Amor inocente epilogo.
Vocaloid no me pertenece.
Al día siguiente se había encargado de conseguir una cita con la persona a quien necesitaba ver con urgencia. Y esta fue arreglada con no más de dos días de anticipación.
Y a causa de esto, ahora se encontraba en una sala de espera, haciendo lo que esta indicaba, esperando. Era un espacio muy peculiar, de paredes pinatadas de color verde claro y bastante alegre, con muchos sillones bastante suaves, con alfombra color rojiza que cubría el suelo de esquina a esquina, y sobre esta, colocados en una esquina contraria a los sillones había un montón de juegos didácticos infantiles, en donde Len y Rin se encontraban jugando.
Los veía mover de un lado para otro las piezas de un artilugio hecho de varias bolitas, , tubos, palitos y aros de plástico sobre una mesa de madera, alegres como muy pocas veces antes, aunque últimamente, desde el inicio de la relación incestuosa, había notado un cambio de humor para bien en ambos.
Eso sería algo que tendía que hacer notar.
Pero toda su atención fue rápidamente cambiada al notar la mirada centrada de una mujer más o menos de su edad y que apenas había notado al entrar en el cuarto. De verdad le extrañó bastante no haberla notado, su cabellos era más que llamativo pues parecían un par de taladros rojos a ambos lados de su cabeza.
—Hola— saludó en voz baja a su observadora.
—Kasane Teto— dijo ella moviendo su mano y colocándola frente a ella a manera de saludo –Mucho gusto ¿con quién tengo el placer?— preguntó antes de que siquiera le correspondieran el saludo.
—Kagamine Kara— respondió la rubia al tomar la mano de su acompañante y sacudirla ligeramente de arriba asía abajo.
—Dime ¿qué problema tienen tus niños?— preguntó la pelirroja sin rodeo alguno.
La mayor Kagamine solo mostró una expresión de sorpresa "¿Qué dijo de mis hijos?"Pensó.
—Vamos, no nos andemos con juegos, tú eres la madre de esos gemelos rubios, y no hay manera en la que una madre tenga que traer a sus hijos a consulta con un pedagogo si no es porque estos tienen un problema— se explicó –Yo por ejemplo, mi hijita Miki dice que es un robot, y sé que sería algo normal, ¡pero lleva meses enteros con eso, hasta a sus amiguitos les está empezando a extrañar! Así que decidí traerla aquí para que le ayudaran a aclarar su mente— dijo aquello casi gritando y acercándose a ella como si le faltara un tornillo.
—Bueno, pues lo de mis hijos no es tan grave— intentó no sonar alterada –Ellos dos solo se quieren mucho— juntó sus manos con un poco de pena, esperando una respuesta negativa y ofensiva por parte de su recién conocida.
—Eso no tiene nada de malo, es decir, son gemelos…—
—No, me refiero a que…— le interrumpió antes de que supusiera algo errado –Ellos dos se quieren un poco más de lo que se deberían querer— su cara se puso roja de vergüenza al imaginarse de lo que le habría hecho pensar a su recién conocida.
No le tomó mucho a la joven madre Teto el deducir el predicamento de la rubia y decir –Incesto— en voz alta, sin preocuparle que la recepcionista del lugar, los escuchara, pues eso suponía ser un secreto profesional.
Kara solamente asintió lentamente, mientras la de Teto solo tomaba una mueca de desagrado y volteaba a ver a los pequeños rubios quienes detuvieron sus juegos al momento de sentirse observados por la pelirroja.
Pero antes de que Kara se decidiera a "defenderse" a ella, o bien, a sus hijos, Teto se decidió a juzgar, no conociendo del tema ni de las vidas de los pequeños ni de su madre.
—No te preocupes— le dijo tomándole del hombro –Este pedagogo es muy bueno, seguro que él arreglará a sus hijos—
En el momento justo en el que terminó de decir eso, sino es que uno o dos segundos antes, la puerta del consultorio se abrió de una parte, dejando ver a una pequeña niña de cabello rosado y un vestidito blanco con líneas azules horizontales.
—Me disculpa, mi hija acaba de terminar su consulta— dijo Teto levantándose del asiento con rapidez y avanzando hasta la puerta del otro lado de la habitación, en donde en lugar de dirigirse a su hija, se dirigió hacia la puerta y entreabriéndola un poco, comenzó a hablar con alguien del otro lado.
Pero sin duda aquello que había pronunciado Teto, le había sonado más a un insulto que a un consuelo o un aliento a la madre de los gemelos. "arreglará" ¿Cómo que los "arreglará"? hablaba de ellos como si fueran un par de objetos rotos, y eso no podía simplemente llegar a sus oídos y no causarle efecto a la rubia.
Miró con rencor la espalda de la chica de pelo de taladros, deseando ser capaz de matar con la mirada, pero entonces vio debajo de las piernas de esa mujer a la pequeña niña de pelo rosado, quien tenía su dedo en la boca mientras miraba en dirección a los niños rubios.
"Esa debe de ser Miki" pensó Kara, observó como el comportamiento de esa niña era completamente norma, contrario a lo que se había imaginado al principio de ella, y a decir verdad, era bastante tierna y coqueta, quizá un poco regordete del rostro, pero al fin y al cabo una niña muy bonita. Pero lo que más le llamó la atención, fue que miraba detenidamente no a Len y a Rin, sino solamente a Len, y lo miraba con cierto afán, así como con un pequeño sonrojo apenas visible en sus mejillas.
¿Quizá un pequeño enamoramiento infantil?
Solo pensar en eso, le hizo sentir un cierto tipo de celos muy particulares, no celos de madre, sino más bien celos de pertenencia, pero no por ella, sino por Rin y a la vez por Len, como una madre que siente que el novio de su hija está a punto de serle infiel y a la vez como una madre que siente que su hijo está a punto de serle infiel a su novia y lo considera incorrecto. Solo para resumirlo, por un instante de debilidad, los celos le hicieron pensar, "Len es solo para Rin", como si defendiera aquella relación incestuosa. ¡Pero qué tontería!
Por suerte, controló esos celos cuando la pequeña niña peli rosa se acerco a Len y este le saludo animadamente, al igual que una muy eufórica Rin detrás de su hermano, a la que ni siquiera le importó que se acercaran a "su propiedad".
—Muy bien Miki ya terminé todo aquí, es hora de irnos— le hablo Teto tomándole de la mano y llevándosela rápidamente, como si temiera que esos dos incestuosos "descompusieran" a su hija.
Al salir la peli roja al lado de su hija por la puerta principal, dirigió una última mirada a Kara, la cual no supo identificar si esta era de lastima o de disgusto por ella y por su falta de capacidad para criar a sus hijos.
—Kagamine Len y Rin— sonó una voz masculina, pero clara y suave que provenía del otro lado de la puerta, provocando que los pequeños se distrajeran de la despedida de su recién conocida amiga.
Kara se levantó rápidamente para encarar al pedagogo que estaba a punto de atender a sus hijos, pero antes de llegar hasta la puerta, un hombre algo mayor de edad, de unos 50 años, y de pelo blanco, casi plateado y largo, saco la cabeza a través de la abertura de la puerta y encaró a la mujer antes de que entrara al despacho.
—Lo lamento mucho, señora, pero por ahora son solo los niños— se excusó con ella, dejando pasar solo a Len y a Rin –No se preocupe, los cuidaré bien— le aseguró mirándole a los ojos, y con un solo contacto como aquel, con unos ojos que demostraban una completa confianza, fue suficiente para la madre en dejarle cerrar la puerta.
Ni siquiera le había dicho el asunto a tratar, bueno, se lo había dicho a la secretaria, pero anda mas, creyó que sería necesaria una explicación más detallada del asunto desde su punto de vista, pero bueno, en el lugar en donde lo había encontrado recomendado también le habían dicho que sus métodos eran un tanto curiosos, mas no por eso menos eficaces.
Así que decidió simplemente regresar a su asiento, en donde no tardo en quedarse dormida después de unos minutos distrayéndose con varias revistas que estaban a su lado.
Despertó más o menos después de una hora, y solo porque escucho a alguien llamarla por su nombre repetidas veces.
—Señora Kagamine, señora Kagamine— le decía el mismo hombre que le había prohibido el paso hacia una hora –Ya hemos terminado— le avisó de nuevo mientras dejaba salir a Len y a Rin del consultorio.
Kara se levantó con un poco de flojera sobrante de su pequeña siesta. Caminó hasta donde se encontraba el psicólogo y le saludo con amabilidad mientras acariciaba la cabeza de sus pequeños.
—Doctor…— se detuvo al sentir como había olvidado e nombre de aquel doctor, o quizá nunca lo había memorizado.
—Thel, mi nombre es Thel— se presentó con la madre de sus pacientes, pues no era la costumbre de ese hombre establecer conversaciones necesariamente amenas con esas personas.
—De acuerdo, doctor Thel, dígame mis hijos ya están…— esta vez se detuvo, no porque hubiera olvidado algo, sino porque midió sus palabras y se dio cuenta de que estaba a punto de decir "arreglados" – ¿Todo está resuelto?— prefirió decir antes de equivocarse.
Aquel psicólogo, con especialidad en la pedagogía, había observado muchos casos extraños en manías y desordenes de niños, pero jamás algo como eso, mejor era decir la verdad.
—Si tengo que ser sincero, no sé muy bien cuál es el problema— intentó decir sin preocupar a la mujer.
—Bueno es que ellos dos están haciendo…— se acercó un poco al peli blanco y le dijo al oído aquello que debía de ser el problema –incesto— pronunció muy bajo para evitar que Len y Rin le escucharan.
—Señora Kagamine— se refirió a ella de una manera respetuosa –Le voy a decir la verdad, yo complete el sacerdocio, y por lo tanto, soy realmente un sacerdote, con estudio en la teología—
Esto solo preocupó a Kara ¿A quién le había ido a contar su problema? Seguro excomulgaría a sus hijos.
—Pero claro, ese no es mi único estudio, pues he estudiado de psicología durante bastante tiempo, pero he decidido especializarme en pedagogía porque tengo la creencia de que es mejor educar correctamente a un niño desde el principio que intentar corregir a un adulto con violencia—
Se detuvo un poco para rascarse la parte de arriba de la cabeza.
—Debo decir que jamás había observado un caso como este de dependencia, no al menos en un par de niños— se detuvo para esperar la reacción de la madre, la cual, tal y como lo predijo mentalmente, no fue otra que la de la culpa –Pero claro, esto también puede deberse a que ellos dos son un caso bastante especial de gemelos, lo cual podría explicar parte de la dependencia, tal y como con otros gemelos del tipo idéntico— aquello lo dijo con la intención de que la mujer dejara de sentirse tan culpable.
—Pero dígame— aun con toda esa explicación, a Kara solo le interesaba una cosa – ¿eso es malo?— una pregunta bastante abierta y muy, muy subjetiva que ahora le arrojaba a aquel sacerdote.
—Realmente depende bastante desde qué punto se vea— lo volvió a responder con honestidad. No era su estilo mentirle a la gente de manera descarada –aquella dependencia que los dos posen el uno por el otro, es una forma bastante simplificada de lo que mucha gente conoce y practica como amor—
La palabra "amor" era la clave en todo ese asunto.
—Pero son muy jóvenes para conocer el amor de "esa clase"— no fue una pregunta, sino una afirmación por parte de la madre.
—Sí, es cierto, esa es la verdad— admitió el sacerdote –Pero es aquí en donde encuentro la extrañeza de su relación— volteó rápidamente a ver a los tan mencionados niños y luego regresó su mirada a la señora Kagamine –Ellos dos tienen una relación como la que muchas parejas, no solo de esa misma edad, sino que incluso adolecentes, desearían tener, o al menos eso fue lo que yo observé—
Eso pareció ser una exageración, o al menos así lo entendió Kara, quien ahora sostenía una mirada de escepticismo.
—Bueno, tampoco me refiero a la clase de relación que se basa en el ideal— Aclaró— admito que es una relación bastante compleja, vista desde el punto en el que ambos se conocen en prácticamente todo sentido y de toda la vida, pues supongo que no estaban muy acostumbrados a separarse— intuyó.
Siendo una positiva silenciosa con la cabeza la única respuesta que recibió.
—Pues es precisamente eso lo que pude ver con las preguntas que les hice a ambos, los dos demostraron tener un pleno conocimiento en lo que el otro pensaba y quería, se cuidaban mutuamente y les aterraba el pensamiento mínimo de separarse— sujetó su mandíbula inferior al momento de ponerse a pensar –pero sin duda lo que más me causó admiración, era el hecho de que ambos deseaban mantener el autoestima alto del otro, de una manera bastante madura para su pequeña edad— concluyo soltando de nuevo si mandíbula y egresando sus manos a sus bolsillos –Es cierto que ellos dos son demasiado jóvenes para conocer de algo como el amor, aun así, lo que me demostraron es que ellos dos tienen una relación que a muchas personas les cuesta siquiera entender, en donde incluso comprendían y perdonaban los defectos del otro— Todo aquello lo dijo mirando a los ojos a la madre de los Kagamine, provocándole una ligera consternación.
Ahora ella se sentía como la mala del cuento, como si ella fuera la bruja que intenta separar a la pareja del cuento. Así que tomó un poco de aire para sacar el siguiente punto importante de su plática — ¿Y que debería de hacer yo como su madre?—
—Depende de que es lo que quiere usted— le contestó con rapidez –si lo que quiere es un par de niños a los que se les pueda llamar "normales" déjeme le digo que eso es para otro tipo de casos en donde un niño presenta severos trastornos, y que en un caso como este el termino normal quedaría demasiado subjetivo—
Dio un largo respiro.
—Si lo que quiere usted es algo mas especifico, como evitar que continúen esa relación, tiene más de una opción— se paró correctamente y sacó sus manos de los bolsillos –Puede separarlos, internarlos a los dos en institutos separados y dejar que hagan sus vidas aparte, cortando toda comunicación entre ambos, y de esta manera enterrar sus sentimientos en los más profundo de sus subconscientes— durante el momento en el que explico esta opción, el doctor movió sus manos con una mímica que simulaba una separación y un hundimiento –pero claro, este método sin duda alguna les causaría dolor a ambos, pues en este momento y más en los que están por venir, ambos necesitarán un apoyo emocional, y la separación realmente los alteraría—
— ¿Entonces para que me dio esa opción?— preguntó Kara molesta — ¿acaso cree que erigiría la miseria para mis propios hijos?— preguntó esta vez con mayor grado de ofensa. Thel únicamente sonrió al comprobar que ella no era esa clase de madre.
—Cierto, usted no es una mala madre— afirmó en voz baja, sin permitir que Kara le escuchara –Pues, la otra opción sería hablar con ellos dos, y explicarles que el incesto es algo que muchas personas consideran malo, aunque creo que para ellos dos con esa edad, sería como decirles que el cielo es rojo y que dos más dos es cinco, sería imponerles una lógica que no comprenden, y que probablemente, rechazarían— de su voz salió un cierto grado de burla al dar esos ejemplos, como si solo pensar en esa opción como efectiva fuera una burla.
— ¿Y ya no quedan más opciones?— preguntó un poco decepcionada, pues esperaba más un método infalible de solucionar aquello sin tener que lastimar a sus pequeños ni de engañarlos con algo injusto.
—Pues puede dejar que las cosas pasen, que fluyan y dejar que ellos dos decidan qué es lo mejor— esa fue la opción que para el sacerdote, le parecía más lógica –Y por supuesto, que esto solo funcionaría si los dos cuentan con su apoyo, comprensión y consejo— le dijo amablemente, preparándose para atender a la siguiente paciente que se encontraba en la espera de su cita, una pequeña niña de pelo verde que tenía un par de lentes rojos sobre la cabeza –ahora si me disculpa— se despidió muy indirectamente de ella, mientras se preparaba para decir el nombre de su siguiente paciente.
—Pero, disculpe Thel— le habló con apuro la rubia antes de que se fuera, una vez teniéndolo de nuevo de frente, le preguntó —¿Y qué es lo que usted, como sacerdote, opina del incesto, al menos de uno como este?— necesitaba saber si sus hijos quedarían condenados al infierno.
—Le he dicho que mis estudios van más allá del sacerdocio— le contestó rápidamente –pero siendo sincero desde mi punto de vista, no creo que Dios juzgara el amor como algo malo—
Sin duda esto fue lo que más dejó un pensamiento en la mente de Kara Kagamine.
—Aunque como ya le dije, depende de lo que quiere usted— le dijo directamente en el oído –Mucho gusto, se despidió de ella y luego la sujetó del hombro para apartarla de la entrada del despacho –Megpoid Gumi, pase por favor— llamó a la siguiente paciente, y después de que esta pasará por la puerta, el sacerdote Thel la cerro, desapareciendo de la vista de la entera familia Kagamine, dejando a Len y a Rin con la experiencia de haber encontrado a un nuevo amigo adulto, y a Kara con una mente hecha un caos por toda aquella platica.
Horas después de aquello, el día de la familia Kagamine estaba a punto de finalizar, después de que los pequeños hubieran hecho sus tareas y después de que la madre terminara de hacer los muchos deberes que le tocaban solo a ella realizar.
Nuevamente los llevó hasta su cama mientras estaban medio dormidos, los arropó con sus sabanas de siempre, los besó en la frente, los persignó y los despidió con dulces palabras de cariño, observando al salir del cuarto como se unían y se abrazaban debajo de las sabanas, e incluso llegó a sospechar, por los movimientos de la sabana, como se daban un pequeño beso en los labios.
Bajó a la cocina, en donde se preparó un té para calmarse un poco los nervios, pues no dejaba de pensar en lo mejor para sus hijos. No sería justo separarlos, claro que no, no les podía decir que lo que hacían estaba mal, sería destruirles el mundo que tenían, y dejarles desarrollar esa relación, sería igual que mentirles, pues los arriesgaba al terrible rechazo de la sociedad desde esa corta edad.
Los minutos pasaron lentamente mientras permanecía sentada en una silla frente a la mesa de la cocina. Al final, el sueño le empezó a ganar lentamente, así que decidió irse a dormir, tal vez consultando el problema con la almohada, sabría mejor que hacer.
Pero en camino a su cuarto, pasó con mayor lentitud frente a la puerta del cuarto de sus hijos. Del otro lado solo se escuchaban reparaciones calmadas.
Abrió la puerta con cuidado, y observando en el oscuro interior de la habitación, visualizó a dos pequeños bultos casi inmóviles que descansaban en el colchón. Se acercó con cautela hasta donde estaban sus pequeños angelitos, viéndolos desde arriba.
Por primera vez en mucho tiempo los veía dormir con tanta tranquilidad, como un par de gatitos acurrucados, felices como muy pocas veces en la vida.
Y fue en ese momento en el que Kara se cuestionó si realmente valía la pena destruir su pequeño mundo de amor infantil solo por lo que pensara la sociedad. Y es que viéndolos desde ese punto de vista desde donde se podía apreciar su con detenimiento su tranquilidad en comparación a otras noches pasadas, le parecía una tontería que solo por lo que la sociedad dijera, sus hijos tendrían que dejar de quererse.
Y no importaba lo que pasara, ella era su madre, y su deber era proteger a sus pequeños del mal del mundo hasta que estos crecieran y fueran capaces de sobrevivir por sí mismos, y hasta el momento en el que tuvieran criterio, ella les apoyaría y les protegería.
Ese era el deber de una madre.
—…así que al final decidí que la felicidad de mis hijos era lo más importante, y que si por ahora les hace feliz el ser novios, aun si la sociedad está en contra de eso, los protegeré y les apoyaré— le decía a su amiga Rika con quien estaba sentada en una mesa de campo en un pequeño parque en donde se celebraba la fiesta de unos amiguitos de Len, Rin y Miku, —Y si al crecer sus sentimientos cambian, pues les ayudaré a sobrepasar los problemas que tengan para que puedan solucionar cualquier cosa, ya sea que quieran ser solo hermanos o algo mas—
Seguía hablando con entusiasmo con su amiga peli verde, quien solo la miraba con aborrecía, prestándole más atención a la pelea con juguetes de agua de su hija con los demás niños.
—Se que tal vez me esté atando la soga al cuello, pero eso no importa, porque es mi deber como su madre el orar por su alegría en la vida termino de decir levantando la mano en puño, como si se estuviera proponiendo a iniciar una aventura.
—Sí, sí, que buena madre eres— respondió su amiga aun sin verla a los ojos.
— ¿Qué te pasa hoy?— preguntó la rubia molesta – ¿Creí que ya habíamos arreglado la parte del desprecio al incesto?— Rika tomo un gran respiro en cuanto su amiga terminó de hablar.
—Lo que pasa es que te la has pasado todo el tiempo presumiéndome a tus gemelitos incestuosos, solo porque mi pequeña Miku está sola y no tiene ningún gemelo con quien amarse en contra de la sociedad—
Kara solo le dio una mirada de "¿estás hablando en serio?". Su amiga jamás tendría remedio.
Se volteo de donde estaba platicando, y alcanzó a ver a Len y a Rin sentados al lado de un arroyo pequeño de ese parque, mojando sus pies en el agua mientras las movían, con sus manos tenían sus dedos entrelazados, y se recargaban el uno con el otro.
Cualquier cosa que les deparara el futuro, no podía ser tan malo.
¿O sí?
Fin.
Notas finales: Muy bien, ahora este si es el final definitivo de la historia… No la verdad es que no, lo que pasa es que la última parte, es como una manera en la que se origina una historia que estoy planeando a manera de segunda parte de esta. Y la razón por la que se divide, es porque en la siguiente parte la clasificación iba a ser M, ósea que iba a contener cosas un poco mucho más serias que en esta y quizás Lemmon.
Por todo lo demás, esta historia de los pequeños Len y Rin ya ha llegado a su final.
Espero no haberlos aburrido con este capítulo, pero era más bien una manera en la que se mostraba la relación de los gemelos de otro punto de vista desde donde se dejaba el odio y el desprecio por parte de la sociedad. Además de que en este caso se usó el punto de vista más de la madre de Len y Rin, a quien yo me la sigo imaginando como a Lily.
Además de que tenía que usar a un personaje para el psicólogo infantil, y me agradó la idea de usar al personaje del padre Thel del mí otro fic. Me gusta ese personaje, espero no haberme salido de su amabilidad característica.
Bueno, creo que eso es todo por ahora, agradezco a quienes dejaron review el capítulo pasado y espero no haber decepcionado a nadie, si les gusto, dejen un review, y sino pues también que acepto críticas constructivas.
Me despido.
BYE_. —
P.D.: Esta vez revisé, e intenté quitar todas las faltas de ortografía, lamento si se me pasó alguna.