Capítulo XVI

Abrió los ojos para encontrarse en una oscuridad reinante. Se incorporó y se quedo sentada preguntándose que había ocurrido el día anterior.

Se llevó las manos a las sienes y comenzó a masajearlas tratando de rememorar algo pero le fue imposible.

La luz del amanecer comenzó a colarse por entre las ventanas y pudo distinguir la habitación de Sesshomaru.

Se levantó y fue al cuarto de baño.

Puso agua en una palangana y procedió a lavarse la cara, se sentía tan adormilada y pensó que eso la despertaría por completo.

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Varios meses habían pasado desde que la perla había desaparecido. Cumpliendo el anhelado deseo de Kikyo y el suyo propio, y sí, era extremadamente feliz.

Sintió que el pequeño ser que se desarrollaba en su vientre le pateaba con fuerza. Un poco más y lo tendría entre sus brazos.

A duras penas podía caminar debido al peso del pequeñín que tanto amaba. Ese día tenía antojo de algo en especial y fue a buscar a su marido al despacho. Caminó por los largos pasillos hasta llegar a aquel lugar. Lo encontró sentado mirando fijamente el amanecer.

—Mujer debes descansar...—

—Estoy bien— Ella guardó un poco su distancia y se sentó cerca de él, observándolo fijamente por el rabillo del ojo.

—¿Porque me ves así?— Cuestionó gélidamente.

—¿Sabes que quiero hacer cada mañana?— Le preguntó y el continuó impasible, sin prestarle un atisbo de atención.

—Despertar contigo... Pero desde que estamos juntos, abro los ojos y tú no estás... ¿Porqué?— Cuestionó cruzándose de brazos y cuidando de no presionar al bebé.

—Hn—

—¡Pero que grosero!— Pronto sus ojos se cubrieron de lágrimas y comenzó a llorar como si de una niña se tratase. —¡Lo que pasa es que no me quieres! ¡Ay!— Dicho esto miró entre sus piernas y un charco de agua cristalina y tibia se regó por el piso de madera.

—Lo que me faltaba...— ¡Oh sí! El amo Sesshomaru desde que su esposa estaba embarazada tenía que soportar sus cambios de humor y ahora, debido a sus berrinches hasta se había orinado.

—¡No fue eso! Creo que el bebé está por nacer— Le hizo saber con marcado enfado. El peliplata se puso de pie y llamó a su fiel sirviente para que llamara a la partera.

—Ven, déjame cargarte...— Le dijo pero ella se incorporó y caminó como si nada.

—¡Qué extraño! Pensé que sería muy doloroso...— El ambarino caminó y siguió de cerca a su mujer, atento a lo que estaba por venir.

Pasados unos cuantos minutos, un alarido horrible se escuchó por todo el castillo del Lord del Oeste.

—¡Kami-sama! ¡D-duele! ¿P-Porque? ¡Alguien que me ayude! ¡Sesshomaru! ¡Tú eres el culpable!— Gritaba a la nada. Las dos yōkai que se encargarían del parto estaban cerca de la pelinegra, tratando de que se calmara, pues su amo les había amenazado para que tomaran en serio su trabajo.

—Señora, sabemos que es muy doloroso pero tranquilícese, por favor— Le pedían, ya que eso estaba muy lejos de terminar.

Después de una larga jornada, los gritos de la sacerdotisa fueron sustituidos por el fuerte lloriqueo de un infante.

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—¡Amo bonito ya nació su escuincle!— Le puso sobre aviso aquel diablillo. Con andar decidido camino rumbo a la alcoba donde su mujer y su hijo esperaban. Al entrar encontró a Kagome llorosa y dando mimos a su cachorro recién nacido. Vio al pequeño, y descubrió sus blancos pabellones, un hanyo sin duda alguna.

—Sesshomaru, alguien quiere conocerte...— Murmuró mientras volteaba a verlo con una hermosa sonrisa en los labios. Aquel se acercó y con cuidado se sentó a su lado. Ser padre era algo diferente en su vida, pero de alguna manera muy especial.

Kagome abrazó el pequeño cuerpo del bebé y pronto le dio un nombre tan conocido para ella.

—Shun— Murmuró besando su frente, mientras el pequeño bostezaba y se pegaba a su pecho para alimentarse.

—¿Cómo te sientes?— Cuestionó el peliplata e inmediatamente la besó.

—Un poco agotada...—

—No te preocupes, ayudaré a cuidarlo mientras duermes un poco—

—¡Oh! No podría, la verdad es que al tenerlo conmigo no podría soltarlo. ¡Lo amo tanto!— Soltó eufórica.

—Hn—

—¿Qué pasa? ¿Estás bien?— Ella se sorprendió al ver que su marido se levantaba de la cama y se dirigía a las enormes ventanas de la habitación para posar su vista en algún punto lejano en las montañas. No hubo respuesta de su parte y la joven sacerdotisa soltó una carcajada mientras el ambarino giraba a verla con marcada irritabilidad.

—¿De qué te ríes miko?—Cuestionó un tanto disgustado.

—No te pongas celoso... El amor que siento por los dos es inmensamente grande... No podría vivir sin él y sin ti...— Le hizo saber.

—No digas tonterías mujer, ¿porque habría de estar celoso?— Ella ya no dijo nada más, pero la verdad era más que obvia.

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Los días siguieron su marcha.

Caminó por el sendero con su bebé en brazos hasta aquel pozo bendito que la había traído a esa época, donde había conocido el amor y el desamor.

De amar a Inuyasha a amar a Sesshomaru había una gran diferencia, pero sabía que era algo que no deseaba cambiar. Todo lo que vivió en esas dos ocasiones le habían servido para madurar y a pesar de todo lo ocurrido, se sentía plena y feliz.

El pequeño Shun se removió en sus brazos y antes de que despertara habló hacia aquel foso.

—Abuelito, mamá, Sota, solo quería presentarles a mi bebé. Es tan lindo y se parece tanto a su padre, soy dichosa pero los extraño mucho. Verán, no estoy con Inuyasha, si no con su hermano, Sesshomaru, ya les había hablado de él. Solo quiero que sepan que lo amo, y no concibo la vida sin mi esposo ni mi hijo. Espero que algún día volvamos a vernos...— Soltó a la nada pero con la firme esperanza de que ellos en algún momento dado le hayan escuchado.

Regresó sobre sus pasos y se encontró con aquel daiyōkai quien tenía sus ojos dorados puestos en su persona.

—Amor, ¿qué haces aquí?— Cuestionó un tanto intrigada y corrió a su encuentro.

—No vuelvas a vagar sola y menos con el niño, sería arriesgado... ¿Entiendes, mujer?— La riño y ella hizo un puchero.

—Vale, está bien. Solo vine a charlar con mi familia del futuro...— Dicho esto se dirigieron a la aldea de la anciana Kaede. Durante el trayecto pasaron frente a la casa de Inuyasha y Kikyo.

Tenía poco tiempo de haber sido construida y observó a su antepasado que estaba sentada frente a la puerta y mostraba una panza enorme.

Curioso en verdad.

Ahora Shun sería mayor que los hijos de la sacerdotisa y sería de la misma edad que las hijas de Sango y Miroku. No cruzaron palabra pero sus ojos compartieron un momento de complicidad.

Llegados a la aldea fueron recibidos por Shippo y Rin, quienes estaban más que encantados con el infante. Pidiendo cargarlo a como diera lugar, pero de inmediato leyeron una negativa rotunda en el rostro del distinguido Lord del Oeste. Así que esperaron a que Kagome lo llevará y lo acomodara en un lugar seguro.

—¡Es tan lindo! Señor Sesshomaru es igualito a usted— La pequeña castaña gritaba de júbilo hasta que lo despertó. Se cubrió los oídos y le lanzó un gesto de disculpa al peliplata.

—Ya, ya mi pequeño...—La miko del futuro comenzó a arrullarlo para que parara de llorar y de nueva cuenta retomó el sueño que le había sido quitado de repente.

Sesshomaru no cabía de júbilo al ver semejante estampa y una mueca a modo de sonrisa se dibujó en sus labios, pero tan imperceptible que ninguno de los presentes lo notó, a excepción, claro está, de Jaken.

—Sesshomaru— El medio hermano del ambarino se adentró a la choza.

—¿Si, Inuyasha?—

—Siento molestarte, ¿pero podríamos hablar?— Kagome levantó la vista y miro a ambos hombres con preocupación. Los vio salir por la puerta y espero por su regreso.

Los dos hermanos caminaron por el sendero que llevaba al bosque y llegado a un punto se detuvieron.

—¿Y de que querías hablar?—

—Solo quería disculparme por lo que pasó hace unos meses... La verdad yo no quería que Kagome me dejara por ti y actúe como...—

—¿Un imbécil?— Inuyasha se sonrojó un poco y se llevó un dedo a la cabeza para rascarse.

—Tonto, iba a decir tonto...—

—Olvídalo...— Dio media vuelta y le dejó allí para dirigirse de nueva cuenta a la aldea.

—¡Miserable! ¿No ves que quiero hacer las paces contigo?— Le gritó molesto y aquel se detuvo en seco.

—Disculpa aceptada, hermano...— El hanyō irguió las orejas pues no daba crédito a lo que escuchaba. Siguió a su hermano mayor y juntos retornaron con sus seres queridos.

Al llegar todos los esperaban.

Pasaron una tarde agradable, comieron, bebieron y disfrutaron de su gran familia.

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Al anochecer se despidieron para volver al castillo, esta vez Rin y Shippo los acompañaron.

Mientras caminaban, la sacerdotisa lo tomó de la mano, feliz de estar a su lado después de tantas adversidades.

—¿En que piensas, mujer?—

—En nuestro porvenir— Le hizo saber sonrojándose y desviando un poco la mirada hacia su primogénito.

—¿Tienes miedo?—

—No, si tú estás con nosotros...— Al decirle ella esto, se inclinó para besarla con ternura, y después tomó su cachorro en brazos, poniéndose en marcha de nueva cuenta, mientras los niños y Jaken dormían a sus anchas sobre los lomos de Ah Un.

Siguieron su camino, hasta que el amanecer les dio de lleno.

Y la joven sacerdotisa confirmó, que su destino estaba firmemente atado a aquel hombre. Lo amaba y de alguna u otra forma superarían los obstáculos que se presentarán en el futuro.

Fin

Notas de la autora: Quiero agradecer infinitamente a todas las personas que siguieron esta historia. Cómo podrán comprender no conozco mucho del universo de Inuyasha y había varios errores garrafales. Más con el carácter de Sesshomaru, siento mucho esto último y espero que a pesar de todo, la hayan disfrutado tanto como yo...

HinataUchiha82

(Daisy Ramirez ?)