Originalmente esto iba a ser un one-shot. Ahora se convirtió en una pequeña serie de one-shots que voy a publicar como capítulos. Como tienen un hilo conductor, para entender los que vienen es necesario que lean éste primero.

Disclaimer: los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.


Feliz cumpleaños, Jazz

Emmett abrió la puerta de la habitación de Alice y Jasper y entró como si fuera la suya propia, tan sonriente como siempre, o quizás un poco más que de costumbre.

—¿Qué hubo, Jazz? ¿Cómo va la vida? —preguntó a su rubio hermano cuando lo encontró solo, tirado cómodamente en su cama y leyendo un libro de Historia Antigua.

El tejano desvió la vista de su lectura y asomó los ojos por encima de las páginas, arqueando una ceja. Emmett venía de particular buen humor. Era característico de él ir despreocupado por la vida (o, más bien, a través de su vampírica existencia), siempre disfrutando el momento y contagiando alegría. Pero hoy había algo más. El morocho traía, aunque lo más disimulada posible, una cierta picardía, y ese detalle a Jasper no se le escapaba.

—¿Y ahora qué hiciste? —le preguntó sin vueltas. O estaba tramando algo, o venía a contarle alguna broma que acababa de hacerle a alguien. No cabía otra posibilidad.

Emmett, ahora sentado al borde del tocador de Alice, se llevó una mano al corazón y sacudió la cabeza dramáticamente.

—Me ofendes, hermano. Soy un hombre adulto, casado, maduro. No voy haciendo travesuras por la vida como si fuera un mocoso.

—Y tú insultas mi inteligencia si piensas que te voy a creer ese cuento —replicó Jasper, cerrando el libro que tenía en sus manos y dejándolo sobre la mesita de noche. La visita de Emmett no parecía que fuera a ser muy corta.

—Pues entonces quizás no deba darte el regalo que te debía de la semana pasada por tu cumpleaños —le dijo el robusto vampiro, sacudiendo distraídamente el paquete rectangular que llevaba en la mano izquierda.

Jasper se incorporó, sentándose a los pies de la cama, y lo observó con renovada curiosidad. La semana anterior había sido su cumpleaños número ciento setenta y siete, y su hermano se había disculpado por no tener regalo, alegando que no se le habían ocurrido buenas ideas y quería regalarle algo 'que estuviera a la altura de sus necesidades', así que esperaría hasta encontrar el obsequio adecuado. El tejano lo había olvidado completamente, creyendo que era la excusa de Emmett para no comprarle nada, algo que solía hacer al menos año por medio. A decir verdad, ¿quién podía culparlo? Nadie tiene tanta creatividad como para hacer regalos anuales durante toda una eternidad. Así que encontrarlo ahora, sólo una semana después, con ese paquete rojo en la mano y esa sonrisa de diablillo, era para Jasper un cuadro más que interesante de ver.

—Ajá, ahora sí te interesa, ¿eh? —bromeó el oriundo de Tennessee, y continuó sacudiendo el obsequio—. ¿Lo quieres?

Jasper rodó los ojos un momento antes de alargar un brazo y robarle el paquete a velocidad vampírica.

—No debiste molestarte —le dijo entonces con picardía, mientras su hermano hacía una mueca de disgusto por los rápidos reflejos de Jasper y lo pronto que había perdido el poder.

Pero en menos de lo que canta un gallo el enojo fue reemplazado por ansia, y la gran sonrisa maliciosa volvió al rostro de Emmett, mientras el de los rizos dorados rasgaba el papel colorado que envolvía su obsequio, revelándolo poco a poco.

Las cejas de Jasper se alzaron hasta las nubes cuando vio la portada del libro que le acababan de regalar. El gran libro del Kama Sutra ilustrado, leyó, y su hermano se echó a reír con ganas.

—Con que algo a la altura de mis necesidades, ¿eh? —recordó Jasper, y a Emmett se le salió otra carcajada.

—A Rose le prestaron uno viejo el otro día y lo hemos estado pasando de maravilla. Casualmente hoy pasé por una librería y vi éste, y me dije: 'No le vendría mal a Jazz ponerle un poco de picante a su matrimonio', así que decidí comprártelo —explicó.

Jasper rodó los ojos y dejó el regalo a un costado.

—Te agradezco el detalle, pero la verdad no lo necesito.

—Créeme, hermano, sí lo necesitas —aseguró Emmett—. Alice me lo va a agradecer.

—¿Y tú qué sabes lo que hacemos Alice y yo? —preguntó el tejano, frunciendo el ceño.

—Bueno, no sabré lo que hacen, pero sé que no escucho a Alice gritar contigo como grita Rose cuando está conmigo —le contestó orgulloso, lustrándose las uñas contra la remera.

Jasper lo miró con cara de haber bebido un trago de limonada sin azúcar.

—Afortunadamente no grita como Rose, sino ya estaríamos todos con los tímpanos rotos —retrucó.

—Tranquilo, Jazz, entiendo que tengas envidia. Pero ahora que tienes este libro puedes mejorar y ser como yo.

El rubio continuó mirándolo, sin dar crédito a la arrogancia de su hermano.

—¿Tú en serio te crees el mejor amante del mundo, no es así? —le preguntó.

—Bueno, no sé si el mejor del mundo, pero calculo que debo estar entre los 10 mejores. Que soy el mejor de la casa, eso seguro. Mejor que tú, ni hablar.

—Ah, ¿sí? Qué extraño, sabes, yo pensé que cuando las mujeres estaban bien complacidas por sus maridos iban por la vida felices y satisfechas. Ya sabes, como Ali, que siempre está contenta y sonriente —le replicó Jasper con su media sonrisa ganadora—. En cambio parece que a tu Rose las cincuenta horas semanales de sexo que tiene contigo no le alcanzan ni para veinte minutos de buen humor al día.

A Emmett se le borró la sonrisa del rostro. Si había algo que podía sacarlo de sus casillas, era que cuestionaran su desempeño sexual. Jasper sintió la rabia saliendo del morocho y tuvo que reprimir una pequeña risa.

—Lo siento, no quise herir tu ego —le volvió a decir, aunque más divertido que apenado.

—¿Herir mi ego? Ya quisieras —contestó Emmett, fingiendo que las palabras de su hermano le habían entrado por un oído y salido por el otro—. Alice está siempre contenta porque así es ella, no porque tú la tengas tan bien atendida.

—¿Quieres dejar de hablar de esa manera? ¿Qué es eso de atendida? Mi mujer no es una paciente para que la anden atendiendo —le dijo Jasper, moviendo las manos para todos lados como si así pudiera explicarse mejor.

—Ya ves, ese es tu problema, hermano —le contestó el musculoso vampiro, volviendo a su usual estado de relajación en cuanto percibió el momento de retomar el control de la conversación—. Eres demasiado caballero.

—¿Y con eso qué? Así me crié, ¿qué tiene de malo?

—No es que sea malo. A veces es bueno ser caballero, pero otras veces no tanto. O sea, abrir puertas y dejar pasar a las damas primero está bien, pero no puedes ser así en la cama.

—Emmett, no voy a discutir contigo cómo soy o dejo de ser en la cama —se apuró a decir Jasper.

—Te lo digo como consejo, Jazz. ¿Cuánto tiempo llevas casado con Alice? ¿60 años? ¿58, 59? Si no le pones un poco de emoción pronto van a ser como esos viejos humanos que duermen en camas separadas.

—Emmett, estás hablando pavadas.

—No, no son pavadas, es en serio. La monotonía mata, Jasper, ni que hablar en el sexo —replicó el de cabellos oscuros, cual eminencia del amor.

—¿Y a ti quién te dijo que Alice y yo hemos caído en la monotonía?

—No hace falta que me lo diga nadie, me doy cuenta solo. Entiendo todo eso de la conexión espiritual. También Rose y yo la tenemos. El amor, los corazones unidos, todo eso está muy lindo, pero no alcanza. A veces hay que descontrolarse un poco, probar cosas nuevas…

—Ajá.

A estas alturas, Jasper sólo estaba esperando a que Emmett se callara. Podía decirle mil cosas para cerrarle esa bocota, o más bien, al revés, para dejarlo mudo pero con la boca abierta y la mandíbula colgando. Pero era ante todo un caballero, y se rehusaba a rebelar todo lo que tuviera que ver con su intimidad con Alice. Si el gran mono quería seguir alardeando de sus habilidades conyugales y dándole lecciones, que así fuera, él no iba a exponer a su mujer sólo para salvar su honor.

—…Ponerse físicos, hermano. Si te la pasas con los besos castos y las manitos inocentes tu mujer se va a terminar aburriendo, y tú también…

—Bien.

—…Ponte más salvaje, Jazz. El romance está bien, pero no te quedes solo en eso, tienes que ponerle más pasión, más actitud, como yo.

—Qué bien. ¿Ya terminaste?

Jasper seguía escuchando las palabras salir de la boca de su hermano, pero vagamente las registraba. Era increíble lo mucho que hablaba Emmett sin tener la menor idea de nada.

—No, todavía no. Digo, sé que lo hacen seguido porque siento tus malditas olas de lujuria casi todas las noches, pero no se trata sólo de hacerlo seguido, se trata de que la dejes satisfecha. Si ella está satisfecha, te sentirás satisfecho tú también y no andarás por la vida con esa cara de nada que traes siempre.

—Ahora resulta que mi cara es por falta de talento en la cama —Jasper se llevó una mano al rostro sin poder creer lo que oía.

Claro, ¿cómo no lo había pensado antes? No era que tuviera que lidiar con las emociones de todo el mundo, no era que lo pusiera nervioso el hecho de clavarle los dientes a un humano. No, nada de esas trivialidades, su problema era la ficticia frustración sexual que su hermano había armado en su cabezota y ahora le estaba relatando detalladamente.

—Pues sí, Jazz, hermano, en parte sí, todo tiene que ver —asintió Emmett—. Tienen que gritar, romper cosas, así como Rose y yo. Necesitan variar un poco. ¿Cómo en cuántas posiciones lo hacen? No me contestes, seguro dos o tres. Con eso no alcanza. Por suerte ahora tienes el libro que te regalé para que amplíen un poco sus horizontes.

En eso entró Alice a la habitación, conteniendo una risita que no pudo evitar soltar en cuanto vio la cara de mártir que traía su marido después de escuchar al robusto vampiro por lo que pareció una eternidad.

—Lo siento Em, pero creo que has desperdiciado tu dinero —le dijo la pequeña bailarina, que ya había visto todo en una de sus visiones.

La duendecillo se sentó en la cama junto a su marido y besó su mejilla antes de tomar en sus manos el nuevo libro.

—¿Tú también, Alice? Yo creí que el conservador era tu marido, pero veo que tú no te quedas atrás, enana. ¿Por qué se cierran a experimentar?

—Yo me refería a que llegaste tarde.

—No, Alice, nunca es demasiado tarde. Supongo que sientes que están hundidos en la monotonía, pero yo creo que pueden salir a flote y encender la llama otra vez. Es cuestión de ponerle ganas —continuó Emmett, cual experimentado terapeuta de parejas.

—No, Emmett, digo que...

—Tranquila, Alice, no todo está perdido. Tu tampoco, Jazz, te veo desanimado pero no es tan terrible, pueden mejorar —insistió el morocho, mientras Jasper miraba a Alice meneando la cabeza y ella reía otra vez.

Por suerte para todos, llegó la despampanante Rosalie con el remedio infalible que callaría a su esposo por un buen rato.

—Alice, vengo a devolverte el libro —le dijo, extendiéndole tímidamente el volumen que llevaba en la mano. Emmett le echó un vistazo fugaz a la portada y lo reconoció de inmediato.

—Ese… ¿Qué ese no es el libro de…? ¿El que te…?

—El del Kama Sutra, sí —sonrió Rosalie pícaramente—. Me lo prestó Alice, ya es hora de que se lo devuelva.

—¡¿Tú? —Emmett miró a Alice con ojos agigantados.

—Es lo que intentaba decirte. Llegaste tarde con el regalo… porque ya tenemos uno de estos —rió la pequeña bailarina, dejándole ver la portada de un libro de idéntica temática pero un tanto más viejo que el obsequiado. Kama Sutra ilustrado, las posiciones de la unión sexual, decía.

—¿Por qué no me dijiste que el libro era de ellos? —le preguntó Emmett a su esposa, todavía en shock.

—¿Para qué te iba a decir eso? No quería que mientras estabas conmigo te los estuvieras imaginando a ellos haciendo estas cosas —contestó la rubia con una mueca—. ¿Por qué preguntas? ¿Qué pasó?

Jasper sonrió con picardía y le mostró el libro nuevo.

—Es que a Emmett le gustó tanto que muy consideradamente nos regaló uno, sin saber que el que te prestó Ali era nuestro —le explicó. Por suerte no era rencoroso, que sino hubiera podido contarle todo lo que había pasado y hacer quedar a su hermano como un gran tonto delante de su esposa.

—De todas formas el nuestro está bastante gastado. Le hemos dado buen uso —comentó Alice otra vez, con su risita de cascabel.

—Es que estas cosas da gusto leerlas ¿No es así, monito? —asintió Rosalie con una sonrisa, abrazando a su marido—. Ay, Em, ¿te quedaste mal por lo del regalo?

—Me hubieras dicho que era de ella, Rose.

—Si hubieras leído la dedicatoria te hubieras enterado, pero estabas muy distraído con los dibujos —comentó la bella rubia, aunque sin reproches. Después de todo, un libro de Kama Sutra era más que nada para mirar las imágenes e intentar copiarlas.

—¿Qué dedicatoria?

—Ay, ¿puedo mostrársela, Jazz? —le pidió Alice a su marido, tomándole las manos.

Jasper volvió a reír, sabiendo que la vergüenza que estaba sintiendo Emmett se iba a poner mucho peor.

—Si tú quieres… —se encogió de hombros el tejano.

La vampira del cabello oscuro le extendió el libro a su hermano, abriéndolo en la primera página. Emmett lo tomó y procedió a leer para sus adentros.

"12 de Mayo de 1991

Ya que tengo pensado ser tu marido y estar contigo por el resto de la eternidad, quiero hacerlo lo mejor posible. Sé que es un regalo un tanto atrevido, pero te amo tanto que contigo quiero intentarlo todo.

¡Feliz aniversario!

Siempre tuyo,

Jasper."

Y finalmente pasó. Emmett quedó callado, con la boca abierta y la mandíbula colgando.

—¡¿Se lo regalaste tú a ella? —preguntó, atónito, después de unos segundos. Si ya le parecía increíble que sus hermanos tuvieran un libro de Kama Sutra, el hecho de que fuera Jasper, el respetuoso, caballeroso, discreto y siempre sutil Jasper, el que hubiera tomado la iniciativa de comprar el libro y regalárselo a Alice, era simplemente algo fuera de este mundo.

—¿Conoces algún otro Jasper que esté casado con Alice? —retrucó el de Texas con una ceja levantada y su provocadora media sonrisa.

—N…no… Pero es que… —Emmett volvió a hojear el libro, observando las posiciones—. ¿Y ustedes han…? Digo, ¿todas estas…?

—Todas —asintió Jasper.

—Muchas veces —rió Alice con un poco de vergüenza.

—Vaya —comentó Rose pícaramente—. Tenemos que ponernos al día si les queremos empatar, Em.

—S…sí…Claro…

—¿Por qué no te quedas un tiempo más con el libro, Rose? —le sugirió Alice, señalando el viejo ejemplar que su hermano todavía tenía en sus manos—. Nosotros investigaremos éste que nos regaló Emmett. Mira, Jazz, dice que viene con cinco posiciones inéditas nunca antes vistas —le comentó a su marido, alcanzándole su obsequio de cumpleaños.

—Qué bien —sonrió Jasper, rodeando con un brazo la cintura de su mujer mientras se le empezaba a escapar la lujuria por los poros.

—Creo que mejor nos vamos yendo, monito —le dijo Rose a su marido, dándose cuenta de que el clima de la habitación estaba empezando a ponerse más denso.

—S…sí… Claro… —asintió Emmett, que seguía anonadado, y probablemente seguiría así por un largo rato.

—Gracias por el regalo, Em —bromeó Jasper, viéndole la cara.

—S…sí… De nada…

—Gracias a ti por el libro, Alice, te lo cuidaré bien —rió Rose, arrastrando a su esposo hacia la puerta.

—No hay problema —sonrió la pequeña vampira, mientras notaba que la mano izquierda de Jasper empezaba a deslizarse por detrás de su blusa—. ¡Ah! Si intentan la carretilla, fíjense bien dónde lo hacen. Con Jazz una vez la probamos en la ducha y al final me caí y rompí tres azulejos —comentó con una risita.

—Y cuidado con las aspas del molino porque le puedes patear la cara sin querer, Em. Yo estuve así de cerca —le indicó a su hermano juntando el pulgar con el índice, mientras los ojos de Emmett se agrandaban cada vez más.

—Lo tendremos en cuenta —dijo Rose con un guiño de ojo, saliendo de la habitación.

—S…sí… Claro… —le escucharon decir a Emmett mientras su mujer cerraba la puerta tras de ellos.

Jasper y Alice se miraron y rieron entonces a carcajadas.

—Creo que dejamos a Emmett en estado de shock —comentó la joven.

—Se lo merece por querer pasarse de listo —dijo el rubio con una mueca, abriendo el libro que aún tenía en su mano derecha—. Aunque al final el regalo no estuvo tan mal. No hay que subestimar el encanto de cinco posiciones nunca antes vistas —rió el sureño, llegando a la ansiada sección inédita.

Alice le dedicó una sonrisa traviesa y se abrazó a su esposo, asomando la vista por el costado.

—Mmm, esa del tallo se ve interesante, cariño —murmuró por lo bajo, haciendo escapar una pequeña risa de los labios de su compañero.

Sin pensarlo dos veces, Jasper cerró el libro y lo arrojó a un costado, para luego recostarse sobre Alice y empezar a desabotonar su blusa.

—Parece que este año tengo doble festejo —comentó con su acento sureño, y su esposa no pudo más que reír, atrayéndolo a sus labios.

—Feliz cumpleaños, Jazz. Hora de abrir los obsequios.


¿Qué les pareció? Por mi parte, tuve que ponerme a investigar en serio, jaja, las aspas del molino existen de verdad XD

Si tienen un minuto, dejen un review y cuéntenme si les gustó o no, o más o menos, y si son como yo en esto de imaginarse que Jasper y Alice tendrán una conexión muy espiritual y adorable, pero eso no quiere decir que se queden atrás en otros terrenos, jaja.

Gracias por leer y comentar y marcar como favoritos, en esta y en las otras historias :)