ACLARACIONES: Los personajes no son míos, son creación y obra del mangaka Masashi Kishimoto
Capítulo beteado por Flor Carrizo, Betas FADD
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Este capítulo esta dedicado a Gesica que me estuvo motivando a subir este capítulo que ya tenia pero no había podido subir por muchas cosas que pasaron en mi vida académica y profesional
Capítulo XXV
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Hace mucho que no era feliz (parte 2)
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Un día más de esta vida de soledad y ausencia, lo mejor es enfocar este momento de mi vida, pero ahora sólo me queda seguir viviendo y no pensar como si fuera una nena. A veces me siento abatido con días como estos, más a un día de la tragedia familiar.
Sin embargo, por una vez, esa soledad no me encierra en su esfera de sufrimiento y de recuerdos, donde las lágrimas y el dolor se acumulan; por una vez me siento lo suficientemente fuerte para afrontarlo sin tener que beber o consumir algo como de antaño. Por una vez, me siento bien, pero no quiero darle nombre ni forma a la razón de mi calma, que si lo tuviera sería color cereza.
Mi día, como cualquiera desde que estoy en la universidad, es tan aburrido que cualquiera moriría de sólo escuchar esas clases que a veces dan los senseis. Sin embargo, hoy no presté tanta atención como otros días, porque desde hace unas horas llevo maquinando la forma para que ese cerezo sea mío cuando más lo necesito.
Si mis cálculos no fallan y, el hecho que hiciera que Juugo se metiera en los archivos de la Universidad para conocer sus horarios, ella debe de estar en la clínica de Institución o en el Hospital. La decisión es complicada, porque en ambos lugares debo ser cuidadoso, porque hace un año me vi liado con algunas enfermeras que, hasta la fecha, me niegan la entrada a él.
Así que debo planear completamente mi estrategia para poderla ver, pero en ese momento recordé que Reira-san —la madre de Sakura— me dio su número de teléfono, así que eso me da una gran idea.
—¿Reira-san? —Marco al salir de mis clases.
—Sasuke-san, me alegra que me marcaras, ¿qué pasa? —me dice con un tono muy dulce, que me recuerda a Mikoto.
—Sólo quería saber dónde está Sakura —le respondo con un tono casual, pero sin dejar el respeto—, es que la quiero invitar a salir.
—Ya veo —me contesta con un tono de emoción y alegría—. Ella está en la clínica y de hecho voy por ella, pero ya que la quieres invitar, deberías de pasar por ella si ya tienes el día libre —me ofrece como si me diera la mejor idea de mundo.
—Me parece bien y no se preocupe, yo la llevo… —Pero en ese momento me interrumpe.
—No hay problema, yo sé que contigo está segura. —Si ella supiera la verdad—. Así que si ella desea quedarse hasta tarde, sólo que me avise o tú me marcas de nuevo para saberlo.
—Está bien —le respondo con calma, en verdad es una gran madre, aunque si de verdad me conociera no me aceptaría tan fácil—. Entonces yo le marco más tarde para contarle el plan.
—Claro, bueno, tengo que cortar, aún me quedan más pendientes que realizar —me dice complacida con mi respuesta—. Sayonara, Sasuke-san.
—Sayonara, Reira-san —contesto con una sonrisa que no puedo quitar, al menos es un paso menos.
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Ya me encuentro frente a la clínica y, aunque es un poco tarde, veo que Sakura aún espera que llegue su madre, así que vuelvo a valorar mis opciones para acercarme a ella… Por un lado está que ella aún no acepta la dieta y, por otro lado, cuando ella se entrega, es algo mágico y que no puedo desperdiciar tan fácilmente, y menos sin que se termine este mes. Sin embargo, aquí gana mi egoísmo que me dice que actúe de forma rápida antes de que logre verme y se aleje de mí.
Así que me acerco con pasos sigilosos y, evitando que alguna de esas enfermeras, que tanto me odian, esté cerca de ella, por lo que al llegar a su espalda, le doy un pequeño golpe que la deja inconsciente y recargada sobre mi pecho para evitar que se lastime. La cargo con cuidado y delicadeza hacia mi vehículo y la recuesto en la parte trasera para llevarla.
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Han pasado cerca de dos horas y ella aún no despierta, lo que me comienza a preocupar, creo que fui un poco agresivo con el golpe… Pero no debería estar pensando como si fuera una chica, yo sólo la quiero por su coño, por nada más. Es por eso que me decidí a amarrarla a una silla para que no se moviera y con los ojos cerrados no viera en caso de despertar antes de tiempo.
—¿Dónde estoy? —La escucho preguntar lo que me alerta de nuevo.
La observo por más tiempo del que tenía pensando viendo su rostro asustado, como si fuera un gatito y mordiendo su labio con desesperación al sólo escuchar mis pasos al acercarme a ella.
—Por favor suélteme, mi familia no tiene dinero para esto —me dice con más miedo.
—¿Quién dijo que quiero dinero? —le respondo con altanería.
En ese momento noto que ella reconoce mi voz, la veo fruncir su ceño y apretar sus dientes que se escuchan rechinando con furor.
—¿Por qué lo hiciste? —me pregunta con molestia.
—Porque mañana empieza la dieta completa —le digo como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Por qué lo hiciste? —me reitera la pregunta.
—Porque mañana empieza la dieta completa —le repito algo molesto.
—Ese no fue el trato, Sasuke, eso no se puede —me dice con un tono más irritante.
—Hmp. ¿Estás segura? —le pregunto serio.
—Sasuke, en serio yo no quiero esto. Además suéltame —me exige con su voz más agitada.
—Lie —le respondo tranquilo.
—¡Sasuke suéltame! —me grita.
En verdad cuando quiere puede volverse muy, pero muy, irritante y más porque no soporto que alguien comience a gritar y menos con ese tono donde me exige que haga algo por ella.
—Claro, atracción física. —Escucho que susurra.
—Así que es eso…—le digo con sorna—. Vamos, repítelo —pido acercándome después de verla callada
—No he dicho nada. —Y veo como aprieta más la mandíbula y sus mejillas rosas la delatan.
—¿Segura? —le pregunto aún con sorna—. Vamos, dilo de nuevo. —Me acerco a sus labios, esos apetecibles labios con sabor dulce y adictivo.
—Lie —me responde con una negativa y con las mejillas más sonrojadas.
No puedo evitarlo y caigo en la tentación de sus labios, besándola suavemente. Por Kami-sama, no la beso como imaginaba, sólo es un beso cálido y lleno de… ¿ternura? Suena a bazofia, pero así me sabe, aquella miel es más suave y menos demandante de lo que deseaba. En verdad me siento tranquilo y me alegro mientras comienzo a quitarle las ataduras que con tan poco esfuerzo le coloqué en los tobillos. Cuando llego a sus manos, siento una ráfaga eléctrica atravesarme por todo mi cuerpo, pero la ignoro hasta terminar de desatar sus manos y sentir como atrapa con sus brazos mi cuello y yo abrazándola de la cintura.
—Hmp. Sólo falta esto —le digo tocando el vendaje de los ojos.
—Hai —me responde aún sonrojada.
—Te lo quitaré —le ofrezco hasta quitárselo.
Al abrir sus ojos veo como, poco a poco, se adapta a la luz del atardecer y comienza a mirar mi habitación que, con el paso de los años, cambió demasiado.
—¿Es tu habitación? —me pregunta con curiosidad, sus ojos no me engañan.
—Hai —le respondo con el tono usual.
—Qué carácter —bufa ofendida—, ¿ahora puedo irme a mi casa?, sabes que tengo una agenda que cubrir.
—Eso no es posible, como te dije —murmuro y la miro a los ojos—. Mañana empezaremos a temprana hora la dieta, así que hoy no podrás salir de esta casa —le advierto serio.
—¿Acaso estás loco? —me pregunta alterada—. Te estoy diciendo que me tengo que ir, no te lo estaba pidiendo. —Se pone peor—. ¡Te lo estoy exigiendo!
—Hmp. Lie —le respondo molesto—, no hay forma que puedas salir de aquí.
—¡¿Qué?! —grita más molesta—. ¡Mañana tengo clases y muchos pendientes que hacer, sabes que este mes es el último y terminando con exámenes finales!
—Cálmate —le exijo mientras detengo sus hombro para que no se mueva—, ya está arreglado todo eso.
—¿Qué dices? —me responde aún alterada.
—Arreglé todos esos pendientes, hasta con tu madre... —Que fue la primera en estar feliz con la idea, pienso irónicamente—. Le dije que tenías que ayudarme con algunas cosas y que te quedarías con mi hermana —le miento, la verdad le dije que sería una cita por tener un mes saliendo.
—¿Tienes una hermana? —me pregunta asombrada.
—Lie, pero Reira-san lo creyó —le miento nuevamente, la verdad es muy fácil engañarla.
—Me rindo —me dice con un suspiro—. ¿Qué piensas hacer ahora? —me pregunta.
—Por ahora debemos descansar —le respondo con calma—, mañana empieza la dieta.
—¿Dormiré aquí? —me dice de nuevo alterada.
—Ven. —Le tomo la mano.
Salimos de mi habitación y la llevo a una de las tantas habitaciones de huéspedes, que no son tan grandes como las de mi familia, pero no están tan mal y además de manera constante el servicio se encarga de limpiarlas y arreglarlas para alguna de mis fiestas.
—Impresionante. —Veo como admira la habitación.
—Esta será tu habitación por esta noche —le hablo con mi usual tono.
La habitación la había mandado a preparar desde temprana hora, asegurándome de todos los detalles e inclusive mandé a pedir algunos conjuntos de ropa y zapatos que sólo a ella le quedarían.
—Arigato —me dice de forma respetuosa.
—No es nada, ahora descansa. —Sonrío mientras me acerco a la puerta.
—Oyasumi Nasai —me dice con una cálida sonrisa.
—Oyasumi Nasai —le respondo mientras salgo de su habitación.
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Regreso a mi habitación mientras recuerdo mandarle un mensaje a la madre de Sakura para que no se vaya a preocupar por su ausencia de este día y de mañana. Además no quiero convertirme en su enemigo, ahora que tengo su confianza y su seguridad.
No pasan más de cinco minutos cuando me responde que no ve el menor inconveniente, así que me dispongo a cambiarme de ropa y pensar en dormir al menos un poco más, porque, si mi plan no falla, por una vez superaré estas desgracias estando lo más estable que he estado en muchos años y sin necesidad de hablarle al Dobe y a aquellos tres que no soporto a veces.
Después de cambiarme y ponerme más cómodo, trato de acostarme pero por más que lo intento las imágenes de mi madre sonriendo y dándome un beso para dormir o de las palabras de Itachi para consolarme después de la noticia, fueron peor que si me hubiera pasado un maldito tren por la cabeza. Pasaban los años y aún me seguían atormentado con esas ideas.
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No lo puedo soportar, así que salgo de mi habitación para dirigirme al estudio de música donde me encuentro recordando mis odiosas clases de música que tenía que tomar mientras sentía que perdía tiempo de estar con mi hermano mayor. En esa época donde, con cuatro o cinco años, no recuerdo mucho eso, amaba ver a mi hermano haciendo sus pequeños cuadros que sólo hacía por complacer a mi padre.
Toda esa época suena tan perdida y lejana, a veces siento que sólo fue un sueño, en ese sueño me permitía ser tan feliz, al menos eso es lo único que guardo de esa época, esa felicidad que hubiera deseado almacenar y conservar en los siguientes años y que no supe conservar por ser sólo un niño caprichoso que tenía todo.
—Ojalá Itachi estuviera aquí… —Lanzo un suspiro a la soledad de la nada.
Nada era completamente eterno y mi hermano pudo saberlo y disfrutar un poco más de eso, al menos tuvo una buena vida y el último día en el hospital se pudo despedir y decirme que viviera mi vida. Fue algo así:
—Ototo debes de aprender a ser feliz…¿Sabes?, yo en estos años cometí varios errores y no supe enseñarte a vivir como hubieran deseado mis padres, pero ahora es tu turno de buscar tu propio camino.
Claro que en ese momento no dije nada, pero fue algo muy pesado porque no pude soportar ver como se apagaba su vida; sin embargo, pude estar con él y cuidarlo todos los días dentro del hospital. Ahora, con las cosas solitarias y vagas, no encuentro palabras para describirlo, en ese momento sólo el dolor y la amargura se sembraron en mí, pero ahora sólo la soledad me acompaña y me dice cómo seguir.
Comienzo a tocar un poco de Chopin de su época final para iniciar mi pequeño día, dándole la bienvenida a este día como todos los años, aunque a veces está acompañado de varios litros de alcohol y alguna que otra compañía de la marihuana y algunas anfetaminas para soportar el infernal día. Pero por hoy la música y la compañía que dejé en la planta alta es más que suficiente.
Jamás pensé traer a alguien fuera de mis amigos, pero con ella me siento un poco más en paz, al menos eso sentí antes, porque estar en esta habitación me recuerda todo mi dolor y toda la historia que formaron mis padres. Esa historia de amor que mi madre me contaba todas las noches y que yo escuchaba al lado de mi dinosaurio de peluche.
La historia, si la pienso ahora, era muy absurda, pero al leer los archivos de la herencia cuando quedé solo, entendí que eso era verdad, hasta el odio de mis abuelos y como sólo mi tío Madara ayudó un poco a mi padre, aunque sólo a escondidas porque todos creían que se odiaban, pero a mi madre le caía bien, por esa ayuda que jamás le dijo a nadie y que mis padres jamás mencionaron. Sólo lo supe hasta que mi tío me regañó y me hizo sentar cabeza con la universidad.
Ahora cambio por algo más moderno y paso por uno de mis grupos favoritos de la adolescencia y con una de mis canciones favoritas, porque no hay nada como My Inmortal de Evanescence. Esta fue de las primeras que aprendí a tocar con mucha pasión y más cuando tenía un mal día con mi hermano o recibía una llamada de mi querido tío Madara. También la tocaba cuando la soledad me aturdía, y más en días como estos y en una noche con una luna como esta.
Por un instante siento que alguien está cerca de mí, pero con tantos fantasmas de esta enorme casa, difícil creer eso. Al cambiar de canción, me giro y no encuentro a nadie, así que sólo veo que es parte de mi cabeza y mis deseos por ver algo más de vida en esta enorme mansión.
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Pasa un rato hasta que siento que mis dedos están agarrotados de tanto tocar, por lo que me levanto del piano y cierro la tapa que cubre sus teclas. Comienzo a escuchar ruido en la biblioteca por lo que me altero, algún estúpido ladrón.
—Por el bien de esa persona que sea sólo un ladrón —me digo muy molesto.
Al adentrarme en la biblioteca veo a la persona que más temí ver en este lugar y hurgando en el álbum que tanto había cuidado mi madre y terminé guardando en un lugar escondido para que nadie, absolutamente nadie, lo pudiera ver y notaran mi sufrimiento o, peor aún, alguien sienta pena por lo que ha sido mi vida.
—Así debería de estar. —La escucho que sonríe.
—Hmp… ¿así que eres una molestia? —le digo detrás de ella, sintiendo como la ira me domina
Siento como la ira me ciega completamente sólo pensando en la venganza por meterse donde no la llaman, porque el dolor se vuelve más intenso y profundo y sólo la veo dar la vuelta y la jalo con la fuerza que obtengo de ello, tirando el álbum y viendo el recorte que encontramos y guardamos Itachi y yo cuando supimos de ello y queríamos tener un recuerdo, para recordar que a pesar de ello éramos una familia.
—Hmp, ya que quieres saber más de mí —digo completamente ciego de enojo y jalándola con más fuerza— te la diré. Fugaku y Mikoto eran mis padres —continúo molesto pero sintiendo el dolor de nombrarlos de nuevo—. Al principio mis abuelos no les permitieron casarse, pero al final les permitieron que se mudaran a esta casa y, por muchos años, fueron felices junto a mi hermano y a mí. —De sólo recordarlo vienen a mi mente esos recuerdos.
El odio comienza a nublarme aún más y el juicio deja que mi cuerpo se llene de ella. La jalo con mayor fuerza, y con el dolor atormentando mi corazón frío y que desearía que estuviera muerto, sin tener que escucharlo latir con dolor y tormento.
—Pero cuando yo tenía cinco años salieron de viaje y murieron en un accidente. —Cubro mis ojos con mi cabello—. Nos quedamos sólo mi hermano y yo —murmuro, aún recuerdo esa noticia—, ambos nos cuidamos… —O eso intentamos, pero no lo hacía nada bien—. Pero cuando cumplí 16 años él enfermó y murió rápidamente. —Desde entonces odio los hospitales—. Los tres murieron en un día como este. —Tomo con más fuerza su muñeca—. ¿Eso era lo que querías saber de mí?
Durante todo el camino hacia la habitación sólo escucho su llanto, pero mi furia está controlando mi cuerpo y la compasión está muy lejos. Al llegar a la habitación la aviento con más fuerza de la necesaria y sus ojos se vuelven más asustados.
Me acerco a la cama como si fuera una fiera que devorará a un pequeño animalito asustado, por estúpida que suena la referencia sus ojos no me hacen ver nada más y, con gusto, mi dolor y odio se alimentan aún más de ello. En un solo movimiento arranco con fuerza cada prenda de ella y saco mi ropa en un solo segundo. No tengo cabeza para pensar en previos o prepararla, sólo deseo que ella sienta el mismo dolor que carcome mi cuerpo, este cáncer, dolor, odio, todo lo que me está llenando en este momento.
La penetro con más fuerza de la necesaria y logro ver dolor en sus pupilas, lo que hace que mi dolor se alimente y se haga moverme igual de rápido y duro. Jamás había lastimado a ninguna chica que no le guste ello, pero sus gritos y jadeos de dolor son mi alimento y aplico más fuerza para hacerlo violento y doloroso, pero no sólo para ella, al sentirla casi seca me lastima y me llena de odio y un poder que no conocía. La penetro hasta que siento como sus paredes se contraen y me drena por completo, dejándome tan vacío como me siento en este momento.
Salgo de ella sin el menor cuidado y me levanto de la cama, evitando su mirada al sentir como mis pensamientos vuelven y, a pesar de estar jadeando o algo parecido, sólo comienzo a sentir remordimiento. Me visto lo más rápido que puedo para no verla a los ojos.
—Hmp… la próxima vez que intentes saber algo más será peor. —No puedo evitar amenazarla al estar en la puerta y salir de la habitación con un duro golpe a ella.
Me retiro a mi habitación, donde me tiro en mi cama y comienzo a llenarme de culpa. Me doy cuenta que ella no debe de sentir lo que yo, pero tengo que buscar la manera de solucionarlo y al menos dormir un poco.
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Me despierto más temprano de lo usual, lo que me molesta por un segundo, hasta que recuerdo lo que hice el día de ayer con Sakura en un momento de desesperación y de dolor mezclado con odio.
Con eso en mi memoria, atormentándome, me levanto de la cama y me meto a la ducha a bañarme lo más rápido que puedo, mientras no dejo de pensar como reparar mi estupidez. Sé que no debería de importarme, pero ella es… ella es diferente y no merece eso.
Suspiro con esa idea en mi mente y trato de buscar un buen plan y que funcione o al menos elimine esa idea de mi mente, mientras me arreglo después del baño que sólo me atormentó más al pensar que ella no tiene la culpa de nada. Pero decido disculparme y hablar de ello con un buen desayuno, así que voy a la cocina a preparar algo y me decido por una tortilla de huevo acompañado de frijoles y algo de fruta con jugo fresco y café recién hecho. Después me voy a su habitación para despertarla.
Abro la puerta con cuidado y la veo hecha una bolita, como si aún tuviera miedo de que le haga algo parecido a lo de ayer, por lo que mi remordimiento se vuelve más fuerte; pero, a pesar de ello, me acerco a ella y dejo la bandeja frente a ella para que me vea y noto que está despierta.
—Sé que estás despierta —le digo avergonzado—, no te volveré a hacerte daño —le prometo.
Ella no me responde nada.
Me da un poco de gracia, así que levanto el edredón que cubre su rostro, pero ella no me deja y se vuelve a cubrir con él. La destapo nuevamente, necesito hablar con ella y disculparme.
—Necesito hablar contigo —le digo con un tono de vergüenza y con ganas de disculparme—, por lo de anoche.
Y ella seguía sin responderme en lo más mínimo, pero, aun sin verla, siento como me llena la culpa por lo que dejo mi cabeza gacha y oculta con los mechones de mi cabello.
—Quería pedirte una disculpa —comienzo a hablar—, anoche no era yo.
Espero ver alguna respuesta, pero aún no me habla.
No puedo evitar la vergüenza de ello, por lo que evito su mirada hasta que siento como su mirada se cruza con la mía y no puedo ocultar de sus ojos mis sentimientos de siempre y unidos a la pena que siento por lo que hice.
—Siempre en estas fechas prefiero estar solo… —le hablo con la verdad—, así puedo estar solo con mis recuerdos —le expongo la razón, o parte de ella, por la que perdí el control de todo.
—Comprendo —me dice con su voz suave y apagada.
—No me gusta tener demasiada compañía, sólo pensé que nada pasaría si te quedabas por esta noche aquí —murmuro con un suspiro de pena—, sólo seguiríamos con el trato.
La veo callada y como sus ojos se vuelven más tristes y opacos.
—Pero me alteré mucho al ver esa foto de mi familia… —Siento un nudo en mi garganta—. Son muchos años, pero parece que nada cambia. —Aprieto mis puños con fuerza—. Sólo parezco un niño pequeño.
Al terminar de sincerarme con ella, veo cómo se levanta lentamente y toma mis manos, por lo que juntamos nuestras miradas en un momento único, porque en ella no hay esa pena que pensé que tendría, sólo compresión y un toque de dulzura, como si intentará alejarme de todo el dolor.
—Por eso venía a pedirte una disculpa por lo todo lo de ayer, no era mi intención —le digo aún con el nudo en mi garganta y todos mis sentimientos a flor de piel.
—No digas eso —me dice con total sinceridad en su voz—, no pasó nada.
Nunca imaginé que en su corazón pudiera existir tal perdón o compasión, pero lo importante es que me logró perdonar y eso me alegra mucho, tanto que ni siquiera me di cuenta que me iba a abrazar hasta que siento sus brazos envolviendo mi cuerpo y le correspondo el abrazo.
—Arigato —le digo con sinceridad.
—Sabes por hoy podríamos dejar esa dieta —me sugiere.
—Hmp… —le respondo hasta que siento su risa—. ¿Qué es gracioso?
—A pesar de todo nunca cambias. —Me sonríe aún estando abrazados.
—Hmp, ¿qué idea tienes para hoy? —le pregunto—. Ya que hoy es tu día, ya había dejado libre este día —le miento al ver que no tenía para nada una idea mejor que lo que ella sugiere.
—Creo que tengo una idea —me dice entusiasmada—, puesto que ayer no me dejaste conocer nada de esto, quisiera saber un poco de este lugar —me pide sonrojada y con una sonrisa tímida.
—Bien, sólo será el lugar —le digo con una sonrisa.
Después de eso me levanto para que vea la comida y me mira como si fuera a perder de ello.
—¿A dónde llevas eso? —me pregunta muy inquieta y se levanta con todo y edredón.
—Empezaremos con el comedor —digo con una sonrisa engreída—, así que te espero en media hora.
—Hai —me responde mientras le sonrío con una pose de chico malo.
Me retiro de su habitación con calma mientras me dirijo a calentar la comida un poco más, para que cuando baje todo esté caliente y podamos comer juntos.
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Ella ha tardado demasiado, no puedo esperar a que ella termine. Lleva casi una hora encerrada y no es que me queje por comer, pero me desespera que me dejen esperando y más por tanto tiempo, ni siquiera le he tolerado eso a Naruto, mucho menos a ella que me ha tenido de cabeza y confundido.
—Hmp, ¿por qué tardas tanto? —le digo molesto en la puerta de baño—, llevas casi una hora, mejor dicho es una hora —le digo molesto.
—No me fije —me responde con su tono inocente.
—Ya no te puedo esperar más —afirmo aún más molesto y apretando la mandíbula.
En ese momento escucho un gran ruido y movimiento dentro del baño, hasta que la veo salir. Su pequeña silueta en medio del vapor que proviene del baño y que acompaña a su radiante figura y aquellos pequeños pasos gráciles y sofisticados que da sin que se dé cuenta, eso que vuelve loco a cualquiera y más a mí, que me comienza a cambiar.
—Sólo falta que me arregle el cabello —interrumpe los pensamientos que tengo de ella.
—Hmp… —Me siento al pie de cama y cruzo los brazos—. ¿Cuánto tiempo será?
—Si me arreglo bien, como una hora más —me provoca—, así que lo menos sería una media hora más.
—Es demasiado tarde —le digo con la mandíbula apretada.
—Hoy es mi día y podré tardarme lo que quiera. —Toma su cepillo.
—No te aproveches —le advierto.
Jamás imaginé que mirar como alguien cepilla su larga melena fuera una experiencia tan sensual y enigmática. Su larga melena color cerezo moviéndose en un suave vaivén es algo digno de admirar, es como recordar sus pequeños pasos al caminar o el movimiento que da el viento, es como ver un pequeño pétalo ser movido por el viento que inclemente sólo lo hace flotar. Alejo mis pensamientos de su curso que, por un momento, me alejó de mi objetivo y, en cuanto veo que terminó, la llevo directo al comedor.
—Ahora sí, comienza el recorrido —le digo con simpleza—, ya no puedo esperarte más. —Ni perderme en mis pensamientos.
—Hai —me responde mientras llegamos al comedor.
Cada parte que ella logra ver de la casa es como si fuera un dulce o la cosa más maravillosa del mundo, yo simplemente lo veo como aquella jaula que hubiera abandonado si eso me permitiera sólo ver a mis padres una vez más o tener, aunque fuera, una pelea o discusión con Itachi, pero sé que sólo queda la jaula de oro como recuerdo de ellos y muchas responsabilidades que todo el tiempo que recuerda mi tío.
Como siempre, alejo todo eso para darle su lugar en la mesa, aún hay ocasiones que recuerdo las clases de modales que mi tío me obligó a tomar junto con Itachi.
—Ahora puedes preguntar lo que sea —le digo al ver su pequeño sonrojo y el brillo en sus ojos.
La veo tan absorta en sus pensamientos que me parece verla más pequeña e inocente que cuando la conocí, viendo esa ilusión por saber cómo si fuera una niña de dos o tres años que todo le da curiosidad, pero aún así no me dice o pregunta nada de sus dudas.
—¿No preguntarás nada? —La hago aterrizar en este momento.
—No sé por dónde empezar —me dice lo que ya había notado.
—Te contaré la historia del lugar… —Al menos eso no es doloroso—. Así podrás preguntar un poco más.
—Hai —me responde mientras acomoda su servilleta con elegancia y sólo la imito.
Hablar de aquellos relatos que me contaba mi padre para recordarme quién era y mi responsabilidad, aunque sólo fuera como apoyo a Itachi, es fácil o más fácil de lo que nunca imaginé, porque no me llegan esos tormentosos recuerdos, sino aquellas pocas charlas con papá o aquellas con mi madre que conocía tanto a la familia, porque su familia siempre sirvió a la casa Uchiha o, al menos, eso lo sabe desde que llegaron a este lugar.
—Esa es la historia de cómo llegamos a este lugar —le digo al terminar de desayunar—, ahora sígueme. —Me coloco detrás de ella para mover la silla.
—Hai. —La ayudo a levantarse.
—Te enseñaré el resto de las habitaciones. —Tome su mano y entrelace sus dedos con los míos.
La llevo a mi lugar favorito que, a esta hora del día, da una vista estupenda y que es el único lugar donde puedo terminar de expresarme y ser yo mismo, pero su torpeza la hace terminar en el piano y hace sonar algunas teclas. Eso me molesta porque lo puede desafinar.
—¿No te han dicho que eres torpe? —le pregunto.
—Lie, jamás —me dice negando con la cabeza.
—¿Al menos sabes tocar el piano? —le pregunto acercándome a ella.
—Lie —me responde—, siempre quise aprender, pero nunca he podido.
—Te enseñaré. —Me acerco a ella para sentarme a su lado.
Me parece más tierna al ver como sus manos se mueven, por lo que hago todo por mantener mi paciencia al máximo. Ella resulta ser digna de tocar, porque a cualquier cosa que le explico, me presta completa atención y eso es lo más que he logrado con alguien a quien he intentado instruir en el arte del piano, aunque nada le quita lo torpe sus dedos.
—Tranquila, sólo escucha la música —le digo para que no se preocupe, es su primera vez con ello.
—Hai —me responde pero aún sigue con su torpeza y la veo desesperada.
—Cierra los ojos —le pido al ver que no siente la música—, ahora sigue el sonido.
Eso funciona, ya que comienza a relajarse, no aprieta más sus labios y sus hombros se vuelven más suaves, recordándome lo suave que es su piel de melocotón. Comienzo a tocar una canción que sé que ella escuchaba una de las primeras veces que la vi, antes de todo esto y que, por extraño que parezca, ella comienza a cantar con su voz melodiosa y que desconocía de su talento. Me envuelvo tanto en su voz que, con la última estrofa, la beso, pero es un beso diferente, sabe dulce y me demuestra sentimientos que no sabía que estaban ahí.
—Sigamos con el recorrido —le dije para poderme separar de ella y lo que me hizo sentir.
—Hai —me responde abriendo sus jades ojos y tomando la mano que le ofrezco.
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Al terminar la primera parte del recorrido, caminamos de regreso al comedor donde nos espera una comida de tres tiempos que hace mucho no lograba concluir, pero que hoy me sabe diferente y más apetitosa; posiblemente se deba a la compañía que tengo el día de hoy y no tener que soportar los malos modales de Naruto o las cosas desagradables que dice. Durante la comida, le platico algunos detalles más de la casa y sus espacios que tanto han admirado mis ancestros.
—Los lugares que más le gustaba a mi hermano y a mí, están retratados en muchos cuadros que rodean la casa.
—Ayer vi un cuadro de esos —me confiesa—, uno donde sales tocando el piano. —Tenía que ser aquel.
—Ese lo hizo mi hermano, en el último de mis cumpleaños que pasamos juntos. —Recuerdo ese día—. Poco después fue cuando enfermo. —Ese cumpleaños lo odié, porque fue cuando supimos la noticia.
—Se nota que te amaba mucho. —Me sonríe—. Esa es una verdadera obra para un museo, tenía un gran talento que jamás había visto.
—Siempre tuvo talento para ver las cosas que no son fáciles de apreciar y hacerlas una obra de arte —recuerdo con melancolía lo que decía de la belleza.
—Por eso debes de estar orgulloso, vio tantas cosas que ahora están plasmadas en esos recuerdos.
Tomo su mano al escuchar esas palabras, que ciertamente deseaba escuchar hace mucho, y seguimos comiendo con un silencio tan cómodo que olvido que ese mismo silencio me acompaña en la soledad.
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Termino de enseñarle el resto de la casa, mostrando algunos retratos y fotografías que son parte de la casa, como de mi apellido y mi pasado. Todo se lo muestro, menos el estudio de papá.
—Esa es la parte baja de la casa —le digo con calma.
—Hai, toda la casa es hermosa y tiene mucha historia —murmura con una sonrisa.
—Ahora ven… —La llevo hacia los jardines.
—¿A dónde vamos? —me pregunta con curiosidad.
—Quiero que conozcas los jardines. —Sonrío caminando hacia los jardines y veo que fue una buena oportunidad, ya que el tiempo aun está cálido y el sol aún no se oculta—. Este camino fue hecho para los primeros vehículos que trajeron a la mansión, con el tiempo pensaron en cambiarlo pero decidieron que era mejor dejarlo así —le digo al ver el camino.
—Me gusta mucho ver el camino así. —La veo observar sus pies que se mueven lentamente.
—A mí también. —Camino a su ritmo sin preocuparnos de las horas, sólo en paz y calma—. Quisiera que viéramos el atardecer en otro lugar. —Mientras atravesamos el jardín.
—¿A dónde? —me pregunta curiosa.
—A este… —Señalo el jardín de rosas y el pequeño lago que lo acompañaba.
—Maravilloso —me dice con admiración.
—Era el lugar favorito de mi madre, ella mandó a plantar todo ese jardín.
—Tenía un excelente gusto, es como un sueño. —Sonríe emocionada y se aleja de mí para ver las rosas que, hasta la fecha, mando a cuidar y lo hacen como si mamá estuviera viva—. ¡Qué frío! —exclama al cubrir su cuerpo con sus brazos y como sus mejillas pierden color.
—Así son las tardes de otoño aquí, así que ten… —La cubro con una cobija.
—Arigato. —Veo que sus mejillas adquieren de nuevo color.
—¿Te quieres meter a la casa? —pregunto al ver que su cuerpo es más pequeño y delicado que el mío.
—Lie, quiero estar un poco más acá —me dice feliz de ver el lugar.
La voy acercando hacia la orilla del lago, donde nos sentamos a observar las estrellas. Aunque, por más bella que es la vista, no puedo apartar la mirada de ella, en verdad es muy hermosa y no sólo físicamente. Sus ojos muestran tanta belleza, es como ver dos jades que te pueden dar un poco de felicidad si sólo te observan. Mi mirada es tan fuerte que ella voltea a verme y, sin poderlo evitarlo, la comienzo a besar con necesidad, pero sin dejar de ser un beso lento, y la estrecho en mis brazos.
Ella me corresponde abrazándome del cuello y, poco a poco, la voy recostando en el pasto. Su lengua sigue a la mía en cada movimiento y su sabor me envuelve, es mi dosis de droga favorita. Su boca tiene un sabor adictivo, pero hoy su sabor es más fuerte. Poco a poco, bajo a besar su cuello, que comienzo a marcar, junto a sus hombros al retirar sus tirantes.
La escucho gemir al pasar mis manos por sus pechos que son ideales para mis manos, agradezco que no sean plásticos como el de la mayoría de esas mujeres que me buscan y con las que tengo un polvo o dos, pero no más. Con ella todo es diferente y nuevo, cada vez que estoy con ella no es sólo follar, porque, por más que trato de hacerlo como siempre, no es igual. Al quitar su blusa es como verla y sentirla por primera vez, quito su sostén y saboreo su saber, aquel que sabe a cereza, dulce y adictivo. Ella me quita mi playera y comienza a mover sus dedos por mi abdomen y a bajar al inicio de mis pantalones, lo que me vuelve loco y, sin pensarlo, le quito los jeans con todo y bragas.
—Necesito sentirte ya —le digo al terminar de quitarle su ropa.
—Yo también —me responde al tiempo que la beso.
Mientras la beso, ella termina de quitar mi última prenda, lo que lo hace más interesante, ya que ella aún es más tímida que no lo imaginé.
La penetro lentamente, sintiendo como nunca su cuerpo. Me muevo un poco más rápido conforme escucho mi nombre saliendo de sus labios y yo la imito con su nombre.
No puedo recordar la última vez que estuve así, disfrutando de follar, pero con una mejor sensación, una entrega más íntima, hasta llegar al orgasmo y en verdad sentir que soy un invencible, que puedo enfrentarme a cualquier cosa. Aunque evite correrme en su interior, fue putamente fantástico y decirle lo increíble que es follar con ella, me hace pensar que no olvidaré tan pronto este momento.
Al relajarme completamente, nos cubro con la cobija y me acomodo a dormir y, como siempre separándome lo más que me permite mi mente de ella, me quedo dormido al instante.
Elaine Haruno de Uchiha