irónica burla.
Así como desconocía lo que ocurría con sus labios, también no comprendía el contexto en el que hablaba con Tsuna.
–Tú provocaste esto. Para evitarlo te encerraré.
–No te lo permitiré.
…
…
En esta, mi única vida, podré yo
finalmente llegar ahí.
La canción terminó, y con ello todo se disolvió como al término de una pesadilla. Sintió que era lanzado nuevamente lejos hacia una voz que le clamaba con insistencia. Supo a quién pertenecía mucho antes de abrir -ahora realmente- sus ojos.
Lejos de ahí, la nana cesaba en medio de una oscura habitación. La pequeña y pálida palma cerró el reloj de mano que emitía tan significativa melodía cantada cada día al huésped que cuidaba. El calmo aliento le indicó que había logrado su objetivo y que ahora podría retirarse de aquel lugar.
Dio una mirada significativa a los barrotes que le separaban de su invitado antes de salir, tratando de trasmitirle con su mirada lo que no podía decir con palabras; después de todo él nunca más podría comprenderla y ella sólo podía resignar su disculpa.
Esperaba por que las palabras de aquella canción se hiciesen realidad, y que algún día terminara todo el tormento y dolor; incluso si ella había ayudado a desencadenarlo convirtiéndose en la primera piedra.
Por ahora debía rendir saludos a Messiah y rogar por alguien que pudiera detenerlo… irónicas palabras para lo que antes había sido.
–Nadie ha prohibido a los dioses orar.
Los murmullos cobraban fuerza a medida que corría el tiempo, haciéndose consciente del tamboreo inconstante al que era sometido. Distinguía la voz del herbívoro, junto con la manada de inútiles, hablar acerca de escapar mientras alguien le llevaba a cuestas; supuso que no fue Tsunayoshi por la rapidez del trote, y por los estridentes gritos dedujo que eran del boxeador. Frunció el ceño ¿qué no sabía que con ese escándalo atraería a entes indeseados?
Abrió lentamente los párpados tratando de avivar su adormecido cuerpo. Gruñó de molestia mientras iba estirando los músculos desde su cuello hasta los dedos de sus pies… ¿pies? Si el recuerdo no le engañaba, ese bastardo de las cuchillas le había tajado su par de piernas. Ciertamente, desconcertado, quería saber los detalles de su actual condición.
Ryohei se percató del movimiento a su espalda y le habló con exaltación.
–Hey ¡Que al fin despiertas! ¡Eso que hiciste fue extremo! ¡Ir solo contra el enemigo…! ¡EXTREMO!
Debía agradecer que aún tuviera embargado por la pereza porque si no, ya hubiese azotado el cráneo del luchador contra la pared más cercana. ¿Por qué diablos sentía el cuerpo tan agarrotado? Era como hubiese despertado de un sueño de cien años.
– ¡Onii-san no le diga eso! Fue muy temerario y estúpido –replicó de inmediato haciendo que la alondra anotara el nombre del castaño en su lista mental de gente a la que debía una golpiza.
–Me alegro que pudieras salvarle –añadió la única mujer que les acompañaba.
¿Salvarle? Ahora Tsunayoshi, no solo encabezaba la lista, sino que acaparaba el primer, segundo, y tercer lugar. Quiso añadir algo a la conversación cuando algo, parecido a un terremoto, los estremeció haciéndoles perder el equilibrio.
– ¿Todos están bien? –preguntó el castaño cuando el temblor cesó. Todos asintieron con la cabeza.
– ¿Qué demonios fue eso? –preguntó el rubio con melena de perro pastor.
–Fue como una explosión –trató de explicar el de cabellos esmeraldas.
–Espero que los demás estén bien. Este estremecimiento pudo ocasionar un derrumbe en las zonas más débiles de la mina –comentó Kyoko preocupada por los otros.
–Quizá estén peleando duramente allá abajo ¡Qué extremo!
Si no los había matado el terremoto, seguro que los alaridos de Ryohei lo harían en su lugar; o al menos consigo. Aun con la jaqueca, sus finos oídos captaron un débil retumbo constante.
–Silencio –ordenó Hibari tratando inútilmente de separarse de la espalda del más alto.
–Hibari-san, aún estás débil. Debes descansar –recibió la mirada más letal que podía propinar la alondra, pero Tsuna se hizo el desatendido.
–Cierren la boca malditos herbívoros –por fortuna para él, alguien más se había dado cuenta de la pequeña perturbación que se sentía.
–El plebeyo inválido tiene razón. Escuchen –Bel había ordenó colocando su rodilla en el suelo y apoyando su mano en la superficie. La oscilación emitía ligeras vibraciones que podía captar con el tacto.
Se hizo silencio y no pasó demasiado tiempo para que todos pudieran percibir el descubrimiento de la alondra.
– ¿Qué es eso? –preguntó Kyoko inquieta.
– ¿Un temblor?
–No, el ritmo es más similar a un repiqueteo. Incluso está… ¿acercándose? –dudó Bel, contrariado de lo que percibía en su mano.
– ¿No les parece… pisadas? –preguntó Fran.
Todos enmudecieron porque efectivamente parecía eso. Pisadas… pisadas de algo lo suficientemente enorme o pesado como para que pudieran sentirlo, y lo peor de todo: se escuchaba con mayor claridad a medida que avanzaba el tiempo indicando que, sea lo que fuese aquello, se estaba aproximando.
– ¿Qué creen que sea? –cuestionó Kyoko.
–No lo sé –se incorporó rápidamente Belphegor, entendiendo de inmediato que debían ponerse en marcha cuanto antes –, pero no tengo la intención de saberlo.
–Tenemos que llevarte a la superficie Kyoko-chan –Tsuna comprendió el inminente peligro que aquellas pisadas significaban: había llegado la hora de la caza.
–Mierda, te dije que no debimos volver por el conejo –reclamó el rubio uniéndose al trote con los demás.
–No podía dejar a Tsuna-kun solo. No tiene medio de defensa.
–Bel-sempai no se ve muy digno ahora que está temblando de miedo –nuevamente cumplió su función de diana humana–. Eso duele sempai.
–Si no fueras mi master con gusto te daría de sacrificio.
–Me conmueve su preocupación sempai –ninguno creyó sus palabras por su desinteresada fonación.
– ¡Hibari! ¡Tú peleaste con ellos! ¡Dinos que tan extremos son nuestros oponentes!
Entornó la mirando con bastante desagrado.
– ¿Hibari-san? –insistió Tsuna y el otro solo suspiró de resignación.
–Lo suficiente como para dejar a esta panda de inútiles mordiendo el polvo –su rostro flemático apoyaba sus palabras.
–Estamos en problemas –pensó en voz alta el castaño al recordar el estado en que había encontrado a su compañero. Desconocía los hechos de la batalla con el que se hacía llamar James, empero, conocía de primera mano lo poderoso que podía ser el moreno por lo acontecido en la cueva el día anterior. Se tomó enserio la amenaza.
–Debemos separarnos –como si se hubieran puesto de acuerdo, Fran y Tsuna llegaron al mismo dictamen.
– ¿Van a abandonar a Kyoko? –preguntó alarmado Ryohei.
–Ushishishi no sería mala idea.
–Debemos ganar tiempo contra esos dos. Lo mejor sería conducirlos hacia otras galerías –comentó Tsuna.
–Ellos van por la chica, y a no ser que tengas un disfraz de colegiala a la mano será inútil.
–Como siempre, Bel-sempai es corto de vista –el otro pensaba en una tortura para el menor cuando notó un aire de seguridad emerger de Fran–. Tengo un plan para confundir al enemigo pero necesitaré de su ayuda sempai.
–Shishishi, la princesa pide ayuda al príncipe. Interesante.
–Yo más bien diría al bruto cazador –toda credibilidad quedó arruinada y le ganó otros cuchillos en su gorro de rana.
– ¿Puedes en realidad hacer eso? –fue la pregunta de Tsuna.
Todos detuvieron la carrera para coordinar los movimientos que estaban creando sobre la marcha.
–Conseguí una herramienta la pasada noche y creo que podrá ayudar en esto. Mi técnica no es perfecta, pero servirá el tiempo justo para darles una oportunidad –añadió sacando los proyectiles de su cabeza.
– ¡Eres valiente al extremo! Confío en ti –su efusividad fue sustituida por genuina entereza y seriedad, haciéndole ver mucho mayor a lo que su edad representaba.
–Por favor, no vayas a hacer nada peligroso –añadió la joven.
– ¿Nada más peligroso de lo que está haciendo Kyoko-chan?
–Seguro. Aún necesito a éste idiota –dijo Bel empezando a caminar en dirección contraria. Al pasar junto a Fran le jaló del cuello por la espalda.
–Se-sempai, n-no puedo respirar –el servant le llevaba caminando al revés sin oportunidad de poder componer su postura.
–Calla rana, tenemos trabajo. Más te vale no salir con una estúpida broma que haga perder mi tiempo, o si no te disecciono.
Tsuna vio partir al par hacia su nueva misión y decidió que ellos tampoco debían fallarle a los que hacían posible que siguieran en el juego.
–Nosotros también debemos partir, Kyoko-chan.
Sin mediar palabra todos reanudaron el escape orando por el éxito de sus compañeros. Sabían más de sobra que a partir de ahora todo se tornaría peor.
No le agradaba aquella forma, se volvía enorme y demasiado lento en comparación de su forma "humana". Su ataque se reducía drásticamente relegando a su cuerpo a convertirse en una absurda fortaleza con la dura coraza que cubría su cuerpo. Así no podía cortar algo y todo se tornaba aburrido por no poder batirse en duelo como él gustaba. La causa de tal molesta decisión era la protección de Ginger justo cuando aquel trio de muñecas lo habían acorralado; tuvo que admitirlo, la estrategia fue casi impecable.
Las pesadas pisadas eran muestra de su cuerpo alterado; tanto en peso como en los tres metros de altura que acompañaba su transformación, más en un sitio tan estrecho como aquel que le resultaba inconveniente. Decidió regresar a su forma de cuervo antes de seguir con la persecución.
El vapor empezó a emerger de su cuerpo, sobretodo de su boca con gruesos dientes como si fuese una válvula de escape. A medida que el vapor se liberaba, su obscura coraza se transformaba en piel con tez bronceada. Las marcas rojas en patrones de líneas rizadas que se extendía por ambos brazos hasta el costado izquierdo de la cara, se volvieron oscuras cuando la piel volvió a la normalidad, para que después el tatuaje se desvaneciera en la piel.
Mientras que su anchura disminuía, echó un vistazo a la entrada sellada por la colisión de las rocas metros atrás; no había sido su intención desplomar parte del techo, y debía verlo venir con el colosal cuerpo de su estado despertado. No era hipócrita cuando esperaba que los jugadores no hayan sido aplastados por las rocas del derrumbe.
–Gracias Crown-san, pero podía librarme fácilmente de ellos –le acercó el abrigo negro y el apóstol se lo colocó una vez su torso volvió a su medida normal.
–No quiero que uses esa habilidad. Estarán en desventaja si buscas cambiar de cuerpo cada vez que te encuentres arrinconado.
– ¿Por qué le interesa? No son más que insignificante humanos, si lo deseamos podemos matarlos.
–Nuestro deber es probarlos. Además no me gusta usar artimañas en una pelea –le amonestó indicándole implícitamente que deseaba un duelo con honor.
–Con esa forma de pensar pareciera que quiere que esos humanos ganen el juego. No olvide que lo que más queremos…
–Ya sé. Salir de este mundo prisionero y tener una vida real, no solo una imitación burda.
–Entonces deje la compasión a un lado. Solo le entorpecerá.
– ¡No es lástima! –le interrumpió hastiado. –Si vas a sermonearme te advierto que pares. Solo busco una pelea que me lleve al límite… ¡Que me haga sentir vivo!
Suspiró resignado peinando su cabello con su mano.
–Tanta mierda nos llega de ese mundo… no entiendo sus ansias por ir allí. Al menos aquí puedo disfrutar de buenos combates.
–Lo que yo no entiendo es lo que vio Messiah en usted para darle semejante título.
–Deja de escupir tanta porquería, Ginger. No seré tan lúcido como otros arcanos, pero no se necesita más de tres dedos de frente para saber que me detestas desde que te arrebaté el puesto que querías. Ni siquiera busqué competir por ese estúpido título.
El benigno y cortes rostro de Ginger pronto se trasmutó en una mueca de sumo desprecio. Los destellos de sus pupilas fueron atenuados por una impresionante cantidad de odio virulento que impresionó al moreno. No se trataban mucho, eso era cierto, sin embargo, todo sentimiento o emoción quedaba resguardada tras una pícara sonrisa y una mirada condescendiente. Verle tan rabioso le dejó desencajado.
–En verdad que es cómodo vivir en la ignorancia ¿no? –dijo Ginger con asco casi escupiendo las palabras entre los dientes fuertemente apretados –. Si tan sólo recordaras serías el primero en buscar salir de esta jaula.
– ¿Recordar qué? –no era su intención responder a la provocación, mas algo perturbador se escondía en esas palabras.
El otro se rio con histeria y se alejó flotando en su escoba. Sabía cómo desquitar su disgusto.
–Iremos por separado desde aquí. Ruegue en que esa mujer sea encontrada por usted, porque no querrá lo que planeo para ella.
–Bastardo… ¡No tienes porqué asesinarla! –solo recibió una sonrisa escalofriante disfrutando el hecho que estuviera sin poder para impedirle el paso; lo malo de su transformación era que su cuerpo se sentía entumido durante algunos minutos.
Aquellas palabras habían dado cuerda a su siniestro deseo. Así que, más motivado que nunca, partió en busca de su víctima.
–Marcho antes sempai.
Ciertamente odiaba al resto de los arcanos por una sencilla razón: desde un principio él siempre fue una muñeca…
A pesar de nunca exteriorizarlo siempre envidio la procedencia del resto; incluso se daban la decencia de olvidar lo que dejaron atrás en pos de convertirse en verdaderos monstruos del juego. Él mismo tenía un sueño a lograr y ninguno se interpondría. Si ni su anterior amo pudo evitar que cobrara venganza por el favor que cometió en vida, mucho menos un grupo de ineptos, que en su mayoría, se deshicieron de sus memorias.
Debía ayudar a completar el ritual con el fin de deshacer el sello que los mantenía encerrados. El medio más efectivo era claro: el miedo. ¡Qué mejor que una tortuosa muerte para despertar los temores más básicos en los demás jugadores!
Sus finos sentidos captaron pronto la presencia de personas metros más adelante y dispuesto a divertirse un poco, levitó a prisa.
–Hubieras mantenido esa forma, es una gran mejora.
–No tengo la intención de cumplir sus fantasías, sempai depravado.
Continuará…
N/A:
Si. Lo corté a la mitad T.T pero esa parte me ha dado mucha lata -he tratado de terminarlo desde diciembre- y ya es la cuarta vez que lo cambio porque no me convence. Por lo que en vez de venir esta saga en tres capítulos, a lo mejor se extiende hasta cuatro, dependiendo de lo que agregue en las escenas de acción. Quizá pueda subir la siguiente parte pronto porque tengo escenas intermedias, lo que me falta son las peleas y mi musa no pone de su parte.
Perdí el avance aunque creo que fue para mejor porque pude agregar la parte inicial que no formaba parte del original. El sueño es de mucho peso para capítulos futuros.
Ya veremos lo que ideo Fran y Bel para el siguiente capítulo.
En cuanto a Hibari, no fue un sueño de cien años, pero si fue despertado por el beso del príncipe (¿?). Si se entera, seguro que Tsuna no se lo pasará bien *inserte sonrisa siniestra*. ¿Quieren que se entere?
Comentarios, reviews, críticas, tomatazos y crucios son bienvenidos –pero procuren dejarme viva (_ _;)
Chao chao ^^