Stop the World That I Get Off

Hoy no era solamente un buen día para los alumnos de Hogwarts, por ser sábado y, por tanto, no tenían clases, si no que era un sábado muy especial para dos de las Casas del colegio.

Gryffindor y Slytherin.

El motivo no era otro más que el primer partido de la Copa de Quidditch. Pero era especial por varios motivos más pero, para los alumnos de Gryffindor, una de las cuestiones más importantes era que se trataba del primer partido de Harry Potter como capitán.

Por supuesto que siempre tenía que haber de todo en el mundo y, por eso mismo, también había personas a las que nada de esto le tenía importancia. O por lo menos no la exagerada importancia que parecía darle todo el mundo.

Solamente es quidditch, había dicho una vez y aún apoyaba dicha afirmación.

Hermione se despertó con cierto cansancio. No era el típico agotamiento tras una semana de intensos estudios si no más bien una mezcla entre cansancio físico y una exagerada parte de cansancio emocional.

Le decían la bruja con más talento de esta época pero, a pesar de toda su inteligencia, no sabía cuál había podido ser la causa para que Ron hubiera cambiado tan radicalmente su actitud con ella. Cada año siempre parecía encontrar un motivo para enfadarse con ella. Por supuesto que siempre se trataba de un motivo absurdo que solamente alguien como él podría darle la más mínima importancia. Y parecía que ya había encontrado la excusa de este año. Si le preguntases a Hermione, suponiendo que te fuera a contestar, no obstante seguía siendo una pregunta, diría que se dio bastante prisa en encontrarla puesto que aún, técnicamente, seguían en el mismo año.

De ser posible, Hermione habría asegurado que todos estos volátiles cambios de actitud por parte de Ron se debían a que le había venido la regla. Solamente alguien como él podría mostrar claros síntomas a pesar de ser un chico.

Como le gustaría no tener que ir al partido para no tener que verle la cara pero se trataba de un partido demasiado importante para Harry y él no le había hecho nada. Bueno, por lo menos no algo tan grave como Ron, si descontamos esa fijación, u obsesión con el libro de pociones de ese tal Príncipe Mestizo.

Hermione bufó molesta ante su despertador de hoy. La irritante risa de Lavender que no tardó en ser acompañada por la de Parvati y fue la indicación que era hora de levantarse. Y poner toda la distancia posible.

Sus dos compañeras estaban tan metidas en su conversación que no parecían haberse percatado de que Hermione aún se encontraba en el cuarto. Sus otras dos compañeras de cuarto debieron haber sobrepasado su nivel de aguante y se marcharían a desayunar antes de tiempo. Había muy pocas cosas que podían lograr que alguien se levantase temprano de su cama un sábado. Los cotilleos por parte de Parvati y Lavender era una de ellas.

Fue cuando escuchó su nombre, seguido de esa exageradamente risa de chiquilla risueña que crispaba los nervios, que Hermione apoyó mal el pie en el suelo llegando a tropezarse hasta que evitó caerse apoyándose contra la pared.

Esto hizo que su presencia fuera percatada por sus dos compañeras.

—Parece que te has levantado con el pie izquierdo, Hermione— le dijo Parvati aguantándose las ganas de reírse al ver los propios intentos por parte de Lavender.

Hermione quiso mantener toda la dignidad que le quedaba y decidió no señalar que el tobillo que casi se retorció era el derecho y no el izquierdo.

—Suerte que no eres nuestro guardián, Hermione. Por suerte para nosotros tenemos a Ron— la voz soñadora de Lavender al nombrar al pelirrojo resultaba absurdamente melosa que daban ganas de vomitar.

Eso es porque no conoce lo idiota que puede llegar a ser.

—Por supuesto que si, ¿no somos afortunados?— el sarcasmo desbordaba sus propias palabras pero ninguna de aquellas dos parecían haberse percatado de eso. Vamos, si ni siquiera escucharon como la palpitaba la vena en su sien.

Hermione cogió todas sus cosas para asearse y vestirse. Decidió que sería mucho mejor el hacerlo en el baño de prefectos para tener menos posibilidades de malos encuentros. A no ser que Ron se encuentre allí vomitando sus nervios. Aunque dudaba mucho que se alejara de Harry, su mantita de seguridad personal. Sí, por mucho que los tres fueran amigos y que siempre pretendiese ser neutral cuando Ron se ponía a actuar como un idiota, Harry estaba más al lado de Ron que de Hermione.

Ellos ya eran buenos amigos antes de que ese trol estuviera a punto de hacerme papilla… por culpa de las palabras de Ron ante las que me fui a llorar al baño de las chicas en donde me encontró el trol.

Hermione se aseó tratando de hacer lo propio con todos estos pensamientos y se detuvo un buen rato ante el espejo para esperar que los halagos por parte de su reflejo pudieran ser la ayuda final que necesitaba. Luego de dejar su pijama y los útiles de aseo en su cuarto, por fin vacío como la cabeza de esas dos, Hermione bajó al Gran Comedor para el desayuno. Aunque, en realidad, era para el encuentro con Harry y, sobre todo, con Ron.

Había ocasiones en que todo ese asunto del valor de los Gryffindor resultaba más molesto que un escreguto de cola explosiva.

El camino hacia el Gran Comedor fue tal y como había esperado, ya había recibido un ejemplo de ello solamente en la sala común de Gryffindor, pero en una escala colegial, tanto porque eran alumnos quienes no dejaban de recordar el partido que se jugaba en unas horas, como por el tamaño de semejante obsesión, del colegio de Hogwarts.

No podía apoyarse ni siquiera en su profesora predilecta porque, para su desgracia, McGonagall era, casi podía asegurarse a un ciento por ciento, tan fanática como los propios alumnos.

Vio a sus dos mejores amigos, ahora podría decir solamente compañeros de Casa cercanos, por lo menos en el caso de Harry porque, de Ron, sentía unas terribles ganas contradictorias de llorar como de hacerle tragar la mesa de Gryffindor de un solo bocado— y sin nada de comida porque no se la merecía—, sentados y hablando lo más tranquilos que podían dadas las circunstancias actuales. Ron parecía que pudiera empezar a vomitar babosas en cualquier momento y Hermione casi estaba segura que lo aplaudiría.

Su intención había sido sentarse lejos de ellos dos pero, por lo menos, y por el espíritu de compañerismo de la Casa, decidió desearles buena suerte. Como no podía ser de otra forma, dado el inicio de su día a punto de abrirse la cabeza al levantarse de la cama, se encontró con que Harry, quien se suponía que debía ser la persona más sensata de todas las que conocía, había cometido una gravísima infracción. Y, para rematarlo, tenía la desfachatez de negárselo a la cara.

Ron casi le escupió su estado de confrontación al beberse su jugo de calabaza a pesar de sus advertencias. Aún no entendía qué era lo que le había hecho cambiar su actitud con ella después de una noche. ¡Pero si Ron en la noche solamente es capaz de dormir! No lo entendía pero si que sus palabras y acciones no hacían si no mucho daño. Y una gran acumulación de daño solamente podía acabar con romper con el lazo que los unía desde hacía tantos años.

Y Harry, a pesar de saber que lo que había hecho estaba mal, se justificó recordándole el confundus que ella le había lanzado a McLaggen durante las pruebas para guardián. Por eso mismo Ron era ahora el guardián de Gryffindor. Porque ella había actuado indebidamente.

Para qué aprendas que una mala acción, por muy bueno que pudiera ser tu motivo— egoísta en tu caso, Hermione—, siempre tiene consecuencias.

Sintió un escozor en sus ojos y se alejó de aquellos a los que había considerado sus mejores amigos. Ni de broma se merecían estas lágrimas pero, si no era capaz de abortarlas, por lo menos no serían testigos de ellas y del dolor que las causaba.

Quidditch. ¿Cómo podían poner en peligro una amistad por un simple juego? Jamás entendería esta obsesión pero no podía esperarse menos de alguien que ignora el hecho de que no están aquí para divertirse si no para forjarse su futuro en la vida. Y, por muy bueno que fuera Harry como buscador, Hermione estaba segura de que su futuro no se encaminada al quidditch profesional. Y mucho menos el de Ron que parecía un inferi de camino a su entierro.

Finalmente Hermione fue a presenciar el partido, sentándose junto a Luna que, por mucho que fuera de Ravenclaw, siempre animaba al equipo de Gryffindor. Y más desde que se hizo con esa cabeza de león, de tamaño real, que rugía de manera que se imponía al griterío general.

Pudo comprobar el cambio sufrido por Ron desde que lo vio marcharse del Gran Comedor pues de un alma en pena, ahora parecía que fuera el mayor guardián que jamás hubiera existido y que se hubiera dignado a jugar un simple partido de colegio como favor a unos niños principiantes.

Esto no hacía si no irritar, y cabrear, mucho más a Hermione porque, a pesar de tratarse de Ron, de que jugaban contra Slytherin, lo que Harry había hecho no era nada justo y deportivo. ¿Para qué se supone que juegan si se saltan las reglas a la oportunidad que se le presenta?

Además, por lo que escuchó de boca de otros alumnos, faltaban varios jugadores importantes por parte de Slytherin. El más reconocible, y por lo menos para Hermione, era el buscador oficial. Draco Malfoy. Que, luego de un exhaustivo examen de las gradas de la zona de Slytherin, ni siquiera había aparecido para dar ánimos a los suyos.

Hermione bufó molesta porque esto no haría si no alimentar las alocadas ideas conspirativas de Harry con respecto al Slytherin y su extraño comportamiento de este año. Tal vez debería confesarle que él también, a causa de la muerte de Sirius como con ese dichoso libro del Príncipe Mestizo, junto a su obsesión por los quehaceres de Malfoy, se estaba comportando de una manera extraña y poco habitual en él.

Claro que eso solamente le serviría para que también se enojase con ella, o lo hiciera aún más porque ya parecía algo molesto con ella. El comentario del confundus, en verdad, no confundía a nadie al respecto de que su intención había sido la de dejarle claro su punto de vista al respecto, y tal vez su molestia porque pudiera parecer que solamente ella tenía la razón en todo.

La verdad es que Hermione no estaba segura de que resultaba le gustaría que tuviera el partido. Si bien, como buena Gryffindor, quería que derrotasen a Slytherin, estaba el hecho acerca de la acción realizada por Harry y que no podía dejar pasar tan libremente. Sobre todo cuando, tras unas cuantas excelentes paradas por parte de Ron, este empezó a presumir. El colmo fue cuando regresó la canción de "A Weasley vamos a coronar" que él mismo hacía como si la dirigiera desde su puesto.

Tal vez fuera por esta línea de pensamientos pero pronto pareció como si fuera a obtener el resultado con el que le daría una lección a Harry y sus métodos. Harper, el buscador que sustituía a Draco, cruzó a toda velocidad el campo a punto de hacer caer a Harry al golpearle con el brazo pero, a pesar de esta infracción no vista por la profesora Hooch, esta no había sido su intención si no que había localizado la snitch dorada.

Hermione frunció el ceño al ver como la mano de Harper estaba a punto de agarrar la snitch pero, por algún motivo, perdió la concentración y Harry logró agarrarla primero. Esto no hizo si no hacer crecer las sospechas por parte de Hermione de las acciones previas al partido de Harry.

Incluso ignoró por completo el que Ginny chocara contra Zacharias Smith, quien se encargó de la locución del partido. Si McGonagall no hacía nada, mucho menos lo haría ella. No, Hermione tenía un destino fijado para estos momentos.

El vestuario de Gryffindor.

Ignoró todo lo que pudo el ambiente festivo de sus compañeros de Casa pero los nervios por lo que estaba a punto de enfrentar la hacían retorcer su bufanda de tal manera que no le extrañaría que la terminase por deshilar por completo. Una vez hubiera salido todo el mundo, con la excepción de Harry y Ron, Hermione entró en el vestuario. Su mirada se cruzó con la de Harry y, a pesar de todo, sabía que debía decirlo porque era lo correcto a hacer.

¿Podía haber sonado tan fuerte como lo hizo a sus oídos? Seguramente lo hizo porque de ninguna otra manera podía sonar una acusación contra su mejor amigo. Pero ella no tenía otra salida porque lo que había hecho iba en contra de las reglas. Era ilegal y, por tanto, denunciable.

Harry no le había echado Felix Felicis en el zumo de Ron. Todo había sido una hábil treta por parte del pelinegro para hacerle ganar una asombrosa confianza en si mismo por parte de Ron. Algo que, visto el resultado del partido, y su desarrollo, fue todo un éxito. Pero Hermione no comprendía por qué, si solamente se trataba de una inteligente treta por parte de Harry, este no le dijo nada y, en cambio, si tuvo tiempo para echarle en cara su confundus durante las pruebas de selección para el equipo de Gryffindor.

Pero eso no fue lo peor de todo si no que Ron se tomó a mal la insinuación por parte de Hermione de que él había hecho un gran partido solamente porque había tomado Felix Felicis. Podía decirse que su enfado era justificable pero, siendo amigos, y que el propio Ron también hubiera creído haber bebido la Felix Felicis, debería haber servido de atenuante. Por desgracia Ron, por algún motivo que Hermione desconocía, estaba enfadado con ella y no quiso escucharla. Ni sus disculpas.

La situación entre ellos dos no hizo si no empeorar y Hermione, luego de que Ron se fuera a la Sala Común de Gryffindor, dónde se estaba celebrando la victoria, fue la propia Hermione quien también se marchó, disculpándose con Harry, pero en dirección desconocida.

Necesitaba un tiempo para si misma y tratar de comprender cómo era que habían llegado a esta situación. Eran amigos y, a pesar de que cada año terminaban enfrentados por alguna causa, siempre lograban solucionarlo.

Siempre.

El recuerdo de su antigua vida en el mundo muggle sin ningún amigo, o sus primeros meses en primer año repitiendo su mala fortuna respecto a lo de hacer amigos, fue suficiente para que Hermione, una vez más, se tragara su orgullo y se dirigiera a la Torre de Gryffindor para disculparse con Ron y salvar su amistad.

Fue como si sus ojos estuvieran siendo atraídos con la imagen que le produciría mayor dolor en su corazón. No necesitaba quedarse allí absorta mirando para esos dos porque solamente fue necesario un simple vistazo para que su corazón, como su mundo, se quebrara en infinitos pedazos que no sería capaz de recoger.

Ahora si que necesitaba estar sola pero, en este caso, porque no trataría de contenerse y sus emociones podrían fluir libremente. Por supuesto que, a pesar de todo lo sucedido, aún tenía un verdadero amigo.

Harry la encontró sentada sobre la mesa en el interior de un aula vacía y se acercó midiendo sus pasos hacia Hermione con el actual conocimiento del motivo por el que se encontraba desgarrando sus ojos llorando a lágrima viva. Se trataba de la viva imagen de un animal herido e indefenso que se encontraba incapaz de defenderse de nada en estos momentos. Era como si estuviera destinada a ver, en primer plano, y casi destinado para ella, ante su cara, como Ron y Lavender se besaban como si se fueran a morir ahogados de no hacerlo. Lo que, en teoría, podría suceder al contrario porque no parecían ni querer parar para respirar.

Lo más surrealista de la escena eran los canarios que revoloteaban sobre la cabeza de Hermione. Y, aunque no fuera el momento para ello, no pudo evitar el pensar en la expresión "Tener pájaros en la cabeza" y con que Hermione era la última persona a la que podría identificar al respecto.

—Hermione…

—No hace falta que digas nada, Harry. Todo está claro y, siguiendo su actitud previa, puede decirse que ha tenido suerte, ¿no era ese el plan? Pues su suerte la llevó con aquella con quién parece quiere estar.

Antes de que Harry pudiera empezar a tratar de rebatir las palabras de Hermione ocurrió lo menos afortunado y, por tanto, más doloroso para la muchacha.

Unos, más que alegres, Ron y Lavender habían pretendido encontrar un lugar privado para, estaba claro, llevar la fiesta a un lugar algo más privado. Y no tuvieron otra feliz idea de coincidir en elegir para ello el aula que Hermione decidió fuera su lugar de lamento y llanto.

Podría decirse que Lavender decidió hacer lo más correcto, que era volverse por dónde había venido, si no fuera por la manera en que se estaba riendo todo el tiempo. Pero se fue, al fin y al cabo, a diferencia de Ron que se quedó allí con esa cara de auténtico bufón que hacía pensar a Hermione el por qué tenía que sentirse tan mal por alguien así.

—¡Hey, Harry! ¡Te estás perdiendo la celebración!

Hermione no podía soportarlo más y bajó de la mesa con toda la intención de dar un más que necesitado paseo que pueda devolverle la cordura que sentía perder poco a poco al repetirse los sucesos de este día.

—Será mejor que vuelvas con Lavender— la calma con la que Hermione hablaba resultaba escalofriante—. No sea que pueda adivinar un mal presagio para ti.

Podía verse en el rostro de Ron un infinito alivio de que Hermione solamente hubiera realizado un comentario algo morboso pero, sabiendo del peligro que tiene con su varita, era algo con lo que el pelirrojo podría vivir.

¡Oppugno!

¿Desde cuándo tenía Hermione la varita en la mano? Aunque esa no era la cuestión importante si no el que estuviera apuntando con ella a Ron o, sobre todo, la mueca descorazonadora que se mostraba en su rostro.

La bandada de canarios atacó furiosamente a Ron que trataba de defenderse lo mejor posible de los picotazos y arañados que le estaban proporcionando esas diminutas bolas emplumadas.

Las súplicas del muchacho cayeron en oídos sordos porque, solamente fue el lanzar el ataque aéreo, que Hermione abandonó el aula dejando tras de si una última mirada rabiosa y vengativa alejándose por el pasillo sin importar lo que pudiera ser de Ron.

Su última acción fue el cerrar la puerta de manera que Lavender no pudiera entrar y que cada uno sufriera a su manera.

Sollozando todo el tiempo, con lágrimas deslizándose por sus mejillas, Hermione cruzó decenas de pasillos sin aparente conocimiento de ello hasta que un sonido fuera de lugar la hizo detenerse.

El chapoteo.

Fue una sorpresa el percatarse de que había sido ella misma la que originó dicho sonido y con un solo vistazo a su alrededor pudo localizar su posición en el castillo. Segundo piso, frente al lavabo de las chicas. El mejor lugar para poder llorar sin que nadie pudiera llegar a molestarla. A no ser que apareciera la verdadera llorona del lavabo.

Myrtle Morseferth Loperbec. Más conocida como Myrtle, la llorona.

Afortunadamente para ella no se encontraba en los lavabos, por lo tanto no tendría que obligarla a irse de allí para poder llorar en paz. Vamos, que ella ya ha tenido sus buenas décadas para echar una lagrimita.

Hermione entró en el mismo retrete que en segundo año durante su fiasco con la poción multijugos. Luego de adecentar el lugar, ¿es qué Myrtle no podía ser más cuidadosa y no empapar todo el lugar?, Hermione se dejó llevar por la angustia que la devoraba en su pecho.

Lloró sin conocer el paso del tiempo.

Pronto se dio cuenta de que ya no tenía más lágrimas que liberar y ahora se encontraba hipando ligeramente, con su cabeza firmemente apoyada contra sus rodillas, mientras mantenía las piernas flexionadas contra su pecho.

Entonces escuchó que alguien no solamente entró en el lavabo si no que cerró la puerta una vez en su interior. Le daba igual quién pudiera ser puesto que solamente quería que la dejaran en paz sumida en su tristeza. Por lo tanto más le valía no ser Harry porque, si la siguió usando su dichoso mapa del Merodeador iba a tener algo más que palabras con él.

Para sorpresa de Hermione escuchó como, quién fuera quién había entrado en el lavabo, empezó a sollozar con una angustia y desgarramiento que la hacía sentir como si ella hubiera estado durante un tiempo indeterminado jugando a llorar. Su dolor había sido real y su tristeza también. ¿Cómo podía venir esta persona a dejar rienda suelta a su propio dolor para que el de ella pareciera menos en comparación?

—No lo lograré.

A Hermione casi se le cayeron los ojos al suelo. Reconocería esa voz como si fuera la suya propia pero jamás la había llegado a escuchar tan rota y angustiada. Seguramente era por su propio dolor y tristeza pero sentía como en su corazón palpitó una parte, cuya existencia desconocía hasta ahora mismo, y que estaba ahí para él.

¿Malfoy?

—No quiero hacerlo y… solamente pude pensar en algo que, lo único que logrará… será empeorarlo todo irremediablemente…

Las sospechas de Harry hacían eco en la cabeza de Hermione.

"¡Draco Malfoy es un mortífago!"

¿Realmente podía ser cierto eso? La mente de Hermione palpitaba con fuerza ante la velocidad de sus pensamientos. ¿Habría sido él entonces el culpable de lo sucedido a Katie Bell? Pero, si eso fuera cierto, fue capaz de hacerlo sin necesidad de abandonar los muros de Hogwarts. Solamente ese motivo le hacía ser inocente de cualquier sospecha, o teoría conspiradora.

—No entiendo por qué no hace nada… siempre sabe lo que sucede… por qué no hace nada ahora— se lamentaba Draco—. ¿Es por qué soy yo? Claro… que valor puedo tener yo… ningún valor… para qué preocuparse…

Merlín, ¿pero qué han hecho con Malfoy?

Jamás le había escuchado de esta manera y no podía imaginarse qué podía ser la causa para llevarlo a semejante estado. Exacto, él nunca había sido así antes. Como ella tampoco había sido así antes. Si lo fuiste, le recordó una voz arrastrándose del fondo de su memoria, y también acabaste llorando en los lavabos. ¿Y sabes qué más?

Su primer año en Hogwarts. Ron la había vuelto a insultar de manera degradante y ella corrió al lavaba a llorar porque su vida no hubiera cambiado por mucho mundo mágico que fuera. Seguía estando desalineada con el resto de la gente. Igual que le había estado sucediendo desde siempre en el mundo muggle. Pero Harry y Ron fueron en su ayuda y ese suceso les hizo ser amigos.

Antes de que Hermione pudiera recapacitar sobre su cordura abrió la puerta del retrete e hizo su aparición en medio del lavabo. Con paso lento, firme, pero cuidadoso, se fue acercando hasta tener a Draco frente a ella.

El Slytherin no se había percatado de su presencia al tener la cabeza agachada sobre el lavabo pero, justo en el momento en que alzó la vista, pudo ver a Hermione reflejada en aquel destrozado espejo.

Ella no había podido ser testigo de su propia sorpresa de antes pero ahora, viendo la cara que puso Draco, se hizo una muy buena idea de cómo debió haber sido. No sabía si su cerebro se había visto afectado por la deshidratación por la pérdida de lágrimas pero Hermione se quedó allí de pie y sin realizar ningún movimiento, ni siquiera para tratar de defenderse cuando Draco se volvió con su varita alzada y apuntándole directamente a la cabeza. Aunque su mano temblorosa se la desviaba hasta apuntarle también al corazón.

Tal vez estaba cometiendo un error.

No, ningún error, se dijo Hermione al ver para los ojos grises de Draco que, en vez de su habitual frialdad, podía ver lo que él parecía que siempre había estado ocultando al mundo entero.

Sentimientos. Un verdadero corazón bajo esa fría fachada.

—¿Qué crees qué estás haciendo aquí, sang…?

—Yo me preocupo— le interrumpió Hermione antes de que pudiera degradarla con aquel horrible insulto.

Hermione pudo ver la sorpresa en su mirada. Como su varita descendía antes de que todos estos años volvieran a gritarle al oído e hicieran que se mantuviera alzada y firmemente sujeta en su mano.

—Si, seguro que piensas que sigo siendo ese crío imbécil de antes para creer que tú…— pero ahora fue el turno de Draco para fijarse en los ojos de Hermione. Unos ojos que siempre lo estaban observando cada vez que se miraba ante un espejo— ¿qué te ha pasado, Granger?

Aquí estaban Hermione Granger, Gryffindor, y Draco Malfoy, Slytherin, con sus espíritus quebrados y encontrándose en el momento más vulnerable de sus vidas justo frente a quién, cada uno de ellos, consideraba alguien en quién no confiar.

Pero lo único de lo que Hermione fue testigo fue de la sincera preocupación en la pregunta de Draco. Su amigo la hirió profundamente en el corazón y su enemigo está ante ella, destrozado por sus propios problemas, tratando de ofrecerle, si no consuelo, alguien con quién desahogarse.

¿Un hombro en el que llorar y alguien quién la escuchará?

Hermione se había equivocado. Aún tenía lágrimas y, antes de percatarse de sus acciones, se encontraba llorando contra el pecho de un atónito, y paralizado, Draco que, sintiendo el dolor de la muchacha, se permitió el ver solamente a una persona dolida y angustiada, de la misma manera en que él mismo se sentía, y la abrazó con toda la necesidad de consuelo que él mismo necesitaba.

La muchacha volvió a llorar durante su propia eternidad hasta que terminó por calmarse pero, en esta ocasión, no se debió a la falta de lágrimas por su parte. No, en esta ocasión se calmó gracias al sosegado latir del corazón de Draco que la arrulló de una manera que nadie había hecho, ni logrado, nunca.

Ladeando la cabeza, pues tenía su rostro hundido en el pecho de Draco, pudo comprobar el estado en el que se encontraban. Cierto era que seguían en el lavabo de las chicas, el que habitaba Myrtle, pero ahora estaban sentados en el suelo o, más bien, el que se encontraba sentado en el suelo era Draco. Hermione, en cambio, estaba sentada en el regazo del rubio que la mantenía bien sujeta, contra su pecho, con un cálido abrazo por su parte.

Era una situación de lo más íntima, por muy lavabo de chicas en el que se encontraban, y la compartía con quién debía de ser su principal enemigo. Tal vez si sea necesario tener más cerca a tus enemigos pero no para controlarlos si no para que la vida te permita dejar de ser enemigos.

—Lo siento, Malfoy. Te he puesto perdida y…— Hermione sentía sus mejillas ruborizarse y trató de ponerse en pie. El abrazo de Draco se lo impidió.

—No me has contestado, Granger— le recordó con voz calmada—. ¿Qué te ha pasado? Si no recuerdo mal, la última vez que te fuiste a llorar a un lavabo estuviste a punto de tener que ser despegada del garrote de un trol.

—Y ahora estoy atrapada en el abrazo de una sierpe— trató de desviar el tema pero debía saber, a estas alturas, lo obsesivo y meticuloso que podía llegar a ser Draco. No obstante, también en primer año, esperó el tiempo necesario a que Norberto creciera para poder entregárselo a McGonagall debido a la dificultad para su traslado—. Que no me liberará hasta que se lo cuente, ¿verdad?

La respuesta de Draco fue el intensificar su abrazo pero no de una manera posesiva o amenazadora si no, todo lo contrario, reconfortante. Hermione se sentía bien entre los brazos de Draco Malfoy y era incapaz de pensar en nada que pudiera hacer verlo mal de ninguna manera.

—Tú eres la sabelotodo de Hogwarts o, más bien, de nuestra época, Granger.

Aquí una muestra de lo que pensaba Hermione. Aquellas palabras que podían haber sonado frías, crueles y burlonas resultaron cálidas, amable y con un tono simpático para aliviar la tensión que sentía Hermione.

—Muy bien— Hermione volvió a acomodarse contra el pecho de Draco y, aunque sintió como se tensaba por un instante, también notó como se relajaba a su contacto. Era normal pues ambos debían acostumbrarse a si mismos—, yo te cuento lo mío si tú me cuentas lo tuyo.

Hermione alzó sus ojos castaños para fijarse en el rostro de Draco y en sus ojos glaciales que parecían quebrarse por momentos.

—Parece ser lo justo— la muchacha volvió a sentir el calor en sus mejillas al ruborizarse cuando Draco apoyó su rostro sobre la maraña que eran sus rizos—. Pero es probable que lo único que logre es asesi-… acabar con este nuevo nacimiento.

Pudo sentir una fría garra agarrándole el corazón al escuchar el lapsus por parte de Draco pero estaba resuelta a escucharle y, una vez lo hubiera hecho, haría todo lo que estuviera en su mano para proteger esta reciente e indefensa amistad con el joven Slytherin.

—No vendas la piel del oso antes de cazarlo, Malfoy.

—¿Cómo dices?— la inocente ingenuidad de Draco le hizo sacar una sentida sonrisa a Hermione. No, no permitiría que esto que ha surgido entre ellos dos, juguetes rotos de quienes se cansaron de ellos, pudiera ser puesto en peligro de extinción.

—No te rindas antes de luchar— le dijo acomodándose en aquel pecho protector para liberar un suspiro de resolución—. Puedo decir que todo comenzó desde que fui suficientemente consciente de que si no tenía amigos era por mí. Algo que me ocurrió en el mundo muggle como también lo hizo al llegar a Hogwarts. ¿Quién querría estar junto a una sabelotodo estricta con las reglas? A nadie le gustaría tener como amiga a una versión en pequeño de McGonagall.

Hermione sintió el cuerpo de Draco reverberar con su risa, logrando hacerla sonreír a ella misma. Se sentía tan bien que continuó hablando sobre el origen de su estado actual que se desarrolló por los años previos, tanto en Hogwarts como fuera de sus muros. Habló y habló como nunca antes lo había podido hacer de manera que expuso su corazón desnudo de una manera tan única que le sería imposible el volver a repetirlo una segunda vez con la misma necesidad y pasión.

Y, antes de que pudiera darse cuenta, cayó dormida sobre el pecho de Draco.

— — — — —

Hermione se despertó con cierto cansancio. No siendo el familiar agotamiento tras largos periodos de intensos estudios si no, más bien, una curiosa mezcla entre cansancio físico y una extrema parte de cansancio emocional.

Pero cuando abrió los ojos no pudo evitar el sorprenderse ante el lugar en el que se encontraba puesto que, para nada, se asemejaba al último lugar que se mente la recordaba estando despierta. No, no estaba en el lavabo de chicas del segundo piso y, sobre todo, no se encontraba sentada en el regazo de Draco.

Estaba en su propia cama, bien tapada por cierto, e incluso podía escuchar las voces de sus compañeras de cuarto. ¿Cómo era que había vuelto a su cuarto? Siendo Draco la última persona con la que estuvo debería haber sido él quien la trajo pero, no solamente la idea era difícil de creer, bueno, tal vez no tanto tras su acercamiento de anoche en los lavabos— y eso ha sonado de una manera bastante indecente a pesar de que, semánticamente, resulta ser cierta—, si no que no podía ser debido a que tendría que haber cruzado el cuadro de la Señora Gorda y subir las escaleras que llevaba a los dormitorios femeninos, imposible para los chicos.

Pero Hermione se percató de que no le resultaba una idea desagradable.

La irritante risa de Lavender, que fue acompañada por la de Parvati casi de manera instantánea fue un directo recordatorio de los sucesos ocurridos ayer con Ron. Sobre todo a lo que se refería a Ron y Lavender besándose. Fue la indicación que era hora de dar comienzo al nuevo día, y poner toda la distancia posible con la destinataria de los labios de Ron.

Lo último que quería escuchar fue, precisamente, lo que escuchó: su nombre. Pero lo que lo hacía más insoportable era que le siguiera la exageradamente risa de chiquilla risueña por parte de Lavender y que le retorcía los nervios a Hermione. Tan mal la hacía sentirse que Hermione apoyó mal el pie en el suelo llegando a tropezarse pero, por suerte, pudo evitar caerse apoyándose contra la pared.

Esta acción hizo que su presencia fuera percibida por sus dos compañeras que, al volverse en su dirección, vieron como el rostro de Hermione había adquirido una tonalidad que competía con el cabello rojo de la familia Weasley.

—Parece que te has levantado con el pie izquierdo, Hermione— le dijo Parvati mientras hacía unos esfuerzos sobrehumanos para no reírse al ver los propios intentos por parte de Lavender.

Esto no hizo si no más pronunciado el rubor en el rostro de Hermione.

—Suerte que no eres nuestro guardián, Hermione. Por suerte para nosotros tenemos a Ron— la voz soñadora de Lavender al nombrar a su, supuestamente, amigo la hacía sentir náuseas pero trató de controlarse.

—¿Esto no lo hemos vivido antes?— no pudo evitar el preguntar recordando lo sucedido el día anterior.

Lavender y Parvati se miraron haciendo rodar los ojos como si sintieran algún tipo de lástima por las absurdas ideas de Hermione.

—Claro que sí, y también el partido contra Slytherin— dijo Parvati con tono condescendiente.

—Por supuesto que sí— Lavender le siguió el juego a su amiga—. Y seguro que Hermione sabe cómo quedaron.

La castaña frunció el ceño algo molesta por aquellas insinuaciones pero también porque no entendía qué era lo que podían traerse entre manos las dos muchachas para actuar de esta manera.

—Pues ganó Gryffindor cuando Harry atrapó la snitch dorada.

—Por supuesto que sí— se burló Lavender—. Menuda novedad. Si lo que pretendes es hacerte pasar por una adivina podrías tratar de intentarlo con algo no tan obvio, Hermione. Desde que Harry juega como el buscador de Gryffindor siempre ganamos porque atrapa la snitch dorada.

Hermione bufó molesta, pero no porque estuvieran burlándose de ella si no por el atrevimiento de que ella pudiera perder el tiempo queriendo hacerse pasar por una adivina. Aunque tenía razón con lo de las victorias de Gryffindor y Harry. Pensándolo bien, era extraño el que Trelawney no lo hubiera usado para alguna de sus predicciones. Seguro que en tercer año, con el ataque de los dementores, habría sido muy feliz.

—Aunque estaría bien porque querría decir que siempre sería sábado y no tendríamos clases— fantaseó Parvati mientras se colocaba su bufanda con los colores de Gryffindor.

Hermione, si confiara en alguien para admitírselo, se encontraba confundida. Todo esto estaba resultando algo confuso o, más bien, mucho más que algo.

—¿Adónde vais?

Parvati miró para Hermione como si no la entendiera pero fue Lavender quién le respondió la pregunta.

—A desayunar y luego ir a ver el partido porque, a diferencia de otras, nosotras aún no lo hemos visto e iremos a animarles para que barren con los de Slytherin— dijo con cierto tono de irritación Lavender antes de volverse hacia Parvati—. ¿Escuchaste? "Para que barren con los de Slytherin", y tiene gracia porque van en escobas.

Y, con este chiste malo, ambas muchachas salieron del cuarto riéndose mientras dejaban tras ellas a una confundida, y pálida como un fantasma, Hermione.

—¿He tenido un sueño premonitorio? Esperemos que no. Lo último que quiero es convertirme en una Trelawney.

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Continuará
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Bueno, supongo que está claro de qué va esta historia, ¿verdad? Por supuesto que lo está y por ello no hay ninguna necesidad de que ahora trate de aclarar nada. No, no lo hace y no voy a hacerlo… no lo haré… sobre todo porque no hay que buscar nada más allá de una simple historia. Cualquiera que busque profundidad de pensamientos se está equivocando de fic como de autor -.-U

REVIEWS.
REVIEWS.

Siempre son bienvenidos, tanto por buenos motivos, como por otros más constructivos, las críticas se aceptan mientras se mantenga un tono coherente. ¡Nada de arrebatos tipo Ron por aquí!

Disclaimer: ¿Después de tantos fics aquí leídos, en fanfiction, no escritos por mí, y aún nadie se dio cuenta de que J.K. Rowling posee todos los derechos sobre Harry Potter y no tiene necesidad de ofrecernos historias más interesantes que las que ha publicado?

En fin, en verdad espero que os guste lo que esté por venir… y si no es así no me seáis muy duros conmigo hahahahaha Y tampoco es esperéis muchos capítulos porque me temo que de 10 no pasarán.

La verdad es que esto es una buena idea mal llevada por mí culpando, sobre todo, a la falta de tiempo y, aparte, a mí mismo que no doy de más. Solamente hay que leer algo de lo que he escrito para no espera una gran historia.

Nos leemos.^^