¡Hola a todos por aquí!
Sí. La última anterior actualización de "Azúcar" fue el día 11 de febrero del 2014. Ha pasado algo de tiempo, ¿no creen? Como ya he comentado en mi otro fic "Complemento" he vuelto a querer leer y escribir fics de esta pareja. Espero no desaparecerme tanto otra vez (no en un futuro próximo, al menos).
Les dejo esta narración, bastante azucarada, de estos queridos personajes empezando a tomar esa vida familiar y adulta que caracteriza los episodios de este compilado. Espero les guste, quedo atenta a todos sus reviews y retroalimentaciones.
Un abrazo.
Este escrito no es autoría de J.K. Rowling. Es fanfiction.
Compromisos
Hermione se revolvió entre el pequeño y calentito espacio mientras despertaba. A penas terminó de abrir bien los ojos, la luz naranja de la estancia la invadió. Soltó un suspiro cuando sintió un par de besos sobre su hombro. Volteó la cabeza hacia el hombre que la besaba.
Ron afirmaba su cabeza en una de sus manos, apoyándose en su codo.
—Por fin despiertas —le dijo, con el rostro sonriente. Hermione se giró para estar frente a él y todo el viejo catre rechinó con el movimiento de su peso.
—¿Despertaste hace mucho? —le preguntó mientras le acariciaba una mejilla. La incipiente capa de barba que cubría la cara de Ron le hizo cosquillas en las yemas de los dedos.
—No tanto —le respondió él, encogiéndose de hombros, mientras seguía mirándola con un gesto soñador y risueño. Hermione se sintió un poco cohibida, como siempre que Ron la miraba como si ella fuese alguna extraña y fascinante criatura. Una sonrisa de satisfacción acompañaba el escrutinio de su rostro, todavía con los ojos encendidos con gusto y diversión. Podría haber pasado mucho tiempo, pero parecía que todavía Ron conseguía sonrojarla cuando la miraba con esa alegría y coquetería por entre sus pestañas blanquecinas. Y con razón: ésta era la primera mañana que pasaban juntos después de mucho tiempo pues el trabajo y el estudio los habían apartado por unas largas dos semanas que habían parecido eternas. Hermione se removió otra vez entre las colchas para quedar más pegada al cuerpo de él.
De repente, uno de los jugadores de quidditch de uno de los tantos pósters que Ron tenía pegados en la pared de su habitación se movió dentro de su imagen. Hermione captó el movimiento por el rabillo del ojo y se sobresaltó. Ron la miró, extrañado.
—Ese jugador de allí —acusó al barbudo guardián de los Chudley Cannons con un dedo. Ron guió su mirada hacia donde ella le indicaba y su sonrisa creció. Asintió con gusto.
—Reed. Qué buenos tiempos. Los Cannons ya no tienen una defensa tan buena… —murmuró, medio nostálgico. Hermione rodó los ojos y volvió a hacer rechinar la madera de la cama para acomodarse abrazada a él. Le rodeó el cuerpo con un brazo y se recargó en su pecho hasta hacerlo volver a recostar la espalda sobre el colchón.
—No me gustan todas estas cosas —le dijo, con voz quejumbrosa. Ron la miró, con las cejas levantadas—. Me molesta que se muevan de improviso y parezca que están… vitoreando o algo por el estilo.
Hermione sabía que no tenía mucho sentido intentar explicárselo a Ron y la mirada de él como de entre risa e incredulidad se lo confirmó.
—Por supuesto que se mueven, Hermione. Son fotografías mágicas…—dijo él, sintiéndose raro de decirle algo tan obvio a su siempre brillante novia. Hermione asintió, cerrando los ojos.
—Ya lo sé. Pero… es que siento que nos miran —explicó y se sonrojó un poco. Ron soltó una tremenda carcajada—. No te rías, en serio, míralos…
Esta vez Hermione sólo señaló con la barbilla hacia un afiche que estaba cerca de la pequeña ventana, uno de la selección completa de los Chudley Cannons del 92. La fotografía estaba tan raída y humedecida por los años que las esquinas habían tomado un tono amarillento, pero las figuras de los hombres montados en escobas parecían estar en forma y felices.
Hermione pudo jurar que todos los jugadores miraron hacia el frente, como perdidos en el horizonte, en cuanto Ron puso sus ojos en ellos. Se sintió frustrada.
—A mí me gustan —dijo Ron, con un tono terco que presagiaba el final de la discusión. Tomó a Hermione de la cintura y comenzó a repartir besos por su cara y su cuello, dispuesto a hacerla olvidar el tema.
Hermione había notado que Ron no tenía intenciones de hablar sobre sus pósters y hasta había aceptado perder la pelea, entregándose a sus caricias cuando Reed hizo una pirueta sobre su escoba y la sobresaltó otra vez.
—¿Qué? —Ron se distanció para mirarla.
—Estoy segura que me estaba mirando, Ron —. El pelirrojo no podía creerlo. Hermione sí que era insistente—. Estoy hablando en serio, ya es hora de que los quites. ¿No crees que ya estás grande para esta… decoración?
La habitación de Ronald en La Madriguera no había cambiado ni un poco desde la primera vez que ella había estado ahí, cuando era una niña a penas. Bueno... sólo un poco. Ahora tenía un pequeño espacio en una pared donde habían pegadas algunas fotos: de ellos dos junto al árbol de navidad de los Granger el año pasado, muggle, completamente estática; una de él junto a Harry y Ginny montados en sus escobas de quidditch después de algún partido en sexto curso y otra de ella sola, sentada en el pasto del patio con el pelo desordenado por el viento. Había colocado un pequeño escritorio junto a la ventana donde descansaban varios libros, plumas y tinteros desordenados. De la silla junto al escritorio colgaba una túnica de viaje que estaba sucia. Aparte de eso, banderitas de los Chudley Cannons colgaban de una pared donde también habían escarapelas con el león de Gryffindor dibujado y varias imágenes de equipos de quidditch vistiendo túnicas naranjas iluminaban la estancia. El lugar seguía pareciendo la habitación del testarudo muchacho de 13 años que hablaba con la boca llena y la trataba sin ninguna delicadeza.
Ron observó el lugar. Quizá Hermione tenía algo de razón, pero…
—A mí me gusta esta habitación —le dijo, con el ceño fruncido.
—Oh, yo no estoy diciendo que no me guste. No me gusta que parezca un club deportivo, eso es todo —dijo ella, observando un banderín del mundial de quidditch que se asomaba del alto mueble que estaba en frente de la cama. Lo dijo con el ánimo de regañarlo.
—Es que a ti nunca te ha gustado un equipo de quidditch, por eso crees que esto es tonto... —dijo él, absolutamente convencido de sus palabras, sonriéndole con ternura, como si no hubiese captado el mensaje. Hermione chasqueó la lengua.
—No es eso. Además, yo apoyaba mucho a Gryffindor, pero… —Ron soltó un bufido que le impidió contestar.
—Apoyabas a Gryffindor porque yo te gustaba —bromeó él, con un falso gesto socarrón en la cara. Hermione se hizo la ofendida.
—¡Es mi Casa! —le reclamó dándole un golpe en un brazo, pero sin poder evitar soltar una risita.
—Como sea, no sientes lo que sentimos los fanáticos —. Hermione alzó una ceja—. Es una pasión —le dijo con gesto serio. Ahora ella se carcajeó.
—Hablas como un muggle. Mi papá y mis tíos a veces se ponen así… —dijo Hermione, arrugando el entrecejo, pensando que nunca escaparía de ese tipo de charlas que le parecían un poco aburridas. Ron la miró adivinando sus pensamientos, medio sorprendido.
—Nunca te había molestado.
—Nunca te lo había dicho —le corrigió ella—. Pero siempre me he sentido… observada en tu habitación —miró hacia las paredes, donde repentinamente todos los posters comenzaron a tener vida y a moverse dentro de las imágenes. Vio unas cuantas quaffles volar varias veces mientras Reed las paraba con un brazo y luego el otro—. Y no sólo por ti—agregó, haciendo una mueca de burla.
Ron sonrió y observó, como ella, las piruetas de los jugadores de los Cannon en sus paredes.
—Me incomoda que nos miren…—Hermione se puso roja y terminó la frase mirando a Ron con un gesto de preocupación y espanto exagerado—…cuando lo hacemos.
Ron esta vez echó la cabeza hacia atrás y se rió con tanta fuerza que hizo tambalear el colchón y a Hermione sobre él. Ella le miró seria, esperando a que se callara deshizo su abrazo. Cuando por fin Ron se recuperó del ataque de risa, la miró y descubrió la seriedad de su rostro.
—¿Lo decías en serio? —dijo, sin poder creérselo, luchando por no romper a reír de nuevo. Hermione asintió, erguida y con gesto imperturbable. Él estiró los brazos y deshizo la posición tensa y enfurruñada de la chica para acurrucarla de nuevo sobre él. Hermione cedió y se estiró a su lado de la cama, dejándose envolver por Ron—. Los chicos han crecido conmigo —le dijo hablándole de los afiches como si fueran sus amigos, con la voz enternecida pero quebrándose por las carcajadas—. Ya no me ven hacerlo solo… —volvió a reírse.
Hermione movió la cabeza de lado a lado, en un gesto de reprobación, sin embargo, se le escapó de todos modos una sonrisa.
—Nada te lo tomas en serio —le reprendió, mordiéndose la boca para que las enormes carcajadas de Ron no la tentaran de unirse a su risa—. Pero bueno, esta es la última vez que duermo con Reed mirándome. De ahora en adelante, cuando venga a tu casa me mantendré exclusivamente dentro de la habitación de Ginny… —le dijo con las cejas alzadas, observando como Ron rodaba los ojos y su risa se esfumaba—. Como debe ser —añadió para finalizar, con gesto decidido.
—No seas exagerada tampoco —le cortó él, antes de que se molestara en agregar más detalles. Podía darse cuenta como Hermione intentaba manipularlo. Conocía ya sus tácticas sutiles para lograr lo que quería. No, no iba a quitar los afiches. No, no lo va a lograr—. Después, cuando vengamos de visita acá, nos reiremos de estos pósters. No me gustaría que no estuvieran.
—¿Cuándo vengamos de dónde? —dijo ella, medio perdida del hilo de la conversación.
—De… no sé, de dónde sea que vayamos a vivir.
Ron se quedó pensativo, intentando con todas sus fuerzas no poner cara de miedo. ¿Qué acababa de decir? "Cuando vengamos de visita…"
Uy.
Hermione lo miraba mordiéndose los labios, disimulando su sorpresa. Él se sintió nervioso.
—¿Dónde te gustaría vivir? —le preguntó ahora, sonriendo para ocultar los nervios y la confusión. De pronto se sentía tremendamente expectante de lo que fuera que ella fuera a decir a continuación.
—Mmm…—Hermione fingió que lo pensaba mientras disimulaba su sonrisa. Ron era el tontorrón más dulce del mundo—. Me gustaría que no fuera un lugar tan lejos de mis padres, para que nos pudieran visitar si quieren… —Ron asintió, aceptando el requerimiento.
—¿Un barrio muggle? —le preguntó, pensando en que se horrorizaría del puro pensamiento de no poder usar su magia solo porque sí. Para su sorpresa, la idea no le resultó tan mala, ya se las apañarían.
—No estoy segura, no lo creo. Pero tampoco algo tan apartado de la ciudad… —Hermione se descubrió a sí misma fantaseando con un lugar donde ellos dos estén solos, sin reglas y sin tener que esconderse de nadie, donde podría atender las mañas de Ron y que él atendiera a las suyas, donde cansados después del trabajo comieran juntos y se fueran a dormir abrazados. Se le escapó un bochornoso suspiro.
—Tendríamos que tener una chimenea —terció él. Ella asintió con la cabeza—. Y algún lugar donde soltar a Pig… ¡Podríamos tener un perro!— la emocionada voz de Ron la hizo sonreír.
—No sé si un perro sería buena idea, son ruidosos y sucios…—comentó ella.
—Como si no pudiéramos callarlo y hacer desaparecer su mugre —le dijo él. Hermione hizo una mueca.
—No sé… el perro todavía está en discusión —sonrió.
—Podríamos tener una de esas tinas grandes, con agua caliente y burbujas… —Ron, con la voz llena de emoción se acurrucó entre las almohadas, llevándola consigo, mientras se apretaba mucho más a su cuerpo y le sujetaba la cintura con las manos.
—¿Un jacuzzi? — Hermione se rió. Ron a veces no tenía ninguna idea de presupuestos.
—¡De esos! Y en el patio una casa para el perro, ésa sí podríamos agrandarla con magia para que guarde sus… cosas de perro —. Hermione soltó una carcajada—. Y una habitación donde guardes tus libros y tengas espacio para comprarte más.
— ¿Como un estudio? ¿Una mini biblioteca? — Hermione se permitió soñar. Ron asintió —. Oh, sería muy… genial.
—Sí que lo sería —. Se quedaron en silencio. Todo sonaba demasiado fabuloso.
—No sé si se podría —le dijo ella, con ternura, acariciándole el pelo que chocaba con una las orejas—. Es decir, no sé cuánto costaría una casa con todas esas comodidades… —agregó, riéndose—. Seguro no nos alcanza.
—Sí…está bien —. Ron rodó los ojos—. El perro puede dormir en la sala.
Y ambos estallaron en risotadas. Siguieron abrazados debajo de las colchas de la cama mientras se envolvían en caricias, besos y risas. Pero aunque Hermione fingiera tranquilidad, su corazón latía con nerviosismo y ansias.
Después de un rato de continuar abrazados, riéndose e inventando nuevas funciones destinadas al infinito número de habitaciones que tendría este nuevo hogar imaginario, guardaron silencio. Ambos sumergidos en sus pensamientos.
Ron acariciaba en círculos la espalda de Hermione con sus dedos, hasta que ella por fin se atrevió a preguntar:
— ¿Hablas en serio?
Y no se atrevió a mirarlo, continuó recostada sobre su pecho, sintiendo sus latidos en el oído y subiendo y bajando al ritmo de su respiración. Ron abrió la boca varias veces y la volvió a cerrar antes de responder.
—Claro —dijo, por fin.
— ¿Claro? —Ahora sí Hermione levantó la cara para mirarlo. Ron no había sonado tan seguro como ella hubiese querido.
—Sí, claro que hablaba en serio —. La apretó entre sus brazos—. Vivamos juntos.
Hermione tuvo una mezcla de sentimientos.
Felicidad, porque amaba a Ron con todas sus fuerzas y pasar sus ratos libres junto a él era, en realidad, algo que venía deseando hace harto tiempo. Incertidumbre, porque… bueno, porque son Ron y ella, porque siempre pelean por todo y si viven juntos no pueden llegar y largarse, tendrán que trabajar por soportarse en los tiempos complicados; porque él puede ser el hombre más mañoso que pisa la tierra justo un segundo después de ser el sol mismo; porque a veces Ron puede ser imprudente, un poquito machista y medio desubicado aunque sin darse mucha cuenta; porque aunque siempre se ha sentido independiente ¡por Merlín que es un gran paso vivir solo con él!
Ron estaba en silencio, con los ojos moviéndose de un lado a otro mientras las ideas bailaban dentro de su cabeza. Se permitió analizar lo que acaba de proponer. Vivir con Hermione. Los dos. Solos. Y en primera instancia relucieron todas las ventajas que le traería compartir sus días con la muchacha que se recostaba entre sus brazos, como disfrutar de su compañía, de sus consejos, de su apoyo a diario; ya no tendría que extrañarla tanto o aparecerse en su casa cuando ya no pudiera con la ansiedad de verla, no tendría que esconderse de su suegro nunca más. La euforia se empezó a esfumar mientras pensaba en todo lo demás: Hermione es mandona, un poquito menos que su madre aun cuando persuadir a Molly es mucho más fácil; es trabajólica y probablemente vayan a discutir por eso más de lo que ya lo hacen; tiene el afán de ordenar todo y él tiene el de dejarlo todo desparramado; nunca cocinará tan rico como su mamá; tendrán mucho sexo, claro, pero ¡vaya que tendrán problemas!
Como imanes, se miraron los ojos casi al mismo tiempo, adivinando las dudas del otro. Ron sonrojado y ella con un gesto preocupado en la cara que la hacía lucir mayor.
—Tu mamá va a enojarse mucho —se le ocurrió decir a ella, mordiéndose la boca, luego de un rato.
Ah, faltaba agregar ese problema a la lista de Ron.
—No va a enojarse —mintió Ron, porque estaba seguro, segurísimo que la idea no iba a hacerle ninguna gracia a la Sra. Weasley, que si fuera por ella tendría a todos metidos dentro de la casa para siempre—. Entonces, ¿lo haremos? —preguntó, la voz apenas audible. Se carraspeó fuertemente—. ¿Viviremos juntos?
Hermione contempló el desordenado pelo naranja, sus cejas tupidas y su cara cubierta de pecas. Se le escapó una sonrisa cuando pensó en que podría tener a ese hombre que tanto le gustaba al alcance de sus dedos todos los días.
—Hagámoslo —afirmó, sonriendo—. Vivamos juntos.
Ron soltó el aire de sus pulmones y se empezó a sentir inconcebiblemente feliz. Se había despertado como cualquier otro día, había empezado a tener una conversación tonta y trivial con su novia y ahora, de la nada, tenía esperanzas, una felicidad profunda, tenía futuro, un proyecto entre sus manos. Tenía todo lo que hasta hace veinte minutos atrás había soñado apenas y solamente en sus ratos más cursis.
Bueno, no tan así.
Terminaron un beso en el que se habían sumido justo después de la afirmación de Hermione y él se puso un poco más serio para hablar.
—No creo que podamos tener una tina con burbujas —dijo, medio arrepentido de haberlo ofrecido. Hermione tenía los labios rojos por los besos y las mejillas sonrosadas por la felicidad. Se rió.
—Está bien. Cederé en ese punto si tú cedes con el perro.
— ¡Ambas cosas fueron mi idea! —Ron exclamó, confundido. ¿Cómo lo hacía para siempre ganar? Hermione volvió a reír.
—No quiero un jacuzzi —le respondió ella, enredando sus dedos en el pelo de Ron—. En realidad, no quiero ninguna cosa rara… te quiero a ti, en un lugar bonito. Conmigo. Nada más—. Ron sonreía, pero abruptamente cuando algo llegó a su memoria, dejó de hacerlo.
—Ese es el problema contigo —dijo—, tendrás que definir "bonito" porque después, lo que yo creo que es bonito, resulta que es "de mal gusto" y no sé qué…—empezó. Hermione rodó los ojos.
—Algo simple, sencillo, que no sea en un lugar peligroso o demasiado caro…
— ¡Tampoco va a ser una pocilga! —protestó él, en cambio, mirándola como si ella fuese la que estaba complicando las cosas. Hermione lo soltó y lo miró con el entrecejo fruncido. ¡Qué facilidad tenía para arruinar el momento!
—Ay, Ronald. No quiero discutir contigo ahora —. Volvió a recostarse junto a él, cargando la cara en uno de sus hombros. Ron arrugó la nariz—. No será un lugar de lujo, no podemos pagarlo, ni tampoco una pocilga… ya lo decidiremos, tiene que gustarnos a los dos—
—¿Y si nunca logramos ponernos de acuerdo? —dijo él, con ese tono infantil que se le arranca cuando de veras se asombra de alguna posibilidad.
—Vivirás por siempre con tus padres y yo con los míos —zanjó ella. Ron la miró, divertido y puso una mueca de asco bastante graciosa.
—Tendremos que llegar a un acuerdo, entonces —dijo, riéndose. Hermione asintió, también riéndose un poco.
—Sí, porque no aguanto una noche más con Reed de mirón.
Ron volvió a reírse y Hermione se estiró para darle un beso.
Claro que tendrían problemas, ¡mejor ni imaginar cuántos! Pero desde ahora el compromiso sería trabajar por resolverlos.
Gracias por leer :)