Disclaimer: Dragon Ball no me pertenece. La serie y sus personajes son propiedad de Akira Toriyama, el «gran culpable» de que muchos escribamos fics.

Hago esto por amor.


Advertencia: Este fanfiction contendrá temas delicados que, a lo mejor, podrían herir sensibilidades. Les aseguro que voy a ser muy respetuosa y me voy a informar todo lo posible para que estos temas no sean tratados con ligereza.

Se recomienda leer la historia ateniéndose al rating en el que está subida, pues algunas temáticas podrían no ser adecuadas para personas demasiado jóvenes.


Presentación de la historia:

¡Hola! De nuevo yo, Schala S, con una historia extensa.

Alejándome de los What if? al estilo Pecados en la Sangre y acercándome a un planteo más «realista» al estilo Doble Vida, espero superarme a mí misma y lograr una historia que no tenga demasiado que ver con las que hice hasta este momento. Con esta historia quiero ir más allá y centrarme principalmente en las personas, el entorno y los sentimientos e instintos. Poco me interesa en este fic tocar temas épicos que sin dudas tienen más que ver con la serie, pues para eso nada mejor que el original. =)

Quiero explorar miserias humanas y defectos retorcidos; plasmar en un fic cosas que veo, pienso y siento acerca de la sociedad y la humanidad. Quiero que sea algo especial para mí, por lo cual pido disculpas desde ya si no agrada o parece demasiado oscura: esta historia la escribo meramente como reto personal.

A quienes hayan leído otras historias mías, sepan que este fic será el hermano mayor de Doble Vida. Esa es la mejor forma de describirlo.

Espero les guste y sólo me queda aclarar una cosa: EN ESTA HISTORIA, GT JAMÁS OCURRIÓ, así lo decidí para no tener que toparme con ciertas bases con las que ya jugué en otras historias. Entonces, podría decirse, este es una especie de What if?, después de todo.

Preguntémonos, entonces:


¿Y si los hechos de Dragon Ball GT no hubieran tenido lugar? ¿Qué nuevas historias podríamos imaginarnos?


TRIÁNGULO


Prólogo

"Punto de quiebre"

xxx


—año 795—


—Tengo mucho frío, papá... —susurró a su progenitor, sin soltar su mano ni por un instante.

El invierno, al parecer, había decidido tocar su punto más crudo justamente ese día: hacía un frío que ella no recordaba haber sentido con tal intensidad. ¿O quizá era estar en una situación de esas características lo que le hacía creer que el frío era el peor de la historia? La sala era aún más fría que el invierno; todo era nuevo en ese instante.

Incluso estar en ese lugar era nuevo.

No sabía muy bien qué hacer: estaba por demás confundida, incómoda como pocas veces en su vida.

«Es la primera vez que vengo a un velatorio».

—Sí, Pan, lo sé —contestó su padre en un murmullo—. En un rato nos vamos, te lo prometo. Ten paciencia: es importante que estemos aquí. —Gohan le sonrió con una dulzura sin límites, soltó la mano de la muchachita por primera vez desde su llegada y, así, se alejó.

Videl, su madre, se acercó a ella, para completar el lugar dejado por Gohan en aquel sofá del frío salón.

—Esto me trae recuerdos —le contó a su hija, sincerándose como pocas veces con ella—. Me recuerda a mi mamá... —Agachó la cabeza; una sonrisa nostálgica se dibujó en su rostro.

Pan abrazó a su madre con la intención de darle y darse calor, para que Videl, aunque fuera por un segundo, pudiera sonreír. Esto no era algo que Pan soliera hacer, pues la muchachita no era demasiado cariñosa. Ellas eran, desde siempre y aun cuando no fueran demasiado conscientes de ello, dos gotas de agua: mujeres sensibles pero orgullosas, mujeres en apariencia renuentes a las cursilerías pero que se amaban la una a la otra.

—Me siento rara, mamá —explicó la ya no tan niña—. Veo caras tristes y gente llorando pero no logro sentir lo mismo que ellos...

Nada explicaría mejor el sentir que embargaba su pecho.

Videl le sonrió levemente, peinando con sus dedos el cabello de su tesoro máximo y motivo principal para sonreír: su hija.

—No la conocimos demasiado, es cierto —comentó—. Pero debemos estar aquí, Pan...

—¿Por qué? —preguntó ella con una inocencia que logró suscitar más incomodes en su interior.

—Porque estar aquí es dar calor a los que tienen frío —afirmó Videl con vehemencia—. Hay mucha gente triste, gente que nosotros apreciamos. Por eso, sólo debes ir hacia Bra y decirle «yo estoy aquí». Ella te lo agradecerá.

Videl la animó a levantarse e ir hacia su amiga, a quien Pan no había logrado acercarse por algún motivo.

«No entiendo por qué llora así...».

La menor de los hijos de Bulma y Vegeta lloraba desconsolada, sin moverse de al lado de su madre, quien charlaba en voz baja con su abuela Chichi en una esquina del salón divinamente decorado. Madre e hija se veían destrozadas por los acontecimientos, y la abuela de Pan parecía muy dulce con ellas; parecía intentar, de alguna forma, consolarlas.

Claro que entendía el sentir de Bra, mas no lo compartía. Sabía que Bra quería mucho a quien se despedía aquel fatídico día, pero como Pan no sentía lo mismo por esta persona, le costaba comprender apropiadamente la situación. Ver la cara enrojecida de su mejor amiga no era algo sencillo: le dolía verla así y, por sobre todas las cosas, le dolía no poder compartir completamente sus sentimientos. Lo único que podía hacer era apoyarla, cosa que le provocaba cierta impotencia que no lograba, por más que intentara hacerlo, explicar. Luego de sonreírle a su madre, decidió recorrer un poco el lugar para poner en orden sus pensamientos; ya iría con su amiga, a darle el calor que ella necesitaba, así como Videl le había explicado.

Caminó largos minutos por el frío cuarto y encontró gente triste por doquier, imagen que tornaba un poco más incomprensible la situación. Sin embargo, en medio del tumulto y las lágrimas encontró a dos personas que parecían tener algo de fortaleza en medio de tanta oscuridad: Gokuh y Vegeta. Se acercó a su abuelo y lo abrazó con todas sus fuerzas, gesto que él correspondió.

—Tranquila, Pan —la animó con esa despreocupación tan característica—. A mí tampoco me gustan los velatorios.

Sin soltar a Gokuh, la muchacha apreció a Vegeta, a quien se notaba más amargado que de costumbre, sin la sonrisa arrogante que sirviera de insignia a su esencia. El príncipe sin reino le dedicó una mirada cruel que molestó a la joven. Impidiendo que aquello la irritara de más, se acurrucó en el pecho de su querido abuelo, Así, con él, ya nada le importó.

Allí era donde más segura se sentía.

—Dile de entrenar, Vegeta —aconsejó, de repente, un Gokuh increíblemente serio; Pan aún aferrada a él—. Esto es demasiado duro para él: necesitará descargarse y un entrenamiento será lo más adecuado.

Pan no los observó, únicamente se dedicó a disfrutar del calor de su abuelo.

—Lo sé, Kakarotto... ¡No me digas lo que tengo que hacer! —refunfuñó el padre de su amiga—. Lo dejaré llorar unos días, luego ya no. Se descargará conmigo.

Gokuh rió brevemente, todavía serio a pesar de la sonrisa.

—Será lo mejor para él. Espero pueda superarlo.

Ambos saiyan, los únicos de sangre pura que existían en el vasto universo, continuaron hablando de entrenar, de levantarle el ánimo, de ayudarlo en todo lo que fuera necesario de allí en más.

Por supuesto que Pan sabía a quién se referían.

Lo buscó con la mirada, sin éxito, y finalmente se soltó del abrazo protector de su abuelo para caminar por el cuarto una vez más. Contempló cómo, con el pasar de los minutos, cada vez aparecían más flores, enormes arreglos y coronas que daban dulzura al lugar más triste. Irremediablemente, empezó a sentirse mareada; el aroma de las flores y el clima lúgubre que se condensaba sobre las cabezas de las personas presentes, agregado al silencioso llanto sin fin, le provocaba un enorme nudo en el pecho.

Sí: los velatorios eran realmente horribles.

En medio del salón, fue Goten quien llamó su atención. Su tío observaba fijamente hacia un pequeño cuarto anexo, justamente hacia ese lugar que Pan no se había atrevido a mirar.

Él la vio acercarse y la abrazó fraternalmente.

—No es justo, sobrinita —dijo, tierno como nunca para con ella. Su tío solía ser un patán al tratarla, pero allí se notaban sus verdaderos sentimientos. No era lugar para pelear como perro y gato—. Él no lo merece...

La impotencia que los ojos de Goten exhibían logró ponerla en shock. ¡Era increíble! El cariño que todos parecían expresar por él, el apoyo incondicional. Y el calor, ese del que su madre le había hablado, parecía imposible dárselo a él. Todos querían hacerlo; a pesar de ello, ésta no parecía tarea sencilla, más bien era imposible. Intentar era lo único que podían hacer, eso parecía. Esto generaba la impotencia que Goten portaba no sólo en él; también en quienes más amaban a quien, ese día, despedía todo.

Permaneció con su tío y, de un momento al otro, decidió ir hacia Bra, para abrazarla y decirle algo bonito; no pudo. Sus ojos negros, rebeldes, se fijaron en el lugar que ella no deseaba ver, el que le daba curiosidad y, al mismo tiempo, rechazo.

Y allí estaba él: Trunks.

Suspiró al atisbarlo, sin planearlo, sin quererlo; el suspiro le nació en el alma. Algo la atrajo hacia él, una suerte de fuerza de origen difuso que la impulsó a saludarlo antes que a nadie, incluso antes que a su mejor amiga, y eso que Trunks y ella no se llevaban mucho; de hecho, casi ni se llevaban. Pero él le caía bien, sin embargo: Trunks parecía respetarla, porque no la trataba tan mal como a Bra, a quien vivía molestando con estúpidas peleas entre hermanos. Cosas como esa generaban simpatía en la joven guerrera saiyan. Lejos de esa época en la cual él era un niño malcriado y soberbio, Trunks había cambiado, y todo cambio se había originado, según recordaba ella, a partir de la aparición de a quien Pan no se atrevía a observar bajo ningún concepto.

Leyó la corona más grande, que se destacaba entre todas las que rodeaban al ataúd, y sintió un retorcijón en el corazón al repasarla mentalmente.

Isabelle Cort: te amamos. Tu club de fans.

Isabelle Cort era una fotógrafa de celebridades reconocida en el mundo entero por su enorme talento. Había fotografiado a las más variadas figuras públicas para distintas campañas y publicaciones, y su temprana muerte, la que le había llegado a los 35 años, había causado conmoción mundial en el ambiente artístico, ese que tanto la respetó por años. Triste era que una artista tan talentosa se fuera, pero, para Pan, lo triste era saber que la mujer de una persona cercana acababa de morir, pues Isabelle no era otra más que la esposa de Trunks.

Pan vio cómo su padre, Gohan, se acercaba al amigo de su tío Goten. Al hacerlo, palmeó su espalda y se mostró solidario, respetuoso como siempre; su padre era así. Trunks pareció mirarlo por unos momentos, y escuchó y asintió débilmente ante las palabras que Gohan le decía. Su mirada, luego, volvió a perderse en el ataúd. Se veía muy triste, pero su rostro no sólo expresaba tristeza. Parecía perdido, como si no hubiera reaccionado.

«Tal vez le dieron algún calmante», pensó la muchacha al estudiarlo.

Quiso acercarse, ya que el su padre estuviera allí con él le daba pie para hacerlo y expresarle su más sentido pésame a Trunks, pero unos extraños sollozos alertaron a Pan. Éstos, por algún motivo ajeno a su comprensión, destacaban más que el resto. La expresión de tristeza venía de la esquina que más próxima tenía de la habitación.

«¿Marron?».

Fue hacia ella ciertamente impresionada. Lloraba demasiado, casi como si Isabelle y ella hubieran sido amigas.

«Hasta donde yo sé, Marron apenas se lleva con Trunks. Sería muy raro que fuera amiga de su mujer».

Tal vez no la conocía demasiado, pero sí lo suficiente como para tener esa certeza.

A lo mejor era una fanática de su trabajo, se le ocurrió después. Eso era más posible, algo de eso tenía que haber, sí. ¡Lloraba como una loca! Conteniendo cada sollozo que emitía con imperiosa desesperación, se limpiaba constantemente las lágrimas, incapaz de dejar de derramarlas. Al acercarse lo suficiente, Pan notó la manera en que ella miraba a Trunks: sin perderle el detalle, sin parpadear siquiera. ¿Qué era lo que llenaba esos hermosos ojos celestes? Allí se palpaba algo que iba más allá de toda comprensión. En los ojos de Marron había un exceso de sentimientos, disimulados por una suave cortina de dolor.

La rubia notó a Pan y le dedicó una mirada tierna, como cada vez que se cruzaban la una con la otra.

—¿Estás bien? —preguntó la muchachita—. ¿Te gustaban sus fotos, verdad?

Marron le sonrió dulcemente; Pan no logró captar la mezcla de sentires que la muchacha gesticuló al hacerlo.

—No es justo, Pan. Realmente no es... justo —susurró, para luego alejarse de ella.

La hija de Gohan, extrañada por su actitud, permaneció clavada en el mismo lugar por varios minutos. Aquello había sido por demás peculiar, más viniendo de Marron, aquel ser de apariencia tan angelical, dulce, adorable. Las palabras de la rubia parecían tener una especie de significado específico, mas no lo tenía del todo desde la perspectiva de Pan, quien había vuelto a percibir un ápice de algo más en esa corta y aplastante frase.

¿Qué sería ese algo más que la rubia había transmitido por medio de sus ojos y su voz casi accidentalmente?

Sin permitir que lo que había ocurrido la distrajera, luego de unos momentos de quietud, Pan se encaminó hacia Trunks, tan enceguecida por la timidez y la tristeza ajena que golpeaba su pecho que no notó la ausencia de su padre al lado del hermano de Bra.

Y allí se encontró, sola frente a él.

Trunks giró hacia ella y le sonrió encantadoramente, aunque sin poder evitar reflejar vacuidad en su mirada, profundizada por las llamativas ojeras que se extendían sobre sus mejillas.

Pan se sonrojó ante los imponentes orbes azules, horrorizada por verse prácticamente a solas con la persona que más había perdido con esa muerte.

—Gracias por estar aquí, pequeña —exclamó el hombre.

—Tr-Trunks... —tartamudeó la joven. ¿Qué decir? No tenía planeado encontrarse sola frente a él. La situación acababa de hacerse insoportable para ella. ¡No tenía palabras para pronunciar! No había absolutamente nada bueno por decir en semejantes circunstancias—. Mamá..., mi mamá... —Aclaró su garganta para que ésta se encargara de decir lo primero que se le ocurriera, pues ella no se sentía capacitada para proferir algo realmente adecuado en tan triste momento—. Mamá me dijo que debía darle mi calor a quienes tienen frío... —No soportó seguir mirándolo a los ojos y bajó las pupilas al suelo, hasta enterrarlas a sus pies—. Realmente lo siento.

«¡Jamás en mi vida había dicho algo tan estúpido!», se martirizó. «Estoy loca... ¡¿Cómo pude decirle algo así? Sonó tan infantil, tan sinsentido...».

Todo fue silencio después de sus palabras.

Con timidez expresa en su rostro pero sin poder evitarlo, devolvió sus ojos a los de Trunks. Para su sorpresa, se encontró con la mirada más dulce del universo. Los ojos estaban vacíos, grises; los ojos eran tan fríos que daban ganas de abrazarlos con fuerza. A ellos, a todo Trunks. Deseó, con aplastante convicción, que sus palabras no hubieran sido malinterpretadas, que él pudiera comprender lo que había intentado decirle tan torpemente. El hombre dirigió una de sus manos hacia ella y la colocó sobre su cabeza para acariciarla; una pequeña sonrisa asomó por su boca, sonrisa que hizo saber a la muchacha que Trunks, realmente, había comprendido la metáfora detrás de su improvisado pésame.

—Gracias —dijo sentidamente—. Es muy dulce lo que dices.

La muchachita le sonrió y eso pareció emocionar a Trunks. Loa ojos azules chispearon un segundo. La mano de él quedó sobre su cabeza, y Pan imploró fuerzas a su sangre saiyan para mirar hacia quien descansaba eternamente.

Isabelle, entregada a la superficie del ataúd, quieta, estatua eterna de vestido y alma blancos, era de tez pálida, pelirroja y ojos celestes, realmente hermosa, dueña de una belleza que Pan siempre tendría impregnada en su mente al evocarla. El ataúd acompañaba fácilmente la dulzura de quien dormiría allí para siempre: estaba hecho de madera opaca y lo cubría una tela blanca donde destacaban unas preciosas flores bordadas en hilo plateado. En el interior, acompañaban a Isabelle cientos de flores, principalmente jazmines, que también aparecían con cierta frecuencia en varios de los arreglos que rodeaban la escena. Seguramente eran sus flores favoritas.

Todo se veía hermoso, cuidado hasta el más mínimo detalle. Ella se veía hermosa, por sobre todas las cosas.

«Qué tétrico pensarlo así», no pudo evitar concluir la joven, sacudiendo la cabeza con vehemencia para alejar ese patético pensamiento de su mente.

Pensó, sin poder evadir la siniestra tentación, en cómo sería ver allí a un ser querido; no pudo contener las lágrimas. ¡Eso tenía que ser demasiado doloroso para Trunks! Pensar en él mirando a su mujer, en su madre mirando a la abuela materna que Pan jamás había conocido. Pensar en un ser con vida mirando a uno desprovista de ella, a un ser que ya jamás volvería a despertar.

«Es realmente cruel... ¡¿Por qué existen este tipo de ceremonias?! Es demasiado horrible mirar a la persona que amaste así, sin vida...».

Recordó a Isabelle en reuniones familiares: ella siempre reía y se mostraba por demás simpática, por demás buena. Siempre al lado de Trunks, llena de mimos dedicados a él, de caricias y besos que jamás cesaban. Y allí, eternamente bella, dormía plácidamente. Su hermoso rostro, por desgracia desgastado por la enfermedad, no reflejaba aquello que le había quitado la vida; irradiaba paz, alejaba todos los detalles negativos y enaltecía los positivos. Con y sin vida era lo mismo: energía, amor.

Eternidad.

«Trunks... ¿Cómo lo haces? ¡¿Cómo lo soportas?!».

Se imaginó en los zapatos de Trunks. Ver al amor de su vida yacer en un ataúd en inolvidable expresión de eternidad, llena de amor absorbido de los ojos de quienes hundieran su vista entre las flores. Saber que la persona que amaba jamás volvería a sonreír, a besar, a amar. Saber que esa persona jamás volvería a susurrar cariño con palabras y acciones.

«No podría tolerarlo. Si viera al amor de mi vida así, dormido para siempre, yo me moriría para poder acompañarlo a la eternidad».

Sin pensarlo y solamente dejándose llevar por la desesperación que imaginaba en él, Pan se aferró a la cintura de Trunks con todas sus fuerzas. Sobre su traje negro, derramó una sentida lágrima que, por fin, lograba manifestar la empatía que acababa de sentir.

«Darle calor a los que tienen frío...».

—¡Lo siento, Trunks...! —balbuceó, sin soltarlo, una y otra vez.

Él continuó acariciando su cabello, dulce como jamás lo había sido con ella. Sus manos estaban realmente frías, lo cual resultaba aún más devastador para la nieta de Gokuh.

—Gracias, Pan... Gracias.


—año 799—


—Nunca dejaré de extrañarla —afirmó Bra, arrodillada en el pasto, luego de dejar flores sobre la tumba divinamente decorada, situada en el Cementerio Privado de la Capital del Oeste.

Pan atisbó la tumba con seriedad perfectamente plasmada en su rostro. Evocó los recuerdos del velatorio y de Isabelle Cort, la afamada fotógrafa que hacía cuatro años que estaba en ese lugar, cada día, para siempre.

—Era muy bonita, es lo único que logro recordar de ella —exclamó con sumo respeto.

Bra se puso de pie y rió ante su comentario.

—Lo era en todo sentido —aseguró ésta—. Con ella, mucha belleza se fue. Todos somos más feos, sobre todo mi hermano.

Trunks. Nada ni nadie lo distraía de su trabajo y sus entrenamientos, a los cuales se había volcado por completo luego de la muerte de su mujer. No se mostraba vulnerable; se mostraba serio y amargado... vacuo. Lo opuesto al Trunks que Pan creía recordar de su infancia.

—¿Crees que algún día lo supere?

Bra negó con la cabeza.

—Este tipo de heridas no se superan; se intentan ignorar. Pero la cicatriz jamás se borra, ¿sabes? Por eso mi hermano está cada vez peor.

La hija de Gohan sintió pena por el hermano de su amiga. Como en cada ocasión, como cada vez que se veía allí, parada frente a esa tumba, se encontró sin palabras.

Ya habían pasado cuatro años y la vida había seguido adelante. La muerte se mostraba más cruel que nunca al dejar atrás los recuerdos, al enaltecer cada vez más el talento de esa mujer que ya no estaba, una de las artistas más queridas de los últimos años, recordada, imitada e inigualable todos los días. Pero en el pasado, siempre en recuerdos. Recuerdos cada vez más difusos, más tristes.

El mito de Isabelle Cort seguía con vida, reflejaba místicamente la misma eternidad que su rostro dormido para siempre entre las flores del ataúd, pero el talento adherido a su alma ya no podía expresarse.

«Y el mundo sigue adelante como si nada hubiera sucedido. Los corazones siguen latiendo y la gente sigue caminando. La vida y la muerte son demasiado crueles».

Eso sentía Pan desde aquel día.

Jamás había sido capaz de olvidar el abrazo que le había dado a Trunks; recordaba esa escena como una de las más devastadoras que había vivido alguna vez.

«Yo seguí viviendo, todos seguimos. Todos lo olvidamos o, simplemente, lo superamos. Él no: él piensa en ella todos los días desde hace cuatro años».

Y pensarlo de esa forma se le hacía aún más cruel.

Juntó sus manos y cerró sus ojos. Un deseo silencioso salió de su alma, directo a la tumba:

«Sé que no nos conocimos mucho, pero...», habló mentalmente. «Espero que Trunks salga adelante algún día. Dale fuerzas desde el más allá, Isabelle...».

Emocionada, deseó pedir algo más:

«Haz que Trunks sea el de antes...».

No solamente por él; por Bra y por sus seres queridos también. Trunks tenía que dejar de sentir la herida, sino jamás lograría reconstruir su vida de la forma en que, quizá y seguramente, quien descansaba en esa tumba hubiera querido.

«De lo contrario, tendrá frío para siempre...».


Nota Final del Prólogo:

¡Gracias por llegar hasta acá!

Hace más o menos un año y medio que escribí este Prólogo. La espera se hizo MUY larga, pero acá estoy, no lo puedo creer. =)

Isabelle: es un personaje que inventé cuando tenía 12 años (?). Era barwoman en un bar al que iban Goten, Trunks y Marron en mi primer fanfiction, el cual jamás publiqué, pues sólo lo tenía escrito a mano y no tenía ni la más remota idea de que existían los fics. XD

Se llamaba "790" y se trataba de una especie de "época de oro" en lo que a música se refiere. Había un movimiento musical y artístico en general que envolvía a jóvenes de todo el mundo, quienes empezaban a mudarse al epicentro de este movimiento (ubicado en Satán City) para poder dar rienda suelta a sus distintos talentos. Básicamente, eran muchos jóvenes unidos en pos del arte under y de la vanguardia.

Goten tenía una banda de rock ya que era un guitarrista sumamente talentoso (?) y Trunks escribía las letras de la banda (además de tocar el bajo... esto se pone bizarro XD). Marron era la feliz novia de Trunks, envidiada por muchas mujeres (e incluso hombres) y pretendida por la segunda guitarra de la banda, un tal Kotaro (?). También estaba Pares (que era novia de Goten y MUY conservadora: quería llegar virgen al matrimonio XD), quien va a aparecer en esta historia, por cierto.

Todos ellos y otros chicos más (Andrelia; su hermano John; una hippie llamada Susu; una chica muy extraña llamada Lamy quien en su diseño no era más que una Pan rubia; un baterista muy callado llamado Char y un fanático del reggae llamado Teppei, que era el hermano de Kotaro) vivían juntos en una casa y se las ingeniaban para sobrevivir entre instrumentos, pinturas y mucho alcohol (?). Los ayudaba una tal Sotela, una psicóloga amiga de Bulma que estaba preocupada por el bienestar de Trunks. Entre todos estos chicos había enredos amorosos y MUCHOS problemas: estaban loquísimos. XD

Bastante tonta la historia, jeje. Es la primera vez que se la cuento a alguien...

El diseño de Isabelle, junto con el de Andrelia, siempre fue mi favorito entre todos los personajes que inventé para ese fic, por eso venía guardándome usarla para una historia a publicar, porque le tengo muchísimo cariño.

Como dato que no interesa a nadie (?), no es la primera vez que uso un personaje de esa historia en fics publicados acá: Andrelia de Doble Vida (la dueña de Nightmare), por ejemplo, era la ex novia de Trunks (?), una punk con un pasado trágico. Seguro acá haga aparecer varios personajes de esa historia, más que nada porque algunos temas a tratar los trataba infantilmente en ese fic. Susu va a aparecer y va a ser parecida a como solía ser.

Isabelle también se parece mucho a la original, pero con algunos cambios... En el original, si bien deseaba muchísimo a Trunks (?), nunca llega a tener algo con él.

Jiji. n.n

Sobre la tragedia que envuelve a Trunks... ¡Bah! Suena demasiado triste, pero no sé si Trunks está mal de una forma «convencional». Ya lo veremos más adelante.

Última aclaración: quizá, al leer este prólogo, les dé la sensación de que Isabelle es demasiado famosa. Sobre eso me explayo en el capítulo que viene. Prefiero explicarlo con el fic y no en este apartado final.

Le agradezco de corazón a dos personas por el apoyo antes de publicar el fic: primero a Esplandian, por permitirme contarle tanto sobre esto desde hace varios meses y por las ideas que me ayudó a mejorar y a ver con más claridad. ¡Gracias por aguantarme! Y también a Greida por haber leído una versión preliminar de este Prólogo y darme sus opiniones al respecto. ¡Sos muy dulce, nena! Gracias a ambas por la paciencia. =)

Y no puedo irme antes de decir esto: gracias a todas las personas que leen mis fics, es un honor maravilloso.

Cualquier cosita, no duden en escribirme, ¿sí? Prometo responderles.

Besotes. n.n


Dragon Ball (C) Akira Toriyama, Bird Studio, Shueisha, Toei Animation