Pues aquí os dejo el siguiente cómo os he dicho en el anterior. Disfrutadlo.
Capitulo 9. Riley
La línea se colgó al otro lado y Bella tiró el teléfono contrariada, mejor así, trató de convencerse. Pero su corazón opinaba lo contrario, latía fuera de su sitió atacado por los nervios. Se levantó pesadamente de la cama y se dirigió a la cómoda, vio su reflejo en el espejo y se dio cuenta de que las ojeras inundaban su rostro. Abrió el cajón y sacó un pastillero del que sacó un ansiolítico, hacía semanas que no tomaba ninguno, pero ahora se sentía desbordada por la situación. Aquel día no podía torcerse más.
Se dejó caer de nuevo sobre la cama y no tardó en escuchar la puerta de la calle, Jacob se iba a trabajar. Aprovecharía aquella circunstancia para poder descansar sin tener que escuchar más sermones de nadie. Era lo último que necesitaba. Se acurrucó en la cama abrazando contra sí la mullida almohada y se cubrió con la sabana hasta la cabeza. Tan sólo un rato después estaba sumergida en un profundo sueño.
Riley cortó la llamada cuando escuchó su voz angelical al otro lado, hacía semanas que no sabía de ella, y necesitaba escucharla, verla. Finalizó el artículo que estaba escribiendo y decidió ir a verla, era una decisión precipitada, lo sabía, pero no podía frenar aquella necesidad de sentirla cerca. Su risa musical, su forma de ser, él lo había echado todo a perder por su estúpido orgullo o su estúpida forma de ver o entender su sexualidad.
Aparcó en la bahía y con paso firme y seguro se dirigió al edificio de Bella, tocó el timbre con una seguridad infundada, sonrió cuando escuchó su voz adormilada al otro lado del telefonillo. Le invitó a subir.
Bella trató de retomar el ritmo de la respiración, acababa de salir de la ducha después de una profunda siesta cuándo escuchó el timbre sonar, su corazón se paralizó al escuchar a Riley al otro lado. Le invitó a subir y se arrepintió en aquel mismo instante.
Abrió la puerta y esperó, cuando le vio aparecer sus miradas se cruzaron durante segundos, ella de forma instintiva desvió la suya un segundo, rápidamente se dio cuenta de lo que había hecho. Cruzó su mirada con la de Riley y la enfrentó con una sonrisa.
- Hola Riley, pasa- invitó de manera educada.
- ¿Cómo estás Bella?- se interesó él siguiéndola al interior del piso. Miró a su alrededor y vio que aquello seguía tal y como lo recordaba. Los sofás tapizados en blanco, las estanterías llenas de libros y recuerdos compartidos. En las paredes seguían las láminas de Van gogh, Monet, Degás. Bella era una apasionada del arte, del impresionismo.
- Siéntate por favor- indicó ella- ¿Quieres beber algo?- enmascaró su nerviosismo, le parecía inaudita aquella visita. No sin llevar más de dos meses sin tener noticias de él, más de seis meses desde que su relación hubiera concluido.
El se acomodó en el sofá para dos personas que había de espaldas a la enorme terraza que presidía aquel apartamento. Cruzó las piernas y la sonrió. Podía percibir un leve aroma a vainilla en el ambiente, olor cargado a viejos recuerdos.
Ella observó que aún mantenía el mismo porte desenfadado, sus ojos negros brillaban y su sonrisa continuaba igual de sibilina de siempre. Sin pensarlo más salió de la estancia, entró en la cocina y sacó dos cervezas de la nevera. Con aire ausente su mirada se apoyó en la encimera.
¿Por qué estaba allí?, ¿Por qué reaparecía de ese modo en su vida?, ¿Qué quería?, estos interrogantes llenaban su cabeza, buscando una respuesta, una justificación.
No sabía cómo reaccionar, como comportarse, había pasado demasiado tiempo. En realidad, no, tan sólo eran unos meses, pero para ella, especialmente las últimas semanas parecía ser una eternidad.
Respiró profundamente espantando aquellos pensamientos, necesitaba serenarse para hacer frente a aquella situación. Se dirigió con la cabeza erguida y paso firme al salón.
La vio entrar nuevamente, notó la sonrisa forzada que dibujaban sus labios, sus
movimientos eran pausados y estudiados. El largo pelo le caía por la espalda, húmedo, se le pegaba a la piel, sus ojos altivos y rasgados eliminaron toda actitud sumisa de su rostro.
"Actúa", pensó él, mientras ella le tendía la cerveza.
Se sentó en un rincón del otro sofá, recogió las piernas contra sí, con la espalda recta, rígida, convirtiéndose en segundos en una gata en celo, a la defensiva.
- ¿Qué haces aquí?- preguntó al fin, fríamente.
- Quería verte Bella- contestó sinceramente- Aunque empiezo a creer que no ha sido una buena idea- prosiguió.
- No, no lo ha sido- replicó ella, tajante.- ¿Acaso crees que puedes reaparecer así en mi vida de ese modo?- acusó sin variar el tono.
- Tranquilízate- dijo sereno. Pero su voz no dejó pasar desapercibido un tono autoritario
- ¡No me da la gana!- explotó brutal- Y no me hables en ese tono, fuiste mi Señor, es cierto, pero deberías recordar que tu última orden fue muy clara Riley. Yo te adoraba y me hiciste renunciar a ti.
Se incorporó nerviosa, había necesitado todo este tiempo para superar aquello, para empezar de nuevo. Y sin embargo, nuevamente lo que había decidido, su vida, cambiaba radicalmente en días.
La mente de Riley revivió aquellos momentos, aquel último día. Podía verla temblando, frente a él. Sus enormes ojos apagados, la comisura de sus labios curvada en un triste gesto. Recordó el momento en que ella le entregó su renuncia, el dolor profundo que sentía. Ni un roce, ni un simple beso en la mejilla de despedida, solo un leve adiós casi inaudible, y salió.
Aunque tarde, había comprendido que ella había nacido para ser libre. La amaba, por eso tal vez, no debía, no podía retenerla más tiempo. No podía seguir a su lado, decidió entonces alejarla de él, dejar que ella le odiara.
Después de aquel último día en que Riley la sometió, sus sentimientos por él cambiaron, frente a él, con ojos esperanzados, esperó que él le dijera que debía hacer, su mundo se vino abajo cuando habló.
- Bella has sido una buena sumisa, la mejor de todas, pero las circunstancias han cambiado, ahora te daré una orden, será una última orden- repitió- antes de irte redactaras un documento, mediante el cual, renunciaras a mí.
Sintió como un puñal atravesaba su pecho, como, su corazón era atravesado y partido en dos. ¿Por qué la obligaba a renunciar?, contuvo las lágrimas y trató de mantener la compostura, se sentó en una silla y tomó papel y bolígrafo. Lo miró detenidamente y tras un largo rato comenzó a escribir.
Yo, Bella hasta el día de hoy he sido sumisa de Riley. Entregándome a él porque así lo he decidido, conociendo, comprendiendo y aceptando las normas que debía cumplir mientras fuera de su propiedad. Como lo era que se diera la posibilidad de que tuviera que renunciar a mi Señor cuando él lo pidiera. Hoy día 16 de Diciembre como última orden dada he de renunciar a mi Señor. Convirtiéndome nuevamente en un ser libre. Bella
Limpió suavemente las lágrimas que habían derramado sus ojos, se levantó y le dio la nota. Le miró a los ojos una última vez y salió de la habitación. Su voz se convirtió en un susurro mientras salía.
Caminó sin rumbo el resto de la mañana, era libre, pero estaba presa de sus sentimientos, su paseo acabó frente al apartamento de Jacob, subió y entró. Por la mañana, los ojos la ardían, había llorado toda la noche.
Las palabras de Riley le obligaron a volver a la realidad, estaba diciendo algo, se obligó a escuchar.
- Recordar, no puede hacerte bien Bella, sólo te hará daño- ella se apresuró a la puerta y la abrió.
- Vete de mi casa- rogó- ¡Sal de mi vida!- estalló furiosa.
- Si eso es lo que deseas- contestó suavemente.
- Adiós Riley – su voz parecía romperse de un momento a otro.
Alice había decidido ir a ver a su hermana, estaba preocupada, salió antes del trabajo, y cogió el coche. Si la llamaba ella le diría que no hacía falta que fuera, así que sin consultar, cogió sus cosas y fue allí. Había algo que no iba bien, algo que a sus ojos hacía diferente a Bella, sus gestos se habían vuelto nerviosos, su mirada estaba ausente y desaparecía sin motivo aparente.
Sospechó, aunque quiso evitar aquel pensamiento, que su hermana estaba nuevamente con Riley, no podía soportar aquella idea. Aparcó frente al apartamento de Bella y bajo del coche. Sacó las llaves y entró, el ascensor no funcionaba. Se dispuso a subir los cinco pisos a pie. Cuando llegó al descansillo la visión que tenía delante la dejo paralizada.
Riley la miró nuevamente antes de salir. Se acercó a ella y sin mediar palabra acarició su rostro, aquello era una despedida, ella lo había dejado claro, sin darla tiempo a reaccionar acercó sus labios a ella y la besó.
Sus labios la sorprendieron, no pudo evitar corresponder a ese beso, las dudas afluían en su cabeza, en su cuerpo. Sus besos seguían siendo tan dulces como entonces. Pasaron unos segundos antes de que reaccionara, se retiró de él y musitó algo:
- Vete, olvida esto, solo fue una reacción tonta- se justificó.
- Bella...
- Adiós- las palabras se quebraron cuando vio a Alice en el rellano, se retiró de él y entró en la casa, las lágrimas inundaban sus ojos.
Alice avanzó con paso firme, llegó hasta la puerta, miró a Riley con desprecio y entró cerrando la puerta tras de ella. Escuchó los sollozos de su hermana, procedían del baño, dejó sus cosas sobré el sofá y atravesó el pasillo con determinación. La puerta estaba cerrada, la golpeó esperando una respuesta.
- Bella, por favor, abre- pidió.
Una arcada de intenso dolor atravesó su cuerpo, obligándola a arrodillarse, dejó caer su cabeza sobre los brazos, buscando la calma, el sosiego. Escuchaba a Alice al otro lado de la puerta, pero no se veía con fuerzas para abrir, para hacerle frente a aquello. Ese beso, había causado en ella un nuevo conflicto interno. ¿Qué debía hacer?
Se obligó a respirar, a tratar de mantener el control de la situación. Pero no encontraba el rumbo, la rabia y el desconcierto se apoderaban de ella. Demasiados sentimientos opuestos invadían su cerebro y su cuerpo.
Se levantó con dificultad, tratando de no derrumbarse. Abrió la puerta y sin mediar palabra abrazó a Alice que tenía el rostro descompuesto al otro lado. La besó suavemente en la frente.
- Vamos Bella, no te puedes venir abajo ahora. No puede ser tan malo- trató de animarla.
- Si lo es- masculló Bella separándose de Alice y apoyándose contra la pared.
- ¿Qué ha ocurrido?- quiso saber Alice.
- Todo lo que no tenía que pasar- contestó Bella con voz perdida y ausente.
Su parte racional le dictaba que hablara, que no podía sostener aquella mentira por más tiempo. Hacerlo solo le produciría más dolor y ella ya iba sobrada en ese aspecto. Se deslizó hasta quedar sentada en el suelo y escondió la cabeza entre las piernas. Aquel era el momento para contarle todo a Alice.
Alice sintió como Bella se estaba derrumbando por momentos, estaba a punto de estallar, de sobrepasar un límite que las separaría o las uniría para siempre. Lo sabía y se obligó a tratar de abrir su mente para poder ayudarla, la haría falta.
- Yo…- comenzó Bella- No puedo enfrentar esto sola Alice- reconoció cabizbaja.
- Bella- sonó maternal mientras se arrodillaba hasta quedar a la altura de su hermana – cálmate, habla conmigo. Siempre voy a estar a tu lado, pase lo que pase- aseguró.
- Te necesito Alice- confesó Bella entre sollozos- Cuando todo comenzaba a ir bien, las cosas vuelven a torcerse. No es justo, no es justo- repitió angustiada.
- ¿Quieres contármelo?- tanteó Alice de forma cauta.
- Riley, se presentó aquí, después de tanto tiempo- gimió- le eché Alice, pero me pilló con la guardia baja y me besó- murmuró.
- No pienses en eso Bella, olvídalo. Imagina que no ha estado aquí, que no va a volver- susurró a pesar de que la ira se desataba en su interior.
- No es tan fácil Alice, llevo unas semanas con alguien y esto me ha dejado fuera de juego- confesó Bella.
Alice asintió en silencio comprendiendo la connotación de aquellas palabras, tendió su mano a Bella y la ayudó a levantarse.
- Te prepararé una tila- mantuvo el tono monótono.
- ¿No vas a gritarme?- preguntó Bella sorprendida.
- No, no serviría de nada. – aceptó Alice, se sentaron frente a la mesa de la cocina. Bella encendió un cigarrillo- Saldrías corriendo y te perdería- añadió.
- Veo que Jasper es una buena influencia hermanita- se mofó Bella tratando de destensar en ambiente.
- Esa suerte que tienes- le siguió la broma Alice- ¿Quién es él?- quiso saber.
- El nuevo adjunto de urgencias. Edward Cullen- una nota alegre se escapó de su voz.
- Bella ¿Por qué no dejas esto? ¿Acaso no tuviste suficiente con Riley?- rogó Alice.
- No puedo Alice, lo hemos hablado infinidad de veces. Lo que pasó con Riley tenía que pasar y os agradezco en el alma vuestro apoyo, pero Alice, soy una mujer adulta. No una niña- razonó Bella.
- ¿Entonces por qué dejas que te afecte tanto? ¿Aún le quieres?
- No, creo que no Alice- farfulló- Me ha pillado fuera de juego, pero Riley no merece en realidad ni un solo pensamiento mío- se auto convenció ahora más serena.
- Espero que sepas lo que estás haciendo Bella, pero no vuelvas a esconderme nada, soy tu hermana. Estoy aquí para apoyarte y voy a respetarte- cedió Alice.
- Gracias hermanita- Bella se levantó para dar un beso a su hermana- ¿Café?
Riley se planteaba cómo había sido tan estúpido, acaso esperaba que ella le recibiera con los brazos abiertos. Pero ¿Acaso había encontrado un atisbo de duda en sus labios?
No, se reprochó a si mismo ella parecía haber recuperado la felicidad y él la había perdido a ella para siempre. En realidad era lo mejor para ambos. Estaba tan absorto en sus pensamientos que no vio el vehículo que se le venía encima. Tocó el claxon y pegó un frenazo.