3 años después.
La melodía de un reloj dando la media rompió el apacible silencio que rodeaba aquel barrio de la periferia. Los pájaros cantaban agitados y contentos. El día era soleado y el sonido de una ciudad llena de vida se colaba por doquier.
La Capital del Oeste, centro neurálgico de avances tecnológicos y de prosperidad científica, otrora destruida y en ruinas, comenzaba a alzarse de nuevo, magnífica y enorme, tal como fue hacía más de 20 años. Las zonas de grandes edificios habían sido demolidas del todo, tal había sido su estado de destrucción. Prácticamente la ciudad entera había sufrido un rediseño que la cambió por completo. Zonas boscosas y amplios parques dominaban los lugares donde en el pasado el tránsito de vehículos había colapsado todo, con sus humos y el sonido de sus cláxons.
Una nueva oportunidad se había abierto para todos con la desaparición de los androides, y los restos de una población que siempre luchó por sobrevivir la aprovecharon para crear un nuevo mundo, con una mentalidad totalmente nueva, basado en el respeto y la tolerancia.
Las ruinas de las catástrofes originadas por los androides, testigos silenciosos de un pasado apocalíptico, fueron eliminadas excepto algún que otro escombro, que fue elevado como si de un monolito se tratara, en recuerdo a lo que pasó, para que nadie, en futuras generaciones, olvidara el mal que el hombre creó, y lo cerca que estuvo de eliminar a toda la raza humana.
En la entrada del principal parque de la Capital del Oeste, otra estatua se elevó en conmemoración al día en que los androides desaparecieron. En ella, dos criaturas de mirada horrible, clamaban por su vida, mirando con ojos de ruego a un extraño superhéroe que parecía devolverles la mirada, impasible, a punto de destruirlos para siempre pisándolos con un pie. Y parecía es la palabra, ya que el salvador del mundo se había representado cubierto con una capucha que impedía ver su rostro. Y es que nadie, excepto un par de muchachas, había visto nunca al destructor de los androides y ellas lo habían hecho de lejos, así que no había modo de saber las facciones de aquel a quien le debían la vida, y que no volvió a aparecer jamás.
Comenzaba a hacer calor de nuevo. El invierno había sido duro para todos, pero el frío no había acabado con las ganas de seguir adelante. Las obras de restauración y construcción habían continuado, y la ciudad cada vez tenía mejor aspecto.
Junto al parque de la Esperanza, que así se llamaba la zona boscosa donde habían emplazado la estatua del salvador, un motorista esperaba a que la luz del disco que controlaba el tránsito se pusiera verde, mientras miraba distraídamente la estatua que estaba siendo limpiada por el servicio de parques y jardines de la ciudad. Siempre que pasaba junto a aquel parque le llamaba la atención el modo en que las personas habían puesto rostro y figura al desconocido que había liberado al mundo del terror.
Tamborileó con los dedos enguantados sobre el depósito de la enorme y pesada moto cuyo motor gorgoteaba con un sonido grave.
Una mujer comenzó a cruzar por el paso de peatones con su hijo pequeño de la mano, justo por delante del motorista. El niño no debía tener más de 3 años, probablemente debió nacer ya en tiempos de paz. Parecía imposible que algún día una nueva generación naciera sin conocer el horror que vivieron sus padres. Pero aquel día ya había llegado, y durante aquellos últimos años, el "baby boom" había sido brutal. La población mundial volvía a crecer poco a poco. Las esperanzas del planeta volvían a prosperar.
El niño miró fijamente al motorista, curioso, mientras su madre estiraba de él hacia el otro lado de la calle. El de la moto le devolvió la mirada de igual modo, tras la opaca visera de su casco, saludándole agitando los dedos enguantados cuando el pequeño llegó al otro lado. El niño sonrió lleno de vergüenza y trató de esconderse tras su madre.
El disco se puso verde y el motorista movió el pie izquierdo para poner la primera marcha y arrancar de aquel, el último semáforo antes de salir del centro de la capital y poner rumbo a unas colinas cercanas.
…
…
…
No muy lejos de allí, en un lugar relativamente apartado de la Capital del Oeste, en la cima de unas colinas verdes, había un edificio de ladrillos rojos. Se encontraba en medio de un lugar lleno de árboles, zonas con césped y bancos de madera, donde muchísimos jóvenes se encontraban para llenar el césped con cientos de hojas de apuntes y ejercicios. Unos estudiaban, otros, perezosos, se tumbaban en el césped, a la sombra de algún frondoso árbol. Otros reían a causa de alguna broma e incluso había algunos que tocaban algún instrumento musical.
La universidad de la Capital parecía haber recuperado sus mejores años, la época en que los androides aún no existían. Los generosos aportes económicos procedentes de la Corporación Cápsula, una de las pocas empresas que resistieron las casi dos décadas de destrucción, dieron sus frutos y, en poco más de un año desde la desaparición de los androides, el edificio estuvo en óptimas condiciones para impartir clases y formar a los futuros científicos que se esforzaban, rebosantes de sueños e ilusiones.
En una de las aulas del primer piso, un profesor agotaba los últimos minutos de su clase de matemáticas explicando los últimos apartados de un temario que entraría en el examen para subir nota. Muy pocos alumnos poblaban los pupitres de aquella aula, algunos despistados y mirando distraídamente a través de la ventana cómo un fabuloso día pasaba por delante de sus narices mientras ellos tomaban apuntes encerrados en aquella estancia.
El temario de la asignatura de Matemáticas había sido duro y no todos los alumnos habían aprobado el examen final así que el profesor había propuesto algo que les había parecido bien a todos: la realización voluntaria de un examen expresamente diseñado para subir la nota media del curso y permitirles aprobar la materia.
La pizarra estaba llena de ecuaciones diferenciales de segundo orden y de sus métodos de resolución, y el maestro procedió a borrarla para comenzar con la última parte de la explicación.
- ¡Silencio! – Exigió el profesor, dando la espalda a sus alumnos.
- Así, que ¿ya habéis pensado qué vais a hacer estas vacaciones? – Preguntó en voz baja una muchacha con el cabello moreno y con rizados bucles cayendo sobre sus ojos. Su interlocutora estaba apoyada en la mesa, con la cabeza reposando en los brazos, y con gesto fastidiado. Dirigió sus verdes ojos a la morena y puso cara de pena, sin contestar. – ¡Yo sí! ¿Sabes qué? ¡Iré a ver a Ada! Hace tiempo que no la veo, su niño debe estar ya muy grande. – continuó la morena, sonriendo. La chica de ojos verdes sonrió cálidamente y se incorporó en su lugar. Tenía el cabello ondulado y cortado a la altura de los hombros y el flequillo peinado lateralmente. Las ondas le enmarcaban la cara.
- ¿Qué tiempo tiene ya? ¿6 meses? – Preguntó en voz baja.
- Algo más, diría yo… ¡Ahh! – Suspiró. - Finalmente Ada encontró a un buen muchacho. No sabes la envidia que me da, y yo aún no he conseguido novio. – comentó con fastidio la morena. Su amiga le sonrió.
- No digas esas cosas, Irina. Si no has encontrado al adecuado quizás es porque aún no ha aparecido. Debe estar en algún lugar… - Respondió la chica, animando a la morena.
- ¡Qué fácil es para ti decir algo así, Arien! – Replicó Irina. – ¡Tú tienes el mejor novio que se pueda desear! Y Ada encontró a su chico en el campo... ¡Quién lo iba a decir! Ella odiaba las vacas, ¿recuerdas? - Ambas rieron por lo bajo con este comentario. El profesor siseó para mandarlas callar y comenzó a escribir en la pizarra de nuevo.
- Bueno, no son vacas lo que tienen ¿no? Crían ovejas, y tienen caballos. Los caballos me gustan, son muy bonitos. – Comentó Arien, mientras copiaba lo que el profesor escribía en la pizarra, tratando a la vez de quedarse con la rápida explicación que daba.
- ¡Son enormes, Arien! Jamás me habría imaginado a Ada montada en uno de esos. ¡Para que veas lo que es capaz de hacer el amor! – Volvieron a reír.
La amiga de ambas, Ada, había ido con sus padres a vivir a un pequeño pueblo alejado de la capital a los pocos días de desaparecer los androides. Ella, al principio reticente, se había acabado acostumbrando al paraje. Parte de culpa la tuvo la tranquilidad y sosiego que gobernaban el lugar, y parte la tuvo también un muchacho joven, algo soñador, que siempre había vivido en los restos de aquel poblado y que se había propuesto "resucitar" la actividad del antiguo rancho de sus abuelos. Era un rancho de ganado que había utilizado caballos para mover los rebaños, pero ya casi no quedaban caballos en cautividad, y prácticamente tampoco en libertad, así que el chico capturó a unos cuantos y los mantuvo en semilibertad, en un enorme terreno cercado por vallas de madera y adosado al antiguo rancho. Tras mucho esfuerzo, el número de caballos ya era casi de 20, y tenía un rebaño de 500 ovejas. El rancho había comenzado a funcionar a pleno rendimiento y ya tenía varios trabajadores a sueldo fijo en las caballerizas.
Ada se sintió atraída casi en seguida por el chico. Su forma de expresarse, sus sueños y su perseverancia prácticamente la enamoraron desde el primer momento, y el muchacho, que nunca había tenido novia ya que era el bicho raro del pueblo, se sintió halagado porque una chica se fijara en él. Además el cabello rojizo y rebelde de Ada y su actitud altanera le fascinaron, y finalmente, con el tiempo acabaron casándose.
Ada vivía ahora en el antiguo rancho restaurado de la familia de Patrick, que así se llamaba su marido, y su hijo había nacido hacía poco más de 6 meses. La fortuna parecía haber sonreído a la muchacha pelirroja y algo malcarada que había compartido miedos e ilusiones junto a Irina en las antiguas trincheras de la Capital.
- Sí. – Dijo Arien, soñadora. – El amor es capaz de mover montañas. – Continuó, con una sonrisa en los labios.
De pronto, un proyectil con forma de rotulador salió volando hacia la cabeza de Arien e impactó justo en el medio de su frente.
- ¡Auuuch! – se quejó la castaña.
- ¡Señorita Müller! – Bramó el profesor - ¿Va a permitirnos terminar la clase de una vez? ¡Les aviso que lo que no consiga explicarles por su culpa, igualmente entrará en el examen! ¡Ya me explicarán cómo piensan aprobar entonces! – Arien se encogió en su sitio, muerta de vergüenza y sintiéndose observada con dureza por cada uno de sus compañeros, que querían aprobar aquel examen a toda costa.
- Vaya carácter. – susurró Irina en cuanto el maestro se volvió hacia la pizarra de nuevo.
"Sí. Menudo carácter" pensó Arien. "¿Qué tal si la explicación no pudiera ser terminada por causas ajenas a todos?"
A su alrededor, los estudiantes habían vuelto a la tarea de tomar apuntes, apresurándose a hacerlo antes de que el profesor borrara la pizarra. Irina, también trataba de terminar su esquema a tiempo. Arien cerró los ojos como entrando en una especie de trance, y, de repente, las ventanas del aula se abrieron de par en par y un viento casi huracanado se llevó los papeles del profesor, que reposaban sobre su mesa, en la tarima, y los revolvió completamente, lanzando algunos de ellos por la ventana.
- Oh… Eeeh… Bien… - balbuceaba el maestro, recogiendo los numerosos apuntes del suelo, y tratando de encontrar la página por la que estaba explicando. – Qué contrariedad… - murmuró, nervioso. Miró por la ventana, preocupado. – En fin… Denme unos minutos…
Irina levantó la vista de sus apuntes y luchó lo mejor que pudo por reprimir una carcajada. Arien la miró y se tapó la boca con la mano, aguantándose la risa.
- Eeeh… De acuerdo… - Prosiguió el profesor, ordenando los papeles lo más rápido que podía. – No sé qué viene a continuación… Mmmh… De modo que hasta aquí la clase de hoy. – Algunos alumnos realizaron gestos de triunfo y otros comenzaron a recoger sus cosas. - En el examen entrará hasta donde he explicado hoy, señores. Eso es todo… Ejem – carraspeó el profesor, colocándose bien las gafas y levantándose del suelo. – Pueden salir. El examen será dentro de dos semanas, en el aula 15.
Arien sonrió, satisfecha con su venganza y guardó en su estuche todos sus bolígrafos de colores. Metió en su mochila la carpeta con sus hojas de apuntes y la cerró con todo guardado. Irina buscaba en su bolso un paquete de chicles mientras Arien acababa de recoger.
- ¡Esto sí que ha sido una suerte! – dijo la morena. – Además, ¡nos libramos de la parte más difícil! - Arien se colgó la mochila del hombro y juntas se dirigieron hasta la puerta - ¡Uh! ¡Qué cosas se ven por aquí, cielo! – exclamó Irina, cuando un chico bastante atractivo abandonó la clase justo delante de ellas. - ¿y yo cómo es que no me he dado cuenta de eso antes? – Se preguntaba, dándole un buen repaso al trasero del chico.
Arien suspiró, rodando sus ojos, agarró a Irina de las asas de su bolso y estiró de ella para dirigirse hacia las escaleras. El cabello de Arien se movía de un modo gracioso. Las ondulaciones que siempre había tenido, ahora se habían convertido en gruesos bucles más cortos que se movían como muelles al compás de sus pasos.
- Antes no me has contestado, Arien, ¿qué tienes pensado hacer en vacaciones? – Preguntó Irina. La castaña movió sus verdes ojos hasta su amiga, mirándola lastimeramente.
- No lo sé… Además, tengo que estudiar para el examen de recuperación de matemáticas, así que no tendré mucho tiempo libre…
- ¡Eso te pasa por cabeza hueca! – la reprendió la morena. Ambas llegaron al último peldaño de la escalera y pusieron rumbo hacia la gran puerta exterior, caminando por el concurrido hall de la universidad. – Si yo tuviera un novio tan guapo como el que tú tienes, Arien, haría lo imposible para tener las vacaciones libres. – continuó Irina. Arien suspiró.
- ¡No puedo hacer más! Las matemáticas nunca han sido mi fuerte… Siempre han sido la asignatura preferida de Trunks, no la mía…
- … ¡Así que es eso! – Exclamó Irina, abriendo muchísimo los ojos con sorpresa. – Tienes pensado hacer clases "extras" para repasar matemáticas en casa con tu "profesor" particular.
- ¡Irina! – Se quejó Arien, pero su enfado no sonó muy convincente, y en seguida acompañó las carcajadas de su amiga con su propia risa. – Bueno no negaré que es un buen plan…
- ¿Un buen plan? ¡Por dios Arien! ¡Yo me quedaría estudiando matemáticas todo el verano con ese plan! Bueno, yo y cualquiera de las chicas de la uni…
- ¿Qué dices? – Preguntó Arien. Irina estaba realmente exaltada, cómo se notaba que ya habían terminado las clases y que sólo les faltaban unos cuantos días para terminar el curso.
Finalmente, Arien estaba estudiando Biología. Siempre había sido su sueño, y en cuanto la universidad estuvo lista para impartir clases, ella y Trunks se matricularon para estudiar Biología e Ingeniería Aeronáutica, respectivamente. Trunks quería comenzar a trabajar en el laboratorio ayudando a su madre lo antes posible y para eso necesitaba complementar la sólida base con la que Bulma le había instruido. Como todo buen Briefs, el semisaiyajin resultó ser un diamante en bruto en el campo de la aeronáutica y en seguida se convirtió en uno de los alumnos estrella de la facultad, terminando sus estudios en sólo dos años y medio, la mitad del tiempo requerido. Hacía ya seis meses que el muchacho se licenció, y ya trabajaba habitualmente con su madre en el laboratorio de la Corporación, tal y como siempre había deseado.
El monstruo que la Corporación Cápsula fue en el pasado ahora no era tan grande, pero la empresa era igual de poderosa y Bulma recuperó en seguida la influencia que su familia siempre tuvo en el ámbito económico. La peliazul compaginaba el trabajo de campo con el de oficina y había instalado su despacho junto al laboratorio principal, en la mansión Briefs. No deseaba que el trabajo la separara de su familia, y esa fue una decisión que a Trunks le hizo muy feliz.
Por su parte, Arien se había resignado a seguir el ritmo normal, como el resto de sus compañeros, y aún le quedaban un par de años para licenciarse, con lo que decidió tomárselo con calma y hacer las cosas bien. Aún seguía recolectando muestras de plantas, que luego plantaba en su invernadero, o estudiaba y catalogaba para su posible uso posterior. Pero los estudios tomaban gran parte de su tiempo de modo que ya no disponía de tantos ratos libres para desaparecer con su moto.
- ¿Que qué digo? – continuó Irina. Ambas giraron la última esquina y vieron ya delante de ellas la puerta de cristal que las separaba del exterior. – Cualquiera de las chicas de la universidad vendería un pulmón por poder pasar un día con Trunks. – susurró Irina. – Y por pasar la noche venderían los dos. ¡Te tienen envidia, Arien! Bueno, y yo también… un poquito…
- ¡Irina! – se quejó Arien. - ¡ya basta! - La castaña siguió caminando a lo largo del hall hasta alcanzar la puerta de salida. - ¡No seas exagerada!
Arien empujó la puerta y ambas sintieron por fin el aire fresco en la cara. En épocas de exámenes, algunos días el edificio se volvía un auténtico hervidero de gente, algunos acudían a la biblioteca, otros a pedir apuntes, y otros simplemente a ponerse un poco al día de lo que el profesor explicaba. Ese era uno de esos días. Las chicas bajaron despacio las escaleras de cemento, abriéndose paso a través de la multitud, cuando de repente, Irina reprimió una exclamación.
- ¿Exagerada? No soy una exagerada… Es un auténtico monumento…
Arien miró a su alrededor y comprobó que, al igual que Irina, el resto de muchachas dirigían la mirada al mismo lugar, hacia el motorista de la cazadora de cuero negra que acababa de quitarse el casco y sacudía su cabello violeta, mirándola a ella con sus preciosos ojos azules, sonriendo.
- Oooh… Si a mí me miraran así desintegraría las bragas instantáneamente…
- ¡Irina, por favor! – Bramó Arien, saliendo de su estado catatónico y poniéndose colorada. - ¡No seas burra! – la morena rió, divertida por el nerviosismo de Arien.
- ¡Es broma, tonta! – dijo, sin parar de reír. – Oye, nos vemos mañana ¿vale? Creo que… - comenzó a murmurar, fijándose de repente en el edificio de la biblioteca, por cuya puerta acababa de entrar el muchacho que había salido de clase delante de ellas. - … Tengo que ir a estudiar a la biblio… - Arien sonrió, comprendiendo, y se despidió de ella sacudiendo la cabeza. La morena tenía las hormonas completamente revolucionadas. Irina salió corriendo en aquella dirección dejándola a pocos metros de distancia del semisaiyajin, que la miraba sonriendo.
Trunks dejó el casco sobre el depósito de la moto y se sacó los guantes, soltándolos junto al casco. Luego volvió a situarse de frente a Arien y abrió los brazos, haciéndole un gesto con las manos para que se aproximara.
La castaña no lo dudó más y recorrió lo que la separaba de él, prácticamente en dos zancadas, saltando a sus brazos entre risas. El chico, que ya sabía lo que ella iba a hacer, la levantó en el aire y besó su cuello, dejándola caer con cuidado sobre sus pies al cabo de un momento.
- ¿Cómo te ha ido el entrenamiento? – Preguntó Arien, aún abrazada al cuello del chico. Trunks se había marchado dos semanas a entrenar a las zonas polares, y no le había visto desde entonces. El semisaiyajin se había propuesto dominar el estado pre-ôzaru, y para ello debía alejarse lo más posible de las zonas habitadas.
- ¡Mejor de lo que esperaba! – respondió el chico. – Estoy consiguiendo no perder tanta energía al permanecer en la fase 2. – Concluyó, susurrando. Arien acarició su rostro. Tenía la piel quemada por el frío.
- Qué suerte tienes. – Se quejó ella. Trunks la miró sin entender. – Me refiero a que puedes hacer lo que quieras. Como ya no tienes que estudiar…
- Es cierto. Pero también tengo que trabajar y entrenar. No todo es tan fácil, Arien. – Replicó el chico, clavando los ojos azules en los de ella. – Además, tú también podrás hacer lo que quieras cuando lleguen las vacaciones. – Arien se encogió un poco y le miró con ojos de cordero degollado. - … Porque has aprobado matemáticas, ¿verdad? – La mueca del rostro de la chica le sacó de dudas. - ¡¿Has suspendido el examen Arien?! ¡Pero si estuvimos preparándolo durante una semana entera! – La regañó él.
- ¡Bueno, a lo mejor no lo preparamos tan a fondo como creíamos! – se defendió ella.
- … Créeme, el error fue que lo preparamos DEMASIADO a fondo… - Puntualizó Trunks. Arien se sonrojó y sonrió estúpidamente, recordando todas las noches de "repaso".
- Pero no todo está perdido. El profesor Killian nos da la oportunidad de subir nota con otro examen. – Explicó Arien, emocionada.
- Entonces lo mejor será que estudies tú sola para el examen de recuperación esta vez. – concluyó Trunks.
- ¡No, no, no, no! – Suplicó ella, colocando las manos en forma de plegaria. – ¡Necesito tu ayuda! ¡Esta noche he tenido una pesadilla con esas ecuaciones diferenciales! ¡Me querían comer! – Trunks soltó una carcajada, divertido.
- Bueno, después de dos semanas sin verte a mí tampoco me importaría darte un buen mordisco ahora mismo. – Bromeó, guiñándole un ojo. Arien se sonrojó.
- Trunks, te estoy hablando en serio. – Replicó la muchacha.
- Y yo también. – Se defendió él.
- ¡Trunks!
- De acuerdo. Era broma, pues claro que te ayudaré. – sonrió el chico. – Pero tendrá que ser por las noches, creo que mamá necesita que la ayude con el nuevo condensador.
Arien sonrió y le abrazó una vez más, dándole un sonoro beso en la mejilla. Trunks se separó de ella y le alcanzó un casco, aquel que le regaló por su 18 cumpleaños, y Arien se lo puso en seguida. Trunks hizo lo propio con el suyo, que reposaba sobre el depósito de la moto, y se puso los guantes de cuero con protecciones que su madre había diseñado para él. Arien levantó la visera de su casco y preguntó:
- ¿Me llevarás después de cenar a buscar la muestra del bulbo de Amarilis? Como sólo puede ser desenterrado al anochecer, te hice caso y he esperado a que volvieras. – Explicó la castaña.
- Así me gusta, que me obedezcas. – dijo Trunks. Pese a que Arien seguía teniendo libertad para ir y venir con su propia moto, Trunks prefería acompañarla a buscar aquellas plantas que estaban más lejos o que requerían de horarios nocturnos para ser desenterradas o cortadas. El chico no deseaba por nada del mundo que Arien corriera ningún peligro. El semisaiyajin arrancó la moto, y Arien subió detrás de él, sujetándose a su cintura. Antes de ponerse en marcha, el chico levantó la visera de su casco y dijo: – Tus deseos son órdenes.
…
…
…
El hogar de los Briefs había recuperado su antiguo aspecto hacía tres años, gracias a Trunks. En el pasado, el muchacho había almacenado en su retina cada estancia, cada rincón de la casa, y había dedicado prácticamente medio año en restaurar su casa y redistribuirla, pero había dejado la decoración a su madre y a Arien, eso no era lo suyo.
Había reconstruido paredes, escaleras y tirado tabiques para lograr estancias más grandes. Había instalado carpinterías nuevas. Había vaciado el hangar, que ahora se volvía a usar como garaje, y había reutilizado los muebles que aún servían. En definitiva, él sólo había dejado como nuevo el edificio de la Corporación Cápsula antes de comenzar las clases en la universidad y proseguir con sus entrenamientos.
Ahora el edificio se dividía en dos partes: la sede de la empresa, despachos principales y laboratorio en los dos pisos inferiores (los más amplios), y la vivienda, en los tres superiores, más pequeños y acogedores.
El equipo de investigación de Bulma estaba formado por 7 personas, una de ellas Trunks, al que Bulma había querido nombrar responsable casi desde que se licenció, y Trunks se había negado, alegando que no tenía experiencia y que no quería ser jefe. A Bulma le tocó entonces asumir este papel, aunque ya prácticamente sólo supervisaba las investigaciones, ya no pasaba horas y horas trabajando en inventos o estudios. Ahora Bulma se encargaba de los negocios y del papeleo, algo que Trunks le había dejado claro prácticamente desde el inicio que no deseaba realizar, por lo menos mientras ella pudiera encargarse.
Tras algunas discusiones y quebraderos de cabeza, Bulma se había dado por vencida, comprobando lo realmente tozudo que podía llegar a ser su hijo.
Al igual que cuarenta años antes las cápsulas Hoi Poi fueron una revelación para el mundo, el aparentemente sencillo telar que Bulma y Arien habían construido como distracción, se había convertido en el invento de la década. Concretamente el sistema en el que se basaba la máquina, que extraía moléculas de plantas y las utilizaba para hacer tejidos. Con el tiempo descubrieron que ese mismo sistema, con algunas modificaciones, podía utilizarse para extraer y separar las moléculas de cualquier objeto de la naturaleza, acumularlas y fabricar piezas perfectas de cualquier material, con una especie de impresora en tres dimensiones.
El éxito del telar había sido rotundo. Descubrieron que aquel sistema podía utilizarse para la fabricación de prácticamente cualquier cosa y de cualquier tamaño, ya que la impresora se movía sobre tres ejes o raíles, la longitud de los cuales era lo que limitaba el tamaño del objeto fabricado. De modo que de unos cientos de kilos de rocas de hierro, podían crear la mitad de las piezas necesarias para el montaje de un avión o una grúa, en apenas un par de horas y necesitando solamente un par de operarios.
La falta de mano de obra fue el principal problema de la era post-androides. La población había sido diezmada hasta tal punto que no había personas suficientes para realizar trabajos de reconstrucción. La gente debía trabajar también en el campo para obtener alimentos así que la falta de población habría impedido que el mundo avanzara si no hubiera sido por el sistema catalizador electrónico de Bulma y Arien, que significó la salvación de la humanidad. Y por ello, la Corporación Cápsula había aumentado su prestigio e influencia en muy poco tiempo tras la desaparición de los androides.
Bulma inventó también una serie de robots obreros y constructores, que realizaban las tareas más peligrosas y pesadas en las construcciones o restauraciones.
Los tres pisos superiores de la casa eran la vivienda de los Briefs. En el piso inferior de la vivienda se hallaba la enorme cocina, el salón y el comedor. Por unas escaleras abiertas se accedía al piso superior, donde estaban las habitaciones, siete en total, todas con su cuarto de baño con un enorme vestidor cada una. Tres de ellas eran las que ocupaban Bulma, Trunks y Arien.
Finalmente en el último piso de la casa habían situado la biblioteca, las paredes de la cual estaban formadas casi al completo por vidrio blindado. En el centro de la estancia, repartidas ordenadamente formando pasillos, se alineaban un par de decenas de estanterías repletas de libros, los libros que el doctor Briefs había regalado a Arien antes de regresar a su línea temporal. En la biblioteca había también varias mesas de estudio y un par de ordenadores.
Toda la casa había sido pintada en blanco y los suelos cubiertos de elegante madera oscura. La escasez de mobiliario propiciaba que el sonido se propagara con facilidad por la casa, y eso era precisamente lo que Bulma oía desde la cocina mientras preparaba la cena. Las risas y las bromas que Arien y Trunks se hacían en la biblioteca llegaban hasta el piso inferior y ella reía al oír a Arien gritar, probablemente a causa de cosquillas o comentarios del muchacho.
Trunks había regresado muy satisfecho de su retiro para entrenar. De vez en cuando, debido a su naturaleza, el muchacho necesitaba marcharse para entrenar, para superarse, y para ello debía escoger parajes remotos para no poner en peligro a la ya escasa población. Bulma lo entendía, lo había vivido con Vegeta. Era un sentimiento inexplicable, una especie de morriña que les movía a marcharse durante determinadas temporadas.
Arien lo llevaba un poco peor. En sus ausencias la muchacha le echaba muchísimo de menos, y eso, sumado a que el tiempo que Trunks estaba en casa lo pasaba trabajando o igualmente entrenando y que ella debía estudiar, provocaba que pasara por algunas épocas de bajones anímicos.
Bulma trataba de animarla, diciéndole que pronto terminaría de estudiar ella también y que entonces podrían pasar más tiempo juntos, ya que la peli azul tenía pensado crear un nuevo departamento en la empresa relacionado con la biogenética, la rama en la que Arien se estaba especializando.
Aquello era algo a lo que Bulma llevaba dándole vueltas varios meses, y creía que ya comenzaba a ser hora de introducir a Arien en la empresa y delegar algunas responsabilidades sobre ambos chicos. Al fin y al cabo, ellos serían los herederos de la Corporación el día que Bulma se retirara, y debían conocer los entresijos de dirigir una empresa de semejante tamaño.
Bulma ya casi había terminado de preparar la cena, cuando las risas que llevaba rato escuchando bajaron por la escalera, con Arien a la cabeza, entrando en la cocina a toda velocidad.
Acalorada, la castaña tenía el cabello desordenado y el rostro encendido, y respiraba entrecortadamente. Corriendo, se parapetó tras la isla central de la cocina aguardando expectante a que Trunks hiciera su aparición en la puerta. Los robots que se movían por la cocina recogiendo cacharros la esquivaron con destreza y continuaron con su tarea como si la muchacha no estuviera allí.
El semisaiyajin entró en la cocina despacio, con mirada amenazadora, las manos extendidas y los dedos índices estirados en dirección a Arien, y esta comenzó a reír de nuevo.
- ¡Ni se os ocurra! ¡En la cocina no se juega! – les reprendió Bulma, como si fueran dos chiquillos.
- Lo siento, mamá – se disculpó Trunks, acercándose a su madre y dándole un beso en la mejilla.
- Perdón – dijo a su vez, Arien.
- Y bien, - comenzó a hablar Bulma. – ¿Cómo llevamos esas ecuaciones querida? – El rostro de la peli azul se levantó en dirección a Arien, mirándola con gesto pícaro.
- Eeeh, muy bien. ¡Trunks me está ayudando muchísimo! – Explicó Arien, mordisqueando una zanahoria. – Ya casi hemos terminado con las diferenciales de primer orden. – Al oír eso, Trunks no pudo reprimir una carcajada, mientras llevaba algunas cosas a la mesa, ya con el mantel puesto y preparada para la cena.
- ¡Oh! Pues entonces, si no es mucho pedir, me gustaría que las de segundo orden las "estudiarais" en la habitación de Trunks. – dijo Bulma. Se dio la vuelta y abrió la nevera para sacar una botella con zumo de naranja, que llevó a la mesa. – la última vez que "estudiasteis" en tu habitación, Arien, no pude dormir. – Bulma llenó el vaso de Trunks con zumo fresco, y este se lo llevó a la boca. - ¡Gritabas como si te estuvieran clavando algo enorme!
Trunks escupió parte del zumo al oír el comentario de su madre y Arien se sentó a la mesa, ruborizada al máximo, dejando la cesta del pan delante del chico. Trunks se limpió con una servilleta y miró de reojo a su novia. El comentario de su madre no había sido casual. La habitación de Trunks estaba insonorizada, algo que el muchacho ya hizo con toda la intención durante la reforma de la casa. Era algo que también había aprendido de la casa del pasado: la habitación que compartían Bulma y Vegeta tenía las paredes insonorizadas. Ante las insistentes preguntas de Bulma, Trunks le había acabado diciendo que lo hacía para poder estudiar tranquilamente sin molestar a nadie. Desde entonces, cada vez que Bulma hablaba de sexo se refería a él con el verbo "estudiar".
Se sentaron los tres a la mesa y la cena transcurrió normal, con Arien explicando, divertida, lo que había pasado en clase cuando los papeles del profesor habían salido por la ventana. Trunks se llevó la mano a la cabeza y murmuró que debía haber sospechado de ella cuando había visto aquel remolino entrar en una de las aulas del primer piso, cuando aquel día no hacía viento. La castaña le sacó la lengua.
Tras recoger la mesa entre todos, Bulma se levantó para preparar café y aprovechó el momento de calma para soltar "la bomba".
- Por cierto, hablando del final de curso Arien, llevo ya varios meses dándole vueltas a la posibilidad de que te unas ya a la Corporación. – Trunks y Arien se miraron seriamente. – Ambos debéis ocupar un lugar de importancia cuanto antes. Es vital que toméis las riendas de los asuntos que se manejan en la dirección de la empresa. - Trunks hizo un gesto con la cabeza a Arien, indicándole la puerta de la cocina. Ambos se levantaron de sus asientos sin hacer ruido, aprovechando que Bulma estaba aún de espaldas. – Ya te he hablado en otras ocasiones del departamento de biogenética, Arien. Creo que es muy importante que seas tú quien lo lidere, que escojas a las personas que consideres importantes, y que seas tú quien comience a desarrollar nuevas tecnologías basadas en los genes, o a mejorar las existentes. Es de crucial importancia que… - Bulma se giró, con su humeante taza de café en las manos y se encontró dos sillas vacías, antes de escuchar el motor de una potente moto arrancar a toda velocidad en el exterior de la casa. La peli azul suspiró, dando un sorbo a su café y lamentando el fiasco que finalmente había resultado su intento. Pero pese a todo, no pudo más que sonreír cariñosamente, negando con la cabeza y decir, para sí misma: - Bueno… No perderé las esperanzas… Pero aún es demasiado pronto… - dio otro sorbo a su café y se sentó en uno de los sillones del salón. – Aún tienen demasiadas cosas por vivir…
…
…
…
- Un boco báj… - murmuró la muchacha con una linterna en la boca enfocando al suelo y escarbando con cuidado en la base de una extraña planta alargada y con una flor enorme.
La noche había caído del todo y a causa de ello la flor se había cerrado, entrando en una especie de sueño del que despertaría al día siguiente, algo muy característico de esa especie. La varilla con la que Arien hurgaba en la tierra llegó a la parte inferior de la planta y la chica sonrió. La planta ya estaba prácticamente fuera de la tierra y el gigantesco bulbo que tenía como raíz estaba ya visible. Arien lo levantó del suelo y lo introdujo rápidamente en una bolsa especial, adaptada para el transporte de esquejes. La castaña cerró la cremallera de la bolsa y la colgó de su espalda, satisfecha. Llevaba muchísimo tiempo queriendo tener un ejemplar de aquella especie en su invernadero, y desde hacía semanas quería acudir a aquel lugar porque estaba segura de que allí la encontraría. No se había equivocado, y además había varias más en el lugar.
Sonriendo, se dio la vuelta y se dispuso a volver a la moto, junto a la que Trunks la estaba esperando. Enfocó el camino con la linterna y comenzó a caminar. Pero un ruido la hizo detenerse.
No sabía si había sido su estómago o no. Creía haber comido bastante durante la cena pero el sonido había sido como un gruñido…
GRRRR GRRRRRRRRR
Ahora estaba segura, no era su estómago. Localizado ya el lugar desde el que provenía en gruñido, tragó saliva y caminó hacia atrás, sin darle la espalda a lo que fuera que estuviera escondido en las sombras. Pero la criatura dio un paso hacia ella. Y sus garras eran enormes, al igual que sus colmillos.
- No, bonito. Yo ya me iba. – murmuró aterrorizada, viendo cómo el animal se acercaba a ella, agazapado. – Tranquilo. – trató de apaciguarlo. - La luz de la luna iluminó a la bestia. Era un dientes de sable. Arien reprimió un grito y echó a correr en dirección a la moto en cuanto vio que el animal saltaba hacia ella. Corría entre los arbustos, saltando raíces y esquivando troncos de árboles, ágilmente, hasta llegar casi al claro donde Trunks le estaba esperando. - ¡ARRANCAAAAAA! – Gritó la muchacha sin dejar de correr a toda velocidad.
Trunks se giró sorprendido por el grito y la vio acercarse a toda prisa. La chica derrapó antes de llegar junto a él y le arrebató el casco de la mano. Trunks, la miraba aún con gesto extrañado cuando el rugido del dientes de sable que aparecía en el claro resonó en el bosque, y entonces lo entendió todo. Y comenzó a reír a carcajadas.
El muchacho se plantó el casco en la cabeza, arrancó la moto y puso primera mientras no dejaba de reírse de la situación, y la negra moto de Trunks abandonó el lugar a toda velocidad, justo cuando el dientes de sable se lanzaba a por ellos, estrellándose en el suelo, en el sitio que habían ocupado hacía sólo unos segundos.
- ¡No tiene gracia! – se quejó ella, viendo que Trunks no paraba de reír.
- ¿Qué problema tienes con los dientes de sable? – le preguntó bromeando el chico.
Trunks puso rumbo a casa, saliendo a una carretera secundaria y conduciendo por ella algunos kilómetros. Antes de llegar al cruce de la capital del Oeste, Trunks se desvió por un camino bastante oscuro y escondido. La senda quedaba bastante cerca de un risco desde donde a los chicos les gustaba ver la puesta de sol.
Trunks detuvo la moto, y ambos bajaron de ella, encaminándose a su lugar favorito, Arien aún asustada por la bestia y Trunks riendo mientras le recordaba que no era la primera vez que un animal de ese tipo la perseguía. Arien rodó los ojos cuando el chico le recordó a Quoronel, la "mascota" de su abuela.
Tras caminar apenas 10 minutos, llegaron al risco donde solían pasar horas hablando. Desde allí las vistas de la Capital eran espectaculares, y de noche, las luces de la ciudad parpadeaban como luciérnagas.
Aquella noche era oscura, y miles de estrellas brillaban con fuerza, igual que aquella vez, hacía ya tanto tiempo, la noche en que Trunks y Arien afrontaron sus sentimientos y se confesaron su amor.
Muchas cosas habían pasado desde entonces y el mundo había cambiado, pero lo que sentían el uno por el otro seguía siendo tan especial e intenso como el primer día.
El semisaiyajin se tumbó en el suelo, con las manos detrás de la cabeza, observando el firmamento. Arien se sentó a su lado, jugueteando con algunas briznas de hierba. El muchacho estaba muy callado, pensativo. A decir verdad, le había notado un poco ausente desde que había llegado de su retiro.
Trunks miraba las estrellas con expresión tranquila. Su mirada, de un azul intenso, transmitía sosiego, pese a su expresión dura y amenazadora, aunque a Arien jamás le pareció tal cosa. Ella siempre había visto todo lo bueno que el alma de Trunks poseía, y aquel detalle de sus ojos no era más que una máscara que ocultaba su bondad.
Trunks suspiró, llamando la atención de la castaña, que giró el torso hacia él, para prestarle más atención.
- ¿Qué te pasa Trunks? – Preguntó, con curiosidad. El chico movió levemente la cabeza y le sonrió.
- Nada. – contestó.
- Te noto pensativo, como si te preocupara algo. – confesó ella, dudando de la veracidad de las palabras del chico. Él levantó una ceja y sonrió de medio lado.
- ¿Y cómo puede ser que detectes esas cosas? – dijo él bromeando, aunque admitiendo que la chica tenía razón. Dudó unos instantes, volvió a mirar el cielo y se mordió el labio. – Verás… Tengo algo en mente desde hace bastante tiempo… - Guardó silencio un momento. Lo cierto era que llevaba tiempo dándole vueltas a un par de cosas. Una de ellas era controvertida, y no sabía si era realmente ética, aunque sentía el impulso de hacerla. La otra era algo que concernía a su vida, a su futuro, y no sabía si había llegado el momento de dar el paso…
- ¿Qué es? – Preguntó ella, con curiosidad.
- Verás, me gustaría volver al pasado durante unos cuantos días, para ver cómo están las cosas… y para medirme con mi padre. Había pensado en hacerlo la semana que viene. – confesó el chico.
- Oh… - dijo ella. No esperaba algo así. Creía que Trunks ya no sentía la necesidad de volver a ver a sus amigos del pasado. Creía que era feliz en aquella época, con ella… - Pero Trunks, no sé si es lo correcto… Los viajes en el tiempo podrían provocar cambios en la historia, ya lo sabes. – le miró con preocupación y aguardó a su respuesta. El chico sonreía.
- Ya lo sé. Soy consciente de ello… Pero necesito hacerlo. – susurró, más bien para sí mismo que para Arien. - Ella no contestó en seguida. Podía sentir a través de su piel el instinto saiyajin que le movía a plantearse algo así. No podía evitarlo, Trunks necesitaba luchar, necesitaba entrenar con alguien de su raza. Necesitaba no sentirse solo como saiyajin, y por eso aquel deseo de volver al pasado. – Pero esta será la última vez…
- ¿Qué quieres decir? – Preguntó ella, sorprendida por aquella revelación.
Trunks se incorporó antes de continuar. Sentado sobre la hierba comenzó a arrancar algunas briznas, igual que Arien. Su rostro serio mostraba que era una decisión que hacía ya tiempo que había tomado. Pese a todo lo ocurrido, pese a todos los amigos que tenía en el pasado, aquel sería el último viaje.
- Cuando regrese destruiré la máquina. Ya no habrán más viajes en el tiempo, Arien.
Aquella no era una respuesta que Arien hubiera esperado. Destruir la nave significaba cortar toda conexión con el pasado que Trunks y ella podían haber tenido, no ver más a sus amigos, no ver nunca más a sus padres. Pero en el fondo de su corazón, Arien sabía que era la decisión correcta.
- De modo que quieres ir para despedirte, ¿verdad? – Preguntó en un susurro.
Los ojos azules la miraron. Lo que Arien había adivinado era exactamente lo que su corazón sentía que debía hacer. Ahora ellos tenían un futuro por delante, nuevas esperanzas, una vida por vivir, y eran felices. Lo correcto era terminar con el vínculo con el pasado que había iniciado aquella aventura hacía tres años.
Ella sonrió abiertamente. Le comprendía. Sabía perfectamente cómo funcionaba su mente, y podía imaginar que Trunks deseaba luchar con su padre una última vez antes de despedirse para siempre y continuar con sus vidas. Necesitaba volver a ver a sus abuelos, a sus amigos, a su madre del pasado, que tanto les había ayudado.
- Hazlo. – le animó ella. – Si sientes que debes hacerlo, hazlo.
Sentirse comprendido y apoyado era un gran paso. Las dudas de Trunks acerca de si debía o no destruir la obra maestra de su madre, ya no le impedían ver claro. Sentía que era lo correcto. La máquina había sido algo clave en sus vidas, pero no dejaba de ser algo peligroso, y lo sabía porque no dejaba de pensar en que alguien o algo pudiera arrebatarles la máquina y montar el caos en el espacio tiempo.
Y ese algo era precisamente una visita que hacía ya años que esperaba y que no llegaba nunca. Aunque sabía que él era más poderoso, no podía dejar de pensar en el factor sorpresa que la criatura dominaba y en la mente prodigiosa que poseía. Sin duda había sido uno de los enemigos más inteligentes contra los que había luchado. Y tenía miedo. Tenía miedo por Arien, por su madre, por todo aquello por lo que tanto había luchado que la criatura podía arrebatarle en un momento, sin vuelta atrás.
Habían pasado ya tres años desde la última vez que utilizaron la máquina, y el monstruo no había aparecido. Trunks había pensado que quizás debía haber ido a destruirle mientras aún estaba en fase de gestación, en la gran incubadora del laboratorio secreto del Doctor Gero, y del cual conocía perfectamente la ubicación. Pero algo le había frenado. Se habría sentido un cobarde de haber destruido a la criatura sin luchar contra ella.
Y eso era precisamente lo que más deseaba: enfrentarse a ella y vengar su propio orgullo. Y tenía la corazonada que la preparación del viaje la atraería hasta él, y entonces podría atraparla.
Por lo que sabía, el Célula del pasado había viajado en su propia máquina del tiempo, atacándole por la espalda y quitándole la vida como un cobarde. Si era la máquina lo que quería, la utilizaría de cebo, y le atraería hasta él. Le destruiría antes de volver al pasado por última vez, sabiendo que Arien y su madre quedarían a salvo.
Arien observaba su expresión. Del aire melancólico, Trunks había pasado a la rabia. Parecía temblar y su rostro mostraba una ligera mueca de frustración. Ella no entendía qué era lo que le causaba aquel estado, aunque creía que era por la idea cada vez más materializada de destruir la máquina del tiempo.
Trunks desvió la mirada a los ojos de Arien y vio preocupación en ellos. Supo en seguida que había mostrado demasiados sentimientos, demasiadas emociones. Lo último que quería era que ella se preocupara o que tuviera miedo. Él jamás permitiría que nada ni nadie le causaran ningún daño, y era lo único que importaba.
No le diría nada acerca de su plan para atraer a Célula, no quería que tuviera miedo, ni que viviera con la sensación de sentirse amenazada. Trunks la protegería con su vida, y Arien no debía ser consciente del peligro de los planes del chico.
Lo guardaría en secreto.
La muchacha ahora conocía una de sus dos preocupaciones, pero la otra causaba en Trunks aún demasiadas dudas, y no creía que fuera el momento de abordarla. No mientras aquel monstruo estuviera en paradero desconocido. Quizás cuando destruyera a Célula, quizás cuando volviera del pasado…
Sonrió, tratando de borrar la frustración de su rostro y cambió de tema.
- Oye, Arien. – dijo Trunks. – ¿Qué querrás hacer cuando regrese del pasado? – Arien sonrió.
- Supongo que necesito estudiar. Tengo que aprobar ese examen.
- Lo aprobarás. Estoy seguro. – dijo él, sin un ápice de duda en la voz. Arien miró sus ojos, reluciendo como dos zafiros bajo la tenue luz de la luna y las estrellas. - ¿Y una vez que apruebes el examen? Te quedarán prácticamente dos semanas enteras, habrás pensado en algo que quieras hacer ¿no? – la chica arrancó un par de briznas de hierba y comenzó a enrollarlas en sus dedos.
- Lo primero que quiero hacer es visitar la tumba de mis padres. – dijo Arien. Trunks asintió sin dejar de mirarla. Ella sonrió. Él la miró con dulzura y retiró una mano que le servía de apoyo para ir a buscar el rostro de ella.
La mano de Trunks estaba caliente, y su piel curtida por el frío polar en el que había estado entrenando 15 días, pero pese a ello, su tacto todavía le producía escalofríos, como cuando era una niña.
- Iremos. – Dijo Trunks, convencido. – Y ¿qué te parece si la última semana vamos a ver a Ada? – le propuso el chico. Arien sonrió aún más abiertamente. Lo cierto es que después de hablar con Irina sobre ella, le habían entrado muchas ganas de verla, a ella y a su hijo.
- ¡Me encantaría! – respondió. – Irina me ha dicho que ella también quería ir a verlos.
- Le diremos que venga con nosotros, entonces. – dijo Trunks. El chico apartó un mechón ondulado de Arien y lo colocó detrás de su oreja.
- El niño debe estar ya enorme. – dijo Arien. No lo veía desde que era un recién nacido. Habían ido a visitarles al rancho y durante la visita, Ada se había puesto de parto. Arien aún recordaba los nervios que pasó como si fuera ayer.
- No me acuerdo de cómo se llamaba… - murmuró Trunks, pensativo, refiriéndose al bebé.
- Se llama Lars. – Respondió ella, rodando los ojos.
- Es verdad. No me extraña que lo hubiera olvidado. – comentó, devolviendo la vista a las estrellas y la mano bajo su cabeza. – Qué nombre más raro…
- No está tan mal, - lo defendió Arien. – Es original.
- Es raro. – repitió Trunks. Arien rió.
- De acuerdo, es raro… - dudó unos instantes, en los que se enrolló un buen puñado de hierba en los dedos. - … A mí me gusta más Gohan.
Trunks levantó la cabeza y la miró extrañado.
- ¿De qué hablas? – preguntó, completamente fuera de juego.
- De nombres de niños. – respondió ella, ruborizada. La oscuridad de la noche fue su aliada y su notable sonrojo no podía apreciarse. - … Si tuviera un niño, me gustaría que se llamara Gohan.
Trunks se incorporó de golpe y Arien apartó la mirada, avergonzada, mientras soltaba una risilla nerviosa.
- Te refieres a un niño… ¿nuestro? – Los ojos azules del muchacho se clavaron en los verdes de ella.
- ¡Claro! Algún día tendremos hijos, ¿no? Y si tuviéramos un niño me gustaría ese nombre para él… Es el nombre de un héroe…
…
…
…
Y llegó el día del viaje. La máquina del tiempo aguardaba en el exterior, completamente cargada de energía. Como siempre, Bulma realizaba las últimas comprobaciones.
Trunks había preparado pocas cosas esta vez. Dudaba que necesitara nada de su época en aquel viaje al pasado, el último.
Se había puesto su armadura saiyajin, la que había guardado como auténtico oro en paño desde que su madre se la diseñó, y quiso volver a ver a sus amigos mostrando aquel signo de identidad de su raza.
Su novia le abrazó nuevamente. La musculatura del muchacho estaba más tensa de lo normal, alerta. Desde que habían sacado la máquina de la cápsula, Trunks se había mostrado nervioso, impaciente. Arien había observado que no había dejado de vigilar a su alrededor, como si temiera que les atacaran en cualquier momento. No sabía por qué, pero todo aquello le daba mala espina, el viaje mismo y el comportamiento de Trunks.
Ella no quería acompañarle aquella vez. Sentía que era algo que debía hacer sólo, y Trunks no le había ofrecido esta posibilidad. Ella lo entendía. Arien ya había hecho todo lo que debía en su viaje hacía ya más de 3 años. No sentía la necesidad de volver así como la sentía él.
Pero tenía el presentimiento de que algo iba mal, de que Trunks les estaba ocultando algo importante…
Bulma nada de esto había notado, ella simplemente preparaba la máquina lo mejor que podía, lamentando en silencio la decisión que su hijo había tomado acerca de ella. Pero en el fondo sabía que tenía razón, y a fin de cuentas, la máquina era de Trunks, no suya. Ella la había inventado, pero quien había cambiado el mundo usándola había sido su hijo.
Suspiró. Las comprobaciones habían terminado. Pronto vería desaparecer aquella máquina en su último viaje. Con expresión triste, la peli azul guardó en su bolsillo la pequeña tableta electrónica con la que había verificado la nave y se acercó a su hijo.
Trunks besó a Arien por última vez. Aunque pretendió mostrar tranquilidad y seguridad, ella hacía ya rato que sospechaba, y a medida que se acercaba el momento de subir a la nave, Trunks se mostraba más alerta. Por más que la buscaba, no había tranquilidad en sus ojos. Los movía a izquierda y derecha, vigilantes, con aquella mirada gélida tan suya. Definitivamente, Trunks no podía engañarla. No a ella.
- Bueno. – dijo el muchacho, comenzando las despedidas. – Si está todo listo, será mejor que me vaya.
- Dales recuerdos a todos hijo, y sobre todo no tardes en volver. – le aconsejó Bulma, abrazándole tiernamente.
- Ten mucho cuidado. – Susurró Arien, mirándole con ojos preocupados.
- No te preocupes, Arien. Sólo voy a ver cómo están todos y cómo van las cosas. No tendré tiempo de meterme en líos. Además…
Ahí estaba. La conexión. La señal que estaba buscando desde hacía tanto tiempo.
Por fin había acudido a él. Después de tantos años, sentía su presencia de la misma forma que lo había hecho en el pasado.
Escalofriante. Sentía el ki de Vegeta, de son Goku, de Ten Shin Han, de Piccolo…
Los puños de Trunks se cerraron, esperando un ataque por la espalda que no se producía. Por alguna extraña razón, tenía la sensación de que era él quien controlaba todo.
- Entrad en casa. – siseó Trunks.
- ¿Qué dices? – Preguntó Bulma, con aire despistado. En seguida reparó en la mirada de su hijo y se puso seria.
Arien lo había sabido desde el principio. Estaba segura de que Trunks se mostraba alerta por algo, y ese algo acababa de manifestarse en algún lugar, cerca de ellos. La castaña, paseó sus ojos verdes, temerosos, por los arbustos que rodeaban la casa, por los árboles, tras los troncos, en las copas de ellos. No lograba ver nada. Todo parecía estar en calma, en una extraña calma. Arien miró a Trunks a los ojos, parecía que se hubiera convertido en piedra. Completamente alerta, dirigía la mirada amenazadoramente hacia su izquierda. Sintió que debían moverse, Trunks necesitaba que le obedecieran y ellas no tenían ni idea de qué era lo que el muchacho sentía.
Las dos mujeres entraron en casa a la carrera y cerraron la puerta con llave. Una vez dentro. Arien no pudo evitarlo y se acercó gateando hasta una ventana cercana, para ver lo que ocurría.
- Sé que estás aquí, Célula. Sabía que vendrías. Te estaba esperando. – Exclamó Trunks, con voz grave. La criatura salió de detrás del edificio contiguo a la Corporación con gesto sorprendido. Trunks se giró y se encaró con ella, ya fuera de su escondite. – Sé que quieres matarme. Pensabas que podrías atacarme por sorpresa y entrar en la nave para viajar al pasado y absorber a C-17 y C-18 para conseguir la perfección, ¿verdad?
- ¿Qué dices? ¿Cómo puedes saber eso? – retumbó la horrible voz del monstruo.
- Pero tu plan fracasará. Siento mucho chafarte los planes. – continuó Trunks con una malévola sonrisa en los labios.
Célula, se acercó a Trunks lentamente. Desde la ventana, agachadas en el suelo para no ser vistas, Arien y Bulma observaban la escena con miedo y expectación.
- ¿Qué es esa cosa? – preguntó Bulma, horrorizada.
- … Es Célula. – Respondió Arien, en un susurro. Jamás le había visto, pero sabía lo suficiente de él como para reconocerle si le veía. Y aquel siniestro aguijón que movía de un lado al otro mientras caminaba no podía pertenecer a otra criatura. Con aquello era con lo que absorbía la vida de la gente. Un escalofrío le recorrió la espalda.
- ¿Dices que mi plan fracasará? – dijo Célula, encarando a Trunks. – Pero ¿con quién te crees que hablas?
- Cuando te convertiste en tu forma perfecta, te convertiste en el ser más fuerte que he visto nunca. Pero tal como eres ahora, te puedo ganar muy fácilmente. – El monstruo rió lúgubremente.
- Claro. Tú ya has estado en el pasado. Ahora lo entiendo todo. Por eso parece que sabes todo lo que ha de pasar. Pero estoy seguro de que no es verdad que tú puedas vencerme. Tengo información sobre ti a través de los robots espía. Tú no tienes el mismo nivel de fuerza que yo tengo. Y tampoco superas a C-17 y C-18.
Trunks no pudo evitar reír ante este comentario.
- ¿Estás seguro? Entonces, ¿por qué crees que ya no existen los androides?
Aquella revelación dejó sorprendido a Célula.
- ¿Insinúas que has sido tú quien ha acabado con ellos? ¡Por eso ya no están en esta época! – Exclamó el monstruo. Su cola se agitó nerviosamente. – Ahora tendré que matarte rápidamente. Te mataré y después volveré al pasado y absorberé a C-17 y a C-18.
- No lucharemos aquí – Replicó Trunks, con voz autoritaria. – Ha llevado mucho tiempo reconstruir la ciudad, así que lo haremos en otra parte. Ven, que te llevaré a otro sitio ¡AAAHH! – Gritó. Y con un movimiento seco de sus manos elevó a Célula por los aires sin tocarle, y sin que este pudiera hacer nada por impedirlo. Trunks despegó tras él a toda velocidad y desaparecieron de la ciudad.
Arien, se dirigió a la puerta corriendo, y, con las manos temblorosas, desbloqueó la cerradura de la casa, saliendo a la carrera hasta el lugar en el que hacía sólo un momento había estado su amado.
- ¡Arien! – Gritó Bulma desde dentro. Pero ella no oía nada, y con los pies clavados en el suelo cual raíces, se dejó caer hasta quedar sentada, al darse cuenta de que no había nada que ellas pudieran hacer, excepto esperar.
…
…
…
Aterrizaron en unas colinas deshabitadas. Célula recuperó el control de sí mismo algunos metros antes de chocar contra el suelo.
- Es una estupidez esto que estás haciendo. No tienes ninguna posibilidad contra mí. – rió el monstruo, evaluando a su oponente.
- Eso ya lo veremos. – Replicó Trunks, transformándose en supersaiyajin. – ¡No pienso permitir que vuelvas al pasado!
...
…
…
- Arien no podemos quedarnos aquí. – Dijo Bulma, tratando de que la muchacha reaccionara.
Arien se había quedado estática en el lugar. Su cuerpo, lánguido, parecía haber perdido las fuerzas. Era eso lo que Trunks había estado presintiendo, la llegada de Célula, el monstruo que le mató en el pasado.
Se cubrió la cara con las manos y no pudo evitar sollozar. No podía soportar la idea de perderle. No entendía el concepto de la vida sin él. Trunks era todo para ella, su pasado, presente y futuro. Ahora que las cosas parecían ir bien aparecía aquel monstruo y Trunks desaparecía con él con la intención de matarlo.
Pero ¿y si era el monstruo quien vencía? No quería pensarlo. Trunks había entrenado muchísimo para poder enfrentarse a enemigos como Célula. Se había enfrentado a Orlog, a Tumno, el dios de la muerte. Les había vencido y había vivido para contarlo. Célula no era tan poderoso como ellos, pero fue el causante de la cicatriz que el semisaiyajin tenía en el pecho.
Había recorrido con sus dedos suavemente la forma de aquella cicatriz hacía apenas unas horas, sintiendo el calor de su piel, su suavidad, la dureza de los músculos que se contraían con cada gesto. La había besado, siendo ya para ella una parte inseparable de Trunks, acostumbrada a verla desde siempre. Había borrado prácticamente de su memoria el origen de aquella marca, y se odiaba por ello. Trunks volvía a estar ante el monstruo que le marcó para siempre, y ella estaba aterrorizada.
Bulma se arrodilló junto a ella y la abrazó para reconfortarla.
- Vamos, vamos. – dijo la peli azul. – Estoy segura de que volverá, Arien, sano y salvo. Como siempre hace.
- Las otras veces iba a entrenar Bulma. – replicó Arien, tristemente. – Ahora es contra Célula contra quien está luchando.
El sonido de una explosión en la lejanía las asustó, y ambas dieron un respingo. Arien, con los ojos abiertos a más no poder, visualizaba la nube de humo que subía en el cielo lentamente, procedente de las Colinas del Sur. No parecía real. Aquello no podía estar pasando.
Un destello en el mismo lugar, otra explosión, esta vez mucho más grande, y ambas pudieron ver un gigantesco rayo de energía dirigirse hacia el cielo.
Asustadas, ambas se sostuvieron la una en la otra. Aquello no era ningún juego. En aquella batalla se volvería a decidir el destino de la Tierra. Trunks volvía a tener sobre sus espaldas el peso del mundo.
El rayo de energía desapareció, y en su lugar sólo descubrieron algunos restos de humo.
No hubo más explosiones.
No hubo más manifestaciones de lucha.
Arien tragó saliva.
- Vamos Trunks. – susurró la castaña, la mirada fija en la dirección en la que habían desaparecido ambos contrincantes. – Puedes hacerlo. Puedes acabar con él.
La confianza en Trunks se mezclaba con el temor que pudiera resultar herido. Todo junto formaba una bola de nervios en la boca del estómago de la chica. Pero necesitaba creer, necesitaba confiar y no tener dudas, y esperar a que el semisaiyajin volviera a casa con la victoria.
Era Trunks quien luchaba, un Trunks que había destruido a los androides sin inmutarse, y que después de ello había seguido entrenando hasta conseguir llegar al nivel dos de un supersaiyajin. Que entrenaba para dominar su demoníaco estado bajo la luna llena y la aurora boreal. Que jamás había dejado de luchar. Que estaba completamente preparado para enfrentarse a cualquier peligro que amenazara la Tierra. Aquel era su destino. Él era el guardián del planeta. Sus hombros estaban acostumbrados a soportar el peso del mundo, y lo haría una y otra vez, mientras tuviera aliento.
Arien se levantó del suelo y cruzó las manos en su pecho. Avanzando hasta colocarse junto a la nave, que aguardaba con el motor emitiendo un suave zumbido a que Trunks volviera.
Iba a volver.
Ahora estaba segura.
Volvería junto a ella, como había hecho tantas veces antes.
Un destello en el cielo la puso alerta. Algo o alguien se aproximaba volando desde el lugar donde estaba teniendo lugar la batalla y donde hacía rato ya que reinaba la calma. Las dudas se volatilizaron en su mente cuando distinguió la armadura saiyajin acercarse a la Corporación.
…
…
…
Había sido bastante fácil. Creyó que Célula le daría más batalla que aquello, pero no había sido rival a la altura de Trunks, y el príncipe le había destruido al cabo de diez minutos, satisfecho por su propio nivel, aunque decepcionado porque Célula no le hubiera ofrecido una batalla que valiera la pena.
A pesar de haber obtenido su venganza, no era lo que el muchacho había esperado. Pero era lógico. Trunks no había dejado de superarse a sí mismo con el paso de los años y su poder había aumentado mucho más, al igual que su técnica y su capacidad estratégica.
Era capaz de mantener la calma y de esperar al momento adecuado para realizar cualquier movimiento, algo que en el pasado no había sido capaz de hacer. Su impulsividad se había visto sustituida por una frialdad propia de un estratega.
La madurez y la experiencia habían sido buenas maestras. Conocer a su padre y ser aleccionado por él, al más puro estilo saiyajin, dejando de lado sentimientos y emociones, le habían dotado de una mente fría, justo lo que más se necesitaba en la batalla.
Pese a que Gohan, su mentor, le había iniciado en la batalla lo mejor que había podido, ambos muchachos habían sufrido demasiado como para tomar el camino correcto en su preparación. Demasiado dolor. Demasiadas pérdidas.
Junto a Vegeta, Trunks aprendió a no ser superado por estos sentimientos. Aprendió el significado del sacrificio, en su más pura esencia. Ser capaz de renunciar a lo que más quería para sumergirse completamente en duros entrenamientos que podían durar semanas o meses, le habían fortalecido como guerrero.
Ahora ya no era impulsivo. Ahora ya era un saiyajin, tal y como su padre le había nombrado justo antes de su partida, en aquella especie de ritual que ambos improvisaron junto a la nave, y frente al resto de sus amigos.
Miraba atrás y veía cuánto había cambiado su vida, su mente, su manera de ver las cosas y afrontarlas. Hacía mucho tiempo ya que dejó atrás al niño atormentado que fue, y que había conseguido vencer a sus fantasmas, enfrentarse a sus miedos y superar cualquier límite o adversidad.
Hacía tiempo ya que era un hombre completo, con todo lo que aquello significaba. Era un hombre en todos los sentidos, era un saiyajin, el orgulloso heredero de un trono perdido hacía años.
Se acercaba en su vuelo a casa, y ya podía distinguir con su desarrollada visión a dos figuras que aguardaban en el exterior del esférico edificio.
Sonrió. Además de un Saiyajin completo, Trunks era un humano responsable, con un lugar entre los de aquella raza, feliz, y sobre todo, enamorado.
A lo largo de los años su amor por Arien le había dado fuerzas para conseguir llegar a ser lo que ahora era. La paciencia, sacrificio y entrega de la muchacha, características esenciales para cualquier mujer que compartiera su vida con un saiyajin, le habían ayudado muchas veces a tomar decisiones difíciles y a superar sus límites una y otra vez.
A ella también le debía todo cuanto era. Su positivismo, su alegría y la capacidad de no darse nunca por vencida, habían sido contagiosos, y le habían envuelto como un fino velo que le había abrigado y mantenido a salvo de la desesperación y la locura que habían sumido a su mundo en el caos durante tantos años. Sin ella, estaba seguro que su vida jamás habría sido igual. Trunks, jamás se habría sentido tan saiyajin como se sentía compartiendo su vida con Arien, una simple humana, la más especial de todas, la que tantas veces le ancló a la cordura y a la vida.
Sonrió, mientras las veía ya cada vez más cerca. Habían estado preocupadas. Arien, con sus manos cruzadas en el pecho, mostraba en el rostro un profundo alivio y alegría, y una sonrisa de oreja a oreja que no era capaz de borrar. Tras ella, su madre le miraba también, con cansancio en su expresión, con tranquilidad al comprobar que volvía sano y salvo. El paso del tiempo hacía mella en el rostro de Bulma, pero aún conservaba en los ojos el mismo fuego que Trunks había observado en el pasado, y que tanto le había fascinado. El mismo fuego que brillaba en sus propios ojos, con el que había entrado finalmente en el corazón de su padre.
Por fin, aterrizó frente a ellas con expresión de triunfo en el rostro. Había vuelto sin mostrar apenas una sola señal de la lucha. La armadura relucía como nueva, sin manchas de ningún tipo y su rostro no mostraba cansancio alguno. Sonrió abiertamente, suavizando por fin su fría mirada.
- Por fin. Ya se ha acabado todo. – dijo con voz suave.
Sin poder evitarlo, las dos mujeres corrieron hacia él, y Trunks las abrazó a ambas, rodeándolas con un brazo a cada una, y cubriendo sus rostros con interminables besos.
…
…
…
Trunks permaneció en el pasado únicamente 5 días. Los suficientes para dejar en orden algunos asuntos, según él.
Había vuelto magullado, con señales en el rostro de haber mantenido una fiera batalla con un poderoso rival. Tanto Arien como Bulma sabían perfectamente contra quien o quienes había luchado el muchacho. Y la sonrisa de su rostro nunca había sido más sincera.
En cuanto a los guerreros Z, todos habían seguido con sus vidas. Obviamente era muy duro hacerlo sin la presencia de Goku. Significaba demasiado para todos ellos, sobre todo para Chichi y Gohan. Ambos trataban de seguir adelante lo mejor que podían. Gohan se había volcado con los estudios, tanto para distraerse de pensar en su padre como para hacer feliz a Chichi. El próspero futuro de su hijo había sido siempre el deseo de la esposa de Goku.
Los abuelos de Trunks, su madre y su padre seguían normalmente. La única novedad era que Trunksy había dicho su primera palabra y que había comenzado a caminar.
En cuanto a Narik, Ellyon y sus hermanos, habían ido a vivir a una zona rural, cerca de un pueblo montañés, en casas aisladas, aunque formando una especie de comunidad vecinal. Narik y Ellyon se habían llevado una grata sorpresa con la visita de Trunks. El chico se había enterado de que la corporación Cápsula les facilitaba los vehículos que necesitaban para moverse, ya que aquella zona que habían elegido, en invierno quedaba completamente aislada por la nieve y el hielo. Narik y Ellyon vivían juntos en una de las casas, felices. La sorpresa mayor se la llevó Trunks cuando supo que Ellyon esperaba un bebé. Embarazada de 5 meses y con una tripita incipiente, Ellyon resplandecía de felicidad, al igual que el pelirrojo, que estaba deseando enseñar a su hijo o hija a tirar con el arco.
La pequeña Khaira, iba al colegio de la zona y había crecido muchísimo, ahora debía compartir la atención con su pequeña hermanita. Jack y Fan Fan habían sido padres de una preciosa niña rubia y de ojos azules que se había convertido en el juguete de la comunidad de ex-elfos y ex-hadas.
Dart abrió una tienda de jardinería y se había quedado a vivir en las afueras de la Capital, junto a Brann. Los dos ex-dewins habían decidido compartir vivienda, y pasaban muy buenos ratos recordando su vida pasada. El viejo Brann había vuelto a su antiguo oficio de profesor e impartía historia en una escuela de primaria cercana a su casa.
Por fin, la tranquilidad absoluta de haber terminado con todos los peligros que amenazaban su época y de haberse despedido de sus amigos del pasado, se mostraban en el brillo especial de sus ojos. Un brillo que se acentuaba cada vez que miraba a Arien, algo que a ella la ruborizaba.
Jamás había visto aquella expresión en su rostro. Era un sentimiento de profundo orgullo y felicidad lo que afloraba a su mirada y la hacía aún más arrebatadora de lo que ya era. A pesar del paso de los años, aún se sonrojaba cuando el muchacho la miraba con aquel fuego que caracterizaba a sus azules ojos.
No entendía de dónde había salido aquella cantidad de energía que parecía rodear al chico. Ella creyó que volvería triste y melancólico por tener que destruir la nave. Pero se había equivocado. Su espíritu parecía haber sido invadido por un ímpetu que le movía a reír continua y honestamente, a bromear, a besarla como nunca antes la había besado, a mirarla como jamás la había mirado.
Era sentir cómo se enamoraba de ella de nuevo, y ella lógicamente, se derretía con aquel comportamiento. No creía ser capaz de amarle más de lo que ya lo hacía, pero para su sorpresa, se podía querer aún más intensamente.
La destrucción de la máquina se llevó a cabo en una especie de ceremonia a la que asistieron Trunks, Bulma y Arien. Juntos, se dirigieron en el antiguo aerocoche de Bulma a una zona apartada de la Capital, desértica, sin testigos. Sacaron la máquina de la cápsula y la miraron durante un rato.
Las esperanzas de Bulma, las ilusiones y todo por lo que había luchado se habían reencarnado en aquella máquina con forma ovoide que finalmente había cambiado sus vidas. La peli azul la miraba algo triste, en silencio. Con sus brazos cruzados observaba por última vez el mejor de sus inventos, su obra maestra.
Arien se acercó a la máquina y la rodeó en silencio. Observó cada uno de sus componentes, recordando el tiempo que Bulma pasó ensamblándola, las noches sin dormir, los esfuerzos por mantenerla a salvo de posibles ataques. Cuánta tristeza y a la vez cuánta ilusión habían hecho posible su creación.
La mano de Trunks se posó suavemente sobre las palabras que escribieron justo antes de que él se marchara al pasado por primera vez. "Hope!"
Esperanza. Eso era lo que Bulma les había dicho mil veces que ellos significaban para el mundo: ilusión y esperanza. Ella jamás se dio por vencida y sus esfuerzos desembocaron en la consecución de la paz, una paz que había tardado tantos años en llegar.
Trunks miró a Arien. Su rostro serio, su mirada un poco más apagada de lo que había sido aquellos últimos días, le mostraron a la chica cuánto le estaba costando dar aquel paso. Un paso que significaba cortar con cualquier pasado, pero que significaba también el inicio de una nueva era, con la esperanza por bandera.
Arien acarició su rostro con ternura y él le sonrió, cerrando un momento los ojos. El chico suspiró y dio un par de suaves golpes con su mano sobre el fuselaje de la máquina.
Se separaron de ella y se alejaron en el coche hasta un risco que se hallaba a 100 metros de distancia. Desde allí, un lugar algo más elevado, podían ver la máquina, solitaria, aguardando al final que no era un final, que era un principio.
Los tres fuera del coche, las chicas un poco más atrás, Trunks se adelantó un par de pasos y levantó la mano derecha, apuntando a su querida máquina del tiempo. La energía del muchacho comenzó a acumularse en la palma de su mano, generando un pitido agudo y vibrante. El cabello del chico se movía por efecto del viento que su poder agitaba. Con los ojos fijos en la máquina, Trunks disparó un potente rayo de energía que impactó contra ella, destruyéndola en mil pedazos humeantes, que se dispersaron por doquier. Los restos de la nave ardieron y algunos componentes explotaron tras el impacto, mientras las lágrimas resbalaban irremediablemente por las mejillas de Bulma.
Trunks suspiró. Ya estaba hecho. No había vuelta atrás.
Sonrió y giró sobre sus pasos. Su madre no pudo ocultar la tristeza de su rostro, y él la miró con ternura. La rodeó con un brazo y se dirigió con ella al aerocoche, seguido por Arien. Allí ya no había nada más que hacer. Una nueva era había comenzado.
…
…
…
- Trunks, ¿puedes venir un momento? – preguntó Bulma.
Había pasado ya una semana desde que destruyeran la máquina y todo parecía haber vuelto a la normalidad. Todo menos aquel extraño estado que parecía haber sumido a Trunks desde que volvió del pasado. Se mostraba feliz e irradiaba alegría cuando Arien estaba cerca, pero cuando no estaba, un aire pensativo se apoderaba de él, sumiéndole en sus propios pensamientos, y alejándole de la realidad bastante a menudo, tanto que Bulma se había dado cuenta. En el laboratorio tenía que repetirle las cosas dos o tres veces porque no prestaba atención, algo que no era nada normal en él, y cuando estaba en casa, se desconectaba del mundo.
Trunks no hizo caso del llamado de su madre. Estaba en el salón, repantingado en uno de los cómodos sillones, junto al equipo de música, donde sonaba uno de los CD's que el chico había traído del pasado en su último viaje. Con una cómoda y ancha camiseta sin mangas y unos pantalones oscuros de tela suave, descansaba, absorto en su propia mente, oyendo una canción tras otra. Aquella zona había sido habilitada como de descanso, y en ella había un sofá que hacía esquina, el sillón donde Trunks estaba sentado en aquel momento, completamente desprovisto de garbo, un moderno equipo de música conectado a un sistema de altavoces que generaba un sonido envolvente, una televisión enorme colgada de una de las paredes, justo delante del sofá, y el piano de la abuela de Trunks, restaurado y en perfecto funcionamiento, y que Arien solía tocar a menudo desde que terminaron la obra de la casa.
Bulma se acercó a él, y le tocó el hombro, sobresaltándole.
- Siento haberte asustado, hijo. – se disculpó la peli azul. – Te estaba llamando y no me oías. – explicó.
- Perdona mamá. – Murmuró Trunks. – Estaba algo despistado.
- Últimamente siempre estás despistado, Trunks. – Apuntó Bulma. – ¿Qué es lo que te pasa, hijo? – La mirada de Trunks se cruzó con la de su madre, azul con azul, mismo fuego, diferente expresión. Sabía que a ella no podía mentirle, leería su mente como un libro abierto, pero a pesar de ello no pudo evitar hacerlo.
- Nada, mamá. – dijo el muchacho, apartando la mirada. Bulma sonrió.
Aquel comportamiento no era normal en Trunks y ella creía haber atado suficientes cabos como para conocer la causa. Suspiró. De todas formas era la vida de su hijo, ya adulto, y ella no podía obligarle a hacer nada que él no tuviera claro. Las decisiones acerca de su vida eran cosa suya. Pero sí que podía explicarle una historia, una que nunca antes le había contado. Por eso había ido a verle. Había estado buscando en su joyero su posesión más preciada, una que no había visto la luz en 20 años, pero que la había acompañado en los momentos más duros de su vida, y que había acariciado tantas veces cuando las cosas parecían ponerse tan negras que era insoportable mantenerse en pie.
La sacó de su bolsillo y la miró. Aparentemente una simple piedra roja, brillante, engarzada en una cadena de oro. Los recuerdos la invadieron durante un breve instante, hasta que comenzó a hablar.
- El planeta Vegeta era diferente a este. – Comenzó a explicar la peli azul. – Muy diferente. – Aquella afirmación llamó la atención de Trunks, que, curioso, se enderezó en el sillón mientras su madre se sentaba en el sofá contiguo. – Las costumbres eran rudas, propias de los guerreros que lo habitaban, incomprensibles para los débiles habitantes de la Tierra. – Bulma apretó el colgante en sus manos, sintiendo de nuevo el tenue calor que la piedra generaba al contacto con su piel. – Su planeta era sagrado para ellos, y era costumbre guardar como un tesoro una parte de él, algo físico, un pedazo de Vegetasei. – Las manos de Bulma sostuvieron el colgante dejando caer la roja piedra, que osciló ante los ojos de Trunks, incrédulo. – Tu padre me dio esta piedra en un gesto que fue el más profundo, sincero y lleno de significado que compartió conmigo. Me la dio el día que te conoció a ti Trunks. El día que miró a su hijo por primera vez. – La peli azul puso la piedra en manos de Trunks. – Esta piedra ES un pedazo de Vegetasei, probablemente uno de los pocos que queden esparcidos por el universo, y fue la representación de nuestro vínculo, al más puro estilo saiyajin. – Bulma sonrió. Trunks observaba con atención aquella piedra en sus manos. – Ahora es tuya, hijo. Espero que te guíe como me ha guiado a mí.
Bulma se levantó de su asiento y besó la frente de Trunks antes de salir de la estancia, dejando a Trunks sólo con sus pensamientos.
El chico suspiró, observando con atención aquel regalo tan lleno de significado, y se dejó caer de nuevo en el sillón, con los ojos cerrados.
…
…
…
El bullicio se apoderó de la casa de los Briefs cuando Arien regresó de la universidad aquel medio día. Aparcó su moto descuidadamente, en el jardín de la casa, y subió las escaleras corriendo, tropezándose varias veces, saludando efusivamente a los trabajadores del laboratorio. Entró en la cocina, donde Bulma y Trunks charlaban animadamente, y exclamó, llenando previamente sus pulmones:
- ¡HE APROBADO! – Arrojó la mochila al suelo y levantó los brazos, triunfante. No más matemáticas en la universidad, por fin lo había conseguido.
Trunks rió con ganas ante la demostración de júbilo de la muchacha y Bulma aplaudió, orgullosa.
- ¡Jamás dudé de ti! – dijo la peli azul.
- Yo tampoco. – dijo Trunks, sonriéndole abiertamente, y mirándole de aquella forma tan cálida que acostumbraba últimamente. – Sabía que aprobarías, te lo dije. ¿Te acuerdas?
- ¡Sí! – contestó ella. – ¡Ya tengo vacaciones! ¡Por fin!
Se dejó caer de rodillas en un gesto de lo más teatrero, y Trunks y Bulma no pudieron evitar reír por sus ocurrencias. Lo cierto era que aquella asignatura se le había atravesado bastante y había necesitado de la ayuda de Trunks para poder hacerle frente.
Aquella misma tarde fueron al cementerio. Lo primero que Arien quería hacer durante sus vacaciones era visitar la tumba de sus padres. Bulma les acompañó, en aquel cementerio estaban las tumbas de sus padres, de Vegeta, de Gohan y del resto de sus amigos, trasladadas desde los camposantos donde habían sido enterrados, igual que las de los padres de Arien.
Trunks acompañó a Bulma hasta la tumba de Vegeta, dejando sola a Arien frente a las tumbas de sus padres.
La chica puso en la base de una lápida un gran ramo de flores, las favoritas de su madre, y la miró con tristeza.
- Hola mamá. Tenía ganas de venir a verte, de contarte cómo van las cosas. He aprobado el curso en la universidad, me ha costado bastante pero lo he conseguido. Ya estoy más cerca de ser bióloga, por fin. – La chica sonrió y calló un instante. - ¿Sabes? – continuó - He vuelto a tocar el piano, como tú me enseñaste… Pero no suena tan bien como cuando tú lo hacías. – Arien guardó silencio, emocionada y con los ojos húmedos. – No tengo tu don mamá. Eras demasiado especial. – La voz se le quebró y necesitó de unos minutos para recobrarse. – Bulma me sigue cuidando muy bien. Dice que va a crear un departamento para que yo pueda aplicar mis conocimientos en la empresa. Es una gran mujer, mamá. Es muy valiente, y muy buena conmigo. Ojalá la hubieras conocido… Te echo de menos. – Acarició la lápida, las lágrimas cayendo por sus mejillas. Se limpió la cara y se levantó, acercándose a otra tumba junto a la de su madre. Dejó junto a esta lápida otro ramo de flores, diferente al de Lilu, y se agachó frente a ella. - ¡Hola papá! – dijo, sonriendo, y sorbiendo la nariz. Se frotó los ojos con cuidado, y miró la lápida. – Tu moto sigue funcionando perfectamente. Desde que Trunks la restauró no ha fallado ni una vez. Estarías orgulloso de la compra que hiciste. – dijo ella, riendo levemente. – Finalmente, las cosas salieron bien. No he olvidado jamás todos los consejos y las cosas que me enseñaste. Te quiero, papá, siempre te querré.
La castaña se levantó y se alejó unos cuantos pasos. Se quedó unos minutos ante las silenciosas piedras, mientras oía el canto de los pájaros, posados en las ramas de un árbol cercano.
Unos brazos rodearon su cintura con delicadeza. Arien sonrió y miró por encima de su hombro. Los ojos azules que más amaba la miraban con ternura, en silencio.
- ¿Estás bien? – susurró Trunks, preocupado.
- Sí. – contestó ella, sin dudar, sonriendo. – Estoy bien.
…
…
…
Las teclas del piano inundaron con sus notas el salón de la casa. Era noche cerrada, Trunks se había ido a dormir, Bulma aún trabajaba en su despacho, terminando un informe que le estaba dando más quebraderos de cabeza de lo acostumbrado. Arien no podía dormir.
A oscuras, paseaba sus dedos sobre las teclas del piano, dejando escapar las notas que adornaban la estancia.
La visita al cementerio le había hecho pensar en sus padres más intensamente de lo que normalmente lo hacía. Viejos recuerdos de niña habían aflorado a su mente, y la melancolía se había hecho presa de ella. Pese a que su corazón estaba curado desde hacía años, era inevitable sentir aquel torrente de sensaciones cada vez que visitaba la tumba de sus padres. Aquellas lisas y suaves piedras representaban el dolor del pasado, los momentos amargos, la ausencia. Y al permanecer delante de ellas, Arien volvía a experimentar cada uno de esos sentimientos.
Distraídamente, una canción salió de sus manos. Era la melodía que su estado de ánimo le pedía inconscientemente, la canción cuyos recuerdos llenaban su alma de calor. A quien estaba asociada era quien llenaba su vida por completo, capaz de borrar la tristeza o la melancolía.
Suavemente, cantó la letra que acompañaba a la melodía, sintiendo profundamente lo que aquellas palabras significaban para ella.
- Will you be there beside me
if the world falls apart?
and will all of our moments
remain in your heart?
will you be there to guide me
all the way through?,
I wonder will you
Walk by my side,
and follow my dreams
and bear with my pride,
as strong as it seems
will you be there tomorrow?…
A diferencia de lo que ella pensaba, Trunks estaba tras ella, escondido en las sombras, sentado en el alféizar de la ventana, iluminado levemente por la tenue luz que entraba por el cristal. Aquella ventana del tercer piso, era la misma desde la cual habían compartido tantas veces sus miedos e ilusiones, desde la que habían abierto sus corazones sin vuelta atrás.
El chico sonrió, escuchándola tocar, un sonido que conseguía relajarle por completo. Aquella canción era la misma que había tocado para él cuando fue atacado por los androides, la misma cuyo sonido almacenó en una grabadora y guardó en la cápsula que le dio en su viaje al pasado. En aquella canción estaban concentrados gran cantidad de sentimientos mutuos, de sensaciones que ambos experimentaban. Estaba llena de significado, literal y figuradamente. Llena de sentimientos intensos para ambos.
La canción terminó y Arien suspiró, por fin más tranquila. El piano era su vía de escape cuando los malos recuerdos la embargaban. Su sonido la hacía sentirse mejor, y le traía recuerdos que valían la pena de verdad. Recuerdos felices, momentos del pasado que almacenaba en su memoria con sumo cariño.
Sonrió, y un ruido a su espalda la sobresaltó.
- ¡Trunks! – Exclamó, agarrándose el pecho, asustada. - ¿Cuánto tiempo llevas ahí? – preguntó, levantándose del taburete y acercándose a la ventana.
- El suficiente… Yo tampoco podía dormir. – confesó el chico.
Iluminados por aquella luz, los ojos de Arien relucían como esmeraldas, mirándole intensamente de aquella forma capaz de dejar la mente de Trunks en blanco.
- Siento haberte despertado. – Se disculpó ella.
- No lo has hecho – dijo él, sonriéndole. La tomó de la mano y la atrajo hacia sí. – Arien… yo… - titubeó y bajó la mirada. Tenía unas ganas tremendas de hacerlo, pero debía estar seguro de que ella estaba preparada para oírlo.
- ¿Qué te pasa? – Le preguntó ella.
- … Tengo… Algo importante que pedirte. – confesó el muchacho, vacilando. Ella sonrió y le obligó a mirarla, tomándole del mentón dulcemente. Él le devolvió la sonrisa.
La calidez de su mirada no había cambiado desde que era una niña. Gracias a ella se sentía capaz de cualquier cosa. De vencer a cualquier enemigo, por fuerte que fuera. De afrontar cualquier dificultad en el futuro. Siempre y cuando ella estuviera a su lado.
Y vivir bajo el mismo techo ya no era suficiente.
Ser su novio, su amante, no bastaba.
Cada día que pasaba lo tenía más claro. Quería llegar más allá. Quería ser el centro de su universo. Quería hacerla feliz por encima de cualquier cosa, darle un futuro. Formar una familia con ella.
Quería que ella fuera la madre de sus hijos, los futuros herederos de su sangre, de la lucha.
Trunks respiró hondo y se incorporó de su asiento en el alféizar. Tomó de la mano a Arien, y se arrodilló frente a ella sin dejar de mirarla intensamente a los ojos.
La castaña, se tapó la boca de la sorpresa, aquel gesto acababa de helarle la sangre.
- ... Cásate conmigo.
El silencio que siguió a la pregunta, fue eterno para Trunks. La miraba con ruego, abrasándola con el fuego de sus ojos azules. Ante ella se ofrecía a sí mismo, indefenso, dándole su entera persona, todo lo que él era, su pasado, presente y futuro, con completa honestidad.
Los labios de Arien temblaban. Jamás se había sentido tan afortunada. No podía creerlo, verle allí, delante de ella, esperando la respuesta a una pregunta que parecía haberle estado trastornando varios días, y que ella había esperado tanto tiempo. Ser su esposa, su familia. Compartir la vida con él, aún más intensamente de lo que ya lo hacían. Ese había sido su deseo desde hacía años. Y la respuesta estaba clara.
- ¡Claro! – Exclamó, estallando en risas. El semisaiyajin sonrió, embargado por la felicidad, y se incorporó para besarla intensamente. Las manos de ambos acariciaban sus rostros mutuamente, riendo, nerviosos, comiéndose con la mirada, los ojos de ambos húmedos por los nervios y la felicidad.
Trunks buscó en su bolsillo algo y lo alzó. Desabrochó lo que parecía el broche de un collar y lo volvió a abrochar en la nuca de Arien, dejando la piedra colgada de su cuello. La muchacha lo tomó entre sus manos y lo observó, entre emocionada y curiosa.
- Esto es lo único que puedo ofrecerte. Los recuerdos de mi familia, joyas especiales, anillos de compromiso… cosas así, se perdió todo. Pero mi madre guardó esto. Es una piedra de Vegetasei que mi padre le regaló a modo de prenda. Del mismo modo que yo te la regalo a ti ahora. – Trunks enmarcó el rostro de Arien con sus manos. – Significa que eres la mujer de un saiyajin, y representa todo el amor que un saiyajin no es capaz de demostrar.
El muchacho guardó silencio y Arien sonrió.
- Tú sí eres capaz de hacerlo. Eso es lo que te hace especial, eso es lo que te diferencia de los de tu raza y te hace más poderoso y magnífico. Eres capaz de amar y de demostrarlo, y es por eso que yo te quiero con locura, y siempre te querré, mi guerrero… mi amor.
Los ojos de Trunks brillaron al oír aquellas palabras. La levantó en brazos y se dirigió a su habitación, fundiéndose ambos en el primero de los apasionados besos de aquella noche, el preludio de muchas otras llenas de felicidad y esperanza.
FIN
Reproduzco a continuación un fragmento de un comentario que le hice hace unas semanas a Schala S, estábamos las dos muy profundas...
"Los fics son como nuestros chiquitines.
Los ves nacer y hacerse grandes, interesantes, con un argumento que te ha llevado horas, días, semanas, y hasta meses, en ocasiones. Los amas y odias por partes iguales. Los amas porque son una parte de ti porque son tus ideas plasmadas en una pantalla, porque son tus sueños de niña, fantasías de adolescente o locuras de mayor. Los amas cuando fluyen y los odias cuando te abandonan, cuando no sabes cómo seguir la historia, cuando publicas algo que sientes que no es lo que realmente tenías en el corazón. Odias a tu cerebro por no haber sabido interpretarlo y los lees y relees una y otra vez hallando fallos, faltas de ortografía, expresiones que no quedan claras y frases mal planteadas, y lo vuelves a odiar y como prueba de ello vuelves a abrir el Word y vuelves a aporrear las teclas, cada vez más insistentemente, cada vez más convencida de lo que crees querer escribir.
Y cuando se acaban... vacío, tranquilidad, tiempo libre (horriblemente libre), pensar en cómo habría quedado un final diferente... y volverlo a leer con cariño, con nostalgia. Porque cuando lo comenzaste fuiste una persona con unos sentimientos y quizás unas convicciones que con los años cambiaron, y lo notas en la evolución de los textos, en la profundidad de los sentimientos descritos. Detectas peleas con la madre o con el novio, frustraciones laborales pasadas, pérdidas dolorosas y momentos amargos, pero también momentos felices y explosiones de júbilo.
Son nuestra vida, son un pedacito de nosotras que quedará para siempre para disfrute (o no) de quien le dedique unos minutos y le de la oportunidad de entrar en su vida. Es una forma de hacernos entrar a nosotras, o por lo menos a nuestro pasado. Y se terminan y te dejan con un agujero que debes rellenar cuanto antes con otro pedacito de ti."
"Hope", es una parte de mí misma que concluye con este Epílogo. Muchas cosas me llevaron a comenzar a escribirlo, una de ellas era una historia que rondaba mi cabeza desde que era una niña, y aquella historia fue tomando forma con el paso de los años, con las muchas experiencias vividas, con los momentos buenos y los malos. Mi vida llegó a un punto de inflexión en el que escribir, se convirtió en una vía de escape, en la salvación de mi cordura. Y como resultado, una historia salida directamente de mi corazón, que espero que os haya llegado tan profundamente como a mí.
Antes de nada, me gustaría dar las gracias a todas aquellas personas que comenzaron a leer este fic cuando lo publiqué en fanfic . es, antes de que dicha página comenzara a fallar más que una escopeta de feria... Muchas gracias a todos los lectores.
Quinn, te recuerdo especialmente a ti, con tu forma de pedir más y más sin darme un minuto de respiro. Con lectoras como tú, las fuerzas y las ganas de escribir se apoderan de mi sin poder evitarlo. Es gracias a vosotras que he conseguido terminar este fic.
Lemonale, tú y tus lemons habéis sido mi inspiración muchas veces, y me has dado ideas fabulosas, ya contenidas en tus fics, como el halo rojo en los ojos de los saiyajins afectados por los rayos Blutz. Eres fabulosa.
Ken Trunks, Ginny_P, AndreFlowers, Suekita_89, Jade, Brose, Xiori18, Shadowkikio, Inuyashalovekagomeforever, JessyChang, Nana1987, YamiVanHelsingValerius gracias a todos por darme caña siempre y no dejarme dormir, jajaja!
Esmeraldy, me has hecho sonreír muchas veces con tus comentarios, tan llenos de sentimiento, ¡gracias, de verdad! :D
Naty98, gracias por seguir "Hope" prácticamente desde el inicio :)
Sami116, tus reviews siempre fueron de gran ayuda en el transcurso de la historia. En parte, son un pedacito de ella.
Eccho, igual que Sami116, tus reviews fueron siempre de gran utilidad, y al leerlos saqué muchas veces las ganas de escribir que en ocasiones queda escondida en algún lugar desconocido.
PanxTrunks, me siento halagada de que "Hope" te haya quitado el sueño tantas veces, pero por favor, duerme y come :)
Koume, I'm very proud that you made the effort of read something written in Spanish, an unknown language for you. I still think your drawings are the best I've seen before about Trunks.
Sweet09, muchas gracias por tu apoyo, y por que sitúes "Hope" casi a la altura de Gran Hermano, en tu lista de prioridades. Halagador, en serio :)
TheIris44, con reviews tan efusivos y entregados como los tuyos, una escritora saca las ganas de escribir hasta de debajo de las piedras.
A todos mis lectores de Facebook:
Pequeña JazminM :P, presente en prácticamente en todos los capítulos de "Hope". Gracias por estar ahí. :)
Gerback, mi pequeño fiel lector. Estoy segura que dentro de ti tienes un gran potencial que sólo está esperando salir. Pónselo fácil ;)
Akari, a tí te tengo controlada por el Facebook, jajaja! Fuiste de las primeras en darle una oportunidad a "Hope". Jamás lo olvidaré :)
Miriam, gracias por tu apoyo, por fu "fan style" y tu alegría. Eres dulce como un auténtico bombón. :)
Portaphyro... Eres alguien muy especial, como especiales son tus comentarios. Muchas gracias por tu apoyo y por leer "Hope". En un rinconcito de mi corazón guardo la esperanza de que "Hope" haya sido en parte una de las causas que te hayan impulsado a publicar las historias maravillosas que escribes. Y tranquila, que ahora voy a tener tiempo suficiente para dedicarle toda mi atención a tus fics. Ardo en deseos de leer todo lo que me he estado perdiendo.
Esplandian, dejaste sólo un review con tres lineas, el primero de todos. Suficiente para obligarme a esforzarme al máximo y desarrollar un personaje ficticio que valiera la pena. Eso sólo los grandes pueden hacerlo. :)
Y el último de todos:
Schala S, mi kilométrica amiga.No podía ser de otra manera, tú eres la lectora más especial. Tu apoyo, aunque al final del desarrollo de la historia, no podía ser más alentador para mí. Porque te seguí durante años, porque leí "Pecados", y lo releí tres veces (sí, tres), mientras aguardaba a que actualizaras (ardo en deseos de disfrutar del último capítulo, ¡por fin! :'D), porque conseguiste que amara a Marron, que odiara a una tal Isabelle y que sintiera empatía por Pan (¡por Pan! ¡Yo! XD). Que una de mis autoras preferidas durante años leyera algo escrito por mí, me hacía sentir orgullosa, tener miedo, escalofríos y sudores, y todo por saber si una de las grandes me daba su OK. Una de las cosas más fabulosas de escribir "Hope" ha sido poder conocer a gente tan auténtica como tú, gente con un talento que les sale por las orejas. Muchas gracias, Schala S.
A todos, muchas gracias por darme la oportunidad de entrar en vuestras vidas.
Volveremos a vernos, algún día... Quien sabe si "Hope" tendrá una saga, o un one shot, o un Epílogo II. La vida da muuuuchas vueltas... ;)