Iré subiendo aquí una serie de drabbles con continuidad que estoy escribiendo mientras me peleo con "Tres veces". Esto lo hago como pura diversión y por culpa de cierta foto que vi en tumblr.
Como siempre, Hetalia no es mío. ¡Gracias por leer!
Uno - Hogar
Acababa de terminar el instituto cuando sus padres se separaron. Por lo menos le dejaron decidir, algo que pocas veces sucedía en esos casos; Podía quedarse con uno de ellos o vivir solo, pues ya era mayor de edad y a los ojos de la ley podía hacer su vida como quisiera.
Su familia nunca fue como en las películas o en las series por mucho que pretendieran serlo. Su madre se quedó embarazada muy joven y su padre se hizo responsable del niño todo el tiempo que fuera necesario. Tuvieron que esperar y aguantarse mutuamente, viviendo sin quererse por el bienestar de su hijo, pretendiendo que todo era maravilloso y su vida como la de cualquier familia o mejor aún, con regalos caros en navidad o grandes vacaciones. Pero él no quería eso para ellos, hubiera preferido que fueran completamente felices antes de verles con aquella máscara de sonrisa forzada que cubría la cruda realidad.
Aunque todo eso lo hicieran porque de verdad lo querían con todo su corazón.
Decidió hacer algo bien, dejarles libres para que por fin pudieran vivir tal y como siempre habían deseado. Ellos se lo agradecieron, y le dejaron una pequeña parcela con una casa que habían comprado por muy poco dinero unos años antes en las afueras de Kaunas, en la época en la que el comunismo cayó y las tierras empezaron a venderse a particulares. Nada más llegar pudo ver que su nuevo hogar estaba en apariencia hecho una ruina y tenía que hacer muchas reformas, aunque eso no le iba a desanimar, siempre había sido un muchacho trabajador. Pero lo primero que hizo fue colocar en el buzón un cartel con su nombre, perfectamente centrado y escrito con su mejor letra.
"Toris Lorinaitis"
Se separó un poco, igual que un artista admirando su obra. Ahora podía llamar a ese lugar su hogar y sentirlo como algo suyo de verdad. Al fin su vida sería como siempre había querido que fuera, aunque las siguientes semanas las pasó quitando malas hierbas del jardín y pintando la casa.
La parcela no era gran cosa, pero si lo suficientemente grande como para tener un huerto propio y un par de manzanos. El anterior dueño había puesto un bonito banco de madera en el porche, un poco sucio y despintado por culpa de las inclemencias del tiempo y Toris decidió conservarlo junto con una mesa decorada con la misma pintura blanca. Por dentro aún quedaban algunos muebles, todos viejos pero con cierto encanto que daban a la casa un efecto sosegado y hogareño.
Lo mejor estaba en el segundo piso.
Desde fuera se veía perfectamente, el constructor decidió poner una pequeña torre con un tejado picudo, como si fuera de un castillo de cuento a la cual se llegaba por unas escaleras de caracol. Ese era el principal motivo por el cual su madre había decidido comprar la casa, decía que era como su sueño de niña hecho realidad.
Al subir, sólo había una habitación redonda cuyo techo era el cono del tejado. Toris dejó en el suelo un colchón mullido con unas mantas verdes, a un lado unos cojines del mismo color para leer sentado, al otro una cesta de mimbre y un perchero largo para colgar la ropa con perchas de madera. Al final colocó un cuadro de un paisaje en blanco y negro que fue pintado por su padre unos años atrás, entre dos de los pequeños ventanales.
Decidió que ese era su rincón favorito de la casa.
Compró pintura y lijas para arreglar los muebles. Consiguió conexión a Internet enseguida y pudo buscar consejos para poder plantar cosas en su huerto.
Aún no sabía como ganarse la vida. Aunque hubiera una sola persona viviendo ahí, esa casa generaría unos cuantos gastos, simplemente contando con la electricidad y el agua. Tenía que pensar algo, solo habiendo salido del instituto no podía optar a ningún trabajo decente y quería seguir sus estudios por medio de la universidad a distancia.
Su padre era bueno con la pintura y Toris había heredado ese talento especial para las artes. Sabía hacer pequeños pájaros de madera y paja y brujas típicas con arcilla. De momento intentaría ganar un dinero extra vendiendo esas cosas en el centro de Kaunas, mientras pudiera salir adelante con todo lo que plantara en su pequeño huerto. Se había apuntado a la universidad a distancia, así que en algún momento podría tener un buen trabajo.
Sus padres estaban impresionados ante tanta actividad y decidieron entre los dos comprarle un coche de segunda mano y pagarle algunos gastos hasta que se estableciera completamente. Toris no quería seguir dependiendo de ellos, pero al comiendo no iba a tener más remedio que aceptar su ayuda para poco a poco ir reconstruyendo su vida.
Cuidar del huerto por las mañanas.
Hacer pequeños trabajos para sus vecinos.
Estudiar por las tardes.
Hacer figuras a mano por las noches. A veces leer, otras ver películas.
Los fines de semana se dirigía a Kaunas para vender su trabajo en los mercadillos.
Pero su vida no era muy monótona, siempre había algún cambio. A los cuatro meses de independizarse, una tienda online de productos típicos se interesó en sus pájaros de paja y gracias a eso pudo encontrar una fuente de ingresos estable, ya que se vendían muy bien y de vez en cuando le pedían brujas y muñecas de madera. Los muebles le quedaban casi como nuevos, pero con ese aire antiguo que tan de moda estaba, y las vecinas al verlos le encargaban hacer la misma restauración con los suyos. Después de unos cuantos intentos y peleas en su huerto, pudo tener verduras extra y terminó su primer año de filología inglesa estudiando por su cuenta.
Siempre había sido un chico solitario, nunca le había molestado esa situación y en esos momentos menos. Sus padres estaban felices y él se sentía completo después de diecinueve años. No se arrepintió en absoluto de haber tomado aquella decisión.