Holaaaaaaaaaa, aquí venimos Kaotik Angel y una servidora (raf-lily) con nuestra segunda historia. Nos hemos aliado para que nuestras locas ideas salgan a la luz mezclando Code Lyoko y Digimon Frontier, de los cuales no poseemos nada mas que el argumento de esta historia y algunos personaje que salen. Sin mas dilación os dejamos con el primer capitulo

CODE FRONTIER

Capitulo 1: vacaciones interrumpidas

El autobús por fin frenó y se mantuvo varios minutos todavía en marcha antes de abrir las puertas. Todo un grupo de alumnos fueron bajando ordenadamente; estiraban las piernas entumecidas por tantas horas de viaje y observaban alrededor toda la ciudad de Shibuya. Para muchos, era un viaje de fin de curso en el que aprovecharían para pasarlo bien; para otros cinco, en cambio, eran unas merecidas vacaciones.

-Bueno, por fin estamos en Shibuya –suspiró aliviado un chico de cabellos rubios hacia arriba con una extraña mancha lila.

-Pero hemos perdido los otros dos autobuses –observó su castaño compañero.

-Es normal, nuestro autobús ha tomado las calles a gran velocidad, dejando al resto a años luz –bromeó el primero.

-No deben de tardar mucho –añadió una tercera voz. La joven de cabello rosado acabó de bajar del bus y respiró feliz por haber dejado su sillón al fin.

-¿Y Jeremy? –le preguntaron.

-Sigue sentado. Aún no se le ha pasado el mareo –la extraña carrera del autobús había acabado con el equilibrio mental del rubio de gafas −. Supongo que ahora bajará, cuando llegue el otro bus.

-Einstein no aguanta nada.

-Odd, no te pases con él –le dijo sonriendo el castaño.

-Ah, mirad, ya llegan los otros autobuses –señaló la chica.

Un par de autobuses aparcaron detrás del primero de él empezaron a bajar más alumnos, entre ellos, una chica de largo cabello oscuro.

-Cielos, estoy agotada. Más les vale dar las explicaciones rápidamente, porque me apetece ir un poco de compras.

-Pero Sissi, no podemos irnos sin avisar…

-Ya nos darán tiempo libre, Herb, ya lo verás. Bueno, a ver dónde están esos… ¡Ah, allí!

La hija del director iba a lanzarse contra el grupo cuando vio acercándose a otra chica de ropas negras. Maldiciendo, se quedó donde estaba y observó la escena.

-Hola chicos.

-¡Hey, Yumi! Por fin llegáis –saludó Odd.

-Sí, por fin.

No pudieron hablar mucho más. Jim, uno de los profesores al cargo del grupo en el viaje, empezó a llamar la atención de todos para explicar "brevemente" la historia de Shibuya. Muy pocos prestaban atención al profesor de gimnasia, hablaban entre ellos o miraban alrededor sin escuchar lo que les decían. Así pues, se les pasó la explicación rápidamente.

-Bien, os dejamos dos horas y media para que recorráis las calles antes de reunirnos nuevamente aquí para ir al hotel –informó la profesora Hertz.

-Perfecto, dos horas sin profes –sonrió Odd.

-Yumi, tú conoces Shibuya, ¿no?

-Aún la recuerdo, Aelita.

-¿Por qué no nos llevas a un sitio tú? –pidió animada la pelirrosa.

-Bueno… Podríamos ir a Harajuku. No está muy lejos y se puede ir de compras, ver el santuario Meiji y el parque Yoyogi –propuso la morena.

-Pues movámonos para verlo todo si queremos llegar a tiempo después –habló Jeremy. Bajaba del autobús algo pálido todavía.

-¿Te encuentras bien? –le preguntó Ulrich.

-Ya se me pasará. Seguro que el paseíto me ayudará.

-Bien, pues adelante.

Se dispusieron a caminar cuando sus móviles empezaron a sonar al mismo tiempo. Cada uno sacó el suyo y leyó el extraño mensaje que les había llegado.

-Por favor, acudid a la estación de Shibuya en diez minutos –leyeron.

-¿Diez minutos únicamente? –se escandalizó Odd.

-Tranquilo, Odd, no está lejos la estación. Es al final de esa calle –señaló Yumi.

-¿Y vamos a ir? –preguntó Ulrich −. ¿Ya es seguro hacer caso al mensaje?

-Ni idea –contestó el de las gafas −. Pero no es casualidad que nos haya llegado a los cinco a la vez.

-El lugar que os he propuesto antes está también en esa dirección –señaló Yumi con su móvil en las manos −. Desde la estación de Shibuya hay 15 minutos más andando, por lo que podemos entretenernos un poco a observar.

-De acuerdo.

-Esto… Disculpad –sonó una voz tras ellos. Una chica alta, de largo cabello negro y gafas miraba a Yumi.

-Emily, ¿ocurre algo?

-Oye, Yumi, ¿sabes dónde está la estación de Sibuya? Sissi, William y yo queremos… visitarla –intentó decir la chica.

-Casualmente vamos en esa dirección –sonrió Aelita.

-¡Aelita! ¿Por qué se lo has dicho? –susurró Odd.

-No pasa nada por acompañarles. Después ellos que vayan para un lado y nosotros a otro.

-Bueno, ¿nos guías entonces o no? –preguntó Sissi, acercándose con William.

-Sí, claro… Vamos, es por aquí –señaló Yumi y todos la siguieron.

En los cinco minutos que tardaron en llegar, Aelita le pidió a Yumi que le explicara más cosas sobre por dónde pasaban y lo que, supuestamente, se encontrarían más adelante en Harajuku. Cuando al fin alcanzaron la entrada de la estación, los móviles empezaron a sonar y un nuevo mensaje apareció en sus pantallas:

-Coged el ascensor que hay a la derecha y tomad el tren que está esperando en la estación subterránea. Daos prisa.

-¿Eh? ¿A vosotros también os ha llegado ese mensaje? –preguntó Jeremy al ver a Sissi, Emily y William leyendo el mismo mensaje en sus teléfonos móviles.

-¿Qué clase de broma es esta? –gritó molesta la hija del director.

-No tengo ni idea, pero a mí me parece algo divertido –dijo Odd mientras miraba alrededor buscando el ascensor.

-No podemos entretenernos demasiado jugueteando por estaciones de tren. En dos horas y media debemos regresar al punto de reunión –recordó Emily.

-Bueno, sea como sea no podemos quedarnos aquí plantados medio siglo. Yumi, ¿cómo se entra aquí? –pidió Ulrich.

-La puerta es esa de ahí. Y los ascensores de la derecha se ven enseguida –respondió.

-Pues vamos ya. Cuanto antes acabemos, antes regresaremos.

Al mismo tiempo, un grupo de amigos salían del santuario Meiji después de la visita. El fin de los exámenes había liberado a todos ellos de tal manera que les daba lo mismo a dónde ir siempre y cuando fuese por libre y no guiados como había pasado a lo largo del curso. Charlaban animadamente sobre las últimas noticias, el partido de fútbol de la noche anterior e incluso de celebrar una fiesta por haber aprobado cuando, de pronto, recibieron un mensaje en sus móviles.

-Guerreros legendarios, por favor, coged el Trailmon de la estación subterránea de Shibuya y acudid al Digimundo. Os necesitamos –habló desde el mensaje una voz que todos reconocieron.

-¡Un mensaje de Ophanimon! –habló un chico con unos googles en la cabeza.

-¿Eso significa que el mundo digital está otra vez en peligro? –una chica rubia.

-No creo que nos llamen por otra cosa –respondió el más pequeño del grupo.

-Bien, ya era hora de que ocurriese algo interesante –exclamó animado el de los googles.

-Parece que Takuya necesitaba algo de emoción o una excusa para volver a liderar al grupo –rió al lado del nombrado otro chico con un pañuelo en la cabeza mirando al chico de su lado, su propia imagen.

-Pues nada, a ver si nos pone en marcha como siempre –sonrió el gemelo de cabellos cortos.

-Vaya… Parece que esta vez me quedaré sin volver a liderar –suspiró el mayor del grupo haciendo que los demás riesen.

-Esta vez, si tienes alguna idea, la seguiremos, JP, pero procura que no sea demasiado difícil de entender para nosotros –lo animó Takuya dándole unas palmadas en la espalda.

-¿Y bien? ¿Salimos hacia Shibuya? –preguntaron los gemelos esperando la respuesta del líder.

-¡Vamos, chicos, en marcha! ¡Tenemos que hacer el camino en tiempo récord!

Con las risas por las poses de Takuya, todos salieron corriendo en dirección a la estación por la que, nuevamente, accederían al mundo digital, donde todos se conocieron entre ellos y a otros amigos especiales.