Algo parecido a una cita

(Palanqueta)

Sealand estaba muy feliz y emocionado aquella tarde. No dejaba de rebuscar en su armario algo apropiado que ponerse para la ocasión. Había quedado de verse con España para ir juntos a la feria y era la primera vez que le dejarían ir ahí sin un familiar haciendo de carabina*. Además de que resultaba de lo más considerado que Antonio le hubiera invitado a la feria estando como estaban las cosas con la crisis económica en Europa y las medidas de austeridad puestas por su jefe. El pobre ibérico debía de estar sumamente estresado y debió de tomarle mucho tiempo reunir el dinero para invitarlo a ir con él a la feria.

Después de sacar volver a meter prendas en el ropero una y otra vez, Peter por fin se decanto por unos pantalones de pana negros y una camiseta verde oscuro con el dibujo de una guitarra eléctrica y una chamarra gris claro. Ya estaba listo; ni muy arreglado ni muy desenfadado, Peter no quería denotar que se hubiera demorado demasiado en arreglarse. Ya tenía más que suficiente con las burlas de Seborga y la media sonrisa que se dibujo en los labios de Wy cuando les había contado sobre la invitación de España para que fueran a dar un paseo por ahí.

Parece que estás nervioso por tu cita, Peterdijo Cassiano sonriendo

¡No es una cita! –exclamo Peter con un ligero sonrojo en las mejillas

Déjalo tranquilo, Cassio –dijo Wy terciando entre ambos muchachos–; si Pete dice que no es una cita entonces no es una cita ¿verdad, Pete?

Sólo me ha invitado a la feria –aclaro el sealandés–, no significa nada.

Pero podría ser el inicio de algo –dijo el italiano con un ligero tono suspicaz en la voz

¿Qué quieres decir? –pregunto el de ojos azul verdoso, confundido

Venga no te hagas el inocente conmigo Peter –dijo el de ojos verdes claro mirándole divertido–, ¿acaso no sabes de lo que habla todo el mundo? Todos saben que te gusta España

¡Eso no es cierto! –chillo Sealand molesto

Eso no hace más que confirmar los rumores –sonrío el menor de los italianos

Seborga, ya para –dijo Sídney con voz firme–; calma Pete, son sólo cosas que inventa la gente que no tiene nada mejor que hacer que molestar al prójimo –agrego abrazando con cariño al joven sealandés

Deberían buscar algo mejor que hacer –dijo el joven en tono sombrío correspondiendo el gesto antes de marcharse del lugar

"Seborga es un tonto de las narices", pensó Sealand algo cabreado mientras se ponía la boina "además España es como mi hermano, no como Arthur claro, pero..." sus pensamientos se vieron interrumpidos por un pitido proveniente de su móvil, le había llegado un mensaje, Peter cogió el teléfono de la mesa de noche y leyó:

"Pete, diviértete mucho hoy y no le hagas caso a Cassio y a los demás cotillas envidiosos. Sabes que cuentas conmigo –y con Cassio aunque sea tan cabezota y no quiera admitirlo– pase lo que tenga que ocurrir. Besos." Sídney.

–Eres la mejor Wy –dijo el muchacho y salió de la casa.

Tomo el metro para llegar a tiempo a su encuentro con el mayor, podía haber utilizado la bicicleta que le regalo su tío Magnus pero la feria estaba un poco lejos del lugar donde habían acordado reunirse y no quería llegar oliendo a sudor. Después de apearse en dos estaciones, Peter llego a su destino: El parque Santa Trinidad.

Era un lugar agradable para pasar el rato ya fuera corriendo, mirando las nubes acostado en el pasto, jugando futbol o al básket o hacer un picnic. El principado sonrío ante esa idea, podría invitar a España a un día de campo especial, para retribuirle el que él hizo por su cumpleaños además podría hacer algo más que postres para comer; no es que quisiera impresionarlo con sus habilidades culinarias, claro que no, pero seria agradable estar con Antonio sin Arthur espiando, sin Cassiano picándole al respecto…sólo ellos dos hablando, jugando a corre que te atrapo, ¡hasta podrían tomar la siesta juntos! Además de que Tino le había dicho que no era bueno comer tanto dulce porque hacia daño a los dientes.

Tan distraído estaba que no noto que una persona se le acercaba por detrás hasta que tuvo los brazos de esa persona alrededor de la cintura. Sealand se asusto pero trato de aparentar tranquilidad, tenia que pensar como quitarse a esa persona de encima. Entonces recordó algunos movimientos de defensa que le había enseñado su tío Lukas, le dio un pisotón en el pie seguido de un codazo en el estomago, escucho un quejido de dolor y volteo, navaja en mano, dispuesto a defenderse de su atacante.

–Tranquilo –dijo una voz–. Pepe, soy yo

Se traba de España. El latino vestía una camiseta blanca que hacia resaltar el tono bronceado de su tez, un pantalón azul claro de mezclilla y una chamarra de motorista café.

– ¿Señor España? –dijo el muchacho en un suspiro– ¡Pude haberlo matado! ¿Qué pretendía asustándome así?

–No quería asustarte –aclaro el ibérico haciendo una mueca de dolor–. Que daño, pegas bastante fuerte ¿sabes?

–Perdón –se disculpo el menor guardando la navaja–, pero no le habría golpeado si no me hubiera asustado así. Y he crecido mucho últimamente, es normal que mi fuerza aumente al igual que mi estatura.

–Tienes razón –sonrío el castaño– ¿Quieres que nos quedemos aquí un rato o nos ponemos ya en camino?

–Preferiría que usted descansara un rato antes de irnos, los golpes que le di fueron muy duros pero si es capaz de caminar sin encorvarse esta bien por mi –dijo el muchacho con voz llana

– ¿Me estás diciendo viejo? –dijo el español con falso enfado

Peter enrojeció hasta la punta de cabello ante la mueca de disgusto del mayor.

–D-De ningún modo pretendía ofenderlo –tartamudeo–, solo estaba preocupado por usted

España sonrío ¡Peter era tan adorable que daban de achucharlo a cada rato!

–No te preocupes por mi chaval. Venga, vámonos

Caminaron entre pequeñas charlas, sonrisas y silencios cómodos hasta que llegaron a la feria. Peter miraba todo con ojos resplandecientes. Había una montaña rusa, una noria gigante, puestos de tiro al blanco, un tiovivo, autos chocones, juegos de destreza, maquinas de videojuegos, casa de las risas, de los espejos, casa del terror, puestos de comida…

– ¡Increíble! –exclamo el principado con una amplia sonrisa.

Se subieron a la montaña rusa, a los autos chocones, se tomaron fotos en una maquina de fotos instantáneas. Comieron unos perros calientes sentados en una banca cerca de la casa de los sustos.

– ¿Quiere entrar en la casa del terror conmigo? –pregunto el sealandés señalando con un gesto el edificio

– ¿Eso no te da miedo? –cuestiono el latino a su vez

–En realidad no. Pero si eso le pone nervioso, puede esperarme afuera.

–Te acompaño –dijo el español haciéndose el duro

– ¿Esta seguro de que quiere hacerlo?

–Si

Entraron en la casa de los sustos en completo silencio. A Peter le daba vueltas la cabeza. ¿Por qué razón estaba mosqueado Antonio? ¿Había hecho o dicho algo malo? ¿Debería pedirle disculpas? Se sentaron en el carro mecánico, atendieron a las medidas de seguridad y entonces el juego comenzó.

Brujas, zombis, murciélagos, momias, fantasmas, hombres lobo, demonios, vampiros, calaveras danzando un baile macabro. Montones de sangre falsa. Peter miraba de reojo a su compañero, Antonio miraba totalmente concentrado aquel espectáculo de terror, horror y muerte artificiales

El momento realmente traumático cuando el carro hizo una parada después una vuelta donde por un momento estuvieron de cabeza. Había un pirata con un ligero parecido con Arthur torturando a un muchacho de más o menos diecinueve años. Delgado, de pelo negro y ojos color miel y que tenia sangre falsa saliéndole de un corte en el labio inferior y de las marcas de latigazos hechas en la espalda.

Peter se estremeció cuando sintió el tacto de una mano helada tomar la suya. Volteo a ver a Antonio y lo que vio en esos momentos lo aterro más que cualquier otra cosa que hubiera en esa mansión embrujada.

Antonio estaba mortalmente pálido, su boca se hallaba abierta en medio de un grito sordo muestra del más profundo terror, sus ojos estaban clavados como cuchillos en la figura del pirata de sonrisa despiadada, cínica y cruel.

–Todo está bien, señor España. Esto no es real –dijo Peter mientras lo abrazaba con fuerza

–El calabozo…–murmuro Antonio sumido en un mar de recuerdos desagradables

–No hay ningún calabozo aquí. Él no va a hacerle daño –repuso el principado en tono sosegado

– ¿Me lo prometes? –cuestiono el español como si fuera un niño pequeño. Al muchacho se le hizo un nudo en la garganta.

–Te lo prometo –dijo el joven con voz firme.

Y entonces Antonio lo beso en los labios. Fue un beso tierno y suave pero Peter estaba paralizado, su corazón latía con fuerza mientras la sangre se atascaba en sus mejillas. Salieron de la mansión embrujada abrazados y antes de darse cuenta estaban en la casa de los espejos besándose como si no hubiera mañana.

–Espere –suspiro el menor–, quiero darle algo.

– ¿Qué cosa? –pregunto el hispano

Peter saco del bolsillo de su pantalón una pequeña barra de cereal. Antonio la tomo con cuidado y sonrío al comprobar de que trataba: una palanqueta de almendras. **

–Es para darle las gracias por haberme invitado a venir a la feria con usted y como disculpa por haber insistido en lo de la casa embrujada. Lamento que recordara cosas desagradables por mi culpa –se disculpo el menor bajando la mirada, avergonzado.

–No fue tu culpa –repuso el español suavemente–, no podías saber lo que pasaría ahí dentro. Y yo debí habértelo dicho antes así que también es mi culpa.

–No diga eso. Usted se ha portado muy bien conmigo señor España

–Y también debo pedirte otra disculpa por haberte besado sin permiso.

–No se preocupe por eso tampoco. Ese no fue mi primer beso de todas maneras, sólo me sorprendió un poco pero estoy bien.

Antonio se sorprendió

– ¿Cómo…?

–Fue un accidente y ni siquiera lo disfrute mucho. Además creo que Eirik le hubiera gustado más que tío Magnus lo besara en mi lugar.

El español sintió una punzada desagradable en la boca del estomago pero decidió dejarlo correr.

–Venga chaval, salgamos de aquí.

Salieron de la casa de los espejos tomados de la mano. Peter se sentía feliz y en paz como no lo había estado en años. La mano de Antonio ya no estaba helada como la de un muerto. Era cálida, algo áspera pero cálida. Y sus besos eran suaves como la seda y dulces como las galletas que Tino preparaba en ocasiones especiales.

Peter sonrió cuando pasaron cerca de un puesto de tiro al blanco.

– ¡Dele a tres objetivos y gane un premio! –anunciaba la voz animada de una muchacha de pelo negro y ojos azules desde el puesto

–Espérame aquí –anuncio y corrió al puesto de tiro donde intercambio algunas palabras con la dependienta. Tras poner algunas monedas en el mostrador y que la joven le diera la escopeta con balas de salva. Peter vio una cadena con un dije en forma de tomate colgado además de un dije con forma de chorizo y algunos similares representando otras cosillas.

Era justo lo que quería.

Tomo el arma entre sus manos y se preparo. Recargo el arma sobre su hombro justo como Dinamarca y Finlandia le habían enseñado. Miro atentamente el blanco, apunto y disparo. Dio justo en el centro. Después siguió con los dos restantes obteniendo el mismo resultado.

– ¡Muchas felicidades, has ganado un premio! –exclamo la chica con una amplia sonrisa– ¿Qué es lo que deseas tomar?

–La cadena con el dije en forma de tomate –indico el muchacho

La muchacha aún sonriendo descolgó el objeto de la percha y se lo paso al joven principado.

–Estoy segura de que a tu novia le encantara –agrego suavemente.

–Estoy seguro que si. Gracias señorita –se despidió antes de salir corriendo con la cadena en las manos.

Encontró a España no muy lejos, comiendo tranquilamente su palanqueta sentado en una banca.

–Eres increíble ¿Dónde aprendiste a disparar así? –pregunto el castaño

–Me enseñaron Tino y Magnus –contesto el rubio de ojos de mar– ¿Podría cerrar los ojos un momento, por favor? Le tengo una sorpresa

Antonio cerró los ojos y espero. Peter saco la cadena de su bolsillo junto con una nota que había garabateado deprisa pero con buena caligrafía.

–Ya los puede abrir –indico el joven

–Peter ¿Qué…? Oh dios mío –exclamo el hispano mirando la cadena–, es preciosa ¿dónde la obtuviste?

–La gane en el juego del tiro al blanco ¿De veras le gusta?

–Me encanta

–Entonces es suya. Y también esto –dijo el muchacho sonrojado entregándole la nota

– ¿Y esto?

–Léala cuando sea el momento adecuado –pidió Sealand para después darle un rápido beso en los labios y dirigirse a donde estaba un vendedor de algodón de azúcar.

Eso era lo más parecido que había conocía a una primera cita de verdad. Y estaba encantado con ello.

¡Y ni siquiera la lengua de Cassiano podría echárselo a perder!

¡Hola gente! Ya regrese después de una LARGA ausencia. Tratare de actualizar mis historias lo más que pueda, eso y cumplir con las historias encargadas que tengo pendientes.


*Carabina: persona que acompaña a los jóvenes en sus salidas, evitando que se queden a solas y hagan algo que se considere inapropiado.

**Palanqueta: Dulce típico y muy famoso enMéxico. Este dulce se prepara con cacahuates en trozos, azúcar, agua, glucosa líquida, margarina y grasa o aceite vegetal.