Advertencias: Los personajes no me pertenecen, son enteramente de su creador, Kishimoto San, solo los alquilo por horas para quitarme el estrés, nada mas.

Espero que disfrutéis del cap.

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Angéles caídos, demonios levantados.

Capítulo Trece: Las cartas sobre el tapete.

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La sala del inicio permanecía suspendida en una extraña calma.

Los pequeños querubines, suspendidos en lo mas alto, contenidos en una burbuja que los mantenía en un letargo congelado, ignorantes de lo que pasaba fuera de su burbuja.

A salvo.

Hasta que la reunión terminase, nada ni nadie saldría de esa sala.

O al menos esa era la idea inicial por la que se había concebido el dispositivo de bloqueo.

El cielo quedaba sellado ante cualquier amenaza, al igual que ocurría con el infierno. Solo una parte del limbo y los accesos al reino intermedio quedaban abiertos y acondicionados para el paso.

Pasara lo que pasara, podían huir pero no sería por mucho tiempo, por eso solo los que mas confianza daban a ambos líderes podían acudir a la zona neutra.

Las alas de plumas negrasen las que se habían convertido las de Naruto, temblaron de sostener el peso de los dos contra el suelo, dejándoles caer uno sobre el otro. El pelo de Sasuke goteó sobre el rostro y el cuello del rubio, uniendo el gesto con el sonido de las dos túnicas chorreando pegadas en sus estómagos.

Las sandalias de Naruto resbalaron sobre el mismo charco de agua que él había creado bajo ellos al tratar de sentarse con Sasuke encima, pero algo que no había notado hasta entonces le hizo sonreír.

Mordió su labio inferior y alzó las caderas, sacando un jadeo de los labios morenos sobre su propia boca.

– S-Sasuke. – deslizó la mano por el muslo del moreno, levantando la tela mojada hasta las caderas. – P-por... favor. – Suplicó, sin saber si era el deseo de continuar o el de detenerse el que salía de sus labios.

– No, Naruto... – Jadeó, tratando de volver a ser él, de alejar ese pitido punzante que le taladraba los tímpanos y rebotaba por su cabeza sin control alguno, gritándole que eso que quería hacer, estaba prohibido. Aún así, soltó la arandela de oro que unía el hombro de la túnica de Naruto y apartó la suave tela con la punta de los dedos, apreciando la suavidad de ese pecho húmedo en sus yemas.

Atrapó uno de los sonrosados pezones, erizado por el frío que tenía en el cuerpo a causa del baño, cosa que era rara por demás, por que ese agua se secaba de forma instantánea al momento de limpiar lo malo que pudiera llevar pegado un ángel.

Nada iba como debería.

Pinzado entre las dos yemas, el botoncito de Naruto se endureció todavía mas, extendiendo la sensación, tan agradable y nueva para él, por todo su cuerpo.

La electricidad del deseo les recorrió a ambos como un latigazo imparable.

Sasuke gateó por el estómago del rubio, hasta la pequeña cinta de oro trenzado que ataba la túnica en sus caderas, deslizando sus cálidos labios en el proceso hasta el limite de la tela, anclada a sus caderas por la cinta, que muy hábilmente desató el moreno con ansiosos dedos.

Se apartó su suficiente de aquél cuerpo para deslizar la túnica por sus largas piernas y alejarla de ellos. Para lo que tenía en mente, la tela sobraba.

Sacó la suya propia por la cabeza, creando una pequeña lluvia sobre sus hombros al sacarla por la cabeza.

La túnica hizo un ruido de chapoteo al caer al suelo junto a la de Naruto, y enfocó sus ojos rojos como la sangre en el rubio, tumbado sobre sus alas, en el suelo, piernas abiertas hasta el límite, tan expuesto que Sasuke veía cada uno de sus latidos retumbar en el excitado miembro, alzado orgulloso en mitad de una maraña de vello rubio y rizado.

Los ojos de Naruto, tan rojos como los suyos, le parecieron tan hermosos como el resto del conjunto. Ladeó la cabeza al ver el símbolo en su estómago, rodeando el ombligo.

– Vaya, que ironía. Itachi tenía razón. – Naruto deslizó la mano hasta aferrar su pene entre los dedos, comenzando una caricia lenta sobre él, sin quitar la vista a cada movimiento de Sasuke, y con los ojos puestos en el sexo contrario, igual de duro y ansioso que el suyo propio por recibir atención. – El ángel mas puro del cielo resulta que es uno de los pilares... y no uno cualquiera, eres el representante de uno de los pecados capitales mas … productivos.

Paseó la yema de dos dedos por el símbolo, ciego de deseo, con una medio sonrisa doblando sus labios hacia un lado.

Naruto se medio sentó, pasando la mano por la nuca de Sasuke, donde su propio símbolo se hizo presente.

– En tu caso, es mas que acertado. Ángel de la Vanidad. Aunque ahora que estamos ...mmm... pecando... no sé si podremos seguir siendo ángeles y mucho menos pilares.– Naruto atrapó su hombro con la mano convertida en una tenaza, sonriendo, tirando de él hasta colocarle de nuevo sobre su cuerpo, que le esperaba mas que preparado.

– Seguiremos siendo ángeles, los dos. Representamos los pecados capitales... Naruto ángel mas puro del cielo, representante de la Lujuria... no me digas que no es irónico. – Tras decir esas últimas palabras lo embistió con tal fuerza, que las alas de los dos temblaron tensas, ahogando el grito que pugnaba por salir de sus labios en un desesperado y ardiente beso.

Esta vez, el destino del cielo quedaba sentenciado, puesto que los dos estaban pecando en lugar santo.

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Madara levantó la cabeza, aspirando casi con lujuria el aire a su alrededor. Frente a él todos estaban demasiado tranquilos, no lo entendía. Deberían temerle, tratar de huir, y en su lugar, le miraban, como esperando algo que debía ocurrir y que él no sabía.

La zona neutra tembló bajo sus botas, al igual que el cielo y la tierra. Todos los ángeles caídos que en su día siguieron a Madara, extendieron sus alas sin poder hacer nada por evitarlo. Un inmenso poder se acababa de hacer presente, obligándoles a rendirle tributo sin querer hacerlo.

Tsunade entraba en la sala acompañada de sus dos ángeles mas fieles y confiables.

Konan se puso al lado de la rubia, deslizando sus elegantes alas azul cobalto por sus costados, hasta colocarlas lentamente en su sitio. Miró con interés al encapuchado y saludó a los presentes con una pequeñísima reverencia.

Dio un paso hacia Deidara, que jadeaba tratando de mantener la consciencia en los brazos de Itachi, que se limitaba a estudiar todo con la mirada. Konan le hizo una seña cuando el Uchiha reparó en ella, una seña que entendió a la primera... y que en cuanto pasó por su mente se hizo conocida para Iruka.

Iruka le dio las órdenes pertinentes a todos sin mover un solo músculo. Iban a jugarse el destino del mundo en unos segundos.

Se alejó del grupo, tomado de la mano por el chico cubierto con la capucha blanca, y caminó con calma hasta la barrera, a un sitio en concreto.

Desde su lado no podía ver el interior, pero no le hizo falta, reconocería la esencia de Kakashi en cualquier lugar del planeta sin necesidad de verlo.

Obito se agarró la cabeza, y trató de retroceder, alejarse de la transparente barrera que le exponía ante Iruka, pero no pudo hacerlo, algo le mantenía petrificado en el sitio.

Lo vio, demasiado tarde. Naruto y Sasuke, en la salda del origen... Ya no tenía perdón.

Kakashi avanzó hasta que su aliento formó un circulo borroso de vaho en la barrera, y posó una de sus manos en ella, dedos abiertos. Un gemido profundo subió por su estómago hasta morir en sus labios cerrados. Sus alas surgieron sin permiso, sin que él las hubiese invocado, haciendo a los ángeles a su alrededor retroceder asustados. Apretó la mandíbula cuando la derecha, quebrada y apenas sujeta a su espalda con un tendón y la frágil astilla del hueso principal, tocó el suelo.

Iruka posó la mano en la barrera y hizo un poco de fuerza, atravesándola sin problemas, pero solo pasó su brazo al otro lado. Recorrió el hombro de Kakashi con la palma abierta, y tiró de él hasta pegarle al cristal. Deslizó sus dedos por el nacimiento de sus alas, primero una, hasta que notó el hueso roto, que sobresalía entre las apagadas plumas, que en su día brillaban dulcemente, y que en ese momento Iruka no podía ver, solo tocar.

Retiró la mano de uñas afiladas y negras, y acarició despacio su cuello, y uno de sus pómulos, notando las cálidas lágrimas que escurrían por él sin que nada los detuviera. Tocó a la persona junto a él, con la misma dulzura y cuidado. Rozó la cadena con la punta de los dedos y la aferró en su palma, derritiendo el metal hasta que las anchas esposas de metal cayeron con un ruido sordo a sus pies.

Iruka retiró la mano y arrancó la pluma plateada del lazo que la había aferrado a su cabello hasta ese momento, arrancando varios cabellos en el proceso. Metió la mano de nuevo dentro de la barrera, y puso la pluma en la mano de Kakashi, que seguía temblando y derramando lágrimas sin poder hacer nada.

Iruka acercó la cara a la barrera y miró dentro. Sus ojos completamente negros, sin ningún color aparte de ese, se clavaron directamente en los de Kakashi. No dudó, no necesitó buscarle. Acercó sus labios a la superficie cristalina y expulsó una bocanada de vaho, dibujando una mariposa con el índice.

Kakashi jadeó, entendiendo el mensaje a la perfección. Obito frunció el ceño asustado.

Hizo un nuevo círculo de con su aliento, y posó sus labios en el, dándose la vuelta con una sonrisa.

– No te perdono, hijo de puta. – Murmuró Iruka dándole la espalda. – Es solo que te echo de menos, nada mas.

Kakashi tomó las dos plumas entre sus dedos, sacando la de Iruka, blanca y apagada de sus ropas y uniéndolas dentro de sus palmas, estalló en carcajadas... Obito se dio cuenta demasiado tarde de que tenía lo que había estado anhelando desde siempre... Tenía su libertad, completa.

Iruka le había arrebatado también sus visiones con un solo roce.

Madara extendió su mano a Tsunade, en un saludo que debería ser cordial.

– Ardo en deseos de … disfrutar de tu compañía, aunque sea brevemente. – Una risita salió de su boca sin permiso.

– Arderás, no te preocupes, eso puedo concedértelo, hijo mío. – Respondió con calma.

– Espero que mis pequeñines no te rompan muchas cosas en la sala del origen. – Extendió la sonrisa hasta el límite. – Naruto y Sasuke son tan traviesos...

A si que esa era su baza. Bien jugado pensó Iruka, que recibió la mirada del moreno en cuanto pensó eso.

Pero áun le quedaban un par de ases en la manga, y no pensaba desaprovecharlos.

Konan le hizo una pequeña señal a Hidan, que tomó a Deidara por la cintura y le aferró con fuerza, evitando que se moviera.

– Lo siento, pero tenemos que largarnos y tu eres la representación de la Ira. – Deidara le miró sin entender nada de nada. – Aguanta, solo será un momento y habrás renacido... perdóname, Dei.

La mano de Hidan aferró con fuerza su ala derecha desde el nacimiento y la retorció hasta arrancarla de su sitio.

Itachi trató de arrebatarle a Deidara pero Kakuzu le repelió con un fuerte empujón. Madara estalló en carcajadas, cada vez mas altas.

Repitió el proceso en el otro apéndice, tirándolo al suelo junto al primero. Las manos de Deidara, agarrando la túnica de Hidan, se soltaron lentamente. Un segundo después volvió a aferrarse a él con fuerza, cuando sus alas doradas surgieron abriéndose paso entre la carne de su espalda, junto a la herida abierta en la que nacían sus viejas alas.

Una maraña de plumas ensangrentadas se abrió de un golpe, mostrando al mundo unas preciosas y amplias alas...

– No me digas que no es un bello espectáculo, querida. – Madara miró a Tsunade con superioridad.

– No pestañees, o te perderás el siguiente número, hijo mío. – Le palmeó la mano con dulzura...

Kakashi pronunció el juramento, derribando la barrera desde su lado, sin poder creerse que lo hubiera hecho. Kakuzu voló en un segundo hasta él y le cortó las dos alas de un tajo, sin darle tiempo ni a reaccionar siquiera.

Madara no entendía nada, eso era totalmente inútil, Kakashi no era ni una amenaza para él...

Pero Iruka si, y estaba de rodillas frente al encapuchado, sonriendo...

Pudo ver desde su posición como le miraba un segundo, y sacando el brazalete que contenía la llave con la mitad de su poder, lo colocaba en la muñeca del encapuchado blanco.

– Nooooooooooooooooooooooooo... – Kakashi gritó desde su sitio... sin saber que su grito se había unido al de Madara, viendo como quedaba expuesto y desarmado en la zona neutra...

Bueno no del todo, aún le quedaban sus soldados...y dos de las mas importantes figuras de la baraja.

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Alehop que hop, capi de los que me gustan.

Besitos y mordiskitos

Shiga san.