LA NOCHE QUE CAMBIÓ MI VIDA
Los personajes le pertenecen a S. Meyer. La historia es de mi autoría y está registrada bajo derechos de autor, la copia y/o distribución de la misma sin mi permiso se consideraría plagio. Código de la historia 1203291387693
ARGUMENTO
Bella es una chica tímida y solitaria. Era la friki del instituto debido a su aspecto poco agraciado y tuvo la idea equivocada de fijarse en el chico más popular, Edward. La vida de Bella dará un giro radical cuando Edward decide fijarse en ella...
PROLOGO
Mi vida era aburrida y plana. En mi casa estaba prácticamente todo el día sola y en el instituto...en el instituto era como un fantasma, transparente. Sólo me veía la gente cuando se aburrían y decidían meterse conmigo y con mi físico. Aunque ya iba siendo hora de revelarme...
Me enamoré del chico más guapo e irresistible del pueblo y cuando creí que podía tenerle comprendí que todo había sido una gran mentira...Me fui de Forks con el corazón roto, pero ese año que pasé lejos de mi casa me sirvieron para cambiar, para hacerme más fuerte...me enseñaron a aprender a vivir y a tomar las riendas de mi vida. Y todo gracias a esa noche. La noche que cambió mi vida.
CAPITULO 1 – MI RUTINA
Otro día más. Otro lunes en el que no quisiera levantarme de mi cama para ir al instituto. Además, hacía frío. Oh, que estupidez, ¿desde cuando no hacía frío en Forks? Sí, Forks, un pueblecito de la península de Olimpia en el estado de Washington en el que el cielo estaba encapotado durante el 99% del año.
Llevaba toda mi vida viviendo aquí, nací aquí. Mis padres se casaron muy enamorados nada más terminar el instituto y a los tres meses mi madre se quedó embarazada de mí. Ellos no contaban con eso, no contaban con un hijo a esa edad tan temprana, así que el matrimonio se fue haciendo imposible hasta que nací yo, y cuando yo sólo tenía tres meses mi madre, Renné, se fue de casa.
No es que me abandonara ni por el estilo. Según ella, siempre quiso tenerme a su lado, simplemente quiso dejarme con mi padre hasta que ella buscara un buen empleo y un sitio digno para vivir, pero de eso hace ya 16 años, mi edad actual. Nos llamamos de vez en cuando, conversamos un poco, nos contamos nuestras cosas y hasta dentro de 15 días aproximadamente no vuelvo a saber de ella. Más que mi madre, la considero como una amiga. Es alocada, divertida y parece que la que tiene 16 años es ella y no yo. En fin, no nos parecemos en nada, ni en la manera de ser ni en el físico. Ella es rubia, de ojos azules y siempre está bronceada, claro, que ella vive en Phoenix, Arizona.
En cambio Charlie, mi padre, y yo, somos iguales. El es el jefe de policía de Forks. Siempre se ha preocupado de mí...en la distancia. Sí, simplemente me cuida y vela por mí, porque no me falte de nada, pero sin demostrar sus sentimientos demasiado. Charlie no es de los que le gusta demostrar el cariño, es hombre de pocas palabras, vamos, que con la mirada te lo dice todo. De todos modos, desde que cumplí 13 años paso la mayor parte del día sola debido a su trabajo. No es que me moleste, pero últimamente no le veo ni los fines de semana, que es cuando se va con Harry o con Billy a pescar.
Y yo mientras me quedo en casa naciendo la colada, colocando la cocina o cualquier otra cosa. Sí, como veréis no tengo mucha vida social. Bueno, no tengo vida social. De hecho sólo tengo un amigo de verdad, Jacob Black, el hijo de Billy. Nos conocemos desde que nacimos, tiene mi misma edad y es un encanto. Desde que Charlie me regaló mi camioneta, arreglada por el mismo Jacob, le veo un poco más.
Jacob vive en La Push, en la Reserva Quileute, a unos 30 kilómetros de Forks. Es un chico muy amigable y cariñoso y siempre tiene las palabras adecuadas para cada momento. También es un poco impulsivo de vez en cuando, pero no por eso es menos encantador. Le quiero mucho. Así que ahora puedo ir cuando quiera a ver a mi querido amigo. Cuando no tengo mucha tarea del instituto me paso un rato por su taller para "ayudarle" a reparar sus coches y sus motos. Este chico dentro de un par de años será un excelente mecánico.
En fin, quitando Jacob no tengo ningún amigo. Bueno, los chicos de la reserva, la manada como se hacen llamar. Son amigos de Jacob y aunque mantenemos una excelente relación y nos llevamos muy bien, no es lo mismo. Además nuestra relación se basa básicamente en las bromas y las risas, es imposible hablar de algo serio con ellos. Son capaces de contar chistes en un cementerio.
En el instituto paso bastante desapercibida. Bueno, más bien soy como un fantasma. La gente por lo general suele ignorarme, aunque hay días que se aburren y me insultan. Eso suele pasar últimamente muy a menudo y no entiendo por qué. Yo no le hago daño a nadie, no me meto con nadie, es más, me mimetizo con el paisaje, sólo hablo cuando me preguntan los profesores.
Será que se meten conmigo por mi físico, pero yo no tengo la culpa de ser poco agraciada. Soy castaña y mi pelo se alborota con facilidad con la humedad de Forks, así que para mi comodidad me lo recojo en una coleta. Mi piel es pálida, casi transparente y mis ojos son castaños, nada espectaculares. No soy alta, pero tampoco baja y mi cuerpo es más bien flacucho. Además llevo gafas, porque soy miope, oh, algo que saqué de Renné, y llevo años soportando la ortodoncia en mis dientes. ¡Por dios! mi padre debería de detener al dentista que me está haciendo esto, ya no me acuerdo de cómo son mis dientes sin esta cosa pegada. En fin, que no soy nada agraciada. Suelo vestirme con ropa deportiva, vaqueros y sudaderas, nada ajustado, porque para una vez que decidí ponerme una camisa escotada que me regaló Renné por mi cumpleaños, las chicas del instituto se rieron de mi y me insultaron. Me llamaron golfa, toma ya. ¿Y ellas que son? Tanya es de las peores, seguida de Lauren. Por favor, no se por qué me odian tanto si a su lado soy totalmente insignificante.
Ahora se puede entender el por qué de mi aversión para ir al instituto. Y encima es lunes y hoy tengo gimnasia. Per-fec-to.
Ese lunes me dirigí al instituto en mi camioneta. Ah. Mi adorada camioneta roja. En la cabina todavía se puede oler a menta, tabaco y madera, justo lo que se huele al entrar en la casa de Billy. El trasto, como le llama mi padre, tiene edad para ser mi abuelo, pero no por ello deja de encantarme. Fue un regalo de Charlie y además me lo arregló mi hermano, mi Jacob, por lo tanto le tengo muchísimo cariño al trasto.
Pero llegar al instituto con mi camioneta era otra historia. Llevaba casi cinco meses aguantando la risa de mis compañeros cada vez que mi camioneta aparece en escena. Vale que el trasto hacía un poco de ruido al arrancar, pero tampoco era para tanto, creo.
Cuando estacioné ya había bastantes coches aparcados, pero mi mirada se posó sólo en unos de tantos coches. Un Volvo plateado, nuevo, reluciente. En ese momento el corazón empezó a repicar contra mi pecho como si fueran las alas de un colibrí.
El coche de Edward. Lo que quería decir que el ya había llegado. Bien, Bella, respira.
Ese chico me gustaba desde párbulos, no lo podía negar. Es que era perfecto, es decir, por razones obvias, yo no era una persona que se fijara mucho en lo físico, pero es que Edward lo tenía todo. Era alto, fuerte sin ser exagerado, con el pelo alborotado y de color bronce, que más de una noche soñé que acariciaba, y unos ojos verdes que me nublaban la vista. Y sus labios...¿cómo sería acariciarlos? Ese chico era un sueño...hasta que despertaba de golpe.
Edward estaba siempre rodeado de las chicas más guapas del instituto. Había salido con Jessica durante una temporada, pero lo habían dejado hace poco. Bueno, Jessica, dentro del grupo de las populares no era de las peores, pero hacía lo que Tanya, la bruja más bruja de todas, le pedía. Así que, como la bruja, perdón, Tanya se encaprichó de Edward, Jessica se tuvo que hacer a un lado.
Tampoco es que Edward se muriera de pena porque Jessica le dejara, así podía dejar de esconder sus coqueteos con las demás.
Ese era el fallo de Edward. Con nuestra tierna edad ya era un mujeriego, y lo peor, es que a ellas parecía que les daba igual que jugaran con ellas. Bueno, ese era un fallo y el otro...el otro es que me ignoraba por completo.
Bien, casi mejor eso a que él también se metiera conmigo. Cuando me hacía el centro de las burlas de mis compañeros él simplemente miraba y callaba, pero tampoco me ayudaba. Realmente no le culpo, ¿por qué Edward Cullen iba a sacar la cara por alguien como yo? A veces me hubiera gustado que él participara de las bromas pesadas para tener un motivo para odiarle libremente, pero no era así. Por mi sola no encontraba una razón por la cual odiar a Edward. Sí, me gustaría odiarle con todas mis fuerzas, simplemente para que no me gustara tanto. Últimamente se me hacía muy difícil ver cómo Tanya tonteaba con él y cómo él se la comía con los ojos.
Sí, para que negarlo, Tanya era una chica muy guapa, con un cuerpo escultural. Su color de pelo era rubio rojizo que le llegaba a media espalda. Era alta y de esbelta figura y animadora. Vamos, lo contrario a mi. Y encima se ponía esa ropa que no dejaba nada a la imaginación, por lo que todos los chicos babeaban por ella, todos incluido últimamente Edward.
Ángela me sacó en ese momento de todos mis pensamientos.
¿Isabella? ¿Te encuentras bien? Parece que te ha dado un aire – me preguntó Ángela.
Ángela era una chica muy amable que compartía algunas clases conmigo. De vez en cuando nos sentábamos juntas en la biblioteca. No es que fuéramos amigas, ni nos contábamos nuestras penas, pero éramos buenas compañeras y ella siempre me trataba bien.
Hola, Ángela, es que estoy de lunes, ya sabes – reí nerviosa para que no se diera cuenta de hacía donde estaba fija mi mirada. El Volvo. El amor que sentía por Edward le llevaba en el silencio más absoluto.
Si, ya veo – rió – Vamos dentro que hace frío, cualquiera pensará que estamos en mayo. Es increíble el frío que puede hacer en Forks en primavera.
Fui con Ángela hasta trigonometría, clase que compartíamos, allí se sentó con Ben, un chico con el que al parecer estaba saliendo. Ben era un buen tío, tampoco es que me hiciera mucho caso, pero me saludaba cuando iba con Angela.
Las clases pasaron mucho más lentas de lo que podrían. Por Dios, unos días más y vacaciones, pensé. Perdida en mis pensamientos llegué a literatura, mi asignatura favorita, pero la clase resultó terriblemente aburrida. El señor Jefferson nos mandó leer Romeo y Julieta para un examen. Vale, era uno de mis libros favoritos, pero por eso mismo era aburrido, no había en mi vida nada que fuera novedad, incluso en esto.
Gracias a Dios, llegó la hora de descanso y me aventuré hacía la cafetería. Genial. Por lo general me sentaba sola, salvo algunos días que me sentaba con Angela, y por consiguiente con Ben, para hacer algún trabajo o preparar algún examen. Pero mi tónica de todos los días era sentarme sola y dejar pasar la hora lo más rápidamente leyendo algún libro o adelantando alguna tarea
¡Isabella! - gritó Angela – ¿Quieres sentarte con nosotros? - señaló la mesa en la que se sentaban ella y Ben.
Sí, por si no lo había dicho antes, en el instituto era conocida por mi nombre completo. No me gustaba como sonaba, pero sólo me llamaban Bella las personas que me querían y como allí no había nadie que pensara que yo fuera de su agrado...lo dejé estar desde primer momento. Además, por lo general me llamaban poco por mi nombre. Solían referirse a mi con apodos "graciosos" como cuatro ojos o dientes de hierro.
Oh, no...gracias, Angela de verdad, pero tengo que adelantar unos trabajos para los finales y...mejor otro día – la saludé tímidamente apartándome hacia mi solitaria mesa.
No es que no quisiese sentarme con ella, ni mucho menos, es que no quería arrastrarla conmigo. Es decir, la gente por lo general me huía, se apartaba de mí por no ser como ellos y Angela era una buena chica e incluso podría ser una buena amiga, pero no quería que a ella le pasara lo mismo que a mí.
Así que me senté en la mesa de al lado de Angela y Ben, saqué mis libros y me dispuse a leer cuando él entró en la cafetería.
Edward Cullen entró en la cafetería al lado de Rose y Jasper, sus espectaculares hermanos gemelos y Emmet, el novio de Rose.
Emmet era un grandullón que daba miedo por su aspecto físico. Tenía unos brazos enormes y musculosos y era muy alto, con el cabello oscuro y rizado, pero muy corto. Tenía apariencia de rudo... rudeza que desaparecía cuando aparecía Rose en escena. Cuando ella estaba a su lado no había más mundo que ella. La tenía entre algodones, se notaba que la amaba y que daría lo que fuera por ella. Los envidiaba. Mucho. Si tan siquiera alguien me quisiera la cuarta parte que Emmet quería a Rose me sentiría dichosa.
Rose era una chica espectacular, era rubia, el pelo le caía en perfectas ondas hasta la mitad de la espalda, era alta, de tez clara y tenía un cuerpo que si yo tuviera autoestima, me la habría pisado hacía ya tiempo. Rose parecía que era una mujer fuerte y fría, pero en el fondo se la veía que tenía sentimientos, sobre todo cuando miraba a su novio. Creo que se creó una coraza precisamente para defenderse de los demás. Era más vulnerable de lo que aparentaba.
Lo que me hacía más extraño era que no se juntaba con las demás populares. Hacía ya tiempo que Tanya y las demás la seguían como perritos falderos esperando que alguna de ellas fueran dignas de que Rose les dirigiera la palabra, a lo que ésta siempre les despachaba de la manera más atemorizante que una mujer como ella podía provocar. Ella no necesitaba de nadie mas que de su hermano y su novio, y parecía que le bastaba con eso, por eso se podía decir que Rose no me caía mal, aunque he de reconocer que me daba un poco de miedo las pocas veces que me miraba.
Jasper tenía la misma belleza que su hermana, pelo rubio y rizado, ojos azules, alto, fuerte...otro modelo. Jasper, al contrario que su hermana, irradiaba tranquilidad por donde iba, nunca se alteraba, ni un mal gesto, ni una mala contestación a nadie, incluída yo. Se veía que era un chico amable, más amable que su hermana, eso sí, y tranquilo. Nunca elevaba la voz más de lo necesario y prefería escuchar atentamente para después opinar, por lo que había podido observar.
Y mis ojos se fijaron al fin en Edward. No podía cansarme nunca de mirarle, era perfecto. Ese día vestía una camiseta negra que cubría con una camisa gris abierta y unos vaqueros negros. Era un Dios heleno. Iba con sus hermanos, pero de seguro no se sentaría con ellos, él últimamente se sentaba con los chicos más populares y con los chicos de los equipos del instituto. Siempre me pregunté por qué nunca ingresó en ninguno de ellos, ya que poseía un físico excelente para los deportes.
En ese momento Alec, un amigo de Edward que pertenecía al equipo de fútbol, entraba a la cafetería, y me miró. ¡Oh Dios, me ha pillado babeando por Edward! pensé. Creo que empecé a hiperventilar. Sí, era una tontería, yo era una chica, normal que me gustara ese Dios de la belleza que se encontraba en la cafetería, pero YO, no me podía dar el lujo de que la gente supiera de mis sentimientos. Simplemente les valdría para meterse conmigo o ridiculizarme.
Alec se acercó a Edward con una sonrisa burlona. Mierda, mierda, pensé. Le llamó aparte y hablaron entre ellos unos minutos. Alec cabeceó hacía mí mientras le hablaba a Edward. Ge-nial, pensé. Edward me miró por un segundo para luego volver a hablar con Alec. Vale, era oficial, en estos momentos estaba teniendo un silencioso ataque de nervios. Edward mirándome a mí. Por un segundo, vale, pero me miró. Desvié mi mirada hacia Rosalie, que parecía estar escuchando apenas la conversación, y su cara pasó de la sorpresa a la indignación, para acabar mirándome furiosa perdida. Oh, sí, eso me asustó. Rosalie podía ser muy, pero que muy atemorizante. ¿Por qué me había mirado de esa forma, si ni siquiera había hablado nunca con ella?
Mis pensamientos se esfumaron al oir el choque de manos entre Edward y Alec. Este último se pasó por delante de mi mesa dedicándome otra risa burlona.
Volví mi mirada hacía la mesa de los Cullen y compañía. Rosalie parecía que discutía entre susurros con Edward, a lo que este asentía con cara de aburrimiento.
La cafetería entera se giró cuando Rosalie retiró su silla violentamente para después salir dramáticamente por la puerta. Bueno, eso no era nada nuevo, Rose había tenido estos arrebatos anteriormente. Emmet la siguió fuera. Jasper se quedó un par de minutos más hablando con Edward para después salir por la puerta. Y así me quedé mirando la puerta como si me fuera a explicar que demonios estaba pasando.
Isabella...Isabella...¿Hola?
Me giré hacia la mesa de Angela. Me estaba llamando.
¿Qué Ang? Estaba un poco...distraída.
Cullen te está mirando – ¿Qué? ¿A mí? ¿Por qué? ¿Oh, no tendré nada en la cara, no?
Eh...esto Angela...¿tengo algo en la cara?Eh...un trozo de lechuga...en los dientes...o...¿algo?
No, ¿por qué?
Bueno, parece que ciertas...personas me están mirando más de la cuenta...hoy.
Bueno, sí, eso es verdad, Cullen te sigue mirando.
Lentamente mi cabeza giró hacía donde sabía que estaba sentado. ¡Oh, por todo lo sagrado!¡Me está mirando! Mi sonrojo fue instantáneo. Y, oh, espera un momento, me ha ...¿sonreído? No, seguro que ha sido una mueca. Volví a mirarle. Oh no, lo ha vuelto a hacer, me ha vuelto a sonreir, esa sonrisa, con esos labios, lo que daría por poder acariciarlos algún día...¿Por qué me sonreiría? Seguramente le diera pena de verme aquí almorzando sola y lo hizo para que me sintiera mejor. Edward nunca me ha hablado, pero tampoco se ha metido nunca conmigo. Definitivamente no creo que sea como los demás. Un ángel como él no puede ser malo...
El timbre volvió a despertarme hoy. Definitivamente estaba teniendo un día muy raro. Hoy parecía que Bella no quería realmente salir de su burbuja. Me encaminé hacia mi clase. Biología. Y ahí estaría Edward. Oh, Dios mio.
Hola a todos. Antes de nada quiero decir que soy nueva en esto y que escribir es uno más de mis hobbies.
Esta historia la escribi hace tiempo y es ahora cuando me he decidido a compartirla con vosotros. Espero que os guste!