Naruto no me pertenece. Todo lo que reconozcan es de Masashi Kishimoto.


A DIETA

Capítulo 1: La Cruda Realidad

Era fin de mes y con ello, Ino esperaba cobrar su sueldo correspondiente a esa quincena. Tenía en mente pasar su fin de semana tirada en su habitación, dormida, viendo películas, conectando su consola de videojuegos o husmeando en los Facebook de sus colegas y viejos conocidos para criticarlos. En fin, lo que hacía cada fin de semana desde hacía más de medio año para desestresarse y olvidar los gritos de su jefe y la cantidad infernal de papeleo que, como secretaria, le tocaba realizar. Quería olvidarse un poquito de cuidar su maquillaje, su peinado, de que no debía de borrar su sonrisa cordial y que debía mantener un tono de voz moderado y, por sobre todas las cosas, atender teléfonos. Ella ODIABA atender teléfonos.

Ya habiendo cobrando su paga correspondiente, la rubia encendió su auto y se dirigió al Wal-Mart más cercano para abastecerse de provisiones (entiéndase por provisiones palomitas, refrescos, dulces, chocolates y comida precalentada) mientras cantaba una canción sobre que te amo como a una canción de amor que salía en la radie en ese momento. Estacionó su Mini Copper azul y lo cambió por un carrito de supermercado, lista para atracar la tienda.

En los veinte minutos que llevaba recorriendo la enorme tienda, departamento por departamento, ya llevaba medio carrito atiborrado con frituras y, por la mirada que tenía, la otra mitad sería destinada a jugos industrializados y chocolates. Muchos, muchos chocolates.

Un olorcillo a pan recién horneado se coló hasta sus fosas nasales cuando saqueaba el área de cereales e, hipnotizada como estaba por el aroma, recorrió los treinta pasos que la separaban de la panadería.

Allí encontró el paraíso.

Panecillos de todos colores y sabores la esperaban, es más, hasta le rogaban que se los llevara. Ino así lo hizo. No quería decepcionar a esas deliciosas donas y panquecitos que le hablaban desde el otro lado de la panadería con voz dulce y suplicante. Al final salió de la tienda completamente satisfecha de haber gastado la mitad de su quincena en alimentos chatarra, mientras tres niños cargaban sus bolsas rumbo a su carro.

—¿Y eso? —preguntó a la nada, viendo que cerca del área de taxis del estacionamiento había una enorme máquina bajo una pequeña carpa, cosa en la que no había reparado a su llegada al lugar.

—Es una báscula electrónica —habló uno de los cerillitos que casi chocaba con ella. Ino dio un respingo. Ya había olvidado que había niños siguiéndole—. Te pesa, mide, da tu masa corporal y esas cosas en un ticket. Supongo que por eso es tan grande.

—¿Y a quién se le habrá ocurrido ponerla allí? —se dijo.

Ino se quedó pensando un momento, para luego retomar su caminata e indicar a los jovencitos que pusieran las bolsas en los asientos traseros. Los despachó dándoles cinco dólares para los tres y en seguida regresó furtivamente hasta donde estaba la báscula.

—Tiempo sin vernos —dijo Yamanaka, como si la máquina fuera una vieja conocida suya.

Hurgando un poco en sus bolsillos, la rubia sacó un par de monedas y las depositó en la ranura que la enorme máquina indicaba. Se irguió completamente, no quería que su altura estuviera comprometida por ninguna otra cosa que no fueran los tacones. Un sonido, una luz y luego una voz mecánica le indicaba que su operación estaba completa. Ino tomó el papel que salió por una ranura y vio el resultado. Su mandíbula tocó el suelo.

¡Cincuenta y cinco kilogramos! ¡¿CIENCUENTA Y CINCO? ¡AHHH!

Asustada y muerta de pánico arrugó el papel en su mano y lo metió en su bolso; en seguida corrió como si un psicópata la estuviera persiguiendo y arrancó el auto, dejando las huellas de los neumáticos en el asfalto.

Llegando a su casa, lo primero que hizo no fue desempacar sus múltiples bolsas plásticas y llenas de alimentos basura, sino que se dirigió al ático y buscó la anticuada báscula personal que tenía aún guardada en su caja y la llevó hasta el baño. Se desnudó (no quería registrar ningún peso extra) y tras muchas plegarias a Dios y a todos los santos, se subió.

El resultado fue peor que el de la báscula fuera del supermercado.

—Tiene que estar descalibrada, tiene que estar descalibrada —repitió casi histérica.

Poniéndose un pijama que tenía a la mano llegó como autómata a su habitación. Estaba hecha trizas, mentalmente hablando. Ella siempre había sido una chica delgada, guapa, activa y muy sexy. ¿Cómo había pasado esto? ¿Por qué no se había dado cuenta?

Aún regodeándose en su miseria, Ino abrió uno de las cajones de su cómoda y sacó el último álbum de fotos que poseía, el que estaba llenando de dos años atrás a la fecha.

En las primeras fotos todavía se veía guapa y sexy y delgada, pero conforme fueron pasando los meses se fue dando cuenta de que sus brazos engordaban de a poco y sus mejillas se rellenaban. Ni para que hablar de su no más vientre plano.

—Fugaku... —escupió el nombre de su jefe con desdén.

¡Era su culpa! Desde que había entrado a trabajar a ese Bufete de mala muerte con su jefe el hombre eternamente amargado, su peso aumentó considerablemente. Tampoco salía ya con sus amigas porque siempre terminaba haciendo horas extras o estaba demasiado harta de las personas como para lanzarse a la playa el fin de semana. En lugar de todo eso se había acostumbrado a una rutina que consistía en ver televisión y gritarle a los personajes delas series y novelas por qué eran tan inútiles, rentar películas o jugar videojuegos (a pesar de que en su juventud había tildado de "asquerosos geeks" a quienquiera que poseyera una consola de videojuegos en su casa), todo con una poco razonable cantidad de comida chatarra acompañándola.

—Soy una cerda —se lamentó, recordando el mote que le tenía Sakura cunado eran más jóvenes—. Pero bueno, gorda soy y gorda moriré.

E Ino fue a la cocina a por sus provisiones.

OoOoOoOoOo

Lunes por la mañana y Yamanaka ya se encontraba en su puesto de trabajo llenando un formulario, creando una solicitud para pedir unos registros de la policía y contestando el teléfono, todo con una cara de depresión que parecía que el fin del mundo ya había sido anunciado junto con la lista de los 144, 000 que irían al cielo y en los cuales no figuraba ella.

Después de su atracón el fin de semana, Ino se había sentido culpable por comer tan apresuradamente y en tanta cantidad. También se la había pasado maldiciendo a sus feos trajes de trabajo, a su jefe y al estúpido espejo de cuerpo completo que se le había roto hacía más de medio año en una de sus borracheras. Pero ya era otra semana y la realidad la había golpeado duramente en todo la gordura cuando intentó ponerse uno de sus viejos y sensuales trajes, los que usó durante escaso tiempo antes de que Fugaku le dijera "amablemente" que no se vistiera como cabaretera, y no le quedó.

Mirando con apatía el enorme y anticuado reloj, reliquia de alguna civilización antiquísima y extinta que a ella no le importaba, que decoraba la recepción se dio cuenta de que ya era jodidamente tarde y ninguno de los jefes se aparecía por allí. Ino deseó con todo su corazón que los hubiera arrollado un camión a todos, pero luego se retractó. El karma era una perra, tal vez sus malos deseos se le regresaban a ella y hasta cumplidos.

Pasadas las ocho cuarenta de la mañana todos los socios de la firma hicieron acto de presencia juntos, el primero en entrar fue Fugaku que venía acompañado de una visita repentina: su hijo menor, Sasuke Uchiha. Las hormonas de Ino se alborotaron por unos segundos para luego recordar aquella noche escura en el bar donde ese mismo hombre la había rechazado y humillado frente a muchos de sus conocidos hacía seis meses. Ese era uno de sus recuerdos feos que prefería enterrar en los pantanos de su memoria.

"Si no le gusté sexy, siendo una cerda menos" pensó.

Ignorando entonces al horrible de su jefe y a su guapo vástago, Ino trató de escuchar la conversación que Minato sostenía con su secretaria, Hinata. Él se disculpaba con la chica por no avisar de su retraso, pero habían tenido que festejar en el desayuno algo de lo que pronto se enteraría y también le preguntaba si había tenido problemas por su ausencia.

La rubia maldijo su mala suerte por lo bajo. Todos los abogados allí presentes eran agradables con su personal (más Minato que era un hombre atento y educado) y a ella le tocaba el señor-no-puedo-decirte-adonde-fui-porque-no-vales-la-pena-simple-mortal. Continuó mejor Yamanaka con su rutina aborrecible de rellenar formularios, pero Fugaku levantó la voz, dirigiéndose a todo el personal presente.

—Desde hoy un nuevo miembro se unirá a nuestro respetable Bufete. Se trata de mi hijo, Sasuke Uchiha, al cual deberán tratar con respeto —y ya. Acabó. El señor Uchiha era malo dando discursos a gente que no fuera rica y millonaria o tal vez pensaba que los empleados de allí no merecían grandes explicaciones acerca de sus decisiones. Sea cual fuera el caso, a la rubia no la humillaba más. Estaba más que acostumbrada a ello.

—Esa es la noticia —susurró Minato a su secretaria con una radiante sonrisa.

Ino no compartió la algarabía general y se limitó a seguir tecleando cada vez más rápido, no sea que Fugaku la acusara de lenta. Además no estaba de humor. Se sentía gorda y eso la dejaba con una mezcla de depresión y furia contra el mundo.

—Yamanaka —era la voz de ultratumba de su jefe. Levantó la cabeza y se encontró a ambos Uchihas mirándola directamente.

"¿Qué no saben que es de mala educación?" pensó.

—¿Necesita algo, señor?

—A partir de hoy serás la secretaria de Sasuke. Le enseñarás cómo se trabaja aquí, lo pondrás al día con los casos más importantes y te quedarás aquí haciendo horas extras si es necesario.

—Entendido, señor.

E Ino sintió como su mundo se venía abajo.


¡Hola MUNDO! Muy bien, yo soy Kristall Blauw y este será un SasuIno. No sé qué más decir. Sé que yo no soy una chica a la que encuentren en sus reviews en sus historias, pero esto del SasuIno, aunque siempre me llamó la atención, es nuevo para mí, así que espero estar haciéndolo bien y que les haya gustado sino, no tiene sentido publicar.

Este fanfic no es una ofensa para las personas gordas ni es nada superficial, más adelante... bueno, no les digo porque les adelanto media trama.

Este fanfic forma parte de la actualización masiva pre-cumpleaños que me estoy haciendo en honor mío xD quiero llegar a las 18 historias acá en fanfiction conmemorando mi edad. Y pues, sobre fechas de actualización, el día de mi cumpleaños (22 de noviembre) vas a ver el capítulo 2 colgado.

Si encuentran un error me avisan y gracias por leer.

Besos, abrazos y galletitas de Kristall Blauw