¡He regresado con el cuarto capítulo! Se que me tarde, pero era necesario. Sin mas que decir, que lo disfruten(:

Capítulo 4: Compra mi silencio, Malfoy

—Muy bien, ahora explícame lo que tienes en mente—dijo Blaise al rubio, mientras intentaba seguir su apresurado paso.

—Aquí no—el muchacho viró alrededor, percatándose que había algunos alumnos más en el pasillo que estaban recorriendo—. No necesito oídos chismosos.

El morocho asintió y se calló para poder tomar aire y seguir la correteada –caminata, según Draco- que tenía meta en la Sala Común.

Cuando tuvieron acceso a ésta última Zabini supo que no tendrían la plática ahí, puesto que había unos grupos de alumnos reunidos. Oyó el gruñido que lanzó el Malfoy que luego le dijo un escueto "Sígueme" para desaparecer escaleras arriba, justamente detrás de la puerta que delimitaba la entrada a la habitación que compartían ambos con Theodore.

—De acuerdo, aquí no hay nadie—dijo Blaise, para luego irse a acomodar a su cama, viendo directamente a los orbes de su amigo.

—Ya sé que haremos—se acercó de igual forma a la cama donde permanecía sentado el otro—. ¿Tú también lo notaste, no?

— ¿La excesiva feminidad de Weasley?—Draco rió por el tono de voz que empleó el morocho—, por supuesto, creo que sería un imbécil si no.

—Entonces ya te darás una idea del objeto que utilizaremos.

— ¿Tú crees que funcione?

—Claro, ¿No vista acaso la mirada de Potter y la sucia?, estaban aterrados, por supuesto que va a resultar. Ahora lo que me falta e…—el chirrido de la puerta abrirse interrumpió al rubio, quien por cierto se volteó entre molesto y preocupado hacía la fuente de sonido.

Tras la entrada, y con un aura deprimente, se encontraba Theodore Nott que lucía un poco peor que el día anterior.

—Theo—exclamó preocupado Zabini, que al instante se levantó de su lecho –casi madreándose con el piso- para llegar a lado de su amigo—. ¿Qué te pasó?

—Nada—murmuro muy bajito el muchacho, que luego de unos segundos entró en el cuarto.

Tanto Draco como Blaise notaron al instante el lodo que manchaba los zapatos del joven, al igual que la sangre y pellejos que tenía en sus nudillos. También identificaron raspones en su cara y en los pantalones del uniforme. Había regresado al bosque.

Desde hacía cerca de dos meses Theodore descargaba su furia contra los árboles, y eso sería grandioso –en parte- a excepción que lo hacía a costa de su salud, más en específico de sus manos y piernas.

No era la primera vez que le veían con esa pinta, de hecho era de la mejores veces que le habían visto luego de regresar del bosque. Que le faltaran pedacitos de piel en los nudillos, a veces, era lo mejor que podía traer. Ambos Slytherin recuerdan como un día encontraron a Nott en su cama, hecho un desastre y con la muñeca y unos cuantos dedos fracturados. Otro día tuvieron que ir ellos mismos a buscarlo cuando el muchacho no se apareció en la habitación.

—Déjalo ya Theo—decía Blaise luego de agarrar la mano del muchacho y ver sus ensangrentados nudillos—. No te hace ningún bien.

—Me desahoga—se limitó a responder el muchacho, que de un manotazo retiró a sus dos amigos. Se dirigió con pasos lentos y algo indecisos hacía el baño. Sin embargo, a mitad de camino se detuvo y apretó de nuevo sus manos para formarlas en puños. Segundos después los otros dos percibieron un sonido parecido a un ligero, y muy tenue sollozo—. Lo siento, no debería de meterlos en esto. No debería preocuparlos.

La espalda del de cabellera oscura se agitaba de forma casi inteligible, siendo secundada por unos leves gemidos, o gruñidos más bien.

Draco se acercó unos pasos hacía el joven, y cuando se decidió a tomarlo del brazo, el pequeño roce alertó al sollozante, haciendo que éste diera un movimiento brusco en contra del rubio.

— ¡No!—exclamó muy fuerte el joven Nott para luego irse rápido hacía el baño y encerrarse.

Los otros dos sabían que eso se debía al orgullo y dignidad que aún mantenía Theodore. Verlo llorar era como golpear al muchacho en sus partes más bajas y escupirle en la cara, simplemente no se lo podía permitir. Fue por esa razón que se quitó el –casi- agarre de Malfoy sobre su brazo y se giró decidido al baño. No deseaba que lo vieran con ojos de lástima o compasión. "No necesito nada de eso" recuerdan que una vez les espetó enojado el moreno.

—Chingado—susurró enojado Blaise, que luego golpeó molesto una de las paredes.

—No empieces tú también—dijo el rubio después de mirar la entrada al baño y regresar sus ojos hacía Zabini.

—Como a Pot…—el morocho no pudo seguir con su frase, ya que la mano de Draco sobre sus labios se lo impidió.

— ¡Cállate!—susurró enfadado el hijo de Lucius, que volteó la cabeza apresurado hacía la puerta del baño, tratando de notar algún indicio de que Nott había oído algo—, ¿no ves que Theo te puede escuchar?—siguió diciendo en susurros, todavía con la mano sobre la boca de su amigo.

Blaise hizo ademanes para que Draco quitara su mano y pudiera hablar y respirar propiamente.

—Lo siento, lo siento—decía bajito el muchacho, que respiraba profundo—. Lo había olvidado por un segundo.

—Recuerda que Theo no se debe enterar, ya tiene suficiente por ahora—susurraba, para después separarse de su amigo.

—Supongo que el plan de que me contaras que piensas hacer se ha ido a la fregada.

—Más o menos—concedió el rubio—. Pero estoy seguro que se va a dormir, y entonces podremos hablar.

—Esperemos que pueda dormir.

Y por los ojos de ambos chicos pasó un rayo de tristeza e impotencia, porque indudablemente deseaban que el moreno pudiera conciliar sueño, aunque fuese poquito.


"¿Ahora qué?" era lo que surcaba la cabeza de Harry en esos exactos momentos. Ya no sabía qué hacer con el tema de Ron y su extraña condición hormonal. Lo habían obligado a irse al cuarto –donde desayunaron algo que Hermione pudo colar de la cocina-, para que después se pusiera como loco por una ligera discusión que tuvo con la castaña.

Aunque los gritos de Ron no eran tan chillones como los de una mujer, seguían teniendo ese pitido característico de las señoras histéricas, cosa que aún así era terrible.

Volvió su vista a la hogaza de pan a medio comer que adornaba genuinamente su cama, al igual que el resto de la comida. Hubiera protestado de no ser que tanto el pelirrojo como Granger no estaban en completo humor, en otras palabras, lo mataban si se atrevía a hablar.

— ¿Por qué no puedes callarte?—ya casi llegaba Hermione al tope de su paciencia, y lo comprobó con que su amiga tomara una almohada y se la estampara en la cara para gritar contra ella.

— ¿Por qué no puedes parecer mujer?, nadie lo sabe, es un secreto del universo—hablaba la peor versión del Weasley: una afeminada. Si George y Fred se enteraban…

— ¡Ah!—la almohada sufría la ira de la muchacha, porque era estrujada sin compasión. Harry iba a hablar pero prefería seguir viviendo.

Sin embargo, al rato de más gritos e insultos llegó un momento en que Rona (versión femenina de Ron) era ya insoportable para la Gryffindor y esa no era una buena señal.

—…pilaras bien las axilas quizá tendrías novio, pero con ese humorcito que te cargas, y lo ñoña que eres, además de que eres una frígida, no creo que alguien quisiera ni tocarte con un palo—le decía Rona con cara de "Soy una víbora y te voy a picar, ¡zaz!" a una muy enojada Hermione.

—Ron, creo que deberías de callarte—sugirió el hombre de la habitación, temiendo por la salud del pelirrojo.

—Pero si es una…—no terminó porque en ese instante el puño de Hermione le desmadró la cara.

¡Y vaya puñetazo!, tan enojada estaba la muchacha que noqueó al Weasley, haciendo que callera sobre el frío piso de la habitación.

— ¿Nunca has pensado en ser boxeadora?—los ojos incendiados en ira de la Gryffindor se posaron en los verdes de su amigo—. Me callo.

—Sí, cállate—dijo viendo el cuerpo inconsciente del de hebras rojizas al tiempo que sacudía su mano.

— ¿Te duele?

—No tanto por el coraje—contestó—. No puedo creerlo.

— ¿Qué hayas golpeado a Ron?—cuestionó Harry que se había levantado de su sitio para caminar hacía la bruja y admirar con ella al inconsciente.

—Que me haya tardado tanto en hacerlo, más bien—explico. Segundos después dio un suspiro y se sentó en la cama más próxima—. Quiero a Ron, es mi amigo, es un buen chico, pero…eso—señaló con la vista al muchacho pelirrojo— me supera.

—A todos—tomó asiento a su lado.

—En verdad, ¿qué le pasó?—vio a su amigo, con ojos de esperanza y tristeza. Sin embargo no le sostuvo la mirada. Tragó seco—. El no era así. Alguien le hizo esto.

Los dos se quedaron en silencio, y Harry reconoció que era por el hecho de que su amiga se estaba replanteando su moral y se regañaba mentalmente. El presentía lo que sucedía entre sus amigos, era algo obvio que a Hermione le atrajera Ron, pero éste último era un lento –idiota- y no se daba cuenta de las cosas.

La observó por un rato. En algunas ocasiones se paraba a pensar que ella, a veces, era demasiado mujer para su amigo. No es que dijera que el Weasley fuera malo o algo por el estilo, pero en ocasiones se quedaba corto.

—Ya se ha hecho muy tarde—dijo como si nada, viendo el reloj que había en una mesa cercana, marcando un cuarto para las doce de la tarde.

—Si—dijo quedito la muchacha, que luego de un tiempo se recostó en la cama—, si, ya es tarde.

Harry se quedó pensando, y una duda, que ya había tenido desde hacía unos minutos, volvió a su cabeza.

— ¿Qué pasará cuando Ron despierte?—ella posicionó sus ojos sobre él, completamente seria. Sonrió después, pero de una forma más bien triste.

—No se—volteó su cara hacía el techo de la recámara—, no sé pero no pienso perder más el tiempo.

Dicho esto la muchacha se puso en pie y camino unos cuantos pasos para luego voltearse.

—Voy a la biblioteca. Estoy segura que pronto encontraré algo que me sirva—el de lentes asintió—. Encárgate de Ron.

—Si…espera, ¿qué?

—Uno de los dos debe de investigar, y por lo visto le encanta tu compañía—decía ella ya tomando el pomo de la puerta.

—Pero…

—Vas a estar bien Harry—le sonrió—. Regreso pronto—y con esas palabras la bruja se perdió entre los muros del lugar y dio paso un silencio algo incómodo.

El moreno se levantó y cerró la puerta con algo de lentitud y escepticismo. No quería quedarse en la habitación con esa imitación de Ron, una imitación muy amanerada y que tenía tendencias homosexuales. No, él quería salir y divagar por el castillo, ver los brazos y espaldas de sus compañeros y luego, de lejos obviamente, admirar a su rubia obsesión. Él no quería quedarse con un –futuro- malhumorado pelirrojo en pleno periodo…claro si es que lo tuviera.

Se fue a recostar a su cama y siguió pensando en esto y aquello, siendo 'esto' el rubio y 'aquello' la apuesta hecha con Seamus y Dean. Si Hermione se entera lo mata, de igual forma Ron…no, estaba seguro que Ron sería peor que su amiga.

"Si se enteran…" razonaba, con las manos entrelazadas sobre su estómago. Volteó a ver a su amigo que seguía tirado en el piso. Se veía tranquilo y como el Ronald Weasley de siempre. "Pero no se qué podría reaccionar peor, Ron o Rona"

Luego, en la remota posibilidad de que él terminara saliendo –o siendo novio- con Draco se puso a curiosear en cómo reaccionarían sus amigos. Es decir, ahora sabía que sus amigos eran Zabini y Nott, antes pensó en Goyle y Crabble, pero ellos eran mas como mojigatos. ¿Se enfadarían?, ¿lo rechazarían?, ¿se pondrían bien contentos y celebrarían con unas cervezas de mantequilla?, eran las preguntas que rondaban su mente, y con lo que se le fueron los minutos, hasta que un gemido, bajito y débil lo saco de sus cavilaciones.

— ¿Harry?—se escuchó nombrar por una voz bien conocida. El mencionado asomó su cabeza por encima de la cama y sonrió a su amigo, que se sobaba la cara.

— ¿Dolió?

—Madres, si—se sobó la nariz—. Ahora ya sé que sintió Malfoy en tercero.

El de lentes sonrió por el comentario y le echó una mano a su amigo para que se pusiera en pie. Al ver la cara de cansancio que componía, el muchacho le propuso que fuera a dormir, era sábado y no había nada interesante por hacer. Y que era muy probable que lo adolorido se le bajara con una siesta.

—Creo que tienes razón—accedió el de cabellera roja, para después tirarse sobre su cama.

El niño-que-vivió le comunicó a su amigo que para cualquier cosa lo buscara en la biblioteca porque ahí estaría. Ron se limitó a levantar una mano y Harry se dio por satisfecho.

Salió de su cuarto y se preguntó si debía o no ponerle llave, pero prefirió no hacerlo, luego se pondría histérico el muchacho.

—Muy histérico—iba bajando las escaleras cuando lo dijo y se detuvo a medio camino. Ron no se había portado afeminado ni rarito, solo como Ron. Sonrió complacido y se fue –casi- saltando por las escaleras. Debía de decírselo a Hermione…aunque luego de eso ella lo regañaría. ¡Nah!, la muchacha no se moriría por saber un detalle como ese.

Cuando llegó a la Sala Común verificó la hora. Ya iban a ser las doce y media. Se dio prisa pero antes de poder salir del todo, alguien lo llamó.

— ¡Oye, Harry!—el aludido se volteó hacía Seamus, que venía junto con Dean—. ¿A dónde vas?

—A la biblioteca. Ayudaré a Hermione a encontrar lo que sea que tenga Ron—explicó.

—Ah, Ron—dijo Dean, que luego preguntó: —, ¿sabes dónde está?

—En el cuarto, dormido.

— ¿La fiera está dormida?—bromeó Finnigan, que le dio un leve codazo a Dean que también sonrió por el comentario—. De acuerdo, no lo molestamos. Ahora, lo importante.

— ¿Importante?—cuestionó extrañado el de lentes, que de repente se vio abrazado por los hombros y llevado a un rincón en la Sala Común—. ¿Qué pasa?

—Hemos hablado—comenzó Seamus—, y creemos que esto se está tardando mucho.

— ¿Te refieres a la apuesta?—preguntó Harry.

—Sí, eso mismo—respondió Seamus—. Creemos que estás tardando.

—No me ch… si no han pasado más de tres días—decía Potter, pasándose la mano por los cabellos.

—No es nuestra culpa que no te sepas mover—se encogió de hombros Dean.

— ¡Pero son tres días!—hablo muy alto, haciendo que varias miradas se posaran sobre él—. Es un tipo duro, debo tratarlo.

—Eso me suena a excusa—Dean tenía algo parecido a una sonrisa, que apenas se formaba—. Esto debe avanzar.

—Dijimos que no había periodo de tiempo—Harry apretó su mandíbula, lo que hizo que su voz sonara fuerte y grotesca.

—Lo sabemos, pero queremos ver acción—Seamus se encogió de hombros, como si no hubiera escuchado la gutural voz de Harry.

—La verán—aseguró—pero todo a su tiempo.

—Por cierto, ¿no has pensado en qué pasaría si Ron se entera?—la mirada de Dean estaba posada en algún punto muerto de la pared, por lo tanto no previó la cara que compuso Harry—. Creo que te mataría.

—Ni se les ocurra decírselo—apenas se imaginó la escena y un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. Estaba seguro que sus amigos tomarían mejor la noticia de que es homosexual a que le gusta Draco. Los mataría.

—Claro que no—dijo Seamus, con una mueca afable y tranquila—, no pensamos decirlo, a nadie. Pero creo que sería muy gracioso. Además si es a Rona a quien se lo dices...

—Vas a tener que correr—rió Dean, mostrando sus blancos dientes.

Harry suspiró, siendo una mezcla de cansancio y alivio. Les dijo que luego platicarían mejor, pero que tenía que marcharse. Ellos lo aceptaron sin mucho esfuerzo. Harry pensó que solo le habían hecho esa conversación porque no tenían nada más que hacer. Sin embargo, él si tenía cosas que hacer. Para empezar, lo primero que ocupaba su lista de pendientes era la situación de Ron, luego ya después, pensaría en la estúpida apuesta.

La apuesta. Cada vez que lo pensaba algo en su cabeza le hacía ponerse nervioso. No sabía muy bien que era, y prefería no indagar porque de alguna manera sabía qué es lo que causaba ese sentimiento. Aunque a los ojos de Seamus y Dean todo fuera un juego de seducción, para él era algo mucho más íntimo, era sobre quién le gustaba. Lo peor del caso es que se sentía cómodo sabiendo que, tanto Thomas como Finnigan, pensaban que todo era parte de la malvada apuesta, que él seguía siendo el amigo heterosexual de siempre y que el hecho de que le gustara un hombre –peor aún, Malfoy- estaba muy lejos del camino.

Si se lo pensaba bien, estaba escondiéndose en su pequeña burbuja –porque se le hacía muy grosero decir clóset- y todo por el qué dirían los demás. No es que en parte fuera la sociedad lo que le preocupaba, sino lo que sus amigos pensaran al respecto. Quizá la noticia de que se había cambiado de equipo no sería muy grata a los oídos de Hermione y Ron, pero lo terminarían aceptando; sin embargo el decirles que estaba teniendo un crush muy fuerte por quien se supone es su enemigo desde hacía años, era algo más fuerte y pesado que sólo el decirles sobre su orientación sexual, además de que podría ganarse una seria pelea con sus amistades. Lo que lo hundía todo era que si confesaba que era gay no creía poder callarse sobre Draco. Era un lío total. Ahora recordaba que esa era una de las razones por las que no se había confesado.

A lo lejos vio la entrada a la biblioteca y el corazón se le estrujo un poquito. Ahí estaba Hermione devorando un libro tratando de encontrar la cura para Ron.

Suspiro cansado, tratando que con ese gesto todo sobre la apuesta, sus sentimientos y demás desaparecieran, momentáneamente claro, pero que lo dejaran pensar en Ron y nada más.

Con sigilo se terminó sentando a un lado de su amiga, quién parecía tan abstraída en sus cosas que no notó la cercanía de Harry, o más bien, su presencia.

—Hermione—habló el muchacho cerca del oído de la joven, para poder atraer su atención.

Como se lo imagino la bruja pego un saltito cuando escuchó su nombre. Al instante regresó su cabeza hacía Harry para luego soltar un ruidito y sonreír.

—Harry, eres tu—hizo el amago de volver a leer pero al instante enfocó mejor su vista sobre su mejor amigo y abrió los ojos entre asustada y molesta—. ¿Por qué estás aquí?, ¿y Ron?, Harry ¿qué has hecho?, lo dejaste solo, no sabes lo que puede pasar, se pondrá histérico y…

El de lentes se vio bañado en el nerviosismo de Granger y la tomó por los hombros para que ella se callara por fin. Al no funcionar le tapó la boca a lo que la muchacha lo miró aún peor.

—Está bien, Ron está bien—ella se calmó un poco y Harry decidió que podía retirar su mano de los labios de su amiga—. Se despertó de tu golpe y estaba normal, y se durmió. Le dije que estaría aquí, en la biblioteca y que para cualquier cosa viniera a buscarme. Lo he dejado sin llave. No tienes por qué preocuparte, además creo que necesitas ayuda.

—Lo siento y gracias. Es muy considerado de tu parte venir a rescatarme.

—Cosas de amigos—le sonrió y se levantó con cuidado de su silla para ir a buscar en un libro—. Por cierto, ¿sobre qué estamos buscando?

—Pociones o hechizos sobre cambios de personalidad, o transformación de personalidad. Cualquier cosa como esa ayuda—respondió la castaña que en un segundo devolvió su vista hacía las paginas que tenía debajo, para concentrarse lo más que su cerebro le permitía.

Harry se dio satisfecho con la información y se fue a buscar un libro con algo parecido a los temas que Hermione le recomendó. En unos minutos logró dar con un pergamino y dos libros que lo ayudarían.

Pasó sus dedos por el lomo de uno de los libros, que era de un color azul oscuro con letras plateadas. En el recitaba "Hechizos de personalidad. Volumen 2". Volvió a subir su vista hacía los estantes y en un peldaño alto y fuera de su alcance vio un libro. Era rojo escarlata y sus leras doradas. Podía leer a la perfección el título y fue eso lo que le provocó un escalofrío. "Castigos Mágicos: Transexualismo y Homosexualidad" rezaba en el lomo del ejemplar.

Harry supuso que debía de ser antiguo porque hacía años que habían abolido las leyes en contra de las personas homosexuales.

—Pero hace poco que la sociedad los aceptó—susurró para sí, recordando cómo una vez Molly Weasley le contaba acerca de una amiga suya que era lesbiana.

Recuerda que la mujer le contó que los familiares de su amiga la rechazaron, y aunque no la pudieron arrestar o castigar, la sociedad la veía muy mal y la hacía a un lado. "Fue algo terrible Harry. Ella era alguien muy querida para mí y yo sentía el coraje y dolor de ver cómo la trataban los demás" dijo Molly cuando le contaba la historia al tiempo que cocinaba algo.

Luego el señor Weasley le contó sobre un "muchacho" que fue asesinado. La verdad era que era un transexual y pese a que fue homicidio las autoridades del Ministerio hicieron pocas cosas para perseguir al asesino, o más bien, para hacer justicia. "Discriminación, esa es la palabra que lo explica todo" casi podía escuchar la voz de Molly en su cabeza, mientras se secaba unas cuantas lágrimas a causa del recuerdo de su amiga.

Gracias a Merlín que a él no le había tocado vivir en esa época.

Sin embargo, se dio cuenta que había estado parado como idiota viendo un libro en el estante y no pudo evitar sentir una mirada sobre él. Volteo su cabeza para los lados y al final del pasillo de estanterías de libros una persona lo escrutaba, parado en medio de los aparadores.

No le costó mucho trabajo reconocer a Draco como el espía –bueno, no era espía porque ni escondido estaba-, pero lo que sí le costó reconocer fue la mirada que le mandaba. Podía ser una mezcla de odio y desprecio, o algo así como rencor, pero la verdad es que cuando el rubio comenzó a caminar hacía él su corazón se agito en su pecho y no necesariamente porque era el hombre de sus sueños –literalmente, ya había soñado unas cuantas veces con Malfoy- se le acercaba. Recordó todas la veces que el muchacho había hecho algo para lastimarlo, cuando lo insultaba a él, a Ron y a Hermione. Pero lo que se le vino a la cabeza no fue sin más la escena de Theodore en el bosque y Draco en una semi-amenaza. Debía de ser eso, estaba claro, pero no entendía por qué.

La verdad no sabía muy bien las razones para no habérselo contado a nadie, porque ni media palabra salió de sus labios con referencia a aquella tarde lluviosa. Quizá porque pensaba que no era lo correcto, o porque el asunto de Ron ya los tenía suficientemente ocupados como para preocuparse por un Slytherin con problemas para controlar la rabia (o lo que fuera que tenía).

Pero todo se despejó de su mente cuando vio la poca distancia que los separaba, solo unos dos metros entre ambos, y cuando otra presencia se hizo perceptible en su espalda. Estaba rodeado, por decirlo así, en una biblioteca mientras buscaba libros para ayudar a Ron. Era algo extraño pensárselo de esa manera, pero fue lo segundo que se le aparecía en la cabeza, ya que lo primero era un intento de homicidio.

—Potter—aunque estaban en la biblioteca y está prohibido hablar con un tono de voz elevado, su apellido de los labios de Malfoy salió muy fuerte y duro. Pensó que quizá estaban lo suficientemente alejados de Madame Pince como para que la mujer los escuchara y pudiera regañar, o simplemente para que alguien los escuchara.

—Malfoy—y como se dio cuenta que nadie los reprendió, Harry se dio el lujo de utilizar el mismo volumen para hacerle frente a Draco. El silencio los hizo estremecerse, ya que eran las miradas las que peleaban en aquel desértico pasillo de la biblioteca.

—Tenemos que hablar—sentenció Malfoy para luego agregar—: pero no aquí, sígueme.

Aunque Harry no hubiera deseado seguirlo a sabrá Merlín donde, la mano de alguien más empujándolo por la espalda lo desconcertó y obligó a hacer lo mencionado por el rubio.

Fue así como se vio entre un Slytherin al que "odiaba" y otro que probablemente fuera de la misma casa. Debía de ser Zabini, porque dudaba que se tratara de Goyle o Crabbe ya que por la poca percepción que tenía del desconocido era mucho más pequeño que los antes mencionados. Quizá fuera el mismísimo Nott, pero no lo consideraba muy probable.

Cuando pasaron cuatro estanterías se vieron en el final del pasillo, el cual topaba con un pequeño muro de madera que dirigía hacía otra sección. Draco dobló a la derecha marcando el camino, y en la esquina del muro volvió a girar para así adentrarse más al fondo de la biblioteca, donde ni siquiera estaba bien alumbrado.

Luego de pasar tres corredores más el rubio pareció decidir que era suficientemente lejos y se metió en un pasillo que estaba lleno de libros polvorientos que ni siquiera se distinguían bien.

Cuando estuvieron lo suficientemente adentrados en el corredor limitado por estanterías, Draco se volteó hacía Harry para disponerse a hablar.

—Aquí está bien—Potter pensó que se dirigía mas al otro que todavía llevaba detrás, que a él. Pero no le dio ocasión de preguntarse más por que la rígida voz de Malfoy lo volvió a llamar—. Potter.

—¿Qué quieres Malfoy?—le gruño algo molesto el Gryffindor, porque en nada le había gustado el paseíto que se aventaron por la biblioteca, de hecho se le hacía tan misterioso como para pensar en un homicidio. Pensándolo bien, las películas muggles lo estaban afectando.

—Sabes a lo que te he traído aquí—miró hacía el que seguía en la espalda de Harry—, más bien, a lo que te hemos traído.

Harry sintió cómo el calor que sentía próximo a su espalda se alejaba, dejando en claro que el otro se había distanciado de Potter, quizá para darle espacio o porque ya estaba harto. No es como si Harry deseara saber con exactitud la razón, solo y simplemente lo agradecía.

—Sabes algo sobre la condición de Theo—habló el desconocido. Harry por inercia volteo hacía éste y descubrió a Zabini mirándolo de muy mala manera. Por otro lado se felicito, porque sus conjeturas habían sido correctas.

—Y es algo personal—secundó Draco que se acercó dos pasos hacía el de lentes—, muy personal.

Harry entornó sus ojos hacía el rubio, para poder tener contacto visual con éste y saber más o menos por donde iba el asunto. Solo necesito de dos segundos para notarlo, quizá con Blaise había sido un poco más complicado pero en ese instante los ojos de Malfoy se le antojaron a un libro abierto y él un ávido lector.

—Si les preocupa que se lo haya comentado a alguien pueden quedarse tranquilos—al instante percibió la pequeña chispa de sorpresa de Draco, quién al parecer pensó que Harry no sacaría presunciones tan rápidas.

—¿Por qué deberíamos de creerte?—el enojo era como un invitado de ocasión en la voz de Malfoy: tan destacado que es imposible no notarlo ni aunque sea un segundo.

—Como ustedes han dicho era algo personal—Harry apretaba los libros que llevaba en sus manos, tratando de sonar tranquilo pero serio–, además no es como si tuviera cabeza para andar pensando en eso—y aunque la verdad no la tenía si lo había pensado, pero no se lo dijo a nadie.

—No te creo—gruño Blasie que se acercó a Harry—, pero será mejor para tu salud que sea verdad.

—Sin embargo—interrumpió Draco viendo cómo Zabini llevaba en dirección de amenaza la situación. Él no quería amenaza, más bien chantaje—, te propongo algo. Hemos notado la vivaz y peculiar energía de Ron.

—Su carácter, más bien—explico Blaise.

—Y fue algo difícil decir que se veía igual, o que estaba igual—Harry los miraba con los ojos entrecerrados, previendo que estaban tratando de hacer.

—Afeminado es la palabra que buscas Draco— dijo Zabini, sonriente.

—Sí, creo que esa es la palabra, afeminado, ¿no crees Potter?—el mencionado apretaba con furia sus libros, haciendo que crujieran un poco.

—¿A dónde quieren llegar con esto?

—Mira Potter—Draco volvió a ponerse serio, con sus ojos afilados y la mandíbula tensa—, nosotros tenemos algo que tú necesitas y tu puedes hacer algo que nosotros necesitamos, no es difícil comprenderlo.

—¿Piensan comprar mi silencio?

—Esa es una forma muy grotesca de verlo—Zabini se había posicionado a un lado de Draco, para poder ver de frente a Harry—. Llamémoslo un trueque, o tregua, con lo que te sientas más cómodo.

La verdad es que Harry ya se había imaginado algo así, pero en un contexto algo diferente. Él pensó que Draco lo amenazaría si soltaba palabra de lo que vio, aunque debía de decir que estaba mucho mejor la idea de un ligero chantaje, porque a fin de cuentas eso era lo que más describía la circunstancia en la que se hallaba.

—Bien, yo me mantengo callado, ¿qué me darán a cambio?

—La cura para la comadreja—contestó rápidamente el rubio, que ahora mantenía sus brazos cruzados, a diferencia de Blaise que llevaba sus manos en los bolsillos del pantalón.

—¿Cómo puedo confiar en ustedes?

—Tienes nuestra palabra—mustió Blaise.

—Aparte, tenemos pleno conocimiento del hechizo que utilizaron sobre él y te aseguro que tu y la sangre sucia nunca lo hallaran en libros.

Harry se quedó pensativo, meditando lo que acababa de escuchar. Todo podía ser verdad o una trampa. Que Draco conociera la cura para la condición de Ron era un punto a favor, era algo completamente diferente que la utilizaran del todo sobre el pelirrojo; sin embargo, existía la posibilidad que todo fuera una mentira, y que ni Malfoy ni Blaise supieran cómo curar al Gryffindor. Pero todo aquello pendía de un fino hilo que Harry debía de saber si cortar o no; era algo arriesgado, pero lo único que podía salir mal era que Ron se pusiera peor, y la verdad no estaba muy lejos de eso.

Además, si accedía podía escalar un peldaño más para acercarse a Draco. Por supuesto que era estúpido que pensara en esas cosas con Ron tan…enfermo, pero le era inevitable entusiasmarse por el hecho de que Malfoy estuviera cerca de él –aunque fuera por razones diferentes- y que pudiera llegar a ganarse su confianza, después de todo siempre había escuchado que debes apuntar más alto de lo que crees.

—¿Cómo es que saben el hechizo y no venga en ningún libro? —aún así, Harry no aceptaba del todo la idea. Luego de tantos años de estar tratando con los Slytherins hay algo que te hace dudar.

A su vez, Draco se exaspero un poco por la desconfianza manifestada, pero luego se dijo que debía de ser normal luego del historial que compartían; Zabini solo se quejó y dijo algo molesto que si era necesario explicarlo, Draco miró a los ojos de Harry y hubo algo en ellos que lo alentó a responder con la verdad; fue por eso que le contó –con aquel tono algo altanero y prepotente- que siendo ellos Slytherins codiciados por mujeres, y perfectos en todo, era obvio que existieran ojos recelosos. Desde que estaban en cuarto año habían aplicado ese hechizo con ellos, lo que los convertía en una versión afeminada y exagerada de ellos mismos. Algo odioso, a opinión de Blaise. Sin embargo, no era la primera vez que sucedía, y para suerte de ellos, alumnos de cursos más avanzados (a los que les habían aplicado el mismo hechizo) les enseñaron la cura.

Era algo como una medicina de Slytherin, algo que se pasaba de generación en generación. Para suerte de Draco (y ahora también de Harry) la cura para aquella "enfermedad" era una poción, algo avanzada pero que a Malfoy se le daba muy bien.

—Entonces, ¿no tienes problemas para hacerla? —el rubio bufó casi ofendido. ¿Él teniendo dificultad para hacer una poción?, ¿Potter tenía mierda en la cabeza o qué?

—Por supuesto que puede—para su suerte fue Blaise quien saltó a responder la ignorante pregunta—. Y lo hará para ti a cambio de que…

—Me calle, lo sé. Es solo que no me quiero arriesgar y…

—Escucha Potter— Harry dirigió su vista hacía Draco, quien imperceptiblemente se sintió sorprendido a causa de la potente mirada del Gryffindor, pero que para su suerte no lo demostró.

Era en esos momentos, los cuales eran contados y algo extraños, que la intensidad entre ambos se podía sentir hasta en el aire. Aunque jamás lo admitiría, más de una vez los ojos verdes de Harry lo habían dejado sin aliento. Eran profundos e interesantes y cuando se veía de aquella forma –como justamente lo estaba haciendo en ese momento- podías mandar todo por un tubo y sentirte en un lugar diferente, sólo con ese imbécil de Potter.

Aunque fueran solo unos cuantos segundos Draco lo sentía, en cada fibra de su ser, sobre todo cuando aquella corriente eléctrica pasaba por su espalda y lo hacía sentirse aún más fuera de lugar. No sabía si Harry también lo sentía (esperaba que no), pero no lo creía posible, porque siempre todo seguía igual, como ahora:

—He hecho miles de veces esa estúpida poción y siempre funciona, esta vez no será la excepción; pero a cambio tú te mantendrás callado, no le dirás nada a nadie y si no cumples con tu palabra yo me aseguraré de que el hechizo vuelva a caerle a la comadreja, ¿entendiste?

Harry lo miró desdeñoso por la forma de hablarle, pero terminó asintiendo con la cabeza, ya que no quería ser maleducado y acabar por molestar al rubiecito.

—¿Para cuándo la tendrás lista? —en algún momento, Harry sintió que en aquel desolado pasillo de la biblioteca solo existían él y Malfoy; pensaba, quizá, que Blaise se había ido a cortar rosas por el campo mientras montaba un poni, o que había sido abducido por alienígenas, justo ahora no lo tenía claro, y mucho menos le importaba porque sentía esa conexión (no sabía si buena o mala) que estaba teniendo con Draco, aquella que le hacía moverse en su lugar sin haber movido ni un músculo. Oh, mierda, ahora estaba como quinceañera enamorada.

—Te la daré esta noche — ¿era algo enfermo haber escuchado doble sentido en aquella frase? —, en la torre de astronomía— en serio, porque lo único que estaba escuchando era algo así como "sexo, sexo, sexo"—, a las nueve en punto. No llegues tarde.

Malfoy ni siquiera espero por una respuesta y se fue de ahí, seguido por Blaise que al parecer ya había regresado de su paseo en poni.

Harry lo vio marcharse, a través de los pasillos polvorientos y algo lúgubres. Él se quedó de pie, viendo la cabellera rubia desaparecer luego de dar vuelta. Había conseguido algo así como la cura, pero ahora debía de enfrentarse a otro problema: Hermione.

Si se suponía que no debía de decirle a nadie sobre Theodore y mucho menos sobre el acuerdo que acababa de hacer con Draco, ¿cómo le iba a explicar a Hermione que había encontrado la cura y que hasta la había hecho? Quizá pedirle que no pregunte, o dársela a Ron a escondidas.

Caminó con esa idea en la cabeza. Tal vez si solo se la daba a Ron sin que su amiga se enterara podría salvar todo y no echar a perder lo que acababa de lograr: la salud de su amigo y, estar más cerca de Draco.

Se sentía como un idiota, o más bien se había comportado como un idiota. Solo por unos segundos se sintió ido por la mirada de Malfoy, y esa sensación de inquietud en su pecho no ayudaba.

Pero debía de despejar su mente, dejar a un lado el tema de la apuesta y su atracción por el Slytherin y concentrarse en algo más importante: ¿Qué mentira decirle a Hermione?


—¿Nada?

—Nada.

Bufó exasperada y sin preguntárselo se enmaraño el pelo, por el estrés que estaba cargándose consigo.

—Harry debemos de hacer algo pronto— aunque no debiera, al muchacho solo le daban ganas de reírse de la apariencia de Hermione, pero si lo hacía… bueno debían de cavar una tumba más en el panteón.

—Lo sé, lo sé —y lo iba a hacer, sólo que no se lo diría. No le agradaba la idea de contarle sobre lo de Malfoy—, pero golpeándonos contra la mesa no haremos nada.

—¿Cómo supiste…—volvió a moverse el cabello, algo histérica—. Oh bueno, creo que tienes razón. Quizá si buscara un poco más…

—¿Por qué no descansas?

—¿Cómo?

Harry la vio, ahí sentada frente a la mesa, con seis libros alrededor y cuatro de ellos abiertos, su cabello desarreglado y esponjado, su ropa desacomodada y sus ojos ardiendo en desesperación. ¿Cómo una chica como ella se iba a ir a descansar mientras uno de sus mejor amigos –y por la que estaba loca- estaba teniendo una transformación nada sana? Bueno, tal vez para alguien más, sería tan simple como irse a emborrachar con whisky traficado en la torre de astronomía, pero Hermione era esa especie en peligro de extinción que no daba rienda suelta a asuntos como ese. En otras palabras era especial.

—Vamos a dar un paseo— sinceramente, en aquella situación, Harry creía que era lo mejor que podía hacer.

Pero se sorprendió al ver cómo ella accedía tan fácilmente, se levantaba iba a dejar los libros a su lugar y lo seguía hacía el jardín. Era sábado y lo que más querían era ir a relajarse a algún sitio, donde ni los gritos histéricos de Ron o las interrupciones de gente indeseada arruinaran el momento.

Caminaron por los pasillos en silencio, uno porque no sabía que decir y la otra por estar lo suficientemente cansada como para callarse.

Aunque iban uno al lado del otro, ni se sentían; era como un gran espacio acompañándolos, con ese silencio tan pulcro que los hacía desquiciarse.

Llegaron a la orilla del lago y se quedaron ahí, no sabiendo qué más hacer. La verdad es que la vista era muy bonita: el sol poniéndose y alumbrando con destellos dorados el horizonte al igual que el lago, propiciando un paisaje encantador, como si pequeños rayitos de oro atravesaran cada lugar que el sol tocaba. Harry volteó a ver a Hermione, e inclusive esos rayos de luz la alumbraban, dando un brillo especial en su piel y en su cabello. Era algo muy romántico, algo que alguna vez le hubiera gustado compartir con Ginny, y que estaba seguro Hermione deseaba compartir con Ron.

Se preguntó qué hubiera pasado si en vez de descubrir su homosexualidad se hubiera enamorado de Granger. Era una muchacha bonita, muy atractiva e inteligente, con la que, además de todo, tenía muy buena química. Seguramente no se arrepentiría, o no del todo; sin embargo debía de recordar la pequeña atracción que Ron estaba sintiendo por ella y, si él se hubiera enamorado de Hermione, estaba seguro que la muchacha lo hubiera mandado al diablo por Ron.

Alguna vez se los imaginó a los dos, pero la verdad es que en sus sueños la pareja que conformaban no tenía el mismo toque que estaba seguro tendrían.

Pero, volviendo a su realidad, estaba agradecido de haber descubierto que es gay a que le gusta su mejor amiga, aquella que estaba a su lado, viendo con quietud la puesta de sol, con su mirada algo entristecida y sus facciones tensas. De alguna forma el verla así la hacía lucir más bella, atractiva o incluso atrayente. Podía ser que era gay, pero sabía aún sabía reconocer a una muchacha bonita.

Quitó su vista del perfil de la bruja y la fijó en el lago, que ahora destilaba unos hermosos tonos dorados y naranjas. Sintió el aire un poco más cálido y rozando sus mejillas. Momentos como ese eran únicos, y siempre lo serían. No importaba que ahora estuvieran callados, pues ese silencio era el complemento perfecto a la situación. Pero ni bien, Harry después debió de admitir que no podía comerse el pastel sin la cereza.

—Amo a Ron.

Y tan sencillo como eso, Hermione confesó lo que no le había dicho a nadie, aunque los demás ya lo supieran.

Harry se tensó en su lugar pero no giro la cabeza, porque sabía que ella no lo miraba.

—Lo sé.

Admitirlo era algo un tanto extraño. Hermione enamorada de su mejor amigo, aquel pelirrojo idiota, algo lento pero de buen corazón; ese por el que justamente estaban buscando en la biblioteca tantos hechizos de transformación de personalidad; por el que aceptó el chantaje de Malfoy; por quien ahora estaban descansando.

—¿En verdad lo sabes? —el rugido del viento se sobrepuso, un poco, sobre las palabras de la bruja, al tiempo que el mismo aire movía el cabello y ropas de ambos—. ¿En verdad, Harry?

No se miraban, pero estaba seguro que no era necesario para poder apreciar todo el sentimiento que justo ahora sus ojos debían de estar expresando.

—No por nada eres mi mejor amiga.

Ella suspiró quedito, como si tratara de mantener el mayor tiempo posible el aire en su interior. Sus labios temblaban y no sabía si era por la emoción de estar admitiendo abiertamente sus sentimientos, o porque tenía miedo de haberlo hecho.

—Sé que él se curara, y cuando eso pase…—Harry podía escuchar cómo tragaba saliva y soplaba el aire, agachando un poco la vista para luego subirla y entrecerrar sus ojos cafés, aquellos que reflejaban todo el miedo y emoción que sentía el cuerpo de Hermione—, cuando eso pase, Harry, no creo que llegue a suceder gran cosa.

Él se rió y ella lo miró mal. Harry le sonrió después, porque le parecía idiota que ella creyera que nada iba a suceder entre ambos. Era Ron, Ron Weasley de quién hablaban, ¡por supuesto que iba a pasar algo! Y si esa no era la intención él mismo se aseguraría de encaminarla.

—¿Estás loca Hermione? —Ella se limitó a mirarlo, con el miedo en sus ojos y la luz del crepúsculo bañando su perfil—. Claro que sucederá, porque el también te quiere, aunque aún no se dé cuenta.

—¿Y cuándo lo hará?, Harry, es Ron…el…

—Es un idiota que no quiere aceptar sus sentimientos por ti, pero que lo hará —tomó sus manos, gélidas y pálidas, entre las suyas algo más morenas y calientes. Al instante notó que temblaba, y sabía que no era por frío –si hacía calor-, y se enterneció al ver el tinte de su mirada, como un bebe que no quiere separarse de su mamá, o un niño al que le han dicho que Santa Claus no existe—. Yo me aseguraré de eso, porque él es un lento y necesitará un empujón.

—No quiero que lo hagas.

—Triste, porque aún así lo haré. Son mis dos mejores amigos, ¿por qué no debería de ayudarlos?

Hermione se quedó callada, y bajó la cabeza. Él sentía aún la piel fría de ella contra sus manos. Volteó a ver el agarre entre ellas y la blanca piel de su mejor amiga le recordó, de alguna forma, a la de Draco.

Draco, a quien hoy iría a ver para que le proporcionara la cura para Ron, cura que le daría sin que Hermione se enterara.

Al verla, su corazón se achico. Ella le estaba confesando algo muy íntimo, algo que nunca había dicho y él ni se atrevía a abrir la boca y comentarle sobre sus nuevos gustos, o sobre el pequeño trato con Draco, o los mismísimos sentimientos que tenía por el Slytherin; sentimientos que no tenía en claro, que lo confundían y solo lo hacían mentir más. ¿Por qué no podía ser honesto y ya?

—Creo que todo sería más fácil si tú me gustarás— ella sonreía, por lo que el sonrió también.

—Estoy de acuerdo en eso—comenzó a mover sus pulgares sobre las manos de ella y la jaló un poco—.También eres mi mejor amiga.

Se miraron como los cómplices que eran y sonrieron aún más.

La luz reflejada en el rostro de Hermione se iba apagando y el sol se escondía en el horizonte. Estaba oscureciendo y ellos seguían ahí, en una escena muy romántica como para ellos.

—Creo que hay que regresar.

—Sí—ella accedió pero no se movió de su lugar, al contrario de Harry, que había dado unos cuantos pasos, manteniendo todavía el agarre entre una de sus manos.

—¿Qué pasa? —por mucho que pudiera decir, el Gryffindor no se esperó que ella le saltara encima en un abrazo. La muchacha enredó sus brazos en torno a los hombros y cuello de su amigo y lo abrazó con fuerza.

Él no tardó mucho en hacer lo mismo, -aunque algo perplejo- a lo que ella susurraba en su oído.

—Gracias por ser mi amigo Harry—el aliento de ella en su oreja le hizo cosquillas, por lo que sonrió.

Pero antes de que pudiera responder algo ella se alejó y deshizo la caricia. Le mostro una sonrisa y le dio a entender que siguieran con su camino, de vuelta al edificio. Harry no dijo nada y se limitó a alcanzarla.

Caminaron en un silencio cómodo hasta la Sala Común de Gryffindor. Estaba casi desierta y eso los extraño, pero no le dieron gran importancia. Subieron las escaleras hasta toparse con la puerta de la habitación donde habían dejado a Ron hacía un par de horas.

Miraron el pomo de la puerta, tan limpio y reluciente como siempre, pero con la diferencia de que al girarlo y empujar podían encontrar a un Ron completamente histérico o uno tranquilo y algo civilizado, pero ambos sabían la respuesta.

Harry abrió la entrada hacía el cuarto y cuando lo hizo la escena lo impacto de golpe, al igual que a Hermione.

Era como un sueño muy bizarro, casi una pesadilla, que se estaba materializando frente a ellos, porque ahí, en una de las camas se encontraba Ron Weasley…tejiendo.

—Hola— el pelirrojo levantó la mirada de su tejido y la posó en ambos, con una tranquilidad alarmante.

—¿Ron? —Hermione no lo pudo evitar y trató de pensar que todo era una mala broma, como esas que solía hacer el joven Weasley.

—¿Si Jean? —la castaña compuso una cara de miedo. ¿Cuándo Ron le había llamado por su segundo nombre?, ¡por Merlín el mundo estaba loco!

Por su parte Harry tenía, si bien no una expresión igual a la de su amiga, una que no distaba mucho de la misma. Y una duda gigantesca se posó en ambos: ¿Ron sabía tejer?

Cuando miraron lo que estaba haciendo notaron con algo de disgusto –o miedo- que encima de la cama donde estaba sentado Ron había otras cosas tejidas, un gorro, un suéter, dos bufandas y una cosa extraña que no sabían que era.

¿Acaso el hechizo al que estaba sumergido le proporcionaba habilidades tan maricas?, digo, ser gay es una cosa, pero ¿tejer? Eso era de lo más marica que podía existir.

—¿Sabes tejer?—preguntó miedoso el de lentes, que seguía atónito por la escena. Deseaba escuchar algo como "No, pero de repente pude hacerlo" o "No lo sé, mis manos se movieron solas" pero lo que contestó Ron, para nada, era lo que alguna vez pensó.

—Sí, mi mamá me enseñó de pequeño — ¡ah Molly!, ¿No sabe usted, señora, que el tejido en un hombre es sinónimo de afeminado?, y ahora, en la etapa más vulnerable de su vida Ron lo estaba demostrando. ¡Ron, por Merlín!

—No lo sabíamos—dijo una perpleja Hermione, que seguía aún con su cara de miedo total.

—Claro que no, no es algo de lo que me enorgullezca—la voz que utilizó el pelirrojo fue la normal y gruñona que le conocían a Ron, era por eso que la escena de verlo tejer con dos agujas de abuelita los descolocaba tanto.

—¿Y por qué te ha dado por tejer?—Harry se acercó y terminó sentándose en la cama que se hallaba enfrente de la que ocupaba su mejor amigo, viendo ahora con más detalle todas las prendas que el bermejo estaba confeccionando.

—Porque casualmente no tenía nada que hacer y recordé que una vez mi mamá me mandó hilo y agujas, para des estresarme— tomó la prenda que había terminado, un suéter rojo y se lo mostró a Harry—. ¿A qué no es bonito?

—S-si—sonrió. Si era bonito, pero era extraño que esa cosa estuviera hecha por Ron. Simplemente fuera de lugar.

—¿Y ustedes dónde andaban?—preguntó con voz cantarina, mientras admiraba su obra, con detalle si cabe mencionar, examinando por aquí, por allá.

Hermione volteó a ver a Harry entre asustada, extrañada y nerviosa. ¿Le decían que en la biblioteca? De Granger era creíble (era una rata devora libros) pero ¿Harry? Ajá, y Voldemort era un caballo salvaje color morado de ojos rosas que podía volar.

—Por ahí…—no era la mejor respuesta que pudieron dar, de hecho era la peor que pudieron darle al bermejo, pero al parecer este no le puso atención…al parecer.

—Y con eso me dan a entender que se andaban manoseando en un cuartucho cualquiera, ¿sabían?— ¡maldita intuición marica que tenía Ron!, ese hechizo era un completo suplicio.

—¡Cómo se te ocurre Ron!—exclamó ofendida Hermione (parecía que sí lo estaba), para luego ver indignada al nombrado.

Este, por su parte, levantó las cejas algo extrañado por la actitud de su amiga, y dejó de lado sus agujas, y su suéter para levantarse de la cama, irguiéndose cuan largo era –mucho más que Hermione y que Harry- y acercarse dos pasos hacia la castaña, quien los retrocedió temerosa. ¿Desde cuándo Ron daba tanto miedo?, quizá desde siempre, pero debido a su actitud bonachona y que ellos eran sus mejores amigos no se notaba. Pero justo ahora, hasta el mismísimo cuarto tenía miedo de Ron porque parecía verse mas grande, lejano al muchacho.

Harry se levantó cuando vio la mirada en la cara del taheño. ¡Parecía que quería comerse a Hermione!, en el sentido literal, por supuesto. Pero entonces notó como es que Ron se iba encorvando poco a poco, hasta que su cabeza quedó a la altura de la de la castaña.

Todo silencio.

—¿Te gusta Harry, no?

¿Qué!

—¿Qué? —dijeron tanto Potter como la bruja, que no cabían en sí.

—Siempre estás pegada a él y últimamente los he visto muy juntitos—se encogió de hombros Weasley para después alejarse unos centímetros del rostro de la castaña.

—Somos amigos Ron, eso es normal—dijo Harry, que se sentía aliviado que hubiera dicho eso y no otra cosa.

—Podría ser, pero sabiendo cómo es y que no sabe seducir a un hombre —de acuerdo, ¿qué?—, se puede creer que esa es la forma de coquetearte. Hermione tiene el encanto de un hipopótamo para seducir—la volteó a ver—. N-a-d-a.

La muchacha se quedó plantada en su lugar, con la cara desencajada y los ojos abiertos al máximo. Harry la veía y deseó con todas sus fuerzas golpear a Ron. ¿Por qué la versión mujer de el pelirrojo debía de ser tan perra?, ¿había alguna razón? Hermione era buena, una excelente amiga, y quizá no fuera la rompe corazones de Hogwarts, pero sí tenía su encanto, hasta él, recién homosexual, lo podía notar. Maldito Ron y sus hormonas afeminadas.

Sin embargo, la cara de Hermione seguía tan estática como hacía unos segundos, pero en sus ojos se podía ver todo un mar de confusión. Tal vez las palabras de Ron sí habían hecho mella en ella, pero era ridículo, ¿no?

—Yo…—fue lo primero que se le salió de la boca a Granger, pero al instante se calló. ¿Qué se supone que iba a decir?

—Ron—habló con ese tono serio que sólo utilizaba con Malfoy—, discúlpate. Eso no es verdad.

—¿Entonces encuentras atractiva a ésta?—preguntó casi indignado el de roja cabellera, que abrió los ojos a más no poder.

Harry volteó a ver a su amiga. Atractiva no era la palabra que usaría frente a Ron mujer, pero sí lo había hecho en sus pensamientos. A él no le gustaba Hermione, la veía como una hermana, su mejor amiga, pero era un hombre y sabía apreciar a una linda chica cuando la tenía enfrente, y sí, quizá sólo comenzó a notar la feminidad de su amiga cuando todos comenzaron a ser afectados por la adolescencia, pero eso no quitaba el hecho de que sabía que ella era bonita. No por nada Viktor Kruum la vio con otros ojos, ¿no?

—Se llama Hermione, y sí, yo creo que es bonita—lo dijo mientras veía a la cara a la nombrada, quién estaba un poco menos estupefacta que antes, y quien articulo con sus labios un leve "Gracias" que pareció haber sido un susurro distante.

—¡Pero qué feos gustos Harry!

¿Ya lo había pensado? Sí. Definitivamente Rona era una perra desquiciada.

—No le tomes importancia, Harry—le dijo Granger, sonriendo—. Para una mujer es obvio que no soy bonita.

El de lentes se carcajeó bajo una fulminante mirada de su amigo. Hermione lo acompañó con gusto, pero en menos decibeles.

—¡Pues seré mas mujer que tú!—espetó una Rona furiosa, que apretó los puños, indignado.

—No a la vista de los hombres, '¿sabías?—le regresó la castaña, que siguió sonriendo un poco altanera. Por supuesto que no era algo habitual tratar de esa forma a Ron, pero ése no era su mejor amigo Ron, ¡por supuesto que no! Era solo un robot muy afeminado con su apariencia. No estaba haciéndole un mal a nadie.

—Tu…

—Bueno, yo opino que bajemos a cenar—interrumpió Potter al bermejo, que iba a comenzar con su serie de insultos súper masculinos (nótese el sarcasmo).

—Pues ya no tengo hambre—indignado como un homosexual cuarentón, Ron se fue a sentar a la cama y siguió con sus tejidos.

—Am, creo que iremos nosotros solos—dijo Harry a su amiga, que le sonrió de vuelta.

—Si—giró sobre sus talones—. ¿Nos vamos señor Potter?

—Por supuesto, señorita Granger—hizo una inclinación de cabeza, riéndose por el tonto juego que sabían molestaba al pelirrojo.

Hermione enredó su brazo en el de Harry y ambos salieron de la habitación, cerrando la puerta con poca delicadeza.

Deshicieron el agarre y bajaron calmados por las escaleras, y de ahí salieron de la Sala Común.

Por alguna extraña fuerza de la naturaleza ambos iban riendo de lo lindo mientras avanzaban hacía el Gran Comedor. Deseaban olvidarse de aquel asuntito con Ron y enfrascarse en cosas triviales, como lo que en una situación normal discutirían.

—¿Y eso que tiene que ver?—preguntó Hermione a su amigo, que le estaba comentando sobre una reunión que se volvió un caos hacía algunas semanas.

—Pues, no es normal ver ese tipo de cosas.

—Las personas tienen el derecho de decidir sobre su orientación sexual—dijo la castaña, que fruncía el ceño.

—Sí, pero ¡no mames!, ¿con un perro?

—De acuerdo, eso no es nada normal, aún así…

—¿Cómo crees que se contrajo el SIDA?, alguien enfermo que tenía deseos sexuales sobre un chimpancé.

—Eso es un rumor estúpido, Harry.

—Puede ser verdad—se encogió de hombros, tratando de darle menos importancia.

—Como sea—terminó ella para poder entrar al Gran Comedor, infestado hasta las chanclas de alumnos ruidosos y hambrientos. Ese era el ambiente de Ron.

Se fueron hasta su mesa y se sentaron uno al lado del otro, esperando por la comida. Enseguida llegaron los demás, Dean se sentó enfrente de Harry y Seamus frente a Hermione. Al final, Neville terminó situado a la derecha de Dean.

—¿Y Rona?—preguntó Dean luego de que la comida fuese servida y ellos pudieran agarrar a sus anchas. Era algo normal que se preguntaran por él, no solo porque era su amigo, sino porque siempre era el primero que se abalanzaba sobre la comida gritando algo como "¡Mio!" para luego engullir como bestia.

—Se molestó y se quedó arriba—contestó Harry sencillo, comiendo un poco de pan.

—¡Uy!, la nena de Rona se molestó—Finnigan sonrió ante el comentario de Dean, pero la mirada de Hermione los hizo callar—. Digo, Ron, Ron se molestó.

—No es gracioso que le digan Rona—terció la bruja.

—Sí lo es—dijo Seamus, sonriéndole a la castaña—. ¡Por favor Hermione!, es gracioso, y más luego de ver actuar a Ron.

Harry no le prestaba atención a la plática; una, porque no le interesaba; dos, porque su cabeza seguía en la difícil decisión de cómo darle la bendita pócima a Ron sin que Granger se enterara (porque estaba decidido, ¡ella no se enteraría!) y porque ya iban a ser la nueve y debía de ir a la torre de Astronomía. Lindo lío que estaba hecha su cabeza.

—…Harry, en verdad, da miedo—terminó una frase Dean, donde su nombre apareció. ¿De qué carajos estaban hablando?

—Ron no es homosexual—dijo Neville, metiéndose un poco en la charla.

—Rona sí que lo es—rió Seamus.

—¿Qué?—Harry no pudo resistirse el saber de qué chingados hablaban cuando su nombre, el de Ron, Rona y la palabra homosexual estaban implicados.

—Estás distraído—comentó Hermione, mirándolo por unos segundos—. Dicen que parece que a Ron afeminado…

—Rona—aclaró Dean.

—Ron afeminado—repitió Hermione—, le gustas. Pero es improbable porque Ron no es gay.

—Por el contrario Rona sí es gay—habló Dean, recibiendo una fulminante mirada de Granger.

—¡Ya basta con eso!—expresó disgustada—, Ron no es gay.

—Pero 'eso' que está en el cuarto no es Ron, es Rona—al parecer tanto Dean como Seamus se divertían de maravilla sacando de quicio a Hermione. Por supuesto que Ron no era gay (si estaba bobamente clavado con la castaña), ya que le faltaban a lo mucho unos centímetros para rayar en lo homofóbico.

—¿Gustarle a Rona?

—¡Harry, no lo llames así!

—¿Qué?, ¿todo el teatrito que te armó esta mañana fue en vano o qué?

—Pero eso es exagerar Dean—el de lentes se rascó la cabeza, algo incómodo—. Es mi mejor amigo es todo.

—¿Y qué tal que si esta versión de Ron solo exterioriza lo que su subconsciente piensa?, ¿qué tal si Ron es gay pero no lo sabe?

Todos voltearon a ver a Neville. El pobre se moría de la vergüenza, ¿fue algo malo lo que dijo?, porque Hermione ahora lo veía con ganas de matarlo, Dean y Seamus estaban con la boca abierta de par en par y Harry, parecía tan descolocado como un vegetariano en una carnicería.

—¡Qué no es gay!—Hermione sólo intentó alzar la voz, pero solo fue eso, un intento, porque el tremendo grito se escuchó por todo el maldito lugar. Ahora, la mayoría de las miradas estaban sobre ellos cinco, interrogantes. Y, por cosa rara de la vida, a Granger le importó un pepino el haber hecho una escenita, ¡qué estaba harta de que ellos dijeran que Ron era gay!, porque entonces a ella la mandaban a la…

—Mierda, Hermione, todos están volteando—Harry tomó su brazo e hizo que volviera a posar su ser en la banca, porque del impulso se levantó un poco y golpeó con sus palmas abiertas la mesa.

—Está bien, Rona no es gay—dijo Dean rodando los ojos y volviendo a posar su atención en la comida.

—Es Harrysexual—dijo Seamus por lo bajo, provocando risitas en Thomas y una cara de estupefacción en Potter.

—Imbéciles—murmuró la castaña, volviendo a la labor de comer, ahora bajo las atentas miradas de alumnos que aún seguían poniéndoles atención.

Harry se tensó un poco. Si bien, ya estaba acostumbrado a que lo miraran esta vez se sintió incómodo porque dentro de ese mar de gente metiche pudo ver a Ginny, sentada en su misma mesa pero algo apartada. No había vuelto a hablar con ella desde que terminaron y aún sentía algo en su pecho cada vez que la veía. No, no era atracción o algo por el estilo (de eso se encargaba Draco y su estúpido trasero y piernas), sino algo así como culpa o lástima. No le dijo las verdaderas razones de su ruptura, porque no se sentía a gusto expresándole algo como "Terminamos porque descubrí que jaló más a los pepinos que a las papayas". Por eso, en ese momento que ella lo veía con sus ojos celestes y profundos algo recorrió su espalda. Porque en ese mirar podía sentir aún muchas cosas que él alguna vez correspondió.

Iba a sostenerle la mirada pero una mata de cabellos dorados –más blancos que dorados- se cruzó en su vista y lo distrajo, para darse cuenta que faltaban unos diez minutos para las nueve. ¡La poción!

Se levantó como un rayo –un rayo algo torpe a decir verdad- se despidió de todos con unas excusas inentendibles, porque sinceramente ninguno comprendió ni media palabra de lo que dijo y salió como alma que lleva el diablo en dirección de la torre de Astronomía. ¡La poción, la maldita poción!

Se vio corriendo como condenado a través de los pasillos, campos y demás para poder llegar sin ser visto hasta la torre. Miró la puerta abierta y se adentró con cautela, tratando de no hacer muchos ruidos.

Subió la escalera, tratando de ver un poco más, debido que esa zona no estaba muy bien iluminada. Y fue cuando casi se tropieza debido a un escalón, que distinguió una sombra, y luego otra, a una distancia como de quince metros de donde él estaba.

Cuando caminó por el suelo su vista se fue aclarando y pudo apreciar el cabello de Draco y la sonrisa de Zabini. Un pequeño escalofrío recorrió su columna.

—Potter—la inconfundible voz de Draco pareció un grito en aquel desolado lugar, haciendo un pequeño eco que solo hacía más lúgubre la situación.

—Malfoy—dijo con el mismo tono de voz, para que se diera cuenta que no estaba miedoso, exaltado o emocionado. Imperturbable, ésa era la imagen que deseaba mostrar ante los otros dos.

—La tengo—dijo el rubio levantando un frasquito, pequeño y transparente al parecer, que contenía una sustancia que no lograba distinguir—, pero antes de dártela necesito asegurarme de algo.

—¿Qué no vaya a decir algo?, no lo haré—pensó que eso ya había quedado claro, pero al ver cómo Draco se acercaba su cerebro le dio la orden de detenerse, pero sus pies hicieron caso omiso y siguieron su trayecto, hasta que ambos se encontraron a una distancia de unos dos palmos.

—Creo que es normal el decirte que no te creo—dijo Malfoy.

—No me extraña de alguien como tú—su voz salió rasposa y fría, como siempre sucedía con Draco.

—Ajá, entonces, ten—le dijo, mostrándole frente a sus ojos la botellita de forma rectangular y pequeña. Probablemente medía lo que su dedo índice y el ancho de éste mismo. Sin embargo, aún teniéndola frente a sus ojos el líquido que contenía era un misterio. Solo lograba apreciar algo oscuro y al parecer muy poco espeso. Miró de nuevo a los ojos de Draco y se perdió unas milésimas de segundo. Siempre le habían gustado los ojos expresivos, como los de Malfoy, los de Hermione, Ginny y Ron. Esos ojos eran los que admiraba, sin sonar cursi o algo por el estilo. Había una excepción, de hecho. Los ojos de Luna Lovegood también le fascinaban y no necesariamente por su color, sino porque parecían dos pozos extraños, deformes e interesantes. Esa era una característica que le agradaba de la rubia, pero ciertamente todo lo demás terminaba desconcertándolo.

Así que ahí estaba él, volviéndose a preguntar qué tantos misterios contenía el mirar de Malfoy. Pero solo fueron unos segundos, solo unos instantes, porque después bajó sus verdes ojos y escrutó el objeto.

¿Confiar o no confiar?

¡Qué más daba! Si eso no curaba a Ron, bueno no es como si lo pudieran empeorar. Además, debían de volver a clases y no podía concebir la idea de un Ron afeminado cursando las materias junto a él y los demás. ¡Por Merlín, eso jamás!

Harry la tomó con brusquedad y la mantuvo fuertemente aferrada a su mano, cuando un pequeño y rápido dolor atravesó la palma de ésta misma.

—¿Qué mierda?—repuso extrañado, dirigiendo su vista hacía Draco. ¡Carajo, carajo, carajo!

—Como te dije, Potter, tengo que asegurarme que no hablaras—explicó el rubio.

—¡Pero no me jodas!, ¿qué mierda le hiciste?—estuvo a punto de tirar la botellita al piso pero la mano de Malfoy lo detuvo. De hecho, cerró su palma sobre la mano de Harry, para evitar que soltara el frasquito.

Si Potter no estuviera tan molesto, quizá hubiera sentido algo especial por el golpe. Sí, quizá. Pero, desafortunadamente, estaba que echaba fuego por la boca.

—Mas te vale no tirarla, porque no haré otra—amenazó Draco, mirándolo serio.

Harry desechó la mano del Slytherin con un movimiento brusco, y miró la maldita botella del infierno. Ahí en su mano se veían dos pequeños puntitos, por los cuales salía sangre.

—Eso es solo una precaución. Te imposibilita el hablar de algo referente a lo que viste de Theo—habló por vez primera Blaise, que parecía sumamente calmado, a diferencia de él que estaba como tigre hambriento y psicótico enjaulado.

—Hagamos la prueba—dijo Draco, separándose un poco de Harry—. ¿Qué fue lo que viste esa tarde en el bosque?

El de lentes fulminó al chico con la mirada, pero luego suspiro cansado. Suponía que una buena razón había como para que eso le hicieran. Prefirió creer que sí.

—Vi a T…—su lengua se trabo, y por más que deseaba decir "Vi a Theodore Nott golpeando una planta" no salía de su garganta. De hecho, ni el nombre completo del muchacho.

—Bien—sonrió Blaise—. Funciona.

Draco volteó a ver el lugar, para luego regresar su vista en Harry, quién seguía intentando con todas sus fuerzas decir el nombre el Slytherin.

—Ya, no lo dirás—dijo el rubio para que Harry dejara de intentar pronunciar el nombre—. Ahora, sobre la poción.

—¿Qué tiene?

—Debes de dársela completa, nada de solo un trago, debe ser toda—dijo Zabini.

—Porque si no, no funcionara de nada—terminó Draco.

—¿Se puede mezclar con algo?, digo, por si no quiere tomársela así—levanto el frasquito, dando a entender que tal vez Ron no desearía tomarse sabrá Merlín que cosa lo que tenía dentro.

—No. No importa si lo obligas, si lo amarras o golpeas, debe de ser toda la porción, directa, nada de mezclas—dijo Draco.

—Probablemente unos dos minutos después de bebérsela se vaya a quedar dormido, así que es normal—Zabini avanzó de su lugar, para posicionarse a un lado de Draco—. Si llega a toser sangre o cosas como esas corre a buscar a Madame Pomfrey, no intentes llevarte a Weasley a la enfermería, porque no lo lograra.

—Si eso llega a sucedes, Potter—Malfoy lo miró amenazante. De repente parecía un maldito sicario—, no menciones nuestros nombres. Invéntate cualquier mierda, a nosotros no nos metas.

—¿Por qué? ¿La poción es ilegal, o algo así?

Zabini torció su boca y giró un poco su cabeza, como tratando de pensar en algo que explicara bien la cosa.

Sucedía que, esa poción ciertamente no era ilegal, no era droga o algo por el estilo, pero el hechizo que contrarrestaba –aquel que volvía afeminados a los hombres- era algo especial. Prohibido no era la palabra, más bien un tabú. El nombrar ese espeluznante hechizo te hacía digno de miradas de desprecio y asco. ¿Por qué motivos?, muy sencillos, realmente.

Cuando había guerras, conflictos civiles o rebeliones, por lo general eran los hombres quienes marchaban al encuentro, dejando a las mujeres cuidando de los niños. Sin embargo, dicho servicio podía extenderse por años, ¡años!, entonces en algún momento a un enfermo se le ocurrió la idea de tirarse a otro soldado. ¿Práctico?, quien sabe, ¿patético? Depende del punto de vista, ¿desesperado? Definitivamente. La cosa es que, los hombres que comenzaron a hacer aquello se dieron cuenta que no era lo mismo tener relaciones con una mujer delicada y femenina, que con un macho viril y rudo. Era muy extraño. Por lo que, otro enfermo –pero éste de nivel estratosférico- ideó un hechizo que permitiría "afeminar" a cualquier hombre. Y, bueno, al parecer se utilizó mucho entre las compañías de guerra y batallones. Por supuesto que no estaba bien visto, pero luego de cuatro años lejos de la tibieza de una fémina ardiente y amorosa, ¿qué se le podía hacer? Incluso, hay hechizos aún más bizarros que transformaban, por cierto tiempo, el cuerpo de un hombre al de una mujer. ¡Gracias al cielo nunca nadie había conjurado tal maldición sobre algún Slytherin!

Por lo que, ese hechizo "afeminizador" era algo muy vulgar y mal visto. La poción, en sí no era mala, simplemente estaba hecha con el solo propósito de volver a la normalidad al hombre afectado por el afeminizador, pero seguía siendo cosa de tabú. Y esto era aún peor, cuando el "foco de infección" eran los prostíbulos de mala muerte, algunos bares y compañías de putas. No era nada conveniente.

Y toda esa historia que algunos alumnos mayores contaron a ese par de Slytherins estaba pasando por sus cabezas, tratando de canalizar la información y poder resumirla para Potter.

Pero era algo… nah!

—Solo haz lo que te decimos—dijo Blaise, dando por zanjado el asunto.

Harry lo miro extrañado pero asintió. Luego recordó algo.

—¿Puede que no funcione?

—Sí, puede que no—admitió Draco—. Pero no es tan probable. En todo lo que llevo en Hogwarts sólo ha sucedido una vez que la poción no funciona.

—Tranquilo, el chico no murió—sonrió Blaise—. Salió del coma en una semana.

¿Coma! ¡Qué! Oh no, el no podía darle eso a Ron. ¡Meterlo en un coma, que mierda!

—No, no, no, no—repitió retrocediendo y negando con la cabeza.

Draco lo notó y lo jaló de una manga, para que dejara de hacerse para atrás. Lo que Potter no sabía es que si no aceptaba y no le daba la poción a la comadreja esa el hechizo que lo mantendría callado no serviría de nada. No podían darse el lujo de que eso sucediera, ni él ni Blaise.

—Oye, oye, calma—habló Blaise que se acercó a Harry y le puso una mano en el hombro—. Draco es el que mejor sabe hacer la poción. ¡Yo mismo he tomado!, no hay de qué preocuparse.

—¿Y a qué putas le llamas la posibilidad de que Ron termine en coma?—gritó ofuscado, sintiéndose molesto por la cercanía de esos dos. Era extraño, porque antes le hubiera gustado que Draco estuviera tomándolo –no con intenciones de golpes-, pero ahora lo exasperaba.

—El peor escenario, es todo—respondió el rubio, que ahora tenía su mano rodeando la muñeca de Harry, para que no se moviera.

—¡Yo no quiero que Ron termine así! Porque a final de cuentas, sería mi culpa.

—Tranquilo—calmó Malfoy—, eso no va a pasar. Además, es igual de malo que eso suceda a que vayan a la enfermería. No tienes idea de lo que van a pensar de ustedes.

—No solo es suicidio social entre los alumnos, también entre los profesores—aseveró Blaise, asintiendo muy seguro de lo que decía.

Harry estaba furioso, exaltado y tenía miedo. No sabía qué hacer.

Draco notaba el semblante turbado del Gryffindor y decidió actuar rápido. En cuanto Harry dudara un poco más la cosa se iría por la borda y ellos tendrían que ingeniárselas para comprar el silencio de Potter. No se podían dar el gusto. Es por eso que tomó de ambos hombros a Harry y lo zarandeó un poco, para que este volteara a verlo, a verlo a los ojos como todas esas malditas veces en donde se gritaban de palabrotas.

Ahora no estaban discutiendo, nada de eso. Draco quería que el muchacho de lentes viera confianza en él, para creerle cuando le decía que no sucedería nada. Era algo no muy probable que Weasley terminara en coma, porque a decir verdad eso solo sucedía cuando la poción estaba mal hecha, y este no era el caso. Aún así, recuerda que los mayores siempre le advirtieron de los daños que podía causar la poción, sobre todo después del incidente de aquel mocoso que terminó a parar a manos de la enfermera.

Apretó sus manos para hacer presión sobre los hombros de Potter y que este por fin lo mirara. Lo consiguió, y se arrepintió un poco. Siempre olvidaba –por pequeños momentos- lo mucho que hipnotizaban esos malditos ojos.

—Harry—lo llamó por su nombre, para que notara lo diferente que estaba actuando—, todo va a salir bien, cálmate. Esa poción no tiene ningún defecto, puedes tenerlo por hecho.

El muchacho se relajó un poco –a ojos de los otros dos- y bajó la cabeza, meditando. Draco quitó sus manos de los hombros de su enemigo y espero expectante.

—¿Muy bien hecha?

—Sí—Malfoy sonrió, porque lo habían conseguido.


Acababa de despedirse de Hermione, y ahora estaba solo en la habitación con Ron.

Por causas del destino –y una que otra mentira- logró que todos los demás se entretuvieran un poco en la Sala Común, para que el pudiera poner en marcha su plan.

A la luz de las velas de su habitación podía apreciar la botella que Malfoy le dio.

El líquido era de un azul un poco oscuro que tenía destellos verdosos. Se movía muy libremente por lo que notó que no era nada espeso. Muy diluido, quizá.

—Solo esto y ya—se dijo a sí mismo para luego enfocar su mirada en Ron, quien estaba guardando todos sus tejidos (madre mía ¡eran como cincuenta!) en el baúl que le correspondía.

—¿Qué tanto me vez, guapetón?—dijo riéndose el bermejo, que luego se sentó en la cama con una pierna cruzada.

"Ay no" pensó Harry, mientras notaba, con mucho disgusto, la mirada de Ron sobre él.

—Ron…

—¿Si, Harry?

Apretó sus puños. ¡Debía de hacerlo, debía de hacerlo! Era su mejor amigo en una versión muy ajena a la realidad. Necesitaba traerlo de vuelta al mundo presente, actual, al de Ron.

—Necesito que hagas algo por mi—se acercó hasta quedar como a un metro de su amigo, él parado y Ron aún sentado en la cama.

—Oh Harry—Ron se levantó también, para quedar como a un palmo de distancia de la cara del de lentes.

—Yo…

—Sh—eso fue el dedo de Ron poniéndose sobre sus labios para callarlo.

"Ay mierda, ay mierda, ay mierda"

—¡Bébete esto!—dijo tan fuerte que el pelirrojo se asustó y retrocedió un poco. Harry extendió su mano y mostro el pequeño frasquito que contenía la poción.

—¿Algo para evitar enfermedades de transmisión?

¿Enferme… ¡no!, ¿Ron pensaba que ellos…?

—¡No, no!–se apresuró a decir—, no es nada de eso.

—Lo supuse, ni que Ginny te hubiera contagiado algo, ¿verdad?

—¿Que… No Ron, solo escúchame. Necesito que te lo bebas.

—¿Y luego qué?

Harry estaba que se caía. ¿Cómo esa cosa promiscua y afeminada podía ser Ron? ¡Era inaudito! Pero necesitaba pensar en algo. Blaise dijo que luego de unos dos minutos Ron se dormiría. Quizá si en verdad sucedía no pasaba nada y pues…

Una idea se vino a su mente. No había otra forma de hacérselo beber rápido y sin quejas. Pronto subirían los demás y nadie debía de enterarse de la poción.

"Espero que estés en lo cierto Zabini"

—Es un afrodisiaco.

A Ron casi se le cae la boca al piso al escuchar eso. Volteó tan rápido su cabeza que se escuchó un "crack" que al parecer al pelirrojo no le intereso.

Se acercó de nuevo a Harry y lo miro sin creérselo. ¿Harry Potter con un afrodisiaco en sus manos dándoselo a Ron Weasley? Era su sueño más marica vuelto realidad.

Porque un afrodisiaco solo significaba…

—¡Me lo tomo!—exclamó feliz y de un rápido movimiento quitó el tapón y se bebió todo de un trago. Luego miró expectante a Harry—. ¿Ahora qué hacemos?

¡Oh no!, nunca pensó que lo conseguiría tan rápido. ¿Qué iba a hacer?, si Ron se le aventaba encima y llegaban los demás….

—¡Espera! —dijo deteniendo los movimientos del muchacho, que estaba a medio camino de trepársele—. Yo también tome uno y necesito que me haga efecto.

—¿Ah?, ¿no tienes conmigo?

—No, yo no—respondió rápido para luego irse a sentar a su cama, que incómodamente estaba situada a un lado de la de Ron—. Son cerca de cinco minutos.

—Está bien—dijo Rona, que se cruzó de brazos y bufo.

Harry se quedó viendo sus manos, pidiendo que la maldita sustancia hiciera efecto en Ron. Pero ya habían pasado como tres minutos y nada.

—Harry…—llamaba voz desesperado—, ¿no te ha hecho efecto?

—No—tragó saliva—. ¿Y a ti?

—Ay cariño, yo no necesito.

—Pues yo sí así que espérate.

Segundos incómodos ambientados en un ambiente silencioso. Los ruidos lejanos que provenían de la Sala Común apenas llegaban a sus oídos. A lo lejos percibió la risa de Hermione. Pensó que ya estaría dormida en su habitación.

—¿No crees que Hermione es bonita?—lo dijo solo porque si, porque deseaba ver la reacción de Ron ante ese comentario.

—¡Mierda Harry!, ¿te estás excitando pensando en Hermione? —¿qué?—. Ella es nuestra amiga, no puedo creer que la veas con esos ojos de depravado sexual.

—No, Ron…

—¡Y sabes lo mucho que ella me gusta! —ese ya no era el tono afeminado de Rona, si no el de Ron machín.

—¡Si lo sé!, Pero yo nunca haría algo así como pensar en…

—¡Y últimamente —bostezo— han estado tanto tiempo juntos!, ¿me la quieres quitar —bostezo— o algo por el estilo? Pensé que nunca te interesó.

—No me interesa Ron.

—¿Y cómo es que te satisfaces pensando en ella?, ¡maldito —bostezo— fornicador compulsivo!

Harry se quedó callado. ¿Fornicador compulsivo?

Sin embargo cuando se dio cuenta Ron estaba echado como tronco sobre su cama, roncando de lo lindo. No había sangre, no había gritos, ¡no había coma!

Agradeció mentalmente a Draco y a Zabini, y luego noto que tan cansado estaba el mismo.

Mañana averiguaría si la cosa esa funcionó o no, pero por mientras se iría a dormir, pensando en todo ese maldito día.

Se recostó en su cama y apago las luces. Dejó sus lentes sobre el buro y cerró los ojos.

Se sentó de golpe.

—¿Draco me dijo Harry?


N/A: ¡Qué tal todos! Perdón por haberme desaparecido tan horriblemente pero ah, cosas de la vida. Y si, admito que fue bastante tiempo y falté a mi promesa de actualizar cada domingo (ni hoy es domingo) pero decidí darme el tiempo de terminar el cuarto capítulo. Tenía como la mitad desde hace cerca de dos meses (¿tanto me ausente?) pero por otras razones y motivos lo abandone un poquito. Y hace poco volví a leer los reviews y me motive para terminarlo.

Como compensación es el capítulo más largo que he escrito en mi vida, cerca de veinte páginas en Word (hasta yo me sorprendo). ¡Espero les haya gustado! Y si, también sé que el Draco/Harry (Drarry) va muy lento pero es que apenas va el principio;)

No prometo nada de actualizaciones rápidas (porque escogí la peor semana de todas para actualizarxD) pero si continuare, yo no me rindo.

¡En fin! Muchísimas gracias a todos los que leen, y a los que apenas comenzaron a leer, es un gusto escribir para ustedes(:

Cualquier recomendación, crítica, queja y demás será bienvenido en un review.

¡Cuidense!:D