Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, si así fuera, mi vida sería perfecta. (Y amanecer no hubiese existido), de todos modos, gracias S.M, por entregarnos los clásicos clichés para jugar a nuestro antojo con ellos. La historia es mía, la tenía en mi otra cuenta de fanfiction, pero me pareció un poco ridículo, así que la eliminé haya y la subí aquí.
Este fanfic es rating M, así que quienes lean es bajo su responsabilidad. No acepto que luego me hagan criticas de moral y bla...bla...bla... Queda claramente advertido. Contiene lemmons, lenguaje obsceno, y trama no recomendadas para menores.
Summary: Había terminado de arruinar la vida de aquel jodido bastardo. Solo que su dulce venganza, se volvió amarga y terrible, cuando los ojos de Isabella, hasta aquel instante, brillosos y vivos, se opacaron comprendiendo lo que acababa de ocurrir.
A song for the lovers
Prologo
Looking for my insides in a hotel room
Waiting' for you
We're gonna make it tonight, yeah
Something in the air tells me the time is right
So we better get on
Edward metió sus manos bajo la blusa de seda blanca de la chica, tras desabotonar, con una calma bélica, cada una de las perlas que coquetamente marcaban el camino a seguir. Sus dedos, largos y expertos se hallaban fríos en contraste con la ardorosa piel de ella.
La besaba tomando fuertemente posesión de su boca mientras, sin querer perder tiempo, desabrochaba el sujetador y, cuando empezó a acariciar sus pechos, Bella dejó escapar un suspiro. Lentamente, inclinó la cabeza para besar su cuello, el roce de su lengua enviaba escalofríos de placer hasta en sus zonas más escondidas.
La acariciaba por todas partes murmurando, entre besos, frases ininteligibles, haciendo que perdiese la cabeza. Las sabanas amenazaban con devorarla bajo su peso, pero no le importaba, se sentía en el cielo, uno demasiado caliente para ser tal.
Era demasiado, sentía los labios adoloridos, hinchados de tanto besar, evidenciando en forma física y palpable el pecado que estaba a punto de cometer.
Continuó besándola, deslizando sus labios gruesos y calientes por la tersa piel de la muchacha, ofreciendo un deleite pecaminoso y prohibido para una mujer en su condición.
La besó en los hombros, haciéndola estremecer, ajena completamente al instante en el que la suave tela de su blusa se deslizó hasta sus muñecas, apresándola. Una revolución llena de erotismo se apoderó por completo de ella cuando él comenzó a explorar las suaves curvas de sus pechos y dejando escapar un gemido sofocado, cerró los ojos.
— Eres hermosa —murmuró con voz ronca acariciando con su lengua la punta del sonrosado pezón de la chica.
Bella no dijo nada, sabía que si abría la boca todas sus dudas volverían y anhelaba demasiado entregarse a aquel hombre que tanto la había tentado. Concentró todo su ser en las sensaciones que él provocaba en ella.
La mano fuerte y masculina se paseó por las mejillas de ella, descendiendo belicosamente lento por las curvas de la castaña, hasta detenerse en el botón plateado del jeans. En una maniobra rápida y certera lo desabotonó y luego rodó el cierre, provocando un sonido sensual, antes de dejar a su mano entrar en aquel templo tan anhelado.
Decidió que si bien podía poseer a la chica en aquel mismo momento, extendería la placentera tortura. Quería marcarla para siempre como suya y, para que eso ocurriera, el sexo debía ser inolvidable. La sola idea de imaginarla gozar con aquel otro idiota lo ponía enfermo.
Edward intentó mantener a rayas aquel pensamiento, pero le fue imposible morderse la lengua antes de hablar— Déjalo —ordenó en un tono de pura posesión, paseando la punta de la lengua por un de sus hombros.
— Edward…—comenzó ella, pero prontamente aquella queja se vio opacada por el gemido de placer que escapó de su boca cuando, con dedos expertos, él acarició su centro.
— Déjalo —repitió jugando con el borde de sus bragas.
— No…no puedo. Por favor —pidió arqueando su espalda involuntariamente y elevando sus caderas, suplicante, para sentir sus dedos.
El chico sentía que estaba a punto de perder la paciencia. Esto iba más allá de su venganza. En verdad quería arrebatársela, quitarle aquel diamante tan valioso y hacerlo sentir miserable. Más allá de hacerlo sufrir por todo lo que él le había hecho, arruinando a su familia y su vida completamente, Jacob no se merecía una mujer como aquella que se encontraba temblando de deseo bajo sus brazos.
Estaba obsesionado con la castaña.
— ¡Y un demonio que no puedes! —gruñó apartando la tanga para introducir uno de sus dedos dentro de ella, obligándola a gemir—. Solo déjalo —agregó jugueteando con sus dientes sobre el pezón de ella.
Se sentía afiebrada de placer, no podía pensar con claridad, pues todo acababa de volverse brumoso. Creía que podía llegar a quedar ciega de deseo.
— Sabes que no… ¡Oh por dios, deja de hacer eso!
Se retorció, desesperada por calmar el ansia que sentía en el centro de su cuerpo. Lo quería todo y en ese mismo momento. Ya había esperado demasiado tiempo.
Él enarcó una ceja con presunción— ¿De hacer qué? —preguntó esbozando una sonrisa afilada y arrogante—.¿Esto? —agregó deslizando otro dedo dentro de ella, presionando y apretando los dientes contra su pezón.
— De…de intentar… manipularme —habló con dificultad. Sentía su piel perlada en sudor, ardiendo y mojada. La boca de Edward en su pecho y sus dedos en su interior la estaban volviendo loca. Casi parecía fácil dejar a Jacob. Si, definitivamente estaba a punto de perder la cabeza—. No me dejas pensar.
— No quiero que pienses, quiero que sientas —replicó él.
Como prueba de aquella afirmación, bajó los pantalones de ella hasta las rodillas y ayudándose con sus pies, se los quitó, empujándolos fuera de la cama.
Le alzó las muñecas hasta posicionarlas sobre su cabeza y aprovechando que las mangas de ésta, aún se encontraban en ellas, las sujetó con una sola mano, mientras deslizaba sus caderas entre los muslos abiertos de ella. Bella sintió el miembro duro frotándose contra ella.
La penetró en una única y profunda arremetida y ella gritó de gozo. No existía nada en el mundo aparte de él y lo que la hacía sentir.
— Déjalo —masculló Edward apretando los dientes. Se sentía tan bien dentro de ella, era casi como si acabara de encontrar su lugar en el mundo. No quería que se fuese de su vida. Ella era todo lo que él tanto tiempo había estado buscando.
Isabella ni siquiera lo meditó un segundo. Podía dejar al hombre que tanto la había ayudado en el pasado, él no se merecía una mujer como la que en esos momentos gritaba de gozo con otro.
— Si —fue todo lo que dijo. En esos momentos Edward podía pedirle cualquier cosa que se le pasara por la cabeza y ella accedería sin pensarlo.
— Eres maravillosa —dijo con una genuina y sensual sonrisa en su rostro. Se hundió más hondo y Bella tuvo que contener el aliento, ante la intensidad de lo que sentía, y tembló. La levantó ligeramente, moviéndose con un ritmo insistente y claro. Era toda una bendición para sus sentidos. Sentía el corazón acelerado, en un galope raudo, al ritmo que la excitación tomó posesión completa de ella. Era todo con lo que había soñado en secreto y gritó más alto, mientras una dulce descarga de placer la invadía.
Él se movía cada vez más deprisa. Furiosamente estimulada, ella se zarandeaba contra él, abandonándose de forma cruel, ansiando feroz el éxtasis que sentía cada vez más cercano. En un instante, su deliciosa tortura entró en una ampliación de placer hasta llegar al punto más soberano. Se estremeció, sacudiendo la espalda, mientras la marejada de éxtasis, ola tras ola, seguían recorriéndola en forma suprema. Nunca había sentido nada tan intenso antes. Mientras Edward rugía y se estremecía de satisfacción, los ojos de ella se llenaron de lágrimas. Mareada por una deliciosa y cálida sensación, se quedó allí tumbada, abrazándose a él.
Entonces, de pronto y sin quererlo, encontró su reflejo en un espejo situado junto a la puerta. Se encontraba abrazada a él como una adolescente enamorada, y si bien con sus diecinueve años, aún era una muchacha muy joven, en comparación a aquel experimentado hombre que la llevaba por diez, no pudo sentirse menos que terrible frente a aquella revelación. Parpadeó y se quedó mirando fijamente, mientras el eco de la pasión se esfumaba a la velocidad de la luz—. ¡Puta! — gritó a su propia imagen en el espejo, odiándose con todas las fuerzas por lo que acababa de hacer. Inmediatamente intentó buscar un insulto más apropiado, pero todo le quedaba corto. Se sentía una sucia, cruel y traidora prostituta.
Desde fuera de la puerta de aquel hotelucho, una radio comenzaba a entonar "A song for the lovers" y se sintió hundir en la miseria. Con todo el peso de la realidad cayendo sobre su conciencia, cerró los ojos y lloró. No solo por haber traicionado a quien había dado todo por ella, sino por que el arrepentimiento no era capaz de opacar lo que sentía en el centro de su pecho.
Amaba a Edward.
Lo amaba con toda su alma.
— Te amo —sollozó contra el pecho del muchacho quien se tensó enseguida, por suerte, la convulsionante respiración de ella no le permitió darse cuenta a tiempo de ello.
Yo también —quiso responderle, pero para cuando deseo abrir la boca, ya era demasiado tarde.
La puerta del dormitorio se abrió de par en par, dejando tras ella una silueta siniestra. Jacob, empapado de pies a cabeza, no cabía dentro de si. No podía creer lo que sus ojos estaban contemplando en ese momento. Isabella, su Bella. Preciosa, bondadosa. Desnuda, sobre el mal nacido de su peor enemigo.
Edward no se sorprendió, todo había sido cuidadosamente planificado por él. Esa era la idea. Solo que no había contemplado la idea de que su venganza se invirtiera y fuera un disparo directo a su pecho. Se encontraba conmocionado. Aunque trataba de encontrar a quién culpar, sabía que había sido su propia arrogancia la que le había llevado hasta allí. Y justo cuando todo parecía tan perfecto.
La misma chica que minutos antes gritaba su nombre con vigor, lo observaba suplicante, rogando por su ayuda. Se sintió un canalla de los peores por lo que estaba a punto de hacer. Su estomago se revolvió y la bilis, asquerosa y amarga, se centro en su garganta.
— Te la devuelvo Black —masculló con una frialdad absoluta.
Aquella frase se había quedado colgada desde hace años en su cabeza. Grabada a fuego dentro de su alma, el día que el hombre frente a él la había pronunciado.
No era ni su chica, ni tampoco a él a quien se lo había dicho. Para él era una falta incluso peor. El hijo de puta había seducido a su madre, solo para subir en la escala social. Abusó del amor de la bondadosa mujer para crear empresas y cuando ella no quiso mantenerlo más, la amenazó con delatar el engaño al señor Masen, quien, tiempo después, al enterarse de la infidelidad de su esposa, condujo su automóvil ebrio volcándose y muriendo en el acto junto a ella.
— Te la devuelvo Masen —le había dicho aquel día, horas antes de su muerte, a su padre, como si estuviese devolviendo un objeto, una baratija. Lo había odiado desde ese día por ello.
Pensaba que se sentiría mejor, que podría volver a dormir y a vivir de alguna manera en paz. Había terminado de arruinar la vida de aquel jodido bastardo, tal como él lo había hecho años antes. Solo que su dulce venganza, se volvió amarga y terrible, cuando los ojos de Isabella, hasta aquel instante, brillosos y vivos, se opacaron comprendiendo lo que acababa de ocurrir.
— Usaste a una chica inocente para calmar tu insomnio, Cullen —acució Jacob sin siquiera mirar a Isabella. Él la amaba, tanto como nunca había amado a nadie, pero la traición era algo imperdonable. Manteniendo la postura altiva, dentro de lo que el dolor le permitía, continuó hablando—; ¿O debo llamarte Masen? Muy propio de ti y de tu familia.
— ¡No te atrevas a hablar de mi familia! —bramó Edward, cogiendo el edredón para cubrirse, incorporándose con rapidez.
Bella, quien hasta aquel momento no entendía de donde se conocían ambos hombres tan importantes en su vida, solo fue capaz de distinguir la palabra "usaste" en la frase de Jacob. Y si bien esperó estar equivocada sobre el presentimiento que le removía las entrañas, el hecho de que Edward no lo desmintiera, la obligó a hablar.
— ¿Tu… me usaste? —inquirió casi en una afirmación. No quería creer lo que Jacob estaba diciendo. No podía creerlo. Su estómago se encogió y se le hizo un nudo en la garganta.
Edward no quiso mirarla. Se sentía enfermo por dentro. Una ola de sensaciones se expandía a través de su cuerpo, Jacob estaba frente a él, viendo a la preciosa criatura que tanto había exhibido y proclamado amar, devastado. Era todo lo que había deseado durante tanto tiempo, pero no era capaz de sentirse feliz. Incluso sintió ganas de gritar y llorar cuando la chica se levantó, físicamente al menos, por dentro se notaba completamente rota y el lo sabía. Era su culpa.
Ella acababa de pasar a forma parte del "daño colateral" y se odiaba por ello.
Isabella se tambaleó fuera de la cama, cubriéndose apenas con la sabana y buscó su ropa, pero antes de poder dar con ella, un entristecido y humillado Jacob la cogió del brazo y la jaló fuera de la habitación.
— Vámonos de aquí, no pienso dejarte con este hijo de puta —le dijo mientras la guiaba por el pasillo—. Ya conversaremos en casa.
Ella no contestó. Estaba avergonzada y destrozada.
Los últimos acordes de la canción se oían a lo lejos, burlándose de ella, cruelmente.
En la hora de medianoche
Levántame…
Irónicamente solo quería dejarse caer.
Bueno aquí nuevamente, esta semana termina Take a Bow, así es que decidí subir aquí, en mi cuenta, esta historia. Espero como siempre que les guste, ya saben, no suelo ser tan grafica a la hora de narrar este tipo de escenas, pero esta lo ameritaba. Eeemmm...cosas importantes! edité mi perfil, así que pasense por ahí y visiten el link de Galerna. De verdad, haganme caso, no se van a arrepentir, y si lo hacen, ya saben unos tomatitos y ya!
Gracias a todas las que estuvieron al pendiente de mi hijo, nunca me van a ver publicando mis intimidades a menos que me sienta demasiado ahogada, como este ultimo mes, por suerte y gracias a dios, ya está mucho mejor. Sole y Liss, las amo, en serio. (No lesbicamente, ya saben mis preferencias tienen testiculos).
Bueno, mañana actualizo TODAS las historias, así que estén al pendiente.
Muchos besos! muá!