Mentiras

Cada uno estaba sentado a un lado de la estrecha cama, muy ocupados en colocar sus ropas en el lugar correspondiente de su cuerpo, como para hablar.

Otra vez habia vuelto a suceder, un ciclo que no tenia fin. Siempre sucedia lo mismo, se encontraban en un punto acordado para hablar y acababan en esa situación. Hablar, una tapadera para sadisfacer sus mas primarios recuerdos, para alejar su mente de esa realidad que les atormentaba.

Ambos tenían clara la situación, no sentían nada el uno por el otro, esto era solo una forma de evadirse a de la realidad. Por eso sus besos no valían nada, sus caricias, eran como soplos del viento invernal.

Nunca pensaban el uno en el otro en esos encuentros, sus mentes estaban con personas muy diferentes, personas que habían encontrado la felicidad el uno con el otro dejando a los dos jóvenes sin posibilidad ninguna.

Como podía un chico hiperactivo, inquieto y alocado, que no se tomaba nada en serio, competir con la seriedad, protección y madurez del líder de gimnasio. Y como podía el joven serio, retraido y temeroso apartar la brillante sonrisa del maestro pokemon.

No, ellos no tenían el lugar que deseaban dentro del corazón de aquellos a los que amaban, por eso recurian al otro, al que sabia como era sentir un cuchillo traspasarles el corazón cuando los veian juntos. Se consolaban con sus propios problemas.

Pero disimulaban, mentían delante de los demás, con ellos no habia problemas, solo la rivalidad que siempre habían tenido. Se estaban volviendo unos profesionales de la mentira, pronto incluso ellos podrían caer en su propia trampa.

Las mriadas de ambos se encontraron, oro contra plata, gris contra dorado, una batalla en la que estaban implicados los sentimientos de los dos. Aquella vez seria la ultima que hiciesen eso, a partir de ahora, ya no habría mas encuentros sexuales por despecho entre ellos.

Gold se puso a su lado con una sonrisa y cogiéndole la mano tirando de el hasta la puerta de la habitación de hotel en la que estaban, antes de cruzarla ambos miraron esa habitación que habia visto caer las lagrimas de ambos, escuchar sus gritos de frustración y las maldiciones contra los dos entrenadores mayores, pero ahora, esta habitación que habia sido testigo mudo de todo su sufrimiento, veria con alegría como de allí, no salían dos corazones rotos que buscaban la paz, si no a dos jóvenes que buscaban curar sus heridas con el otro.

Ambas manos juntas sobre el picaporte cerraron la puerta, de aquel edificio ahora salia una vida nueva, con nuevas esperanzas y sueños. Se comprendían el uno al otro a pesar de sus diferencias, y juntos lograrían que esa falsa felicidad que aparentaban se convirtiese en una realidad.

FIN