Cuando condujo fuera del centro del pueblo comprendí que no tenía ni idea de dónde vivía. Cruzamos el puente sobre el río Calwah, donde la carretera se desviaba hacia el Norte. Las casas que aparecían de forma intermitente al pasar se encontraban cada vez más alejadas de la carretera, y eran de mayor tamaño. Luego sobrepasamos otro núcleo de edificios antes de dirigirnos al bosque neblinoso. Intentaba decidir entre preguntar o tener paciencia y mantenerme callada cuando giró bruscamente para tomar un camino sin pavimentar. No estaba señalizado y apenas era visible entre los helechos. El bosque, serpenteante entre los centenarios árboles, invadía a ambos lados el sendero hasta tal punto que sólo era distinguible a pocos metros de distancia. Luego, a escasos kilómetros, los árboles ralearon y de repente nos encontramos en una pequeña pradera, ¿o era un jardín? Sin embargo, se mantenía la penumbra del bosque; no

remitió debido a que las inmensas ramas de seis cedros primigenios daban sombra a todo un acre de tierra. La sombra de los árboles protegía los muros de la casa que se erguía entre ellos,

dejando sin justificación alguna el profundo porche que rodeaba el primer piso. No sé lo que en realidad pensaba encontrarme, pero definitivamente no era aquello. La casa, de unos cien años de antigüedad, era atemporal y elegante. Estaba pintada de un blanco suave y desvaído. Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada. El monovolumen era el único coche a la vista. Podía escuchar fluir el río cerca de allí, oculto en la penumbra del bosque.

—¡Guau!

—¿Te gusta? —preguntó con una sonrisa.

—Tiene... cierto encanto.

Me tiró de la coleta y rió entre dientes. Luego, cuando me abrió la puerta, me preguntó.

—¿Lista?

—Ni un poquito... ¡Vamos!

Intenté reírme, pero la risa se me quedó pegada a la garganta. Me alisé el peso con gesto nervioso.

—Tienes un aspecto adorable.

Me tomó de la mano de forma casual, sin pensarlo. Caminamos hacia el porche a la densa sombra de los árboles. Sabía que notaba mi tensión. Me frotaba el dorso de la mano, describiendo círculos con el dedo pulgar. Me abrió la puerta.

El interior era aún más sorprendente y menos predecible que el exterior. Era muy luminoso, muy espacioso y muy grande. Lo más posible es que originariamente hubiera estado dividido en varias habitaciones, pero habían hecho desaparecer los tabiques para conseguir un espacio más amplio. El muro trasero, orientado hacia el sur, había sido totalmente reemplazado por una vidriera y más allá de los cedros, el jardín, desprovisto de árboles, se estiraba hasta alcanzar el ancho río. Una maciza escalera de caracol dominaba la parte oriental de la estancia. Las paredes, el alto techo de vigas, los suelos de madera y las gruesas alfombras eran todos de diferentes tonalidades de blanco.

Los padres de Edward nos aguardaban para recibirnos a la izquierda de la entrada, sobre u altillo del suelo, en el que descansaba un espectacular piano de cola. Había visto antes al doctor Cullen, por supuesto, pero eso no evitó que su joven y ultrajante perfección me sorprendieran de nuevo. Presumí que quien estaba a su lado era Esme, la única a la que no había visto con anterioridad. Tenía los mismos rasgos pálidos y hermosos que el resto. Había algo en su rostro en forma de corazón y en las ondas de su suave pelo de color caramelo que recordaba a la ingenuidad de la época de las películas de cine mudo. Era pequeña y delgada, pero, aun así, de facciones menos pronunciadas, más redondeadas que las de los otros. Ambos vestían de manera informal, con colores claros que encajaban con el interior de la casa. Me sonrieron en señal de bienvenida, pero ninguno hizo

ademán de acercarse a nosotros en lo que supuse era un intento de no asustarme. La voz de Edward rompió el breve lapso de silencio.

—Carlisle, Esme, os presento a Bella.

—Sé bienvenida, Bella.

El paso de Carlisle fue comedido y cuidadoso cuando se acercó a mí. Alzó una mano con timidez y me adelanté un paso para estrechársela.

—Me alegro de volver a verle, doctor Cullen.

—Llámame Carlisle, por favor.

Le sonreí de oreja a oreja con una repentina confianza que me sorprendió. Noté el alivio de Edward, que seguía a mi lado. Esme sonrió y avanzó un paso para alcanzar mi mano. El apretón de su fría mano, dura como la piedra, era tal y como yo esperaba.

—Me alegro mucho de conocerte —dijo con sinceridad.

—Gracias. Yo también me alegro.

Y ahí estaba yo. Era como encontrarse en mitad de un cuento de hadas, Blancanieves en carne y hueso.

-¿Dónde están Alice y Jasper? -preguntó Edward, pero nadie contestó, ya que acababan de aparecer caminando sobre una rama que entraba por la cristalera del comedor.

- ¡Bella! ¡Edward! ¡Hola¡!- Saludó Alice entusiasmada mientra corría escaleras abajo a una velocidad inhumana con una caja en sus manos. Un segundo mas tarde estaba parada en frente de mi con una sonrisa enorme en su cara de duende. Carlisle y Esme le lanzaron una mirada de advertencia.

Se inclinó hacia mí y me besó en la mejilla con emoción. Carlisle y Esme me miraron nerviosos. Debo reconocer que me sentí bastante sorprendida demasiado, pero también me contento de que me pareciera aceptarme enteramente. Me sorprendió sentir la rigidez de Edward a mi lado. Eché un vistazo a su rostro, pero su expresión era inescrutable.

-Hueles bien. Nunca lo había notado- me alabó al tiempo que un enorme sonrojo cubría mis mejillas - Pero no tengo tiempo ahora de esto, vamos hermanita - Agarró mi mano y comenzó a tirar de mí hacia el sofá. Miré a Edward un poco sorprendida, me apretó la mano para tranquilizarme y luego nos siguió en silencio junto a su hermano y sus padres que me dirigieron una mirada de disculpa.

Alice se sentó y tiró de mi echándome a su lado. De repente me abrazó y yo la miré sin saber que hacer. Se separó de mi y me miró con ojos brillantes por la emoción.

-Lo siento. Es que estoy tan feliz de que estés aquí y de que Edward por fin te haya encontrado. No sabes lo mucho que ha cambiado -dijo sonriente.- Además, necesitaba a alguien nuevo para ir de compras, y seguro que encuentro algo para que Edward y tú lo paseis bien -añadió guiñándome un ojo pícaramente mientras yo me ruborizaba de nuevo. En ese momento por la puerta entraron Rosalie y Emmett. Bajé la vista cuando Rosalie me fulminó con la mirada.

-¿Qué es eso Allie? -preguntó Emmett señalando la caja. Alice sonrió misteriosamente.

-Esto es Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse y Amanecer -explicó colocando 4 libros gordos, de tapa dura y que llevaban esos títulos con varias iimágenes sobre la mesa. No se por que sentí un escalofrío recorrrer mi espalda al mirar esos libros.

-Nunca había oido hablar de esos libros ni los he visto en la librería -objetó Carlisle con el ceño fruncido. Alice sonrió.

-Eso es porque solo existen estos ejemplares, son exclusivos -explicó.

-Alice, cielo, eso es imposible -replicó Esme.

-No, no lo es porque... -pero entonces la interrumpí. Acababa de fijarme en la edición que figuraba en el lomo de los libros.

-Porque aún no han sido publicados -susurré y los rosotros de 7 vampiros se giraron hacia mi, 6 denotando sorpresa y otro, el de Alice, con una expresión que claramente decía: ''Bienvenida a la familia hermana''.