¡Hola! ¡Qué nervios! XD Etto... es mi primer fic. Aunque me encanta el Twincest, siempre me he preguntado... ¿Como seria un twincest todo cruel y retorcido? Jeje, soy algo sádica y muchas cosas de mi perversa mente quedaron plasmadas aquí. Aunque... tengo que admitir que me inspiré con algo de ayuda de la Saga de Shade Shaw y SessKagome4Ever, "Ciclo del Terror", particularmente de "Servant of Venomania".
Bueno, creo que aquí vamos...
Disclaimer: Vocaloid no es mío (ya quisiera -.-), le pertenece a Yamaha.
Advertencias: Es un fic extremadamente crudo (Asquerosamente crudo, he de decir. Digo, si fuera un trozo de carne, todavía mugiría xD); con escenas sexuales fuertísimos y desgarradoras, pasando por temas como el abuso físico y psicológico, violencia de género, el maltrato, el sadomasoquismo, entre muchos otros. Seguramente roce el MA en varias situaciones.
Sólo para mayores de 18 años, para fans del realismo crudo y gente de amplio criterio y no para gente sensible.
Si no te gusta, no leas, si leíste... acepto cartas bomba xD
Advertencia al 13/03/2012: Aclararé ahora pues nunca lo consideré en el momento que comencé a escribir esto: el fic está enfocado desde un punto de vista negativo hacia el incesto. Se recomienda no leerlo 1) si eres un fan religioso de la pareja; 2) si eres lo suficientemente manipulable como para llegar a odiar el Kagaminecest gracias a la historia. No estoy tratando por ningún motivo hacer bashing a ningún personaje, la propia historia los controla de esa manera.
Y por último, pero no menos importante: El fic está hecho exclusivamente para NO gustar, por lo que tendrá cero tacto con determinados temas. El color de rosa pasó de moda. (XD)
¡Disfruten!
Prólogo:
Rin salió de la alcoba abrazándose a sí misma de manera adolorida. Su padre la miró con poco interés debido a su habitual borrachera, lo que no esperaba ella es que, por primera vez en su convivencia, fuese perceptivo en un detalle:
—Rin, ¿qué te ha pasado en el brazo? Lo tienes todo morado— dijo con su habitual voz arrastrada.
Ella cambió su posición para tapar la zona indicada por su progenitor. En su espalda sentía fuertes escalofríos recorriendo toda la extensión, ya que sabía que su gemelo estaba allí, clavando su mirada en ella, advirtiéndole indirectamente de callar.
—Nada, papá, me he tropezado con la puerta— se excusó con la primera cosa que pasó por su cabeza, riendo nerviosamente para tapar la mentira.
—¿En serio?
—Sí, sí, ya ves... Las puertas son tontas.
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La leche ya estaba apunto de cortarse en su envase. En la tele estaban sintonizando el partido de los Yankees contra los Red Sox, pero nadie le prestaba atención. Lo único que podía verse en el suelo era el vestigio de lo que había sido antes un jarrón para las flores, ahora hecho trizas.
—¡Si quieres, lárgate! nadie quiere verte aquí: ¡Solo eres una ramera que vende su cuerpo por trescientos yenes!—
—¿¡Que hay de ti?! ¡No eres más que un maldito alcohólico! ¡Ni siquiera puedes mantener un puñetero empleo! ¡La que trae comida a esta casa, ¿quien lo hace? ¡YO!—
Se oyó una horrible bofetada resonar por cada habitación de la casa.
Rin gimió de miedo y se acurrucó en el hombro de Len, aterrorizada. Aunque no podían ver la escena, el oírla es suficientemente aborrecible. El gemelo mayor sólo trató contenerla, sin saber si interferir allí o tapase los oídos con las palmas. La temperatura en esa discusión podía sentirse tan alta como el Infierno mismo y calaba dentro de los corazones de los menores, aún aturdidos por el golpe anterior.
—Por favor, ya basta— susurraba la rubia en el pecho de su hermano, tratando de no sollozar, cosa que no lograba ni intentándolo con todas sus fuerzas.
El sonido de la puerta abriéndose con brusquedad y otra tanda más de gritos alertaron a los gemelos, obligándolos a salir de su habitación, donde se encontraban escondidos y correr con todas las fuerzas que tenían a las piernas de su madre, asustados de perderla para siempre.
—¡Mami, no te vayas! —coreaba a su vez Rin —. ¡Mami, no nos dejes!— Pero la madre no quiso escucharlos.
—¡Quítense de mi vista! —Alejó a Len a puntapiés y a Rin de un manotazo. Sacó su celular y apretó un número de marcado rápido. Sus dos hijos la miraban con pena, incapaces de creer lo que acaba ella de hacer.
El pequeño rubio volvió a intentar detenerla, mas lo único que recibió a cambio fue un golpe en la mejilla de parte de ella. Rin corrió a su lado, abrazándolo, mientras veían como su madre desaparecía tras los cristales polarizados del taxi, y se alejaba a toda velocidad, apartándose de ellos, para no volver a verla más
La lluvia que pronosticó el meteorólogo de las noticias esta mañana llegó, empapándolos a ambos en el umbral de su casa, sin decir ni una palabra, mirando fijamente hacia delante. Todo estaba en cámara lenta: Los vecinos que llegaron tras el alboroto, la patrulla de policía, todo un torbellino de colores sin orden alguno; para después volverse una pantalla negra en la vida de los Kagamine...
—Len—musitó Rin quedamente en el interior del cuarto de niños, después de la tormenta —... ¿a dónde crees que fue mamá?
La mirada de Len estaba perdida, en ese gesto que tienen todos los niños al contemplar una escena traumante, sus ojos azules miraban de forma extraña, casi ausente, la nada, el vacío de las paredes. Volteó bruscamente a ver a Rin.
—¿Qué no lo viste tu misma, Rin?—repuso su gemelo con un tono algo hosco y rabioso —¡Ella nos abandonó! ¡Y no nos quiere!
—¿Ya no nos quiere? ¿¡Cómo pudo hacer eso!?— gimió Rin y se puso a llorar lastimeramente —¿Que será ahora de nosotros? ¿Quién nos va a cuidar?
Ahí notó las pequeñas manos de Len posándose a ambos lados de sus mejillas. Ella abrió lentamente los ojos... la expresión de Len era serena, pero sus ojos seguían siendo hostiles, fríos, ausentes...
—Todo estará bien, Rin. Mamá ya no está, pero seguimos juntos, ¿no es así?—ella asintió hipando —Debemos seguir juntos...
El silencio reinó en el ambiente, su padre se fue a la habitación lanzando maldiciones a cualquier objeto de la casa, dejando nuevamente a los gemelos solos en su mundo. Len apretó con más fuerza a su hermana, temiendo que ella también le siguiera pasos de su madre y lo abandonara también.
Tal vez la pequeña no lo había notado a primera vista, pero dentro de la mente de Len, algo se había quebrado de manera irreparable. Ver a su madre siendo tan sádica y fría con ellos, los propios frutos del "amor" entre ella y su padre, le había dejado tal daño en su conciencia que, seguramente, ya no podría volver a confiar en cualquier otra mujer.
Miró entonces al pequeño bulto entre sus brazos, deseando por unos segundos que su hermana no fuera del mismo género que la perra de su progenitora, aunque esa realidad era inalterable; por lo que pensó, simplemente, en que él podía alterar las cosas...
—Rin, mamá es mala, muy mala— exclamó a su hermana entre susurros —. Tú nunca debes ser como ella, nunca me abandonarás— Su cuerpo tembló con inconciencia.
—Claro, Len, siempre estaré contigo— aseguró, alterando la paz de Len.
—¡Eso no sirve, Rin!— gritó un poco alterado y clavando sus ojos en la pequeña — ¡Tienes que jurarme que, no importa nada ni nadie, estarás conmigo siempre!—
Ella sonrió con sinceridad, extendiéndole su pequeño dedo meñique de la mano derecha.
—Bien, es una promesa— Enganchó el dedo con el de su hermano, sellando el pacto.
Lo que Rin no sabía, es cuán lejos podrían haber afectado esas inocentes palabras a Len y a su futuro.
-o-o-o-o-o-o
Sonaba en la tele el alegre comienzo de la campaña publicitaria de las elecciones presidenciales mientras Rin esperaba a que los waffles se terminaran de cocinar. Hoy le tocaba hacer el desayuno para su padre y para Len.
Desde el abandono de su madre, su progenitor cayó en una depresión crónica persistente que ese día cumplía cinco años de duración. Cinco años llenos de cerveza, ron y tequila a mares que lentamente le dañaron el cerebro y el hígado, dejándole latente la amenaza constante de un cáncer incurable.
Su padre se levantaba hasta más allá del mediodía y se acostaba a las tres de la madrugada. Explotaba si pasaba quince minutos en abstinencia y hacía cosas extrañas, como dar manotazos y romper cosas; a Rin, por ejemplo, una vez, le reventó un oído.
—Cómo me hace feliz que Len se haya encargado de nosotros— se dijo, mientras untaba con mantequilla de maní y jalea los waffles.
Porque, desde ese día, los dos gemelos tuvieron que valerse prácticamente por sí solos. Sólo gracias a los cheques de seguridad social que recibía su padre —y que, por suerte, no terminaba de gastárselos todos en puro alcohol y parrandas— eran capaces de comprar lo mínimo que necesitaban para sobrevivir, no sin padecer bastantes carencias.
No fue sino hasta ellos cumplieron los catorce años que Len al fin pudo trabajar en la empresa de un viejo amigo de su padre para llevar comida a la casa y pagar los estudios de ambos. Rin se llenaba de ternura al verlo volver, cansado y agotado, desplomarse en el sillón para luego estudiar.
Se sentía agradecida con todo lo que Len hacia con esfuerzo por el bien de ellos. Y ese sentimiento de agradecimiento se transformó lentamente en algo mas serio y profundo. Así es, Rin quedó profundamente enamorada de Len. La adolescencia hizo mella en la jovencita, y ahora no podía dejar de pensar en su gemelo en situación que califica las palabras: novios/enamorados.
¿Cuando empezó eso? ¿Hacía un año? ¿Seis meses? No lo sabe ni le importa, aunque estaba consciente de que ese amor era enfermizo para los estándares de la sociedad, una parte de ella aún mantenía la insensata posibilidad de que su gemelo correspondiera s sus sentimientos. Rin lo veía plasmado en cada película y novelas románticas que miraba y leía. Aunque sonara estúpido, así se sentía.
Toda chica soñaba con que un día su príncipe azul llegara cabalgando por el horizonte y las rescatase de todo mal; Rin sólo esperaba que su gemelo le plantase un gran beso en los labios cargado de amor y así soportar cualquier adversidad que se les pusiera enfrente. Siendo sinceros, no podía pedir nada más "espectacular" con la vida de mierda que le había tocado.
Colocó una tetera al fuego y buscó la leche en la heladera, rogando porque no estuviera echada a perder, para terminar con el desayuno de su gemelo; quien mansamente seguía durmiendo luego de la jornada llena de trabajo y estudio de ayer. Sonrió mientras pensaba qué tan alegre se encontraría su hermano al momento de ver semejante manjar en la mesa.
—Papá, despierta a Len— nombró con cierto recelo la chica, encontrando a su progenitor dormido en medio de la sala y con la televisión al máximo volumen. Suspiró, un poco enojada por la actitud del hombre.
Finalmente, ella misma decidió adentrarse dentro de la habitación de su hermano y sacarlo de su mundo de sueños, queriendo también internamente ver a su dios en tierra todo el mayor tiempo que pudiera sin ser descubierta.
Abrió la puerta sin hacer ningún ruido, entrando al cuarto lleno de penumbras por las gruesas cortinas que cubrían las ventanas. Cuando pudo acostumbrarse un poco a la oscuridad, vio en el medio de la amplia cama la figura semidesnuda de su gemelo descansando con tranquilidad, o por lo menos eso parecía.
—No, no— Salía de la boca del durmiente, alertando a Rin de inmediato.
—¿Len? ¡Len!— llamó repetidas veces, deseando con todas sus fuerzas sacar a su hermano de sus pesadillas.
Depositó una mano en la mejilla de su hermano, haciendo que este abriela los ojos y jalara con fuerza de su muñeca, haciéndole perder el equilibrio de inmediato y dejándola tirada al lado de él. Una fiera mirada azul fue lo que percibió entre las penumbras, asustándola un poco y secándole su garganta.
—Len—
— ¿Rin, eres tú?— preguntó adormilado el muchacho mientras soltaba la muñeca de la chica y se tallaba los ojos, despertándose.
—Len, ¿qué pasa?— inquirió con miedo la rubia.
—Nada, es sólo que... cada día te pareces más a mamá—
—¿Yo? ¿Parecerme a mamá?
—Sí... te pareces a ella— continuó, convencido de sus palabras —. Te pareces mucho...—dijo Len en un tono peligrosamente bajo, pero que ella no captó.
—Nee, Len—musitó Rin con nervios, al ver a su gemelo semidesnudo, en una pose tan atrayente —... Hice waffles, ¿te gustarían?
Se quedó sin aliento al ver el rostro de su gemelo peligrosamente cerca de ella, a pocos centímetros de su boca. Se le paró el corazón y la traquea se le atascó. ¿Era real? ¿Len estaba así de cerca hacia ella? Todo pensamiento coherente se esfumó e inconscientemente se le escapó un suspiro. Automáticamente cerró los ojos, esperando ingenuamente que la besara...
—¿Algo huele a quemado?— preguntó el rubio, sacando a Rin de sus sueños.
—¡Ay, Dios mío, la tetera!— gritó ella, corriendo hacia la cocina.
—Tan cerca, estuvo... tan cerca...— se dijo mentalmente mientras retiraba la tetera humeante del fuego de la hornalla.
Aunque había algo que se mantuvo plasmado en su cabeza por el esto de la mañana: existía la posibilidad de que Len sí correspondiera su sentimiento. Sus mejillas se sonrojaran acto reflejo y sonrió como si mil soles iluminaran su vida, ¿qué podía ser mejor que saber que la persona de la cual estabas enamorada también sentía lo mismo? Se arrimó con energías renovadas a su gemelo —cuando este apareció con el uniforme puesto— para servirle el desayuno y se sentó a su lado, como era su costumbre, para ingerir sus alimentos alegremente.
—Vaya, Rin, hoy estás muy alegre— comentó su gemelo mientras tomaba un sorbo de café —, ¿se puede saber por qué?—
—Bueno... es un día hermoso, ¿no?— dijo ella ocultando la verdadera razón, quería que su confesión fuera especial.
—¿En serio?— Len levantó una ceja —¿No será, tal vez, porque algún chico esté rondando tu cabezota?—
—Puede ser— canturreó a su hermano al mismo tiempo que tapaba sus propios labios con el dedo índice —. Vamos, ya se nos hace tarde para la escuela— anunció al mismo tiempo que se iba a su habitación para buscar su mochila.
Len permaneció estático unos cuantos segundos, para después fruncir el seño con gran enojo y retirarse a su alcoba, cerrándola de un gran portazo.
—Lo sabía... sí te estás pareciendo a ella— gruñó por lo bajo mientras apretaba los puños —. Maldita seas, Rin— susurró una y otra vez en la penumbra.
En la cabeza el muchacho, un nuevo "clic" se hizo en su cabeza, al mismo tiempo que formulaba un plan para que Rin de verdad cumpliera su promesa de niños, lo quisiera ella o no...
Bien, esto fue el prólogo, ya notaron que Len esta un poquito *se atornilla la cabeza en gesto de demencia* Pero yo ADORO al Psichotic!Len de algunos videos y fics que he visto.
Advierto que de ahora en adelante el fic se volverá espantosamente crudo y sádico. Tocará temas que casi bordearán lo MA. Solo gente madura psicológicamente puede verlo. Ahórrense un trauma demasiado pronto, pequeños :P
¡Espero sus comentarios, los acepto a todos! ¡Hasta el primer capi!
Bye—nii