Hola! Este fic se lo dedico a gambacho, porque me retó a escribirlo... Y se lo debía desde hacía mucho. espero que les guste.


Ella era diferente, eso era lo que pensaba antes de conocerla por dentro. Cuando la veía desde lejos, y deseaba con todas mis fuerzas y por encima de Dios, por encima de todo, abrazarla, tal vez besarla, y quién sabe si hasta poseerla. Tal vez ese fue mi error. Amarla más que a mi vida, necesitarla más que al aire, llorarla más que a la muerte. Sea como sea, nos equivocamos.

Tal vez fui yo, en mi afán de estar con ella siempre, y de celarla tanto; tal vez me equivoqué cuando pensé que ella me quería de la misma forma en que yo a ella. O tal vez se equivocó ella, por no enseñarme límites, por no corregirme ni decirme lo que le molestaba. Por callar. Por miedo. Por odio. Por cualquier cosa lo nuestro salió mal.

Cegada por el dolor, quebrada por fuera y muerta por dentro, le grité a Shiori que podía vivir sin ella, que podía conseguir muchas mujeres y llegar más lejos de lo que llegamos juntas. Salí corriendo y lloré hasta quedarme dormida. Lloré hasta sentirme satisfecha y superarla, pero un trauma me quedó, aunque más que un trauma, una manía que creo disfrutar y que practico desde ese día. Cada quincena me ligo a una chica del instituto.

Sí. El amor, las relaciones serias y duraderas, con mucho amor no son lo mío. Eso no pasa. El amor es algo efímero, un rollo meramente pasional. Una cosa chingona. Por eso prefiero divertirme con chicas de las que ni sus nombres me quedan, solo un juego. Una semana en conocerlas, fingir comprenderlas, portarme como un caballero, seducirlas… y al final, me las tiro el viernes, y al sábado, borrón y cuenta nueva. Es mi hobbie.

Sé que no hay chica en el Instituto Liliam capaz de resistirse a la tentación, a alguien que las libere de tantas normas y etiquetas, alquien que les muestre el placer del sexo y lo carnal. Alguien como yo, Satou Sei.

El problema es que la chica que quiero es tan inteligente que no cae en mis trampas. Es elegante –toda una dama-, tiene buenos modales, es muy linda… y creo que es heterosexual. Bueno, aunque no puedo asegurar nada, pues poco la conozco. ¿Cómo por qué me fije en ella? Pues yo estaba en una clase extremadamente aburrida, jugando con mi lápiz y borrador, cuando la madre superiora entró, trayendo detrás a una hermosa chica de cabellos azabaches y cortos. Se presentó con el nombre de Mizuno Youko, y desde eso, se convirtió en mi meta.

En el descanso, vi como rechazó con amabilidad todas las propuestas de nuestras compañeras, al parecer socializar no le interesaba mucho. Esperé hasta que en el salón solo quedamos ella y yo, y me le acerqué con mi profesional sonrisa arranca-alientos.

- ¿A mí también me rechazarás la propuesta para que compartamos el almuerzo?

- Así que me estabas observando, ¿qué crees que te diré? –Una mujer interesante y nada ilusa.

- No sé, conmigo cualquier cosa puede pasar.

- ¿Ah sí, por qué crees que eres especial? –Así que la niña sabe cómo jugar.

- ¿En verdad quieres saberlo?

- Pues sí, para saber cómo responderte.

Sonreí con malicia, tomé su cara con mis manos y la besé en la boca. Ella forzó para soltarse, y la dejé ir. No era una chica fácil. Por fin un juego divertido. Me pegó una cachetada, y me regaló una mirada despreciativa. Seré masoquista o algo, sin embargo eso no pudo sino gustarme más.

- Ya sé que te respondo. No me interesan las mujeres de esa forma, y mucho menos tú.

- Piensa lo que quieras, no le temo a nada.

Se fue y me dejó. Ese fue nuestro primer encuentro. Los siguientes, fueron casuales en los que yo le sonreía y ella me miraba con seriedad. Cuando estábamos "casualmente" a solas –y resalto casualmente porque yo los he analizado y planeado nuestros movimientos para que esto pase con frecuencia- le susurraba cosas para molestarla más o cuando estaba de muy buen humor, le agarré el trasero, ¡y valieron las cachetadas dobles que recibí!

He visto que se junta con Ogasawara Sachiko, una gruñona muy bonita y de clase alta que no cae en mis trucos, y pasa mucho tiempo con ella. Supongo que de ahí mucha de la reputación que tengo con Youko. En otras palabras, la relación entre Mizuno y yo no era nada buena. Fue cuando, después de un mes de intentarle e intentarle con estrategias y acercamientos atrevidos, me rendí.

Soy inteligente después de todo, y sabía que si seguía haciendo lo mismo, no iba a lograr nada más que más odio de parte de ella. ¡Dios, y como odio perder o rendirme! Aunque tocaba. Por eso me concentré en una chica del montón de las que cae rendidita a mis pies, y al parecer Youko notó esto. Dejamos de hablarnos y de mirarnos a los ojos.

En el tiempo en que quería poseerla, le puse mucha fuerza al pensamiento, porque de eso para adelante, no pude ni he podido dejar de mirarla en clase. Cuando alza la mano, cuando saluda, cuando reza al pie de la estatua de María-sama, cuando va a la capilla a rezar, y yo encierro en los confesatorios para oír sus susurros aunque no los entienda, cerrar los ojos para concentrarme en sentir sus pasos alejarse… En fin, todas esas pequeñas cosas.

Pero para que el destino me demostrara que no todo en la vida es malo, un profesor nos colocó como parejas en un importante trabajo final bastante largo. Estuve particularmente callada y solo abría la boca para aportar cosas al proyecto, y así fue por varios encuentros, hasta que un día en el que pasamos el almuerzo planeando eso en los jardines del colegio, dijo algo al respecto.

- ¿Por qué tan desmotivada, Satou-san?

- Discúlpeme, Mizuno-san, pero nada de su incumbencia.- hasta le cambié del tú al usted.

- Puedes tener razón, peor de cierta forma me incumbe, pues siempre que nos vemos no muestras ninguna sonrisa y sueles tener la mirada perdida.

- Parece que me ha estado observando…

- Parece que tu también a mí. - ¿Eh? Esa no la vi venir. ¿Se dio cuenta?

- No estamos aquí para hablar, sino para avanzar.-dije zanjando el tema.

Se calló. Seguimos con el trabajo, y antes de retirarse me miró intensamente a los ojos, y con bastante fuerza en las palabras, y pausas necesarias para un buen énfasis, dijo algo que me dejó helada.

- Nadie es de hierro. Tú, por ejemplo, temes ser juzgada.

Esa noche, me fui para un bar e ingerí tanto alcohol que al llegar a mi casa me encerré en el baño para vomitar hasta el pastel de la primera comunión, y al otro día, tuve una gran resaca. Ni que decir de las clases, no me molesté por hacer el esfuerzo de ir y sentirme peor. Me bañé a las cuatro, sin mirarme a los ojos, supe que mi rostro y aspecto en general estaba horrible. Me vestí con ropas cómodas, y fui a buscar algo decente qué comer en la cocina, pues mis padres están como en su tercera luna de miel, y soy un desastre para la cocina.

Me tiré en el sofá disfrutando de los continuos pitidos en mis oídos que me enloquecían, y no quería saber de nadie. El dolor de cabeza y la continua sed no ayudaban. Tal vez me deprimí un poco, las palabras de Youko fueron tan duras como verdaderas, pero antes de hundirme y ayudar a mi buen estado de ánimo pensando y escarbando en un problema que ni siquiera existe, pues tener miedos es algo normal de la vida humana, sonó el timbre.

Al levantarme me mareé. Tuve que esperar un momento a que mi cuerpo y mente se ubicaran y mis ojos vieran el mundo de los colores que son, y no en negativo, para caminar hasta la puerta. Adivinen quién era. Pues sí, adivinaron. Era Youko. Como cualquier persona, la dejé pasar. No miró con muy buena cara mi desordenado aposento, cosa que me valió huevo.

- Te traje los deberes.- Explicó.- ¿Por qué no viniste hoy?

- No quise.

- No traes buena pinta, ¿acaso tomaste?

- Puede ser, aunque eso no te importa…

- Sí me importa.- me interrumpió y acarició mi cara.- Me importa porque somos amigas.

- No somos amigas.

- ¿Por qué no? Yo te importo y tú me importas.- En otra ocasión y si estuviese de humor, hubiera aprovechado para lanzarle una broma, hoy no.

- Eso no tiene que ver en que seamos amigas o no.

- ¿Entonces que es la amistad?

Le dije que era lo que yo pensaba de la amistad, y ella me lo debatió con sonrisas y buenos modales. Me subió el ánimo con su presencia y me lo bajó cuando se marchó. Esa fue la primera noche en la que soñé con ella.

Debo afirmar que después de eso, nos volvimos buenas amigas, hasta me olvidé en la razón principal de cogérmela que tenía al principio. Salíamos a cine, a comer helado, caminábamos lento en los parques, ella iba a mi casa, yo a la de ella… Y sin darme cuenta, me mostró una nueva cara del amor.

Sí, terminé enamorada de ella. Locamente. Para mi desgracia, el resto del año se fue rápido, y nuestros caminos se separaron. Yo me fui para la universidad de Liliam, como había querido antes, y ella, a Francia, con una beca. El último día que pasábamos juntas no pude más. Estábamos en un café bastante solitario, y ella empezó a indagar y comentar sobre los planes a futuro, planes separadas.

Con una sonrisa satisfecha y un semblante bastante ameno, me contaba sus planes, lo que quería hacer y visitar, lo que planeaba lograr cuando se alejase de mí. Después de un sorbo más de su taza de café me preguntó sobre mí… y la perspectiva de seguir sin ella terminó por quitarme el poco control sobre mí misma que me quedaba.

No suelo ser una persona que llore con frecuencia, rara vez pasa, y eso es porque pienso que llorar no arregla nada, que no hay caso ni nada que hacer sobre la leche derramada, pero su ida aun no había sido. Lloré sin revelarle el motivo, y ella me brindó su hombro y sus abrazados en silencio. Me invitó a su casa a pasar la última noche, mañana partiría, y otra vez me daría cuenta de cómo es sufrir por la persona que se ama.

Por primera vez, me alegre por equivocarme.

Cuando estábamos las dos tiradas en su cama viendo una estúpida película de amor, y yo ya estaba calmada, me dediqué a mirarla y a intentar grabar cada centímetro suyo en mi mente para poder recordarla más adelante. Ella lo notó, y nos quedamos en un intenso duelo de miradas por un rato que se me hizo eterno. Detallé el profundo iris de sus ojos, la forma tan pulida de sus cejas y sus espesas pestañas. Era toda una belleza típica japonesa. Hermosa, perfecta. Inalcanzable.

- Diga lo que diga, te irás a Francia mañana, ¿cierto?

- Sí. Ya todo está pagado, y el cupo en esa universidad es bastante difícil de conseguir.

- Ya veo. –dije, y bajé mi mirada al piso.

- ¿Por qué, hay algo que deba saber? –se recargó sobre mí, acomodando sus brazos a mi alrededor y su mejilla contra la mía. Ah, condenado roce tan anhelado.

- No creo que importe mucho.

- ¿Qué pierdes hablando? Quiero escucharlo. –Su tono era toda bondad.

Permanecí en silencio, verificando en mi mente la situación y repasándola. No podía equivocarme.

- Bien, igual te irás y no te volveré a ver nunca…

- ¡No digas eso! –me interrumpió. Arrugó su frente con inconformidad.- ¿Eso es lo que quieres?

- Nunca lo dije. – expliqué.- Y tampoco es lo que deseo.

- ¿Entonces?

- Sólo dije en voz alta una realidad, algo que ambas sabemos que va a pasar.

Hundió su cabeza en mi cuello y se aferró a mí con fuerza. Aspiré hondamente su delicioso aroma, fui consciente del contacto de su piel y cabellos en mi cuerpo. Ojalá esto durara para siempre.

- No quiero.

- Yo tampoco. –Murmuré.

El tiempo pasó. Nunca dije lo que sentía, ella se olvidó que yo le debía algo, y dormimos en la misma cama, la abracé toda la noche, la besé a escondidas y le susurré sentimientos de los que nunca se enteraría. Y otra vez era de día.

La acompañé hasta el aeropuerto, y a la hora de despedirnos, los ojos se me aguaron. Los de ella también. Nunca olvidaré su silueta perderse entre las cabezas.

- Ahí se va mi felicidad. –murmuré viendo cómo despegaba el avión. - Te amo, Youko.


Bien, el final estuvo flojo, lo sé... y muy triste también, pero no se desanimen. Si recibo más de cinco comentarios, subo la parte de Youko, y verán que lindo final tiene.

Así que comenten si no quieren dejar a Sei sufriendo.

Ja ne!