Disclaimer:Nurarihyon no Mago pertenece a su autor, Shiibashi Hiroshi, o en su defecto a las personas en las que haya delegado sus derechos.
Summary: ¿Qué pasaría si Rikuo tuviese otro hogar, otra familia, otros seguidores? Muchas cosas cambiarían, pero nadie dijo que ser el Señor de la Oscuridad de Kyoto sería más fácil que ser el Comandante Supremo del Clan Nura.
Prólogo
Castillo Nijō, Kyoto
Donde antes había reinado el fragor y el caos de la batalla, ahora todo era silencio y calma. No era la paz del final del conflicto, sino el mudo horror ante la escena dantesca que se representaba en lo alto de la antigua fortaleza japonesa.
Empalada en una pared medio derruida, Hagoromo Gitsune, la Señora de los Youkai de Kyoto, intentaba respirar a duras penas entre esputos de sangre. Sus ojos negros, envueltos en una visión cada vez más borrosa, se posaron sobre su adversario, que se erguía henchido de confianza mientras sujetaba con fuerza la katana que mantenía a la infortunada kitsune clavada contra el muro.
—Oi, Hagoromo Gitsune. Tienes muy mal aspecto. ¿Necesitas ayuda?
Así se burlaba Nurarihyon, el General Supremo del Clan Nura, el Amo de los Seres Sobrenaturales de Edo, aquel que había traído el fuego y la destrucción de la guerra a la antigua capital imperial. No había en su fuerza o apariencia rastro alguno de los cuatro siglos que había contemplado, pero sí una determinación fría y sanguinaria impropia del demonio tramposo que se suponía que era. Aunque su cuerpo, cubierto de tatuajes budistas, mostraba las marcas de la reciente pelea, Nurarihyon se sentía exultante y victorioso. A su lado, varios miembros selectos de su Hyakki Yakou se mantenían en guardia.
—¿Qué dijiste la última vez que bailamos al son de las espadas? Ah, sí, ya me acuerdo: que yo era "una criatura estúpida e insensata, incapaz de comprender el poder de Kyoto" y mis camaradas "un puñado de gusanos lamentables que ni siquiera entretienen". ¿Qué dices ahora, Hagoromo Gitsune?
Aún gravemente herida, la interpelada sonrió con suficiencia a su atormentador.
—Un yakuza siempre será un yakuza.
—Demostrando un orgullo digno de los youkai de Kyoto hasta el final —asintió Nurarihyon—. Tranquila, esta vez me aseguraré de terminar lo que empecé hace cuatrocientos años en el castillo de Osaka. Te diría que no te va a doler mucho, pero mentiría.
Hagoro Gitsune sufría con cada bocanada de aire que daba, pero le quedaban fuerzas para decir:
—Yo no maté a tu hijo.
La fachada de autocontrol del General Supremo se resquebrajó. Su ira afloró como un volcán.
—¡Tú provocaste su muerte! —gritó a los cuatro vientos—. ¡Tú y el bastardo de tu cachorro me habéis causado más dolor del que puedo expresar con palabras! ¡Hoy ha llegado el día en que me cobraré todas las deudas! —su furia se perdió en un susurro final—. Por fin veré cumplido mi mayor deseo...
Los pálidos labios de Hagoromo Gitsune se curvaron en una expresión de desdén.
—No sabes lo que estás diciendo —masculló.
La rabia volvió a refulgir en los ojos dorados de Nurarihyon. Esta vez no contestó. Simplemente giró la empuñadura de su espada, causando un dolor indecible a la monocromática figura que seguía empalada contra la pared. La líder de los youkai de Kyoto gritó, o mejor dicho, tosió violenta e incontroladamente. Sus nueve colas, inmovilizadas por cuerdas y cuchillos, trataron de liberarse sin éxito.
De repente, una voz atronó en la cúspide del castillo Nijō:
—¡DEJADLA EN PAZ!
Las cabezas de todos los presentes se volvieron hacia quien así había hablado.
Era Rikuo.
Armado con su espada larga, la Ichibi no Tachi, el joven señor de los ayakashi de Kyoto se plantó en medio de la dolorosa escena. Sólo una persona osó interponerse en su camino. Setsura, la temperamental Yuki-Onna, se encaró con él. En su expresión se leía no solamente el odio por los enemigos del hombre que había amado y aún amaba, sino también la preocupación por el ser que más quería en toda la creación.
—¡Tú! ¿Qué haces tú aquí? ¿Dónde está Tsurara? ¡¿Qué has hecho con mi hija?
La temperatura alrededor del chico empezó a bajar a una velocidad alarmante. Los youkai menores del Clan Nura decidieron que era un buen momento para situarse a una distancia prudencial. Rikuo ni siquiera se inmutó. Sólo tenía ojos para Nurarihyon. Siguió avanzando. Setsura iba a lanzarle una ola de afilados carámbanos cuando una figura adorable y familiar se asomó a la última planta del castillo.
—¡Espera, mamá! ¡Estoy aquí, estoy bien!
Al momento Setsura se olvidó de todo lo demás y corrió al encuentro de Tsurara que entonces se estaba incorporando después de una apresurada subida por los niveles superiores de la fortaleza. La mayor de las Yuki-Onnas, visiblemente aliviada, apretó entre sus brazos a su hija y luego la examinó de arriba abajo.
—¿No te ha hecho daño? ¿No estás herida?
—Estoy bien, de verdad —repuso Tsurara, un tanto azorada por semejantes atenciones maternales en mitad de un campo de batalla—. ¡Pero escucha ahora, mamá! ¡El joven amo de los Abe me lo ha contado todo! ¡No es nuestro enemigo!
—¿Qué tonterías estás diciendo, hija mía? —censuró Setsura—. Te has dejado embaucar por ese zorro, tan taimado como todos los de su ralea.
—¡Pero...! —trató de protestar Tsurara. Su madre la mandó callar.
—Espera a que el General Supremo se encargue de él y entonces podremos hablar todo lo que quieras, Tsurara. Hasta ese momento, guarda silencio.
Silencio precisamente era lo que reinaba en lo alto del castillo. Como si fuera una obra de teatro antiguo, en aquella representación macabra sólo existían Rikuo, Nurarihyon y la malherida kitsune.
—Vaya, vaya, ¿quién tenemos aquí? Pero si es el mismísimo nieto de la zorra traicionera.
Rikuo alzó su arma, la hoja apuntando a Nurarihyon.
—Suéltala. AHORA.
El General Supremo chasqueó la lengua, haciéndose el ofendido.
—¿Alzando la voz a tus mayores? Pensaba que en Kyoto enseñaban buenos modales a la gente. Pero como yo no soy el villano aquí, zorrito, por esta vez te haré caso.
De un movimiento seco y rápido, Nurarihyon extrajo su katana. Hagoromo Gitsune se derrumbó sobre el suelo, sus nueve colas aún inmovilizadas. Intentó alargar la mano hacia Rikuo, pero apenas le quedaban fuerzas para susurrar:
—No... Rikuo, por favor... Aquí no... El sello...
Su nieto no la escuchaba. Ardía en él una cólera fría como el acero. Empuñó su espada larga con las dos manos, en una posición de guardia. Nurarihyon, por su parte, sostuvo su katana con una mano y la expuso a la luz de la luna.
—Nenekirimaru —explicó el youkai de Edo a su adversario—. Una espada exorcista robada de las manos de los onmyouji Keikain hace cuatrocientos años. Fue fabricada por el genio Hidemoto el Decimotercero con un único cometido en mente: destruir a los youkai. No estoy seguro de si podrá matar a alguien que es tres cuartas partes humano, pero estoy dispuesto a hacer la prueba.
Rikuo dio un paso adelante.
—Cuando quieras, oh General Supremo Nurarihyon.
Su rival le imitó.
—Allá vamos, joven Abe no Rikuo.
Notas adicionales:
Bueno, mis planes eran escribir una versión del Entrenador de Líderes para el universo Code Geass y allí se acabarían mis andanzas en Fanfiction por una larga temporada (o para siempre). Sin embargo, acaban de publicar el manga de Nurarihyon no Mago en mi país y me ha dado la inspiración de escribir algo largo y en español sobre esta serie, que creo que está un tanto minusvalorada. Una lástima, a mi me engancha mucho. En fin, quiero hacer un experimento de dar una vuelta de tuerca a la situación (los What if? son una de mis debilidades), pero no sé si a la gente le gustará.
Más cosas:
* Aunque se conoce a Hagoromo Gitsune en Nuramago como la villana por excelencia de la saga de Kyoto y de la segunda temporada del anime, su personaje está basado en uno de los pocos youkai universalmente aceptados como benéficos, lo cual me sorprendió bastante. Además, su hijo no era el Anticristo youkai, sino el equivalente japonés del mago Merlín, bueno y sabio a partes iguales. Por el contrario, el Nurarihyon mitológico es como un duende travieso que no hace más que molestar a las personas. No obstante, mi fuente principal para esta historia seguirá siendo Nuramago.
* Como habréis podido comprobar, este prólogo es un flashforward para abrir el apetito. El Clan Nura aparecerá, garantizado, pero tardará un poco.
* Prometo que no habrá OCs. De la pluma del autor han salido decenas y decenas de personajes, como para tener que inventar nuevos. Eso sí, rescataré un personaje del oneshot que dio pie a la publicación de Nuramago, para no tener que trasladar sin sentido a gente desde Tokio a Kyoto.
* No tengo claras las parejas. RikuoxTsurara es mi favorita en el canon, pero si quiero hacer un universo alternativo decente, he de mentalizarme de que este es un contexto diferente y que las relaciones no van a ser las mismas entre los personajes. Acepto sugerencias ;-)