Epílogo

Harry se sentó en la cama jugueteando con las sábanas blancas. Todo lo que podía ver debajo de ella era un hueco dónde solía estar su pierna. Había estado despierto durante poco más de una hora; la enfermera le había dado una mezcla de morfina muggle y una poción tranquilizante muy potente, por lo que su cuerpo estaba lo suficientemente insensibilizado. No había levantado la sábana. Era irreal, y quería quedarse así tanto tiempo como fuera posible, pensando que era sólo una pesadilla terrible de la que despertaría muy pronto. Se había pinchado a sí mismo varias veces, una hasta clavó las uñas tan fuerte que se había lastimado y sacado sangre, pero no pasó nada, todavía estaba en una cama en San Mungo.

Los sanadores le dijeron que podría tener visitas tan pronto como el consultor hablara con él, pero Harry necesitaba un adulto a su lado. Se le dijo que el consultor hablaría con el profesor Dumbledore y arreglaría algo, teniendo en cuenta que al parecer había estado fuera desde que Harry había sido traído. Esperaba con una vaga esperanza que se tomaría su tiempo y podría prolongar su negativa. Era todo lo que podía hacer.

Afuera había luz del día, no supo cuánto tiempo había transcurrido; considerando que estaba oscuro cuando salió de Privet Drive, asumió que habían pasado horas. Durante unos minutos pudo mirar a través de la ventana, pero no vio nada en particular, era sólo para tener su atención fuera de la sala y, por ende, de la razón por la que estaba en la ahí en primer lugar.

Su brazo se sentía mejor, aunque un poco rígido. Todo lo demás era soportable y la morfina hacía bien su trabajo. En sus sueños, el dolor era tan leve que podía fingir que no existía. Cuando se enfrentó a sentir, no era tanto el dolor, sino una tremenda sensación de pérdida. Estaba asimétrico, desbalanceado, anormal, justo como su familia había dicho siempre. Pensó entonces en algo que Lupin había dicho a Sirius en la Casa de los Gritos hacía tiempo: "Finalmente, la carne refleja tu locura interior". Adecuado, pensó.

La sábana se arrugó entre sus dedos mientras miraba fijamente a través del cristal. El cielo estaba gris, todo parecía gris. Era extraño sentirse tan desconectado.

Escuchó los pasos de gente que entraba en la habitación, pero no se giró para mirar, simplemente esperaba que lo dejaran en paz antes de que todo se volviera demasiado real.

—¿Señor Potter?— habló una voz desconocida.

Harry suspiró y desvió la mirada de la ventana, poco a poco volvió la cabeza para mirar al hombre.

—Soy su consultor, mi nombre es…

Eso fue todo lo que escuchó, su atención se centró inmediatamente en el hombre vestido de negro que estaba a lado del consultor. Sus ojos se encontraron brevemente y Harry se sorprendió evidentemente, Snape era la última persona que esperaba ver… ¿O no? Harry no sabía. Se sentía como si hubiera cambiado muchísimo, pero no era tan estúpido como para esperar lo mismo de parte del hombre.

Snape inclinó la cabeza, pero Harry no se atrevió a devolver el gesto.

El consultor estaba a los pies de la cama, señalandole a Snape el asiento a lado de Harry.

—Pensé que le gustaría que alguien le hablara de lo ocurrido, es parte de su curación, señor Potter— dijo. Sacó su varita, murmuró un conjuro, y las notas médicas de Harry aparecieron en el aire a su lado—. Como usted debe saber, la hemorragia fue demasiada como para salvar la pierna. Tuvimos que amputarle justo por encima de la rodilla—. Harry se puso pálido cuando las palabras fueron dichas en voz alta—. El procedimiento de la rehabilitación no es sencillo, pero se asegurará de que pueda tener movimiento y vivir una vida normal—. Harry podría respirar si no se sintiera tan enfermo—. Vamos a colocarle una pierna ortopédica, es usted muy joven y tiene mucho tiempo para acostumbrarse a ella. Enseguida tendrá que trabajar en el fortalecimiento de los músculos, pero eso lo podemos arreglar con un sanador. Ahora, su pierna puede estar sensible por un tiempo y es posible que sienta algo de dolor y malestar, pero podemos ayudarle a lidiar con ello y desaparecerá por completo. Le mostraré cómo debe utilizar la prótesis.

El consultor caminó alrededor de la cama de Harry y extendió la mano para tirar de la sábana. Lo ojos del muchacho se ensancharon.

—¡No!— gritó tirando de la sábaba. Podía sentir la mirada de Snape sobre él.

Una profunda arruga se formó en el rostro del consultor.

—¿No se ha observado todavía, señor Potter?— preguntó. Harry bajó la mirada, avergonzado— No es inusual que los amputados traten de negar el procedimiento aún cuando ya ha ocurrido, pero tendrá que enfrentarlo en algún momento. Cuanto antes lo haga, más pronto podrá aprender a vivir con ello.

—No quiero vivir con ello— murmuró Harry malhumorado. Se sorprendió cuando el que contestó fue Snape.

—A veces la vida nos da malas cartas. El director me dijo una vez "Es el signo del hombre fuerte para encontrar lo bueno cuando los demás sólo ven lo malo". Muchas cosas cambiarán para ti, Potter— dijo profundamente, con la sinceridad en los ojos—, mi consejo es que lo permitas.

Harry le miró solemnemente, como si el mundo llegara a su fin.

—Señor Potter, he informado al señor Snape sobre los procedimientos de rehabilitación. Tal vez deba dejarlos solos para que hablen de ello. Podemos enfocarnos después en la prótesis, cuando esté listo.

Harry asintió con la cabeza, aturdido. Snape le dio al consultor las gracias antes de que los dejara solos. No dijo más y simplemente se sentó en silencio escudriñando a Harry.

—¿Por qué está aquí, señor?— preguntó Harry finalmente, rompiendo el silencio.

—Normalmente, sería el deber de un padre o tutor, pero tus parientes han sido trasladados a una casa de seguridad, Lupin se hace cargo de ellos, y la Orden no cree prudente que salgan. Además, parece que ellos a menudo abandonan su deber…

Snape se encolerizó, pero se tranquilizó a tiempo.

Harry sintió una pequeña chispa de felicidad al saber que sus tíos y primo estaban vivos y que no tenía más muertes en la conciencia, pero la chispa se vio envuelta rápidamente por la tristeza. Nunca lo quisieron, pero ahora menos lo querrían con el trozo que le faltaba. ¿Quién querría algo roto?

Snape se inclinó hacía adelante en su silla, observando a Harry mientras éste miraba de mal humor el hueco baja la sábana que debió haber sido su pierna.

—Ninguna cantidad de magia la traera de regreso, Potter— le dijo suavemente.

—Ya lo sé— susurró Harry. Su mano temblaba, sentía su muslo, pero no se atrevía a ir más abajo— ¿Qué voy a hacer ahora?— dijo entrecortadamente y tuvo que tragarse el nudo de su garganta. No podía hacer nada para evitar las lágrimas que se agolpaban en sus ojos.

—Necesitarás terapia física tan pronto como sea posible, ello te ayudará a caminar con la prótesis y…

—No, quiero decir acerca de Voldemort— interrumpió Harry con voz quebrada— ¿Quién va a depositar su fe en alguien que ni siquiera puede caminar?

—Potter, mírame ahora— le ordenó Snape suavemente, pero con firmeza— ¡Potter!— casi imploró. Harry le miró, con los ojos vidriosos—. Nada de eso importa hora, saltaremos ese obstáculo cuando lleguemos a él.

Harry le miró desconcertado.

—¿Nosotros?

—Potter… he cometido muchos errores de juicio en mi vida, pero el peor ha sido con respecto a ti. Te ofrezco una disculpa— dijo con pesar—. Necesitas atención y apoyo. A medida que tu familia se ha mostrado incapaz de ofrecerte eso, han sido obligados a renunciar a tu custodia—. Harry no sabía qué pensar, nunca había estado contento con ellos, pero Snape no mentía cuando dijo que las cosas estaban cambiado. Su vida parecía girar frente a sus ojos—. Potter, tu tutela ha sido entregada… a mí.

El silenció descendió sobre ellos. Con la boca abierta, Harry era incapaz de apartar los ojos de Snape. El profesor en realidad parecía preocupado.

—¿Usted?— fue lo único que pudo decir.

Snape se sentó bien en la silla y centró su atención en un punto en la pared.

—Tal vez no parezca ideal, pero soy un sanador entrenado parcialmente, por lo que estás en buenas manos. Puedes confiarme tu vida y no la divulgaré. Estoy dispuesto a ofrecerte mi tiempo para ayudarte a recuperarte de todo esto. Y me refiero a todo, no sólo a la pierna.

—¿Por qué?— murmuró Harry en un hilo de voz.

—Llámalo hacer las paces.

La habitación era tranquila y Harry intentó digerir todo lo que se acababa de decir. Los Dursley ya no serían sus tutores, ahora Snape lo era. Cualquier otro temería esa situación…, sin duda, las cosas estaban cambiado. Incluso el hombre se había disculpado y todo… y le prometió ayudarlo.

—Potter, este no será un proceso sencillo. Tendrás que dar un paso a la vez. Será lento. Habrá dolor, pero aprenderemos a controlarlo. Habrá frustración, pero aprenderemos a aceptarla. Habrá furia, pero aprenderemos a digerirla— le miró a los ojos—. Espero que no seas tan tonto como para pensar que no mejorarás. Te doy mi palabra.

Harry sintió que sus ojos se convertían en losas, las lágrimas contenidas brillaban en los bordes. Se sintió conmovido por las palabras de Snape, por su honestidad y su oferta de apoyo. El hombre no parecía poner resistencia al tener que convertirse en su tutor. Harry intentó darle una sonrisa de agradecimiento, pero una lágrima se escapó de sus ojos y se apresuró a limpiar su mejilla. Con un sollozo, intentó recuperar la compostura.

—¿Qué pasará ahora?— preguntó cansado.

Snape lo miró fijamente.

—Tienes que dar el primer paso.

—¿Cuál es?

—Retira la sábana y acepta la situación.

—Yo… no puedo.

—Si puedes— dijo Snape con más fuerza—. No fuíste colocado en Gryffindor sin una razón.

Harry negó con la cabeza, pero la expresión de Snape parecía urgirlo. Tomo el borde superior de la sábaba en su mano y comenzó a arrastrala hacía arriba. Mientras tiraba de ella, se imaginó que estaría ahí su pie. Pero no hubo pie. La subió un poco más e imaginó que encontraría su espinilla, pero no había espinilla. Comenzó a sentirse molesto y se detuvo para intentar controlarse. Snape no dijo nada, lo que le permitió un momento para sí mismo. Fue entonces que recordó algo que había oído decir a tía Petunia decirle a Dudley una vez, cuando Dudley tenía un yeso y lloraba tratando de quitárselo mientras se arrancaba los pelos del brazo: "No, Dudders. Tira de él rápidamente, así te dolerá menos y lo harás con mayor eficiencia"

Tal vez no fuera tan diferente para él. Asintió con la cabeza, se apoderó de la sábana hasta que los nudillos se le pusieron blancos y respiró hondo. Tirar de ella, pensó. Antes de que su mente fuera capaz de decir algo más, jaló su brazo hacía atrás, Snape se sorprendió por la resolución del muchacho, y se reveló el muñón rosado que descansaba justo por encima de la rodilla. Se sintió enfermo y sacudió la cabeza, perdido.

—No— dijo— ¡No, no, no!

Harry fue a bajar la sábana de nuevo, pero la mano de Snape se lo impidió.

—Acéptalo, no lo evites— le dijo, sosteniéndo su muñeca firmemente.

Las lágrimas en los ojos de Harry cayeron de repente sobre su rostro. Sintió su pecho contraído y finalmente cedió a los sollozos. Snape suavemente soltó su muñeca. Harry comenzó a deslizar una mano por la pierna dañada, pero tuvo que detenerse.

—¡N-no puedo tocarla siquiera!— gitó con rabia y golpeó su cabeza contra la pared de atrás. Cayó de nuevo hacía adelante, apretó los ojos con sus manos, deseando que el mundo terminara. Incluso sin poder verlo, sentía la mirada de Snape sobre él, y en ese momento lo odió. ¿Qué obtenía mirándolo así? ¿Por qué siempre tenía que verlo tan… tan… tan deshecho y débil?

—¡Salga de aquí!— exclamó a través de sus manos que todavía cubrían su rostro. Snape no se movió— ¡He dicho que se vaya! ¡No quiero que esté aquí nunca más!

—Potter, no lo hagas.

—¡Déjeme en paz!— exclamó Harry comenzando a tirar de su pelo— ¡No quiero que esté aquí! ¡No necesito esto!

De repente, Snape se puso de pie. Sus grandes manos separaron los dedos de Harry lejos de su cabello y se apoderó de ellos. Harry luchó, pero Snape se sentó al borde de la cama y se inclinó para mirar a Harry a los ojos. Tomó de las manos del chico para tratar de tranquilizarlo.

—No empujes a la gente, Potter. Ni ahora ni nunca ¿me oyes?—. Harry desvió la mirada, llorando en silencio y siendo totalmente incapaz de detenerse—. No iré a ninguna parte.

Harry miró lentamente al profesor y luego bajó la mirada a las manos que sostenían las suyas. Snape apretó y Harry no dudo en apretar a su vez. Un fuerte sollozo escapó de sus labios, sin dejar de apretar más fuerte, como si toda la emoción corriera a través de sus dedos.

—Está bien— dijo Snape profundamente cuando Harry gritó.

Las lágrimas se agolpaban una tras otra, rápidamente, como un río salido de su cause. Sentía como si se exhibiera. Se inclinó hacía adelante y su frente se posó sobre el pecho de Snape incluso antes de que se diera cuenta de lo que hacía. Lloró dolorosamente en la túnica del hombre lo que le pareció una eternidad. Ni una sola vez Snape soltó sus manos, ni había dicho palabra alguna desde que el chico se enterró en su pecho; aunque Harry se sentía patético, el hombre no dijo nada, le dejó llorar con todo su corazón.

Snape deslizó una mano y Harry, en ese momento, sintió una mezcla de vergüenza y miseria. ¿Qué estaba pesando? Seguramente Snape ya tenía suficiente de él; la vergüenza le invadió, resopló.

—¡Merlin! Lo siento— murmuró todavía en el pecho del hombre y trató de apartarse.

Pero Snape lo detuvo. Una mano suave se posó en su nuca y lo apretó aún más.

Ese gesto valía más que cualquier palabra, y Harry supo en ese momento que no se iría. No iré ningua parte, había dicho Snape, y Harry en verdad lo creía.


¡Hola, de nuevo!

Bien, hasta aquí llega este fic… ¿Y qué dijeron? ¿Así nomás? Pues para nuestra buena fortuna, Bonomania planea ya la segunda parte. Así que tomemos esto como el prólogo de lo que será, seguramente, una historia imperdible (Espero que me permita traducir también la segunda parte xD).

Si gustan leer el fic en su idioma original, en mis favoritos lo encontrarán.

Vale, muchas gracias a Lady, MissCariocaPotter,blakikabla, LaDamaAural, Maku27, francesca85. Rwana (qué sorpresa!) y a mi querido Alex (te extrañaba, cabezón). Y a todas las lindas personitas que siguieron esta traducción.

Si todo sale bien, nos leemos en la segunda parte.

¡Besos a todos!

Látex.